  
                                Presentación. 
                                Una de las  principales fuentes del subcomponente “Estrategias para la prevención temprana  de la violencia en los niños”, del Programa “Convivencia Ciudadana”, ha sido la  conceptualización propuesta por Ronald G. Slaby, Wendy C. Roedell, Diana Arezzo  y Kate Hendrix en su texto “la prevención temprana de la violencia,  Herramientas para los maestros de niños pequeños 1”. 
                                En su libro, estos  investigadores exponen sobre sus vastas exploraciones y su gran experiencia en  el campo de la prevención y el tratamiento de la agresión infantil y juvenil.  Sus aportes teóricos son diversos y valiosos. Se extienden en detalle en la  exposición sobre asuntos como, la influencia del modelaje del maestro en los  niños, los efectos de los medios de comunicación en la agresión de los  pequeños, las técnicas para la modificación de las conductas agresivas en los menores,  los tipos de consecuencias planeadas (en lugar de las “sanciones” ) que el  profesor puede aplicar, los roles de agresor, víctima y espectador necesarios  en toda escena violenta, las formas de desmantelar estos roles .... y muchos  temas más. 
                                En los manuales 2  para el subcomponente mencionado, se abordan algunos de los conceptos  señalados. Este texto constituye parte del material de apoyo complementario de  dichos manuales. En él se presenta la traducción de 4 capítulos del texto de  Slaby y sus co-autores. En ellos se hace una revisión amplia y meticulosa de  importantes aspectos relacionados con la prevención de la violencia en los  niños. 
                                Se han seleccionado  los capítulos que complementan en mayor medida la conceptualización expuesta en  los manuales. 
                                Guillermo  Gutiérrez. 
                                I - respondiendo de  maneras eficaces. 
                                  Juan le arrebata el  carrito a Carlos, le da puntapiés y le pega para hacer que lo suelte. El  maestro toma a Juan y le dice, "Juan,¿ por qué hiciste eso? Devuélvele el  carrito a Carlos". Habla por largo rato con Juan, razona con él y le pide  que no le pegue a sus pares (sus iguales). Pero 10 minutos después, Juan está  pegándole a Tania con un bloque de madera, Tania está llorando y el maestro  está hablando de nuevo con Juan.  
                                ¿Cómo podría  responder el maestro de manera más eficaz para ayudar a prevenir la repetición  de la conducta agresiva de Juan? 
                                Los niños aprenden,  principalmente, de las consecuencias de su conducta. El comportamiento agresivo  o cooperativo de los niños se relaciona a menudo con las respuestas  particulares que han experimentado en ellos mismos o han observado a otros  experimentar. Las conductas sociales del niño producen consecuencias o  respuestas de otros, aunque no hayan sido planificadas por el maestro. 
                                Las maneras  rutinarias en que los maestros responden a las conductas de los niños pueden  tener efectos benéficos o perjudiciales. Por ejemplo, la atención de los  maestros y de los pares (los iguales) tiene un fuerte efecto en las conductas  de los niños en el aula de clase. Los maestros pueden usar la poderosa  herramienta de la atención planeada para aumentar la probabilidad de que los  niños se comporten cooperativamente y de manera no violenta en lugar de hacerlo  agresivamente. 
                                Una manera de  minimizar las conductas agresivas en el aula de clase es analizar las  consecuencias existentes para la agresión y eliminar o reducir las recompensas  para esas conductas, incluidas la sumisión de los pares y la atención de  maestros y pares. Los maestros pueden estar vigilantes y responder a los casos  de niños que demuestren cooperación, resolución constructiva de problemas y  respuestas no violentas ante el conflicto o la provocación. Pueden señalar los  beneficios concretos de la cooperación o la actuación no violenta, tanto para  los niños que están directamente involucrados, como para otros. Además, los  maestros pueden motivar a los niños para hacer cambios en sus propias  conductas. También pueden usar estrategias predeterminadas (3) para responder  ante la agresión e incluir la aplicación de consecuencias significativas (en  lugar de sanciones ) y asesorar a los niños para usar sus habilidades sociales  en su ambiente (4). 
                                Lo que la Investigación nos  Dice. 
                                Los investigadores  han estudiado extensamente los efectos de las respuestas del maestro y de los  pares ante las acciones violentas y no violentas de los niños. La naturaleza y  el momento de las respuestas de las personas - no sólo las consecuencias  deliberadamente aplicadas sino también las reacciones inconscientes - han  resultado ser sumamente importantes en el cambio de los patrones de conducta de  los niños. 
                                Las Maneras en que Funcionan las Consecuencias. 
                                Las consecuencias  de una conducta afectan a los niños de dos manera distintas. Por un lado, las  consecuencias sirven para informar a los niños si están haciendo "lo  correcto". Las consecuencias son más efectivas para proporcionar esta  información cuando se presentan inmediatamente después de la conducta del niño.  Los niños pequeños olvidan rápidamente lo que han hecho y les es difícil hacer  conexiones entre los eventos que están separados en el tiempo. 
                                  Una segunda forma  en que funcionan las consecuencias es motivando a los niños a realizar la  acción de nuevo o a evitar realizarla. En muchos casos un solo evento  proporciona tanto la retroalimentación informativa como una experiencia  placentera o displacentera que pueden influenciar el deseo del niño de repetir  la conducta. 
                                Cuando un maestro  comenta en tono positivo, "veo que están trabajando juntos; parece que  están divirtiéndose mucho compartiendo los bloques", los niños no sólo  reciben información sobre el valor de compartir, sino que también se sienten  bien al haber obtenido la atención del maestro. 
                                En la mayoría de  los casos, los niños pequeños: (a) Quieren y reciben bien la atención del maestro.  (b) Prefieren recibir atención positiva en lugar de negativa, una vez que saben  cómo hacerlo. Obviamente, un niño que no se sienta a gusto con un maestro en  particular o quiere rebelarse, puede intentar evitar hacer cosas que el maestro  aprueba. Un niño que quiera la atención del maestro y carece de experiencia  para obtener atención positiva puede intentar hacer cosas que lo perturben. 
                                El efecto real de  cualquier consecuencia depende de la interpretación del niño, no de la  intención del maestro. Un gran abrazo puede servir como recompensa para un niño  pero puede ser visto como una consecuencia punitiva por otro niño al que no le  gusta ser abrazado por el maestro. 
                                Los comentarios  positivos del maestro en el ejemplo de compartir bloques, tienen como propósito  enfocar la atención de los niños en la diversión intrínseca que se obtiene al  trabajar juntos, en lugar de buscar la aprobación del maestro. Una meta de la  educación en las habilidades o destrezas prosociales es ayudar a los niños a  comprender que las conductas prosociales pueden ser autogratificantes. A largo  plazo, el placer derivado del juego cooperativo mismo volverá relativamente  irrelevante la atención del maestro. 
                                Una habilidad  social como intercambiar (hacer trueque) puede ser muy útil para obtener un  objeto deseado, proporcionando por lo tanto, una recompensa natural por usar la  habilidad. Sin embargo, los niños que inicialmente tienen deficiencias en las  destrezas para jugar cooperativamente y disfrutarlo de manera efectiva pueden  requerir una instrucción específica, además de la atención del maestro, para  aprender y utilizar las habilidades que eventualmente se volverán gratificantes  por sí mismas. 
                                Los maestros  estimulan conductas deseables cuando les recuerdan a los niños las consecuencias  naturales positivas que pueden esperarse, o cuando les ofrecen consecuencias  positivas relacionadas con éstas (McGinnis & Goldstein 1990). Por ejemplo,  el maestro podría decirle a un niño, "Cuando lo pidas con una voz amable,  entonces puedes tener un turno." O podría decirle a un grupo de niños,  "Si todos trabajan juntos para limpiar rápido, pueden tener 10 minutos  extra en la sesión de cuentos". 
                                Las conductas  agresivas a menudo pueden ser desestimuladas ofreciendo consecuencias positivas  para las conductas alternativas. Al niño que habitualmente golpea a los demás a  la hora del recreo podría decírsele, “Si mantienes quietas tus manos hoy a la  hora del recreo, entonces puedes ser mi ayudante especial para limpiar". 
                                Ofrecer  consecuencias positivas de esta forma puede ser una poderosa herramienta para  estimular conductas específicas, especialmente con un niño que es desafiante.  Al mismo tiempo, se evita la confrontación implicada por un requerimiento  directo. 
                                También se usan  frecuentemente las recompensas tangibles en forma de objetos, actividades o  privilegios para dar reconocimiento a las conductas prosociales o a la ausencia  de agresión. Se ha demostrado a menudo que este tipo de consecuencias positivas  son eficaces para producir cambios de conductas, tanto a nivel experimental  como en la práctica en el aula de clase (Hopkins & Mawhinney 1992). Sin  embargo, muchos maestros de niños pequeños se oponen al uso de recordatorios  tangibles (Ej. calcomanías o pegatines) o recompensas materiales para estimular  conductas sociales positivas en el ambiente típico del preescolar o del jardín  infantil. 
                                Un problema  previsto al proporcionar recordatorios o recompensas tangibles, es que después  de que los niños aprenden cómo funciona el sistema, pueden empezar a actuar  cooperativamente sólo para recibir su premio. La preocupación es que al  enfocarse en la calcomanía o el premio, los niños pueden no prestar suficiente  atención a las recompensas intrínsecas de las conductas cooperativas y no  violentas y pueden, en cambio, volverse dependientes, de las recompensas  tangibles. Se ha hablado ampliamente sobre los efectos perjudiciales  potenciales de las recompensas en el desarrollo de la confianza en sí mismos y  la motivación interna de los niños (Ej. Schwartz 1990; Sutherland 1993). 
                                Aunque es  importante considerar estos puntos, las preocupaciones planteadas sobre el uso  de recompensas tangibles parecen exageradas y generalmente no se apoyan en el  cúmulo de evidencia de las investigaciones. Un meta-análisis de gran escala reciente  (es decir, un análisis acumulativo) de los resultados de todos los estudios  relevantes en esta área, indica que en la mayoría de los casos las recompensas  no disminuyen la motivación interna (Cameron & Pierce 1994). 
                                Los únicos efectos  adversos se encontraron cuando a niños que ya estaban altamente motivados para  realizar una tarea, como colorear con marcadores, se les prometió por  adelantado un premio tangible (en lugar de recibirlo inesperadamente) y fueron  premiados simplemente por hacer la tarea (sin tener en cuenta su nivel de  desempeño). Bajo esta serie de circunstancias altamente específica, los niños  invirtieron menos tiempo en la tarea después de retirar el premio, aunque su  actitud expresa hacia la tarea no cambió. 
                                Una serie muy  diferente de circunstancias se aplica cuando se usan recompensas para ayudar a  motivar a un niño a cambiar conductas agresivas establecidas, a aumentar los  actos de cooperación poco frecuentes, o a empezar a usar una nueva habilidad  social. 
                                No recomendamos el  uso rutinario o casual de recordatorios o recompensas tangibles para las  conductas sociales, sino que más bien sugerimos que los maestros confíen  principalmente en los tipos de "recompensas", o consecuencias  positivas que ocurren de manera natural (espontánea) en las “interacciones de  los niños con los otros”. Sin embargo, a la luz del volumen de evidencia  sustancial de las investigaciones, creemos que hay circunstancias dentro del  aula de clase en la niñez temprana para las que el maestro podría tener en  cuenta el uso de incentivos o recordatorios tangibles a corto plazo, como parte  de un plan individualizado para romper un ciclo peligroso de agresión. 
                                Los Efectos de las Reacciones del Maestro y los Pares  ante la Agresión. 
                                La conducta  agresiva es aprendida o reforzada cuando los niños son premiados por su  agresión, como ocurre a menudo. Con un solo acto agresivo, un niño puede lograr  un juguete o un turno; hacer que otros niños lloren, griten, o corran; hacer  que los adultos se muevan rápidamente y hablen de manera recia; y hacer que un  objeto vuele a través del aire y se choque con un estruendo satisfactorio. 
                                Aún cuando el niño  no recibe un beneficio tangible de su acto agresivo, el causar una perturbación  pronunciada o notoria, acompañada con la atención del maestro y los pares,  puede ser una recompensa en sí misma. En las aulas de preescolar, la mayoría de  los actos agresivos tienen como resultado que la víctima de la agresión  entregue un objeto, llore, o salga corriendo. Cuando esto pasa, lo más probable  es que el agresor lance luego un nuevo ataque contra el mismo niño, de la misma  manera. Otros niños en el aula de clase que observen esta agresión exitosa, o  quiénes se han vuelto víctimas de agresión, es probable que comiencen a  realizar ataques ellos mismos, y también es probable que éstos sean premiados. 
                                Si se permite que  la agresión en el aula de clase continúe, aumentará dramáticamente en el  transcurso del año escolar. La combinación de observar a los pares actuando  agresivamente con el ser premiados por sus actividades agresivas, les enseñará,  incluso a los niños no agresivos inicialmente, a comportarse de forma violenta  (Patterson, Littman, & Bricker 1967). 
                                A menudo, un  maestro bien intencionado consuela a un niño agresor o se involucra en un  razonamiento extenso y otros "procesamientos" del episodio,  inmediatamente después de que éste ocurre. Este tipo de respuesta funciona a  menudo como un premio para la conducta agresiva del niño. Del mismo modo,  cuando la respuesta del maestro es reprender o sermonear al agresor, la  atención, aunque sea negativa y con el fin de detener la agresión, puede  aumentar en cambio la probabilidad de que el acto agresivo se repita (Risley  & Baer 1973; Combs & Slaby 1977). Incluso la simple atención del  maestro a las palabras agresivas puede aumentar los actos violentos (Slaby  1974; Slaby & Crowley 1977). 
                                Por otro lado,  simplemente ignorar la agresión puede ser igualmente perjudicial. Un adulto que  presencie una situación agresiva y no interfiera, puede darles a entender a los  niños que aprueba dicha conducta agresiva. Es factible que la agresión en  presencia de un adulto que no reacciona aumente con el tiempo, presumiblemente  porque los niños interpretan la falta de reacción del adulto como una  aceptación tácita de su agresión (Siegel & Kohn 1959; Berkowitz 1993). 
                                La agresión física  hacia otros niños simplemente no puede ignorarse. Las consideraciones sobre la  seguridad y los derechos de protección de todos los niños en la clase contra  cualquier tipo de daño físico exigen que el maestro intervenga de alguna  manera. La cuestión es, entonces, cómo puede él intervenir de modo que minimice  el efecto potencial de recompensa por obtener su atención, ayude a reducir la  posibilidad de agresión futura, y estimule a los niños a usar soluciones  alternativas no violentas para satisfacer sus necesidades o para la resolución  de sus conflictos. 
                                Usando Eficazmente la Atención del Maestro. 
                                Prestar atención a  las conductas cooperativas aumenta las oportunidades de que la cooperación de  los niños se repetirá. Pero ésta no es una tarea simple para el maestro. Los  niños que se comportan de manera agresiva y perturbadora tienen gran habilidad  para cautivar la atención, mientras que los niños que se involucran  tranquilamente en actividades constructivas y cooperativas son fácilmente  desapercibidos y pasados por alto. 
                                De otra parte, hay  diferentes formas de atención que son gratificantes para diferentes niños. Un  maestro eficaz observa las respuestas de los niños cuidadosamente para  descubrir cuáles formas de atención son las más valoradas por cada niño. La  atención significa lo máximo para los niños que tienen una relación amistosa  con el maestro. La primera prioridad de un maestro debe ser construir una  relación con cada niño en la clase siendo colaborador, amistoso y brindándoles  apoyo. 
                                Los maestros pueden  adaptar una variedad de formas de atención verbales y no verbales que se  ajusten individualmente a los niños. Las formas verbales de atención incluyen  muchos tipos de conversación entre los niños y los adultos, como los  comentarios generales acerca del día, las sugerencias, las preguntas, las  invitaciones, los retos, o las bromas. Las formas de atención verbal  especialmente positivas incluyen el elogio, el estímulo, los cumplidos o  halagos y las expresiones de afecto. 
                                Entre las formas de  atención no verbales se incluyen hacer gestos positivos, reírse juntos, mostrar  interés en el niño al mirarlo y escucharlo atentamente, y mirar al niño  mientras se sonríe, se guiña el ojo o se aplaude. Algunos niños disfrutan  compartir un abrazo con el maestro, pero otros prefieren formas menos directas  de contacto físico. Ayudar al niño con una tarea, satisfacer una solicitud del  niño, darle materiales especiales, participar con el niño en una actividad, o  esperarlo mientras termina una actividad son otras maneras de prestarle  atención. El maestro creativo descubrirá formas de atención que se sientan  naturales y sean apropiadas para cada niño en la clase. 
                                Brindando Estímulo en Lugar de Elogio Evaluativo. 
                                El elogio es quizás  la forma de atención más usada por los adultos en el aula de clase de la niñez  temprana, cuyo propósito es elevar la autoestima y premiar las conductas  deseables. Sin embargo, la conveniencia, así como la efectividad de muchas de  las formas de elogio más comunes han sido cuestionadas, basándose en  consideraciones teóricas particulares y en los hallazgos de investigaciones  seleccionadas (Ej. Hitz & Driscoll 1988). 
                                Los críticos se  quejan de que las frases de elogio pueden tener efectos perjudiciales cuando  expresan la aprobación o admiración del maestro, proporcionan comentarios  generales sobre la evaluación de logros o hacen comparaciones entre los niños.  Se cree que éstas formas de elogios evaluativos enfocan la atención de los  niños en la aprobación de otros, en recompensas externas en lugar de las  intrínsecas, y estimulan la competencia sobre los logros, en lugar del  desarrollo personal y la valoración propia de la actividad. 
                                Se dice que el uso  frecuente de elogios evaluativos funciona en contra las metas educativas  generalmente aceptadas de cultivar un autoconcepto positivo, autonomía,  autoconfianza, y motivación interna. Esforzarse por dar altos niveles de  elogios evaluativos puede llevar a los maestros a hacer declaraciones poco  realistas, no creíbles y a excederse en el uso de frases repetidas  mecánicamente (Ej. repetir insistentemente, "buen trabajo") (Brophy  1981). 
                                Estos son aspectos  importantes que merecen una cuidadosa consideración, Sin embargo, debe anotarse  que la verdadera base para algunas de las quejas es cuestionable. Un elemento  muy importante, es que las investigaciones no sustentan el cuestionamiento de  que el elogio tradicional reduce la motivación interna. Por el contrario, un  meta-análisis reciente a gran escala de todos los estudios relevantes reveló  que el elogio verbal aumenta la motivación intrínseca de los niños, al ser  evaluado tanto con base en el tiempo que se demoraron para realizar una tarea  como en su actitud favorable hacia la tarea (Cameron & Pierce 1994). 
                                Otros cuestionamientos  significativos contra el uso de los elogios parecen subjetivos, en lugar de  estar basados en la evidencia (Ej. la afirmación de que los niños que observan  a otros siendo elogiados se sentirán "manipulados”) (Hitz & DriscoIl  1988). 
                                Incluso los que  advierten contra el uso excesivo del elogio evaluativo, reconocen que los  comentarios de apoyo y reconocimiento del maestro son muy importantes para los  niños pequeños. En lugar del elogio evaluativo, sugieren un tipo de afirmación  verbal que se ha llamado "elogio eficaz” o “estímulo". 
                                El Estímulo... se  refiere a una respuesta de reconocimiento positivo que se enfoca en los  esfuerzos del estudiante y/o en los atributos específicos del trabajo  realizado. Al contrario del elogio, el estímulo no se centra en juzgar el  trabajo del estudiante, en darle información concerniente a su valor o en las  implicaciones del status del estudiante (Hitz & Driscoll 1988, 10). 
                                Los siguientes son  algunos de los aspectos claves del estímulo, según han sido propuestos por sus  defensores: 
                                • El estímulo es  específico en lugar de general. El maestro puede señalar que un niño trabajó  durante mucho tiempo en un dibujo o usó mucho el color azul, en vez de  describir el dibujo como "maravilloso" o "bonito”. 
                                • El estímulo se enfoca  en mejorar el proceso y los esfuerzos del niño en lugar de evaluar un producto  terminado. "Ustedes solos intercambiaron los carros" o "están  aprendiendo a mostrarle a sus amigos lo que necesitan" es preferible a  "son muy hábiles para intercambiar... o, ¡que buen trabajo!". 
                                • El estímulo  involucra comentarios sinceros y directos, dichos con un tono de voz natural.  Ser más específicos y honestos ayuda a los maestros a evitar repetir frases  acuñadas o elogios exagerados que pueden ser de dudosa credibilidad. 
                                • El estímulo no  expone a los niños al fracaso debido a etiquetas de alabanza a las cuales ellos  no pueden responder después de forma consistente. "José, noté que  compartiste la plastilina hoy con Alicia” es preferible a "José, ¡tú si  que eres un buen muchacho!". 
                                • El estímulo ayuda  a los niños a desarrollar una apreciación de sus propias conductas y logros y  de las consecuencias naturales de estos, en lugar de enfocarse en la aprobación  del maestro. "Deben sentirse orgullosos de cómo todos trabajaron para  terminar ese proyecto juntos”, o "Natalia parece feliz de que le pidieras  que jugara”, es preferible a "Me gusta la manera en que ustedes.....”, o  "Estoy tan orgulloso de ti". 
                                • El estímulo evita  comparaciones o competencias entre los niños. "Noté que le ayudaste a  Miguel a guardar su rompecabezas" es preferible a "Tu eres el mejor  ayudante en la clase". El contexto para cualquier comparación es la propia  conducta anterior del niño. Declaraciones como "Ya estás calmándote más rápido"  puede ayudar al niño a reconocer su cambio y progreso (Brophy 1981; Hitz &  Driscoll 1988). 
                                Sugerir que los  maestros nunca deben usar elogios verbales que expresen alguna forma de  evaluación o aprobación de la conducta de los niños sería una reacción excesiva  y no fundamentada en los hallazgos de las investigaciones. No obstante, las  características específicas del estímulo y la propuesta de estimular en lugar  de elogiar son correctivos importantes para la tendencia al abuso del elogio  evaluativo. 
                                Para que los  esfuerzos de prevención de la violencia tengan una efectividad duradera, los  niños deben tomar conciencia de que la no-violencia es preferible a la  violencia, basándose en sus propias experiencias y juicios, y no sólo porque el  maestro lo dice o muestra aprobación. Una situación en la que un niño actúa  violentamente no es equivalente a otra en la cual un niño está dibujando un  cuadro; no es una escena libre de valor. Una solución no violenta para un  conflicto es mejor que una solución violenta. Los maestros proyectan estos  juicios de valor cuando están enseñando la no-violencia y cuando están  respondiendo a las acciones de ciertos niños. 
                                La especificidad de  los comentarios de los adultos, enfatizada como un rasgo clave del estímulo,  factiblemente es útil para los niños en el proceso de aprendizaje de nuevas  conductas y actitudes. Por estas razones, el estímulo en forma de declaraciones  simples, positivas, reconociendo aspectos específicos de conductas prosociales  y no violentas, y apuntando a los beneficios intrínsecos de estas conductas  puede ser muy eficaz para promover los objetivos de la prevención de la  violencia. A lo largo de este texto incluimos ejemplos de estímulos. 
                                Pautas de Enseñanza 
                                Este capítulo  ofrece sugerencias para reducir y responder a las formas relativamente  moderadas de agresión, las más comúnmente encontradas en las aulas de  preescolar y jardín infantil. 
                                Muestre la   Opción de Cambiar Ciertas Conductas. 
                                La prevención  significativa de la violencia requiere mucho más que impartir una comprensión de  la naturaleza y las consecuencias de la violencia. Exige que los niños aprendan  nuevas conductas y maneras de pensamiento y, a menudo, que cambien conductas ya  existentes. Introducir el concepto de “hábitos” es una manera de ayudar a los  niños a entender la posibilidad de cambiar sus conductas y, por consiguiente,  la posibilidad de cambio de los comportamientos violentos. 
                                Los niños pequeños  pueden entender, dándoles algunos ejemplos, que un hábito es algo que uno hace  una y otra vez, sin pensar en ello. Animarlos a que den ejemplos de  "hábitos buenos" (Ej. cepillarse los dientes, decir  "gracias") y "hábitos problema" (Ej. gritar, golpear)  amplía el entendimiento de los niños. Los hábitos problema, que algunas  personas llaman "hábitos malos", le causan problemas a la persona con  el hábito, y a veces también a los otros. 
                                Los maestros pueden  explicar a los niños que todos, igualmente los adultos, incluso los maestros,  tienen algunos hábitos buenos y algunos hábitos problema. Pueden mencionarse  como ejemplo algunos hábitos problema de los adultos, como fumar. Puede  enseñarse a los niños que las personas pueden aprender nuevos hábitos buenos y  cambiar hábitos problema, pero que hacerlo toma tiempo y práctica. Alguien con  un hábito problema no es una persona mala, sino que simplemente tiene un hábito  que necesita cambiar. 
