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                                     Ejercer el poder, a  través de diversos métodos de influencia, para conseguir que las conductas de  las personas que trabajan se adscriban a los parámetros deseados por la  organización ha sido y sigue siendo una práctica legítima en el mundo de  laboral. Un cierto nivel de conflicto derivado de la adaptación a nuevos roles,  del ejercicio del mando o de la divergencia de intereses, es inherente en las  inter-relaciones que se establecen entre las personas en la organización  laboral.  
                                                                          Esta circunstancia  sirve muchas veces, para encubrir aquellas prácticas de hipotética  socialización o integración, que van mas allá de lo admisible, lesionando  gravemente la integridad, la moral o la salud del trabajador, bien por  intereses del empleador, de los mandos en los que delega la autoridad o del  propio grupo de trabajo en el que éste se integra.  
                                                                          En la actualidad se  estima que un 8% de los trabajadores de la Unión Europea son  permanentemente víctimas del acoso moral en el lugar de trabajo (Anderson, J.  2.001). 
                                                                          Debido a la índole  inmoral de los objetivos, la naturaleza perversa de los medios y las funestas  consecuencias que acarrea para la salud del hostigado, a lo que habría que  sumarle los perjuicios colaterales hacia las familias de los afectados, la  disminución de la eficacia de las organizaciones laborales y el coste económico  que supone para los recursos sociales de un país; intentar evitar el ejercicio  del poder en estas relaciones asimétricas, mediante el acoso moral o  psicológico, es tarea de todos los que podemos aportar nuestros conocimientos y  posición social, en primera instancia del legislador, y no con menos  responsabilidad de todos los agentes sociales involucrados (empresarios,  sindicatos, colegios profesionales, afectados, investigadores, etc.). 
                                    Delimitacion del  fenomeno del mobbing. 
                                    "No parece que  se haya adoptado una definición internacional de acoso moral en el lugar de  trabajo" (Anderson, J. 2.001,10). No obstante las definiciones elaboradas  en diferentes países y por diversos investigadores circunscriben perfectamente  el fenómeno como ejemplo de ello adoptaremos la definición de la legislación  sueca, una de las pocas existentes todavía en el mundo: "acciones  recurrentes censurables o claramente negativas que van dirigidas contra empleados  concretos de manera ofensiva y pueden tener como consecuencia la marginación de  estos empleados de la comunidad laboral" (AFS, 1993,17). 
                                                                          El concepto de  Mobbing fue popularizado por el profesor Heinz Leymann (psicólogo sueco), en la  década de los 80, que retomó las observaciones realizadas con anterioridad por  el etnólogo Konrad Lorenz, aplicándolas al estudio de la conducta humana en las  organizaciones laborales. 
                                                                          Se describe el  fenómeno como una conducta hostil o intimidatoria que se practica hacia un  trabajador desde una posición jerárquica superior o desde una grupo de iguales  hacia los que este mantiene una subordinación de hecho. Dicha conducta hostil  es reiterativa y persistente en el tiempo llegando a adoptar métodos de  influencia muy diversos, que van desde la infravaloración de las capacidades  del trabajador, hasta su desbordamiento por la asignación de tareas  irrealizables, pasando por agresiones como la ocultación de información, la  difamación o el trato vejatorio, algunas clasificaciones como las de Leymann  (1.997) ó Zapf, Knorz y Kulla (1.996), llegan a recoger hasta 45 expresiones  concretas de conductas de Mobbing. 
                                                                          El objeto del  Mobbing es la adscripción de la conducta de la víctima a los intereses de la  figura o figuras que lo ejercen, coincidentes o no con los de la propia  organización, llegando a provocar en su máximo nivel el vacío organizacional  del acosado, con las lógicas consecuencias que ello comporta para su bienestar  físico, psicológico y social, tanto dentro de la organización laboral, como  fuera de ella. 
                                    La evolución del  proceso 
                                                                          Desde el punto de  vista organizacional, Leymann (1.996) refleja cuatro etapas típicas en el  desarrollo del acoso moral: 
                                                                          1. La aparición de  algún incidente crítico. 
                                                                          2. La persecución sistemática. 
                                                                          3. La intervención  de los superiores. 
                                                                          4. El abandono del  trabajo. 
                                                                          Desde un enfoque  centrado en la persona objeto del acoso, este continuo conflicto en el que se  ve inmersa atraviesa tres periodos totalmente enlazados y vivenciados con una  carga tan elevada de sentimientos de impotencia, que conduce en gran medida a  poner en peligro la salud, llegando en casos extremos a un final autolesivo,  con consecuencias irreparables para la víctima: 
                                    Primer periodo. Se inicia el acoso psicológico. 
