¿De qué manera se puede dar la vuelta a un debate que lleva tiempo estancado en un punto muerto? Para los autores de You’ve Been Framed (1), es preciso cambiar el marco de la discusión en lugar de responder desde el lenguaje y los valores de quienes llevan la voz cantante. A partir de las conclusiones de la ciencia cognitiva, los estadounidenses Nathan Hitchen y Brian Brown proponen una nueva estrategia para comunicar mejor por qué el matrimonio solo puede ser la unión entre hombre y mujer.
Juan Meseguer
Aceprensa
11-IX-2013
Tras la derrota electoral de los demócratas en 2004, el lingüista George Lakoff publicó un libro divulgativo para explicar por qué sus rivales les habían tomado la delantera (2). Según Lakoff, buena parte del éxito de los republicanos se debía a que habían logrado enmarcar las grandes cuestiones políticas conforme a unos valores profundamente asentados en el inconsciente de los norteamericanos./
Cambiar el sentido común
Lakoff sostiene que la gente piensa mediante marcos cargados de conceptos, valores y metáforas. Ya puede uno pensar que su visión de la realidad es de sentido común, que como esa visión no encaje en el marco de su interlocutor, los argumentos rebotarán por muy racionales que sean. Para ser aceptados, esos argumentos y los datos que los respaldan primero tienen que encajar en los marcos de la gente.
De ahí el consejo que daba a los demócratas: “No pienses en un elefante [un elefante es el símbolo del Partido Republicano]. Si mantienes su lenguaje y su marco, y te limitas a argumentar en contra, pierdes tú, porque refuerzas su marco. (…) No digas lo que piensas sin más. Utiliza tus marcos, no los de ellos”.
Y añade: “Cambiar de marco es cambiar el modo que tiene la gente de ver el mundo. Es cambiar lo que se entiende por sentido común. Puesto que el lenguaje activa los marcos, los nuevos marcos requieren un nuevo lenguaje. Pensar de modo diferente requiere hablar de modo diferente”.
Qué hay de nuevo hoy
La “psicología del marco” sirve para comprender el giro radical que ha dado el debate sobre la concepción del matrimonio en la última década. Brian Brown, director de una consultora estadounidense que estudia los vínculos entre neurociencia y lenguaje político, tuvo ocasión de comprobarlo recientemente en un encuentro con universitarios.
Pese a que todos se consideraban “conservadores”, casi ninguno fue capaz de presentar una visión del matrimonio en la que se hubieran reconocido las generaciones precedentes. En general, lo veían como un debate estéril a evitar y, por eso, sobre el que habían reflexionado bastante poco. “Aunque ninguno pensaba que las uniones homosexuales fueran lo mismo que el matrimonio, casi ninguno estaba dispuesto a jugar en un equipo perdedor que se ha propuesto limitar la felicidad de otras personas”.
Para Brown, la postura de estos jóvenes refleja bien el nuevo marco que hoy define el debate sobre el matrimonio. La narrativa tradicional (conyugalidad, sexo y procreación) ha sido desplazada por un lenguaje eficaz que apela a la igualdad, los derechos y la felicidad. Además, ha calado la idea de que todo aquel que se opone a las bodas gay se mueve por el odio y la intolerancia.
Brown lo ilustra con la reciente polémica en torno a la Ley de Defensa del Matrimonio (DOMA), anulada en julio por el Tribunal Supremo estadounidense (cfr. Aceprensa, 27-06-2013). Cuando esta ley fue aprobada en 1996, una abrumadora mayoría de congresistas consideraba que era de sentido común proteger una institución tan valiosa como el matrimonio. De ahí que dispusieran que el matrimonio entre hombre y mujer era el único reconocido por el gobierno federal.
Pero en la sentencia United States v. Windsor de julio pasado, los cinco jueces de la mayoría del Supremo consideraron de sentido común pensar que los 342 miembros de la Cámara de Representantes y los 85 senadores que votaron a favor de la DOMA (con firma del presidente Clinton, incluida) se habían movido por una irracional hostilidad a los gays.
