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La violencia escolar, un problema multicausal
Minerva Xóchitl Cruz Chávez

Resumen

Este trabajo describe las conductas y actitudes agresivas como manifestación de violencia escolar entre los alumnos de una secundaria mixta ubicada en el oriente de Guadalajara, Jalisco. Además de describirlas, las tipifica en cuatro paradigmas: psicológicos, físicos, verbales y simbólicos.

En el proceso de investigación se utilizó el método etnográfico apoyado de la observación no participante y la aplicación de estrategias metodológicas como: la encuesta y la entrevista.

En ese transcurso, se encuestó a 141 estudiantes y 8 docentes; se entrevistó a 16 alumnos con manifestación de conductas agresivas, 16 madres de familia y 8 autoridades escolares.

Los datos muestran que la violencia escolar es multicausal y que su origen se encuentra en la familia, reforzándose y reproduciéndose en la escuela, muchas veces con la participación de las autoridades institucionales.

Palabras clave: violencia escolar, actitudes y conductas agresivas.

Introducción

La mayoría de las comunidades, sin importar cultura, idioma o ideologías, tiene una aspiración común: la convivencia pacífica y la mejora de la calidad de vida. Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, América Latina es identificado como uno de los continentes que enfrenta grandes problemas sociales: la violencia, la desigualdad y la exclusión social, y México no escapa de esta situación.

No entender la violencia escolar y juvenil desde una perspectiva multicausal, significa no considerar aspectos particulares que impiden una actitud auténticamente preventiva y en su momento resolutiva.

El hecho de que frecuentemente la violencia escolar se presente dentro del plantel educativo, no indica que se genere en él. Existen actores que provocan su manifestación y desarrollo, como: los programas televisivos, los juegos de video, la Internet, o bien, el entorno familiar o social; incluso, existen ocasiones en que algunos docentes y autoridades escolares son sujetos causales del problema.

Desarrollo

Partiendo de las premisas de que en la violencia se requiere por lo menos de dos partes, una agresora y una víctima, y considerando que el testigo o sujeto circunstancial es también víctima, se define como violencia escolar a toda acción en la que uno o varios alumnos agraden a otro u otros, ya sea en su integridad física, moral o psicológica dentro o fuera del plantel escolar, asumiendo posiciones de poder prepotentes y abusivas que obligan al otro asumir, a veces de forma implícita y poco consciente, el papel de víctima.

A partir de los resultados que se obtuvieron a través de observaciones, las entrevistas realizadas y la encuesta aplicada durante el proceso de investigación, se clasificó la violencia escolar en: violencia física, violencia psicológica, violencia verbal y violencia simbólica.

En la violencia física se enmarcan: los golpes, rasguños, destrozos, etcétera. En la violencia verbal: las palabras altisonantes, los apodos y la coacción. En la violencia psicológica: las burlas, los apodos y la ridiculización, entre otros, y, por último, respecto a la violencia simbólica podemos decir que es ejercida frecuentemente por algunas instituciones, como la escuela y la familia, que buscan conservar el orden social mediante las relaciones sociales y la transmisión de los bienes culturales.

Es importante destacar que para conocer el objeto de estudio de cualquier investigación, una parte fundamental es, precisamente, la construcción del significado de sus términos, conceptualizándolos de acuerdo al contexto en que se presentan. En este sentido, para dar validez a éstos, es necesario fundamentarlos de acuerdo a las teorías preestablecidas acordes al objeto de estudio que argumentan los constructos teóricos.

En el caso del estudio que nos ocupa, el objeto de investigación encuentra filiación en el campo de conocimientos de la teoría de la reproducción social y cultural (Pierre Bordieu), en la teoría del conflicto (Lewis Coser) y la teoría del interaccionismo simbólico (Herbert Blumer), a partir de un enfoque psicosocial.