                                                                          Ante las presiones  iniciales de hostigamiento psicológico en el trabajo, el primer síntoma de la  víctima es "la desorientación". "La persona que espera el apoyo  y el acogimiento de la organización, de "su empresa", no se explica  el "por qué" de la presión, pero no actúa contra ella, confiando en  que más tarde o más temprano la presión pasará y contará con la buscada  integración en el proyecto de la empresa. 
                                                                          Si el  hostigamiento, el acoso, continúa, la persona comienza a preguntarse en qué ha  fallado, qué tiene que hacer para que el hostigamiento cese. Empieza a analizar  sus errores y a insistir reiterativamente en el análisis de los mismos. La  excesiva preocupación suele llevar a "trastornos del sueño" e  "ideación recurrente". En este punto puede que se manifiesten los  primeros signos de "ansiedad" en relación con el mantenimiento del  estatus laboral y algunas "alteraciones de los hábitos alimenticios". 
                                                                          A estas alturas, la  víctima ya ha identificado a su acosador, aunque no necesariamente a la  verdadera fuente de influencia. En un intento de cese de la presión, casi con  toda probabilidad se ha dirigido a dicha figura, esperando un entendimiento,  una rectificación o una solución no demasiado llamativa, con idea de no verse  perjudicada por una especie de pulso o juicio público contra el acosador. 
                                                                          En su encuentro con  el acosador se verá sometida al dilema de ceder a las seguramente inadmisibles  pretensiones del acosador o tener que enfrentarse a un acoso de mayor  intensidad y persistencia, con frecuentes amenazas condicionadas por parte del  hostigador ante una denuncia pública del asunto. 
                                                                          La víctima se  encuentra en un impass, buscando la manera de resolver el problema, sin que se  perjudiquen sus intereses en la empresa, esto es, su puesto de trabajo o  estatus laboral y para ello suele recurrir a sus relaciones más cercanas  esperando la ayuda necesaria y encontrando una incomprensión del problema o una  falta de contribución en la dirección resolutiva del mismo. En este momento se  siente totalmente aislada, ante el acosador y ante su responsabilidad para con  la organización laboral, temiendo además que dicha relación con su empresa se  deteriore, con el consiguiente perjuicio que ello puede ocasionarle. 
                                                                          La persona acosada  se debate entre por un lado entre la negación del problema, por su todavía incredulidad  (¿Cómo me esta pasando esto a mí?, ¿Será cuestión de dejar pasar un  tiempo?...), con una fuerte tendencia a no ampliar su puesta en conocimiento  hacia un círculo de personas más extenso del que considera exclusivamente  necesario, que normalmente se podría cifrar en los mínimos posibles; y por otro  lado decidirse a un enfrentamiento abierto hacia su acosador, con el riesgo de  que el conflicto se generalice a la opinión pública del resto de la empresa  (1). Será ésta la primera "tela de araña" en la que se vea atrapada y  éste uno de los momentos cruciales para acabar con el acoso sin que todavía se  produzcan demasiados daños. 
                                    Segundo periodo. Se abre el conflicto. 
                                                                          Suele pasar que el  hostigador, no cede en su empeño y mantiene el acoso psicológico, si cabe con  una graduación más incisiva para intimidar a la víctima y hacerle notar que a  cualquier movimiento de defensa de su acosador sólo conseguirá acrecentar el  hostigamiento, a veces estas reacciones de incremento de la presión, se  acompañan incluso de amenazas condicionadas, de carácter punitivo, dirigidas  explícitamente hacia el estatus o la seguridad laboral del acosado. 
                                                                          El hostigado  recurre a algunas personas de la organización que pudieran ayudarle a afrontar  el problema, generalmente personas con cierto ascendiente o capacidad de  influencia en la empresa (otros mandos, representantes sindicales, etc.).  Todavía, y con el objeto de que no le reporte perjuicios laborales, busca que  el asunto no se popularice lo que suele ser argumento justificativo suficiente  como para que las respuestas de estos nuevos participantes del problema sean de  acogida positiva, pero inoperantes. 
                                                                          Comienzan los  primeros "sentimientos de rechazo" y de "marginación", el  acosado comienza a "sentirse aislado" y a los síntomas de ansiedad  inicial se suceden los primeros "sentimientos de culpa" y con ellos  algunos "brotes depresivos". Poco a poco se va minando su fortaleza,  ante la persistente presión del acoso y la falta de medios para afrontarlo. 
                                                                          Si la persona  afectada, se repliega en sí misma y se dispone a "aguantar todo lo que sea  necesario", ya podemos decir que se ha dejado atrapar por una segunda tela  de araña y que con ella ha entrado directamente en lo que llamamos "la  espiral del Mobbing", o sea un bucle de retroalimentación negativa en el  que la presión del acoso incidiendo en los síntomas patológicos y estos en la  ineficacia de la respuesta laboral, justifican y refuerzan el hostigamiento de  manera progresiva, llegando a agravar el problema hasta hacerlo insostenible. 
