  
                                    Si su hijo golpea a  otros niños, reta a los mayores y actúa a menudo con violencia, busque ayuda  especializada a la brevedad, ya que esta conducta, lejos de desaparecer por sí  misma, suele empeorar y ser causa de bajo rendimiento escolar y problemas de  adaptación social más severos de lo que imagina.  
                                    La infancia es un  período de gran importancia para el establecimiento de relaciones sociales, ya  que es una etapa en la que el niño, a través del juego, el trato con familiares  y la convivencia en el salón de clases, aprende a expresar sus ideas,  manifestar necesidades, crear lazos afectivos y organizarse en el trabajo en  equipo.  
                                    Varias dificultades  pueden presentarse durante este proceso de adquisición de habilidades, siendo  de especial preocupación los problemas en la convivencia con otros chicos  debido a acciones de violencia y riñas, mismas que ocasionan amonestaciones por  parte del personal de centros escolares y maestros, e incluso desencadenan  fricciones con otros padres de familia. Sin embargo, cabe aclarar que este  problema no inicia por la interacción con otros niños, como puede llegar a  pensarse, sino que sus raíces son más profundas.  
                                    En efecto, un niño  agresivo comienza a formarse desde edades muy tempranas, en concreto  "cuando hace pataletas o rabietas porque no se cumplen sus deseos o,  siendo más precisos, porque estos berrinches no se manejan adecuadamente, ya  sea porque el papá, la mamá o ambos reprimen al pequeño con gritos y golpes, o  porque no marcan límites a su conducta", explica la psicóloga Reyna Ana  Quero Vásquez, coordinadora del Grupo Psicología, Vida y Cambio (Psivicam) de la Asociación Mexicana  de Alternativas en Psicología (Amapsi).  
                                    Así, las actitudes  autoritarias o demasiado permisivas impiden que el niño aprenda a reconocer y  manejar adecuadamente sus emociones, y conforme el infante se desarrolla su  problema también avanzará "hasta el punto en que comienza a insultar o a  golpear a sus compañeritos. Más aún, si no recibe atención alguna, en el futuro  tendrá la intención de retar a sus mayores, a las autoridades, y hasta puede  incurrir en alguna acción delictiva".  
                                      
                                    No es por alarmar, pero... 
                                    Reyna Quero, quien  se especializa en terapia del juego y atiende problemas en niños y  adolescentes, especifica que el origen de un infante agresivo no depende de un  solo factor, sino de varios. En principio, aclara que el ser humano está  conformado por distintas áreas, como "la del lenguaje, afectiva, de  convivencia con otros y cognitiva o de pensamiento, y en este sentido sabemos  que un pequeño que golpea tiene problemas en las esferas social y  emocional".  
                                    Asimismo,  especifica que un pequeño puede tener dos tipos de temperamento desde el  nacimiento:  
                                    •Pasivo o  introvertido. Rara vez afecta a la esfera social cuando tiene problemas  sentimentales, ya que se deprime, se muerde las uñas, se arranca el cabello o  presenta tics (movimientos involuntarios), es decir, sus emociones se vuelcan  hacia él mismo.  
  •Activo o  extrovertido. Habla más, se desenvuelve con soltura, tiene mayor despliegue  físico y es más común que exteriorice las alteraciones que sufre en su área  emocional a través de berrinches, que puede presentar a partir de que se  desplaza y habla, es decir, desde que cumple año y medio de vida o dos.  
                                    Detalla la  psicóloga que un infante con temperamento activo tiene más fuerza para hacer  demandas a sus padres cuando necesita algo, y esto le abre dos posibilidades:  que se convierta en alguien sano, emprendedor y seguro, o en un individuo  enfermo, violento y propenso a desarrollar problemas psicológicos. Todo  dependerá de la enseñanza que reciba en la esfera social, la cual le permitirá  encauzar sus primeras manifestaciones de agresividad.  
                                    Regañar a un  pequeño, golpearlo o dejar que se controle por su cuenta cuando hace un  berrinche o rabieta no le ofrece recursos para entender sus emociones. Tampoco  le ayuda que su madre y padre no se pongan de acuerdo al tomar decisiones y  discutan por todo frente al infante, pues éste se confunde (cae en una  condición llamada disonancia) y tiene mala educación emocional.  
                                    La especialista  ejemplifica que cuando el niño hace algo que puede ameritar una amonestación,  "es probable que el papá desee darle una nalgada y que la mamá interceda,  argumentando: 'está chiquito, déjalo, no le pegues'. Ante estas decisiones  ambiguas el hijo se va a inclinar del lado que más le convenga, pero llegará un  momento en que no obedecerá a ninguno de sus progenitores con tal de satisfacer  sus propios deseos". También es común que uno de los padres, por llevarle  la contraria a su pareja, le dé la razón al pequeño en sus rabietas y convierta  al menor en un elemento manipulable para dañar a otros.  