                                Lograr que los  niños comprendan y se esfuercen en cambiar sus propios hábitos es uno de los  componentes claves de los programas diseñados para modificar las conductas  agresivas de los niños. "Cuando el cambio de la conducta es determinado e  impuesto desde el exterior, con pocas opciones o participación del niño, surgen  preocupaciones legítimas sobre la manipulación y el autoritarismo. Sin embargo,  si el niño es incluido y se le permite la responsabilidad del proceso (en la  medida posible) de querer cambiar y controlar su propia conducta, entonces los  métodos de modificación conductual pueden situarse entre las más poderosas  herramientas disponibles para empoderar a los niños con el fin de alcanzar esas  metas. El maestro y el niño se vuelven entonces socios y trabajan para lograr  las mismas metas, en lugar de ser adversarios en el proceso de cambio de  conducta. 
                                Los niños pueden  ser motivados de manera más favorable para cambiar sus propios hábitos  agresivos, una vez que se convencen a través de los esfuerzos educativos de  prevención de la violencia de que detenerla es necesario y valioso a nivel  personal. Como grupo, los niños pueden proponer una gama de consecuencias para  los actos violentos, y pueden ser estimulados en una variedad de maneras para  evaluar las metas y el proceso de cambio de sus propios hábitos y ver que  hacerlo es una fuente de logros y orgullo significativo. 
                                Las afirmaciones de  estímulo del maestro ayudan a los niños a reconocer su progreso en el  aprendizaje o cambio de una conducta dada. Dentro de este contexto, todas las  estrategias descritas en este libro para provocar cambios de conducta -  incluyendo el uso de la atención, las consecuencias, el modelaje, los juegos de  roles y el entrenamiento en autocontrol y resolución de problemas - pueden ser  entendidos por los niños como formas de ayudarles "a cambiar sus  hábitos" y obtener mayor control. Por ejemplo, cuando los niños aceptan  las consecuencias que el grupo ha establecido para los actos violentos, lo  hacen con el fin de aprender a cambiar sus propios hábitos. Cuando ellos  responden asertivamente y se niegan a someterse ante un compañero de clase  agresivo, también ayudan al compañero a aprender a cambiar un hábito problema. 
                                Cuando la idea de  "hábitos que son modificables" se lleva a cabo de forma consistente,  los niños pequeños se comprometen de corazón y así logran un cambio de conducta  duradero. Un niño de 5 años de edad con algunos conflictos, cambió notablemente  su conducta agresiva participando activamente en un programa que le daba  énfasis a cambiar las propias conductas. Él se sintió muy orgulloso de si mismo  por ser "bueno en el cambio de hábitos" y como resultado de esto,  estuvo altamente motivado para cambiar otras conductas problema, como tardar  demasiado tiempo para vestirse por la mañana. Cuando se le preguntó qué le  había ayudado más para cambiar sus hábitos, él dijo, "Jugar con  Muñecos" (su término para referirse a los juegos de roles empleando muñecos,  que se habían usado como herramienta del entrenamiento en habilidades en su  aula de clase). Después se le escuchó decirle a un adulto que estaba enfadado  con un niño: "él es pequeño y tiene que aprender a cambiar sus hábitos,  así que no te enfades con él" (Arezzo 1978). 
                                En este caso la  motivación del niño para cambiar su propia conducta y su fe cada vez mayor en  su capacidad para hacerlo, combinadas con los métodos del maestro para alentar  el cambio, produjeron cambios duraderos en su conducta, su autoestima y su sentido  de control de su mundo. 
                                Evite Estimular el Desahogo del Enojo en  "víctimas" Sustitutivas. 
                                Los maestros no  deben suponer que el enojo siempre está presente como causa de la agresión de  los niños. Si el maestro les dice rutinariamente a los niños que actúan  agresivamente, “debes estar sintiéndote enfadado", él puede estar  redefiniendo otros sentimientos que el niño está experimentando, como la  frustración o la impaciencia. Se está propiciando que el niño se sienta  enojado, cuando de otra manera no lo estaría, o así él aprende a usar su enojo  como una excusa para la agresión. 
                                Es peor aún si el  maestro dirige a los niños a "desahogar su enojo" pegándole a algo  más (Ej. "pegarle a una almohada" o a un muñeco inflable). Este  procedimiento aumenta la probabilidad de que los niños luego se comporten  agresivamente hacia los pares (Ej. Davitz 1952; Mallick & McCandless 1966;  Berkowitz 1993). 
                                La idea de  ofrecerle un blanco sustitutivo para una conducta agresiva a un niño es una  noción muy popular en nuestra sociedad y puede ser atractiva para algunos  maestros como una respuesta inmediata ante una situación difícil. Sin embargo,  los maestros deben saber que el redireccionamiento momentáneo de la agresión  bajo estas circunstancias es de corta duración. Mientras, puede que el niño  desvié momentáneamente su puntapié de un par hacia “un muñeco”, la tendencia de  ese niño a golpear o dar puntapiés a otro niño en un momento posterior se  aumenta con la experiencia de pegarle o darle puntapiés a un material  sustituto. En lugar de reducir la agresión del niño, a largo plazo éstas  técnicas de sustitución usualmente contribuyen a aumentar la agresión (Bandura  1973). 
                                La atención que el  niño recibe del maestro y de sus pares (sus iguales) mientras se le brinda un  equipo especial, también pueden servir como un premio por la conducta agresiva.  Darle a los niños que se presume que están enfadados bates acolchonados para  que se peguen entre ellos o le peguen a un muñeco inflado, como algunos  consejeros desafortunadamente sugieren, es particularmente poco aconsejable. 
                                Esta conclusión no  es meramente una extrapolación de la teoría. Una cantidad sustancial de  investigación ha demostrado de forma consistente que los niños que participan  en juegos agresivos, usan juguetes agresivos, o practican conductas agresivas  con objetos inanimados son propensos a comportarse más agresivamente después  hacia otros niños (Feshbach 1956; Bandura 1973; Berkowitz 1993). 
                                Otra sugerencia que  también se hace a menudo, basada en el mismo modelo teórico que anima al  "desahogo" de la agresión, es que los niños pueden superar y obtener  control sobre los eventos traumáticos violentos del pasado, representando el  papel del agresor en juegos de roles (Ej. Wallach 1993). Se presume que los  niños se sentirán empoderados y vencerán sus sentimientos de miedo e impotencia  cuando representen el papel del agresor (Ej. Un ladrón que había irrumpido  violentamente en su apartamento). 
                                  Hay varios  problemas serios respecto a motivar a los niños a desempeñar papeles agresivos,  por cualquier razón. Por un lado, el observador nunca puede estar seguro de la  fuente de la agresividad que se pone en juego. Puede que ésta refleje una  experiencia de la vida real o puede derivarse de la imitación de un héroe  violento de la televisión. En segundo lugar, cuando un niño actúa  agresivamente, incluso en juegos de fantasía, algunos pares pueden ser  victimizados en ese juego. Otros niños pueden ser cautivados por la acción y  pueden imitar la agresión o pueden desquitarse contribuyendo así, a una  escalada de la agresión real. 
                                La investigación  también nos dice que los juegos de roles de escenas agresivas probablemente  sirven como "ensayo" de actos agresivos y llevan a aumentos  subsecuentes de la agresión real (Berkowitz 1993). Y, suponiendo que el niño se  sienta "empoderado" al representar el papel del ladrón violento, ¿es  esta la manera en que queremos que los niños se sientan empoderados? ¿Queremos  que piensen, aunque sea por un instante, que la única manera de superar la  violencia es tornándose violentos? 
                                Los niños pequeños  revelan en sus juegos información muy importante sobre eventos violentos  experimentados y sobre los sentimientos relacionados que pueden ser incapaces  de expresar con palabras. El maestro sensible puede estar atento a tal información  y puede usarla para poder entender y guiar al niño. 
                                Sin embargo, a  pesar de la popularidad de la idea, no hay ninguna razón con bases empíricas  para pensar que animar al niño a representar el papel del agresor sea  terapéutico o útil. En cambio, al usar información revelada en los juegos del  niño, el maestro puede ayudarle a aprender maneras de protegerse, conseguir  ayuda cuando la necesite, o sentirse empoderado, actuando de manera fuerte pero  no violenta. 
                                Intervenga Constructivamente, a la Vez que Minimiza Recompensar  la Agresión. 
                                Al considerar y  aplicar los hallazgos de las investigaciones en esta área, los maestros pueden  interesarse en prestar atención a las consecuencias en sus propias aulas:  ¿Tienen éxito los niños para obtener juguetes arrebatándoselos a otros? ¿Acaso  algunos niños en el aula de clase, representan el papel de víctima, llorando,  cediendo y huyendo del ofensor? ¿Le prestan atención los adultos en el aula de  clase a un agresor, sermoneando al niño sobre el incidente en el momento en que  ocurre? Todos estos eventos pueden servir como recompensas para la agresión y  aumentan la probabilidad de que la agresión continúe y, probablemente aumente.  El reto del maestro es prevenir que los actos agresivos sean recompensados con  la sumisión de los pares o con la atención del maestro, e intervenir cuando sea  necesario, de una manera constructiva. 
                                Una técnica exitosa  para que el maestro logre este equilibrio cuando un niño es identificado  claramente como el agresor, es permanecer de pie entre los niños involucrados  en el incidente, ignorando al agresor pero prestando atención a la víctima  (Allen, Turner, & Everett 1970; Pinkston y otros. 1973). 
                                La atención a la  víctima podría incluir consolar a un niño lastimado, darle algo interesante que  hacer, o hacerlo pensar en maneras no agresivas y asertivas para enfrentarse  con el agresor. Dependiendo del nivel de desarrollo del niño, el maestro puede  permanecer al lado de la víctima y sugerirle expresiones como, "dile que  no te pegue" o "dile que tú estás jugando con eso en este  momento", o "¿qué puedes decirle para que se detenga?" 
                                Algunos currículos  recomiendan que se le enseñe a los niños que digan cosas como, "eso duele.  No voy a jugar contigo" y que luego se alejen del agresor (Ej. Parry  1993). De esta manera, el maestro en la escena puede apoyar al niño victimizado  para responder. El maestro también puede estimular a que otros niños apoyen a  la víctima en algunas circunstancias y, quizás, alejarse de la escena con la  víctima. Así, los niños aprenden a evitar contribuir a la escalada de la  violencia que puede ocurrir si se unen al niño agresivo (como lo tienden a  hacer frecuentemente los niños) y en cambio, se unen a la víctima y dejan sin  apoyo al agresor después de su agresión. 
                                Al usar tales técnicas,  el maestro debe esforzarse por eliminar las recompensas ante la conducta  agresiva por medio de su atención, la sumisión de la víctima, o el apoyo de los  espectadores. Cuando el maestro le dice a la víctima, "nadie te puede  herir por ninguna razón; puedes decirle que deje de darte puntapiés", el  agresor también escucha al maestro describir las reglas y las respuestas ante  la agresión, pero sin recibir atención directa e inmediata del maestro hacia  él. Además, la víctima recibe apoyo directo y ejemplos del manejo asertivo de  conflictos. 
                                Finalmente, los  otros niños en el salón observan que esa agresión no tiene éxito, que el  maestro apoya las respuestas asertivas ante los conflictos y que la respuesta  apropiada hacia una víctima es su preocupación y su apoyo. Motivar a la víctima  a ser asertiva al mismo tiempo que se le muestra preocupación, le enseña una  importante lección; mientras que sólo mostrar solidaridad puede recompensar la  impotencia de la víctima. 
                                Cuando un niño se  involucra en incidentes agresivos menores y recurrentes, aparentemente  encaminados a obtener atención, el maestro puede optar por limitar su  intervención exclusivamente a brindarle atención a la víctima y conteniendo de  esa forma cualquier atención suya hacia el agresor. 
                                Sin embargo, en  otros casos el incidente agresivo puede proveer otro tipo de oportunidad de  aprendizaje para el agresor. Una vez el maestro le ha ayudado al niño  victimizado a responder asertivamente y a no someterse al niño agresivo, puede  dirigirse hacia el agresor y explorar la percepción que el niño tiene del  problema y guiarlo para practicar una solución alternativa. Por ejemplo, si un  niño empujó a un compañero y le arrebató su libro, el maestro puede ayudar  primero a la víctima para que hable y recupere su libro. Luego, el maestro  puede hablar con el agresor y descubrir que él quería ese libro por una razón  especial. El maestro puede decirle entonces, "ahora entiendo por qué  querías ese libro. Pero en esta clase nadie puede conseguir algo arrebatándoselo  a los demás. Si todavía quieres el libro, lo que puedes ensayar es pedirle a tu  compañero de clase que intercambie libros contigo". El maestro puede luego  asesorar al niño para solicitar intercambiar apropiadamente. 
                                Al llevar a cabo  este procedimiento, el maestro reconoce los sentimientos del niño, le sugiere  una solución alternativa y ofrece una ayuda práctica para lograr la solución.  Aunque el niño que había actuado agresivamente no recibe atención inmediata del  maestro después del acto agresivo, en definitiva sus necesidades y sus  sentimientos son atendidos de una manera constructiva. 
                                Cuando más de un  niño está actuando simultáneamente de manera agresiva hacia el otro, el maestro  puede intervenir para detener la agresión tan rápidamente como sea posible con  un tono de voz suave y de manera aparentemente casual ( sin alterarse, para no  brindar atención negativa) y luego asesorar a los niños para resolver de manera  no violenta el conflicto". 
                                Si la agresión ha  llegado al punto en que los niños están notoriamente agitados y están teniendo  dificultad para controlar sus acciones agresivas, el maestro puede optar por  separar a los niños inicialmente y simplemente puede decir, "Nadie puede  golpear en nuestra escuela. Los golpes duelen. Cuando estén listos para hablar  serenamente, les ayudaré a hacerlo". El maestro puede asegurarse que los  niños estén físicamente separados y evitar continuar la discusión con ellos  hasta que estén tranquilos. Luego, puede reunirlos nuevamente para ayudarles a  negociar juntos una solución no violenta a su conflicto. 
                                  La meta aquí es  prestar la más mínima atención al incidente agresivo en sí mismo y enfocarse en  cambio en la resolución del problema, después de la propuesta del maestro para  que los niños se tranquilicen primero y de su asesoría. Si se han enseñado a la  clase estrategias para “serenarse”, el maestro puede ayudar a los niños a usar  estas estrategias en esta situación. 
                                Use el Razonamiento Efectivamente. 
                                Usar el  razonamiento con los niños es importante para ayudarles a entender las razones  subyacentes a las reglas y, en definitiva, fomentar su propio desarrollo del  juicio moral (Galinsky & David 1988). El razonamiento, comparado con otras  técnicas disciplinarias, generalmente desarrolla el logro del autocontrol y la  autorregulación a largo plazo, incluso en niños pequeños (Chapman &  Zahn-Waxler 1982). 
                                Sin embargo, aunque  la discusión racional puede aumentar la autorregulación de la agresión  eficazmente a largo plazo, es importante que el maestro evite involucrarse en  razonamientos extensos mientras la conducta agresiva o destructiva esté  ocurriendo o acaba de ocurrir. Es mejor aplicar tales esfuerzos de razonamiento  en otro momento, cuando el niño esté más receptivo y, así el maestro evita  premiar de manera no intencionada la conducta agresiva al prestarle atención. 
                                Después de  responder inicialmente a un incidente agresivo apoyando a la víctima, el  maestro puede involucrar juntos al agresor y a la víctima en una discusión de  unos minutos luego, cuando se hayan tranquilizado. Los niños generalmente  responden mejor al razonamiento que se centra en el daño causado por la  agresión, enfatiza los sentimientos de ambos, de la víctima y del agresor y los  involucra en la discusión de qué más podrían haber hecho (Zahavi & Asher  1978). 
                                A menudo es inútil  preguntarle a un niño por qué le pegó a un compañero de clase. Más bien, el  maestro debe enfocarse en los efectos dolorosos de la agresión en todos los  niños involucrados. El maestro puede decir, "Ustedes saben que golpear  duele. Los dos estaban muy disgustados cuando Natacha agarró la pala y  empezaron a golpearse. ¿Qué otra cosa podrían haber hecho, que hubiera  funcionado mejor para los dos?" En algunos casos puede ser apropiado hacer  que los niños dramaticen una alternativa mejor, con la guía y el estímulo del  maestro. 
                                Muchos maestros  encuentran eficaz el reconocer brevemente los sentimientos evidentes del niño  agresivo y seguidos de una afirmación de las reglas o contingencias que se  aplican. Por ejemplo, el maestro puede decir, "yo sé que es duro para ti  esperar tu turno, pero aquí no se permite golpear". 
                                Un momento  particularmente bueno para usar el razonamiento es cuando el niño está  demostrando la conducta alternativa deseada. Por ejemplo, para un niño que de  manera deliberada y repetida monta demasiado rápido en su triciclo y se choca  contra sus compañeros, el maestro podría poner una regla especial (o  contingencia) para toda la clase anotando que, debido a que chocar es  peligroso, cualquiera que choque con un triciclo tendrá que soltarlo por el  resto de la hora de recreo. Si el niño entonces se choca, el maestro puede  decirle brevemente, "Nada de choques, tienes que bajarte del  triciclo", sin más razonamiento. 
                                La próxima vez que  el mismo niño sea visto montando cuidadosamente y a una velocidad razonable, el  maestro puede estimularlo de manera específica para que continúe con esta  conducta y discutir con él los beneficios de manejar cuidadosamente. De esta  manera, el maestro premia la conducta no violenta con su atención de razonamiento  y está diciendo esencialmente, "déjame decirte por qué lo que estás  haciendo es correcto", en lugar del típico, "déjame decirte por qué  lo que estás haciendo está mal". 
                                Otra experiencia de  aprendizaje eficaz para un niño que a menudo es agresivo es oír al maestro  hacer un comentario sobre la conducta positiva de otro niño ("Simón está  montando despacio en su triciclo"). Al usar esta estrategia, el maestro  logra evitar cualquier comparación directa o implícita entre los niños. Este  método proporciona una manera útil a los maestros para presentar las reglas,  los valores y la aprobación de conductas particulares, a la vez que evita  sermonear al niño que se porta mal. 
                                Cuando un niño  lesiona a otro de manera no intencional, es apropiado que el maestro motive al  niño para disculparse y decirle al otro niño que no quiso aporrearlo. Sin  embargo, no se recomienda la práctica común de obligar al agresor a darle una  disculpa verbal a la víctima luego de un acto deliberado de violencia. 
                                Además de  proporcionar atención al agresor, la disculpa es forzada y no es sincera, como  normalmente lo saben el agresor y la víctima. Además, ambos niños pueden tener  la idea de que está bien herir a alguien con tal de que luego se le diga que  uno lo siente. De hecho, algunos niños pequeños aprenden a disculparse  profusamente después de un acto violento deliberado y parecen esperar el elogio  de los adultos por haberse disculpado. Los maestros en cambio, pueden usar el  razonamiento, para enseñar al agresor y a la víctima que herir a otros  deliberadamente no es aceptable, que no se vuelve correcto sólo por una simple  disculpa verbal y que producirá consecuencias significativas. 
                                El Diseño de Consecuencias Significativas. 
                                Los maestros pueden  aplicar uno de los siguientes tipos de consecuencias significativas ante una  conducta agresiva específica: 
                                • Consecuencias  Correctivas Relacionadas. 
  • Reparaciones. 
  • Práctica  Inmediata de Conductas Alternativas. 
                                Estas consecuencias  no deben pensarse o aplicarse como castigos. Más bien, proporcionan los medios  para ayudar a los niños a responsabilizarse más por las consecuencias de su  propia conducta y aprender a seguir reglas razonables sobre esa conducta. Estas  son herramientas de aprendizaje y pueden explicarse a los niños como tales.  Siempre que sea posible, los niños deben participar preparando las reglas de  conducta de la clase y las consecuencias relacionadas con romper dichas reglas.  El involucrar a los niños de esta manera puede aumentar los beneficios  educativos de usar consecuencias, la comprensión de los niños de cómo las  consecuencias lo ayudan a uno a aprender y la disposición para seguir los  procedimientos que ellos mismos ayudaron a diseñar. 
                                Antes de aplicar  cualquier nueva regla o consecuencia, los niños necesitan saber las razones subyacentes.  Las demostraciones y los juegos de roles con títeres o muñecos pueden ser  útiles para lograr este propósito. 
                                Cuando se está  aplicando una nueva consecuencia, o surge un problema nuevo para un niño  determinado, el usar un recordatorio o advertencia clara ayuda al niño a evitar  la conducta problema y su consecuencia (Ej. "Recuerda que no se permite  chocarse; si te chocas de nuevo, tendrás que bajarte del triciclo"). 
                                Una vez se  establecen una regla y sus consecuencias y se enseñan éstas a los niños, las  consecuencias pueden plantearse y aplicarse inmediatamente después de una  conducta agresiva, en un tono casual y sereno, sin reproches, críticas, o  discusiones extensas. Ya que la consecuencia se diseña para enseñar  responsabilidad y reducir la ocurrencia de la agresión, fuertes despliegues de  desaprobación o enojo del maestro son innecesarios y pueden ser perjudiciales  para el proceso de aprendizaje. El enojo del maestro puede perturbar mucho a  algunos niños. Otros pueden disfrutar el poder causarlo. 
                                Si se ha  introducido el concepto de hábitos que son modificables, los niños pueden  entender que la conducta agresiva es inaceptable y que el único propósito de  las consecuencias es ayudarlos a cambiar el “hábito problema”. Al discutir una  conducta agresiva en particular, los maestros pueden ayudar a los niños a  entender los problemas que produce para ellos y para los demás, y los  beneficios reales de cambiar tal conducta. Como resultado, los niños pueden  sentirse más altamente motivados a esforzarse para cambiar sus propias  conductas agresivas de múltiples maneras, incluyendo la aceptación de las  consecuencias significativas. La aplicación de las consecuencias funciona mejor  cuando tanto el maestro como el niño las ven como una herramienta útil de  aprendizaje y no como una forma de castigo o vergüenza. 
                                Consecuencias  Correctivas Relacionadas. En muchas circunstancias, las acciones agresivas  conllevan a la aplicación de consecuencias correctivas relacionadas, como  perder el uso de ciertos juguetes o privilegios o no que no se permita al  niño(a) participar en un juego. Siempre que sea posible, estas consecuencias  deben aplicarse inmediatamente para que el niño pueda asociarlas fácilmente con  su propia mala conducta. 
                                Si una niña rompe  las normas beligerantemente o lesiona a otros niños en el transcurso de un  juego, se le puede exigir que pierda su turno o, si el problema persiste, que  se salga del juego. Si un niño patea a otros niños repetidamente con sus botas  nuevas y puntiagudas, puede exigírsele que se quite sus botas por un período de  tiempo. En este caso la consecuencia también reduce inmediatamente el riesgo de  mayores lesiones. Si un niño se mete agresivamente en la fila empujando a los  otros niños, se le puede ordenar que se vaya al último lugar de la fila en  lugar de ir a su puesto anterior. 
                                Una consecuencia  podría involucrar decomisar un juguete o herramienta que el niño ha usado de  una manera peligrosa. Por ejemplo, la clase podría ayudar al maestro a  establecer una regla según la cual, si los niños quieren permanecer en el área  de los bloques de madera, tienen que usarlos en forma segura para no herir o  poner en peligro a los otros o a sí mismos. Los maestros pueden usar ejemplos  de conductas seguras e inseguras para ayudar a los niños a entender claramente  la diferencia. 
                                Luego, si un niño  deliberadamente golpea a un compañero de clase con un bloque de madera, se le  puede decir, "Si usas los bloques para lesionar a otros, tienes que  quedarte fuera del área de los bloques por el resto del tiempo de juego" o  "durante cinco minutos". Si el niño no se retira voluntariamente,  puede ser necesario guiarlo físicamente fuera del área de bloques. No sería  eficaz darle alguna alternativa sobre salir, o discutir con él sobre su  conducta mientras permanece en el área de bloques. 
                                Una vez que se  aplica la consecuencia y el niño está fuera del área de bloques por un periodo  breve de tiempo, el maestro puede ayudarlo a practicar la resolución de  conflictos, reflexionando con él sobre conductas alternativas que podría haber  utilizado. Sin embargo, si golpear con los bloques ocurre repetidamente con  este niño y esto ya se ha discutido antes, el maestro puede evitar brindarle la  más mínima atención después del incidente y, en vez de esto, elegir no  discutirlo en absoluto, dejando que la consecuencia hable por sí misma. Pueden  buscarse otras maneras de ayudarle a este niño que no estén relacionadas  directamente a los incidentes de golpear con los bloques. 
