Artículos de Prensa / Matrimonio
Imprimir

Divorcio y separación, una carga en Europa

Un creciente número de quienes usan los comedores y dormitorios comunitarios
de iglesias y otros organismos son padres separados.

 

The New York Times News Service
Elisabetta Povoledo

31-V- 2012

 

MILAN.– Una nueva clase de personas siente claramente el dolor de la crisis económica europea: hombres separados y divorciados que terminan empobrecidos o en las calles mientras batallan para mantenerse y estar al día con los pagos de la pensión alimenticia.
 
No es fácil precisar la cantidad de padres que tienen esas dificultades; y, aunque puede no ser extremadamente grande, está aumentando, según investigadores, estadísticas gubernamentales y anécdotas de trabajadores sociales, particularmente en el muy duramente golpeado sur de Europa.
 
En Italia, donde es posible que sea más agudo el fenómeno, refleja una tremenda combinación de fuerzas a medida que la crisis económica, que ya lleva cuatro años, se topa con el desgaste constante de la red de seguridad social y la implosión en cámara lenta de la familia italiana.
 
Para algunos padres separados, la carga se ha vuelto insoportable porque son desempleados o no pueden llegar a fin de mes mientras sus hijos, quienes también enfrentan perspectivas económicas desalentadoras, siguen dependiendo del apoyo familiar hasta la adultez.
 
“El apoyo que las familias italianas solían proporcionar”, que, esencialmente, sustituyó al Estado de bienestar, “ya no es algo que se puede dar por sentado”, dijo Alberto Bruno, el comisionado provincial de la Cruz Roja Italiana en Milán. Sus voluntarios, dijo, se han topado con hombres que viven en automóviles, hasta en el Aeropuerto Linate de Milán, “confundiéndose con los pasajeros, vestidos de traje”.
 
Un voluntario, Gianni Villa, de 25 años, quien lleva alimentos, ropa y cobijas una vez a la semana a las crecientes legiones de indigentes de Milán, dijo que le sorprendió el cambio que ha visto. “Antes, hombres que vivían en las calles eran vagos, gente desorientada o drogadictos”, notó. “Hoy día, encuentras a personas ahí por la crisis económica o porque tienen problemas personales.
 
“No te dicen que son padres”, dijo, “porque no quieren que sepan sus familias”.
 
Franco, de 56 años, quien no quiso usar su nombre completo para evitar la vergüenza de que su esposa y sus dos hijas se enteraran de sus problemas, salió de su Puglia natal en abril, después de que quebró su negocio. Viajó a Milán en busca de empleo, en parte para seguir pagando la pensión alimenticia a su esposa durante 34 años, de quien se está divorciando. La pareja se separó hace como un año y medio, dijo.
 
“En Puglia, vivía día a día, pero no podía seguir así por siempre”, señaló, y agregó que todavía mantiene a sus hijas, mismas que tienen veintitantos años, pero están desempleadas.
 
Sin ningún lugar donde quedarse en Milán a partir de abril, Franco dijo que fue “muy afortunado” al conocer a un hombre en McDonald’s que le dio una cobija y le enseñó “a cómo vivir en las calles”. No pasó mucho tiempo para que durmiera en una caja bajo el pórtico frente a la bolsa de valores de Milán.
 
Las separaciones y los divorcios han aumentado sistemáticamente en este país tradicionalmente católico romano desde la legalización del divorcio en 1970. En 1995, 158 de cada mil matrimonios terminaban en separación y 80 de cada mil, en divorcio. En 2009, el último año para el cual hay estadísticas disponibles, las cantidades llegaron a 297 separaciones y 181 divorcios por cada mil, según Istat, el organismo nacional de estadísticas.
 
Aunque una ley de 2006 hizo que la custodia conjunta fuera la norma cuando los padres se separaran, los juzgados italianos siguen haciendo que las madres sean las principales cuidadoras, mientras que los padres llevan la carga financiera de la separación. Los críticos dicen que la ley, como se aplica, favorece a las mujeres, cuya participación en la fuerza laboral ha aumentado continuamente hasta llegar a 46.5%, según Istat. No obstante, más de la mitad de las mujeres que están separadas también ven un descenso en su situación económica, de acuerdo con Istat.
 
Cuando Umberto Vaghi, un gerente de ventas en Milán, quien se divorció el año pasado, se separó de su esposa en 2004, por ejemplo, se le ordenó pagarle 2,000 euros, o cerca de 2,440 dólares, mensuales para el mantenimiento de la casa y el sustento de sus hijos, a la sazón de 10 y ocho años de edad. Cada mes, Vaghi, de 43 años, miembro del consejo del movimiento Papa Separati Lombardia, una organización sin fines de lucro que asiste a padres solteros y cabildea para mejorar la legislación italiana de lo familiar.
 
