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Feminidad, competencia y colaboración

Por Sheila Morataya-Fleishman

La mujer que trabaja es eso, una mujer que se supera y que demuestra su valor profesional, intelectual y humano. Pero una mujer que utiliza su esencia femenina en todo su potencial, tiene más posibilidades para convertir la competencia en cooperación, y para transformar la confrontación en diálogo. Y eso, amiga mía, no pueden hacerlo fácilmente los hombres.

La mujer posee valores que pueden competir el fiero ambiente laboral en un espacio de encuentro y colaboración que puede ser uno de los mejore medios para triunfar en el trabajo.

La mujer que trabaja  tiene un gran reto: el encuentro con sus compañeros de trabajo en un ambiente que es muchas veces sumamente hostil. Cuando nos vestimos a primera hora en la mañana, tal vez después de dejar a los niños en el colegio o de una jornada tempranera de clases en la universidad, estamos a punto de asistir a un encuentro. Para un hombre quizá es una mera rutina, pero para nosotras es la posibilidad de ir al encuentro con otros seres humanos. Nuestra sensibilidad femenina nos hace ver el mundo de una forma distinta. Vamos a realizar nuestro trabajo profesional pero sobre todo viviremos una experiencia más de encuentro con el otro, y a cultivar las relaciones personales como sólo puede hacerlo una mujer.

La mujer aporta un valor único a la empresa: El valor de lo femenino. Este valore de lo femenino nos enlaza directamente con la comunidad y hace que hagamos más humana la sociedad. Los valores directos que aportamos las mujeres al trabajar son:

- el valor del "genio femenino"
- el valor de la maternidad
- el valor de la generosidad
- el valor de la fraternidad
- el valor del servicio
- el valor de la empatía

Se ha perdido en gran manera el verdadero sentido de lo que es ser mujer y se "compite". Cada vez más mujeres que trabajan disfrazan su feminidad y quieren comportarse como hombres. Otras esperan triunfar en los sofisticados ambientes laborales con falda y maquillaje. Muchas otras con su título universitario bajo el brazo esperan lograr una mejor posición. La mujer cuando pierde el camino de su feminidad en el ambiente laboral comienza a competir por ser la mejor empresaria, la mejor secretaria, la mejor ejecutiva, es una competencia de supervivencia y de mejora. Y entonces, fácilmente se puede perder una de las grandes fortalezas y habilidades de ser mujer: el sentido de colaboración. Sin espíritu de cooperación no puede haber unión. Y donde no hay unión. ¿Que hay? Competencia. ¿Estamos diciendo que la competencia es mala?. No, pero si no se tiene claro a qué se está llamado cuando se trabaja en una organización la competencia puede convertirse en un arma de doble filo.

Si se trabaja con sentido de competencia será muy difícil asimilar la frase de que es característica femenina ir al lado del hombre, estar en su vida con amor y fidelidad y dispuesta a servir. ¿Porqué? Porque donde hay competencia hay rivalidad y donde hay rivalidad no puede llevarse a cabo la misión de ir al lado, llevar el amor y servir con fidelidad y alegría. Es decir, no puede construirse la unión. Es así como se da la mujer con ausencia de bondad femenina. Se trabaja como otro más, pero sin miras a la grandeza. Sin conciencia de ir a establecer lazos de unidad en los fríos y competitivos ambientes laborales.

La mujer que coopera

La razón de ser mujer radica en que dentro de ella están esos talentos, como no los hay en el hombre, de abrirse al pensamiento de que nadie puede ser compañera del hombre como ella, cuando se decide a hacerlo. La mujer cuenta con el talento innato para hacer sentir el amor y que su capacidad para el servicio es lo que hace que unas empresas vibren más que otras. Una mujer trabajando puede cambiar la historia de la organización pues lo que esta llevando es indudablemente el "valor de lo femenino". El coraje de ser una mujer que piensa diferente en estos días de tanto relajamiento sobre el verdadero sentido de los valores.

En un artículo reciente de Blanca Castilla Cortazar leí lo siguiente "las estructuras laborales y sociales están esperando el "genio" de la mujer, para hacerlas habitables, para que se acomoden a las necesidades personales en cada etapa de la vida, para que cada persona pueda dar, en cada circunstancia, lo mejor de sí misma. Es decir, el mundo del trabajo reclama la presencia de la mujer-madre, para que el mundo laboral esté en función de la persona y de la familia y no al revés".

Si queremos que la fuerza de ser mujer se manifieste de un modo creativo y fecundo lo anterior será un reto para nosotras. Una mujer trabajando con la profundidad y anchura, por amor a que los otros crezcan y experimenten bienestar organizacional, es una mujer que sabe que ser madre no se limita a tener una función dentro del núcleo familiar. Es también una mujer que crece a nivel emocional-psicológico porque sabe que el egoísmo es una limitante que no deja al ser humano expresarse en toda su potencialidad.
El egoísmo destruye la vida personal porque somos seres de encuentro, y la primera condición del encuentro es la generosidad. Y nadie como tú, mujer-trabajadora, para ser generosa: Generosa a la hora de resolver conflictos, haciéndolo no para crear incomodidad, sino diálogo fraternal. La fraternidad representa el 50% de toda relación humana. Cuando hay una mujer con actitud fraternal en las oficinas hay sabiduría y donde hay sabiduría siempre habrá bondad. Una mujer bondadosa es la que ha desarrollado al máximo su inteligencia sin dejar de ser líder.

Las mujeres no podemos ponernos una máscara para ir a trabajar. No podemos ver al mundo como una constante y desgastante lucha. Si lo hacemos estamos condenadas a una perpetua insatisfacción y una segura amargura al paso de los años. ¡Somos mujeres! Orgullosamente mujeres, con habilidades únicas, con talentos que un hombre simplemente por su naturaleza no tiene. Las mujeres debemos apostar a serlo de pies a cabeza en nuestro ambiente laboral. Nuestra natural suavidad en el trato, nuestra facilidad de comunicación, nuestra facilidad para la empatía son armas más poderosas que la confrontación. Las mujeres podemos realizar un cambio si vemos nuestro trabajo como un espacio para el encuentro con otros seres humanos, hombres y mujeres.

La mujer que trabaja es eso, una mujer que se supera y que demuestra su valor profesional, intelectual y humano. Pero una mujer que utiliza su esencia femenina en todo su potencial, tiene más posibilidades para convertir la competencia en cooperación, y para transformar la confrontación en diálogo. Y eso, amiga mía, no pueden hacerlo fácilmente los hombres.

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