                                  Otra posible  consecuencia significativa para la agresión es una separación breve de las  actividades o de éstas y de los compañeros de clase. Esta consecuencia ha sido  denominada “tiempo en silencio”, “tiempo de sentarse afuera” o, más comúnmente,  “tiempo de retirada” (time-out). Para ayudar a los niños e entender cómo el “tiempo  de retirada” (time-out) se relaciona con la agresión, el maestro puede  explicarlo de la siguiente manera: "No se permite pegarle a nadie cuando  estemos jugando en esta clase. Si le pegan a alguien, tienen que pasar un  tiempo sin jugar". 
                                Reparaciones. Hacer  que los niños intenten "reparar el daño" causado por sus acciones es  otra forma de consecuencia significativa que puede considerarse en algunos  casos de actos perjudiciales o destructivos (Azrin & Besalel 1980). El uso  de este procedimiento promueve una filosofía de prevención de la violencia,  enseñándoles a los niños a reconocer cómo sus propias acciones pueden lesionar  a otros y a responsabilizarse por dichas acciones. 
                                El niño que le ha  causado a otra persona dolor, una lesión, o una pérdida a través de la  destructividad puede ser convocado a reparar o "compensar" el daño  que ha causado, a veces haciendo algo adicional para la persona que afectó.  Obligar al agresor a ayudarle al niño afectado (Ej. consiguiendo hielo para  ponerse en un golpe) es una forma de reparación para la violencia física  deliberada. 
                                La reparación de  actos que destruyen o dañan bienes materiales puede incluir hacer que el niño  tenga que esforzarse considerablemente para limpiar, arreglar, o reemplazar los  objetos dañados. Por ejemplo, el maestro puede decirle a un niño, "ya que  tumbaste las torres de los otros niños a propósito, debes ayudar a guardar  todos los bloques en el área de bloques". 
                                La reparación no  siempre es práctica para cada incidente menor, pero puede usarse cuando se  desarrollen patrones problemáticos. En esos casos los niños en la clase,  particularmente la víctima y el agresor, pueden participar determinando qué  tipo de reparación sería justa y útil. 
                                La Práctica Inmediata de Conductas Alternativas. Hacer que un niño practique una conducta  alternativa apropiada puede ser instructivo, especialmente si se hace  inmediatamente después del acto lesivo. Por ejemplo, algunos niños tienen la  tendencia de lesionar a otros debido a acciones descuidadas o apresuradas. Si  la lesión involuntaria a los demás no es percibida, puede causar un aumento del  conflicto y de la violencia. 
                                Cuando la lesión es  involuntaria, el adulto puede sugerirle al niño elementos para disculparse (Ej.  "Lo siento. No quise golpearte"), reduciendo así las probabilidades  de que el niño lesionado malinterprete su acción. Luego, se le puede indicar al  niño que practique la actividad anterior de una manera cuidadosa y lenta de  modo que evite lesionar a cualquiera. Por ejemplo, si José golpea a Pedro al correr  bruscamente cerca de él en un espacio confinado, puede pedírsele a José que  camine hacia Pedro y le diga, "Excúsame o... ¿Por favor, te corres?"  y que camine despacio, cruzando por su lado sin golpearlo. 
                                La asesoría del  maestro puede incluir darle instrucciones, sugerencias o modelar la conducta  apropiada, según sea necesario. Para los problemas persistentes, se le puede  solicitar al niño la realización de la conducta apropiada más de una vez,  inmediatamente después de cada incidente (Azrin & Besalel 1980). Guiar de  esta manera al niño en la práctica de la conducta apropiada, aunque sea sólo  una vez por incidente, es probablemente más eficaz para ayudarle a aprender a  evitar las lesiones hacia otros, que darle una reprimenda o exigirle  simplemente que se disculpe. 
                                Desmantele los Conflictos antes de que se Agranden 
                                Uno de los mejores  momentos para enseñar habilidades sociales o involucrar a los niños en la  resolución de conflictos, es durante un desacuerdo y antes de que se llegue a  la agresión. Los maestros pueden desmantelar las confrontaciones agresivas  potenciales ayudando a los niños a definir sus problemas y a llegar a un  acuerdo. 
                                Para ayudar a los niños más pequeños o menos  experimentados a desarrollar estas habilidades, el maestro puede ofrecer  sugerencias específicas como, "puedes pedirle a 
                                 
                                María que se  mueva", "dile a Antonio: estoy jugando con esto ahora", o  "puedes pedirle a Juanita que cambie de juguete contigo". 
                                Cuando un maestro  vea que un niño está comenzando a sentirse frustrado o enfadado con un  compañero de clase, puede intervenir para ayudar a calmar el niño rápidamente  (si es necesario) y recordarle a ese niño sobre cómo usar palabras para  expresar sus sentimientos y necesidades a sus pares. La probabilidad de  agresión disminuirá si el maestro también asesora a los niños para seguir estas  sugerencias, proporcionándoles señales verbales y modelando para ayudar a los  niños a resolver el problema a través de una solución no violenta. Además, los  niños aumentan su experiencia en la asimilación de nuevas estrategias de  resolución de conflictos para un uso futuro. 
                                Una vez los niños  han practicado estrategias prosociales con este tipo de asesoría del maestro,  pueden ser estimulados para que piensen en soluciones entre ellos y  eventualmente negocien sus diferencias hasta construir un acuerdo. Sin embargo,  incluso cuando los niños pequeños alcanzan este punto, puede ser extremamente  importante que el maestro intervenga en situaciones tensas antes de que ocurra  la agresión y juegue el papel de mediador para ayudar a que los niños se  calmen, se expresen adecuadamente y se escuchen unos a otros. 
                                En situaciones en  las que la agresión física no es inminente, el maestro puede observar  discretamente y permitir que los niños manejen las cosas tan independientemente  como sea posible. 
                                El maestro puede  evitar la agresión observando cuidadosamente a los niños que tengan  antecedentes de conductas agresivas, como arrebatar juguetes bruscamente o  entrometerse en los juegos de otros niños. Al anticiparse a las acciones del  niño cuando está a punto de tener un problema con otros niños, el maestro puede  evitar el problema recordándole las acciones específicas que puede realizar,  por ejemplo, sugiriéndole maneras en las que puede pedir un objeto, solicitar  que lo dejen entrar en un juego, o intercambiar juguetes. 
                                Los niños son más  propensos a cooperar voluntariamente con un niño que pide algo que con uno que  realiza una acción agresiva (Spivack & Shure 1974). Sin embargo, el  aprender a solicitar algo amablemente no implica ninguna garantía de aceptación  del pedido y es sólo el principio del proceso de aprender a negociar y respetar  los derechos de los demás. 
                                Al asesorar al niño  activamente antes de un acto agresivo previsto, el maestro tiene la oportunidad  de ayudarles gradualmente a él y a sus compañeros de clase a construir estas  habilidades complejas. Si los resultados de los esfuerzos del niño producen en  él desilusión o frustración, el maestro debe ofrecer un estímulo sincero por  sus esfuerzos y ayudarlo a encontrar otra actividad gratificante. De este modo,  cuando un maestro interviene para mediar en un conflicto potencial antes de que  se llegue a la violencia, los niños reciben el apoyo que necesitan para  desarrollar y practicar habilidades no agresivas para la resolución de  conflictos. A medida que los niños desarrollan estas habilidades, la mediación  del maestro se volverá menos necesaria. 
                                Motive la Conducta Cooperativa. 
                                Ya que la conducta  cooperativa generalmente es incompatible con la agresión, los maestros pueden  controlar la agresión dirigiendo su atención y su estímulo hacia los casos  específicos en que se presentan el compartir, cooperar y ayudar a otros, así  como los casos específicos de respuestas no violentas ante los conflictos. 
                                Un grupo de niños  que trabajen bien juntos, negocien sus problemas, compartan materiales y lleven  a cabo proyectos juntos, se divertirán tanto, que la misma interacción les  proporcionará su recompensa. El maestro puede hacer un comentario breve sobre  cuánto están divirtiéndose los niños jugando juntos, fortaleciendo así sus  sentimientos de interacción positiva. 
                                Introducir  materiales adicionales al grupo, sin romper el flujo del juego puede extenderlo  y proporcionar la atención del maestro, haciendo más probable que esos niños se  comporten cooperativamente en el futuro. Los niños que están haciendo  construcciones en el área de bloques, por ejemplo, pueden recibir con  entusiasmo carritos, muebles en miniatura, o muñecos adicionales. 
                                Una técnica de  enseñanza eficaz para incrementar la cooperación, es sugerir una conducta  cooperativa específica y brindarle atención positiva al niño - una sonrisa o un  simple comentario de reconocimiento - cuando él sigue la sugerencia. Por  ejemplo, dos niños quieren jugar con el mejor carrito. El maestro sugiere que  Susana lo use durante cinco minutos y luego Lucas lo use durante cinco minutos.  Lucas podría requerir un recordatorio o ayuda para pedir el carrito  apropiadamente cuando pasen los cinco minutos. El maestro puede, entonces,  premiar su actitud cooperativa de tomar turnos con una sonrisa, haciendo un  comentario como "los dos recordaron que es el turno de Lucas", o  trayendo juguetes adicionales para que los niños jueguen juntos (Doland &  Adelberg 1967; Hart y otros 1968). 
                                También puede ser  efectivo resaltar específicamente los comentarios verbales prosociales de los  niños. Es más factible que los niños que son estimulados para decir cosas  amables a los otros se comporten también de manera cooperativa entre sí. Cuando  un niño ha dicho una afirmación positiva a otro, simplemente notarla y hacer un  comentario no evaluativo (Ej. "Oí que le dijiste, 'gracias', a  Carlos" o "Escuché que le dijiste a Angela que eres su amigo")  ayudará a aumentar la cooperación verbal y física de los niños y disminuirá su  agresión verbal y física (Slaby & Crowley 1977). 
                                Este tipo de  estímulo específico y no evaluativo del maestro es más eficaz que las frases de  elogio de evaluación, como "Qué niña tan formal!". Cuando el maestro  observa los casos de cooperación y no-violencia para brindar estímulo, los  otros niños en el grupo oyen sus comentarios. "Parece que todos ustedes se  están divirtiendo" o, "Cuando preguntaste si podías usar el marcador  rojo, Natalia te lo dió". Al oír ese tipo de comentarios sobre qué tan divertido  es el juego cooperativo o cómo funcionan las opciones no violentas, es más  probable que los niños cooperen y actúen de manera no violenta entre sí. 
                                Interactuar con los  pares sin conflictos y recibir la atención positiva del maestro se combinan para  hacer que los niños se sientan felices y satisfechos consigo mismos. El ciclo  positivo continúa porque los niños generalmente comparten y cooperan cuando  están de buen ánimo (Staub & Sherk 1970; Moore, Underwood, & Rosenhan  1973; Galinsky & David 1988). 
                                La atención de los  pares también puede servir como una recompensa poderosa de la conducta social  positiva. Preguntar a los niños sobre situaciones en que ayudaron y  compartieron durante el día, dirige su atención hacia estas acciones y resalta  el valor de éstas en el aula (Eisenberg & Mussen 1989). 
                                En algunas aulas,  se ha usado el método de que por algunas semanas se anima a los niños a que  echen una ficha de plástico en un frasco siempre que escuchen o vean un  "acto amable", simplemente para ayudar a los niños a empezar a notar  y apreciar la amabilidad, a través de otros. La meta de este ejercicio no es  resaltar principalmente la conducta de algunos niños a nivel particular, sino  que la clase entera aprecie y, quizás, discuta las diferentes maneras en que  han sido amables con los demás, mientras ven que el frasco se va llenando. 
                                Todas las conductas  de los niños obtienen como resultado respuestas de algún tipo de los otros y  del ambiente. A menudo, la agresión y otras conductas problemáticas se premian  en el aula sin la percepción del maestro. Al notar las consecuencias y planear  respuestas que promuevan las interacciones sociales positivas y desmotiven la  agresión, los maestros logran una influencia dramática sobre el clima social  del aula, sobre la conducta y la adaptación de cada niño, y sobre la medida en  que la violencia deja de ser un problema en el aula de clase. 
                                Puntos para Recordar 
                                • Enfatice que las  conductas pueden cambiarse y motive a los niños para que aprendan nuevos  hábitos y cambien sus “hábitos problema”: Anime a los niños para que valoren  esta meta y el proceso de cambio de conducta y de avance en el autocontrol. 
                                • Evite estimular  el desahogo del enojo o el uso de blancos alternativos para la agresión. Tales  prácticas, normalmente aumentan la probabilidad de agresión posterior.  Reconozca que el enojo es sólo una entre muchas razones para la agresión, no  suponga que un niño que actúa agresivamente, siempre lo hace debido a su enojo. 
                                • Analice las  interacciones en el aula de clase y elimine o reduzca las recompensas para la  agresión: No les permita a los niños obtener juguetes o atención innecesaria de  pares o adultos por medio del comportamiento agresivo. 
                                • Intervenga en los  incidentes agresivos, motivando y apoyando conductas asertivas en la víctima,  sin prestarle atención directa al agresor. Párese entre los dos niños que estén  peleando y sugiera a la víctima las palabras y acciones específicas para  emplear. 
                                • Involucre a los  niños en discusiones sobre las soluciones alternativas a los problemas y sobre  sus consecuencias, en momentos en que no se esté presentando la agresión.  Recuerde a los niños que los golpes duelen y que pelear hace infelices a las  personas. Ayúdeles a descubrir acciones alternativas no violentas que los hagan  sentirse mejor. 
                                • Estructure  consecuencias significativas para los actos agresivos que ayuden a los niños a  responsabilizarse por sus acciones y a controlar sus impulsos agresivos. Estas  consecuencias pueden incluir acciones específicamente relacionadas con la conducta,  reparaciones a la víctima, o la práctica inmediata de conductas alternativas. 
                                • Intervenga en los  conflictos antes de que se llegue a la violencia y guíe a los niños hacia  resoluciones de mutuo acuerdo. Asesore a los niños para pedir lo que quieren,  escuchar a los demás y encontrar maneras de resolver los conflictos  pacíficamente. Disminuya su mediación como maestro a medida los niños aprenden  las habilidades para resolver los problemas por sus propios medios. 
                                • Centre su  atención en las interacciones sociales, cooperativas y no violentas. Cuando los  niños estén jugando cooperativamente, anímelos comentando y señalando los  beneficios de tal conducta para todos. Señale cómo las conductas no violentas  específicas (Ej. expresar los sentimientos fuertes verbalmente) son maneras  eficaces de lograr sus metas. 
                                II - Fomentando  habilidades sociales para la resolución de conflictos. 
                                  . 
                                  Las cosas  finalmente se calmaron después de una mañana de pleitos en el aula de clase. El  maestro está hablando con Simón sobre las peleas que tuvo con algunos de sus  pares. Cada vez que le pregunta qué otras cosas pudo haber hecho para resolver  los conflictos sin pelear, él dice, "no sé". ¿Qué podría hacer  entonces el maestro? 
                                El ambiente de la  infancia temprana proporciona a los niños muchas oportunidades de aprender las  habilidades necesarias para interactuar competentemente con otros niños. Además  de las habilidades sociales relacionadas con hacer amistades y jugar  cooperativamente, los niños necesitan aprender habilidades que les permitan  resolver los conflictos eficazmente y de manera no violenta. 
                                Los conflictos  sociales ocurren cuando una persona objeta lo que otra persona hace. Las  habilidades necesarias para manejar los conflictos sociales con éxito son  frecuentemente llamadas “habilidades para la resolución de problemas sociales”.  Normalmente los niños desarrollan estas habilidades principalmente observando e  interactuando con otros niños de la misma edad. Sin embargo, los maestros  pueden generar el desarrollo de habilidades para resolver problemas,  enseñándolas directamente a los niños, demostrándolas, modelando su uso eficaz  y guiando a los niños en sus interacciones con sus pares. 
                                Muchas de las  agresiones de los niños con sus pares se deben, no a un exceso de maldad,  hostilidad o energía agresiva, sino más bien a la falta de habilidades  fundamentales para resolver problemas sociales eficazmente y de manera no  violenta (Ej. Dodge 1986; Rubin & Krasnor 1986). 
                                Las habilidades  fundamentales para la resolución de problemas pueden ser aprendidas y  practicadas por niños en los ambientes de la infancia temprana, lográndose como  resultado una reducción de los niveles de agresión (Ej. Spivack & Shure  1974; Krasnor & Rubin 1983; Denham & Almeida 1987). Los niños con  habilidades para resolver problemas bien desarrolladas son menos propensos a  recurrir a la agresión para resolver sus conflictos sociales. También están  mejor preparados para lograr sus metas, negociar soluciones mutuamente  beneficiosas y evitar volverse las víctimas de la agresión de otras personas. 
                                Lo que la Investigación nos  Dice. 
                                A través de las  relaciones con sus pares, los niños aprenden muchas habilidades sociales  importantes. La información de las investigaciones sirve a los maestros para  ayudar a los niños pequeños a desarrollar relaciones de compañerismo positivas  y habilidades sociales útiles para la resolución de sus problemas. 
                                La Importancia de las Relaciones con los Pares o iguales. 
                                En los Estados  Unidos, los bebés y los niños muy pequeños a menudo interactúan más con los  adultos que con sus pares (LeVine 1991). Sin embargo, a medida que transcurre  la niñez, sus interacciones con los pares normalmente aumentan cada vez más en  frecuencia, complejidad e importancia para el desarrollo de una amplia gama de  habilidades sociales. 
                                Es principalmente a  través de sus interacciones con sus pares y de sus observaciones, que los niños  aprenden habilidades sociales relacionadas con la resolución de problemas, el  compartir, la asertividad, y la toma de perspectiva. 
                                Las relaciones de  los niños con los adultos son fundamentalmente diferentes de sus relaciones con  los pares. Aunque los niños aprenden a través de sus interacciones con los  adultos desde el comienzo de su vida, la relación adulto-niño involucra grandes  diferencias en estatus, poder, perspectiva, y motivación. 
                                A menudo, los  adultos regulan las interacciones con el fin de evitar los conflictos sociales.  Los niños también reaccionan hacia los adultos de manera muy diferente a como  lo hacen hacia sus pares. Si un niño se siente frustrado o enfadado con un  adulto (sobre todo si no es un miembro de la familia, como un maestro),  probablemente use respuestas de adaptación pasivas, como llorar, estar  distante, o ignorar al adulto. En contraste, si el niño está enfadado con otro  niño, puede que grite, discuta, se desquite arrebatándole al otro niño algo que  valora o pegándole (Fabes & Eisenberg 1992). 
                                  Las interacciones  de los niños con sus pares representan una oportunidad única de aprendizaje  debido a que muchas habilidades sociales recíprocas se desarrollan  principalmente a través de las interacciones con los iguales sociales. Los  niños a menudo muestran más respuestas activas para resolver problemas con sus  pares que con los adultos porque sus pares los involucran en niveles similares  de estatus, poder, tamaño y destrezas sociales (Brownwell & Carriger 1990). 
                                De manera similar,  los niños son más capaces de aprender a compartir voluntariamente y responder  asertivamente ante las demandas irracionales, las provocaciones o las amenazas  cuando practican estas respuestas con sus pares, en lugar de hacerlo con  adultos que se adaptan a ellos o que son directivos (autoritarios). 
                                Las interacciones  con los pares también les proporcionan retos directos al pensamiento egocéntrico  (caracterizado por la dificultad de ver las cosas desde la perspectiva de los  otros) que a menudo guían las acciones de niños pequeños (Piaget 1932; Rardin  & Moan 1971; Kohlberg 1976). Los conflictos que surgen cuando niños  igualmente egocéntricos interactúan, tienden a hacer que los niños consideren  la perspectiva de los demás. Ser capaces de asumir la perspectiva de los otros  es un paso importante en el desarrollo de la empatía, una habilidad que ayuda a  los niños a inhibir sus respuestas agresivas. 
                                Fomentando las Habilidades Sociales Positivas y las  Relaciones con los Pares. 
                                Un niño que carece  de habilidades sociales está en gran desventaja. Por ejemplo, un niño que  quiere ser parte de una actividad grupal pero no sabe cómo lograrlo, puede  irrumpir en el grupo y perturbar el juego de los otros niños. Los pequeños con  habilidades sociales deficientemente desarrolladas tienden a ser disociadores  sociales cuando se sienten estresados y, a menudo no son capaces de manejar  eficazmente sus propios sentimientos y demandas ni las de los otros niños  (Coie, Dodge, & Kupersmidt 1990). 
                                Ayudar a los niños  a desarrollar sus destrezas sociales reduce la agresión en el aula de clase  debido a que los menores con habilidades sociales están mejor preparados para  lograr sus metas de manera pacífica y enfrentarse con la frustración en formas  directas y activas que minimizan conflictos o daños mayores en sus relaciones  sociales (Fabes & Eisenberg 1992). 
                                Los niños con  destrezas sociales bien desarrolladas tienden a comenzar más interacciones  sociales positivas con sus pares, a comportarse de manera amistosa,  constructiva y colaboradora; tienden a tener menos conflictos, a mostrar más  cooperación y a usar menos la agresión para resolver sus conflictos (Hazen,  Black, & Fleming-Johnson 1984; Shantz & Shantz 1985; Denham y otros.  1990). Los niños socialmente experimentados tienen menos probabilidades de ser  el blanco de la agresión, del rechazo social y de la victimización de parte de  sus pares (Spivack & Shure 1974; Perry, Kusel, & Perry 1988). 
                                Los niños aprenden  de sus interacciones con sus pares y de su observación de éstos, con o sin la  intervención del maestro. Algunos niños aprenden patrones de conducta que  contribuyen a la agresión, a la victimización o al apoyo de la agresión de  parte de los espectadores (Patterson, Littman, & Bricker 1967; Slaby &  Stringham 1994). Estos patrones de conducta que promueven la agresión pueden  interferir con el aprendizaje posterior de conductas sociales más efectivas. 
                                Debido a que los  niños con habilidades sociales desarrolladas a menudo prefieren jugar juntos y  evitar a pares de juegos con habilidades sociales precarias, estos niños menos  adaptados pueden tener insuficientes oportunidades de aprender de las  interacciones con pares socialmente experimentados (Kohler & Fowler 1985). 
                                Instruir a los  niños en habilidades sociales específicas les proporciona las herramientas que  necesitan para enfrentar situaciones de conflicto que pueden provocar agresión.  Un niño que arrebate agresivamente los juguetes de los otros y los golpee, por  ejemplo, puede que no esté evidenciando un exceso de hostilidad, sino  simplemente la carencia de habilidades prosociales que le permitirían obtener  de manera apropiada los juguetes, como esperar hasta que el otro niño termine  de jugar con un objeto, compartirlo, tomar turnos para usarlo, o intercambiarlo  por otro juguete. 
                                Mientras más  diversas y altamente desarrolladas sean las habilidades sociales de los niños,  más libertad tendrán para escoger una respuesta apropiada en una variedad de  ambientes sociales. La reducción de la agresión en los niños a menudo es un  efecto colateral de los programas diseñados para enseñar habilidades  prosociales, tales como la resolución de problemas, el compartir, la  asertividad y la toma de perspectiva de los demás. 
                                El Desarrollo de Habilidades para la Resolución de  Conflictos. 
                                Podemos evaluar los  esfuerzos de los niños para resolver un problema social en términos de  efectividad (es decir, la medida en la cual el niño tiene éxito consiguiendo lo  que quiere) y de aceptabilidad (es decir, la medida en la cual los métodos del  niño son admitidos socialmente). A corto plazo, las acciones agresivas de un  niño le permiten a veces lograr lo que quiere, pero a largo plazo, la agresión  le causa problemas, ya que la víctima y los demás la encuentran inaceptable. Si  el niño logra su meta inmediata por medio de la agresión, puede sentir que tuvo  éxito y es probable que use la agresión de nuevo en el futuro. Sin embargo, los  niños que recurren a soluciones agresivas para resolver sus problemas, tienden  a hallarse pronto con pocos amigos y a ser excluidos de los juegos de grupo. 
                                Las habilidades de  los niños para resolver sus problemas sociales generalmente aumentan junto con  sus competencias crecientes en las áreas de pensamiento, lenguaje y  afectividad. Por ejemplo, cuando los niños de 2 años intentan resolver los  problemas con sus pares, sus estrategias para la resolución de conflictos a  menudo son limitadas, inflexibles y no se adaptan bien a las circunstancias  específicas y a los individuos involucrados. 
                                Los niños de dos  años generalmente sólo pueden ver su propia perspectiva en el conflicto y  buscan un resultado que se acomode sólo a sus propias metas. Si su primer  intento para conseguir lo que quieren falla, usualmente tienen muy pocas  estrategias alternativas para reintentarlo, si acaso tienen alguna. 