                                    Queda claro que la  relación que llevan los padres es un factor que puede favorecer el  comportamiento agresivo infantil, pero también que la falta de habilidades en  la esfera sentimental puede "enseñarse" sin que los progenitores se  den cuenta. "Sabemos que padres intolerantes dan lugar a hijos  intolerantes, y ejemplos de ello son muchos. Imaginemos el caso de un papá que  se enoja cuando hay mucho tránsito, dice groserías y se la pasa sonando el  claxon; la consecuencia es que el niño aprende que ante las situaciones  adversas hay que desesperarse y que lo primero que se pierde en la vida es la  calma".  
                                    Así, un niño con  temperamento activo y mal manejo de emociones se encuentra propenso a  desarrollar actitudes cada vez más violentas. "La rabieta degenera  paulatinamente en pataletas en el suelo, agresiones verbales (he tenido  pacientes de 3 años que le han gritado frases muy hirientes a sus padres, como  'no quiero vivir contigo' u 'ojalá te mueras') y, más adelante, físicas, como  patear o morder al papá y a la mamá, sobre todo cuando se acercan a contenerlo.  Hablamos entonces de una situación progresiva que da pie a un problema que  llamamos trastorno negativista desafiante".  
                                    Cuando el niño ya  ha insultado o ha golpeado a sus padres, es más fácil que actúe de igual forma  con sus iguales: compañeros de la escuela, hermanos y vecinos de edad similar.  "A quien toma primero como víctima es a los más vulnerables, que son los  chicos tímidos, ansiosos, inhibidos, inseguros, que les cuesta trabajo  defenderse y establecer relaciones interpersonales: los pequeños de  temperamento pasivo", especifica la Dra. Quero Vásquez.  
                                    Otro riesgo radica  en que el chico puede retar a las autoridades, como sus maestros o cualquier  adulto que le dé una orden. "En principio, el pequeño les enseña la  lengua, hace una trompetilla, o cuando alguien se dirige a él para hablarle o  llamarle la atención, le dice: ‘no voy; alcánzame, ven por mí'. Esto aumenta en  complejidad, porque la violencia también deja de ser verbal y empieza a ser  física: pega y hace travesuras".  
                                    Desafortunadamente,  si el trastorno negativista desafiante no se atiende a tiempo y la crianza de  los padres desfavorece el manejo de este comportamiento, no es raro que inicie  una temible dificultad, denominada trastorno disocial, que es el origen del  comportamiento delictivo en niños mayores y adolescentes.  
                                    "La progresión  de este padecimiento puede ocasionar que el chico sea agresivo con los  animales, a sabiendas de que la mascota siente feo; también arranca ramas a los  árboles, daña la propiedad privada y llega un momento en que empieza a robar  cosas. Otro posible escenario es que le llame la atención jugar con fuego, y si  no se le detiene a tiempo se convierte en un piromaniaco. Una posibilidad más  es que, si tiene el hábito de golpear, en un futuro no se detendrá para abusar  sexualmente de alguien, no precisamente por placer sexual, sino por el gusto  que experimenta al dañar a otro". A estos ejemplos, indica la  especialista, podemos incluir la propensión a consumir o traficar droga,  practicar secuestro, o asesinar a alguien.  
                                    Es por todo esto  que la Dra. Reyna  Quero enfatiza que el manejo de los trastornos de socialización no sólo depende  del tratamiento de los casos existentes, sino de su prevención a través de la  difusión de estos temas y de la promoción de mejores modelos de convivencia  familiar y de pareja que ayuden a establecer límites y disciplinas positivas en  los hijos.  
                                    Sí hay alternativas 
                                    Es importante  aclarar que un niño que hace berrinches no golpeará a otros infantes ni  presentará trastorno disocial si se le maneja a tiempo y se establece buena  relación con él, en la que se establezcan límites y reglas. "Sería muy  distinto si en vez de golpear para 'calmar' un berrinche, el papá o la mamá se  detiene a preguntarle al menor por qué actúa así, que le dé la oportunidad de  platicar qué le pasa y qué opina de lo que acaba de suceder. No son muchos los  adultos que actúan bajo la idea de platicar después de un problema, pero es  necesario para enseñar que la violencia no se combate con violencia",  sostiene Reyna Ana Quero.  
                                    En este mismo  sentido, sugiere que los padres dejen de ver a los berrinches y las conductas  agresivas como algo normal e inofensivo que ocurre "porque su hijo está  chiquito", y que no se debe olvidar que padre y madre son autoridades en  la crianza infantil, por lo que deben establecer normas y disciplina  prácticamente desde que el niño nace.  