                                                                          En esta etapa, la  persona comienza a "perder interés por su tarea", precisamente  aquello que le ha hecho aguantar el acoso, permutando este interés por la  preocupación por su salud e iniciando un "vía crucis" por las  consultas de los diversos profesionales sanitarios, comenzando normalmente por  el médico de familia, el médico de empresa o alguno conocido que pueda  proporcionarle "algún remedio para una crisis puntual" y acabando en  la consulta del psiquiatra o del psicólogo, dado lo habitualmente impreciso del  cuadro fisiológico presentado. 
                                                                          Ya tenemos a estas  alturas un perfecto candidato para la elaboración de síndromes psicopatológicos  (trastornos obsesivos, bipolar, depresión, ansiedad,...), provocados o  reactivados por el Mobbing.  
                                                                          La persona acosada  u hostigada, sin fuerzas ya para afrontar el problema, comienza a preocuparse  por un problema mayor, "su deteriorado estado de salud", cuya  evolución se hace contingente con el comienzo del "deterioro de su plano  social" (conflictos familiares, pérdida de amistades,...), además de  manifestar un rendimiento laboral o profesional totalmente inadecuado a lo que  se espera de su puesto de trabajo y una cierta "propensión a conductas de  tipo distractorio y adictivo" (abuso del consumo de alcohol, del tabaco,  consumo de drogas y psicofármacos, etc.). La recurrencia a una incapacidad  laboral transitoria es casi inevitable. 
                                                                          Llegados a este  punto, se puede decir que el acosador dispone de una oportunidad perfecta para  conseguir su objetivo de perjudicar a la víctima, ya que el acosado se está  "autolesionando", sin que éste primero tenga que desgastarse personal  o públicamente. En éste momento del hostigamiento, la víctima, que ya lo es,  necesita verdadera ayuda, una ayuda de impacto, una ayuda urgente, ya que de no  producirse las consecuencias llegan en el mejor de los casos al abandono del  puesto de trabajo con el agravante de una enfermedad añadida, o a consecuencias  todavía más graves, debido a ese progresivo deterioro físico, psíquico y social  que produce la "espiral del Mobbing", en la que está atrapado. 
                                    Tercer periodo. La huida. 
                                                                          Tanto la presión,  como el deteriorado estado de salud del acosado, pueden llegar a hacer  insostenible su presencia en el entorno laboral. La simple idea de volver al  contexto laboral después de una baja medica, de volver a experimentar las  presiones que le llevaron a su estado actual, se convierte en terrorífica. La  víctima del mobbing opta ya, cada vez más por buscar soluciones fuera del  dominio de la organización laboral a la que todavía pertenece y si su historia  laboral refleja una dedicación de bastantes años a su empresa, su oficio o su  profesión, o bien considera que ya es tarde para volver a empezar un nuevo  camino profesional, concluye en una amarga prejubilación del mundo del trabajo,  que durante un largo tiempo la deja prácticamente sin identidad social. En  otros casos, de personas más jóvenes, éstos siguen soportando la presión algún  tiempo, hasta que su trabajo se vuelve puramente instrumental y se mantienen en  la organización de una manera "cuasi-vegetativa" en tanto les llega  una oportunidad para poder marcharse lo que suele ser infrecuente dadas las  condiciones de precaria salud en la que suelen encontrarse. 
                                                                          Nos encontramos de  hecho ante: 
                                                                          - Una pérdida de la  persona para el mundo laboral. 
                                                                          - Un daño difícil  de reparar en el estado de salud de la víctima. 
                                                                          - Un probable  deterioro de sus relaciones personales y familiares. 
                                                                          - Un inmenso costo  de asistencia sanitaria y de pensiones asociadas. 
                                                                          No cabe duda de que  las diversas formas de estrés cobran cuerpo en este fenómeno que se produce en  la organización laboral. Su análisis debe ser abordado desde una perspectiva  sistémica de la organización que nos proporcione una visión integradora más  allá de la tradicional perspectiva del sistema (Hombre x Máquina). 
                                    Miguel Barón Duque 
                                      Dr. en Psicología. 
                                      Profesor de Psicología  del Trabajo 
                                      Universidad de  Sevilla. España 
                                  
                                    (1) La solución al  conflicto pasa irremediablemente por esta segunda alternativa, "afrontar  abiertamente el problema", en este momento todavía no sería necesario  utilizar de los recursos del derecho (denuncia a la Inspección de Trabajo,  puesta en conocimiento de la   Fiscalía o recurrir directamente a los Tribunales de  Justicia), ni utilizar los recursos del poder (denuncia pública, contra-hostigamiento,  etc.), si una vez puesto en conocimiento del hostigador, éste se adscribiera a  una solución negociada, para dirimir el problema o bien los responsables de la  empresa tomasen medidas eficaces para acabar con el acoso.  
                                    LexJuridica                                     |