Algunos le llaman "de madurez", otros "matrimonial del medio término" a la crisis que se produce entre los 35 y los 45 años.
Actualizado 23-IV-2012
religionenlibertad.com
Algunos le llaman "de madurez", otros "matrimonial del medio término" a la crisis que se produce entre los 35 y los 45 años, cuando se lleva a cabo una evaluación de la vida, en base a la comparación entre las metas fijadas y los logros obtenidos.
Se trata de crisis no es monopolio de las parejas pues también la pueden padecer las personas solteras. Muchos de los síntomas, son los mismos que para las personas casadas.
El Foro Español de la Familia (FEF) ha publicado una interesante lista con los 12 síntomas, las 10 causas, las 17 soluciones y las 15 sentencias sobre la crisis matrimonial de los 40 años que reproducimos a continuación.
12 Síntomas de la crisis matrimonial de los 40 años
Estadísticamente en esa edad de los 35 a los 45 años, es en la que las separaciones y divorcios son más frecuentes. Es el paso del ecuador como en los estudios.
Se empieza a enfriar, el primer e intenso amor que les llevo al matrimonio, se resquebraja la unión familiar indispensable, para sacar adelante a los hijos y aparece la sensación, de que ya se ha cumplido con las metas matrimoniales.
Entonces comienzan a registrarse, las primeras e importantes limitaciones físicas, cambios emocionales y de conducta. Se entra en la frontera de la madurez, que algunos perciben como el principio de un tobogán, que se precipita hacia la vejez.
Es la época donde algunas parejas, se sienten atraídas por lo que existe fuera de su vida conyugal y familiar. Les entran las ganas de experimentar algo diferente, a lo que llevan haciendo desde que se casaron, salir de la rutina cotidiana. No deben engañarse, creyendo que todavía tienen atractivo, para ensayar nuevas conquistas amorosas.
Es una etapa donde, al hacer un balance económico, social y profesional, algunas parejas se dan cuenta que no han llegado, y muchas veces ni aproximado, a los objetivos que tuvieron cuando se casaron. No han logrado cumplir o plasmar, en la realidad de su matrimonio los sueños, pero los sueños, sueños son y otra cosa es la cruda realidad, de los ideales que tenían cuando se casaron.
Esa frustración y sentido de impotencia, por solucionar el problema, suele ser otro de los motivos de las crisis, en lugar de convertirse en un aliciente, para empezar una nueva vida. Ahora se dan cuenta, que han desperdiciado unos estupendos años de la vida, cuando el intelecto y el cuerpo, estaba en los mejores momentos de su máxima potencialidad. Hay desilusión por lo proyectos juveniles, que se han postergado. Pueden aparecer momentos de depresión y de ansiedad, debido a que existe una lucha muy dura, entre lo que se quiere hacer, lo que se debe hacer y lo que se puede hacer.
También aparecen los cambios físicos, que suelen ser deterioros corporales, los cuales dependerán en gran medida del estado de salud, de la alimentación y del ejercicio físico, que se haya realizado años antes. Existe una mayor tendencia a engordar, van apareciendo las primeras arrugas y el cabello se cae o se vuelve más canoso.
Aparece la preocupación por las enfermedades, comienzan los chequeos médicos y en algunas personas, se empieza una actitud hipocondríaca.
El concepto de belleza externa cambia, se aumenta la belleza interna, la armonía personal y la tranquilidad de espíritu, lo que origina que aparezca esa otra belleza, propia de la madurez, que nada tiene que ver con la ingenuidad, ni con la frescura corporal de los años jóvenes.
Comienza a sentirse el cansancio, motivado por todas las responsabilidades que se tiene, que cada vez pesan más, si no se han aceptado con madurez, responsabilidad y conocimiento.
Comienza a mantener una postura apática, ante el sexo con su pareja, ya que en el fondo, tiene miedo a la vejez y las consecuencias sexuales que ello conlleva, lo que pueden originar estados depresivos o de angustia, porque ya no se sienten jóvenes, ni atractivos sexual o físicamente como antes.
Aparecen sentimientos de desesperanza, ya que por un lado, los hijos comienzan a ser independientes y se alejan poco a poco, y por el otro lado, se tienen que enfrentar a la rutina matrimonial.
En el entorno laboral, aparece alguien a quien le dedican más tiempo y atención que el debido. Empiezan los coqueteos con otras personas, y las comparaciones con la pareja. Incluso cuando sin ninguna razón profesional, se pasa demasiado tiempo en el trabajo, o fuera del trabajo con los compañeros, justificando así la llegada a la casa a última hora, cuando los niños ya están durmiendo y todas las cosas familiares están ya resueltas.