                                En general, los  niños de tres años muestran estrategias para resolver problemas mucho más  complejas, relacionadas con sus habilidades verbales en rápido desarrollo.  Estas destrezas a menudo conllevan a una mejor comunicación social y a más  juegos cooperativos, así como a más riñas y agresiones verbales. Los niños de  esta edad normalmente empiezan a verbalizar lo que quieren o cómo se sienten en  un conflicto, a responder a las solicitudes y demandas de otros niños y a hacer  preguntas. 
                                También empiezan a  comprender que sus demandas y solicitudes deben ser sustentadas. Pueden empezar  a usar estrategias de rechazo a pedidos que incluyen razones para su negativa,  aunque tales razones en general son autoreferenciadas (Ej. "No, no puedes  tenerlo, porque yo lo quiero"). Sin embargo, la mayoría de los niños en  este nivel de desarrollo aún tienden a ser inflexibles y a apegarse a una única  estrategia para resolver sus problemas. 
                                Los niños de cuatro  años generalmente agregan una variedad de estrategias de resolución de  problemas a su repertorio, reflejando así sus habilidades crecientes para  comunicarse claramente y su apreciación mayor de lo que los otros necesitan  entender con el fin de resolver un conflicto. A este nivel, los niños usan con  más frecuencia estrategias positivas y negativas para lograr la aceptación. Por  ejemplo, muchos niños a esta edad son capaces de reconocer que, a veces, es  necesario que replanteen su petición para darle información adicional a la otra  persona, en lugar de simplemente repetir la demanda y permanecer en un punto de  estancamiento. 
                                Los niños de cuatro  años pueden usar varias estrategias diferentes para sustentar sus posiciones  (Ej. Exigirle un objeto a otro niño, suavizar la demanda diciendo "por  favor" y ofrecer intercambiar algo por lo que quieren). También pueden  usar estrategias negativas, incluyendo sobornos, insultos y amenazas. Una vez  un conflicto pasa a las amenazas y “contra-amenazas” (amenazas en respuesta),  puede producirse fácilmente una escalada hacia la agresión física. 
                                Hacia los cinco  años, muchos niños ya manejan suficiente autocontrol para confiar  principalmente en estrategias verbales para la resolución de sus problemas.  Estos niños también empiezan a individualizar sus respuestas hacia los otros,  basándose en su conocimiento de ellos a partir de experiencias sociales  pasadas, aunque puede que todavía no tengan mucha destreza para identificar las  intenciones, los motivos y la perspectiva de los otros. 
                                A medida que su  desarrollo continúa, los niños pueden eventualmente adquirir habilidades para  negociar soluciones a los conflictos que sean mutuamente beneficiosas, basadas  en lo que saben de la otra persona, en las experiencias pasadas con esa persona  y en la comprensión lograda de la perspectiva de los otros. 
                                Las Formas en que los Niños Responden a los Conflictos. 
                                La mayoría de los  niños pequeños escogen una entre varias opciones para responder a los conflictos.  Ya que la inmensa mayoría de los conflictos se centra en la posesión de un  objeto, sería útil plantear un ejemplo de este tipo de conflicto. Un niño se  acerca a un compañero que está jugando con un carro de juguete y le dice:  "yo voy a manejar el carro". En esta situación, lo más probable es  que un niño pequeño tenga como primera respuesta una de las siguientes  opciones(Garvey 1984): 
                                • Rehusarse a  someterse, usando una negación simple (Ej. "No", o "No, no lo  harás"). 
  • Ofrecer una razón  para oponerse a la demanda, con o sin negación (Ej. "No! Es mío" o  simplemente "es mío"!). 
  • Posponer la  sumisión (Ej. "Puedes tener un turno después"). 
  • Evadir la demanda  (Ej. "No es un carro, es un camión de mudanzas"). 
                                  La respuesta verbal  más común entre los niños pequeños es simplemente negarse a someterse, a menudo  seguida por una razón para esta negativa, si el conflicto persiste. Es mucho  más probable que el "no" sea aceptado si es acompañado por una razón  o explicación. Un simple "no" sin una explicación, a menudo produce  la continuación y la posible escalada del conflicto debido a que el niño que  quiere el juguete no se detiene. 
                                  Si la primera  respuesta del niño ante una demanda no detiene al otro niño, las siguientes  respuestas entre ellos pueden tomar una variedad de formas (Garvey 1984).  Continuando con el ejemplo de carro de juguete, las respuestas pueden incluir  las siguientes: 
  • Establecer un  compromiso, como compartir el juguete o tomar turnos (Ej. "Podemos tomar  turnos para manejar el carro"). 
  • Llegar a un  acuerdo bajo una condición particular (Ej. “Te dejaré manejar el carro, si me  llevas a la casa de la abuela"). 
  • Hacer una  contrapropuesta o plan substitutivo (Ej. "Juega tu con esta pelota"). 
  • Brindar una  explicación o justificación para la negativa (Ej. "Yo tengo que manejar el  carro, porque tengo que ir a trabajar"). 
  • Pedir una  explicación (Ej. "¿Por qué lo necesitas ahora mismo?”). 
  • Debilitar o  fortalecer la afirmación anterior (Ej. Repitiendo suavemente, "No", o  gritando, "Tu no lo harás"). 
  • Negarse a  reconocer la posición del otro (Por ejemplo, no dando ninguna respuesta  perceptible). 
  • Usar una amenaza  o ataque verbal (Ej. "Si no me dejas manejar el carro, te pegaré" o  "Eres un cabeza hueca"). 
  • Usar la fuerza  física (Ej. Arrebatar el carro o tumbar al otro niño del carro). 
                                Las opciones de  respuesta de los niños pueden afectar tanto la manera en que se resuelve el  problema, como la manera en que los niños se tratan después. Las estrategias en  las que ningún niño tiene que someterse completamente al otro, generalmente  tienen resultados más positivos (Por ejemplo, los niños continúan jugando  juntos después del conflicto) (Garvey 1984). 
                                Las primeras cuatro  respuestas de la lista (es decir, establecer un compromiso, llegar a un acuerdo  bajo una condición particular, hacer una contrapropuesta o brindar una  explicación) involucran el uso de gestos conciliatorios, los cuales permiten  que ninguno de los niños tenga que someterse completamente al otro. Estas  respuestas a menudo llevan a resultados positivos, debido a que le posibilitan  al niño que está tratando de conseguir un juguete o de lograr alguna meta  diferente superar la oposición inicial y empezar a negociar. 
                                Con gran ventaja  sobre las otras, la estrategia más exitosa es establecer un compromiso, quizás  porque le permite al niño que hace la demanda obtener una concesión, al tiempo  que no le exige al otro niño someterse a él. 
                                Los niños pequeños  generalmente usan más a menudo la conducta insistente que la conducta  conciliatoria, aunque los gestos conciliatorios probablemente son más usados  entre los amigos (Laursen & Hartup 1989). Las respuestas insistentes (Ej.  usar amenazas y fuerza física) casi nunca llevan a un resultado positivo para  ninguno de los niños. De hecho, el uso de la fuerza física a menudo se  convierte en pelea. 
                                Incluso los niños  muy pequeños entienden el concepto del derecho a la posesión previa. Por  consiguiente, el intento de quitarle un objeto a un niño que ya lo posee tiene  una alta probabilidad de resistencia que puede generar una escalada hacia la  agresión. 
                                En centros  educativos para niños, estos tipos de forcejeos agresivos normalmente son  breves y a menudo tienen una escalada rápida hacia protestas, gritos, o  lloriqueos. Estos encuentros agresivos normalmente se resuelven a través de la  intervención de un adulto. Sin embargo, los maestros pueden enseñar a los niños  a resolver sus propios conflictos eficazmente y de manera no violenta haciendo  que aprendan, practiquen y usen habilidades sociales para la resolución de  conflictos con sus pares. 
                                Habilidades Sociales Claves para la Resolución de  Conflictos. 
                                Cuando los niños  pierden el control y se desata un conflicto, a menudo se comportan  impulsivamente por una variedad de razones: 
                                1. No entienden o  no saben cómo regular sus propias reacciones emocionales. 
                                  2. No escuchan  cuidadosamente a los otros. 
                                  3. No usan sus  propias habilidades verbales para ayudarse a detenerse y analizar la situación. 
                                  4. No piensan en  soluciones alternativas ni se anticipan a las consecuencias. 
                                  5. No evalúan las  soluciones agresivas como dañinas e inadecuadas. 
                                Los niños recurren  a cualquier respuesta automática y estereotipada que hayan aprendido, en lugar  de escoger cuidadosamente una respuesta efectiva que sea apropiada para la  situación. Para muchos niños, gritar y pegar son su respuesta típica y  predeterminada. Para otros niños la opción es llorar y someterse. Aprender a  solucionar los problemas sociales eficazmente implica una variedad de  habilidades que los niños pueden empezar a construir en la primera infancia. 
                                Los programas  diseñados para enseñar las habilidades sociales para la resolución de  conflictos normalmente contienen variaciones del siguiente grupo de habilidades  y, generalmente, representan pasos secuenciales en un proceso para resolver los  problemas sociales: 
                                • Mantenerse  calmados (mantener el autocontrol, permanecer con “cabeza fría", ser  reflexivos). 
  • Escuchar  cuidadosamente (para entender lo que la otra persona quiere). 
  • Recoger  información (sobre los hechos claves, las circunstancias, las motivaciones, las  intenciones). 
  • Definir el  problema (con objetividad, en lugar de hacerlo con base en prejuicios  hostiles). 
  • Fijar metas (para  uno mismo, para los otros, para el beneficio mutuo). 
  • Generar  soluciones alternativas (¿Qué otras acciones pueden realizarse?). 
  • Prever o  anticipar las consecuencias (¿Qué podría pasar después?). 
  • Escoger la  "mejor" solución (decidir qué hacer, priorizando las posibles  soluciones y sus consecuencias previstas para uno mismo, para los otros, para  el beneficio mutuo). 
  • Llevar a cabo la  respuesta escogida (¿Qué necesitas hacer? ¿Cuál es la mejor manera de  hacerlo?). 
  • Evaluar la  respuesta (¿Funcionó? ¿Qué podría funcionar mejor la próxima vez?). 
                                  Todo este grupo de  habilidades es demasiado complejo para que los niños pequeños lo aprendan  completamente. Sin embargo, pueden empezar a aprender y aplicar cada una de  estas destrezas fundamentales una a la vez y, luego, pueden empezar a hacer  conexiones entre ellas. Por ejemplo, varios programas empiezan concentrándose  en generar soluciones, prever las consecuencias y conectar las soluciones con  las consecuencias. 
                                Cada una de las  habilidades fundamentales para la resolución de conflictos puede enseñarse en  el contexto de las actividades cotidianas o a través de actividades  especialmente diseñadas, como demostraciones (dramatizaciones), juegos de roles  y la narración de cuentos. 
                                Pautas de Enseñanza. 
                                Los niños a veces  recurren a las acciones agresivas porque les faltan las habilidades para la  resolución de conflictos esenciales para conseguir lo que quieren de manera más  aceptable. Entre los muchos beneficios del desarrollo de las habilidades  sociales de los niños está, entonces, el reducir la agresión. Las múltiples  ganancias implicadas le proporcionan al maestro de niños pequeños una fuerte  motivación para conocer estrategias más efectivas, con el fin de ayudarle a los  niños a desarrollar sus habilidades sociales para la resolución de conflictos. 
                                Enseñe Habilidades Apropiadas para el Nivel de  Desarrollo. 
                                Con actividades de  grupo adecuadas al nivel de desarrollo de los niños, durante todo el día los  maestros pueden ayudar a los pequeños a empezar a aprender y aplicar las  habilidades básicas o fundamentales para la resolución de conflictos de manera  que se reduzca la agresión y tengan bases para prevenir la violencia en el  futuro. 
                                Aunque los niños  pequeños a menudo tienen dificultades con el uso de construcciones abstractas y  con el manejo de varios factores al mismo tiempo, pueden aprender estas  habilidades si se les presentan de manera más concreta e individualmente. 
                                Los maestros pueden  exponer los conceptos de las habilidades de manera concreta y comprensible por  medio de actividades que empleen dibujos, historias, muñecos, títeres,  materiales de apoyo, videos, dramatizaciones y juegos de roles. Por ejemplo, en  uno de los primeros estudios mencionados, los niños de preescolar observaban a  un adulto que representaba soluciones alternativas a los conflictos y usaba  varios muñecos y materiales de apoyo (Chittenden 1942). Se representó un  incidente típico, en el cual dos niños querían jugar con el mismo carro. Según  la resolución agresiva, los dos niños peleaban, el carro se rompía y ambos  niños se sentían infelices. La dramatización de la opción alternativa implicaba  tomar turnos para jugar con el carro, lo que satisfacía a ambos individuos. 
                                Los niños del  preescolar que observaban estas pequeñas dramatizaciones y participaron  discutiendo las soluciones alternativas, generalmente se volvieron menos  agresivos y más cooperativos en sus juegos. 
                                Los maestros pueden  ayudarles a los niños a transferir las habilidades individuales aprendidas,  desde las situaciones hipotéticas a las reales. Los problemas descritos en las  situaciones hipotéticas pueden tomarse de eventos que hayan ocurrido en el  ambiente del programa. Luego, las habilidades aprendidas en las situaciones hipotéticas  pueden aplicarse en actividades diarias del programa. Dentro del contexto de un  grupo pequeño, los niños pueden sostener los títeres y representar posibles  acciones y consecuencias. Mientras desarrollan los juegos de roles, los niños  pueden hablar sobre cómo se sienten cuando resuelven un problema  cooperativamente, en contraste con cómo se sienten cuando pelean. 
                                Usar los títeres o  los juegos de roles para demostrar soluciones cooperativas sugeridas por los  niños o por el maestro, ayuda a los niños a entender y a recordar esas  soluciones. Recordarle a los niños las demostraciones de títeres durante el  juego espontáneo les ayuda a transferir las habilidades aprendidas a sus  actividades cotidianas en el ambiente del programa. De hecho, los maestros que  usan regularmente esta técnica (los títeres), dicen que los niños a veces piden  que les traigan los muñecos o títeres en una situación de conflicto, para ayudarles  a encontrar una solución (Arezzo 1991). 
                                Ayude a los Niños a que Entiendan sus Sentimientos  Fuertes. 
                                Durante los sucesos  espontáneos del día y también en actividades de grupo especialmente diseñadas,  los maestros pueden estimular a los niños para hablar sobre los eventos que les  hacen sentir diferentes emociones y sobre las formas en que pueden comunicar  sus deseos a otros (Shure 1992). Los niños pueden aprender a identificar sus  propios sentimientos fuertes de frustración, enojo, temor, y tristeza y a saber  que cuando tienen estos sentimientos, es importante decidir cómo actuar y no  sólo reaccionar (Moore & Beland 1991). 
                                Los niños empiezan  a aprender que los sentimientos fuertes, incluso el enojo y la frustración, son  normales y “están bien” pero que actuar violentamente nunca está bien, no  importa cómo se estén sintiendo. 
                                Entender y  enfrentar los sentimientos fuertes pueden adoptarse como metas de aprendizaje  para toda la clase. Los niños que tienen problemas particulares para controlar  sus sentimientos fuertes y sus arranques emocionales explosivos pueden  beneficiarse de la asesoría especializada del maestro y pueden practicar  estrategias para calmarse y autocontrolarse. Tales intervenciones tienen más  oportunidades de éxito si el niño empieza a practicar situaciones  significativas en los juegos de roles, cuando realmente no esté enfadado. 
                                El maestro debe  intervenir lo más pronto posible en situaciones reales y emocionalmente  cargadas, para brindarle al niño apoyo en la aplicación de las estrategias  aprendidas. En casos de conductas extremas, el maestro debe pedir la ayuda de  otro miembro del personal o de un especialista, o considerar remitir el niño a  asesoría psicológica. 
                                Estimule las Habilidades de Escucha y Comunicación. 
                                Los niños que  logran resolver sus conflictos de maneras mutuamente satisfactorias,  generalmente son claros y asertivos al comunicar sus deseos, a la vez que están  atentos a los deseos de la otra persona. Incluso entre los adultos, en una  situación de conflicto cada persona puede estar tan centrada en defender sus  argumentos que nunca oye realmente los puntos que la otra persona está  exponiendo. 
                                Más que identificar  los sentimientos de la otra persona (Ej. si está enfadado o triste), el  escuchar de manera eficaz requiere poner atención al significado de las  palabras de la otra persona. Algunos currículos proporcionan ejercicios  orientados al desarrollo de las habilidades de los niños para escuchar  atentamente y aclarar su percepción de lo que la otra persona expresa y de lo  que quiere decir (Ej. Kreidler 1984; Shure 1992). 
                                Los maestros  también pueden ayudar a los niños a practicar sus habilidades de escucha cuando  estén involucrados en conflictos. Por ejemplo, cuando Miguel y Natalia están  gritándose, el maestro puede separarlos y preguntarle a cada uno qué es lo que  quiere. Miguel dice, "yo quería construir una torre solo y ella la  derribó". 
                                Natalia dice,  "Él estaba cogiendo todos los bloques y yo quería algunos". El  maestro le pide a cada niño que repita lo que el otro dijo que quería y, luego,  verifica si cada uno está de acuerdo con esa percepción o quiere aclarar algo.  ("Miguel ¿qué dice Natalia?" y "Natalia, ¿por qué se molestó  Miguel"?). Este procedimiento puede ayudar a que cada niño entienda lo que  el otro niño dijo y lo que realmente quería, como un primer paso hacia  considerar el punto de vista del otro y encontrar una solución pacífica al  problema. 
                                Ayude a los Niños a Lograr Autocontrol. 
                                Los niños que se  comportan agresivamente, a menudo tienen un estilo de respuestas rápidas y no  usan las habilidades verbales para hablar consigo mismos y con los demás sobre  lo que quieren y lo que pueden hacer (Camp 1977). Muchos currículos de  resolución de conflictos para niños mayores empiezan haciéndolos practicar  estrategias para “pensar primero”; "parar y pensar” (“detenerse y pensar”)  o “pensar en voz alta" cuando se enfrenten con conflictos sociales y  emociones fuertes (Camp 1977; Crary 1979; Slaby, Wilson-Brewer, & Dash  1994). 
                                Incluso los niños  pequeños son capaces de aprender a decirse a sí mismos, “¡para!” cuando se  sienten enfadados o disgustados y usar estrategias para calmarse, como tomar  una o dos respiraciones profundas o contar despacio hasta 10 con los dedos  (Moore & Beland 1991). 
                                Diversos  procedimientos de relajación han sido adaptados y usados exitosamente con los  niños (Cautela & Groden 1978). Los pequeños inicialmente necesitan  sugerencias y guía considerables para seguir estos procedimientos y,  factiblemente necesitan el apoyo de los adultos en forma periódica. Las  habilidades que practican, incluso con la ayuda de los adultos, proveen una  base para habilidades de autocontrol más independientes en la niñez posterior y  en la adultez. 
                                Los procedimientos  para calmarse, autocontrolarse y relajarse se orientan a reducir las reacciones  impulsivas que llevan a los niños a provocar (incitar), atacar, retaliar, o  someterse a los otros automáticamente. El siguiente paso para los niños es  aprender cuáles acciones no violentas específicas pueden realizar cuando tengan  sentimientos fuertes o se enfrenten a los conflictos (Ej. serenarse, hablar con  un amigo o con un adulto, escuchar cuidadosamente a la otra persona, expresar  las necesidades propias, intentar resolver el problema, negociar un acuerdo,  recibir ayuda de los demás). 
                                  Al usar diversas  estrategias, como algunas de las descritas en este libro y en otra variedad de  materiales educativos, los maestros pueden ayudar a los niños a aprender  respuestas no violentas ante las emociones fuertes y apoyar a los niños para  usar éstas respuestas en momentos críticos. 
                                Realice Prácticas para Generar y Conectar Soluciones y  sus Consecuencias. 
                                Los niños pequeños  pueden aprender a generar sus propias soluciones ante un problema (Ej.  "¿Qué más podemos hacer?”), a pensar en las consecuencias de diversas  conductas (Ej. "¿Qué puede pasar después?”) y a conectar parejas de  soluciones y consecuencias (Ej. "¿Qué podría pasar si hago esto?”) (Shure  1992). 
                                En un programa de  10 semanas que usaba historias y títeres para estimular a los niños pequeños a  pensar en sus propias soluciones alternativas y las consecuencias de éstas, las  habilidades de los niños mejoraron, al igual que la adaptación de sus conductas  al entorno, según la evaluación de los maestros (Spivack & Shure 1974).  Mientras más participaban los niños en el programa, menos soluciones agresivas  presentaban. 
                                Algunos de los  primeros currículos en esta área fueron diseñados para estimular a los niños  para generar tantas soluciones alternativas y consecuencias como les fuera  posible, sin hacer "juicios evaluativos" de dichas soluciones (Ej.  Spivack & Shure 1974). Pero simplemente generar una gran cantidad de  soluciones, puede no ser suficiente para reducir la agresión. Aunque los niños  que se comportan de manera muy agresiva pueden beneficiarse de aprender a  generar más soluciones a los problemas sociales, a menudo también proponen más  opciones que son agresivas (Sharp 1981). 
                                Los niños menos  competentes socialmente pueden evidenciar en sus conductas tantos tipos  diferentes de estrategias para la resolución de conflictos como sus pares más  competentes, pero un número mayor de sus estrategias incluyen actos agresivos  (Ej. empujar, amenazar, y arrebatar sin permiso) (Sharp 1983). Por  consiguiente, los niños necesitan aprender a evaluar críticamente las maneras  en que la violencia es dañina y evitable, así como a generar una variedad de  soluciones y consecuencias. 
                                Los currículos más  recientes se orientan hacia estimular a los niños a evaluar sus respuestas de  manera crítica. Por ejemplo, la versión más reciente del currículo “Yo Puedo  Resolver los Problemas” (Shure 1992) motiva a los niños a que piensen en las  razones por las que ciertas actividades no son una buena idea. Este proceso  puede aplicarse para evaluar las soluciones que se relacionan con la agresión  (Ej. “Dinos por qué ésta no es una buena idea.”). 
                                Enseñe a los niños a evaluar de manera crítica las  consecuencias violentas y las no violentas. 
                                Aunque la  investigación sobre las creencias de los niños pequeños sobre la agresión son  limitadas, se ha encontrado que la violencia entre los niños mayores está  relacionada con algunas de sus creencias que sustentan el uso de la violencia  (Perry, Perry, & Rasmussen 1986; Slaby & Guerra 1988; Guerra &  Slaby 1989). 
                                La conducta  agresiva de los niños puede reducirse cambiando aquellas creencias que le dan  soporte a la violencia (Ej. La agresión es legítima, aumenta la autoestima, se  necesita para evitar una imagen negativa) en combinación con el desarrollo de  sus habilidades para la resolución de conflictos (Guerra & Slaby 1990;  Slaby, Wilson- Brewer, & DeVos 1994). 
                                Los niños en  nuestra sociedad a menudo adquieren creencias poco realistas y superficiales  sobre la violencia, que no son cuestionadas a menos que los adultos les enseñen  a evaluar de manera crítica estas creencias. Por ejemplo, la televisión  norteamericana a menudo presenta la violencia como prevaleciente, legítima,  justificada, socialmente aceptada, premiada, eficaz, limpia, heroica, varonil,  cómica, e incluso agradable (Slaby 1994). 
                                  Los niños pequeños  son particularmente susceptibles de adoptar estas lecciones de violencia sin  crítica alguna (Donnerstein, Slaby, & Eron 1994) y a llevarlas a cabo en  sus conductas en el ámbito escolar (Carlsson-Paige & Levin 1987; Singer  & Singer 1981). 
                                Los maestros pueden  ayudar a los niños pequeños a construir habilidades para la evaluación crítica  de las formas en que la violencia es presentada en la televisión, mostrando  como tal perspectiva es poco realista, mientras en la vida real es dañina,  destructiva e inaceptable. Pueden ayudarles a entender también las maneras en  que las soluciones alternativas no violentas pueden ser más útiles y eficaces. 
                                Use los Recursos Disponibles. 
                                Varios currículos y  otros materiales pueden ser útiles para fomentar las habilidades sociales para  la resolución de conflictos en los niños. Las escuelas o guarderías pueden  desarrollar un procedimiento para revisar los recursos disponibles  sistemáticamente y seleccionar aquellos que mejor satisfacen las necesidades de  los niños. 
