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El 40 por ciento de las adolescentes se ven gordas y quieren perder peso

«No estoy a gusto con mi cuerpo porque me siento gorda». Este pensamiento ha rondado por la mente del 40 por ciento de las adolescentes. De todas ellas, sólo el 10 por ciento -al menos, por ahora- tiene riesgo evidente de padecer trastornos alimentarios. El resto no ha enfermado en esta ocasión, pero podría hacerlo en cualquier momento y engrosar la lista de jóvenes afectadas, un 5 por ciento.

Con estos datos arrancó ayer la presentación de la guía «La anorexia nerviosa y la bulimia: un problema de todos», un manual práctico que ha sido elaborado por el doctor Gonzalo Morandé, jefe de la unidad de anorexia y bulimia del Hospital Niño Jesús, y la coordinadora de la Asociación Adaner, Carmen González, que atiende desde hace años a este colectivo.

El objetivo fundamental de esta guía, que se distribuirá entre padres, educadores y psicólogos, es alertar sobre los síntomas y las consecuencias de esta enfermedad, especialmente de cara a las próximas campañas de adelgazamiento que se pondrán en marcha con la llegada del verano.

Según el doctor Morandé, el culto al cuerpo «mueve muchos recursos, pero afecta a sectores sensibles de la población, como son los niños y los adolescentes». Además, el «blanco» ideal son las mujeres. Concretamente, el 80 por ciento de los mensajes publicitarios de las revistas juveniles e infantiles van dirigidos a este colectivo. Dietas adelgazantes sin contraste médico, modelos estéticos imposibles de conseguir o tallas excesivamente pequeñas suelen convertirse en el caballo de batalla para los especialistas.

Por este motivo, el Defensor del Menor, Pedro Núñez Morgades, que también estuvo presente en el acto, hizo un llamamiento «a la responsabilidad» de todos los sectores para evitar, por ejemplo, que cerca del 40 por ciento de las jóvenes siga alguna dieta adelgazante de forma descontrolada.

Los niños, candidatos perfectos

Según el doctor Morandé, el riesgo entre los más pequeños sigue creciendo. De hecho, la población de riesgo más sensible no son los adolescentes, sino niños de tan sólo 9 años. A esta edad -dice- se pueden crear las condiciones ideales para convertirse en candidato perfecto a padecer bulimia o anorexia en un futuro. Las principales causas de este «gestación» son, a su juicio, el excesivo consumo de televisión, que les marca una serie de estereotipos, el aumento de su sensibilidad crítica y su carácter influenciable.
Por eso, Morandé señala que es fundamental concienciar a las familias para que sigan de cerca la alimentación de sus hijos «porque, por ejemplo, el 16 por ciento no desayuna y la merienda se ha olvidado».

«No tenemos una vacuna -dice- pero sabemos que esto funciona de forma epidémica y es necesaria una movilización social». Un único dato resulta alentador: los padres juegan un papel cada vez más importante en el diagnóstico de la enfermedad y esto se aprecia en el tiempo que transcurre desde que comienzan los primeros síntomas hasta que se acude a la consulta del médico. «Ahora no tardan más de seis meses». Además, el entorno presiona más que antes al enfermo para que acuda al médico.

Más recursos para los adultos

Sin embargo, otro de los problemas con los que se enfrentan padres y especialistas es el cambio experimentado en el perfil de este tipo de pacientes. «Hace años, -señala el doctor Morandé- la anorexia era visible y los chicos llegaban a las consultas con infrapeso y tremendamente pálidos». Ahora, lo habitual es desarrollar problemas mixtos, es decir, combinar periodos de restricciones con atracones y vómitos. El resultado de este nuevo cóctel es un joven de aspecto saludable y sin pérdida de peso pero que puede tener un trastorno alimentario grave.

No obstante, según la coordinadora de la Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia (Adaner), Carmen González, los trastornos alimentarios afectan cada vez más a los adultos. De hecho, el 85 por ciento de las personas que acuden a la asociación son mayores de edad.

González señala que los recursos existentes en la región para tratar estos casos son «nulos» y reclama unidades de atención a los adultos en los hospitales, psiquiatras especializados en trastornos de la conducta alimentaria y que se haga un registro específico de fallecimientos por esta causa, para detectar así el alcance real de la enfermedad.

ABC, España, 2004-05-12


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