Imprimir
Se mueren por ser delgadas
Por Isabel Igual y Consolación Salas

Prisioneras de su miedo a engordar, las víctimas de la anorexia y la bulimia juegan con su cuerpo y arriesgan la vida

Verónica Zúñiga tenía todo a su favor. La jovencita de 14 años -estudiante de secundaria radicada en el municipio de San Nicolás de los Garza, Nuevo León- era muy bella, inteligente y exitosa. Meta que se proponía, meta que lograba. Numerosos muchachos andaban tras ella. En 1999 se puso a dieta con motivo de una fiesta. Pesaba 52 kilos, pero quería “verse mejor”. Terminada la primera dieta, siguió con la segunda y luego con la tercera. Sin embargo, aún se sentía excedida de peso. Llegó a pasarse el día con limonada, y hacía ejercicio durante horas y horas. Aunque constantemente pensaba en comida y tenía hambre, echaba mano de toda su fuerza de voluntad para no probar bocado. “Cuanto más adelgazaba, mejor me sentía conmigo misma”, explica.

Usaba ropa holgada para ocultar su cuerpo e inventaba mil pretextos para que en casa no se dieran cuenta de que comía muy poco: que tenía mucha tarea o que ya había comido con una compañera. Así pasó cerca de medio año. Verónica, que ya no podía controlar su obsesión por bajar de peso, se sentía eternamente cansada, débil y con mucho frío. Cada vez que se ponía de pie, se mareaba. Un día se desmayó en una fiesta sin razón evidente, y sus padres la llevaron al pediatra. Sin embargo, el médico los tranquilizó. Era pasajero, dijo. Y no tenía nada de malo que una muchacha de su edad quisiera mantenerse delgada. Tres o cuatro meses después la madre abrió la puerta del baño sin saber que ella estaba dentro y se quedó de una pieza al verla desnuda. Tenía la piel reseca y parecía un verdadero esqueleto. ¡Pesaba apenas 32 kilos! Entonces la llevaron a Comenzar de Nuevo -asociación civil dedicada a prevenir y detectar trastornos alimentarios y a educar a los pacientes- de la cual se enteraron por Internet. A Verónica le diagnosticaron allí anorexia nerviosa, enfermedad psiquiátrica que afecta principalmente a mujeres adolescentes y jóvenes, y que trae consigo la pérdida excesiva de peso sin otra causa manifiesta que la de no querer comer. Voluntario en sus inicios, este trastorno deriva en la pérdida de control sobre el mismo por parte de las víctimas. Verónica presentaba, entre otras cosas, insuficiencia renal y complicaciones cardiacas. Su vida corría peligro.

Cuando Verónica Zúñiga llegó por segunda vez a Comenzar de Nuevo, la atendió un equipo multidisciplinario. Asistió a psicoterapia para reconstruir su autoestima. También aprendió a evaluarse de forma más apegada a la realidad. Antes, tenía de sí misma una percepción distorsionada. “Si me decían: ‘¡Qué bonita estás!’, yo pensaba: No es cierto. Lo hacen por quedar bien conmigo. Estoy horrible y gorda”, recuerda.

La terapia de imagen corporal le ha permitido cambiar la imagen equivocada que tenía de sí. Ya no le aterra verse al espejo y sabe que sus piernas no están demasiado gordas. Verónica se fijó metas semanales para subir de peso y adquirir hábitos normales de alimentación. Al igual que muchos anoréxicos, practicaba una serie de ritos al comer. Tardaba dos horas con un bistec. A veces usaba cubiertos de bebé o escondía los alimentos en servilletas y se los guardaba entre la ropa. En agosto de 2000, transcurridas las 12 semanas, la joven había adelantado mucho y pudo dejar la clínica. Había recuperado su peso y, lo más importante, aprendido a controlar su forma de pensar. "Antes nunca me sentía contenta”, refiere. “Si sacaba 9 en la escuela, quería 10. Si en el ballet la rutina me salía bien, me decía: Pude haberlo hecho mejor. Ahora ya no me exijo tanto”. Verónica mejora día con día. “Todavía siento algo de culpa por comer, pero he aprendido a controlarla. Ya no me atormenta la comida”, dice. La muchacha regresó a la preparatoria y piensa estudiar nutrición o psicología. “Miro hacia atrás y me doy cuenta de todo lo que perdí al convertirme en alguien que no quería ser”, concluye. * Se cambiaron los nombres para proteger la vida privada de las personas.

Selecciones del Readers Digest


,