“De la misma manera  que las violencias se construyen en la dinámica de las relaciones sociales,  existen procesos que hacen posible su deconstrucción”, señalaba en una ponencia  en noviembre pasado la vicecoordinadora del Observatorio de Violencias en las  Escuelas (Brasil), Miriam Abramovay. Al mismo tiempo, indicaba que antes de  ponerse a pensar en estrategias y experiencias de superación de la violencia  escolar culminadas con éxito, es fundamental llamar la atención sobre el hecho  de que las medidas de fuerza no resuelven el problema de la violencia y de los  actos incívicos, pues no van al fondo de la cuestión: los patrones de relación  interpersonal. 
                                Según Abramovay, en  vez de represión y control, las experiencias más logradas de superación de la  violencia escolar tienen como base común los siguientes puntos: construcción  colectiva de las estrategias y acciones para superar los problemas, adopción de  estrategias de integración de los actores escolares, creación de canales y  espacios de expresión y diálogo, y apertura a la comunidad. 
                                En el libro  “Violences in Schools”, de Abramovay y Maria das Graças Ruas, Del cual UNESCO  publicó una síntesis en marzo pasado, las autoras incluyen un listado de  recomendaciones para la implementación de políticas públicas relativas a la  violencia escolar en Brasil.  
                                Dichas acciones  incluyen medidas que necesitan apoyo federal, estatal y municipal, así como de  la sociedad civil, y, para su aterrizaje en las escuelas, requieren del  involucramiento de los directivos de éstas, de los estudiantes, sus familias,  los empleados, los medios de comunicación y la policía. 
                                En esta edición se  reproducen esas recomendaciones, complementándolas luego con aportes de otros  autores que, desde sus respectivas realidades, dan pistas sobre cómo enfrentar,  y especialmente cómo prevenir, la violencia escolar. 
                                Acciones sugeridas a partir de la realidad de Brasil 
                                Teniendo de  transfondo un concepto amplio de violencia, y más bien hablando de violencias,  en plural, Miriam Abramovay llama la atención de que este es un fenómeno  complejo y múltiple, y menciona la variedad de manifestaciones y perfiles con  que la violencia se hace presente en el ámbito escolar: 
                                • Violencia física:  aquella que puede incluso llegar a un resultado de muerte, y consiste en daños  físicos, golpes, robos, crímenes, vandalismo y violencia sexual. 
  • Violencia  simbólica o institucional: la que se muestra en las relaciones de poder, por  ejemplo, en la violencia verbal entre profesores y alumnos. 
  • Microviolencias:  se caracterizan por los actos incívicos, las humillaciones, por la falta de  respeto. 
                                De lo anterior se  desprende que las iniciativas para enfrentar la violencia escolar abordan  también una diversidad de frentes y requieren de una acción integral. Las  sugerencias de Abramovay y Ruas para la realidad brasileña (que constituyen  también un punto de referencia para otros países de la Región) contemplan: 
                                Medidas relativas a la vecindad escolar: áreas seguras. Instalar luces del tránsito, franjas y puentes  peatonales; asegurar una buena iluminación pública; controlar la venta de  alcohol cerca de las escuelas; prohibición de salas de juego y controlar el  tráfico de drogas en los alrededores de los establecimientos. 
                                Tiempo libre: abrir el espacio  escolar. Implementar proyectos para abrir las escuelas en los fines de semana,  con el fin de involucrar a la comunidad, las familias y estudiantes en  actividades culturales, artísticas, deportivas y otras, acentuando la educación  ciudadana y la construcción de una cultura de paz. 
                                Interacción de escuela, familia y comunidad. Promover la socialización de familias y de la comunidad donde se  emplaza la escuela, con el fin de reducir la violencia. 
                                Actividades transdisciplinarias.  Reflexionar con los estudiantes sobre las consecuencias del uso de armas y  drogas, sobre los hurtos, los prejuicios contra los homosexuales y actitudes  discriminatorias en relación a diferencias étnicas y de género; realizar  campañas para combatir la violencia, con apoyo de medios de comunicación y  otras instituciones que trabajan por la movilización pública. 
