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                                    En una oportunidad  leí un artículo en el que su autor mencionaba las obras de ficción que había  seleccionado para dictar un seminario de Ética Empresarial. Su objetivo era  lograr, a través de su lectura y discusión, que sus estudiantes «mirasen su  interior desde un punto de vista moral y se concentraran en los valores que los  habrían de acompañar a lo largo de sus vidas laborales». (R. Coles, Storytellers’ Ethics.  Harvard Business Review. Boston: marzo-abril de 1987). La  lectura del artículo me hizo pensar qué obras habría elegido si hubiese estado  en su lugar. No tardé mucho en recordar Un Enemigo del Pueblo. ¿Por qué? 
                                                                          Henrik Ibsen  (1828-1906), su autor, una de las glorias de Noruega, describe en esta obra de  teatro dada a conocer en 1882 la lucha del Dr. Tomás Stockmann, médico de un balneario,  quien descubre que sus aguas, muy apreciadas por los turistas, están  contaminadas y en condiciones de causar enfermedades. Quiere hacer público su  hallazgo; pero encuentra oposición y dificultades crecientes. Su hermano,  alcalde de la ciudad y a la vez presidente del balneario, expresa su  preocupación por lo que costaría cerrar las instalaciones y solucionar el  problema. Los vecinos se oponen a un aumento de los impuestos para financiar  las obras de saneamiento. Los periodistas se demuestran venales y no publican  los hallazgos del Dr. Stockmann. Éste opta por hacer pública su denuncia en una  reunión; pero no tiene éxito y lo acusan de ser «un enemigo del pueblo». Como  resultado, pierde su empleo, su casa es atacada a pedradas y sus hijos, expulsados  de la escuela. 
                                                                          La actitud y las  acciones del Dr. Stockmann hacen que se lo pueda llamar un whistle-blower ―algo  así como «el que hace sonar el silbato»―, expresión utilizada en los Estados  Unidos desde hace varias décadas, en forma no del todo halagadora, para  referirse a quienes dan a conocer hechos ilícitos o contrarios a la moral que  tienen lugar dentro de sus organizaciones. ¿Cómo deberíamos llamarlo en  castellano? ¿«Un informante», como en el título de la película de 1999  protagonizada por Russel Crowe y Al Pacino sobre una empresa en la industria  del tabaco, o «un delator», como en el de la dirigida por John Ford en 1935  sobre un ex miembro del IRA ―Ejército Republicano Irlandés― que delata a un  amigo de esta organización a la policía para cobrar una recompensa? (La versión  cinematográfica de la obra de Ibsen, protagonizada en 1978 por Steve McQueen  mantuvo el título original: Un enemigo del pueblo). 
                                    ¿Qué es  whistle-blowing? Un autor lo define así: dar a conocer información, sin estar  autorizado, que un empleado piensa que demuestra razonablemente la infracción a  una ley, regla, reglamento o prácticas profesionales. Esto tiene lugar a través  de mal manejo, corrupción, abuso de autoridad o peligro para la salud y  seguridad de los trabajadores y el público en general.  
                                                                          El Dr. Stockmann es  un «whistle-blower externo»: da a conocer sus hallazgos fuera de su organización.  Un «whistle-blower interno» lo hace dentro de ésta. En las organizaciones se  considera el primer caso más grave que el segundo. 
                                                                          El proceso de  whistle-blowing es complejo. Tiene connotaciones éticas evaluadas de distinta  manera. Unos opinan que la ética debe ser absoluta y se debe dar a conocer todo  hecho inmoral o ilícito que tenga lugar en los lugares de trabajo; otros,  espectadores pasivos, que no es parte de sus obligaciones hacerlo. Mencionan  las represalias a que se arriesgan los que lo hacen y el resultado frecuente de  las denuncias: luego de hacerlas, «no pasa nada». También están los que  señalan, quizás en forma cínica, que es políticamente correcto ponerse del lado  de los primeros; realista, del lado de los segundos. Un estudio llevado a cabo  en los Estados Unidos que incluyó a unos 90 whistle-blowers, tanto de la  administración pública como del sector privado, encontró que todos menos uno  habían sufrido represalias y que el acoso a que estuvieron sometidos provino  tanto de sus pares como de sus superiores. La mitad de los de la administración  pública y la mayoría de los del sector privado habían perdido sus trabajos; 17  por ciento del total había perdido sus casas, ocho por ciento se declaró en  bancarrota, 15 por ciento se divorció y 10 por ciento intentó suicidarse (G.  Vinten, The whistle-blower’s charter. Executive Development. Bradford: 1995). 
                                    ¿Tiene los whistle-blowers características  especiales? Según dicen los especialistas, son personas  muy comprometidas con la organización en la cual trabajan y tienen un desempeño  por encima del promedio. Son experimentados, ganan bien y cuentan con cierto  poder. No se encontró grandes diferencias en su estado civil, educación o  inclinaciones religiosas, por ejemplo, aunque algunos señalan, sin que se lo  haya comprobado fehacientemente, que quizás las mujeres sean más proclives a  convertirse en denunciantes. La revista Time eligió en 2002 como personalidades  del año, para su tapa, a tres mujeres que habían hecho conocer información  sobre Enron, WorldCom y el FBI. 
                                                                          La posibilidad de  represalias ha hecho que la legislación se ocupe desde hace muchos años de  proteger a los whistle-blowers. La ley Sarbanes-Oxley, por ejemplo, promulgada  en los Estados Unidos en 2002 como consecuencia de los escándalos en Wall  Street, exige que los empleadores brinden la posibilidad de formular denuncias  de manera anónima. 
                                                                          Un artículo señala  que en 2004 las denuncias fueron el método más común para detectar fraudes  financieros. Uno de los medios más efectivos para hacerlo es una línea  telefónica confidencial. El artículo explica en forma detallada cómo debe  instalarse, como debe hacerse correr la voz acerca de su instalación y cómo  manejar las denuncias que se reciban. (T. L. Mohr y D. Slovin, Making Tough Calls Easy. Security Management. Arlington: marzo de  2005). 
                                    ¿Qué motiva a un  whistle-blower a llegar a serlo? Quizás sea como dice el tango: 
                                                                          Amargo  desencuentro, porque ves 
                                      Que es al revés... 
                                      Creíste en la honradez 
                                      Y en la moral... 
¡qué estupidez! 
Desencuentro.  Música: Aníbal Troilo. Letra: Cátulo Castillo. 
                                  INCAE Business  School  |