Audiencia sobre la clonación humana
Comité sobre Salud, Educación, Trabajo y Pensiones
Senado de los Estados Unidos
5 de marzo de 2002
Mi nombre es Stuart Newman. He sido profesor de biología celular y anatomía en el Colegio de Medicina de Nueva York (New York Medical College), desde 1979, en donde enseño a los estudiantes de medicina y a los graduados, y dirijo un laboratorio en biología del desarrollo. Éste es el campo científico que estudia el desarrollo del embrión, la clonación, la regeneración, y las células madres. Durante los últimos 25 años, la Fundación Nacional de Ciencia (National Science Foundation) y los Institutos Nacionales de la Salud (National Institutes of Health) han dado apoyo a mi trabajo en el desarrollo de forma y patrón en embriones de animales, por medio de concesiones. Actualmente recibo dos concesiones federales.
Desde que yo era estudiante me preocupaba acerca del uso que se le da a la investigación científica. Al convencerme de que los científicos, que son beneficiarios de los recursos públicos, tienen la profunda responsabilidad de anticipar lo que se encuentra en el futuro para sus propios campos y de servir como un recurso de información para el público acerca de los asuntos complejos en torno a las formas de aplicación de la investigación científica, me uní a otros científicos, científicos sociales, partidarios de los derechos de la mujer, y ecologistas, para establecer, a finales del año 1970, el Consejo para la Genética Responsable (Council for Responsible Genetics). Hoy en día, este Consejo es la organización más vieja de la nación que escudriña e interpreta las tecnologías de la nueva genética, y ha trabajado educando al público acerca de los peligros científicos y sociales de propuestas que se han hecho para introducir en los humanos modificaciones genéticas heredables, incluyendo la tecnología aliada de la clonación humana. Yo he puesto en el expediente varios documentos del Consejo que se relacionan con los asuntos que tenemos a la mano, incluyendo la Declaración de Derechos Genéticos (Genetic Bill of Rights), la cual afirma, en parte, que: “Todas las personas tienen el derecho a haber sido concebidas, gestadas y nacidas sin manipulación genética”.
Declararé desde el principio que yo, y el Consejo para la Genética Responsable como organización, apoyamos, de forma inequívoca, el derecho de la mujer a tomar sus propias decisiones reproductivas. Por lo tanto, mientras que lo que yo vengo a decirles hoy pone en tela de juicio las tecnologías que manipulan, clonan, y alteran genéticamente los embriones humanos, estos enfoques no derivan de ninguna noción de la santidad del embrión, ni tampoco de atribuirle a éste la categoría de ser humano. En vez de esto, nuestras preocupaciones se derivan de dos fuentes distintas: (1) la promoción irresponsable de otra biotecnología científicamente cuestionable, en conformidad con lo que ahora es un patrón recurrente de jugar con las esperanzas de los inversionistas y la desesperación de los pacientes; y (2) las consecuencias sociales destructivas que se obtienen al avanzar dentro de la senda tecnológica que comienza con la clonación de embriones.
Específicamente, al no lograr cumplir sus promesas, la clonación de embriones para producir células madres embrionarias nos pedirá, de forma inevitable, que se extienda la duración de vida de los embriones clónicos a fin de permitir la recolección de células y tejidos en desarrollo más avanzado para investigación y posibles terapias. Las mismas imperativas bien intencionadas que hacen que algunos de ustedes no estén dispuestos a rechazar pacientes que esperan alivio por medio de células madres embrionarias, harán que ustedes, o sus sucesores, sean susceptibles a las exigencias hechas para aumentar el acceso a productos mejorados de este tipo de trabajo, hasta, e incluyendo, clones de término completo de los cuales se recolecten órganos.
Trataré de explicar cómo puede suceder esto. Las células madres embrionarias se derivan de embriones que tienen menos de dos semanas de gestación: el ahora proverbial “grupo de células en el fondo de una cápsula de Petri”. Si éstas se derivan de un embrión clónico que ha resultado de la transferencia del núcleo de la célula somática de un paciente a un óvulo, las células madres serían genéticamente similares a las del paciente que donó el núcleo. Los trasplantes derivados de dichas células madres serían compatibles con el sistema inmunológico de estos pacientes. Sin embargo, por favor, note que esto sería de muy poca ventaja para los pacientes que sufren de diabetes tipo 1, cuya condición hace que, de forma inmunológica, rechacen sus propias células productoras de insulina.
Aunque estas células genéticamente similares pudieran ser toleradas por pacientes que sufren otras enfermedades, existen posibles problemas. Dos décadas de investigación sobre células madres embrionarias en ratones genéticamente compatibles, han dado lugar a un conjunto de estudios con resultados terapéuticos modestos: en todos los casos se logró menos de lo que se ha logrado con injertos de células no embrionarias. A pesar de los muchos esfuerzos, las células madres embrionarias nunca llegan a ser sólo un tipo de célula o tejido adherido, sino que se diferencian en mezclas desorganizadas de diferentes tipos de células. Y lo más importante de todo es que son genéticamente inestables. Si se ponen en ratones adultos causan tumores. Existen muchas razones para creer que las células madres de un embrión humano, incluyendo las de los embriones clonados, causarían cáncer en los pacientes humanos.