                                La resolución  eficaz de los problemas sociales consta de una gama de habilidades que los  niños deben aprender y practicar. A través de una combinación de actividades  curriculares programadas con las intervenciones espontáneas en las actividades  diarias de los niños, los maestros pueden ayudarles para que desarrollen cada  una de estas habilidades fundamentales, combinen sus habilidades y las apliquen  de forma flexible y apropiada en situaciones de conflicto (Ej. Yarrow, Scott,  & WaxIer 1973). 
                                Puntos para Recordar 
                                • Prepárese,  aprovechando los recursos disponibles más convenientes. Revise, discuta,  seleccione y adapte los materiales curriculares según el nivel de desarrollo de  los niños, para promover las habilidades de resolución de conflictos. 
  • Encuentre maneras  concretas de enseñarle a los niños las habilidades que necesitan para resolver  los problemas que enfrentan. Aunque los niños de preescolar a menudo tienen  dificultades para comprender las presentaciones abstractas, entienden  rápidamente las presentaciones concretas de problemas que les son familiares.  Las demostraciones, las dramatizaciones, los juegos de roles con títeres y las  historias ilustradas pueden ayudar a hacer la presentación más comprensible. 
  • Separe las  múltiples habilidades que conforman la resolución de problemas sociales y  céntrese en desarrollar una sola habilidad a la vez. Los niños de preescolar  que podrían de otra forma confundirse debido la complejidad del proceso de la  resolución de conflictos, pueden así aprender una habilidad al tiempo. 
  • Ayude a los niños  a transferir las habilidades que han aprendido desde las situaciones  hipotéticas a las situaciones reales. Identifique situaciones de la vida real  que ofrecen a los niños oportunidades para aplicar las habilidades que han desarrollado  en situaciones hipotéticas y apóyelos para aplicar sus destrezas. 
  • Enseñe  habilidades para la resolución de conflictos que se relacionen directamente con  reducir la violencia. Al resolver un problema, seleccione situaciones realistas  para la discusión y la práctica. 
  • Ayude a los niños  a entender y enfrentar sus sentimientos fuertes. Muéstreles que tener  sentimientos fuertes “está bien”, pero la violencia “nunca está bien”. Ayúdeles  a aprender maneras no violentas de expresar sus sentimientos. 
  • Proporcione a los  niños práctica en el uso de sus habilidades de escucha. Para entender lo que el  otro niño quiere y por qué lo quiere, se debe escuchar atentamente. 
  • Estimule las  habilidades de serenarse y el controlar los propios impulsos. Los niños pueden  aprender técnicas para serenarse, relajarse y autocontrolarse, para así  enfrentar sus sentimientos fuertes como el enojo y la frustración. 
  • Practique con los  niños el pensar en soluciones, anticiparse a las consecuencias y evaluar los  efectos dañinos de las soluciones agresivas. La combinación de pensar en  soluciones alternativas y sus consecuencias junto con aprender que la violencia  es dañina, puede ayudar a los niños a evitar la agresión. 
                                III - Estimulando  el compartir voluntariamente 
                                Un grupo de  preescolar está en una visita al museo de los niños. En una sala llena de  actividad y emoción, los pequeños luchan por usar el equipo limitado. En corto  tiempo, pueden oírse al maestro y a otros adultos regañando repetidamente a los  niños: "deben compartir", "compartir es bueno", "¿por  qué no comparten?" "Compartamos, ¿si?!”... ¿Qué les enseñan  específicamente estas frases a los niños sobre compartir? ¿Qué puede hacer el  maestro para ayudar en esta situación? 
                                La mayoría de los  conflictos en el ámbito escolar involucran a niños que luchan por la posesión  de un objeto o juguete. Conflictos así, pueden llegar fácilmente hasta la  pelea. Ayudar a los niños a aprender el valor del compartir y las habilidades  relacionadas con éste, tiene como efecto disminuir la conducta agresiva en el  aula y estimular a los niños para que usen soluciones no violentas a los  problemas. 
                                Compartir tiene dos  significados básicos. Uno es "dividir y distribuir" y el otro es  "usufructuar, usar, experimentar, ocupar y disfrutar con otros" o  "realizar en común con". Además, “compartir implica que alguien quien  es el poseedor original, le permita a otro el uso, el disfrute o posesión  parcial de una cosa, aunque puede implicar meramente el uso o posesión mutua”  (Diccionario Colegiado de Merriam Webster 1993, 1077). 
                                Este capítulo se  centra en la naturaleza voluntaria del compartir - la disposición del  "poseedor original" para compartir sus posesiones y recursos  disponibles con otros, en lugar de abordar solamente en el uso o la posesión  mutua de recursos de parte de los niños. En otras palabras, el objetivo es el  desarrollo de la disposición de los niños para independientemente aceptar y  comenzar a compartir. 
                                De acuerdo con  esto, la primera meta del maestro al fomentar el compartir sería que los niños  decidieran distribuir o usar recursos conjuntamente con amabilidad, generosidad  y de manera voluntaria, en lugar de someterse o dividir los recursos bajo su  dirección. Los aspectos del compartir que implican participar conjuntamente en  actividades o sentimientos no se tratarán aquí. 
                                Lo que la Investigación nos  dice. 
                                A medida que los  niños se comprometen a compartir recursos de manera voluntaria e independiente,  se elimina una de las fuentes principales de los conflictos en la niñez. Si los  valores y las conductas del compartir son aprendidos tempranamente y de manera  adecuada, también se pueden reducir mayores conflictos violentos posteriores  relacionados con la posesión y los recursos. 
                                Además de que  compartir es una alternativa deseable, en lugar de la lucha por los recursos,  los estudios sobre "reciprocidad social" entre los niños pequeños  indican que ésta es una manera de que los niños aumenten su nivel de aceptación  social entre sus pares (Hartup, Glazer, & Charlesworth 1967) y el nivel de "refuerzo  social" que reciben de ellos (Charlesworth & Hartup 1967; Gottman,  Gonso, & Rasmussen 1975). 
                                Compartir es una  palabra y una advertencia que los niños pequeños conocen bien. Pero los niños  reciben mensajes ambiguos sobre el asunto, sobre todo en una sociedad que da  énfasis a los derechos individuales sobre el bien común y brinda estatus a la  adquisición de posesiones. 
                                Los niños  usualmente aprenden que la mayoría de las cosas le pertenecen a alguien, que la  adquisición material es muy deseable y que deben proteger sus posesiones y  territorios. La programación de la televisión comercial y los anuncios  publicitarios a menudo enfatizan los beneficios de la propiedad individual;  relacionan la posesión de juguetes con el tener amigos, el placer, y la autoestima  e incluso justifican la retaliación agresiva ante las violaciones de los  derechos de propiedad individual. 
                                La necesidad de los  niños de aprender a compartir y a trabajar cooperativamente puede ser crítica  en definitiva para la supervivencia humana en un mundo con recursos limitados y  en disminución. Es más, el compartir puede volvernos más humanos haciendo que  un juego o un trabajo sea una experiencia más completa y gratificante. 
                                Las dificultades de  los niños pequeños para compartir y sus frecuentes intentos de controlar los  recursos de manera forzosa, no reflejan sólo su inmadurez social sino también  la influencia de vivir en una sociedad muy individualista y orientada hacia la  posesión. Las dificultades de los niños para compartir también pueden estar  relacionadas con un sentido reducido del "espíritu comunitario" y con  la disminución de recursos que muchas familias enfrentan. 
                                El desafío  resultante que los maestros de la infancia temprana enfrentan es, ¿cómo enseñar  a los niños a compartir y a administrar cooperativamente los recursos de manera  que puedan aplicar estos valores y habilidades en sus vidas, en el mundo  externo al aula de clase y en los años futuros? 
                                La Doble Moral para Compartir. 
                                Los adultos tienden  a aplicar un estándar completamente diferente sobre el compartir con los niños  pequeños del que usan para ellos mismos. La norma de compartir las posesiones  propias generalmente se promueve como un bien universal para los niños, sin  embargo no es así en el caso de los adultos. Ellos toman sus derechos de  propiedad muy en serio y se limitan a compartir según ciertas circunstancias  particulares (Furby 1978). 
                                En contraste, los  adultos a menudo minimizan los derechos de propiedad de los niños y  frecuentemente les recuerdan la necesidad de compartir (Ross y otros. 1990). En  el evento improbable de que un adulto empujara enérgicamente a un compañero de  trabajo y usara el computador de su oficina sin preguntar, nadie le sugeriría  al compañero que renunciara a usar su computador porque "es bueno  compartir" o "porque todavía no es su turno ", ni le diría  "tienes otro en tu casa". 
                                Sin embargo, algunos padres y maestros hacen tales  sugerencias a los niños y desatienden sus derechos de posesión y pertenencia a  título de mantener la paz o promover el "compartir". En un estudio  realizado, cuando las madres intervenían en un conflicto entre dos niños  pequeños, el 90% del tiempo era para decirle a su propio niño 
                                 
                                que le permitiera  al otro tener el juguete, independientemente de la propiedad, la posesión, o de  la manera en que el niño había intentado conseguir el juguete del otro. Ceder  un juguete se describió típicamente como “compartir”, aún si se hacía bajo  coacción (Ross y otros. 1990). 
                                Sin embargo, lo que  nos interesa estimular son los aspectos voluntarios y cooperativos del  compartir. Cuando utilizamos este concepto para justificar ceder ante un  agresor, lo estamos degradando. No se logran avances respecto a la meta  deseable de estimular a los niños a compartir voluntariamente cuando se niegan  los derechos básicos de los niños a ser tratados de manera justa, a elegir y a  responder asertivamente cuando sea necesario. 
                                Enseñar a los niños  a respetar la propiedad razonable y los derechos de posesión de ellos mismos y  de otros es una cuestión de justicia y puede servir como base para el  desarrollo de comportamientos prosociales maduros. El enfoque presentado aquí  incluye disminuir el énfasis en la posesividad y el materialismo, al tiempo que  se promueve en el mundo de los niños la afirmación de nuestra sociedad de los  derechos legítimos de propiedad o posesión. 
                                Aunque la mayoría  de los materiales del aula no son posesión de ninguno de los niños, los  derechos de posesión razonable exigen que un niño que quiere algo que está  siendo usado por otro, se lo pida ese niño, en lugar de meramente  arrebatárselo. 
                                El uso de la  agresión verbal o física por un compañero que intenta arrebatar algo, como  ocurre a menudo, es una violación aún mayor de los derechos del niño. El niño  que se enfrenta con un par que trata de quitarle algo de manera forzosa,  indudablemente tiene derecho a defenderse contra esa agresión y a negarse a  someterse. 
                                Permitir o  estimular que los niños se sometan a demandas irracionales de otros puede  promover la formación de relaciones del tipo abusador-víctima (Olweus 1993 a). En cambio, incluso  cuando no aparece una fuerza manifiesta, se puede estimular a los niños a  defender de manera educada su derecho a que no se les arrebate algo que tienen. 
                                  Facilitar el  compartir voluntariamente en el aula de clase involucra enseñar a los niños a  respetar los derechos de posesión de otros y defender sus propios derechos  cuando sea necesario, de manera asertiva y no agresiva. 
                                Factores Culturales y Socio-Económicos. 
                                El reto de  estimular a los niños a que compartan se hace mayor en los Estados Unidos  debido a que tradicionalmente en este país los bebés y los niños pequeños han  sido aislados de sus pares en una magnitud mayor de lo que se hace en otras  culturas (LeVine 1991). 
                                La tendencia hacia  la reducción del tamaño de las familias también implica que los niños tienen  poca o ninguna experiencia con hermanos. Aunque un número creciente niños y  familias pertenecientes a grupos de trabajadores asisten a la guardería antes  de los 2 años y muchos viven en grupos grandes de “familia extensa”, la mayoría  de los niños pequeños reciben mucha atención personalizada de una fuente de  afecto primaria, están rodeados por juguetes que son sólo para ellos y  adquieren poca o ninguna experiencia social con un grupo conformado por niños  de la misma edad (Willer y otros, 1991). Por consiguiente, empiezan el  preescolar habiendo tenido muy pocas experiencias de compartir objetos  materiales o la atención de los adultos. 
                                En el ámbito  escolar de la primera infancia, se dice a los niños que los materiales  pertenecen a todos y deben compartirse. Esto puede generar nuevos problemas  para los niños pequeños que han jugado antes principalmente en su casa y con  sus propios juguetes. 
                                Los conflictos  agresivos son especialmente comunes en los niños a los que les han faltado  experiencias de guardería previas al preescolar, cuando intentan someterse a  las reglas del compartir. Algunos niños pueden exigir la propiedad de ciertos  juguetes y pueden defenderse de su uso por parte de otros. Otros pequeños pueden  sentirse inseguros sobre qué objetos les es permitido usar. Los niños pueden  sentirse molestos cuando no les se les permite llevarse para la casa juguetes  de la escuela o de la guardería. 
                                La confusión del  niño se agranda si los padres los envían a clase con juguetes y les advierten  no perderlos o romperlos, mientras los maestros les dicen que deben compartir  los juguetes. Los niños a veces usan un juguete propio para ganar poder social  controlando “quién” juega con él y negociando su uso a cambio de promesas de  amistad y atención. 
                                Al tratar con  problemas relacionados con el compartir y la posesividad, los maestros deben  ser sensibles respecto a las diferencias socioeconómicas entre los niños y, a  veces, las inmensas diferencias en su posibilidad de acceso a los artículos y  privilegios materiales en su casa y en sus comunidades. 
                                Cuando un niño  tiene problemas para compartir en la escuela, un factor que puede estar  contribuyendo al conflicto es que él tenga un acceso muy limitado a juguetes,  libros o actividades constructivas fuera de las instalaciones escolares. Si  éste es el caso, puede ser útil ayudar a la familia a tener acceso a los  recursos de la comunidad. Por ejemplo, las actividades y los materiales para  los niños pueden estar disponibles, a un pequeño o ningún costo, a través de  las bibliotecas, los museos, las iglesias, los centros recreativos, las  agencias de servicios u otras organizaciones de la comunidad. 
                                En el extremo  opuesto, puede requerirse asesoría de otra naturaleza para la familia de un  niño que tiene problemas para compartir porque sus padres le compran o le dan  casi todo lo que exige. Entender la familia del niño y las circunstancias de su  comunidad le permiten al maestro responder con mayor sensibilidad y efectividad  a las necesidades particulares del niño. 
                                Niveles de Desarrollo del Compartir. 
                                Algunos maestros  intentan enseñar el compartir y la cooperación repitiendo variaciones del  principio de que compartir es "bueno" y que el egoísmo y las  conductas no cooperativas "no son buenas". Sin embargo, las  habilidades involucradas en el compartir y los requisitos circunstanciales  específicos son más complejos de que lo que expresa esta dicotomía. 
                                Los niños reciben  mensajes contradictorios y a veces incoherentes sobre compartir de los adultos.  Cuando se les dice que "compartan", se ha observado que los niños de  preescolar muestran interpretaciones muy diferentes del significado de  compartir y de las condiciones bajo las que ellos se adaptarían ante una  solicitud para hacerlo (Hoffman & Wundram 1984). 
                                Los tipos de  conductas para compartir que los niños despliegan y su comprensión del concepto  de compartir varían a través de sus niveles de desarrollo sucesivos. La  capacidad de los niños para compartir generalmente aumenta con la edad, especialmente  debido a que los niños pequeños pueden tener una capacidad limitada para  percibir con precisión y reaccionar ante las necesidades de los otros. 
                                Aunque la edad en  la que los niños alcanzan cualquier nivel de desarrollo dado varía  considerablemente, generalmente el desenvolvimiento de las habilidades de  compartir ocurre de acuerdo a los siguientes pasos para la mayoría de los niños  (Krogh & Lamme 1983): 
                                • Egocentrismo (3 a 4 años de edad). En este  nivel es difícil para la mayoría de los niños distinguir entre su propio punto  de vista y el de los otros. Los niños tienden a compartir según sus propios  gustos y deseos. Por ejemplo, un niño al que se le dan varios dulces puede  darle uno a otro niño para ganar la aprobación del maestro. Los niños pueden  comprometerse en el uso cooperativo de materiales de arte por la misma razón.  La meta de los niños en este nivel se centra en sus propios sentimientos, en  lugar de los sentimientos de la otra persona y su deseo de obtener la atención  y aprobación del adulto es más fuerte que su deseo de agradar a un par. 
                                • Egocentrismo  externo (4 a  5 años de edad). La perspectiva de los niños a este nivel normalmente continúa  estando centrada en sí mismos, pero el compartir y la cooperación pueden  basarse ahora también en las características externas observables de los otros.  Por ejemplo, un niño puede pedirle a otro nuevo en el grupo que juegue porque  el niño parece triste y solo. Por otro lado, los niños pueden involucrarse en  algo parecido al compartir, “porque el otro niño es más grande y por  consiguiente puede obtener sus deseos por medio de la agresión física”. En  tales casos la motivación para la conducta proviene todavía de las necesidades  propias del niño, en este caso la de autoprotección. 
                                • Igualdad rígida (5 a 6 años de edad). A medida  que los niños empiezan a obtener habilidades en la toma de perspectiva y en la  comprensión de los sentimientos de las otras personas, el compartir comienza a  basarse en el concepto de igualdad estricta y rígida. Por ejemplo, los niños en  una fiesta de cumpleaños pueden decir que no es justa, a menos que todos tengan  un pedazo de pastel exactamente del mismo tamaño. Los niños involucrados en un  juego cooperativo para construir un castillo de cartón pueden exigir que si un  niño usa un objeto especial, todos los demás deben tener la oportunidad para  usarlo también. 
                                • Percepción de  méritos (6 a  7 años de edad). A medida que los niños continúan desarrollando la habilidad de  entender que otros tienen sus propias perspectivas, también desarrollan la  comprensión de que las personas pueden merecer recompensas o atención en mayor  o menor medida, dependiendo de sus acciones. Por ejemplo, ahora apoyarían la  idea de que un niño que trabajó durante más tiempo en un proyecto escolar puede  tener una porción más grande del premio o un papel más importante en la  presentación del proyecto. 
                                • Relatividad moral  (7 a 8  años de edad). Los niños empiezan a ver que todos tenemos un punto de vista  diferente porque todos tenemos nuestra propia gama individual de valores.  Empiezan a desarrollarse habilidades más avanzadas de compromiso y negociación.  Por ejemplo, si un niño olvidó traer su “media-mañana”, a los otros niños les  puede parecer que merece tener una porción de todas sus golosinas porque no  tiene nada que comer. A un niño que es nuevo en un juego de grupo puede  permitírsele un segundo turno porque no está familiarizado con las reglas. 
                                Pautas de Enseñanza 
                                Basándose en las  investigaciones, los maestros encontrarán varias pautas útiles para fomentar el  desarrollo del compartir voluntario en los niños: 
                                - Reduzca la Importancia de las  Posesiones y del control de cada uno sobre los Objetos. 
                                Es menos factible  que el compartir se presente cuando se hace un fuerte énfasis en la propiedad  individual y en el valor de las posesiones materiales. Los maestros pueden  reducir la importancia de las posesiones materiales y centrarse, en cambio, en  las experiencias, las relaciones, las soluciones creativas a las necesidades  materiales y los aspectos del mundo natural. 
                                Los maestros a  veces solucionan los conflictos de los niños sobre las cosas proporcionándole  un objeto similar a cada niño y diciéndoles, "ahora los dos tienen uno,  así que no necesitan pelear". Esta estrategia, aunque conveniente y  apropiada para niños menores de 3 años, puede tener el efecto de desmotivar el  compartir. No sólo les quita a los niños la necesidad de encontrar maneras  cooperativas de usar recursos limitados, sino que también les da el mensaje de  que el control individual de los objetos es importante. Además, en situaciones  del mundo real, difícilmente habrá siempre un benefactor dispuesto a  proporcionar materiales extras. 
                                De manera similar,  cuando los maestros asignan turnos rutinariamente, con las mejores intenciones  pueden estar motivando a los niños para que se centren en ganar la exclusividad  (aunque sólo sea temporal) del uso de un juguete, en lugar de buscar opciones  más cooperativas e interactivas. Las soluciones alternativas para asignar los  recursos en el aula incluyen el uso de un juguete por más de un niño y el uso  complementario de juguetes diferentes en ambientes de juegos imaginarios. 
                                - Fije Pautas Sobre  Traer Juguetes de la Casa. 
                                A menudo los  juguetes traídos de la casa estimulan los conflictos y refuerzan la relación  entre las posesiones y el poder. Es difícil para los niños pequeños cumplir las  diferentes reglas para los juguetes que son posesión de otro niño y aquellos  que son posesión de la escuela. Un niño que trae un juguete de su casa puede  determinar la opción de permitirle a otros que jueguen con él en el aula de  clase o dejarlo en su pupitre. Los maestros pueden hablar con los padres para  fijar límites o reglas sobre traer juguetes de la casa. También pueden estar  alerta a los niños que intentan usar las posesiones para la "compra"  de la aceptación social. 
                                Sin embargo,  ciertos artículos traídos de la casa se pueden destinar particularmente a  actividades compartidas y los maestros pueden recibir bien estos artículos,  específicamente para ese propósito. Tales artículos incluyen el libro favorito  de un niño para que el maestro le lea a la clase entera, un cassette que todos  pueden escuchar o bailar o un juego de grupo para que varios niños participen  juntos. 
                                Para respetar los  derechos de propiedad de cada niño, puede serle útil a los maestros etiquetar  estos artículos con el nombre del niño, mantenerlos en un lugar especial y  devolverlos a la casa después de un período limitado. Al mismo tiempo, los  maestros pueden estimular a los pares de clase para que expresen su agradecimiento  directamente al niño por compartir con ellos una posesión y una actividad  valiosas. 
                                - Ayude a los Niños  a Negociar el Uso Compartido de los Recursos. 
                                Para los niños  pequeños, el primer paso para aprender a negociar el uso compartido de materiales  está en practicar cómo administrarlos directamente entre ellos, en lugar de  pedir la ayuda del maestro. Hacer que los niños logren esto de forma  consistente (continuada) requiere de la persistencia del maestro, porque los  niños pequeños a menudo ya han aprendido a contar con los adultos para resolver  sus problemas y satisfacer sus necesidades. 
                                De igual modo, en  sus esfuerzos por colaborar los maestros tienden a hablar por los niños, a  expresar sus presuntos sentimientos y hacer las demandas de otros niños para  ellos. Por ejemplo, un maestro puede inclinarse para decir, "Ana, por  favor dale un poco de tu pintura azul a Héctor, porque a él ya casi se le acaba  ". El maestro puede tomar un poco de la pintura de Ana e, incluso, dársela  a Héctor explicando que los niños deben compartir. 
                                En lugar de esto,  el maestro podría hablar con Héctor y decirle, "si necesitas más pintura  azul, puedes pedirle un poco a Ana". Si Héctor apenas está aprendiendo a  hacer peticiones a sus pares, el maestro puede sugerirle incluso las frases  para usar, diciendo, "puedes decir, “Ana, ¿me puedes dar un poco de  pintura azul, por favor?”. Ana podría darle la pintura cuando oye el comentario  del maestro, pero él puede también solicitarle que espere y decir,  "gracias, pero primero démosle una oportunidad a Héctor de practicar el  pedir cuando quiere algo". 
                                Héctor estaría  aprendiendo a hablar por sí mismo (en lugar de confiar para ello en la ayuda de  los adultos) y Ana estaría respondiendo a una petición de su compañero (en  lugar de la dirección de un adulto). En vez de centrarse en una división  equitativa de la pintura, el objetivo de este procedimiento es darles una  oportunidad a los niños para solicitar y responder a otros sobre el uso  compartido de materiales. 
                                -Enseñe a los Niños  que la Decisión  de Compartir es una Opción Real. 
                                Los niños necesitan  guía para aprender a pedir cosas, esperar una respuesta y respetar esa  respuesta (ya sea “sí” o “no” ). Para que el compartir sea significativo, los  niños deben tener la libertad de escoger si no desean compartir, así como la  oportunidad de jugar solos en algunos momentos. Entregar cosas bajo la presión  de las demandas agresivas de los pares o las expectativas irracionales de los  adultos (el “famoso sermón” sobre el compartir) es contraproducente para el  desarrollo de las conductas prosociales. 
                                Si un niño sabe que  está bien decir "no" ante la petición de ceder un juguete, incluso  cuando sus pares le preguntan de buena manera, es más probable que desarrolle  una buena disposición para compartir porque la opción está bajo su propio  control (Arezzo 1993). El derecho del niño de decir "no" ante la  solicitud de entregar inmediatamente un juguete merece ser respetado. Es  conveniente enseñarle al niño que hace la petición a aceptar el "no",  respondiendo que "está bien". 
                                Sin embargo, no  sería razonable permitirle a un niño monopolizar indefinidamente un objeto que  es restringido y apreciado por toda la clase. Por consiguiente, en tales casos  el maestro puede decir al niño que hace la solicitud, "Gabriel, no está  listo para entregártelo ya mismo. Pero, ya que se lo pediste tan amablemente,  puedes tener un turno en cinco minutos”. 