Si bien es de todos conocidos la influencia que ejercen en la sociedad tanto los medios de comunicación como el contexto social en el que se desarrolla cada individuo, así como el entorno familiar en el que se adquieren las primeras experiencias, se parte del supuesto de que la institución escolar tiene influencia en las actitudes y conductas agresivas del alumno de secundaria, así como en la reproducción de los mecanismo que fomentan la cultura de la violencia simbólica.

Pues la escuela es un sistema de valor que interviene de manera fundamental en la dinámica social y cultural de toda comunidad.

A partir de la teoría de la reproducción social y cultural se analizan básicamente dos problemas que preocupan actualmente a la sociedad en general: la pérdida de valores en la educación y la violencia que se vive día a día dentro de los planteles escolares.

Esa teoría considera a la institución escolar como la principal reproductora de la violencia. Explica y justifica los mecanismos de la educación para conservar el orden social y muestra que la conducta ocupa un lugar preponderante para entender las relaciones sociales. Con ello, expone que:

1. El proceso de transmisión de los bienes culturales y simbólicos (hábitos).
2. Establece vínculos entre los agentes que forman los campos de la sociedad (emisor-receptor), y que en este caso son el agresor y la víctima.
3. Permite justificar los nexos que existen entre dichos agentes y las instituciones.
4. Por otro lado, la reproducción de conductas agresivas no sólo se da en la escuela, la familia como institución formadora primaria también interviene en la apropiación que hacen los hijos de la violencia que ven en su entorno familiar.
Las actitudes y conductas agresivas de los alumnos son también el resultado de una acción ejecutada por la familia o por las acciones pedagógicas precedentes (educación primaria). Por un lado les proveen cierto capital cultural y, por otro, un conjunto de posturas con respecto a la propia cultura (Bordieu, 1981).
En este sentido, la escuela, al sancionar las diferencias como si fueran puramente escolares, contribuye al mismo tiempo a reproducir la estratificación social y a legitimarla, asegurando su interiorización y persuadiendo a los individuos de que ésta no es social sino natural.

Hablamos entonces de violencia simbólica. Es un tipo de violencia que logra confundir a los individuos que la sufren, y que es muy conveniente para la clase dominante, es decir, le sigue dando poderío para transmitir la cultura de clase y poder someter a su dominio a toda una comunidad, imponiéndole sus significados como legítimos, disimulando las relaciones de poder en las que basa su propia fuerza.

En otras palabras, toda acción pedagógica denominada violencia simbólica, se materializa en una violencia objetiva, pues impone a través de un poder arbitrario y unilateral, una disciplina que obliga al estudiante a mantenerse en una cultura obligada de buenos comportamientos de acuerdo al criterio institucional, que aplicando su propia violencia la hace ver como algo “normal”, y con lo que mantiene el “orden”, aunque sólo sea de manera subjetiva.

Por su parte, en la teoría del interaccionismo simbólico, corriente macro sociológica, relacionada con la antropología y la psicología social que se sitúa dentro del paradigma de la transmisión de información: emisor-mensaje-receptor, se considera que los efectos del mensaje emitido se producen unilateralmente sin tener en cuenta la audiencia. En este sentido, se analizan los mensajes que emiten los sujetos que intervienen en el conflicto: agresor, victima y receptor; considerando a éste último, como receptor pasivo, pues sufra o no, la violencia le deja un mensaje subjetivo.

Ligada al interaccionismo simbólico, la teoría del conflicto social reconoce la funcionalidad del conflicto. Esta teoría comprende una serie de estudios e investigaciones diversas, no sistematizadas y específicas sobre el conflicto social al que considera un mecanismo de innovación y cambio social.

César Coll (1992), menciona que en el intento por comprender y explicar el comportamiento humano, la psicología social utiliza constantemente el concepto de actitud, y como un elemento de ésta, la conducta, como una propiedad de la personalidad humana. También en el lenguaje coloquial se recurre al término actitud para señalar que una persona puede tener pensamientos y sentimientos hacia cosas o personas que le gustan o disgustan, le atraen o le repelen, le producen confianza o desconfianza. Estas actitudes tienden a reflejarse en su forma de hablar, actuar y relacionarse con los demás; sin embargo, hay factores que pueden ayudar a determinar el concepto de una forma más científica.

