Jenny es bulímica, actualmente está en recuperación en un grupo de Comedores Compulsivos Anónimos y asegura que su enfermedad se originó desde la infancia, debido a las presiones sociales que enfrentaba, primero en su familia, luego entre la sociedad:
Creo que esta enfermedad empieza desde que se es pequeño. En mi caso, mi mamá me criticaba constantemente y aunque yo no era gorda sino llenita, me decía que los chicos querían novias delgadas.
Desde los 12 años hice todo tipo de dietas y probé todos los medicamentos para bajar de peso, excepto los que surgieron en los últimos años porque ya estaba en el grupo.
Tenía una necesidad enorme de ser delgada, porque quería pertenecer, ser aceptada en la sociedad, cumplir con los cánones de belleza que ésta exigía, lo curioso es que ni cuando enflaqué, logré hacerlo.
Yo creo que vivimos en una sociedad con valores mal cimentados; nos dicen que para alcanzar el éxito debemos hacerlo a través del físico, lo peor es que funciona, porque crecemos pensando que si nuestra figura cumple con determinado modelo, podremos conseguir lo que deseamos, como una pareja o un trabajo.
Por eso llegamos a enfermarnos, los bulímicos tratamos de deshacernos de todo lo que nos comimos de alguna manera, por miedo a engordar; tradicionalmente se piensa que sólo vomitando, pero también con ayunos, ejercicio excesivo, usando laxantes.
En mi caso, soy una exagerada del cuerpo, sin pesarme puedo saber si subí o baje 300 gramos, incluso hoy en día tengo esa obsesión.
A los 12 ó 14 años empecé a vomitar, sentía mucha presión por parte de familia, 'tienes que ser delgada', me decían, y yo quería serlo para que me aceptaran, aunque ellos no eran delgados.
Me transmitieron sus miedos y frustraciones, desde los 8 años me llevaban con el nutriólogo, luego con el doctor de chochos y a clínicas especializadas en la reducción de peso.
Cuando descubrí el vómito y los laxantes me consideré brillante por la idea, podía comer lo que quisiera sin subir de peso, viví así durante casi diez años, ignorando el sufrimiento que me provocaba.
Llegué a comer un pastel completo, una caja de cereal, media botella de licor; vomitaba y no pasaba nada.
Cuando me casé intente dejarlo, porque me avergonzaba el mal olor que siempre quedaba en mi boca, lo curioso es que esa idea es permanente, incluso hoy en día, cuando siento que comí de más.
Todo era oculto, yo me escondía, me daba mucha vergüenza pensar que había niños muriéndose en el mundo de hambre y yo vomitaba, pero no podía parar; a pesar de los daños físicos que ya me había provocado, tenía el aparto digestivo trastornado, sufro de gastritis, acidez, dañé el esmalte de los dientes.
Así llegue a Comedores Compulsivos Anónimos, negando mi enfermedad y en busca de una dieta diferente y efectiva para bajar de peso. Al principio pensé que todos ahí estaban locos, pero me quedé, porque me encontré a mí misma.
Creo que el programa de los 12 pasos y las 12 tradiciones es la mejor opción para rescatar tu vida, porque se pueden aplicar en cualquier problema no sólo en el de comer compulsivamente.
Ahí empezamos a aceptarnos a nosotros mismos, como un ser humano valioso, nos liberamos del egocentrismo cuando ayudamos a otros a recuperarse.
Ahora estoy abstinente de harinas y azúcares, debido a que descubrí que éstas desatan mi compulsión por la comida, hacen que pierda por completo la sensación de saciedad.
Llegué a C.C.A (Comedores Compulsivos Anónimos) hace cuatro años y me quede porque quiero salvar mi vida, no sólo física, también la emocional y espiritual.
Entonces me sentía mal, llena de miedo, angustiada, con mucho dolor interno, resentida con la gente; ya había tocado mi fondo emocional, y todavía pensaba que adelgazando se iba a resolver todo, pero no fue así.
Encontré la posibilidad de sanarme y ser feliz.
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