                                Cuando este método  se usa de forma continuada, el niño que posee el juguete, a menudo lo ofrecerá  antes de que pase el tiempo estipulado, para dárselo al que lo pidió. Quizás al  aprender que el juguete debe cederse en poco tiempo, el niño prefiere tomar el  control del tiempo y entregarlo voluntariamente (Stocking, Arezzo, &  Leavitt 1979). Cuando los niños hagan esto, el maestro puede brindar  reconocimiento a dicha acción como un compartir de manera sincera y estimular  al destinatario para mostrar su agradecimiento. 
                                  Cuando los niños en  el aula se dan cuenta de que tendrán la oportunidad de tener el juguete,  aceptan el "no" con buena disposición y esperan de manera más serena.  Debido a que este sistema es justo y predecible, incluso los niños con  problemas de conducta es factible que sigan las reglas (Arezzo 1991). 
                                Cuando los niños  aprenden a confiar en los demás, requieren menos que los maestros les recuerden  los límites de tiempo. En programas que sistemáticamente usan este método, no  es raro ver el siguiente diálogo espontáneo entre los niños de 3 a 7 años de edad: 
                                Niño 1:  "¿puedo tener eso?" (o "¿quieres cambiarlo?”) 
                                  Niño 2: "todavía  estoy usándolo" (o "puedes tenerlo cuando yo termine".) 
                                  Niño 1: "Está  bien". 
                                  Niño 2: (Varios  minutos después) "Ya puedes tenerlo" (entregándoselo al primer niño). 
                                - Agregue  incentivos extras para compartir. 
                                Algunos niños dicen  de forma consistente (continuada) "no", incluso cuando sus pares les  piden de buena manera un objeto o una oportunidad para jugar juntos. El maestro  puede considerar proporcionar incentivos especiales a tal niño para compartir,  sin obligarle a que lo haga. De esta manera intenta aumentar la motivación para  que el niño empiece a compartir. Por ejemplo, a un menor del jardín infantil  que juega con un juguete de aeropuerto apreciado por todos, puede decírsele,  "María te preguntó si puede jugar contigo. Puedes escoger jugar con el  aeropuerto solo durante cinco minutos más, y luego será el turno de María para  usarlo; o puedes escoger permitirle que juegue contigo y, entonces, los dos  pueden usarlo hasta el descanso". 
                                Es probable que el  niño esté de acuerdo en compartir, principalmente para poder usar por más  tiempo el juguete. No obstante, puede brindársele reconocimiento por incluir a  María. Pero lo más importante es que tendrá una oportunidad de empezar a  experimentar las recompensas intrínsecas de compartir y jugar con otros. La  meta es que el maestro reduzca o elimine los incentivos en cuanto ya no sean  necesarios. 
                                Enséñeles a los niños a intercambiar. 
                                Estar de acuerdo en  negociar con un par usualmente es más aceptable para los niños pequeños que  ceder un objeto completamente. Negociar es una valiosa estrategia social en sí  misma y también puede servir como un primer paso hacia un compartir más  interactivo o altruista. 
                                Los maestros pueden  diseñar actividades que requieran o estimulen fuertemente la negociación, el  intercambio o la rotación de materiales. Por ejemplo, en un proyecto de arte  individual, puede dársele a cada niño un marcador de un color diferente o una  página de calcomanías o pegatines geométricos que sean todos de un color. Para  que cualquier niño haga un proyecto multicolor, necesitaría intercambiar  materiales con otros niños. Alternativamente, a cada niño pueden dársele sólo  algunos de los materiales necesarios para completar un proyecto. Estas  situaciones conducen a compartir, a la vez que cada intercambio de materiales  puede ayudar a cada niño a desarrollar un proyecto más variado y completo. 
                                Para el maestro  puede ser útil primero decirles a los niños que intercambien o roten el uso de  los materiales. Sin embargo, eventualmente sería mejor lograr que los niños  mismos reconocieran las oportunidades de negociar entre ellos y de solicitar  intercambios o tomar turnos para usar los materiales. Al permitirles tomar  opciones reales cuando les responden a los demás y enseñarles a respetar las  opciones de los otros, el maestro ayuda a los niños a aprender a tratar  directamente con sus pares, en lugar de contar con un adulto para poder  compartir. 
                                Trabajando con  niños individualmente o en grupos pequeños, los maestros pueden demostrar  (modelar) y guiar el aprendizaje de habilidades de intercambio específicas,  tales como cómo pedirle a un par que haga trueque con uno, contestar  claramente, seguir los deseos del compañero con quien se negocia y responder  asertivamente si alguien está rompiendo las reglas del intercambio justo. 
                                Las oportunidades  para realizar negociaciones encajan fácilmente en las actividades diarias del  aula. Por ejemplo, el maestro puede repartir sombreros de diferentes colores  para preparar un juego o una canción y darle a los niños la oportunidad de intercambiar  sombreros antes de que el juego empiece. Cuando los niños aprenden las  habilidades de negociar en estas actividades estructuradas de grupo,  encontrarán luego muchas oportunidades de negociar en su tiempo de juego libre.  Entonces, el maestro puede estimular y dirigir los intercambios en este  espacio, al tiempo que señala los beneficios mutuos. 
                                Enséñeles a los niños a tomar turnos de manera justa. 
                                Tomar turnos es una  manera de compartir materiales. Aunque no debe ser utilizada en exceso como  sustituto de formas más interactivas de juego, puede ser a veces necesario,  como sucede en muchos juegos estructurados (con reglas) o cuando sólo un niño  puede usar una parte del equipo en un momento (Ej. un columpio). 
                                El tomar turnos  proporciona las oportunidades para practicar varias habilidades implicadas en  el compartir. Por ejemplo, en lugar del maestro asignar turnos de forma  repetitiva y continua, puede ayudar a los niños a que aprendan a pedir los  turnos entre sí. De esta forma les permite comenzar y participar en el proceso. 
                                Si el maestro  observa que un menor termina de jugar con un objeto antes de que su turno  termine, puede sugerirle que se lo ofrezca al otro niño que está esperando su  turno. En este caso, el niño presentará muy poca resistencia para hacer la  oferta y el otro la aceptará gustosamente. Situaciones como ésta proveen la  práctica de las habilidades sociales y son una experiencia social positiva para  todos los niños. Así, en el contexto de la vida real el maestro ayuda a los  niños a aprender a ofrecer cosas a los otros y a mostrar agradecimiento. 
                                Tomar turnos  también representa una oportunidad de resolver problemas de manera justa, ya  que a menudo involucra reglas estrictas y apunta a proporcionar acceso  equitativo a los recursos o las actividades. 
                                Es importante para  los niños aprender a ser capaces de darle el turno a un compañero y evitar  volverse demasiado posesivos sobre su turno (Por ejemplo, para evitar “alargar”  el turno). También es importante para los niños poder defenderse ante alguien  que intenta tomar una ventaja injusta en una situación de administración  conjunta de los turnos (Por ejemplo, resistirse a permitirle a otro niño  apropiarse de su turno). El maestro tiene la oportunidad de crear un ambiente  en el que los juegos justos sean la norma y el tratamiento injusto hacia otros  no esté permitido por el maestro o por los otros niños. 
                                Modele y reconozca las conductas relacionadas con el  compartir. 
                                Los maestros son  modelos de roles poderosos cuando despliegan empatía y conductas prosociales en  el aula de clase hacia otros adultos y hacia los niños. Es probable que los  niños imiten el compartir y las conductas cooperativas que observan, sobre todo  si conocen a la persona que está modelando la conducta y tienen una buena  relación con dicha persona (Yarrow, Scott, & Waxler 1973). 
                                Cuando los maestros  describen las intenciones prosociales que sustentan sus acciones, refuerzan el  efecto del modelaje. Por ejemplo, un maestro puede decir, "voy a darle  parte de nuestro papel rojo a la Señorita Gómez. Sé que ella lo apreciará. A la Señorita Gómez y a  mí nos gusta ayudarnos". 
                                Los maestros pueden  resaltar los comportamientos positivos, comentándolos y mostrando aprobación de  la conducta espontánea de compartir por parte de los niños. Pueden hacer  comentarios sobre las consecuencias positivas de compartir y cooperar en el  aula de clase. En actividades de grupo o proyectos, en lugar de enfocarse en  las actuaciones individuales de los niños, el maestro puede dar énfasis a lo  bien que los niños trabajan juntos y cómo comparten materiales. 
                                Además de estimular  a los niños en general en relación con este aspecto, el maestro puede reconocer  ejemplos espontáneos particularmente buenos de compartir. Por ejemplo, puede  decir, “Pedro, fue muy bueno de tu parte darle a Jaime algunos de los bloques  que estabas usando. Ya que compartiste los bloques, él puede ayudarte a  construir una gran torre. Muy buen Trabajo en equipo". El maestro podría  continuar su labor, motivando también a Jaime a que muestre específicamente su  agrado hacia Pedro por compartir los bloques. Los reconocimientos del maestro y  de los pares no sólo sirven como recompensas sociales sino que también señalan  los beneficios intrínsecos y los buenos sentimientos que el compartir puede  proporcionar. 
                                Puntos para recordar 
                                • Reduzca el  énfasis en las posesiones. En cambio, dé énfasis al valor de las experiencias,  las relaciones y los aspectos del mundo natural. 
  • Estimule el uso  de materiales complementarios y reduzca la importancia del control individual  sobre los objetos. Evite restringirse simplemente a la opción de proporcionar  recursos extras o asignar turnos de manera rutinaria. 
  • Fije pautas sobre  los juguetes traídos de la casa. Limite el tipo y número de artículos que  pueden traerse del hogar y asegúrese de que se usen de una manera socialmente  constructiva. 
  • Anime la  negociación independiente sobre el uso de materiales. Enséñeles a los niños a  solicitar y hacer ofertas de modo que respeten mutuamente sus opciones. 
  • Reconozca el  derecho de los niños de optar por no compartir, en algunos casos. Evite obligar  a los niños a ceder un objeto en el nombre del "compartir". Enseñe a  los niños que decir "no" está bien y ayúdeles a aprender a aceptar el  "no" por respuesta. 
  • Agregue  incentivos extras para compartir. Si es necesario, establezca contingencias  (normas o respuestas especiales para la situación) que aumenten la motivación  de los para niños empezar a compartir. 
  • Enseñe a los  niños habilidades relacionadas con el compartir voluntario y el intercambio  justo. Estimule el trueque durante las actividades diarias. 
  • Enseñe a los  niños a tomar turnos de manera cooperativa y justa. Guíelos para solicitar u  ofrecer turnos y responder asertivamente ante el tratamiento injusto. 
                                IV - Enseñando  habilidades de asertividad 
                                Raquel y Mauricio  estaban jugando alegremente con una nueva plastilina casera que habían ayudado  a hacer. Miguel vino hasta la mesa y le gritó a Mauricio, "Dame eso",  y cogió toda la plastilina que Mauricio estaba usando. Mauricio agachó la  cabeza y se alejó calladamente de la mesa. Luego, Miguel le dijo a Raquel,  "quiero el rodillo", y se lo arrebató. Raquel corrió llorando a  decirle al maestro que Miguel le había arrebatado su rodillo. ¿Cuáles de estos  niños carecen de habilidades orientadas a la exigencia de respeto? ¿Qué puede  hacer el maestro para ayudarles? 
                                  La asertividad  consiste en la capacidad para expresar las necesidades y los sentimientos de  uno eficazmente y defender sus derechos, a la vez que respeta los derechos y  los sentimientos de los otros. Para los niños, así como para los adultos, la  asertividad representa una alternativa socialmente deseable que está entre los  extremos de la agresión (donde no se tienen en cuenta los derechos de los  otros) y la sumisión o pasividad (donde no se tienen en cuenta los derechos de  uno). 
                                  La asertividad les  proporciona también a los niños una alternativa ante la dependencia excesiva de  los adultos para resolver sus problemas sociales. En el contexto de la  prevención de la violencia, el entrenamiento en la asertividad para los niños  tiene tres funciones importantes: 
                                1. Les ofrece a los  agresores potenciales una manera no agresiva y socialmente responsable para  lograr sus metas. 
                                  2. Les proporciona  a las víctimas potenciales una manera no agresiva de evitar represalias, la  retaliación. 
                                  3. Evita que los  actos agresivos sean premiados a través de la sumisión de los pares. 
                                  Enseñar a los niños  pequeños a usar y a valorar las conductas asertivas puede ayudar a prevenir  tanto la agresión como las represalias, en el presente y en el futuro, a medida  que los niños desarrollan y aumentan conductas sociales cada vez más maduras. 
                                  Lo que la  investigación nos dice. 
                                  La investigación ha  demostrado el valor potencial de las conductas asertivas para prevenir la  violencia e indica las habilidades específicas importantes para que los niños  las desarrollen. 
                                Razones para  enseñar habilidades de asertividad a los niños. 
                                No es de extrañar  que a los niños les falten a menudo habilidades de asertividad, considerando  que a muchos padres y maestros les faltan estas mismas habilidades. Sin  embargo, los niños pequeños tienen mayores probabilidades que los adultos de  encontrarse cara a cara con situaciones en las que se requiere la asertividad -  como cuando los pares los atacan, se entrometen en sus juegos o les arrebatan  sus juguetes. 
                                  Múltiples  habilidades de asertividad son necesarias cuando los niños quieren participar  en un juego con otros, tener un turno o conseguir ayuda. En un estudio  realizado, los niños pequeños en la guardería experimentaron más de nueve  conflictos con sus pares por hora, principalmente relacionados con las  posesiones (Ross y otros. 1990). En otro estudio de las conductas de los  preescolares, aproximadamente el 80% de todos los actos agresivos observados  fueron premiados directamente por reacciones de la víctima tales como, ceder  objetos, llorar o retirarse corriendo (Patterson, Littman, & Bricker 1967). 
                                Sin embargo, los  niños típicamente reciben muy poco apoyo para aprender maneras apropiadas y  eficaces de actuar o de responder en estas situaciones. Es probable que se  regañe al agresor por lesionar a otro, pero no se le enseña qué hacer en cambio  (Ej. cómo pedirle un turno a otro niño, en lugar de empujarlo fuera columpio). 
                                A menudo, se premia  a la víctima por estar desvalida y ser dependiente, en vez de enseñarse a  defenderse del agresor. Cuando los niños lloran o "se quejan", los  adultos a menudo les brindan su apoyo compasivo, les hablan y resuelven su  problema (Ej. diciéndole al agresor, "heriste sus sentimientos", y  quitando al agresor del columpio). 
                                Otro problema común  es que los adultos pueden permitirle al agresor tener éxito, o decirle a la  víctima que se rinda ante una demanda irracional en nombre de guardar la paz o  promover la adaptación de todos. En el estudio citado, cuando los niños  pequeños tenían un conflicto por un juguete, el 90% del tiempo la madre le dijo  a su propio niño que le permitiera al otro tener el juguete, sin tener en  cuenta la propiedad, la posesión o la manera en que el niño había intentado  obtener el juguete (Ross y otros. 1990). 
                                Las razones que las  madres dieron a sus niños para explicarles por qué debían ceder ante sus pares  de juegos fueron completamente incoherentes con respecto a cualquier principio  que pudiera ayudarles a los niños a entender sus propios derechos o los  derechos de otros. Aunque las madres dicen a menudo que estimulan a sus niños  para que se defiendan, tal estímulo fue raro en este estudio. 
                                Se ha demostrado  que la conducta social asertiva en los niños se relaciona positivamente con la  sana adaptación en el ambiente escolar (Cartledge & Milburn 1980). Sin  embargo, en términos generales las habilidades asertivas específicas no son  aceptadas como importantes para los niños. En el caso de responder para defenderse  ante una agresión, los investigadores y los profesionales de diversas áreas han  considerado a menudo que la respuesta más apropiada para un niño pequeño es  "decirle a una persona mayor". 
                                Muy poco  reconocimiento se ha dado al hecho de que negarse a someterse ante las demandas  inapropiadas y frecuentes de los pares es una habilidad social importante.  También es importante saber como decir "no" de una manera aceptable,  incluso ante demandas adecuadas. Los niños pequeños, sin embargo, creen casi  universalmente que los adultos esperan que ellos siempre asientan cuando les  pidan algo de buena manera (Arezzo 1991). 
                                Las destrezas  sociales que se enseñan típicamente en los programas de habilidades incluyen  aprender a decir "no" sólo en el contexto de no meterse en problemas.  De hecho, el único entrenamiento extendido en asertividad para los niños ha  surgido de los esfuerzos por enseñarles a los niños a decir "no" a  las drogas y al abuso sexual. 
                                Para poder  defenderse eficazmente en tales situaciones críticas, los niños deben aprender  que tienen derecho a decir "no" y también cómo hacerlo en una amplia  gama de situaciones cotidianas. Los adultos también deben reconocer los  derechos fundamentales de los niños para expresarse y ser escuchados en un rango  mucho más amplio de contextos sociales que sólo protestar contra el abuso o las  drogas. 
                                Quizás hemos pasado  por alto las necesidades de asertividad de los niños pequeños porque hemos  sobrevalorado la complacencia, la aceptación y el "ser formales"(  "ser buenos niños"). Pero no hay ningún conflicto inherente entre el  que los niños aprendan a defenderse apropiadamente y su desarrollo de las  habilidades y las actitudes para cooperar y compartir. 
                                Paradójicamente, al  permitirles a los niños la opción de decir “no”, podemos aumentar su  disposición para decir "sí". Los maestros ayudan a que los niños se  comporten de una manera realista y con confianza en sí mismos al enseñarles  habilidades de asertividad por medio de las cuales reconocen su derecho de  escoger alternativas, en lugar volverse víctimas crónicas o agresores  recurrentes. 
                                Los niños que son  excesivamente sumisos e incapaces de defenderse ante la agresión tienen grandes  probabilidades de ser victimizados. En campos experimentales de juego para  niños pequeños que no se conocían previamente, aquellos que inicialmente  mostraban niveles bajos de conductas asertivas y niveles altos de conductas  sumisas posteriormente se convirtieron a menudo en el blanco de la agresión y  cada vez fueron más victimizados (Schwartz, Dodge, & Coie 1994). 
                                Los niños que no  tienen las habilidades sociales para comenzar una interacción, pedir lo que  necesitan o expresar sus sentimientos, en vez de lograr esto, pueden recurrir  cada vez más a arrebatarle los objetos a sus compañeros, a irrumpir en sus  relaciones con ellos, a atacarlos físicamente o a retirarse de los juegos con  sus pares. 
                                A menos que las  carencias iniciales en asertividad se corrijan, estas conductas negativas  pueden llevar a un ciclo vicioso de relaciones cada vez más precarias con los  pares, baja autoestima y conductas negativas crecientes(Combs & Slaby  1977). Por esta razón, es importante para los maestros que trabajan con niños  pequeños intervenir de manera activa con el fin de desarrollar las habilidades  relacionadas con la asertividad, sobre todo cuando los déficits iniciales son  muy claros. 
                                En relación con la  asertividad y la aceptación, los adultos no tratan a los niños y niñas de forma  equivalente. Las niñas tienden a recibir mayores estímulos de los adultos para  sacrificarse y someterse que los niños. Por ejemplo, en el estudio de niños  pequeños citado antes, las madres les dijeron a sus hijas que cedieran ante un  compañero de juegos tres veces más a menudo que a sus hijos (Ross y otros.  1990). 
                                Los maestros y  padres deben estar atentos para evitar reforzar los prejuicios sociales sobre  la adecuación de la sumisión de las niñas y la agresividad de los niños, sin  que sea ésta su intención. Para neutralizar la practica común de estos tipos de  relaciones, es importante enseñarles habilidades de asertividad tanto a los  niños como a las niñas. 
                                Al aprender  asertividad, los niños son empoderados (5) para lograr sus propias metas  sociales de manera más eficaz. Por ejemplo, un niño tiene más probabilidad de  asumir un papel activo en darle forma a las actividades de juego según su  propio gusto cuando puede expresar sus ideas y deseos eficazmente a sus pares. 
                                Defenderse ante la  agresión o las imposiciones, al contrario de someterse, tiene como resultado  factible la disminución del ser molestado por los demás. Estas consecuencias  benéficas no dependen de la presencia de los adultos para aportar sus  recompensas. Las respuestas favorables de los pares y el éxito en alcanzar las  metas propias son los incentivos más poderosos para promover el uso a largo  plazo de estas habilidades. 
                                La enseñanza de la  asertividad es consecuente con el propósito de valorar y generar la confianza y  la fe de los niños en sí mismos. El niño con habilidades de asertividad aprende  a confiar en sus propios sentimientos y juicios y evita la dependencia excesiva  de la aprobación de los adultos o los pares. El entrenamiento en la asertividad  también es una herramienta para que los niños aprendan a resistirse la presión  de los pares para hacer cosas que ellos sienten que están equivocadas, que son  peligrosas o que simplemente no quieren hacer. 
                                Las habilidades de  asertividad pueden incluso ayudar a los niños pequeños a resistirse a imitar  conductas problemáticas o violentas de los pares. Enseñar a los niños a  resistirse la presión de los pares y pensar y actuar por sí mismos en lo que es  correcto y lo que es seguro, evidentemente debe ser incluido en cualquier  esfuerzo educativo de prevención de la violencia. 
                                Valorar la  asertividad de los niños no desconoce la autoridad del maestro (o de los  padres) para fijar reglas y requisitos y tomar decisiones sobre las que los  niños no tienen opción. Al diferenciar claramente los requisitos de las  opciones, el maestro ayuda a los niños a aceptar la autoridad legítima,  mientras también aprenden asertividad. 
                                Para comunicar esta  diferencia, los maestros deben presentar los requisitos, las reglas y las  contingencias (6) como afirmaciones claras; no como preguntas o afirmaciones  que terminan en “¿está bien?”. Las preguntas para las que hay sólo una  respuesta correcta pueden ser confusas e injustas para los niños, así como  contradictorias a la intención de darles opciones reales. Por ejemplo, un niño  puede pensar que tiene alternativas cuando se le pregunta, "¿no te  gustaría colgar tu chaqueta?" o “colguemos tu chaqueta, ¿está bien?”. 
                                Para evitar la  ambigüedad el maestro puede decir, "debes colgar tu chaqueta"  (afirmación); o "cuando cuelgues tu chaqueta, puedes unirte al juego"  (contingencia). Los maestros deben darles tantas opciones reales a los niños  como sea viable – expresadas claramente como alternativas - pero deben evitar  hacer seudo-preguntas cuando no hay una opción real. 
                                En sus relaciones  con los pares, así como con los adultos, los niños no siempre pueden tener una  opción para escoger. A veces, es necesario que los maestros impongan reglas  sobre dividir los recursos, tomar turnos u otros aspectos sociales. Estas  situaciones deben distinguirse claramente para los niños de aquellas en las que  se les permiten pedir cosas y tener opciones sociales reales que serán  respetadas por los otros niños y por el maestro. Por ejemplo, un maestro podría  decir, "voy a dividir la plastilina para que los dos tengan  suficiente", en lugar de preguntar, "¿no crees que debes compartir  con Miguel?" y luego dividir la plastilina, sin tener en cuenta la  respuesta del niño. 
                                La asertividad como  una gama de habilidades específicas. 
                                La asertividad  eficaz requiere una variedad de tipos específicos de conductas verbales y no  verbales que deben ser adaptadas según las diferentes situaciones sociales. No  es probable que estas habilidades sean adquiridas por los niños a través de la  observación cotidiana, debido a que las interacciones asertivas aportadas por  el ejemplo espontáneo de los mayores son escasas y las que ocurren pueden ser  demasiado sutiles como para ser modelos eficaces para los niños pequeños. 
                                Además, hay muchos  modelos notorios de conductas no asertivas. Por ejemplo, Bert de “Plaza Sésamo”  normalmente no es asertivo y es ineficaz al enfrentarse con las conductas  audaces de Ernie. En un estudio realizado, los niños de escuela primaria  generaron espontáneamente muy pocas soluciones específicamente asertivas ante  sus problemas sociales. Sin embargo, una vez se les describieron soluciones  asertivas junto con otras opciones, ellos prefirieron muy claramente las  soluciones asertivas (Rathjen, Hiniker, & Rathjen 1976). Aunque a los niños  les falta a menudo el conocimiento de las posibles conductas asertivas que  pueden usar, generalmente son receptivos para aprender estas habilidades. 
                                Hacer advertencias  generales a los niños pequeños para que "cooperen" o "traten de  solucionar" algún conflicto, no es de ningún valor para ayudarles a  aprender nuevas habilidades sociales, concretamente porque estas habilidades  son más complejas de lo que parecen en principio. Consideremos, por ejemplo, el  caso de los niños de un jardín infantil intercambiando juguetes según los  principios ideales de la asertividad: 
                                • Si Sara desea un  intercambio con David, lo mira, lo llama por su nombre y le pide apropiadamente  que intercambien. 
