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El desarrollo social y la publicidad

La publicidad

Autor: Jóse Campillo Sáinz 

Al hablar de publicidad, lo haré en un sentido más amplio que como se hace por los técnicos cuando distinguen entre publicidad en sentido estricto e información, propaganda y relaciones públicas. Cuando hable de publicidad, lo haré, pues, aludiendo genéricamente a la actividad que tiende a establecer una comunicación con el público del cual toma su nombre y que tiene al propio público como objetivo. Su propósito, según lo define el maestro Novo, es el de "comunicar a los hombres entre sí, a los hombres con las mercancías; las ideas, las creencias, las convicciones, de unos hombres a otros".

Así entendida, la publicidad ha existido siempre y siempre ha ejercido influencia sobre la vida de los hombres y de las colectividades humanas. En el fondo, vivir en sociedad es comunicarse. Simplemente vivir inteligentemente es ya comunicarse. La comunicación es necesidad consustancial a la vida del espíritu que, lo mismo en el acto de conocimiento que en el de amor, no hace sino comunicarse con el objeto conocido o con el bien amado. La comunión no es, en el fondo sino una suprema comunicación en que la persona que conoce o que ama tiende, en cierto modo, a identificarse con el objeto de su conocimiento o de su amor. En la teología católica, la plenitud de la vida sólo se realiza, según, el misterio de la Trinidad, en la comunicación de las Tres Personas y el Verbo, principio de la comunicación, es también el principio del mundo.

Si partimos de la premisa de que la publicidad, definida como lo hemos hecho, es inherente a toda vida social, debemos aceptar que su historia y sus orígenes se remontan a los orígenes mismos de la humanidad. Tuvo cine haber publicidad para que los hombres de las comunidades primitivas se reunieran y tomaran decisiones en sus Asambleas; para que se dieran a conocer las normas o reglas de conducta, morales, religiosas o políticas; para poderse vincular con el pasado y mantener un sentido de continuidad histórica y aún para promover los trueques y el intercambio comercial.

En realidad, los héroes de la mitología antigua, no son seguramente, sino productos de una estupenda publicidad realizada a través de los poemas y leyendas. Helena de Trova se lamenta ante Héctor, en alguna parte de la Ilíada, de que Zeus les manda tantas penas tan sólo para dar asunto a los cantos de los poetas.

Aún en el sentido estricto de la publicidad, los hombres siempre tuvieron algo que vender o hacer aceptable a los demás: mercancías, ideas, o la propia imagen de sí mismos. La publicidad, pues, en una forma o en otra, ha existido siempre. Pero lo que en nuestros días la hace cobrar una inusitada importancia, es el desenvolvimiento formidable que han alcanzado las técnicas de difusión.

La prensa, en primer lugar, merced a los adelantos logrados en sus sistemas de información Y de reproducción, ha incrementado considerablemente la circulación de libros, periodísticos y revistas y, al abaratar sus costos, los ha hecho también accesibles a un número cada vez más grande de personas. La radio y la televisión, que son capaces de llegar aún a aquellos que no saben o no quieren hacer el esfuerzo de leer, y que ofrecen al público imágenes auditivas o audiovisuales que impresionan la mente y los sentidos con mayor fuerza que la mera palabra escrita. La fabricación de receptores de radio o de televisión transistorizados, permite además, a estos medios de difusión, penetrar a todos lugares, incluyendo aquéllos donde no se dispone de energía eléctrica.

A través de los adelantos logrados en las técnicas de información y reproducción, la información en nuestros días es una información masiva, capaz de abarcar a enormes masas de la población, es también simultánea con el suceso o noticia que se trasmite; y dispone de recursos cada día más fecundos para impresionar y herir la imaginación. Con el descubrimiento del "Pájaro madrugador" se ha hecho posible proporcionar a todos los hombres del mundo y prácticamente en el mismo momento, la misma información Las técnicas de difusión han alcanzado así un ámbito mundial y han hecho posible ofrecer a los hombres de nuestros días, una cosmovisión del universo que les ha tocado habitar.

