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Amando de Miguel*

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José Mª Navia-Osorio me envía emilias deleitosas. Se lamenta de que el premio Príncipe de Asturias de las Artes se lo hayan dado a Almodóvar. A don José María no le gusta el manchego; a mí, tampoco. Me parece un tipo oleaginoso. Sus películas son el bodrio del ludibrio del manubrio. Pero forma parte del pensamiento progresista dominante (PPD). Ya se sabe, los premios más empingorotados deben recaer en los miembros del PPD, en los personajes ensalzados por el grupo Prisa.

Otra opinión de don José María con la que estoy acorde. Al asturiano no le gusta lo de los "ciudadanos" o la "ciudadanía". Me pregunta qué se decía antes en lugar de esos términos tan arcaicos, que suenan a Revolución Francesa. Muy sencillo: los españoles, los contribuyentes, el vecindario, los consumidores, la nación, la gente, el pueblo. Hay donde elegir. Lo peor de todo es lo de "ciudadanos y ciudadanas". Eso sí que suena a las tricotosas de la Revolución Francesa. Por ahí se ve que el ciudadano Zapatero nos va a traer la República.

Alberto Clavería escribe indignado: "En España y en su historia, libertario tiene un significado propio. Por ello es particularmente impropio, e incluso ridículo, que llame usted libertarios a los corresponsales de su sección de miscelánea lingüística. Supongo que será uno de los efectos de la grafomanía en que ha dado. Lástima, dados los excelentes recursos intelectuales de que está dotado. En fin, qué se le va a hacer. Cada uno se divierte como puede. Le deseo lo mejor". Caben aquí todas las opiniones. Pero en este corralillos jugamos con las palabras y empezamos por reírnos de nosotros mismos. Lo de "libertarios" es un uso particular para nosotros que no pensamos exportar y que no hace daño a nadie. Si termina por molestar, nos haremos llamar "digitales" y no haya más que hablar. Lo de la grafomanía es verdad, pero tampoco resulta dañina. A veces he llegado a pensar que es graforrea lo que me aqueja. Es enfermedad crónica que sirve para contrarrestar la agrafía de muchos de mis colegas. Peor vicio sería ese de tener miedo a las palabras. De momento me compensa de tantas ingratitudes como la de don Alberto el hecho de que me saluden así muchas personas: "Hola, soy un libertario". Es nuestra forma de reconocer que al menos conservamos nuestra libertad... digital, es decir, la de los dedos en el teclado. Por otra parte, la amarga queja de don Alberto me confirma mi pequeña teoría de que los puristas puritanos purificadores carecen del sentido del humor.
 
Recibo un largo memorial de Mar Pérez Pérez, abogada, sobre el asunto de la violencia doméstica (por mal nombre "violencia de género") que aquí he tratado algunas veces. Reproduzco el texto de doña Mar, estremecedor por su autenticidad:

Por un lado cualquier cosa, sí, literalmente "cualquier cosa" que denuncie una mujer respecto de su marido, pareja, etc., es automáticamente delito, y delito que supone una privación de libertad, y la misma cosa (amenaza, lesión etc.) denunciada por un hombre respecto a su mujer, pareja, etc., es falta, es decir mucho menos grave y con una simple pena de multa o de lo que se denomina "localización permanente".

Siguen existiendo hombres que amenazan a las mujeres con diversos males, pero las mujeres, hoy en día, la máxima amenaza sobre un hombre es "te voy a denunciar", es decir voy a ir al juzgado y diga lo que diga y pase lo que pase, ese señor sale condenado, con una pena mínima de 8 meses de prisión, y que según las circunstancias puede ingresar en prisión.

Se han perdido las garantías penales de un proceso justo, y las condenas son cada vez más abundantes y más injustificadas. El Ministerio Fiscal en más de una ocasión ni siquiera ha estado presente en los juicios en los que "alegremente" pedía la prisión para el condenado, sin haber ni siquiera escuchado de viva voz las declaraciones de cada parte.

