Mi enfermedad me ha seguido incluso desde antes de comenzar a beber. Desde niño recuerdo haber sido aislado, alejado de los demás, así mismo, me sentía diferente, que no encajaba en ningún lugar, con ningún grupo de personas, incluso dentro de mi propia familia (disfuncional) me sentía como un extraño. Años después, pude leer que son síntomas del alcoholismo, que se tienen incluso sin beber.
Crecí con la idea de que yo no iba a ser como algunas personas que veía, como mi padrastro, por ejemplo, que lo llegué a ver en evidente estado etílico, incluso drogado; me propuse a mí mismo que no sería como él, al menos en ése aspecto. La adolescencia que tuve fue, al menos para mí, muy difícil, respecto a que me era casi imposible integrarme a grupos de amigos, tener una novia, cosas que los demás dan por hecho, ya que se me dificultaba el ser sociable, hablar de una manera franca y abierta hacia los demás. Es entonces cuando conozco el alcohol, y me gusta más por sus efectos que por su sabor; lo llegué a considerar como un medio para relajarme, poder desinhibirme y expresarme de una manera de la cual yo nunca había podido hacerlo, podía integrarme y dejar de sentirme solo entre un mundo de gente, creía que el alcohol era la solución a todos mis problemas, que eran tan grandes que en mi juicio no los iba a poder resolver o enfrentar, que el alcohol me daría valor para cosas tan simples como bailar, invitar a una chica a algún lado o externar mis sentimientos de soledad, inferioridad, etc.
Yo sentía que el alcohol no me causaba problema alguno, que podía controlarlo e incluso dejar de beber cuando quisiera; no me daba cuenta de que cada vez ingería mayores cantidades, haciendo más daño a mi organismo. Comienzo a tener problemas con mi manera de beber en la preparatoria; de repente, mis calificaciones "regulares" bajan drásticamente y se hacen reprobatorias; comienzo a arrastrar materias, diciéndome a mí mismo que cualquier día las pagaba, que mientras el relajo estaba bueno, que con beber se me olvidaban esos problemas, que yo me sentía feliz tomando. En ésa misma etapa de mi vida, comienzo a tener más problemas aún; las lagunas mentales eran cada vez más frecuentes debido a mi manera de beber, venía el remordimiento y la preocupación por saber qué hice mientras estaba borracho, las burlas por parte de mis "amigos" (más bien cómplices de beebetoria) y comenzaban los reclamos en la casa, por llegar tarde, y muchas veces en un estado deplorable, sin mi mochila de la escuela, con un golpe en la cara o sin un diente.
Por mi manera de beber comienzo a alejarme incluso de quienes me acompañaban en mis juergas, era terrible para mí oír los comentarios acerca de anteriores borracheras, cómo me ponía y las cosas que hacía. Comenzaron entonces los intentos por controlarme, y siempre fracasaba, terminaba igual o peor que en las otras borracheras. Entonces comenzaron los intentos por no beber, con unos períodos de abstinencia espantosos, porque sentía que necesitaba el alcohol, mi mente más que mi cuerpo, me lo pedía a gritos, para escapar, según yo, de los "grandes" problemas que me rodeaban. En uno de esos períodos de abstinencia más que de sobriedad, sentí la necesidad de ser escuchado, una desesperación por resolver el problema que me aquejaba internamente, el voltear hacia atrás y ver las consecuencias de mi alcoholismo no era nada grato, y no tener un trago cerca para mitigar el dolor era peor. Es cuando recurrí a Alcohólicos Anónimos, y donde, después de algún tiempo, he encontrado un lugar donde soy escuchado, donde he aprendido a enfrentar mis problemas frente a frente, sin necesidad de alcohol para darme valor, donde he aprendido que puedo hacer cosas que nunca había hecho, pero sin alcohol, y sobre todo, que me puedo evitar muchas cosas, ya que el programa de A.A. es de prevención también. Mi resistencia a entrar a un grupo de A.A. se debía a que yo pensaba que era para gente grande, para teporochitos que andan en la calle con su costal y su perro, sin pensar que yo también traía mi costal pero de problemas, causados por mi enfermedad. En el grupo, mis problemas se han aligerado, me siento muy diferente a como me sentía cuando bebía, y he encontrado que la verdadera felicidad no está en el alcohol.
Mi nombre no creo que sea muy importante, lo que si pienso que es importante es la forma en que me estaba destruyendo, después de haber perdido la capacidad para controlar mi manera de beber y de drogarme; en estas líneas es lo que quisiera compartir:
Fuente: Jóvenes del Valle |