De aquí la importancia de la publicidad en nuestra época. De aquí, también, la enorme responsabilidad de quienes manejan la publicidad. La publicidad, al fin y al cabo, opera con las cosas de que se alimentan los espíritus y que mueven a las voluntades. Su influencia en la conducta, en las actitudes, en los modelos a seguir, en los valores a respetar, es innegable en nuestros días. En sí misma no es ni buena ni mala. Es simplemente un instrumento que, usado para el bien, puede rendir enormes beneficios a la humanidad y que mal utilizado, puede causar daños de cuya magnitud son un buen ejemplo los infringidos por la dictadura hitlerista y por los países totalitarios. Toda publicidad, trátese de la mera información o de la publicidad comercial, involucra en el fondo un sistema de valores. Deber de quienes manejan la publicidad es procurar que este sistema de valores sea el que mejor cuadre a la paz, la libertad y la felicidad de los hombres.

El desarrollo

Cada época histórica se ha movido en torno a un tema fundamental. El desarrollo es, sin duda, el tema de nuestra época. La inquietud en torno de él surge cuando los pueblos pobres cobran conciencia de las diferencias que los separan de los países ricos y brota en ellos un clamor y una voluntad decidida de lograr que sus poblaciones participen, en forma más equitativa, de los bienes de la civilización contemporánea es capaz de poner a disposición de los hombres.

Ciertamente que siempre han existido países ricos y países pobres; pero, lo que distingue a nuestra época, es precisamente la toma de conciencia de estas diferencias y la aparición de un sentimiento, cada vez más profundo, de los deberes que impone la solidaridad humana y de que la justicia social debe regir también los tratos entre las naciones.

Es indiscutible la influencia que el crecimiento de las comunicaciones ha ejercido en esta toma de conciencia y aquí podemos ya encontrar la primera conexión entre la publicidad y el desarrollo, uno de cuyos requisitos primordiales es precisamente, el de que surja en la colectividad de que se trate, una voluntad común decidida de crecer. La comparación de estadísticas mundiales y las convivencias mundiales y la convivencia en el seno de organismos internacionales, han sido otros tantos factores que han influido para formar esta conciencia. Y, a través de ellos, la humanidad se ha percatado de que dos terceras partes de sus miembros padecen hambre de que el 75% de los habitantes del mundo perciben apenas el 15% de la renta mundial y de que la brecha entre los países ricos y los países pobres, lejos de acortarse, cada día se hace más profunda. Las diferencias van desde más de 3,000.00 dólares de ingreso anual per cápita en Kuwait, el país de ingreso más alto, o los Estados Unidos, hasta 50.00 dólares o menos de ingreso per cápita, en el Alto Volta o Malawai.

Estas diferencias, medidas en términos puramente económicos, no son sino el reflejo de diferencias en las formas de vida social y en las condiciones de existencia, por lo menos tan profundas como las que existen en lo económico.  Es, quizás, por esto, que se ha dicho que el desnivel entre los países menesterosos y los países prósperos, constituye el gran escándalo de nuestro tiempo y que la cuestión social que, en el siglo pasado, giraba fundamentalmente en torno a las relaciones entre empresarios y trabajadores, ahora se ha desplazado a las relaciones entre los países ricos y los países pobres, adquiriendo así una dimensión mundial.  No cabe duda de que es cierta la afirmación de que en la época Contemporánea el desarrollo, fundado en la solidaridad y la justicia, es el nuevo nombre de la paz.

El problema del desarrollo se plantea, sin embargo, tanto en el ámbito internacional como en el interno de cada país. Es importante acortar las diferencias que separan a unos países de otros; pero aún cuando estas diferencias no pudieran acortarse, también es importante que cada país logre su propio desarrollo y mejore sus condiciones de vida en comparación consigo mismo. Es importante movilizar los recursos de que cada país disponga, hacer cada vez más homogéneas las condiciones de vida de su población, acabar con los desequilibraos sectoriales y regionales y crear, en general, un conjunto de condiciones que permitan a su pueblo disfrutar de una existencia digna y libre.

Pero, a todo esto ¿qué es el desarrollo? Genéricamente hablando el desarrollo es el desenvolvimiento de las posibilidades implícitas en todo ser. Consiste en llevar al acto lo que ya estaba en potencia; en enriquecerse existencialmente y pasar de un cierto estado o condición a otro mejor. En este sentido el desarrollo es, al mismo tiempo, un derecho y un deber de los hombres y de las colectividades humanas.

Para el hombre, desarrollarse significa cumplir su vocación. No hay que olvidar que, en el fondo cada uno de los hombres no es sino el conjunto de sus posibilidades, el designio de Dios al crearlo y que el primero y más fundamental de sus deberes radica en el desenvolvimiento de esas posibilidades y en dar cumplimiento a ese designio.