  • David contesta  rápida y claramente. 
  • Sara espera la  respuesta de David antes de actuar. Si ella no lo hace, David le dice  amablemente que espere. 
  • Si David está de  acuerdo en negociar, intercambian los juguetes (Sara no puede retirar su oferta  a estas alturas), y se dan las gracias. 
  • Ambos niños  entienden que David tiene derecho de decir "sí", o “no” y que puede  decir “no” de manera firme pero amable, si decide rechazar la solicitud. 
  • Si él rechaza la  petición, Sara acepta su respuesta de buena gana diciendo, "está  bien". 
  • Si Sara intenta  forzar el intercambio con David, él repite firmemente que no quiere negociar y  se aferra a su juguete. (En este caso, David habla directamente con Sara y no  busca la ayuda de un adulto.) 
                                Además de aprender  la sucesión de pasos y las palabras correspondientes, los niños aprenden el  lenguaje corporal y el tono de voz adecuado para cada situación. Incluso los  niños de 2 ó 3 años de edad, con una guía considerable pueden empezar a aprender  los aspectos y los beneficios básicos del intercambio, cuando este es visto  como una serie de habilidades sociales específicas factibles de ser enseñadas. 
                                Pautas de  Enseñanza. 
                                Los niños pequeños  pueden aprender las habilidades de asertividad enumeradas a continuación, pero  necesitan una práctica gradual con asesoría. Los maestros pueden proporcionar  esta ayuda por medio de técnicas de instrucción comprobadas que incluyen las  demostraciones (el modelaje), los ejercicios con asesoría, los juegos de roles  y la respectiva retroalimentación. Usando estas técnicas juntas y de manera  complementaria la efectividad aumenta al máximo (1) durante sesiones de  práctica estructuradas, con el grupo entero o con grupos más pequeños de dos a  cuatro niños y (2) durante "práctica en la vida real" en la escena de  situaciones sociales que ocurran naturalmente. 
                                Reconozca las  conductas asertivas claves que necesitan los niños. 
                                  Al practicar  conductas asertivas proactivas, el niño comienza una interacción social. Al  llevar a cabo asertivas reactivas, el niño responde a las acciones de otro. 
                                Conductas asertivas  generales. 
                                • Hablar y  responder directamente a los pares (evitar dirigirse a los adultos, excepto  como apoyo). 
  • Usar palabras,  además de gestos y acciones. 
  • Establecer  contacto visual; usar una voz clara, firme; sentarse o quedarse de pie. 
                                Conductas asertivas  proactivas. 
                                • Saludar a otros e  iniciar contacto social. 
  • Hacer peticiones  de manera cortés, usando “preguntas abiertas”. (Ej. para pedir un objeto, un  turno, ayuda, un favor, información, un permiso, una oportunidad de jugar con  alguien). Las peticiones u ofertas abiertas son aquellas que le permiten una  opción real a la otra persona para aceptar o rechazar. 
  • Ofrecer cosas de  manera cortes, de forma abierta (Ej. para ayudar, negociar, dar un objeto a  alguien, dar una oportunidad a alguien para hacer algo). 
  • Hacer sugerencias  amistosas (en lugar de exigencias imponentes). 
  • Expresar los  sentimientos, opiniones e ideas propias (sin menospreciar las de los demás). 
  • Mostrar interés y  estimular a otros. 
                                Conductas asertivas  reactivas. 
                                • Decirle  firmemente a un agresor que detenga los actos hirientes (Ej. decirle, “no me  pegues” o "deja de empujarme"!). 
  • Resistirse a  ceder objetos o territorio a un agresor (Ej. decir, "yo todavía estoy  usando esto", o "yo no me voy"). 
  • Negarse  firmemente a aceptar actos discriminatorios (Ej. decir, "deja de decirme  ese apodo!" o "no puedes decir que no se permiten niñas"). 
  • Defender otros  derechos personales y rechazar el tratamiento injusto (Ej. decir, "se te  olvidó mi turno" o "no se permite meterse en la fila"). 
  • Pedirle  educadamente a alguien que cambie una conducta molesta (Ej. decir, "por  favor deja de gritarme al oído"). 
  • Voltearse o  alejarse para ignorar comportamientos molestos rutinarios u otras conductas  provocadoras de los pares. 
  • No recibir  órdenes de pares mandones (Ej. decir, "no, yo quiero hacerlo a mi  manera"). 
  • Rechazar  educadamente la ayuda innecesaria (Ej. decir, "no gracias, yo puedo  hacerlo solo"). 
  • Responder rápida  y claramente a las preguntas, demandas y ofertas. 
  • Si se decide no  aceptar, decir "no" de forma educada a las demandas u ofertas. 
  • Después de hacer  una demanda, ofrecimiento o sugerencia que es rechazada, aceptar con buena  disposición el “no” como respuesta, diciendo "está bien". 
  • Mostrar  agradecimiento, cuando sea apropiado. 
  • Decir  "no" firme y persistentemente ante la presión de los pares para  portarse mal. 
  • Decir  "no" firmemente ante el abuso de poder de los niños mayores o de los  adultos (Ej. abuso sexual, abuso físico u otro maltrato) y buscar ayuda de un  adulto confiable. 
                                Estructure sesiones  de práctica de habilidades de asertividad. 
                                Las enseñanza de  habilidades sociales a través de prácticas estructuradas y juegos de roles  puede ser muy eficaz. Los maestros que estén interesados en usar estas técnicas  pero no tienen experiencia, pueden buscar asesoría y capacitación o trabajar  juntos para desarrollar métodos apropiados para su programa. Practicar con uno  o dos niños a la vez puede ayudar al maestro a adaptarse con mayor comodidad a  los métodos, antes de probarlos con un grupo más grande. 
                                Los preescolares de  mayor edad y los niños de jardín infantil pueden practicar las conductas  asertivas en actividades de grupo dirigidas por el maestro, empleando las  demostraciones (modelaje) y los juegos de roles. Primero. El profesor plantea  una historia o situación simple e hipotética y luego se demuestran las  conductas asertivas, a la vez que se contrastan con respuestas agresivas o  sumisas probables. 
                                La demostración  puede incluir la participación de un asistente del maestro, de un niño, de  muñecos o de títeres. Los niños que observan, ensayan a identificar y explicar  por qué una conducta dada es correcta (con los dedos pulgares hacia arriba) o  mala (con los dedos pulgares hacia abajo). Los niños usualmente disfrutan y  participan con mucha atención en estas demostraciones dramáticas (Arezzo 1991). 
                                Una vez que los  niños están familiarizados con la idea de los juegos de roles, pueden  participar sugiriéndole respuestas al maestro para que las dramatice. También  pueden tomar un muñeco o títere y actuar opciones diferentes por medio de los  juegos de roles, con la guía del maestro según sea necesario. Los niños y el  maestro pueden turnarse – mientras unos usan los muñecos o títeres para  ejecutar ciertos roles (Ej. un niño es el protagonista, hay varios pares o el  maestro que reaccionan), los otros responden al muñeco o títere de manera  directa y personal (sin títeres o muñecos) en un rol recíproco. 
                                  Por ejemplo, si la  situación se trata sobre resistirse a la presión de un par para portarse mal,  el maestro puede usar el muñeco primero para demostrar una respuesta sumisa  (Ej. Estar de acuerdo en portarse mal) y ayudar a los niños a reconocer las  consecuencias negativas. Luego, puede usar el muñeco para demostrar una  respuesta asertiva (Ej. Negarse a portarse mal, incluso bajo presión). 
                                Después, el maestro  puede usar el muñeco para interpretar un rol en el que un par le insiste a otro  niño para hacer algo malo en la clase, como jugar con fósforos o molestar a  otro niño. Entonces, el niño practica decirle al muñeco firmemente "no, no  lo haré!" e ignorar al muñeco volteándose hacia otro lado aunque el muñeco  esté burlándose. Este tipo de simulación es natural y motivante para los niños  menores. 
                                Durante los juegos  de roles, se les da a los niños retroalimentación de soporte y se les ayuda a  entender primero los rasgos principales y luego los puntos más sutiles para  responder de manera asertiva en una situación dada. Los juegos de roles les  permiten a los niños observar o representar las conductas asertivas, ver las  posibles consecuencias y evaluar qué tan bien funcionaron las conductas  asertivas. 
                                Una demostración de  juegos de roles puede representar un títere de una niña (sostenido por uno de  los niños) jugando con bloques pequeños. Un títere de un niño (sostenido por el  maestro) tiene mucho deseo de jugar con los bloques. ¿Qué puede hacer? El  maestro puede dramatizar que el títere del niño dice, “dame esos bloques!” y arrebata  los bloques. ¿Cómo se siente el títere de la niña? (El niño puede representar  cómo podría reaccionar el títere de la muchacha). 
  ¿Qué piensan los  niños de la manera en que actuó el títere del niño? ¿Qué más puede hacer el  títere? El maestro puede dramatizar que el niño se sienta callado y mira hacia  abajo tristemente. ¿Sabe el títere de la niña que él quiere jugar con los  bloques? El títere de la niña puede decir, "no, yo no sé que quiere".  ¿Qué piensan los niños sobre el que no dice nada? ¿Qué más puede hacer él? El  maestro puede hacer que el títere del niño le pida algunos bloques de buena  manera a la niña. 
                                ¿Cómo se siente  ahora el títere de la niña acerca del niño? ¿Qué piensan los niños cuando el  títere del niño pregunta de buena manera? 
                                Este tipo de  demostración puede expandirse en los días siguientes para incluir la  demostración y la práctica de decir “no”, de buena manera (en contraste con  decir, “no” de manera grosera o aceptar algo que uno no quiere hacer); aceptar  el “no” como respuesta diciendo, "está bien" (en contraste con  protestar o suplicar); u ofrecer jugar juntos, negociar o hacer otro  compromiso. Los niños empiezan el juego de roles con el maestro y luego  progresan hacia el juego de roles con sus pares. 
                                Al demostrar las  conductas agresivas o groseras, el maestro debe plantear algún tipo de  restricción para reducir el riesgo de imitación. Por ejemplo, puede decir  "fingiremos que el muñeco le está pegando", y sólo mueve el brazo del  muñeco y hace un ruido gutural para que parezca así, pero sin contacto real. 
                                Cuando cada uno de  los niños toma su turno para el juego de roles, el maestro los dirige mientras  practican sólo las conductas asertivas apropiadas, en lugar de las conductas  indeseables. Sin embargo, un niño podría representar conductas agresivas o  sumisas espontáneamente en la situación del juego de roles. Cuando esto suceda,  es útil salirse de la escena y mostrarle las consecuencias negativas para otros  o para el mismo. 
                                Luego, el niño  debería terminar siempre practicando una respuesta asertiva deseable para la  misma situación, con la guía del maestro o de los pares de clase si es  necesario. Por ejemplo, un niño puede responder a un presunto golpe del muñeco  devolviendo el golpe. El grupo puede hablar entonces sobre lo que podría pasar  en una situación real como efecto de esto (Ej. los dos pueden tener una gran  pelea y pueden aporrearse o los dos pueden tener problemas). Ahora, el niño  debería practicar, decirle al muñeco asertivamente, "no me pegues!"  sin recurrir a la retaliación física ni a las represalias. 
                                Hacer una cartelera  grande con tres caras dibujadas puede ayudar a la participación de los niños en  estos ejercicios en el nivel de jardín infantil (Arezzo 1991): 
                                - La asertividad  (en el centro) se representa con una cara agradable, con los ojos abiertos y la  boca parcialmente abierta y se le coloca un letrero al pie: "Preguntar de  buena manera / Responder de buena manera". 
                                  - La agresividad se  representa con una cara enfadada, y se escribe al pie: "Decir de manera  Grosera / Hiriente". 
                                  - La sumisión, o  pasividad, se representa con una cara con las manos cubriendo los ojos y la  boca cerrada y se rotula: "Ceder / Entregar". 
                                  Las características  de las caras y las palabras comunes que corresponden a sus letreros ayudan a  los niños pequeños a entender el concepto de asertividad y sus alternativas. 
                                  Los niños pueden  apuntar a la cara apropiada y aprender las rotulaciones o caracterizaciones de  cada cara, a medida que identifican diferentes conductas simuladas. Algunas  situaciones requieren conductas proactivas. Por ejemplo, cuando una persona  necesita ayuda, decir "por favor, ayúdeme" es una respuesta asertiva  representada por la cara “preguntar de buena manera”. 
                                Las exigencia  impositiva de ayuda en esta situación sería representada por la cara “grosera”  y quejarse desvalidamente sería representada por la de “ceder”. Otras  situaciones requieren conductas reactivas. Por ejemplo, si un par de juegos  está intentando quitarle el turno a un niño, el decirle "es mi turno"  sería representado por la cara de “responder de buena manera”; golpear al par  de juegos sería representado por la cara “responder de manera grosera /  hiriente” y permitirle dócilmente al par de juegos quitar el turno de uno sería  representado por la cara de “ceder”. 
                                Después de que los  niños aprenden las bases, el maestro puede variar las miradas, el tono de voz y  el lenguaje corporal como parte del juego para ayudarles a aprender a  identificar específicamente lo que se necesita para lograr los objetivos de  preguntar de buena manera o responder de buena manera. 
                                En su libro  “Programa de Habilidades para la infancia temprana”, McGinnis y Goldstein  (1990) presentan una guía útil para enseñarle a los niños de preescolar y  jardín infantil habilidades prosociales y el manejo de problemas de comportamiento.  Las habilidades sociales que se enseñan en este programa de ejercicios incluyen  las técnicas discutidas aquí. 
                                Los autores usan la  expresión “hablar de manera firme” en lecciones diseñadas para ayudar a los  niños a aprender a responder ante la presión para portarse mal y para  enfrentarse con el ser molestado. Hacen referencia a la distinción entre una  "mirada firme y enérgica" y una "voz enérgica" y una mirada  amistosa y una de enfado. También presentan otros tipos de conductas asertivas,  incluidas el decir “no” y hacer peticiones u ofertas. Utilizan además dibujos  de caras para representar respuestas, como sonreír, alejarse (es decir,  ignorar), pensar, tomar una respiración profunda y hacer una pregunta. 
                                Las sesiones de  práctica estructuradas también pueden incluir actividades especialmente  diseñadas que permitan enseñar y practicar conductas asertivas particulares.  Por ejemplo, las actividades que estimulan o requieren el intercambio como  medio de enseñanza de habilidades asertivas de negociación son importantes. Los  niños pequeños pueden aprender a hablar por sí mismos, diciendo cada uno  "es mi turno", mientras el maestro les lanza una pelota de manera  entusiasta. 
                                Cuando el maestro  (deliberadamente) se salte el turno de un niño, él puede aprender a corregirlo  educadamente. Después, con la debida asesoría de parte del maestro, cada niño  puede pedirle a un compañero que le lance la pelota o preguntarle, "¿la  quieres coger?" antes de lanzarla. Para niños de 4 a 6 años de edad, juegos como  la lotería proporcionan oportunidades de practicar intercambiando las fichas  antes de que el juego empiece, ofreciendo ayuda (Ej. "¿puedo poner esta  ficha por ti?”) y rechazando la oferta educadamente (Ej. "no, gracias, yo  puedo ponerla solo"). 
                                Las sesiones estructuradas  son un buen espacio para introducir y practicar las habilidades de asertividad,  debido a que en ese momento los niños no están cargados emocionalmente y  permiten todo el apoyo del adulto que sea necesario. 
                                Por supuesto, estas  habilidades sólo tendrán beneficios duraderos si los niños pueden usarlas  espontánea y eficazmente en sus vidas fuera de las sesiones de práctica  estructuradas. Entrenar y practicar en situaciones que ocurran naturalmente  puede ayudar a lograr esta meta. 
                                Apoye a los niños  para aplicar las habilidades de asertividad en sus interacciones cotidianas. 
                                Al brindar asesoría  a los niños, el maestro interviene y les brinda una guía directa en las escenas  de situaciones sociales que ocurran naturalmente en el aula de clase. Las  situaciones en las que se presentan sentimientos y consecuencias reales  aumentan la motivación de los niños para aprender. Los maestros pueden  aprovechar de manera eficaz su asesoría en esos casos, aún si deciden no  realizar sesiones de práctica estructuradas. 
                                Al principio el  maestro debe modelar las palabras exactas para que el niño repita. Después el  niño puede requerir sólo una breve señal y, eventualmente, no se requerirá  ninguna intervención de su parte. El maestro puede intervenir antes o  inmediatamente después de que el problema ocurra. 
                                El maestro puede  interrumpir una interacción social que parece que se convertirá en problema,  antes de que esto suceda y hacer pensar a los niños en conductas asertivas para  prevenir el resultado previsto. Por ejemplo, si un niño parece estar listo para  interferir en un proyecto de grupo, el maestro puede interrumpir y ayudar a ese  niño a encontrar una manera de serle útil al grupo (Hazen, Black, & Fleming  Johnson 1984). 
                                Si un niño parece  disgustado y se prepara para pegarle a un par que ha tomado algo suyo, el  maestro puede pararse entre ellos y expresar, “puedes recuperarlo y decirle,  “yo todavía estoy usándolo. Por favor, devuélvemelo!”” El maestro puede, luego,  ayudarle a continuar sus acciones sin agresión. Si un niño demasiado sumiso  parece estar a punto de ceder ante una demanda irracional de un par imponente,  el maestro puede plantearle que está bien que diga, "no, yo no  quiero" y, luego, brindarle apoyo mientras lo hace de forma asertiva.  Después, puede sugerir al otro niño cómo convertir su tono mandón en una  solicitud amistosa. 
                                Un segundo tipo de  práctica en la vida real puede llamarse repetición correctiva al instante.  Inmediatamente después de que una interacción social problemática ha ocurrido,  el maestro puede intervenir y hacer que los niños repitan la escena ahí mismo  para practicar conductas asertivas alternativas que eviten que el agresor  reciba una recompensa. Por ejemplo, Carola tumba a Juan fuera de su silla,  después de lo cual Juan cede la silla y permanece observando, mientras se  muestra aburrido. 
                                El maestro puede  decir, "Esperen un minuto. Probemos eso de nuevo". Primero se  dirigiría hacia la víctima. Después de hacer que Juan se siente otra vez en su  silla, le diría, "si alguien intenta tomar tu silla sin preguntar, puedes  quedarte allí y decirle, yo estoy sentado en esta silla". Sólo después de  que Juan hubiera practicado dicha respuesta asertiva, el maestro guiaría a  Carola para pedirle apropiadamente la silla o para solicitar intercambiar las  sillas. 
                                Juan podría  necesitar que se le recordara que puede decir “no”. Luego puede escoger entre  ceder la silla, (esta vez de manera voluntaria) y practicar el decir “no"  educadamente. Carola practicaría el mostrar agradecimiento o aceptar su “no” diciendo,  "está bien", todo con la guía del maestro si fuera necesario. Así,  ambos niños tendrían la oportunidad de practicar y observar los beneficios  particulares de las habilidades de asertividad, precisamente cuando tienen una  necesidad real e inmediata de esas habilidades. 
                                La repetición  inmediata es particularmente útil cuando una nueva situación de conflicto  surge, para permitir una demostración clara de las respuestas alternativas que  no habían sido previamente discutidas. Sin embargo, podría ser necesario  postergar las dramatizaciones en situaciones específicas, si el maestro decide  aplicar una consecuencia inmediata ante la agresión, ya sea como parte de las  normas del aula o al seguir un plan de conducta individualizado. 
                                Algunos maestros  son renuentes a intervenir directamente en las situaciones de conflicto de los  niños. Piensan que lo mejor es permitir que “ellos mismos lo solucionen”. En  algunas situaciones la postura de esperar y observar es apropiada. Sin embargo,  si el maestro no hubiera intervenido en el ejemplo anterior, Carola se habría  beneficiado de tumbar a Juan de su silla, y él se habría mostrado como un  blanco fácil para maltratos posteriores. 
                                Dada la ausencia de  una intervención constructiva de parte del maestro, estos patrones  probablemente se perpetúan. En el ejemplo citado, el maestro no regañó ni  castigó a ningún niño. En vez de esto, aprovechó la ventaja de una situación de  la vida real para mostrarles alternativas asertivas a los dos niños y les dio  la oportunidad de practicar estas habilidades y ver su utilidad. Obviamente,  los maestros deben evitar la intervención excesiva o innecesaria y deben  reducir la frecuencia y magnitud de sus intervenciones a medida que los niños  aprenden a usar las habilidades sociales por su cuenta. 
                                En lugar de  intervenir inmediatamente, el maestro puede observar discretamente cómo  evoluciona una situación de conflicto antes de decidir si interviene, y de qué  manera. Sin embargo, cuando un niño muestra patrones graves de conducta agresiva,  es conveniente que el maestro responda de manera decidida como parte de un  plan, no sólo para interrumpir sino también para ayudar a cambiar las conductas  violentas. 
                                A menudo el maestro  no observa un conflicto directamente, pero un niño viene y le pone la queja. En  lugar de usar su autoridad para resolver el problema, el maestro puede asesorar  al niño para que intente resolver el problema por sí mismo. Cuando un niño se  lamenta ante el maestro, "ella se me está atravesando", el maestro  puede responder, "Entonces debes pedirle que se quite". Si el otro  niño comienza a quitarse con anticipación, el maestro puede detenerlo y  decirle, "espera! Primero él necesita practicar el pedirte que lo  hagas". Así, el maestro estimula la confianza del niño en sus propias  destrezas sociales, en lugar de recompensar la dependencia de los adultos para  resolver el problema. 
                                Algunas veces un  niño le permite a un agresor que le arrebate algo con facilidad. Cuando se le  propone resistirse, puede que diga, "está bien. Él puede cogerlo".  Entonces el maestro puede explicar, "Está bien dárselo, pero primero él  debe practicar el pedírtelo". Esta práctica ayuda al agresor a aprender  que debe solicitar de buenas maneras para conseguir algún objeto. 
                                Igualmente es importante que la víctima potencial  aprenda que tiene derecho a que se le pregunte y se le de una opción real.  Teniendo en cuenta este enfoque, y al no referirse nunca a esto como  “compartir”, los maestros desmotivan activamente el ceder objetos a un agresor.  Un concepto clave del entrenamiento de la asertividad a los niños pequeños 
                                 
                                está en enseñarles  a preguntarse directamente lo que quieren y a responderse directa y  apropiadamente. 
                                Algunos maestros  creen que enseñar a los niños a "preguntar de buena manera" sólo los  prepara para el rechazo doloroso de sus pares. Esto seria cierto si el maestro  no fuera más allá de motivar a los niños para preguntar de buena manera y los  dejara con la expectativa de que la respuesta siempre será "Sí". Sin  embargo, los maestros que han utilizado de manera sistemática un enfoque de entrenamiento  grupal en habilidades de asertividad como el descrito aquí, han encontrado que  los niños se benefician de aprender a preguntar de buenas maneras, a expresar  sus propios sentimientos y opciones de manera educada, y a reconocer los  derechos de otros respetuosamente. En éstos ambientes se oyen niños  recordándose espontáneamente, "necesitas preguntar de buena manera"  (Arezzo 1991). 
                                Enséñeles a las  víctimas a defenderse de manera asertiva ante la agresión. 
                                En la enseñanza de  respuestas asertivas a los niños ante la agresión física, la primera meta es  hacer que la víctima (o víctima potencial) responda rápida, directa, y  firmemente al agresor, en lugar de someterse, llorar, o decirle a un adulto.  Incluso puede enseñarse a niños de 2 años de edad a mirar fijo a un niño  agresor que los hirió para que le digan firmemente "No me pegues" o  ”No me patees”. Los niños mayores pueden decir, "Deja de pegarme! ¡No me  gusta eso" o "Eso me duele!". 
                                Hay varias ventajas  en hacer que la víctima le diga firme y directamente al agresor que se detenga.  La víctima muestra confianza en lugar de temor. Además, si el maestro no  observara la agresión, la fuerte afirmación de la víctima sirve para alertar al  maestro sobre el episodio (sin que el niño tenga que ir a ponerle la queja). 
                                Muchos niños  solicitan la ayuda y el apoyo del maestro cuando se golpean o son maltratados  por un par; incluso pueden exagerar o inventar tales situaciones. En cambio,  cuando los maestros ayudan a que los niños se defiendan asertivamente ante los  pares agresivos, desmotivan la dependencia excesiva de la intervención de los  adultos. Por supuesto, en los casos en que un niño se hiere de verdad  (físicamente o emocionalmente), el maestro puede intervenir directa e  inmediatamente. En otros casos, cuando un niño viene al maestro a informarle de  una agresión, puede acompañarlo a volver donde estaba y pedirle al niño que le  diga al otro niño que se detenga. Inicialmente, puede apoyarlo y guiarlo en  este esfuerzo. 