                                Clima escolar. Cuidar las  condiciones físicas y aseo del establecimiento, crear un ambiente agradable,  con buena ventilación e iluminación, muebles en buen estado y adecuado espacio  para actividades de esparcimiento. Igualmente importante son el desarrollo de  un sentido de pertenencia a la escuela, incorporando la participación de toda  la comunidad escolar, y la creación de espacios para actividades específicas  (laboratorios, salas de computación, lugares para desarrollo artístico o  deportivo). 
                                Reglas. Contar con: reglas de  disciplina claras y orientar las expectativas en relación a los comportamientos  de estudiantes, profesores y empleados; reglas explícitas sobre los castigos  (tales como suspensiones, cambios y expulsión en casos extremos), así como  sanciones a la violencia cometida por profesores y empleados contra los alumnos  y viceversa; y reglas sobre los deberes de profesores y empleados hacia el  cuerpo estudiantil, tales como regularidad en la asistencia y puntualidad,  clases de buena calidad y evitar abusos de poder. 
                                Toma de conciencia. Realizar  acciones orientadas a la toma de conciencia entre los directivos sobre los  temas de violencia, tanto entre estudiantes como entre estos y profesores y  empleados, e impulsar programas relativos a las culturas de la juventud,  sexualidad y drogas, entre otros temas, dirigidos al equipo técnico-pedagógico de  la escuela y a otros actores del ambiente escolar. 
                                Seguridad. Asegurar un efectivo  apoyo policial; confiscación de armas en la escuela, combinando medidas  preventivas y punitivas; provisión de seguridad tanto dentro de la escuela como  en sus alrededores; elevar la conciencia en la policía en relación con los derechos  humanos, para evitar autoritarismo y abusos de poder; dar prioridad a la  vigilancia y supervisión en las horas de entrada, salida y recesos; y contar  con reglas explícitas respecto del uniforme escolar, para ayudar a la  identificación de los alumnos. 
                                    Medios de comunicación. Promover  debates y encuentros con los periodistas y otros profesionales de los medios,  con el fin de diseminar información sobre casos exitosos de cultura de paz, así  como sobre los problemas que enfrentan las escuelas. 
                                Apreciación y organización de los jóvenes. Apreciar las opiniones de los jóvenes, respetando su autonomía y, en  casos de conflictos, discutir directamente con las partes involucradas;  estimular el establecimiento de organizaciones juveniles; discutir el tema de  la violencia con los jóvenes en su propio lenguaje y en términos de su propia  experiencia; y estimular el uso del diario mural organizado por los estudiantes. 
                                Interacciones. Establecer  relaciones entre las secretarías de educación y los consejos tutelares cuando  existen, y, alternativamente, con entes judiciales, con el fin de formular medidas  para prevenir y abordar la violencia. 
                                Apoyo especializado al proceso de implementación de las  medidas. Discutir con toda la comunidad escolar las  medidas a implementar en el establecimiento; promover, por parte de los  estados, líneas de investigación sobre violencia escolar en cooperación con  diferentes expertos y entidades; aprender de la experiencia de las escuelas en  su lucha contra la violencia; evaluar la situación de la violencia en las  escuelas a través de informes de los distintos estamentos de la comunidad  escolar, tomando información de las actividades diarias en el ambiente escolar  y de las autoridades policiales; preparar materiales de enseñanza orientados al  tema de la violencia, para cooperar con profesores, directivos empleados y  grupos de arte que desean actuar en las escuelas. 
                                  Entre las  experiencias exitosas con medidas para abordar la violencia escolar en Brasil  se cuenta el programa “Abriendo espacios”, de UNESCO-Brasil (Ver recuadro 1). 
                                Recuadro 1 
                                    Brasil: Abriendo  Espacios 
                                Entre las diversas  acciones puestas en marcha, el programa Abriendo Espacios de la UNESCO-Brasil ha  demostrado ser una iniciativa particularmente exitosa en varios frentes: el  programa estimula la acción y la participación del joven, colabora en la mejora  del clima y de las relaciones sociales en la escuela, y ayuda a reducir la violencia  escolar. Además, dada su estrategia, posibilita la apertura de canales de  comunicación y espacios de encuentro entre los actores sociales que conviven en  el medio escolar, así como entre estos y la comunidad. 
                                Este programa fue  creado el año 2000 y el 2004 funcionaba ya en siete estados brasileños (Rio de  Janeiro, Pernambuco, Bahia, São Paulo, Rio Grande do Sul, Piauí y Minas Gerais)  y en el municipio de Juazeiro (BA), alcanzando a un promedio de siete millones  de personas por mes. Fue formulado en el ámbito de una política global para el  desarrollo de la cultura de paz y para la consolidación de los valores  democráticos, de modo de combatir las desigualdades entre las naciones. 