Para los pueblos, el desarrollo es un deber, tanto que siendo la sociedad un instrumento  al servicio del hombre, su obligación de ser la de crear las condiciones propicias para que los hombres puedan alcanzar su propia perfección. El desarrollo, por eso, debe ser integral, no sólo económico, social o político, y debe estar al servicio de todos los hombres Y de todo el hombre.

Normalmente cuando se habla de desarrollo se piensa en desarrollo económico, quizás porque es éste el que de una manera más objetiva y más mensurable se presenta ante nuestros ojos. Quizás también porque el subdesarrollo económico implica, normalmente, un subdesarrollo social y político y, porque atrás de este término, se esconde una tremenda frustración y un profundo drama humano. El subdesarrollo económico, en sus niveles más bajos, significa la miseria, la ignorancia, la enfermedad, la muerte prematura, el desperdicio de energías creadoras y la frustración dé vocaciones y talentos naturales para millones de hombres, mujeres y niños.

El desarrollo es un proceso relativo e indefinido. Tiene una finalidad, pero no tiene término.  De hecho, todos los países, aún los más ricos se encuentran en proceso de desarrollo. Pero si quisiéramos encontrar un criterio que distinga a los países que se clasifican como económicamente desarrollados es aquél que: Ha logrado desenvolver y movilizar sus propios recursos hasta un grado que le permita ofrecer a las grandes masas de su población un bienestar material proporcionado a la civilización de su época y asegurar, además, la continuidad de su propio crecimiento. Esta última característica, a la que Rostow se ha referido como la etapa del crecimiento autosostenido, indica que la superación del subdesarrollo se alcanza cuando un país llega a ser capaz de regir en lo económico su propio destino.

El desarrollo económico

El desarrollo económico requiere la movilización coherente de todos los recursos de una colectividad, lo mismo los humanos que los materiales.  Es tarea de todos y debe, por ende, realizarse en beneficio de todos y no sólo de minorías privilegiadas. De ahí que no pueda medir por el mero volumen de las riquezas producidas, sino por el nivel de vida de las mayorías y de ahí, también, la necesidad de que todo desarrollo económico quede enmarcado dentro de los postulados de la justicia social.

Por ser la economía servidora del hombre y no a la inversa, tampoco será nunca lícito, en nombre del desarrollo económico. Conculcar la libertad o dignidad de las personas ni establecer ninguna forma de opresión o servidumbre.

No debe olvidarse, por lo demás, que los bienes materiales tienen sólo una calidad instrumental; pero, de ningún modo, pueden ser el fin último de la sociedad o de los hombres. El pecado de idolatría, aparentemente tan remoto, se sigue cometiendo cada vez que se coloca a las riquezas por encima de lo humano y la avaricia, que niega a la riqueza su función social es una de las formas más sórdidas de subdesarrollo moral.

Hay valores de rango más alto que los meramente económicos. Por eso tiene sentido hablar de desarrollo social al lado del desarrollo económico. No siempre puede decirse que los países más prósperos sean los más avanzados en las formas más elevadas del existir humano ni los más ricos en los bienes de la cultura y del espíritu. Sin embargo, parece fuera de duda que es indispensable alcanzar un cierto grado de desenvolvimiento económico para lograr un desarrollo integral y para permitir a los hombres conducir una existencia digna en la que puedan desenvolver plenamente sus facultades. El propio Herbert Marcuse el filósofo que ha inspirado la rebeldía de las juventudes europeas en su libro "El hombre Unidimensional", que es una crítica a la sociedad industrial avanzada y una aspiración de libertad, declara que "la sociedad debe crear primero los requisitos materiales de la libertad para todos sus miembros antes de poder ser una sociedad libre; debe crear primero el bienestar antes de ser capaz de distribuirlo de acuerdo con las necesidades libremente desarrolladas del individuo" '

Un cierto soporte material es, en efecto, necesario para que, igual los hombres que las sociedades, puedan dejar de anegarse en la satisfacción de las más inmediatas y elementales necesidades y estén en condiciones de ejercer las facultades más altas del espíritu.

