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Adiós al mobbing... llega el bossing
Laura Pérez

Los recortes en muchas empresas provocan un aumento del acoso laboral en el que los jefes utilizan rebajas de sueldo, y otras prácticas abusivas, para presionar a sus empleados a que abandonen su puesto.
 
En los últimos meses hay un fenómeno que está expandiéndose por muchas de las empresas que empiezan a pasar verdaderos apuros para salir airosas de la crisis. Lo llaman acoso laboral como estrategia empresarial, lo definen como aquel en el que el hostigamiento nace desde la propia dirección y su denominación más técnica es bossing. Es decir, aquel acoso laboral que no se desarrolla entre iguales sino aquel en el que la víctima ocupa una posición de inferioridad, ya sea jerárquica o de hecho, respecto del agresor.

Aunque esta tendencia no está haciendo que el mobbing o acoso entre trabajadores de igual categoría profesional desaparezca, pues de hecho, según confirma el vicepresidente de la Asociación contra el Acoso y el Maltrato Laboral, Francisco Fermín Galdúf, continúa estando presente, sí es cierto que desde hace unos seis meses están aumentando de forma considerable los casos de acoso laboral en los que el empresario emplea todo tipo de prácticas abusivas y de presión a sus trabajadores a causa de los recortes presupuestarios que están haciendo muchas empresas.
En concreto, según lo define la jurisprudencia más reciente al respecto, lo que está aumentando es ese bossing que consiste en una “política de empresa basada en la persecución o el acoso respecto de un trabajador o trabajadores por motivos de reorganización, recortes o de reducción de personal”. Galduf explica que en realidad, esta forma de acoso laboral es básicamente una cuestión de número en la que el empresario se plantea todo tipo de prácticas encaminadas a apretar a sus trabajadores hasta conseguir que abandonen su puesto de trabajo sin tener que hacer frente a la indemnización que supondría despedirlos.

De hecho, en este momento muchas empresas ya utilizan la necesidad de recortar gastos para paliar las pérdidas ocasionadas por la crisis para presionando a sus empleados con rebajas de sueldo, reducciones de jornadas o incluso dejando de pagar las horas extras de trabajo no sólo para conseguir ahorrarse dinero sino para empujar a que alguno de ellos renuncie a su puesto de trabajo de forma voluntaria.

Ahora nadie se va
Lo que sí resulta llamativo es que en los nuevos casos de bossing que se están dando, las víctimas, en lugar de dar la espalda al abuso empresarial que están sufriendo, aguantan y aguantan durante mucho tiempo y por lo general, no suelen abandonar sus puestos de trabajo aún cuando hay un psicólogo que así lo aconseja.

La situación de desempleo que se vive a nivel general, y con especial virulencia en el sector de los servicios y la hostelería, donde es muy habitual el bossing, obliga a la gente a soportar situación límite con sus jefes. “Hay muchas familias agobiadas y a las que ya les cuesta llegar a final de mes, otros que no pueden permitirse perder su sueldo porque tienen que pagar una manutención, y aunque hay otros muchos que soportan el bossing porque no se resignan a rebajar su nivel de vida o a vender el coche, hay situaciones en las que están permitiendo que les pisoteen su dignidad como personas”, explica Galduf.

Un caso típico

Las expresiones que está tomando el bossing varían mucho, aunque el caso de Javier R., aquel en el que la empresa busca un pretexto objetivo para poder echar a sus empleados, es uno de los más típicos. Este joven de 34 años era vendedor en grandes superficies y hace seis meses que lo han despedido sin pagarle indemnización. Después de embarcarse en un proceso judicial para conseguir que su despido sea declarado improcedente, acaba de enterarse que es víctima de bossing. Sus jefes lo despidieron alegando un incumplimiento de contrato por una bajada en su productividad, cuando en realidad fue el equipo directivo el que propició esa situación al no facilitarle los nuevos catálogos, ni las direcciones de los clientes.

Aunque aún quedan unos meses para que Javier pueda obtener el resultado de haber denunciado a sus jefes, todo apunta a que ganará. Sin embargo, de momento, no ha cobrado ni su finiquito, ni su último sueldo ni su indemnización.

A sus jefes les pudo salir bien y haberse ahorrado algunos cientos de euros en su despido. Sin embargo, ahora, puede que haberse librado de Javier R., les salga mucho más caro. Con toda probabilidad, el asunto del bossing no influirá en la decisión del juez, pues como denuncian las asociaciones en defensa de las víctimas de acoso laboral, aún es complicado que todas las sentencias judiciales contemplen el mobbing y el bossing. La indemnización que recibirá este joven tras meses embarcado en un proceso judicial se limitará con toda probabilidad al hecho de que lo hayan echado de su trabajo alegando unas razones falsas y en esta ocasión, la crisis y la política de su empresa, habrán convertido a Javier en una víctima más del bossing.

Las empresas públicas son el gran foco del acoso laboral

El sector de la administración ha aparecido en los últimos informes sobre acoso laboral, como Cisneros VI, como uno de los principales núcleos en los que se están concentrando más prácticas de mobbing y bossing de los últimos años.

Si bien, es en aquellas empresas públicas gestionadas por entidades privadas en las que sobre todo el bossing se da con mayor virulencia. El vicepresidente de la Asociación Contra el Acoso y el Maltrato Laboral de Córdoba, Francisco Fermín Galduf, explica que estas empresas carecen de protocolos de actuación claros a la hora de incorporar o prescindir de personal y esto provoca que el campo esté abierto a las presiones ejercidas de superiores a empleados de rango inferior.

En este sentido, Galduf insiste en que “los sindicatos deben exigir tanto a la propia administración como a las empresas privadas que tienen en sus manos entidades públicas que apliquen el Estatuto del Empleado Público pues es una forma de proteger a los trabajadores de prácticas abusivas muy válida”.

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