Dos tercios del peso corporal corresponden al agua. Una persona que pesa 68 kilogramos tiene aproximadamente 38 litros de agua en el cuerpo. De éstos, entre 23 y 26 están en el interior de las células, 7,5 en el espacio que las rodea y una cantidad ligeramente inferior a 4 litros (aproximadamente el 8 por ciento de la cantidad del agua total) está en la sangre. Este volumen de agua, relativamente pequeño en la sangre, es muy importante para el funcionamiento del cuerpo y debe mantenerse constante. El agua que está fuera de la sangre, actúa como un depósito para reponer o absorber el exceso de agua de la sangre, en caso necesario.
El agua entra en el cuerpo principalmente por la absorción desde el aparato digestivo y lo abandona como orina que excretan los riñones. Éstos pueden excretar varios litros de orina al día, o bien conservar el agua excretando menos de 500 mililitros diarios. Alrededor de 750 mililitros de agua, también se pierden cada día por evaporación a través de la piel y los pulmones. La sudación intensa, tal como sucede durante el ejercicio vigoroso o en los climas cálidos, puede aumentar notablemente el volumen perdido en la evaporación. Normalmente, se pierde poca agua por el aparato digestivo; sin embargo, puede perderse una cantidad igual o superior a 4 litros al día por vómitos prolongados o por una diarrea intensa.
Cuando el consumo de agua compensa la cantidad perdida, el agua del cuerpo está en equilibrio. Para mantener este equilibrio, las personas sanas con un funcionamiento normal de los riñones y que no transpiren excesivamente deben beber al menos un litro de líquido al día.
Sin embargo, se recomienda a los adultos sanos beber de 1,5 a 2 litros al día para protegerse de la deshidratación y del desarrollo de cálculos renales.
Cuando el cerebro y los riñones funcionan adecuadamente, el organismo puede afrontar cambios extremos en el consumo del agua. Habitualmente se bebe lo suficiente como para compensar un exceso de pérdida de agua y, de ese modo, mantener el volumen sanguíneo y la concentración de las sales minerales disueltas (electrólitos) en la sangre. Sin embargo, una persona puede deshidratarse si no bebe la cantidad de agua suficiente para compensar la pérdida excesiva, como sucede en caso de vómitos prolongados o diarrea intensa.
La cantidad de agua presente en el organismo está estrechamente ligada a la cantidad de electrólitos. La concentración (nivel) de sodio en la sangre es un buen indicador de la cantidad de agua existente en el organismo. El cuerpo trabaja para mantener el nivel de agua total y, por lo tanto, para que el valor de sodio en la sangre sea constante. Cuando éste es demasiado elevado, el cuerpo retiene agua para diluir el exceso de sodio. Se siente sed y se produce menos orina.
Cuando la concentración de sodio desciende demasiado, los riñones excretan más agua para restaurar el equilibrio de dicha concentración.
Deshidratación
La deshidratación es una deficiencia de agua en el organismo.
La deshidratación se produce cuando la eliminación de agua del cuerpo es mayor que el volumen ingerido. La deficiencia de agua, por lo general, provoca un aumento de la concentración de sodio en la sangre. Los vómitos, la diarrea, el uso de diuréticos (fármacos que provocan la excreción de excesivas cantidades de sal y de agua por los riñones), el exceso de calor, la fiebre y una disminución del consumo de agua pueden conducir a la deshidratación. Ciertas enfermedades, como la diabetes mellitus, la diabetes insípida y la enfermedad de Addison, pueden ocasionar deshidratación debido a las excesivas pérdidas de agua con que cursan.
En primer lugar, la deshidratación estimula los centros de la sed del cerebro, haciendo que se beba más líquido. Si el consumo no alcanza a compensar el agua que se pierde, la deshidratación se agrava. La sudación disminuye y se produce menor cantidad de orina. El agua se desplaza desde el vasto depósito interno de las células hacia la sangre. Si la deshidratación no mejora, los tejidos corporales comienzan a secarse. Por último, las células empiezan a plegarse y a funcionar inadecuadamente. Las células del cerebro están entre las más propensas a la deshidratación, de modo que una de las principales señales de gravedad es la confusión mental, que puede evolucionar hacia el coma.