                                Los niños deben  saber que si la agresión persiste después de que ellos se han esforzado en  manejarla asertivamente, tienen el derecho de buscar la ayuda de un adulto y de  esperar su apoyo para resolver el problema. Si los intentos iniciales no tienen  éxito en detener a un niño agresivo, los niños pueden advertir a ese niño que  conseguirán ayuda (Ej. "Si no dejas de pegarme, le diré al maestro"). 
                                Puede ser de gran  utilidad practicar estas situaciones en sesiones estructuradas de juegos de  roles, con las siguientes instrucciones: primero, te defiendes del niño que  está hiriéndote; luego, si el niño no se detiene, le pides ayuda al maestro. Si  es necesario, los niños pueden practicar juegos de roles para solicitarle ayuda  al maestro de una manera asertiva (Ej. Diciendo firmemente, "Le dije a  David que se detuviera, pero sigue pegándome"), en lugar de llorar o  hacerse la víctima. En situaciones reales que surjan en el aula de clase, el  maestro puede brindarle apoyo al niño para que responda asertivamente, según lo  practicado. 
                                Tanto para los  niños como para los adultos, las respuestas asertivas ante un agresor no  siempre funcionan. Los menores necesitan entender este hecho de la vida. Sin  embargo, es importante que los maestros ayuden a los niños a sentirse fuertes y  bien consigo mismos cuando realizan opciones asertivas, incluso cuando al  hacerlo no ésta no funcionan de la manera ideal. Enfrentarse verbalmente a un  niño que está actuando como de manera agresiva no siempre resuelve el problema  inmediato, pero el niño se sentirá más fuerte y más independiente que si se  somete o le llora al maestro. 
                                Los maestros pueden  promover en los niños la motivación hacia esta actitud centrando su atención en  los sentimientos positivos implicados en defenderse por sí mismos. Con tal fin,  los guiones de los juegos de roles pueden incluir el hacer que los niños  busquen opciones asertivas no violentas y dramatizar que estas acciones no  funcionen para resolver el problema. Luego, hacer que los niños expresen sus  sentimientos buenos sobre sus opciones, a pesar del resultado no exitoso (Ej. diciéndose,  "No dejó de empujarme cuando yo le dije que se detuviera, pero me alegro  por haberme defendido solo"). 
                                  Los niños pequeños  se benefician de aprender y practicar respuestas asertivas ante las formas  típicas de agresión entre sus pares en el ambiente dirigido del aula o el patio  de recreo. Sin embargo, en ambientes sin supervisión en sus comunidades o en  casa, donde los peligros o la violencia potencialmente dañina puede ser una  amenaza seria, los problemas de seguridad deben ser una prioridad básica.  Siempre que cualquier arma o manifestación de violencia grave estén  involucradas, los niños deben evitar cualquier tipo de confrontación y, en  cambio, alejarse inmediatamente de ese ambiente, buscar resguardo y conseguir  ayuda. 
                                Los esfuerzos por  responder asertivamente ante individuos más poderosos, o sin las personas de  apoyo necesarias, es a menudo poco realista y puede ser peligroso para los  niños menores. Por consiguiente, los niños deben entender que incluso las  respuestas asertivas razonables pueden ser inseguras cuando se enfrentan a la  violencia o al tratamiento injusto desplegado por los adultos. 
                                A medida que los  maestros les enseñan a los niños a actuar asertivamente en ciertas situaciones,  también deben ayudarles a distinguir estas situaciones de otras que representan  peligros potenciales. Es importante estimular a los niños para llamar la  atención de los maestros u otros adultos de confianza ante situaciones  peligrosas, en lugar de intentar manejarlas ellos mismos, para que puedan recibir  ayuda o protección real. 
                                Enseñe respuestas  asertivas para los actos discriminatorios. 
                                Los actos que  reflejan discriminación o prejuicio son una fuente de tensión, hostilidad y  violencia verbal y, a menudo producen consecuencias graves que aumentan con la  edad. Los actos discriminatorios, incluyendo el molestar, la exclusión y los  apodos basados en cualquier aspecto de la identidad de una persona (Ej. género,  raza, etnia, discapacidad, religión, clase socioeconómica, apariencia física)  son una forma de conducta agresiva potencialmente tan perjudicial como la  agresión física y deben tratarse como tal. 
                                Cualquiera que sea  el método de manejo de conductas discriminatorias - y son diversas las opciones  - tiene como propósito intervenir inmediatamente, detener las conductas  inadecuadas y guiar el desarrollo prosocial de los niños (Derman Sparks & La Fuerza de Tareas A.B.C.  1989). 
                                Usualmente, los  actos discriminatorios son realizados en el preescolar por niños que no  entienden totalmente el significado o los efectos perjudiciales de sus  conductas. Los maestros de niños pequeños tienen la oportunidad de desmotivar  los prejuicios antes de que estén profundamente arraigados en el sistema de  creencias conductas del niño. Pueden ayudar mejor a los niños a entender las  diferencias entre las personas y a reconocer la naturaleza falsa de las  afirmaciones de los prejuicios (Ej. "Los mejicanos son sucios" o  "las niñas no pueden correr rápido"). Los niños pueden aprender sobre  el poder de ciertos tipos de insultos verbales para herir a las personas y sus  propios derechos de defenderse ante tales insultos. 
                                Como parte de su  esfuerzo de prevención de la violencia, el maestro puede fijar en el aula la  norma firme de que ningún aspecto de la identidad de una persona será razón aceptable  parar fastidiarla, atacarla verbalmente o excluirla. Por ejemplo puede decir,  "En esta clase, nunca se acepta molestar a alguien, decirle apodos  insultantes o decir que no jugarán con alguien debido al color de su piel, o  porque es una niña, o porque usa una silla de ruedas" (Derman Sparks &  La Fuerza de  Tareas A.B.C. 1989). 
                                Así como el maestro  no le permitiría a un niño continuar pegándole otro, no debe permitir que  continúe o se repita un acto discriminatorio. Cuando el maestro interviene  inmediatamente para detener el acto discriminatorio, puede recordar la norma  del aula contra ése tipo de actos. Puede promover un mayor desarrollo prosocial  de los niños en esta área de dos maneras: 
                                1. Apoyando al niño  hacia quien el acto discriminatorio se dirige para que sepa sus derechos, le  exprese sus sentimientos al niño que lo discrimina y se resista firmemente a  someterse, y 
                                  2. Ayudando al niño  que se burla o que excluye a otros a entender los efectos de su conducta y a  encontrar maneras alternativas de tratar a los demás en una situación dada. 
                                  Las técnicas  enseñanza para sesiones de práctica estructuradas y para situaciones de la vida  real descritas en este capítulo son útiles para dicho propósito. Cuando un  maestro observa un acto discriminatorio, después de intervenir afirmando la  regla del aula contra éste, puede ayudar al niño (o niños) discriminado,  practicando una respuesta asertiva en la misma escena. Por ejemplo, puede  motivarlo para que le diga al niño que lo discrimina, "no me llames con  ese apodo malo!", o "me gusta mi pelo tal como es", o "no  puedes decirme que las niñas no se admiten, yo me quedo aquí", o "no  me gusta cuando dices eso!" 
                                Una vez la regla  contra la discriminación se ha establecido, el maestro puede manejar  situaciones subsecuentes ayudando directamente al niño discriminado a ser  asertivo, en lugar de repetir la regla. Si un niño usa apodos lesivos en una  situación de conflicto, el maestro puede ayudarlo a expresarse sobre el  conflicto de una manera constructiva y no discriminatoria, centrándose en la  utilidad de hacerlo. Por ejemplo, el maestro puede decir, "cuando llamaste  a Manuela con ese apodo, ella se molestó y no supo lo que querías. Pero ahora  que lograste expresarle tan bien lo que quieres, ella te entiende y todos podemos  resolver esto"!. 
                                Las demostraciones  planeadas y las sesiones de juegos de roles son útiles para incrementar en los  niños la comprensión de la naturaleza perjudicial de los actos  discriminatorios, así como para ayudarlos a practicar maneras específicas de responder.  Ellos pueden practicar el usar el contacto visual, el lenguaje del cuerpo y un  tono de voz decidido y firme para aumentar su efectividad al responder ante los  actos discriminatorios. 
                                En las sesiones de  práctica, no deben usarse los insultos y ni las referencias o “etiquetas” que  reflejen prejuicios, ya que su uso puede estimular a los niños para imitar  estas palabras. Si un término o una frase discriminatoria particular se ha  convertido en problema en la clase o ha sido mencionada por un niño, puede reconocerse  como una palabra perjudicial pero no debe usarse en la práctica. En lugar de  esta, el maestro debe usar un lenguaje más genérico. Por ejemplo, puede decir,  "Si alguien te dice un apodo sólo debido al color de tu piel (o porque tu  familia es de otro país), ¿qué puedes decirle?” 
                                Por supuesto,  incluso cuando los niños aprenden a dar respuestas asertivas, no siempre podrán  resolver los problemas de discriminación por sus propios medios. Los maestros  deben estar atentos, como en el caso de la agresión física, y deben enseñarle a  los niños que cuando sus propios esfuerzos asertivos no son suficientes, es  necesario que busquen la ayuda de los adultos para detener la discriminación. 
                                Si un niño  evidencia un patrón de conducta discriminatoria persistente hacia otros y no  responde a estos tipos de intervención, el maestro podría entonces considerar  la opción de un programa individual de modificación conductas, para ayudarle a  ese niño de una manera más específica. 
                                Enséñeles a los  niños cómo ignorar la provocación rutinaria de los pares. 
                                El problema de  enseñarle a los niños a objetar repetidamente cualquier forma de molestia o  conducta provocadora (incitante) por parte de los pares es que tales protestas  a menudo recompensan al niño provocador y, así puede estimularse la conducta  problema. Entre otras cosas, usualmente el objetivo de molestar, sacar la  lengua, burlarse de alguien, cantar "na, na, na, na, na" u otras  conductas provocadoras es hacer que los otros reaccionen enfadándose o  disgustándose. Por consiguiente, si el niño discriminado se resiste  repetidamente o muestra que está disgustado, realmente está dándole al  incitador lo que quiere. La atención de otros niños (espectadores) también  puede ser muy gratificante para un menor que es agresivo verbalmente. 
                                Ya que el ignorar  los intentos de provocación de manera exitosa y no ambigua constituye una  negativa a someterse, ésta debe considerarse una respuesta asertiva importante.  Los niños pequeños pueden aprender a ignorar las conductas provocadoras o  disociadoras de los pares, desmotivando así estas conductas e impidiendo una  escalada de la agresión. 
                                En el caso de los  niños que son molestados por medio de la discriminación, como se definió  anteriormente, se les puede enseñar a responder inicialmente con asertividad  verbal y a buscar luego la ayuda de los adultos. Sin embargo, si los niños se  encuentran sin un mayor a quien pedir ayuda en semejante situación, su mejor  reacción ante las molestias continuas puede ser ignorar al agresor con una  actitud digna (orgullosa) o alejarse serenamente, en lugar de protestar  repetidamente. 
                                Ignorar con orgullo  la incitador consiste en tener la cabeza en alto mientras uno mira hacia otro  lado o se aleja, sin mostrar señales de intimidación o malestar. En otros casos  de provocación y particularmente para conductas comunes o repetidas, la  respuesta más eficaz para el niño puede ser ignorar las burlas desde el  principio, sin siquiera reconocer la provocación por medio de su protesta. 
                                En tales casos el  maestro podría optar también por evitar corregir al niño provocador  directamente y, en cambio, enfocar su atención en apoyar al niño discriminado y  a que los espectadores ignoren la provocación. El maestro seguiría supervisando  las actividades del agresor verbal discretamente, para brindarle atención  positiva y estímulo a ese niño en cuanto él muestre un cambio hacia una  conducta social apropiada. 
                                Los niños  generalmente muestran mayor disposición que los adultos a aceptar el  "ignorar" como una respuesta activa y poderosa ante la provocación  (Stocking, Arezzo, & Leavitt 1979). La clave está en enseñarles voltearse y  alejarse del provocador de manera clara y serena y evitar reaccionar luego de  forma alguna. Los ejercicios de juegos de roles ayudan a los niños a entender  que el molestar intenta deliberadamente hacerlos enfadar y que pueden aprender  a ignorarlo. Los niños también pueden aprender a retroceder y jugar con el niño  que los molesta cuando ese niño deje de fastidiarlos. 
                                En los juegos de  roles, el niño discriminado y sus compañeros (los espectadores) pueden  practicar el ignorar, volteándose de manera abrupta para otro lado ante el  muñeco o el títere que está burlándose de ellos o fastidiándolos. El muñeco  dice, "Oh, nadie me escucha!" y deja de molestar. Luego, cuando el  muñeco dice algo bueno, los niños retroceden y le responden. 
                                Debe explicárseles  la conducta de “ignorar” como una manera de ayudar al muñeco a que aprenda a  dejar de fastidiar. Cuando los niños entienden lo que significa ignorar y cómo  funciona, los maestros pueden darles sugerencias o señales durante las  actividades de clase para ignorar a otro niño que está siendo provocador o  disociador. 
                                Al participar en  los ejercicios de juegos de roles, los niños que tienen la tendencia a ser  incitadores aprenden sobre las expectativas sociales y ven cómo responden los  otros niños. Después, en situaciones reales en el aula, pueden percibir más  prontamente que su conducta está siendo ignorada y comprender por qué. 
                                Negarse a mostrar  enojo en situaciones que pretenden provocarlo es una respuesta no violenta que  requiere autodominio considerable. Los defensores de la no violencia en la  tradición de Gandhi y Martin Luther King Jr, hablan de la fuerza y el coraje  requeridos para ser no violentos. Para los niños menores, aprender a ignorar la  provocación deliberada de sus iguales es un importante primer paso para  aprender después a "mantenerse sereno" en situaciones de conflictos  con los pares y para evitar ser arrastrado hacia confrontaciones violentas  (Slaby, Wilson-Brewer, & Dash 1994). 
                                Ser capaces de  alejarse de la provocación verbal o física puede ser a menudo la manera más  segura y eficaz de responder para todos los niños, en caso de que los adultos  no estén allí para intermediar. Por esta razón, el ignorar al incitador es un  valioso ejercicio para controlar las reacciones emocionales uno que podrían de  otra forma contribuir a la agresión. 
                                Una vez los niños  aprenden una gama de conductas asertivas a través de los juegos de roles y de  la práctica guiadas en la vida real, pueden empezar a usarlas más flexiblemente  en situaciones nuevas con cada vez menos guía de los adultos. En este punto, es  útil estimularlos a generar sus propias variaciones personales y a considerar  tipos alternativos de respuestas asertivas. Los niños aplican a menudo las  habilidades de asertividad que aprendieron en clase ante nuevas situaciones  porque ven que dichas destrezas funcionan. 
                                Si la asertividad  es sustentada de forma coherente y continuada en el aula, los niños se  acostumbran a esperarla y comienzan a brindarse señales y apoyo entre sí. La  retroalimentación positiva será más eficaz si se enfoca en disminuir la  dependencia de la aprobación de los adultos y en los beneficios sociales y de  autoconfianza (la confianza del niño en sus propias destrezas sociales). No  diga, "estoy orgulloso de ti porque preguntaste de buena manera". Más  bien, exprese, "Tu le preguntaste de buena manera y ella te lo dio!",  u "Oí que le dijiste que dejara de empujarte. Realmente estás aprendiendo  a defenderte tu mismo!". 
                                Puntos para  Recordar. 
                                • Enséñeles a los  niños a hablar directamente entre sí, en lugar de hacerlo a través del maestro.  La dependencia del maestro para resolver los problemas interfiere con la  autoconfianza (la confianza del niño en sus propias habilidades sociales). 
  • Enséñeles a los  niños a pedir y a ofrecer las cosas amablemente, de modo que proporcionen a los  demás opciones reales. Es más probable que los pares asientan cuando se les  pregunta de buena manera y se les da una opción real. 
  • Enséñeles a los  niños a decir “no” de manera educada cuando decidan rechazar una petición u  oferta y a aceptar el “no” de otros. Los niños deben saber cómo rechazar una  demanda u oferta de una manera aceptable, así como respetar el derecho de los  otros de hacerlo. 
  • Use las dramatizaciones  y los juegos de roles para enseñar habilidades de asertividad específicas. Con  tal fin, los muñecos y títeres son útiles . 
  • Aproveche los  eventos que ocurran naturalmente en el aula para enseñar habilidades de  asertividad allí mismo. La motivación de los niños para aprender es alta en  tales situaciones. 
  • Enséñeles a los  niños a aceptar la legítima autoridad de los adultos pero también a defender  respetuosamente a sus derechos ante ellos, siempre y cuando su seguridad física  no esté involucrada. Los niños deben saber que se merecen un tratamiento justo  de los adultos. 
  • Enséñeles a los  niños a usar habilidades de asertividad para evitar someterse ante la agresión,  las imposiciones o los actos de discriminación. Se le puede enseñar a los niños  a defenderse primero directamente de un par agresivo y a requerir la ayuda del  adulto, luego, sólo si es necesario. La sumisión propicia la victimización y  recompensa al agresor. 
  • Alerte a los  niños para que eviten cualquier confrontación que represente peligro físico y  busquen en otro lugar ayuda de los adultos. Cuando haya armas involucradas o  alguien más poderoso use la violencia física, la primera consideración siempre  tiene que ser la seguridad física. 
  • Enséñeles a los  niños a ignorar las conductas provocadoras rutinarias y persistentes. Al  ignorar tales conductas, los niños le niegan al niño provocador la reacción que  busca y practican el controlar sus propias reacciones emocionales. 
  • Enséñeles a los  niños a usar habilidades proactivas de asertividad para lograr sus metas. Las  habilidades de asertividad pueden ser valiosas para ayudarle a un niño a  reemplazar hábitos de agresión o de aislamiento social. 
  • Enséñeles  asertividad tanto a las niñas como a los niños. Evite los prejuicios culturales  tendientes a aceptar la sumisión en las niñas y la agresividad en los niños. 
                                1 La Prevención Temprana  De La Violencia,  Herramientas para los maestros de niños pequeños. (Early Violence Prevention, tools for teachers  of young children), Slaby, Ronald G., Wendy C. Roedell, Diana Arezzo y Kate  Hendrix, , Ed. National Association for the Education of Young Children,  Washington, D.C. , segunda edición, 1996, 199 pags. 
                                  2 Los manuales son  dos: uno para los maestros y otro para los asesores de familia, a saber: 
                                  (a) Manual para el  trabajo de los maestros, Gutiérrez Gómez, Guillermo, Programa Convivencia  Ciudadana, Municipio de Medellín, Editorial Ediciones Gráficas Ltda., Medellín,  enero, 2.001, 175 pags. (Manual realizado para la “Unión Temporal Surgir,  Fundación para el Bienestar Humano y Centro Persona y Familia.”) 
                                  (b) Manual para el  trabajo de los asesores de familia, Gutiérrez Gómez, Guillermo, Programa  Convivencia Ciudadana, Municipio de Medellín, Editorial Ediciones Gráficas  Ltda., Medellín enero, 2.001, 154. pags. (Manual realizado para la “Unión  Temporal Surgir, Fundación para el Bienestar Humano y Centro Persona y  Familia.) 
                                  3 Las estrategias  predeterninadas se refieren a “estrategias calculadas por el maestro con  anticipación.” Posteriormente se amplía este concepto. (N. del T.) 
                                  4 Las consecuencias  se refieren a “los efectos de las conductas o las reacciones de los pares y  adultos a éstas”, las cuales el niño (a) encontrará inevitablemente al llevar a  cabo cualquier comportamiento. Las consecuencias constituyen una fuente  fundamental de aprendizaje para el niño (a). Para Slaby y sus colegas, existen  tres tipos de consecuencias: 
                                  a) Consecuencias  naturales: las que aparecen de manera espontánea ante las conductas del niño  (a). 
                                  b) Consecuencias  significativas positivas: aquellas consecuencias calculadas por el maestro (no  espontáneas) con el fin de promover conductas positivas en el niño (a), por  ejemplo, el refuerzo, el estímulo, el reconocimiento, el premio, etc. 
                                  c) Consecuencias  significativas negativas: aquellas calculadas por el maestro con el fin de  inhibir o eliminar conductas negativas del niño (a), por ejemplo, la expulsión  temporal (time-out) de una actividad, la exigencia de acciones de reparación,  la pérdida de un turno, etc. Los autores sugieren pensar las consecuencias como  efectos de las conductas del niño (a) que le enseñan sus efectos y no como  sanciones o castigos (N. del T.) 
                                  5 “Empoderar” se  refiere a “otorgar el poder, brindar la capacidad autónoma” para realizar algo. 
                                  6 Las contingencias  son “normas o restricciones especiales” que se establecen en el curso de los  eventos, por ejemplo, “Pedro, si vas a montar en triciclo por este corredor,  debes llegar sólo hasta este punto, donde están las matas.” 
                                Acerca de los  autores. 
                                Ronald G. Slaby,  (Ph.D., Universidad de Wisconsin) es Científico Senior en el Centro para el  Desarrollo de la Educación  en Newton, Massachussets y conferencista sobre educación y pediatría en la Universidad de  Harvard. Como innvestigador en sicología del desarrollo por más de 25 años, el  Dr. Slaby ha hecho múltiples publicaciones sobre la agresión, el desarrollo de  los roles de género y los efectos de la televisión sobre la violencia. Ha sido  asesor de varias series de televisión para niños ganadoras de premios. Ha  contribuido a implementar la agenda nacional para la prevención de la violencia  como coautor de un plan de prevención para El Centro de Control de las  Enfermedades y dos informes sobre la violencia y la juventud para la Asociación Psicológica  Americana. Ha dado testimonio en el Congreso de Los Estados Unidos sobre la  prevención de la violencia juvenil y los efectos y los remedios de la violencia  televisiva. El Dr. Slaby ha desarrollado, ha puesto a prueba en la práctica y  ha publicado programas de prevención de la violencia para infractores juveniles  y adultos, atletas, estudiantes escolares y niños de preescolares. 
                                Wendy C. Roedell  (Ph.D., Universidad de Washington) es psicóloga del desarrollo y ha trabajado  en el campo de la educación de la infancia temprana por 25 años, ocupando cargos  como profesora de preescolar, asesora e investigadora universitaria y  administradora de programas a nivel estatal, local y regional. Ha sido coautora  de tres libros y numerosos artículos sobre la educación y el desarrollo de los  niños pequeños y las necesidades especiales de los niños superdotados. La Dra. Roedell es  actualmente directora ejecutiva del Departamento de la Infancia Temprana  en el Distrito De Servicios Educativos Sound Puget, en Seattle, Washington,  dedicado a la supervisión de programas extensos para los niños y las familias  de bajos ingresos. 
                                Diana Arezzo  (Ph.D., Universidad de Wisconsin) es psicóloga clínica y del desarrollo y la  coordinadora en Psicología de la Escuela Diurna Kennedy, una escuela para personas  con necesidades especiales en el Hospital Infantil Franciscano en Boston. Ha  enseñado en aulas para niños de clases típicas y terapéuticas, ha dictado gran  variedad de cursos universitarios, ha sido administradora de programas de  tratamiento y ha ejercido como terapeuta infantil y familiar por más de 20  años. La Dra. Arezzo  ha desarrollado innovaciones para el tratamiento y ha dictado numerosas  conferencias en las áreas de las habilidades sociales de los niños, el manejo  del comportamiento y la capacitación de los padres. Sus trabajos publicados  incluyen artículos y capítulos de revistas y ha sido coautora de un libro que  ayuda a los niños a conseguir amigos. 
                                Kate Hendrix  (Sc.D., Escuela de Salud Pública de Harvard) es científica del comportamiento,  especializada en educación en salud pública, metodología de la investigación y  desarrollo infantil. Su trabajo profesional se ha centrado en la educación para  la salud escolar, los niños con necesidades especiales y la prevención de la  violencia, especialmente la agresión en los hogares y en los medios de  comunicación. Ha dirigido talleres sobre la violencia en los medios con  educadores y coordinadores de programas juveniles y ha implementado programas  para ayudar a los niños a desarrollar habilidades para la interpretación de los  medios de comunicación y la formación de una actitud crítica. La Dra. Hendrix también  ha trabajado en un programa terapéutico de cuidado infantil para niños de  preescolar que han sido víctimas de la violencia y en diversos refugios para  mujeres víctimas de la violencia intrafamiliar y para sus niños. 
                                Fundación para el Bienestar Humano - SURGIR                                |