El tradicional rito de los almuerzos y las comidas familiares no sólo no se lleva a cabo con frecuencia en la actualidad: la ausencia de estos encuentros en torno a la mesa pone en riesgo a las hijas de sufrir severos trastornos alimentarios, como anorexia, bulimia, ingerir laxantes o diuréticos, o hacer dietas extremas para bajar de peso.
Así lo demostró un estudio hecho en Estados Unidos por la Universidad de Minnesota que analizó a más de 4.000 adolescentes de distintas edades y los patrones familiares de sus respectivos grupos. La investigación señala que las niñas que comían junto a sus familias tres a cuatro veces por semana presentaban un 33% de riesgo de sufrir problemas alimentarios. Cuando esos encuentros aumentaban a cinco, el peligro bajaba a 25%.
Aires de familia
Para la doctora Dianne Neuman-Sztainer, autora del estudio, "debido a que la sociedad presiona altamente a las jóvenes con mensajes sobre el riesgo de la obesidad y la conveniencia de ser delgadas, muchas niñas están bajando de peso con hábitos riesgoso para su salud", indica a La Tercera.
Cuando la familia come junta, agrega, los padres tienen la oportunidad de ver que sus hijos estén consumiendo lo que necesitan para su desarrollo, pero -más importante- es que estas instancias son una oportunidad única para fortalecer la comunicación, transmitiendo valores y haciendo sentir a los hijos lo importantes que son para sus padres.
"No se trata de hacer una gran comida, con todas las cosas elaboradas en casa. La idea básica es, simplemente, estar todos juntos", dice Neuman-Sztainer.
Para padres que trabajan
Tampoco es necesario que en todas las ocasiones coman juntos. "Lo que uno ve es que los adolescentes pasan el día prácticamente con el desayuno que consumieron en la mañana, se saltan el almuerzo y a veces hacen una sola comida en la noche o una once-comida", explica la siquiatra Lilian Urrutia, especialista en trastornos alimentarios del Instituto Neuropsiquiátrico de Chile.
Los padres que trabajan, por ejemplo, y que no están a la hora del almuerzo con los hijos, pueden hacer del desayuno una instancia vital de reunión familiar. Lo mismo sucede con la comida en la noche: incluso, los padres se pueden ir turnando para estar con los hijos en esos momentos.
En las noches y los fines de semana es el momento de analizar cómo están comiendo: si están dejando el arroz o las papas de lado y consumen sólo parte del plato, si repentinamente son vegetarianas o se escandalizan por lo calórico de algunos platos.
La Tercera, Chile, 2004-11-12 |