Así describe uno de los magistrados discrepantes, Antonin Scalia, el nuevo sentir avalado por sus colegas: “La mayoría [del Supremo] dice que quienes votaron a favor de esta ley lo hicieron por malicia, con el ‘deseo de menospreciar y herir’ a las parejas del mismo sexo. Sostiene que la motivación de la DOMA era ‘rebajar’, ‘imponer la desigualdad’, ‘imponer un estigma’, negar la ‘igual dignidad’, marcar a los homosexuales como ‘personas indignas’, y ‘humillar’ a sus hijos”.
Es un error pensar que para ganar los debates sociales controvertidos basta con presentar la postura más razonable
Cuando se piensa con emociones
A la vista de la presión que ahora recae sobre quienes defienden que el matrimonio solo puede ser la unión entre hombre y mujer, no es extraño que la postura a favor del matrimonio gay haya pasado a ser mayoritaria en la opinión pública estadounidense, sobre todo entre los jóvenes.
Las encuestas del Pew Research Center revelan el cambio progresivo hacia la legalización de las bodas gay que se ha producido en EE.UU. En 2001 el 57% se oponía y el 35% estaba a favor; en 2013 el 44% se opone y el 49% está a favor. El mayor respaldo viene de los nacidos después de 1980: 7 de cada 10 defienden la legalización.
Nathan Hitchen, consultor de estrategia política e investigador del John Jay Institute, considera que en un contexto donde lo que antes se entendía por sentido común ha cambiado radicalmente, es preciso articular un nuevo discurso sobre el matrimonio.
Para cambiar lo que se entiende por sentido común, argumenta en You’ve Been Framed, este nuevo discurso debe empezar por activar la simpatía de la gente. De lo contrario, el mensaje rebotará. Si tu interlocutor te ve como alguien hostil, ninguna idea razonable que le expongas llegará a buen puerto. A su juicio, es un error pensar que para ganar los debates sociales controvertidos basta con presentar la postura más razonable.
Este modo de enfocar el debate presupone equivocadamente que todo el mundo piensa en términos racionales. Y eso es precisamente lo que ha cambiado en los últimos años. Los jóvenes de los sondeos del Pew pertenecen a una generación “a la que no se convence en primer lugar por la vía racional: la televisión, las canciones, los amigos o su propia experiencia es lo que da forma a su comprensión del matrimonio y la familia”.
Elige el marco que tú quieres
En este ambiente cultural, más emotivo que analítico, Hitchen propone crear un nuevo lenguaje promatrimonio basado en cinco elementos: las emociones, las narrativas, las historias, las metáforas y los memes. Ensamblados con imaginación, estos elementos pueden contribuir a cambiar lo que pasa por sentido común en el debate público.
Las emociones tienen el poder de atravesar las barreras mentales que los argumentos no logran superar. Ver-sentir-cambiar: esa es la secuencia. La gente necesita una experiencia que les haga sentir algo distinto, como por ejemplo ver las consecuencias inquietantes a que conduce una propuesta o descubrir una solución a un problema social.
En los debates polarizados, donde predomina el tipo de discurso que enfrenta a “ellos” y “nosotros”, las narrativas colaborativas permiten ganar aliados entre los indecisos. Un ejemplo de narrativa que acerca posturas es la que pone el énfasis en las necesidades y los derechos de los niños antes que en los deseos de los adultos (cfr. Aceprensa, 25-02-2013).
Las narrativas se articulan a través de historias. Una buena historia es la que explica a la audiencia “por qué estoy aquí” y “por qué defiendo lo que defiendo”. Para Hitchen, los partidarios del matrimonio entre hombre y mujer tienen que aprender a contar historias en las que ilustren cómo lograron superar situaciones adversas gracias a la ayuda de un padre y una madre.
Las metáforas sintetizan y refuerzan ideas de manera rápida. Por ejemplo, afirmar que “el matrimonio es la infraestructura social de nuestro país” evoca la contribución al bien común que hacen las autopistas, los puentes, las líneas de tren… El matrimonio es un “bien público” porque es más beneficioso para los miembros de la pareja, para los hijos y para la sociedad que otras formas de convivencia (cfr. Aceprensa, 30-09-2009).
Ciertas creencias llegan a convertirse en tópicos gracias a ideas pegadizas (memes). Para contrarrestar el meme de moda en el debate sobre el matrimonio (“la igualdad matrimonial”), Hitchen propone adoptar y difundir otros nuevos: “Cambiar el matrimonio genera desigualdad”; “El matrimonio tradicional es más diverso”; “Restaurar el matrimonio beneficia a los niños”.
