Fermín Apezteguia Dv.| San Sebastián.
A los niños hay que invitarles a beber, aunque no lo pidan.
El consumo elevado de agua puede ser tan insano como una dieta pobre en ella. En el último congreso de la Asociación Española de Dietistas y Nutricionistas, celebrado en Bilbao, ya se dio la alertan de los peligros que entraña la toma inadecuada del más sano de los alimentos.
La población, en general, bebe menos agua de lo debido y paga ese error en forma de complicaciones cardiacas y renales. Los médicos hace tiempo que nos venían alertando de ese riesgo. La otra cara de la moneda se conoció ayer. La moda de ingerirla a todas horas, de no salir de paseo sin un botellín rellenable y de hincharse a agua las noches del fin de semana creyéndose que así se vive una vida más sana, aunque parezca mentira, también entraña peligro.
Las transformaciones nutricionales que se están dando en la sociedad no son pocas ni banales. Algunos, como los cambios en las costumbres alimentarias que amenazan con una epidemia de obesidad, resultan más graves. Otros, siéndolo menos, tampoco deben minusvalorarse, como las consecuencias de una ingesta inadecuada de agua, por defecto y por exceso.
«La hidratación es el excipiente de la vida», argumenta Manuel Moñino, vicepresidente de la Asociación Española de Dietistas y Nutricionistas, para explicar el alcance de la importancia de este producto. Los excipientes son la base que se utiliza para la fabricación de los medicamentos, para darles consistencia, sabor y cualquier otra cualidad que facilite su dosificación y uso. Todas las sustancias que se ingieren utilizan el agua como vehículo para llegar a los distintos puntos del cuerpo que se quiere nutrir.
El organismo garantiza así la perfecta hidratación del cuerpo entero, que es agua en un 75%. La falta de agua provoca que las células no se hidraten suficientemente y como consecuencia pueden provocarse contracturas musculares, problemas cardiacos y complicaciones renales. Los expertos, de hecho, suelen decir que un buen medidor del buen funcionamiento del riñón es la orina. Cuanto más clara, mejor.
Las personas más vulnerables ante una toma escasa de agua son, por motivos similares, los niños -especialmente los más pequeños- y las personas mayores. El control de la sed reside en una estructura del cerebro llamada hipotálamo, responsable también de funciones tan fundamentales como la conducta, la orina, el sueño y el apetito. En él residen unas neuronas especiales que detectan posibles cambios en el torrente sanguíneo, como un cambio en el nivel de las sales. Una glándula llamada hipófisis y los riñones completan el sistema humano de alerta frente a la sed.
Refrescos, no
Una serie de sensores repartidos por todo el cuerpo informan a la red que forman el hipotálamo, la hipófisis y los riñones de la cantidad de líquidos perdidos a través del sudor y la orina. Es en ese momento cuando se sienten ganas de beber. A los niños les pasa que el mecanismo no suele funcionarles bien porque aún es inmaduro. En los mayores sucede al revés. Con el envejecimiento, pierde sensibilidad.
Ahora bien, tampoco hay que pasarse con el agua. Un consumo excesivo puede desencadenar un proceso llamado hiponatremia, provocado por la falta, por dilución, de uno de los minerales que están y deben estar presentes en el organismo, que es el sodio. Su ausencia provoca irremediablemente un exceso de potasio.
Lo normal es que el proceso se controle mediante una reducción de la toma de líquidos, pero es posible sentir náuseas, vómitos, calambres musculares, alteraciones visuales, cefaleas y, en los casos más graves, infartos, convulsiones y situaciones de coma. Suele ser raro que ocurra, pero si sucede se requerirá atención hospitalaria.
Hay, según Manuel Moñino, otra cuestión que también preocupa a los nutricionistas. Cada vez más, los refrescos azucarados están sustituyendo al agua en los menús domésticos «de manera ritual». No vale. El agua debe ser agua. Calorías aparte, ni la naranjada, ni la cola, ni siquiera la leche ni los zumos poseen sus propiedades.
Téngalo en cuenta
Hay que beber agua
Es necesario beber dos litros de agua al día, pero una dieta equilibrada proporciona aproximadamente uno a través de la comida, de las verduras, hortalizas, la leche. Una persona adulta basta con que tome cuatro vasos diarios.
Niños y personas mayores tienen más problemas para sentir la sed. Pueden deshidratarse. Procure que los niños ingieran cuatro o cinco vasos; más si son muy movidos.
El envejecimiento contribuye a dañar el sentido de la sed, lo que hace que los mayores se sientan saciados cuando todavía necesitan beber. Convénzales de la necesidad de hidratarse. Si tienen problemas para tomar agua, ofrézcales frutas en compota, infusiones y gelatinas.
No sustituya el agua por refrescos azucarados. Su uso continuado favorece el exceso de peso y la aparición de enfermedades cardiovasculares y diabetes.
La ingesta de agua sin control las noches del fin de semana también puede pasar factura
Diario Vasco
02.02.09 |