Las 10 causas que la originan
El dar por terminados los objetivos que ambos tenían en común, cuando todavía les queda tanto por hacer conjuntamente.
Perder el norte, que les servía para educarse y fomentar las convicciones, las virtudes y valores humanos, que les daban seguridad a la hora de actuar. Desgraciadamente, los han sustituido por actitudes materialistas, que les llevan a ver la vida bajo otros enfoques.
Considerar que sus tareas familiares, conllevan un exceso de responsabilidades, imposibles de sobrellevar y que el matrimonio, empieza a volverse una carga difícil de llevar.
Los cambios físicos, biológicos, psicológicos, religiosos, económicos y sociales que se producen, al llegar a esa edad, hacen creer a algunos que han disminuido o desaparecido, las cosas importantes que tenía en común la pareja. Aparecen malestares pasajeros o francas depresiones, con situaciones de crisis transitoria, cuya duración permite la elaboración de otros cambios más fuertes, que hacen para pasar a la siguiente etapa. En general estos cambios pueden tener un valor positivo, si la pareja consigue, que les sirvan para un mutuo conocimiento, maduración y crecimiento, como personas y como matrimonio.
No estar preparados para sobrellevar, el llamado síndrome del “nido vacío”, que es cuando los hijos dejan la casa paterna, para irse a vivir a otro lado, por motivos de estudio, trabajo, amigos o matrimonio. En cuanto los hijos, ya han crecido lo suficiente, como para ser más independientes y tienden a alejarse del hogar familiar, origina que los padres se sientan solos. Pues si en los primeros años del matrimonio, existía la ilusión de la juventud y la esperanza de criar a los hijos, con el paso de los años y tras haber luchado, por ellos y por la vida, el hueco dejado por los hijos, puede separar a la pareja. El rol en el matrimonio, muchas veces ha perdido su carácter excitante, por la frenética actividad y las múltiples preocupaciones que conlleva, una vida familiar en armonía y felicidad.
Que uno de los miembros de la pareja luche, para seguir adelante con los planes que hicieron, para cumplir los objetivos de vida en común y que la otra persona, se acomode a quedarse atrás. Es el caso frecuente, cuando uno de ellos continúa estudiando, mientras trabaja en casa o en el exterior, y la otra persona no sigue formándose.
Cuando aparecen los aspectos psicológicos de desilusión, cansancio y desengaño, y se reflejan en la crisis. Desilusión con uno mismo, porque los proyectos juveniles, no se han realizado. Cansancio al ver que las responsabilidades aceptadas de familia, hijos, trabajo, obligaciones sociales, etc. piden un esfuerzo continuado y se hacen cada vez más pesadas, pues exigen mucha atención y muy constante, lo que origina múltiples sacrificios. Desengaño cuando se percibe que la pareja, no quiere seguir luchando por conseguir los objetivos que se propusieron.
Los esposos, como cuando eran jóvenes, algunas veces buscan nuevas experiencias, muy atrevidas o de alto riego matrimonial, a fin de evitar la sensación de tiempo perdido o de aburrimiento. Coquetean con personas, incluso más jóvenes, sin tener en cuenta, el grave riesgo de que pueda haber infidelidades matrimoniales.
La práctica de deportes de alto riesgo, exagerado cambio de imagen, grandes inversiones económicas, que normalmente no haría, simplemente por llamar la atención, como el comprar coches deportivos, descapotables y de colores chillones.
Un cambio profundo en la vida económica, física o social de la pareja, una situación social inestable o peligrosa. La modificación del carácter, motivado por la excesiva preocupación por la salud, la aparición de enfermedades imaginarias, una cierta pérdida de interés por el trabajo profesional, etc. Cualquier otra situación externa, que llegue sin tiempo para prevenirla, por ejemplo: Premio de lotería, accidente con graves consecuencias futuras, problemas de salud, de inmigración, de cárcel, de servicio militar, de inundaciones, etc.
17 medidas anti-crisis
A toda costa, rechazar como alternativa a la situación, la irreversible decisión del divorcio, pues no soluciona ninguna crisis, aunque sea lo que apetezca y lo que recomiendan muchos, de los ya divorciados. Lo importante es que los matrimonios, pongan todas las energías posibles, en crear un proyecto de unidad, religiosa, familiar y social, sobre todo, sabiendo que en ese momento de la vida, es una de las situaciones mas difícil de solucionar.