Notas
(1) Nathan Hitchen, You’ve Been Framed: A New Primer For The Marriage Debate. John Jay Institute. Versión en PDF disponible en la web del instituto. Este breve manual se complementa con un plan de acción diseñado por Brian Brown: Marriage Counter-Messaging: An Action Plan.
(2) Don't Think of an Elephant: Know Your Values, Frame the Debate. Chelsea Green Publishing, 2004. En español: No pienses en un elefante, Madrid, Editorial Complutense (2006). Ver reseña en Aceprensa, 13-02-2008.
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El matrimonio que defiende a los hijos
Al cambiar la ley del matrimonio, se priva a los niños del derecho a una relación con una madre y un padre. Nathan Hitchen lo ilustra con una historia ficticia, a modo de ejemplo de cómo presentar unas ideas.
Durante la infancia, mi madre y mi padre me hicieron un regalo. Lo descubrí cuando se divorciaron los padres de mi mejor amigo, Palak. A los 10 años comprobé cómo cambiaba nuestro futuro: los dos vivíamos en la misma calle, pero emprendimos rumbos diferentes. Mi madre y mi padre tenían los problemas normales que generan el estrés y las dificultades económicas. Pero su compromiso de permanecer juntos me proporcionó un hogar –un puerto seguro–, del que me podía ir y al que siempre podía volver.
La gran diferencia es que Palak perdió ese puerto. Aunque me dijo que había sentido alivio cuando se divorciaron sus padres, vi cómo experimentaba enfado, resentimiento y soledad cada vez que llegaba alguno de esos momentos en que las familias se suelen reunir: Navidad, Acción de Gracias, el día de la graduación... Mientras los científicos sociales lo apabullarían con estadísticas que muestran cómo la inestabilidad familiar prepara para el fracaso, para mí, Palak es el nombre y el rostro de un problema contra el que lucho: el derrumbamiento de la cultura del matrimonio.
(...) Cambiar el matrimonio perjudica a los niños porque les priva de su necesidad de pertenecer a un hombre y a una mujer. Palak necesitaba a su madre y a su padre juntos: no necesitaba sustituir a un padre por otra madre. Redefinir el matrimonio para incluir la opción de un solo sexo favorece la aparición de familias que privarán a los niños de la diversidad que aportan un hombre y una mujer. El matrimonio entre personas del mismo sexo crea desigualdad: los adoptados por esas parejas se quedarán sin la oportunidad de relacionarse con un padre y una madre. Por eso, el matrimonio tradicional respeta mejor la diversidad.
El gobierno tiene un interés legítimo en proteger la diversidad que ofrece el matrimonio. (...) Los hombres y las mujeres casados forman una infraestructura social de vida pública que ofrece refugio a los niños. La sociedad necesita infraestructuras tales como puertos y carreteras; por eso, el gobierno las financia. El gobierno no construye carreteras privadas hasta la puerta de nuestras casas como tampoco se ocupa de promover nuestras amistades o nuestros romances. Esas relaciones son privadas y el gobierno no se inmiscuye. Sin embargo, al gobierno sí le interesa apoyar a las mujeres y a los hombres casados porque su matrimonio es un bien público que presta un servicio único al futuro de la sociedad: procrear y educar a los hijos.
Aceprensa
11-IX-2013
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Cómo fortalecer el matrimonio en un país
Un grupo de investigadores estadounidenses ha diseñado un índice para medir con criterios precisos la salud del matrimonio en un país.
Juan Meseguer Velasco
Aceprensa, 22-I-2010
The Marriage Index, auspiciado por el Institute for American Values y el National Center of African American Marriages and Parentig, reúne cinco indicadores que permiten hacer una foto robot sobre el estado actual del matrimonio en un país. Los autores analizan lo que ha ocurrido en Estados Unidos entre 1970 y 2008.
Los cinco indicadores son: el porcentaje de adultos casados; la percepción de felicidad matrimonial; el porcentaje de matrimonios intactos; el número de nacimientos dentro del matrimonio; y el porcentaje de niños que viven con sus padres casados.
