Era un buen hijo, buen estudiante, buen esposo, buen padre.
Un buen hijo. Nací en el seno de una familia muy numerosa y muy unida, estaba rodeado de cariño, afecto y mucho amor. Recibí amor de mis padres, hermano, abuelos, tíos, primos, maestros y compañeros de escuela.
Buen estudiante. Los primeros años fui distraído y flojo, no me gustaba estudiar, esto cambio al poco tiempo dado que solo me acarreaba dificultades, castigos y regaños; Se me quitó lo distraído y flojo, se terminaron los regaños, los castigos y las dificultades. Termine mis estudios egresando de la Facultad de Ingeniería de la U.N.A.M.
Buen esposo. Conocí a una jovencita muy, muy bonita, años después le pedí si quería ¡ser mi novia!, acepto y así inicio nuestro noviazgo, ambos estudiábamos pero nos podíamos ver en su casa por la noches y los fines de semana (siempre acompañados por un chaperón). Fue un noviazgo bonito con mucho amor. Cuatro años después, nos casamos. Es una mujer con tantas cualidades, tan amorosa, tan virtuosa, tan integra y con tantos valores.
Buen padre. Al año siguiente teníamos un niño, al año siguiente una niña, y tres años después otro niño a los cuales amo profundamente, respeto y admiro. Les enseñe, jugué con ellos, eduque, guié, viaje… tuve todo para ser feliz
El primer encuentro que tuve con el alcohol fue una noche cuando tenia 6 años; mi padre llego a casa tambaleándose, con los ojos rojos, con un olor repugnante, despeinado, con la corbata chueca y una botella en la bolsa, no sabia que pasaba, y al día siguiente le pregunte a mi madre ¿Qué le pasa a papa?, ¿Esta enfermo?, ¡No! Me contesto llego borracho.
A partir de esa noche se repitió con más frecuencia, viví de las angustias, los reproches, regaños y enojo de mi madre; los gritos, las ofensas, el desempleo, las mentiras y las promesas de mi padre. Existía la falsa creencia de que los niños no se dan cuenta. Me encontré totalmente solo, sin poderlo comentar con nadie, le tenía coraje y rechazo al alcohol, prometí que yo no iba a beber nunca.
Tenia 14 años, cuando un domingo unos tíos fueron a casa con los ojos llorosos para avisarme que mi padre había muerto, murió de congestión alcohólica, me afecto profundamente pues amaba a mi padre. Durante el velorio en casa las criticas a mi padre fue el tema de toda la noche lo cual me afecto, en otros velorios se hablaba bien del difunto y en este caso no.
Eventualmente en casa me permitían beber una copita muy chiquita de rompope, cuando mucho de Vermouth, hasta los 22 años tome tequila ohhhh bebida maravillosa, me quito los miedos, las inseguridades, fue mi primera borrachera.
Con la seguridad que me dio el tequila, decidí que para sentirme bien en las fiestas era tomar unas copas, lo cual me funcionó por algún tiempo, pero sin darme cuenta esto empezó a ser mas frecuente y con mayor cantidad, mi madre me decía. ¡Cuidado hijo tienes la herencia de tu padre, puedes ser alcohólico! -No es cierto, yo si sabía lo que hacía y lo podía dejar de cuando quisiera.
¡Como me engañe!
De unas pocas copas en fin de semana, cambie unas pocas copas todos los días y después a muchas copas todos los días, sin tener conciencia del daño que me ocasionaba. Se repitió lo vivido con mi padre, llegué a casa tambaleándome con los ojos rojos, con un olor repugnante, despeinado, con la corbata chueca y una botella en la bolsa izquierda del saco, las angustias, los reproches, regaños y enojo de mi esposa; los gritos, las ofensas, las mentiras y las promesas de mi parte. La falsa creencia de que los niños no se dan cuenta.
Perdí todo: mi matrimonio, respeto de mis hijos, respeto de los amigos, mi aspecto personal y el trabajo.
Opté por tomar un camino irracional con un estado negativo de afrontar la vida, determinando una calidad deformada de pensamientos, sentimientos, acciones. Siendo estos mi realidad, le di albergue al miedo, al temor, a la envidia, a la mentira; a la tristeza, a la soledad, al engaño, a la falsedad, a la pereza, al rencor, a la ira, a la soberbia, a la lujuria, a la injusticia, al resentimiento, a la venganza, al deterioro moral, al abandono, al alcoholismo, a la enfermedad, Muerte en soledad.
Edifiqué barreras de alcohol contra la soledad, quedando cautivo de mi enfermedad. Llegué al infierno; con mente destrozada, cuerpo enfermo, espíritu abatido, sin amor, bañado en lágrimas... Perdí la batalla, ¡Triunfó el Alcohol!
Varios años de vivir solo, con grandes borracheras frecuentes, internamientos para desintoxicación, prometiendo que no se repetiría cosa que nunca pude cumplir. Después de 10 días de beber todos los días y todas las noches, con un sufrimiento y un dolor indescriptible, en un estado físico después de 30 años de alcoholismo, con una salud deplorable, un estado mental angustioso, con olvido de lo vivido, no recordar lo hecho, no poder estudiar. Un estado espiritual atormentado… Mis hijos me rescataron internándome en una clínica para tratar mi adicción, y a partir del internamiento y mi asistencia a grupos de mutua ayuda A.A.
¡Solo por hoy ¡ Tengo mas de 12 años de no tomar una sola copa.
Si te identificas con alguno de estos eventos solicita ayuda
¡Solo no se puede!
Enrique E.
Abril/04
Fundación Vive sin drogas |