El tabaco que se fabrica y vende en la República Dominicana se cultiva en la zona Norte del país, en municipios como Santiago de los Caballeros, Villa González, Navarrete, y también en puntos como Puerto Plata, Moca y La Vega, entre otros. (EFE)
La era de la tecnología, que todo lo abarca, no ha podido con algunos sectores, como el del tabaco tradicional dominicano, un producto de lujo cuya elaboración puede durar hasta siete años, aunque luego se saborea -y se esfuma- en tan sólo dos horas.
Los verdaderos amantes del tabaco saben muy bien que “un buen cigarro es como un buen vino: mientras más viejo, mejor”, comenta Miguel Mercedes, vendedor en una de las tiendas de la ciudad colonial de Santo Domingo, donde se fabrica y comercializan algunas de las más afamadas marcas de tabaco dominicano.
Ese distrito, que fue la puerta de América y hoy es el principal núcleo turístico de la capital dominicana, concentra decenas de tiendas de recuerdos, artesanía, cuadros y otros atractivos para el visitante.
Allí perviven aún algunas fábricas tradicionales de puros, donde cuatro o cinco personas se dividen el trabajo y mientras unos seleccionan, separan y preparan las hojas, otros las enrollan y colocan el cigarro en la prensa.
El producto hecho a mano es caro, como artículo de lujo, pero muy apreciado por los fumadores y también por los visitantes en busca de regalos.
Gama de precios
La gama de precios, con todo, es amplia. Desde los 250 dólares que cuesta una caja de 20 cigarros de Cohiba Dominicano Especial, hasta los 2 mil que se pagan en algunas tiendas por una caja de 25 puros de una joya como el ‘Opus X’.
Claro que hay precios para todos los gustos y desde los 60 dólares se puede encontrar un buen lote de 24 puros dominicanos.
Eso sí, todo hecho a mano, desde la selección y preparación de las hojas, pasando por el enrollado y prensado del cigarro, hasta su colocación en la cámara de envejecimiento por un período que va desde los seis meses a los dos años antes de ser vendido.
Pero mucho antes de llegar a las manos del artesano, las hojas de tabaco han de pasar un proceso previo de envejecimiento en cámaras donde la temperatura y la humedad están perfectamente controladas.
“Además de viejo, el cigarro debe estar hecho con un buen tabaco, con buenas hojas, y debe envejecer durante un tiempo prudente, que puede oscilar entre tres y cinco años”, explica Mercedes.
Con eso se consigue un tabaco de calidad, en el que el consumidor busca “que tire bien, que no se apague fácilmente, que tenga un buen sabor, un buen aroma”, agrega.
Elaboración
Cerca de la tienda, escaleras arriba, cinco trabajadores elaboran los puros que Miguel Mercedes vende en el establecimiento, situado frente a la catedral primada de América, en un punto cargado de sabor dominicano.
Allí, un radiocasete ameniza su trabajo con merengues y bachatas que hacen más llevadero el prensado a mano del tabaco y el sofocante y húmedo calor de la jornada.
El gerente de producción, Franklin Cotes, explica que la fase de confección del cigarro es breve. “Es bastante rápido. Fabricar un cigarro puede tomar dos minutos”, de modo que es posible “conseguir un promedio de unos cincuenta cigarros en dos horas”.
El tabaco que se fabrica y vende en la República Dominicana se cultiva en la zona Norte del país, en municipios como Santiago de los Caballeros, Villa González, Navarrete, y también en puntos como Puerto Plata, Moca y La Vega, entre otros.
La producción no se detiene y Cotes habla sin dejar de trabajar, al igual que su compañero, quien se identifica como Santana, un hombre activo que coloca las hojas en el rodillo a toda velocidad, al tiempo que sigue el ritmo de la música con todo su cuerpo.
Santana asegura que no todo el mundo está capacitado para este trabajo. “Para esto hay que tener una habilidad especial”, indica.
El operario no tiene dudas sobre lo que más le gusta de su trabajo: “la llegada del viernes, cuando van a pagar”, dice, sin levantar la vista de la mesa de trabajo.
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