Si he hablado de desarrollo económico aunque mi tema se refiere al desarrollo social es porque ambos, no obstante ser distintos, están íntimamente ligados. El desarrollo económico exige una actitud mental y estructuras políticas, sociales y administrativas que lo hagan posible y aseguren su continuidad. A su vez, el desarrollo económico implica cambios en las estructuras sociales, a veces tan radicales y violentas como los que está llevando a cabo la llamada "revolución cultural" de China, que pretende aniquilar hasta el último vestigio de aquella vieja civilización. Una vez más, esta referencia debe servirnos para dar una voz de alarma de que, so pretexto de vivir mejor, destruyamos las razones mismas de vivir.

El desarrollo social

No es tarea fácil definir el desarrollo social. La expresión ha sido usada en muy diversas acepciones. Se la ha empleado para significar con ella una mejor realización de la justicia social; la eliminación de los hombres "marginados"; la constitución de una sociedad más homogénea y la creación de instituciones que tiendan a distribuir mejor la riqueza o a proteger a los económicamente débiles para lograr, así una participación más equitativa en el bienestar colectivo.

Si atendemos a esta primera acepción de desarrollo social, debemos proclamar con orgullo que México fue el primer país del mundo que consagró en su Constitución Política, al lado de los tradicionales derechos de libertad, un conjunto de garantías sociales Y que ha sido preocupación constante de las dos últimas generaciones de mexicanos, incorporar a todos los que pueblan nuestro territorio a la vida social y económica del país; que nuestra clase media se fortalece cada vez más, como lo revela el hecho de que el número de cuentas de ahorro haya aumentado de 782 mil en 1956, a 7 millones, en números redondos, para 1968 y que disponemos de un conjunto de instituciones como la legislación del trabajo, la del seguro social y las tendientes a elevar la condición del campesino, encaminadas, todas ellas, a mejorar los niveles de vida de las capas más necesitadas de nuestra población.

En una segunda acepción se habla de progreso social para aludir a aquellos bienes que no son de carácter estrictamente económico. En esta acepción el desarrollo social estaría caracterizado por un mayor acceso a la educación, a la salud y a formas más avanzadas de la comunicación social. También en este sentido podemos afirmar que México ha realizado importantes progresos sociales al haber reducido considerablemente la proporción de analfabetas; al haber hecho accesible, para grupos cada vez más numerosos de jóvenes, la educación secundaria, preparatoria y profesional; al haber disminuido a una tercera parte de lo que eran hace 25 años, las tasas de mortalidad y elevado las expectativas de vida y al haber integrado mejor a nuestra población a través del esfuerzo hecho para comunicar prácticamente a todos los rincones de nuestro territorio.

Finalmente, una tercera acepción seria la que identificaría al progreso social con una vida social más rica en extensión e intensidad no sólo a través de la multiplicación de los, entes colectivos sino del fortalecimiento de los vínculos que los unen a sus miembros; de su articulación con el cuerpo social en su conjunto; de su capacidad de servicio a las personas que las integran y de una participación más activa y responsable de sus adherentes. El desarrollo social significaría, así una vida colectiva más rica, más coherente y más intensa.

No cabe duda que la vida social se enriquece cuando trasciende el mero ámbito de la familia o la comunidad municipal para extenderse a la nación y para llegar finalmente al sentimiento de que todos los hombres somos solidarios dentro de la humanidad entera.  Tampoco cabe duda que la vida social se hace más rica cuando los hombres pueden unirse entre sí y formar sociedades que respondan a sus diversas necesidades, aficiones o aspiraciones. Tampoco cabe, así mismo, duda que siendo la sociedad un conglomerado formado por personas humanas, la vida social sólo podrá enriquecerse y progresar en la medida en que sus miembros participen en ella de una manera más consciente, responsable y libre. Progreso social significaría, así, mayor solidaridad, mayor sentido de servicio colectivo, mayor benevolencia y mayor participación entendida no sólo como tomar parte en los beneficios, sino también en las responsabilidades.

Se ha dicho que la socialización, considerada como la multiplicación y fortalecimiento de los entes y vínculos sociales, es uno de los fenómenos que caracterizan a n u e s t r a época.  Si queremos que esta socialización no opere contra el hombre y no contradiga sus propios fines, es indispensable cuidar que este fenómeno colectivo no aplasta la libertad, la autenticidad y la dignidad de los hombres. Solamente en la medida en que los hombres sean más auténticamente ellos, más dignos y más libres, podrá conseguirse una vida social más rica a través de la participación consiente y responsable de cada uno de sus miembros. La sociedad, igual que la economía, tiene como destinatario final al hombre mismo. El desarrollo económico y el desarrollo social sólo cobran sentido, cuando se ponen al servicio del desarrollo humano.