                                Abriendo Espacios  se basa en una estrategia aparentemente simple: la apertura de los centros escolares  durante los fines de semana (sábado y/o domingo), días en los que se constata  un aumento de los actos violentos practicados por jóvenes o contra ellos. El  fin es ofrecer a la comunidad actividades socioculturales y de formación  profesional, con objeto de facilitar el acceso, principalmente de los jóvenes,  a las actividades de entretención, arte, cultura y deporte, incluyendo otras  áreas de interés, como ciencias de la computación.  
                                El programa  funciona de preferencia en establecimientos de enseñanza que disponen de espacio  físico adecuado, incluyendo laboratorios de informática, canchas de deporte, bibliotecas,  etc. Las escuelas están ubicadas en áreas de alta incidencia de violencia y  pocas alternativas de entretención y cultura. El programa opera con talleres y  diversas otras actividades, escogidas después de una consulta a los jóvenes del  lugar. Lo más frecuente es que los talleres sean dirigidos por monitores  contratados o por voluntarios. 
                                  Fuente:  http://www.unesco.org.br 
                                                                                        
  Propuestas desde la experiencia norteamericana 
                                Hace diez años,  estudiosos norteamericanos señalaban que “las tácticas para tratar con la creciente  violencia de la juventud han sido en su mayoría unidimensionales, basándose en  la remoción del ofensor mediante su suspensión o relegación fuera de la sala  principal de clases. Esto puede proteger a otros alumnos; sin embargo, ha sido  probado inadecuado para prevenir que los niños desarrollen carreras criminales.  Tanto educadores como sicólogos están viendo la prevención del comportamiento  violento como una respuesta más efectiva y más humana para este problema  multidimensional” (1). Tomando este enfoque preventivo, un resumen del Eric  Digest daba diversas pistas prácticas a las escuelas (fundamentalmente en  Estados Unidos) para actuar en esta materia. 
                                Preguntas básicas. Algunas de  las preguntas básicas por las que el establecimiento debe partir para abordar  el tema de la violencia son: ¿Cuál es la política de la escuela sobre armas y  comportamiento violento? ¿Están los alumnos conscientes de la política y se  hace cumplir de manera consistente? ¿De qué manera tal comportamiento es  apoyado o desalentado por el clima escolar y las expectativas del personal y  otros alumnos? ¿Qué intento se ha hecho para enseñar a los estudiantes no  violentos la resolución de conflictos? ¿Son supervisados adecuadamente los  alumnos? ¿Se les ha enseñado a los miembros del personal a identificar  potenciales conflictos y así anularlos? (2) . 
                                El primer paso en  la prevención de la violencia en las escuelas es realizar una evaluación  sistemática para responder a estas y otras preguntas pertinentes. Una manera de  enfocar tal evaluación es midiendo de modo sistemático cómo la interacción  pacífica de individuos y grupos es facilitada por los programas, políticas y  procesos en tres niveles distintos: en la sala de clases, en el establecimiento  escolar y en el departamento zonal (3) . Por ejemplo, en la sala de clases, la  investigación indica que un enfoque en metas académicas, promoción de  comportamiento respetuoso e intervención rápida y no intrusiva en el mal  comportamiento, desalientan el desorden que puede llevar a la violencia (4) .  El departamento zonal puede capacitar de manera continua al personal en temas  de reducción de la violencia y entregar beneficios para los recursos humanos,  tales como consejería personal o políticas de permisos personales para mejorar  el funcionamiento y la moral de los funcionarios (5). 