Los investigadores que se han unido para elaborar el índice proceden de diversas universidades y son varias sus tendencias políticas. No obstante, coinciden en que "el matrimonio es algo más que una simple relación privada entre dos adultos; es un bien social con serias implicaciones en el bienestar de los hijos".
El índice en EE.UU.
El porcentaje de adultos que están casados es el primer indicador de la situación del matrimonio en un país. The Marriage Index toma a la población de Estados Unidos que tiene más posibilidades de iniciar un proyecto de vida en común (a partir de los 20 años) y menos de enviudar (por debajo de los 54).
Aunque el matrimonio sigue siendo el ideal de la mayoría de las parejas, este indicador revela un cambio de tendencia. Mientras que en 1970 el 78,6% de adultos estaban casados, en 2008 esa cifra bajó al 57,2%. Al mismo tiempo, la cohabitación ha crecido a marchas forzadas: de las 439,000 parejas de hecho que había en 1960, se ha pasado a los 6,4 millones de parejas en 2007.
El segundo indicador hace referencia al porcentaje de personas casadas que en las encuestas se declaran "muy felices" en su matrimonio. Pese a que los que se sienten muy felices son mayoría, las encuestas muestran que la calidad matrimonial ha descendido levemente del 67% en 1970 al 62% en 2000.
El tercer indicador es el porcentaje de primeros matrimonios que no se han roto. Aquí también se ha escogido a un segmento de la población (entre los 20 y los 59 años) para evitar computar a los viudos. La caída es pronunciada: en 1970 el 77,4% de los matrimonios permanecían intactos, mientras que en 2007 lo estaban el 61,2%.
No obstante, un dato positivo es que en la última década se ha producido un ligero aumento de la estabilidad matrimonial. Según los autores del índice, esto significa que es posible evitar que la cifra de matrimonios estables siga descendiendo.
El cuarto indicador se refiere al número de nacimientos dentro o fuera del matrimonio. En las últimas cuatro décadas, el número de nacimientos extramatrimoniales se ha disparado. En 1970 el 89,3% de los hijos nacieron de padres casados, mientras que actualmente la cifra es del 60,3%.
¿Da lo mismo nacer en un matrimonio que en una pareja de hecho o en un hogar monoparental? De acuerdo con los estudios citados en el índice, la respuesta es que no. Entre otras diferencias, la realidad sociológica indica que las parejas que cohabitan sin vínculo son más frágiles, con el consiguiente perjuicio para los hijos.
Un estudio revela que el 50% de los hijos nacidos en una unión de hecho ven separarse a sus padres antes de cumplir los 5 años, en comparación con el 15% en el caso de los hijos de parejas casadas Finalmente, el quinto indicador muestra el porcentaje de niños que viven con sus padres casados. Del 68,7% en 1970 se bajó al 60,5% en 2000, estabilizándose en un 61 % en 2007. "Aún cuando el porcentaje de niños que viven con sus dos progenitores biológicos o adoptivos ha descendido desde el año 1970, es posible evitar que siga cayendo, tal como indica la estabilización de las últimas décadas", dicen los autores. En términos globales, The Marriage Index revela que la salud del matrimonio en Estados Unidos ha bajado del 76,2% en 1970 al 60,3% en 2008.
¿Qué podemos hacer?
Para mejorar el índice de salud del matrimonio en Estados Unidos, The Marriage Index recoge también una batería de 101 ideas dirigidas a padres, profesores, párrocos, políticos, líderes del movimiento pro-familia, profesionales de la opinión pública, etc.
Las ideas son de muy variada índole. Algunas pretenden reavivar la estima por el compromiso conyugal dentro del propio vecindario mediante la creación de programas de ayuda para matrimonios en crisis; cursos para enseñar estrategias de comunicación y resolución de conflictos; actividades comunitarias para fomentar que padres e hijos pasen tiempo juntos, etc.
Otras se centran en la formación de los hijos adolescentes: explicarles el sentido del noviazgo; ayudarles a desarrollar una personalidad integral; darles a conocer modelos atractivos de conducta a través del cine y la literatura, etc.
También las hay dirigidas a influir en los debates públicos en torno al matrimonio: difundir el ideal de permanencia conyugal mediante campañas publicitarias; presentar el matrimonio como el ámbito idóneo para tener y educar a los hijos; vincular la preocupación actual por los niños con el apoyo al matrimonio, etc. –
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