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                                    Soy director general  de una empresa dulcera en la que trabajan aproximadamente 80 personas en  planta, en su mayoría mujeres. Entre el reducido número de varones se  encuentran los jefes de área, mecánicos y jefe de producción. 
                                    Llevo bastante  tiempo laborando con este equipo y, en general, lo han hecho de manera  satisfactoria. Sin embargo, últimamente me he enterado que los jefes de área  tienen preferencias entre las mujeres y asignan las labores que requieren menor  esfuerzo o desgaste físico a las más bonitas. Por su parte, los mecánicos  también prefieren resolver problemas de las máquinas según las mujeres que se  ocupan de ellas. También he sabido que existe cierto acoso de jefes a  empleadas, que no denuncian por temor a represalias. 
                                    No tengo pruebas  fehacientes de los abusos que se cometen en la planta y, ante este panorama, no  sé si correr a los mecánicos y a los jefes de área sea la solución, ya que  podrían demandar a la empresa por despido injustificado, pero si no lo hago, el  problema no terminará nunca. 
                                    Los asesores sugieren: 
                                    1 El acoso es tan antiguo como  la vida social. Hoy en día es frecuente escuchar acerca del «síndrome de acoso  institucional» o «mobbing». 
                                    Siempre ha habido  casos de personas individuales o grupos que persiguen a otros de una manera  psicológica. Existe un acoso psicológico en el ámbito laboral, en el que un  superior o un grupo de compañeros persiguen, aíslan, hostigan o maltratan de  diversas maneras a otro compañero víctima, por razones de envidias, estrategias  del grupo o diversos motivos que conducen a intentar expulsarlo o aniquilarlo;  a este se denomina ahora «acoso institucional». Muy ligado está el «acoso  sexual», cuando el acosador pretende obtener un beneficio lascivo, o los medios  de que se vale para otros fines tienen un carácter sexual o cuando la víctima  lo es simplemente por su sexo. 
                                    En el presente  caso, la solución no es el despido masivo de mecánicos y jefes de área. Es una  aparente solución inmediata que, además de no resolver el problema de fondo  pues será recurrente, puede ser tremendamente injusta. Habrá que considerar,  primero la conveniencia de que los empleados, hombres y mujeres, conozcan las  políticas de la empresa al respecto. No hay que dar nada por sabido. 
                                    En muchas firmas ha  sido útil promulgar un Código de Ética que señale claramente los  comportamientos éticos que se desean y, por tanto, los contrarios a la política  de la empresa. Los estándares éticos deberán ponerse no sólo por motivos  monetarios o instrumentales, sino en función de la dignidad de la persona. Antes  de establecer un Código de Ética, se recomienda ver la experiencia de otros  códigos ya aplicados. Hoy en internet se pueden conocer muchos. 
                                    Eso sí, una vez  establecidos los comportamientos no deseados, habrá que actuar con firmeza y  decisión. 
                                    Pablo Riba Gargollo 
                                        Abogado y especialista en ética de la empresa. 
                                    2 Es relativamente frecuente que  los hombres desplieguen mayor atención hacia sus colegas del género femenino,  en especial si despiertan una atracción en ellos. Pero, me parece que esa  inclinación no debe llevarlos a trabajar permanentemente con favoritismo o con  conductas que implican ciertas injusticias en el trato hacia las demás personas  que laboran en la empresa. 
                                    Con el fin evitar  las preferencias personales se pueden implantar políticas de servicio que rijan  el trabajo con criterios de eficiencia. Por ejemplo, levantar reportes sobre el  tiempo de respuesta, para el caso de reparación de máquinas, permite dar  seguimiento al trabajo e impiden que se rija por el capricho de quien lo  ejecuta. 
                                    Por otro lado, una  cosa es favoritismo y otra acoso. Si algo destruye toda posibilidad de  desarrollar un ambiente de trabajo armónico y que respete el crecimiento de las  personas en una empresa, es el abuso sexual. De ahí la importancia de comprobar  si, efectivamente, las denuncias responden a casos reales o son simplemente  rumores. Debe averiguarse con todo el cuidado y diligencia que el tema  requiere. Es necesario preguntar con seriedad a las personas competentes, hacer  una delicada investigación, y comprometerse a tomar las medidas oportunas. 
                                    De comprobarse un  caso de abuso, yo recomendaría terminar con la relación laboral de la persona  que lo esté cometiendo o lo haya cometido. Aunque su relación de trabajo con la  empresa sea larga, no puede dejarse pasar por alto como si fuera un desliz  aislado. Un caso de abuso supone malicia en su ejecución. Sin una acción  decidida, continuarán los casos sin ser denunciados, y eso sólo puede redundar  en la destrucción del ambiente de trabajo y, en algunos casos, de las personas  mismas. 
                                    Finalmente, también  resulta importante plantearse la necesidad de ayudar a quienes han sido  víctimas del abuso sexual, pues en ocasiones este es posible por el poco  aprecio que las personas tienen de sí mismas. Dar seguridad a los empleados de  que esas conductas son inadmisibles en la empresa permite tener colaboradores  creativos y no gente sometida por la violencia y el miedo. 
                                    ISTMO N° 277                                    |