                                Clima escolar. Los estudios han  demostrado que las escuelas con bajos niveles de comportamiento violento se  distinguen de aquellas con altos índices en cuanto a un clima escolar más  positivo, donde los sentimientos comunitarios, la inclusividad y la nutrición  son evidentes. Los alumnos que se sienten reconocidos y apreciados al menos por  un adulto en el establecimiento, tendrán menos probabilidades de actuar en  contra del carácter escolar de la no violencia (6). Un plan de disciplina que  abarque a todo el colegio ayuda a promover una cultura estudiantil pacífica y  preocupada. Se deben crear estructuras para alcanzar dos metas: enseñar y  reforzar activamente el comportamiento de los niños en forma explícita, cuando  manifiestan comportamientos pro sociales básicos; y responsabilizar a los  estudiantes por sus acciones erróneas de manera justa y consistente (7). Crear  una atmósfera no institucional y atrayente en el establecimiento, puede  contribuir a crear un clima escolar positivo. Reparar el vandalismo rápidamente  y mostrar preocupación por el establecimiento desalientan futuros actos de  vandalismo. Por otra parte, hacer que los alumnos se involucren en el  hermoseamiento del edificio y los terrenos aumenta los sentimientos de pertenencia  y comunidad (8). 
                                Rol del director. El director  puede ayudar a establecer normas escolares de no violencia y de comunidad  desarrollando relaciones afectivas sinceras con grupos de estudiantes e  individuos. Mediante la mantención de un perfil alto, recorriendo los pasillos,  visitando las salas de clases y siendo accesible a los alumnos y al personal,  el director reduce la probabilidad de comportamiento antisocial (9). 
                                El director puede  alentar el sentido de pertenencia a los programas y políticas escolares  compartiendo el poder con equipos de administración que tienen base en el  lugar. Esto aumenta la probabilidad de que los planes disciplinarios y las  metas académicas sean apoyados de manera consistente, mejorando el clima  escolar (10). 
                                Confianza en que se puede enseñar la no violencia a los  alumnos. Los currículos que apuntan a enseñar a los  niños habilidades pro sociales se basan en la creencia de que el comportamiento  violento se aprende a través de modelos y reforzamiento, y que estos mismos  procesos pueden ser usados para enseñar a los niños la no violencia (11) . Se han  hecho escasos estudios de estricto seguimiento sobre la efectividad de estos  currículos, debido al tiempo y costo involucrados. Sin embargo, Edward Zigler,  profesor de sicología de la   Universidad de Yale, aconseja a los administrativos de las  escuelas que usen estos currículos, diciendo que ˝parecen prometedores˝, aunque  las evaluaciones no sean completas (12) . Muchas escuelas primarias, escuelas  medias y liceos han instituido programas de resolución de conflictos entre compañeros.  La mayoría de ellos comienza entrenando a los alumnos en empatía, cooperación y  toma de perspectiva, y todos enseñan un proceso para ayudarlos a resolver sus  diferencias pacíficamente. Se han acumulado datos que muestran que los programas  de resolución de conflictos reducen castigos disciplinarios, mejoran el  ambiente escolar y aumentan la autoestima, confianza y responsabilidad de los  alumnos que pasan por el entrenamiento (13). 
                                Niños con problemas serios.  Cuando los niños enfrentan pobreza, abuso u otros problemas que al final  fomentan el comportamiento violento, las escuelas pueden colaborar  estrechamente con agencias de servicio social de la comunidad para entregar a  los niños y a sus familias acceso oportuno y económico para obtener consejería,  asistencia financiera y protección. La educación de los padres en escuelas para  familias de niños que están en problemas puede crear lazos entre la familia y  la escuela que beneficiarán a ambos (14). Compartir información con la policía  y planificar intervenciones contra las bandas en conjunto con la comunidad de  la escuela son elementos vitales para prevenir la violencia juvenil relacionada  con las pandillas (15). Para que funcione un enfoque de prevención de la violencia  escolar, la escuelas y las comunidades deben trabajar juntas en todos los  aspectos de su implementación. 
                                Entre las  iniciativas exitosas que abordan la violencia escolar en Norteamérica, se encuentra  el proyecto Escuelas Seguras y Responsables, de la Asociación de  Profesores de Alberta (Canadá), que fue seleccionado y catalogado como “Best”  en el Concurso de Buenas Prácticas patrocinado por Dubai en 2002 (Ver recuadro  2). 
                                Recuadro 2 
                                    Canadá: Proyecto  Escuelas Seguras y Responsables 
                                El Proyecto  Escuelas Seguras y Responsables (Safe and Caring Schools - SACS), de la Asociación de  Profesores de Alberta (ATA), intenta prevenir la violencia mediante la  educación del carácter de los escolares. Se ha venido desarrollando desde  mediados de la década de los 90.   Ha sido diseñado para inculcar un comportamiento  socialmente responsable y respetuoso y pretende hacer frente a las causas de la  violencia y el delito a través del desarrollo social. 