Superar esto, si fuera posible hacerlo, llevaría años de investigación. Algunas personas dicen que vale la pena intentar, y los científicos y las compañías que tienen patentes sobre esta tecnología están dispuestos a hacer el intento. Sin embargo, la ciencia y la medicina siempre gravita hacia mejores tecnologías. De hecho, el doctor John Gearhart de la Universidad de Johns Hopkins ha aislado un diferente tipo de célula madre humana. Estas células se derivan de las gónadas en desarrollo de embriones humanos de ocho a nueve semanas de gestación, y pueden ser obtenidas después de un aborto electivo. Tal como las células madres embrionarias lo hacen, estas células, llamadas células germinales embrionarias, pueden diferenciarse en todo tipo de células. Y lo más importante es que cuando son trasplantadas en animales experimentales no causan cáncer.
Por razones puramente científicas, las células germinales embrionarias son más prometedoras que las células madres embrionarias. Ahora bien, si éstas se derivaran de embriones clónicos serían casi perfectas, nuevamente, en sentido puramente científico. Pero, algo interesante sucede, ninguno de los partidarios de que se permita la clonación de embriones ha levantado el espectro de cultivar embriones clónicos de 8 a 9 semanas para que las células germinales embrionarias, genéticamente similares, puedan ser recolectadas. Claro que estos embriones ya no serían un grupo de células en una cápsula de Petri, y siendo así, algunas personas que apoyan la clonación embrionaria podrían oponerse. En estos momentos esto sería como una “papa caliente”, pero una vez que tengamos embriones clónicos por un tiempo, y nos hayamos acostumbrado a la idea, ¿quién se haría el sordo a las peticiones de los pacientes y de sus seres queridos para obtener esta terapéutica superior?
Y una vez que se hayan recolectado células madres de embriones clónicos de dos meses de gestación, ¿quién podrá resistir las súplicas de extender el tiempo fijado para que el hígado y la médula ósea puedan ser obtenidos de fetos clónicos de seis meses de gestación para curar a pacientes que sufren de enfermedades mortales sanguíneas tales como beta talasemia (anemia de Cooley), o para que las células del revestimiento cerebral puedan ser recolectadas de fetos que están cerca de completar su término de gestación para tratar a los pacientes que sufren de la enfermedad de Parkinson?
Yo hago hincapié en que todo esto tiene perfecto sentido médico y científico. Lo único que se atraviesa en el camino es un sentido de propiedad con respecto a la forma en que los embriones y los fetos humanos en desarrollo, vayan a ser utilizados. Tal vez algunos de ustedes fijen su límite en el grupo diminuto de células; otros en el embrión de dos meses de gestación; y aun otras personas en el embrión que está cerca de completar su término de gestación. En cualquier punto que ustedes decidan dejar este tren en particular, habrá otras personas que afirmen su derecho de llevarlo a la siguiente estación. Después que la oveja Dolly fue clonada, un científico inglés sugirió, bromeando, que la inactivación de los genes que inducen el cerebro podría ser utilizada para producir clones humanos de gestación completa sin cabeza para recolectar órganos. Para su sorpresa, el embriólogo más prominente de la Gran Bretaña respondió públicamente: “¿Por qué no?” A menos que usted diga NO a la clonación embrionaria, cualquier límite que ponga será una frontera movible. Muy pocas personas en este salón aceptarían las posibilidades más extremistas, pero ¿qué de las generaciones futuras que están creciendo en un mundo en el que producir embriones clónicos para obtener partes de repuesto es medicina, como de costumbre?
No sólo esto, sino las publicaciones científicas que sobrevendrán si los actos de clonación embrionaria permiten que aquellos individuos imprudentes que han anunciado su intención de crear clones de gestación completa, y luego crear clones “mejorados” genéticamente, lo hagan. Aquellas personas que piensan que van a impedir la transferencia de la tecnología al tratar a los embriones clónicos como sustancias controladas en laboratorios reglamentados, no entienden cómo funciona la ciencia.
Ésta es mi predicción: si se permite la clonación embrionaria, dentro de algunos años la frustración por la falta de progreso en la producción de terapéutica segura y eficaz por medio de células madres embrionarias, va a acarrear peticiones de que se permita la recolección de células germinales embrionarias de embriones clónicos de dos a tres meses de gestación, y tal vez, todos nosotros nos encontremos aquí nuevamente. El resto sería sólo cuestión de tiempo. Pero existen otras posibilidades. Las células madres derivadas de tejido adulto y de la sangre del cordón umbilical ya han comprobado ser terapéuticas efectivas en animales modelos y en ensayos clínicos. Existe menos interés comercial alrededor de ellas porque es difícil obtener patentes sobre las células del mismo paciente. Sin embargo, en consecuencia, estas células son compatibles con el sistema inmunológico del paciente de quien se derivaron. Tomaría mucho trabajo adicional hacer que esta tecnología sea práctica, pero científica y socialmente, estoy convencido de que éste es el camino que se debe seguir.
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