Administrar bien las actividades, para poderse dar cuenta, que ahora tienen más tiempo para pensar y hacer, todas las cosas que quisieron realizar en otras épocas, pero que la tarea diaria se lo impedía. Tomar esta etapa, como una oportunidad, para replantear su relación de pareja y con toda su familia en general. Pensar que este tiempo, es el ideal para ampliar los conocimientos en el área interesada o de retomar algún curso académico o profesional.
Alimentarse sanamente y mantener su peso ideal, eso alejará el fantasma de la obesidad, la hipertensión arterial, los altos índices de colesterol en sangre y la diabetes. Vigilar la salud de los huesos, para prevenir la aparición de osteoporosis. Visitar al médico al menos una vez al año o cada seis meses, si ha tenido con anterioridad problemas de salud. Si atraviesan por un periodo depresivo, deben consultarlo con un sacerdote, pastor, psicólogo, psiquiatra o persona con grandes conocimientos humanos, experiencia en temas matrimoniales y dotes pedagógicos para explicarlos. Nunca consuma fármacos, sin la receta de un profesional.
Analizar en profundidad, serenidad, inteligencia y objetividad las cosas que por diversos motivos, ya no podrán hacer, como pareja o individualmente, sin quererlas hacer a toda costa, incluso a costa del matrimonio. Poner mucho énfasis, en programar las cosas que querían hacer y que por divisas razones, no las han hecho, pero que todavía las pueden hacer.
Aplicar el sentido común, ya que la crisis de madurez en la pareja, puede superarse, con una buena dosis de entrega y lealtad, que es la total fidelidad, al otro cónyuge y a los hijos. Tratar de erradicar el egoísmo, para conseguir los máximos niveles de humildad, que les permitan perdonar los errores cometidos, si es el caso, y resolver las diferencias que existan, aceptando las propias limitaciones de la edad y de las circunstancias, así como el papel concreto, que cada uno tiene en la familia y en la sociedad.
Comprobar que tanto, para el marido como para la mujer, como para ambos como matrimonio, existen en cada comunidad, muchas alternativas en el campo médico, dietético y estético, con posibilidades que ofrecen fórmulas para conservar ágil, no solo el cuerpo, sino también la mente y el espíritu. Desde los deportes específicos, las dietas sanas y cientos de cursos y libros, que tratan sobre la armonía y el desarrollo, de las potencialidades espirituales, para intentar dominar las inquietudes de la mente, de la mejor manera posible y olvidar, que el paso de los años, ha de significar angustia y temor.
Dialogar muy frecuentemente y con plena sinceridad, para llegar a acuerdos que les permitan conseguir disfrutar más de la vida, saliendo más a menudo, invirtiendo el tiempo libre en actividades enriquecedoras y cultivando nuevas amistades. Cambiando de estilo de vida, sin hacerse daño el uno al otro. Es posible realizar cambios, pero sin perder nada de lo que tanto les ha costado conseguir, hasta ahora.
Diseñar un programa de convivencia, para cuando la crisis sea motivada, por lo que llaman el síndrome del nido vacío. El “volver a estar solos“, como lo estuvieron cuando empezaron su vida matrimonial.
Entender que las cosas grandes se consiguen teniendo mucho carácter y atendiendo bien lo ordinario, lo cotidiano, asumiendo las obligaciones propias de la familia que han formado, el amor que la une, la profesión elegida y las circunstancias externas, incluso las que no pueden controlar. Poniendo un gran énfasis en la seriedad de la fidelidad familiar.
Evitar la realización de errores irreversibles, como el abandono del hogar, salidas con personas más jóvenes, con las que normalmente no tienen cosas en común, fomentar las infidelidades con compañeros de trabajo, abandonarse en el alcohol, las drogas, los juegos de azar, en los amigos que lleven una vida disoluta o que, por su situación de divorcio, tratan de buscar convencer a los demás, de que hagan lo mismo. Huya de las grandes inversiones en coches de lujo, para aparentar y llamar la atención, llevar ropas estrafalarias, etc. Las parejas con personalidades inseguras, son las que más realizan esos errores. El riesgo está en perder lo que tienen ahora, para poder conseguir un estímulo que será pasajero, igual que la famosa crisis.
Evitar superar la crisis, buscando salidas escapistas al probar nuevos enfoques profesionales, para conseguir el éxito que no han obtenido anteriormente. Se hacen intentos, tomando excesivos riesgos, para ganar mucho dinero y así conseguir una situación de hegemonía, elevado prestigio y su reconocimiento público. En algunos casos se vuelcan en la política o se complican la vida con otra persona, distinta de su pareja, para halagar su propia vanidad. Y en sus relaciones sociales, se dejan arrastrar por lo novedoso, dejándose absorber por el gimnasio, por el golf o por otros deportes, que le saquen de sus obligaciones familiares. Se auto engañan y eso les lleva a decidirse, por un camino claramente equivocado.