En este sentido, la complejidad de la actitud es la subjetividad, pues aunque algunas de ellas no se pueden observar, sí se pueden medir sus efectos, debido a que toda actitud se conforma por tres componentes (Coll, 1992).

a. El nivel cognoscitivo, como verbalización de rasgos que se consideran característicos de la actitud, en el que influyen los conocimientos y las creencias.
b. El nivel afectivo, considerando las reacciones fisiológicas que nos dirán si el objeto de la actitud es agradable o no, y en los que actúan los sentimientos y las preferencias.
c. El nivel conductual o conativo, en el que se puede observar la manera en que el individuo reacciona cuando se enfrenta al objeto de la actitud, en el que se encuentran las acciones manifiestas y declaración de intenciones.

Dicho de otra manera, la violencia en los adolescentes está asociada a una serie de factores de riesgo que se relacionan con un retraso en el desarrollo cognoscitivo, en el que influye: la falta de empatía, la impulsividad y el autocontrol de la ira, así como las deficiencias en la solución pacífica de problemas (Serrano, 2006).

A su vez, Durkheim señala que hay tipos de conducta o pensamiento que no son solamente exteriores al individuo, sino que están dotados de poder imperativo y coercitivo en virtud del cual se imponen a él, queriéndolo o no. Esta coacción puede no sentirse cuando el individuo ajusta espontáneamente su comportamiento a esos tipos, pero no obstante, sigue siendo nota intrínseca de los hechos sociales.

En este sentido, para la explicación de los hechos sociales que se convierten en conflictos que se manifiestan de forma grave en la escuela, se deben estudiar tres elementos: A. El marco cognitivo de los que están en el conflicto (creencias, actitudes y entorno); B. Las conductas: verbales y hábitos. C. Las contradicciones entre los marcos cognitivos y las conductas de las personas se manifiestan contradicciones que es necesario analizar. Para ello, en la investigación se optó por aplicar el método etnográfico, apoyados en la observación directa y registro de lo que acontece en la escuela y en el aula, ya que estas herramientas metodológicas permiten trabajar el nivel de relaciones micros sociales.

Figura número 1.

Antes del acto desajustado (ABC)

El conflicto raíz se manifiesta en el siguiente triángulo

Durante el proceso de investigación, se identificaron y estructuraron las actitudes y conductas agresivas que se presentan en la escuela, ésta como institución que desea fomentar la no violencia, basándose en la participación de todos los actores socio escolares (alumnos, autoridades educativas, padres de familia). Esto se logró a través de una indagación documental en la que se obtuvieron datos importantes de investigaciones realizadas en torno al tema en la última década, no sólo en México sino en toda América Latina.

Simultáneamente se realizó el trabajo de campo a través de la observación directa y el registro etnográfico durante cuatro semanas, de las actitudes y conductas de los alumnos de primero a tercer año del turno vespertino de la secundaria mixta elegida para la investigación.

La observación directa de lo que acontece dentro y fuera del salón de clases se complementó con otras estrategias metodológicas que permitieron detectar los elementos que influyen en la interrelación alumno-alumno, maestro-alumno, autoridad-alumno. En primer lugar, se aplicó una encuesta piloto a alumnos y maestros. En un segundo momento se empleo la encuesta final a estudiantes ya detectados como “alumno problema”. Una vez determinada la muestra final, con carácter exploratorio se aplicaron entrevistas a alumnos, autoridades educativas (maestros, prefectos y directivos), así como a padres de familia. Para eso se diseñaron tres instrumentos de recolección de información que permitieran conocer la dinámica de socio-escolar.