Las causas más frecuentes de deshidratación, como la sudación excesiva, los vómitos y la diarrea, provocan una pérdida de electrólitos, especialmente sodio y potasio, además de agua. De ahí que la deshidratación se acompañe a menudo de una deficiencia de electrólitos. En ese caso, el agua no se desplaza con facilidad desde el gran depósito interno de las células hacia la sangre. Por ello, el volumen de agua circulante en la sangre es todavía menor. Puede producirse una caída de la presión arterial, provocando ligeros mareos o sensación de una pérdida inminente de consciencia, especialmente al ponerse de pie (hipotensión ortostática). Si la pérdida de agua y electrólitos continúa, la presión arterial puede descender peligrosamente y provocar un estado de shock con graves lesiones a muchos órganos internos, como los riñones, el hígado y el cerebro.
Tratamiento
En caso de deshidratación leve, beber agua natural puede ser suficiente. Sin embargo, cuando se ha producido una pérdida de agua y electrólitos, se debe también reponer la sal (en especial el sodio y el potasio). Se han formulado algunas bebidas isotónicas para reponer las sales (electrólitos) perdidas durante el ejercicio intenso. Dichas bebidas se pueden utilizar para prevenir o curar la deshidratación leve. Beber una gran cantidad de líquidos y consumir una pequeña cantidad de sal adicional durante o después del ejercicio es también un método eficaz. Las personas con problemas cardíacos o renales deben consultar con su médico la forma más segura de reponer el líquido antes de empezar la práctica de cualquier ejercicio.
Si la caída de la presión arterial causa un estado de shock o amenaza de shock, se administran por vía intravenosa soluciones que contienen cloruro de sodio. Los líquidos intravenosos se suministran rápidamente al principio y luego más lentamente a medida que mejora el estado físico. Siempre se debe tratar la causa de base de la deshidratación. Por ejemplo, en caso de diarrea, puede ser necesario tomar fármacos para tratarla o detenerla, además de reponer líquidos. Cuando los riñones están excretando demasiada agua debido a una deficiencia de hormona antidiurética (como puede suceder en caso de diabetes insípida), puede ser necesario efectuar un tratamiento crónico con hormona antidiurética sintética. Una vez que se ha solucionado la causa, los individuos en fase de recuperación son controlados para asegurarse de que el consumo oral de líquidos es de nuevo el adecuado para mantener la hidratación.
Hiperhidratación
La hiperhidratación es un exceso de agua en el cuerpo.
Se produce cuando el consumo de agua es mayor que su eliminación. Este exceso de agua causa una dilución excesiva del sodio presente en la sangre. Beber cantidades de agua exageradas generalmente no causa hiperhidratación, siempre que la hipófisis, los riñones y el corazón estén funcionando normalmente; un adulto tendría que beber más de 7,5 litros de agua al día para exceder la capacidad de excreción del organismo.
La hiperhidratación es mucho más frecuente cuando los riñones no excretan normalmente el agua, como sucede en el curso de una enfermedad cardíaca, renal o hepática. Las personas con estos problemas deben limitar la cantidad de agua que beben normalmente, así como el consumo de sal.
Del mismo modo que en la deshidratación, el órgano más propenso a la hiperhidratación es el cerebro. Cuando se produce lentamente, las células del cerebro tienen la posibilidad de adaptarse, de manera que se manifiestan pocos síntomas. Cuando se produce rápidamente, el paciente puede manifestar confusión mental, convulsiones y coma.
Los médicos tratan de distinguir entre la hiperhidratación y el exceso del volumen sanguíneo. En la primera, el exceso de agua se localiza en el interior y alrededor de las células y, generalmente, no da señales de una acumulación de líquido. En caso de exceso de volumen sanguíneo, el cuerpo posee también demasiado sodio y, por consiguiente, no puede desplazar el agua al depósito interno de las células. En las situaciones de sobrecarga de volumen, como la insuficiencia cardíaca y la cirrosis hepática, el líquido se acumula alrededor de las células en el tórax, el abdomen y la parte inferior de las piernas. La distinción entre hiperhidratación y exceso de volumen sanguíneo es a menudo bastante complicada, dado que la hiperhidratación puede ocurrir aisladamente o junto con un exceso de volumen de sangre.
Tratamiento
El tratamiento de la hiperhidratación depende hasta cierto punto de la causa de base. Sin embargo, independientemente de cuál sea ésta, se debe restringir el consumo de líquidos. Beber menos de un litro de líquido diario generalmente disminuye la hiperhidratación al cabo de unos pocos días. Esta restricción de líquidos se debe realizar solamente bajo supervisión médica.
A veces los médicos prescriben un diurético para aumentar la excreción de agua por parte de los riñones. En general, los diuréticos son más útiles en el tratamiento del exceso de volumen sanguíneo y, en consecuencia, su eficacia es mayor cuando la hiperhidratación se acompaña de un exceso del mismo.
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