                                SACS utiliza un  enfoque holístico que hace hincapié en el importante papel que desempeñan los  padres, los profesores y los demás adultos implicados en el desarrollo del  niño, y señala la incidencia de la comunidad entera en la educación infantil y  juvenil. El proyecto se fundamenta en la investigación, pero tiene un carácter  participativo y, por lo tanto, mantiene un estrecho contacto con docenas de  organizaciones y agencias que comparten su filosofía. Para alcanzar sus  objetivos, se enfoca hacia el desarrollo de los conocimientos, las habilidades  y las actitudes de jóvenes y niños, basado en una vida respetuosa y  responsable; el desarrollo de la autoestima; el respeto y la valoración de la  diversidad; la erradicación de los prejuicios; el control de los miedos; la  prevención y el manejo de la intimidación y el acoso; y la solución de los  conflictos de manera pacífica. 
                                El proyecto  pretende inculcar en los niños y jóvenes vulnerables y en las personas  adoptadas un comportamiento protector y respetuoso hacia sus compañeros y los  adultos que les sirven de modelo. Para garantizar la capacidad y la  sostenibilidad del programa a nivel escolar y comunitario, se brinda formación  a más de 500 moderadores voluntarios, quienes posteriormente llevan a cabo  programas locales. Dichos monitores utilizan más de 46 medios educativos de  diferente formato: publicaciones, videos, páginas web, etc., desarrollados por el  proyecto para los alumnos, los profesores, los padres y demás adultos  implicados en la educación de los escolares. 
                                Las evaluaciones  realizadas para medir el impacto del programa muestran: la reducción de la violencia  y el comportamiento disociador; el aumento de los logros académicos y de los sentimientos  de identidad entre los estudiantes; y el desarrollo de un mayor aprecio a la diversidad  y de una mayor preocupación por los demás. El proyecto ha sido calificado por  un grupo de investigadores como líder en la prevención de la violencia escolar  en Norteamérica. 
                                  Fuente:  http://habitat.aq.upm.es/dubai/02/bp343.html 
                                Una reflexión desde la realidad chilena 
                                En su trabajo  “Violencia Escolar”, Francisco Romero cita al profesor chileno Guillermo Covarrubias,  quien opina sobre algunos aspectos claves para actuar al respecto: 
                                La familia está primero. La  principal respuesta a la violencia escolar está en los padres. Es evidente que  los adultos no estamos enseñando a nuestros niños y jóvenes a resolver sus  conflictos pacíficamente. La violencia que entra en las salas de clases generalmente  tiene sus raíces en las casas. Es cosa de ver algunas reveladoras aunque escalofriantes  cifras: uno de cada cuatro hogares sufre de la violencia intrafamiliar y casi  un 70% de los niños reconocen haber sido objeto de maltrato por parte de sus  padres o familiares más cercanos. Por ello, uno de los objetivos sería crear  una nueva relación más cercana entre el entorno escolar y esas familias. 
                                Trabajar en un nuevo curriculum que integre al alumno y  se adapte al mundo en que vive. El qué aprenden y el  cómo aprenden nuestros niños tiene efecto sobre el conocimiento y los valores,  base de la convivencia. Al sentir los alumnos que lo que aprenden les es útil  en su vida diaria, al poder ellos mismos tomar las riendas de su aprendizaje y  no ser sujetos pasivos de largas lecciones que consideran inútiles, muchos de los  motivos de resistencia contra la autoridad escolar disminuirán. Una educación pertinente  a los desafíos de hoy, con profesores formados para estos desafíos, le devuelve  a la escuela su rol formador. En ese nuevo currículum son los propios alumnos los  que adquieren conciencia de la importancia del aprendizaje. 
                                Promover la apertura de más espacios de expresión de la  cultura juvenil y ocupación del tiempo libre. Los  colegios abiertos en horario extraescolar a numerosas actividades culturales,  deportivas y de servicio a la comunidad, se convierten en un punto de encuentro  entre adultos y jóvenes y en una alternativa a las calles y sus tentaciones. La  comunidad escolar toma conciencia de su rol y es capaz de dar soluciones a sus  problemas. 