La publicidad y el desarrollo social

Contemplado el desarrollo social en los términos en que lo he hecho, es evidente la influencia que en él ejerce y está llamada a ejercer la publicidad. Ha sido el perfeccionamiento de las comunicaciones el que ha permitido que se haya ido formando en los hombres una conciencia cada vez más clara de su solidaridad y de las tareas que a cada uno toca desempeñar en el desenvolvimiento colectivo. Del rumor o las noticias que circulaban sólo en el ámbito de la pequeña aldea, la publicidad permite ahora, conocer y participar en los sucesos que afectan a todo el país y a la humanidad entera. Función de la publicidad es, además propagar y difundir los valores que tiendan a hacer más coherente y más unida a una colectividad y crear actitudes de justicia, de benevolencia y de solidaridad entre los hombres.

En su contribución al desarrollo social, corresponde también a la publicidad promover la libertad y la responsabilidad de los seres humanos y evitar que ellos lleguen a convertirse en el "hombre masa" de Ortega y Gasset o en el hombre de la "existencia inauténtica" de Martín Heidegger. Es tal el peso de la publicidad que corre continuamente el riesgo de afectar el universo mental de los hombres hasta llevarlos a declinar en otros la responsabilidad de pensar y de juzgar por sí mismos y acabar por convertirse en lo que Joseph Folliet llamada "invertebrados mentales".

En el hombre de nuestra época se ha despertado una nueva necesidad: la necesidad de información que no se concreta meramente al deseo de saber, sino también al de participar en los sucesos y estados del alma colectiva. Pero esta información debe suministrarse de tal manera que no vaya nunca en mengua de, la verdad como objetivo final del intelecto ni de la libertad como condición de la perfección moral y de la dignidad del hombre. Una información, pues, al servicio de la verdad y al servicio de la libertad.

La publicidad que no se ajuste a estos requisitos, habrá dejado de cumplir con el más noble y elevado de sus fines. Nada hay más peligroso y repulsivo que una propaganda aviesa dirigida a aherrojar las voluntades y a esclavizar y envilecer a los hombres, que con razón podría calificarse como una verdadera "violación de las conciencias". El totalitarismo forma de opresión mucho más violenta que la dictadura es un fenómeno que sólo ha podido darse en nuestros días merced a los adelantos en las técnicas de represión y de difusión. Un jurista francés, René Savatier, dice que "el arma más terrible de nuestra época y a la vez más perfeccionada y la más poderosa no es la bomba atómica, sino la mentira científicamente difundida con el poder de las técnicas modernas".

La existencia de una opinión pública verazmente informada y libremente formada es, por otra parte, condición sin qua non de una vida democrática, cuya característica fundamental reside en el respeto al hombre y a su libertad. La reciente y brutal invasión de Checoslovaquia revela, una vez más, que la libertad es el único enemigo que el totalitarismo no puede resistir.

Un régimen democrático estriba esencialmente no, tanto en el gobierno de las mayorías sino en el respeto del derecho a disentir de las minorías. La democracia, más que un esquema jurídico, es un estilo de vida que corresponde al estilo fraternal y que exige que cada uno reconozca a los demás como iguales a sí mismo y que respete su dignidad, su libertad y el derecho a realizar su vocación.

El desarrollo humano, al que al fin de cuentas debe converger todo desarrollo, no es sino un enriquecimiento existencial, "tener más para ser más", y exige, como primera condición, la de que cada uno de los hombres pueda ser auténticamente sí mismo y desenvolver dentro de una atmósfera de libertad y respeto a su dignidad, sus propias posibilidades.