                                    Al ser cuestionada  sobre qué pueden hacer los progenitores para solucionar los problemas de  agresividad, explica que se ha desarrollado el concepto de padres positivos,  los cuales "no son autoritarios ni permisivos, sino término  intermedio", y que en la   Amapsi se ha desarrollado una serie de puntos que describen  pautas de conducta ideales para mejorar la educación infantil y las relaciones  al interior de la familia:  
                                    •Estimular el  diálogo, no la imposición ni los monólogos.  
  •Jugar con los  hijos, ya que esto elimina fricciones y crea lazos cordiales de simpatía.  
  •Reforzar las  relaciones a través de actos espontáneos como un beso, un abrazo o frases como  "qué bueno eres", "eres buen hijo" "confío en  ti". Se vale premiar los logros del pequeño con dulces, dinero o juguetes,  pero no se debe atender más lo material que lo emocional.  
  •Evitar los  castigos y los golpes, y dar preferencia al respeto.  
  •Decir  "sí" cuando no hay razón para decir "no", y a veces decir  "no" para que el infante aprenda a negociar sin llorar ni hacer  berrinches. Sobre este punto ahonda la especialista: "el niño pueden ganar  en una discusión, como cuando se niega a comer. Si la madre le pregunta al hijo  a qué hora va a tomar sus alimentos, y éste le contesta que cuando acabe la  caricatura que está viendo, ella puede sugerir: '¿Estás seguro que vas a comer?  Yo quiero que comamos en familia; ¿vas a comer solo?'. Si el niño insiste y  dice: 'ándale mamá, sólo esta vez', se le puede dar la oportunidad, pero tal  como dijo el niño, sólo una vez, tampoco diario, porque si no caemos en lo  permisivo".  
  •Promover la  reflexión del niño sobre su propia conducta, recurriendo a la mayéutica, método  empleado por Sócrates para fomentar el autoconocimiento. "Este método es  ideal cuando hay desacuerdos, como pasa con los berrinches y actos de  violencia, y se basa en cuatro preguntas que el chico debe responder: ¿qué  pasó, qué ocurrió?, ¿qué piensas sobre lo que hiciste, estuvo bien o mal?, ¿qué  propones ahora, qué solución tenemos?, y, por último, un reto: ¿qué hacemos si  vuelves a actuar así?".  
                                    Además de brindar  estos cuidados, los padres deben mantener estrecha comunicación con profesores  o educadores, ante todo para detectar problemas de comportamiento que pudieran  pasar desapercibidos cuando mamá y papá trabajan. "Los chicos pueden pasar  mucho tiempo en la escuela, guardería o casa de abuelos y tíos, por lo que los  progenitores deben hablar constantemente con los adultos que cuidan a sus  hijos, y descubrir si es agresivo, muerde, no obedece o es inquieto".  
                                    En el caso de los  niños que son golpeados, las "víctimas" de los pequeños que actúan  con violencia, explica que "lo que necesitamos es que los padres ayuden a  que el chico genere una autoestima positiva, desarrolle sus habilidades  sociales y tenga mayor seguridad para enfrentar sus problemas a través de la  negociación. Las recomendaciones son básicamente las mismas: dialogar, jugar,  mejorar su autoimagen con reforzamientos espontáneos, evitar castigos,  enseñarle a negociar y llevarlo a que reflexione sobre su conducta".  
                                    Empero, aclara que  este tipo de trabajos debe ser coordinado con un psicólogo dedicado a problemas  de la infancia, ya que tiene la capacidad de analizar la situación familiar y  mejorarla, además de que cuenta con las herramientas ideales para que el  pequeño desarrolle habilidades sociales, logre mejor comprensión de sus  emociones y respete los límites que permiten la convivencia humana.  
                                    Además, expresa la Dra. Quero, "se  recomienda consultar a un especialista para que elabore el diagnóstico del  niño, ya que la agresividad puede tener su origen en otros problemas, como el  trastorno por déficit de atención e hiperactividad, que requiere apoyo de un  psiquiatra infantil, o puede tratarse de una depresión enmascarada, que se  manifiesta con groserías, violencia y malestar físico (puede dolerles el  estómago con frecuencia, por ejemplo). En ambos casos se requiere de un  abordaje diferente".  
                                    La psicóloga  concluye que algo que ayuda mucho a los padres en su deseo de darle lo mejor a  sus hijos, es instruirse sobre temas referentes al desarrollo pediátrico,  sexualidad en niños y convivencia social. En este sentido, el Psivicam y la Amapsi ofrecen pláticas,  talleres y consultas para resolver dudas en cuanto a la educación del  menor.   
                                          
                                    AMAPSI. Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología                                      |