                                Privilegiar la mediación escolar como forma de resolver  los conflictos. Para ello deben desarrollarse  programas orientados especialmente a la comunidad escolar, que contribuyan a  apoyar a los profesores, padres y alumnos a fortalecer la convivencia interna y  la formación en resolución pacífica de los conflictos. 
                                Fuentes: 
                                -Miriam Abramovay, Maria das Graças Rua,  “Violences in Schools” (concise version), UNESCO. Brasilia,  marzo 2005. 
                                  -Miriam Abramovay,  “Violencia en las escuelas. Cómo cambiar la situación”, presentación en la 19ª  Semana Monográfica, organizada por la Fundación Santillana  en Madrid (España), del 22 al 26 de noviembre de 2004. 
                                  -Walker, Dean (1995),  Prevención de la violencia en las escuelas (School Violence Prevention). ERIC Digest. ERIC Clearinghouse on  Educational Management Eugene  OR. 1995. ERIC Identifier: ED468635. 
                                  -Proyecto Escuelas  Seguras y Responsables, de la   Asociación de Profesores de Alberta (Canadá), en http://habitat.aq.upm.es/dubai/02/bp343.html 
                                  -Francisco Romero (2001), “Violencia Escolar”,  en http://roble.pntic.mec.es 
                                Notas: 
                                1) Walker, Hill. Memorandum to the Beach Center  on Families and Disability on the Issue of Violence Prevention and School  Safety. Eugene, Oregon,  University of Oregon, December 2, 1994. 12 pages. 
                                  2) Curcio, Joan L., and Patricia F. First.  Violence in the Schools: How to Proactively Prevent and Defuse It. Newbury Park, California:  Corwin Press, 1993. 56 pages. 
                                  3) Hill, Marie Somers, and Frank W. Hill.  Creating Safe Schools. What Principals Can Do. Thousand Oaks, California:  National Association of Secondary School Principals and Corwin Press, 1994. 132  pages. 
                                  4) Aleem, Diane, and Oliver Moles, cochairs of  the Goal 6 Work Group. Reaching the Goals: Goal 6—Safe, Disciplined, and Drug-Free Schools. Washington,  DC: Office of Educational Research and  Improvement, U.S.  Department of Education, September 1993. 37 pages. ED 357 446. 
                                  5) Hill y Hill, 1994. Op cit. 
                                  6) Walker,  Hill (1993). Op cit. 
                                  7) Walker, Hill; Geoff Colvin; and Elizabeth  Ramsey. Antisocial Behavior in School: Strategies and Best Practices. Pacific Grove, California:  Brooks/Cole Publishing Company, 1995. 480 pages. 
                                  8) Sabo, Sandra R. «Security by Design.»  American School Board Journal 180, 1 (January 1993): 37-9. EJ 455 723. 
                                  9) Kadel, Stephanie, and Joseph Follman.  Reducing School Violence in Florida.  Hot Topics. Usable Research. Washington,   DC: SouthEastern Regional Vision  for Education, February 1993. 104 pages. ED 355 614. 
                                  10) Aleem, Moles y  otros (1993) Op. cit. 
                                  11) Committee for Children. Second Step: A  Violence-Prevention Curriculum. Grades 1-3. Second Edition. Teacher’s Guide. Seattle, Washington:  Author, 1989. 87 pages. ED 365 740. 
                                  12) Lawton,  Millicent. ˝Violence-Prevention Curricula: What Works Best?˝ Education Week  XIV,10 (November 10, 1994): 1-2. 
                                  13) Van Slyck, M., and M. Stern. ˝Conflict  Resolution in Educational Settings˝. In Community Mediation: A Handbook for  Practitioners and Researchers, edited by K. G. Duffy, J. W. Grosch, and P. V. Olczak.  259-75. New York: Guilford Press, 1991. 
                                  14) Kadel y Follman (1993). Op cit. 
                                  15) Cantrell, Robert P., and Mary Lynn  Cantrell. ˝Countering Gang Violence in American Schools˝. Principal  73, 2 (November 1993): 6-9. EJ 472 553. 
                                PREREAL. Año 3 #6 
                                  Proyecto  Integración de los Programas de Prevención de la Violencia en Escuelas,  realizado por PREAL  
                                  Programa de  Promoción de la   Reforma Educativa en América Latina y el Caribe/ Partnership  for Educational Revitalization in the Americas 
                                  Formas &  Reformas de la Educación 
                                  Serie Prevención de  la Violencia Escolar                                 
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