La publicidad mexicana y el desarrollo social

La publicidad mexicana ha asumido con pleno sentido de responsabilidad el cumplimiento de estos deberes. Ejemplo de ello, es el Segundo Congreso Latinoamericano de la Publicidad, celebrado en México durante el mes de octubre de 1962, en el que la publicidad de nuestro país tuvo intervención relevante y, en una de cuyas conclusiones se dijo: "existe la imperiosa necesidad de que cada publicista profesional, en forma individual asuma la parte que le toca de responsabilidad personal y social, que significa el empleo de los medios de comunicación masiva: tengamos en cuenta al formular el uso de radio, cine, televisión murales y prensa diaria, nuestra obligación ética de elevar constantemente el nivel cultural y moral de las personas que van a recibir dicho mensaje". La misión del publicista, se dijo en esa misma conclusión, es "la de un profesional que se respeta a sí mismo, a su profesión y a la sociedad en que vive y que realiza su necesario ejercicio al mismo tiempo que eleva, significa y acendra los más caros valores de la continuidad donde, vive y actúa, y del espíritu humano".

Congruente con este propósito existe, dentro del, gremio publicitario mexicano, una corriente para establecer códigos de ética profesional como el de la propia AMAP, el de la radiodifusión y el del Instituto Mexicano de Estudios Publicitarios.

Por otra parte, los diversos medios de difusión, con la colaboración de los profesionales y las agencias de publicidad, realizan continuamente en beneficio del país, campañas de servicio social entre las cuáles basta con citar las encaminadas a combatir el analfabetismo, a la prevención de accidentes, la de educación audiovisual, las que coadyuvan a las colectas de la Cruz Roja y las cívicas de la más diversa índole.

Pero, además, hace 9 años, precisamente a iniciativa de la Asociación Mexicana de Agencias de Publicidad y de la Asociación Nacional de la Publicidad, se creó el Consejo Nacional de la Publicidad, del que forman parte tanto los anunciantes como los medios de difusión y publicidad prensa diaria, revistas, radio, cine, televisión, publicidad exterior y directa así como las instituciones que promovieron su creación.

El Consejo Nacional de la Publicidad que actualmente me honro en presidir, tiene como propósito el de poner la contribución de toda la publicidad mexicana al servicio de México. En él todos aportan su colaboración generosa y desinteresada. Todos perseguimos con el mayor desinterés, el interés de México y el servicio de las grandes causas nacionales. Es uno de los ejemplos más elocuentes y vivos que puedan darse de un espíritu de servicio social.

A la fecha se han realizado por el Consejo ocho grandes campañas nacionales, cuyo sólo enunciado revela su importancia; la de Restauración y Mantenimiento de Escuelas; la de Superación Personal; la de Operación Buena Voluntad; la Cívica del Voto; la de Seguridad Personal; la de Divulgación Fiscal; la Cívica de Empadronamiento y la de Orientación Vocacional. Actualmente se continúa la campaña de Orientación Vocacional; se tienen en preparación tres campañas más y está ya en marcha una campaña de educación cívica con motivo de las Olimpiadas.

Hasta el año de 1967, el costo de las ocho grandes campañas realizadas alcanzó la cantidad de 311 millones de pesos, íntegramente donados por los medios mexicanos de difusión y de publicidad, por las agencias asociadas a la AMAP y por cientos de profesionales de la publicidad. Ello, independientemente, de los gastos normales de administración y funcionamiento del Consejo que son cubiertos por los anunciantes.

Para todos ellos nuestro cordial y emocionado agradecimiento desde esta tribuna de la Asociación Mexicana de Agencias de Publicidad que siempre ha estado tan generosamente dispuesta a prestarnos su eficaz y brillante colaboración.

Es indudable que nos ha tocado vivir una época difícil. Una época en que a veces se antoja necesario, según la frase de Camus, "forjar un arte de vivir para tiempos de catástrofe".  Pero, al mismo tiempo, una época fascinante en que se abren para los hombres nuevas e insospechadas posibilidades. En épocas como ésta, importa más que nunca afirmar el respeto a los valores fundamentales de lo humano: la libertad y la dignidad de los hombres.  Importa estar unidos para el bien y prestos a combatir todas las formas de la servidumbre y la opresión. En la preservación de estos calores, la publicidad está llamada a desempeñar una función de primordial importancia. A ella toca difundir la verdad, promover la libertad, acendrar los valores que unen a los hombres y estimulan la justiciera y la concordia entre los pueblos.

Son ustedes, además, señores publicistas, hombres que manejan formas de expresión y toda forma es susceptible de belleza. La belleza mira a la perfección de la obra, independientemente de su autor, y la caridad y la justicia a la perfección de hombre. Esforcémonos por llenar el mundo de belleza y de justicia y caridad el corazón de los humanos.

Istmo N°63