Docenas de estudios muestran como, tras un atentado terrorista o una catástrofe natural, se potencian aspectos positivos de la psicología humana y la gente se puede volver más pacífica, cooperativa y cuidadosa
Reflexionar sobre la muerte no tiene porqué provocar sólo miedo, agresividad, desaliento y otras sensaciones negativas, como cabría esperar. De hecho, podría tener también un efecto positivo en la psicología humana.
Esto es lo que sugieren los resultados de la revisión de docenas de estudios al respecto, realizada por investigadores de la Universidad de Missouri, en Estados Unidos.
Según los autores del estudio, esta revisión ha demostrado que tener presente la muerte en nuestras vidas puede propiciar la reducción de actitudes belicistas, que tomemos mejores decisiones relacionadas con la salud; puede incrementar el altruismo y la tendencia a ayudar a otros e, incluso, puede reducir la tasa de divorcios.
Uno de los autores de la investigación, el profesor de ciencias de la psicología, Jamie Arndt, explica en un comunicado de dicha Universidad que “según la Teoría de la gestión del terror (TMT), las personas se enfrentan a la conciencia de su mortalidad sosteniendo creencias culturales y buscando formar parte de algo mayor y más perdurable que ellas mismas, como los países o las religiones”.
La TMT señala, más concretamente, que la conciencia de mortalidad hace que individuos y grupos sociales sientan la necesidad de reforzarse, a menudo llevando a cabo acciones punitivas y violentas e incluso provocando guerras.
Además, el miedo a la aniquilación absoluta provoca una ansiedad tan profunda y un sentimiento tan hondo de ausencia de sentido, que hace que las sociedades construyan y refuercen sus símbolos en forma leyes, sistemas religiosos de sentido, culturas y sistemas de creencias.
Sin embargo, afirma Arndt, la idea de la muerte también puede tener un efecto positivo.
Cuestión de identificación
Por ejemplo, en un estudio realizado con individuos estadounidenses, se les pidió a los participantes que imaginaran bien una catástrofe local bien una amenaza global relacionada con el cambio climático.
Los científicos evaluaron a continuación las actitudes belicistas de los participantes, concretamente con respecto a lo que ellos creían que era una potencial amenaza para su propio país: Irán.
Tras haber recordado la muerte, los participantes que habían pensado en el peligro del cambio climático expresaron niveles más bajos de belicismo que aquellas personas que habían pensado en un desastre local.
Según Kenneth E. Vail, director del estudio, estas diferencias en las actitudes tendrían su origen en el grado de identificación de los voluntarios con los afectados por ambos tipos de catástrofes.
“En los dos casos, (los participantes) respondieron a su conciencia de mortalidad tratando de proteger a grupos relevantes (para ellos). Cuando la amenaza estuvo localizada, los sujetos tendieron a defender a su grupo social más cercano; pero cuando la amenaza planteada resultó ser global, los participantes se identificaron a sí mismos con la humanidad entera, y se sintieron más pacíficos y cooperativos”.
Qué sucede en las catástrofes reales
En el caso de catástrofes reales, como el ataque terrorista ocurrido el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, el hecho de afrontar el miedo y la conciencia de la muerte puede tener tanto efectos positivos como negativos.
En aquella situación, “los medios de comunicación y los especialistas tendieron a centrarse en las reacciones negativas que este acto terrorista provocó, como la violencia y la discriminación que emergieron entonces contra los musulmanes”, afirma Vial.
Sin embargo, “algunos estudios revelaron que, tras el 11-S, la gente también comenzó a expresar niveles más altos de gratitud, esperanza y bondad”.
Otro ejemplo: Tras el atentado sufrido por la ciudad estadounidense de Oklahoma en 1995, y que costó la vida a 168 personas, se constató un descenso en la tasa de divorcios en los condados circundantes.
Los científicos concluyen, a partir de todos los datos revisados que “tras un aumento de los estímulos que nos hacen conscientes de la muerte, la reacción positiva es intentar reafirmar que el mundo también tiene algunos aspectos positivos”.
Efectos en la vida personal
En su vida personal, los individuos también son capaces de sacarle partido a la conciencia incrementada de la muerte. En este sentido, algunos de los estudios revisados revelaron que los pensamientos sobre la mortalidad pueden despertar el deseo de hacer más ejercicio.
Otras investigaciones han constatado, por otra parte, que mantenerse conscientes de la realidad de la muerte puede reducir hábitos nocivos, como el tabaquismo, así como aumentar el cuidado personal.
“Una vez que empezamos a desarrollar el presente estudio, nos sorprendimos de la cantidad de investigaciones que demuestran los efectos positivos de la conciencia de mortalidad”, afirma Arndt, que añade que “la gente es muy capaz de extraer un lado luminoso de la muerte”.
Los resultados de la presente investigación han aparecido publicados en la revista Personality and Social Psychology Review, de la Society for Personality and Social Psychology (SPSP).
Tendencias21
13/05/2012
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