También se tuvo un acercamiento al contexto familiar, se entrevistó al padre o madre de familia, con la intención de obtener algunas referencias respecto al comportamiento de sus hijos y la relación que llevan con ellos, pues se considera que el adolescente se va formando conforme los establecen los padres de familia, según las reglas que ellos mismos implementan y que surgen con las costumbres de la sociedad, con la crianza y la cotidianidad. La familia funge como una institución que influye y forma a los miembros de la misma y favorece la socialización del adolescente (Abbey en Ross, 2004).

De acuerdo a la metodología aplicada en la indagación, se asumió el papel de investigador-observador, tomando como objeto de estudio las interacciones de los alumnos con problemas de agresión dentro de la escuela secundaria. La intención fue estar alerta a las actitudes y conductas del educando: cuáles son éstas, su intencionalidad, cómo se manifiestan en acciones, si cambian o evolucionan, así como descubrir quiénes participan e influyen en ellas.

Para concluir, y de acuerdo a los resultados preliminares del reporte de investigación, se considera que uno de los factores más significativos para que se presente la violencia en la escuela es precisamente el ambiente institucional, el clima educacional y social que se vive en el plantel educativo.

Una de las formas que utilizan las instituciones que reproducen la violencia en la escuela, es precisamente el sistema de gestión de la disciplina, con reglas unilaterales y expectativas poco claras. Aplicar de forma incongruente e irregular las normas disciplinarias, son factores en la reproducción e incremento de los comportamientos agresivos de los alumnos, pues con eso sólo se genera simbólicamente una oposición al sistema escolar y a sus representantes.

Eso propicia las actitudes y conductas antisociales de los adolescentes y refuerza la agresión entre ellos y en contra de los docentes, quienes también inciden en actos violentos hacía los alumnos, pues en ocasiones inconscientemente generan, reproducen y aplican la violencia.

Al hablar de violencia escolar debemos tener en cuenta tres aspectos de suma importancia: frecuencia, intensidad y contexto en el que se presentan. La frecuencia es un indicador que ayuda a clarificar y especificar de acuerdo a la persistencia, si se trata de un caso aislado o bien de un sujeto agresor o víctima.

Por tal motivo, es necesaria la aplicación coherente de las reglas tanto a alumnos como a profesores, pues es uno de los elementos esenciales para prevenir y erradicar la violencia escolar.

De acuerdo con la auto descripción que hicieron los estudiantes de sí mismos, se concluye que los sentimientos que experimentan tanto el alumno agresivo como el alumno víctima, son distintos.

Por un lado, el alumno víctima sufre de: soledad, depresión, inseguridad y pocos amigos. Por el contrario, los agresores son jóvenes extrovertidos, les gustan los videojuegos violentos y sienten coraje hacía los demás.

Otro aspecto rescatado de los resultados preliminares de la investigación es que las agresiones ocurren en el salón de clase en un 60 por ciento, y el 40 por ciento en el patio y anexos de la escuela.

Se considera que un número cada vez mayor de adolescentes se encuentran involucrados en manifestaciones de actitudes y conductas agresivas, que se convierten en malos tratos, problemas que trascienden a la familia y la escuela, y que son factores determinantes en la forma en que ven el mundo y la resolución de problemas individuales e interpersonales, pues los actos agresivos son una forma de lograr lo que se proponen.

Bibliografía

-Abbey, S; citado en Ross, J. &; (2004). La violencia en el sistema educativo. Del daño que las escuelas causan a los niños. Editorial La Muralla, España.
-Bordieu P. & Passeron J.C., (1981) La reproducción. Editorial Laia, España.
-Coll, C., (1992). Desarrollo Psicológico y Educación: Psicología de la Educación Escolar. Editorial Alianza, España.
-Ortega, R. & Del Rey, R., (2003). La violencia escolar. Estrategias de prevención. Editorial Graó, España.
-Ross, Juanita, et al; (2004). La violencia en el sistema educativo. Del daño que las escuelas causan a los niños. Editorial La muralla, Madrid.
-Viñas, J. (2004); Conflictos en los Centros Educativos. Cultura organizativa y mediación para la convivencia. Editorial Graó, España.

Centro de Investigaciones Pedagógicas y Sociales