Explicar a los hijos, a cada uno en los términos correspondientes a su edad y situación, los síntomas, las consecuencias y las soluciones relacionadas con este tipo de crisis matrimonial, pues los hijos cuando van llegando a su madurez, se preguntan en esas situaciones por lo que ven o sienten, de lo que les esta pasando a sus padres. No entienden muy bien lo que pasa, pero notan que algo no funciona como antes.
Huir de la inercia de mirar para atrás, pensando si han perdido el tiempo, a causa de las tareas domésticas y de otras obligaciones, dejando de vivir imaginativas experiencias. No obsesionarse en analizar, lo que no se tiene y echarlo de menos, continuamente. Una rutina excesiva, que carezca de estímulos gratificantes de ocio y tiempo libre, junto a excesivas responsabilidades, atraen situaciones muy difíciles, pero no imposibles de solucionar. Es fácil pasar por momentos de depresión y de ansiedad, puesto que la lucha, entre lo que apetece hacer, y lo que se debe hacer, es muy dura. Aunque en muchas ocasiones, ambas cosas son compatibles, aun teniendo en cuenta, las obligaciones impuestas o voluntarias.
Plantear la conquista del cuerpo y del espíritu, pues si no se ha hecho antes, ese es el momento de hacerlo, ante la necesidad de sentirse como cuando eran jóvenes. Pero sin practicar excesivos ejercicios, de modificación de la figura corporal, o se someterse a cirugías o tratamientos innecesarios, que suelen ser por pura vanidad. Es suficiente realizar ejercicios sencillos, para que los músculos y la mente, se mantengan en buen estado, que la circulación sanguínea se optimice y que el corazón no sufra sobresaltos.
Practicar como pareja el voluntariado, en organizaciones religiosas, sociales o políticas. Hay mucho que hacer y cada vez, es más necesaria la incorporación de parejas en estas actividades, para que aporten el equilibrio de opinión, madurez y experiencia, que todos los matrimonios debieran tener. Este trabajo en equipo, hará que al tener cosas importantes en común, no llegue el enfriamiento, ni el distanciamiento en las actividades cotidianas. Es una gran posibilidad de unificación de ideas, objetivos y sentimientos.
Reconocer que para solucionar definitivamente, la crisis matrimonial de los cuarenta, hace falta mucho valor, conocimientos, humildad y amor por la familia, para tomar las decisiones adecuadas.
No basta con engañarse, poniendo pequeños remedios inconsistentes y después, hacerse creer uno mismo, que ya parece que se ve una luz al final del túnel. Desgraciadamente esa luz al final del túnel, puede ser la de un tren, llamado divorcio, que viaja contra nuestra dirección.
Tratar de esclarecer los conflictos pequeños, que muchas veces por su frecuencia, son la causa del enfriamiento del amor matrimonial, incluyendo los conflictos grandes, que están abocados, antes o después, a terminar en ruptura.
15 sabias sentencias sobre la crisis matrimonial de los 40
Antes del matrimonio hay que tener los ojos bien abiertos, después suele ser ya muy tarde.
Casarse sin conocerse es jugarse la felicidad a cara y cruz.
El amor del noviazgo abre el paréntesis, el matrimonio lo cierra.
El matrimonio es al amor lo que el aire al fuego; cuando no lo enciende, lo apaga.
El matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso; si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca se hunde.
El matrimonio es una ciencia que nadie estudia, se aprende haciendo camino.
Envejecer juntos es la máxima felicidad del matrimonio, cosa que los jóvenes suelen ignorar
Es difícil encontrara a la persona adecuada para el matrimonio. El primer paso es, ser nosotros la persona adecuada.
Hay que decir a la pareja, al menos una vez al día, lo sensacional que es y lo que le amas.
Hay que elegir a la pareja con mucho cuidado. De esta decisión dependerá el 90% de la felicidad o la tristeza; pero después de elegir cuidadosamente, empieza el verdadero trabajo.
La oración, el amor, la educación y el respeto son los secretos para tener éxito en el matrimonio.
Los matrimonios felices y duraderos, los grandes amigos y la buena salud, se obtienen a través del esfuerzo.
Si el amor ha sido una comedia al casarse, forzosamente terminará en drama.
Si se ama a la pareja, no se le puede engañar.
Un buen matrimonio divide las penas y multiplica las alegrías.
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