Existen auténticas víctimas de violencia, esas que se ha cruzado en su vida un individuo loco y agresivo, del que no se van a librar por muchas condenas que la justicia les imponga, puesto que al final no hay medios económicos y materiales para garantizar su protección. Salen de casas de acogida, y tienen al agresor a la vuelta de la esquina, de su casa de su trabajo o de cualquier sitio donde esté. Se imponen órdenes de alejamiento sobre las víctimas, pero no hay medios técnicos y humanos para verificar que se cumplen, y esas mujeres son las que finalmente son asesinadas, etc., etc.

Los Servicios Sociales por falta de medios o por no sé que razón, no intervienen en estos asuntos, y la mayoría de estos asuntos, tienen un enorme trasfondo social de precariedad laboral, económica y cultural muy seria, y que el juzgado no resuelve.

Pero existen otro tipo de mujeres que como medio más rápido de separarse o divorciarse, ponen una denuncia por malos tratos, por insultos o por cualquier cosa similar, y automáticamente consigue quedarse en la casa, y que el marido ceda a las pretensiones económicas del divorcio con tal de librarse de la condena penal. Esas mujeres existen, y están utilizando la justicia a su antojo, para "colar" su divorcio y tramitarlo más rápidamente.

Algunas de las asociaciones que proclaman la defensa de la mujer a ultranza, están favoreciendo a ese tipo de mujeres que "manipulan" la justicia a su antojo, y en ningún momento han defendido a un hombre maltratado o maltratador (que de los dos tipos los hay), para ver las cosas desde una perspectiva distinta, y poder tener un punto más objetivo. Tampoco defienden estas asociaciones a las mujeres que acuden al turno de oficio porque no tienen medios económicos, que en muchos casos es la única causa por la que siguen conviviendo con los verdugos, porque no tienen literalmente donde vivir.

A colación del turno de oficio quiero decir que los letrados del Turno Especial de Violencia Domestica, aún en Mayo de 2006, no hemos cobrado ni un euro de los procedimientos judiciales de violencia doméstica tramitados en 2005, ni guardias, ni asistencia, ni nada.

Todo esto que he manifestado les aseguro que no es una opinión caprichosa mía, sino que responde a la experiencia personal y profesional, y cada caso de estos, tiene nombres y apellidos, de hombres , culpables unos e inocentes otras; y de mujeres unas víctimas a las que respeto y defiendo y otras que se hacen pasar por ello, convirtiendo en víctimas no sólo a sus parejas que denuncian injustamente, sino que insultan a las verdaderas víctimas, mujeres que realmente necesitan todo tipo de medios judiciales, sociales y económicos para salir de esa situación.

 Ahí queda eso.

 Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología de la Universidad Complutense. Realizó estudios de postgrado en la Universidad de Columbia y ha sido profesor visitante en las de Yale y Florida y en el Colegio de México. Ha profesado, además, en las universidades de Valencia y Barcelona. En 2008 ha sido profesor visitante en la Universidad de Texas (San Antonio). Es colaborador habitual de la cadena Onda Cero y el periódico Libertad Digital y miembro del Consejo Económico y Social de la Comunidad de Madrid.

Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. Los títulos de los últimos libros son: Escritos contra corriente. El otro sentir de la sociedad española, Hacían una pareja estupenda…, Los españoles y la religión, Entre los dos siglos, Nuestro mundo no es de este reino, La lengua viva. Sociología del Quijote, El arte de envejecer, Servir al Rey. Recuerdo de la mili 1938-2001, Secuestro prolongado.

Ha sido galardonado con los premios de ensayo: Espasa (1988), Jovellanos (2001), Miguel Espinosa (2003), Premio de Cuentos Café El Pícaro (Toledo, 2004) y Premio Ensayo Breve de Sociología Fermín Caballero (Cuenca, 2007).

La lengua viva 2006-05-31
Fuente: libertaddigital.com