“La sociedad está cambiando y con ella los papeles del padre como sostén de la familia y la madre como ama de casa”, dijo. “Debería tomarse en cuenta eso en la legislación”.
 
Desafortunadamente, “no hay mucha voluntad para cambiar las cosas”, agregó. Otros y él atribuyen, en parte, esa resistencia a la todavía poderosa influencia de la Iglesia católica en Italia, así como al hecho de que el Parlamento está lleno de abogados que tienen poco interés en reducir los litigios. En España, las demandas judiciales contra los padres que no han pagado la pensión alimenticia han aumentado drásticamente desde el comienzo de la crisis económica. Artículos periodísticos recientes en lugares como Navarra y Galicia describen a padres a los que han encarcelado por no mantener a sus hijos. En abril del año pasado, un juez de Barcelona negó la patria potestad a un padre divorciado con base en el hecho de que perdió el trabajo.
 
La pobreza entre los padres solteros es “un fenómeno al alza”, indicó Raffaella Saso, quien escribió sobre los “nuevos pobres” –padres separados y familias uniparentales– para el informe anual de Eurispes, el instituto de investigación con sede en Roma.
 
También está aumentando la falta de vivienda. En Grecia, Klimaka, una organización de beneficencia, estima que la cantidad de indigentes se incrementó 25% en los dos últimos años. La tendencia inquieta en un país donde los vínculos familiares tradicionalmente fuertes habían, en general, evitado ese fenómeno. Un tercio de quienes se registraron como indigentes eran divorciados o separados, y mayoritariamente hombres, según un estudio publicado en febrero por el Centro Nacional para la Investigación Social.
 
En Italia, las beneficencias dicen que un creciente número de quienes usan los comedores y dormitorios comunitarios de iglesias y otros organismos son padres separados. “Una realidad incómoda pero fácil de creer, considerando que 80% de los padres separados no puede vivir con lo que le queda del salario”, escribió la investigadora Saso.
 
El reverendo Clemente Moriggi, quien supervisa la beneficencia católica milanesa Hermanos de San Francisco de Asís, dijo que en el último año, padres separados de 28 a 60 años ocuparon 80 de las 700 camas en los dormitorios de la fundación, en los cuales no se alberga a niños. Esa es más del doble de la cantidad de apenas hace unos cuantos años.
 
“Estos hombres ganaban salarios promedio que sólo les dejaron lágrimas que derramar una vez que pagaron la pensión y la hipoteca”, dijo Moriggi.
 
“Son personas que vienen a nosotros. Pero no es una situación en la que pueda prosperar la vida familiar. Les avergüenza ver a sus hijos en estas estructuras, y eso los hace sufrir. Y hace que sufran las relaciones”.
 
En las ciudades grandes, como Milán, Roma y Turín, los gobernantes locales se están volviendo cada vez más conscientes de la crisis. Hace dos años, legisladores del gobierno provincial de Milán inauguraron un proyecto de vivienda para padres separados en el Oblate Missionary College en Rho, justo en las afueras de la ciudad.
 
Los hombres ocupan 15 habitaciones en una casa de huéspedes del siglo XVI recién restaurada que también atiende a turistas y peregrinos. El alojamiento es austero, pero la ubicación exquisita, en un parque, es acogedora para las visitas de los hijos.
 
Cada mes, los huéspedes pagan 200 euros, o cerca de 250 dólares, por el alojamiento y la asistencia de psicólogos y trabajadores sociales, y el gobierno provincial paga el doble de eso como un subsidio.
 
Fabio, de 51 años, ha vivido en las instalaciones en Rho desde enero del año pasado, cuando se separó de su esposa, con quien vivió 15 años y vive cerca de Milán con su hijo de 13 años de edad.
 
El salario mensual de Fabio de 1,200 euros, o unos 1,500 dólares, que gana como encuadernador no alcanza para mucho una vez que paga la pensión y la hipoteca, así es que la vivienda subsidiada ha sido un alivio. A pesar de los tiempos difíciles, la va pasando y sigue siendo optimista.
 
“Espero encontrar una casa para mí porque no me puedo quedar aquí para siempre”, comentó.

 

Fuente: elmundo.com.sv

 

**************

Pobreza y divorcio

 

Ignacio Aréchaga 
Aceprensa, 22-XII-2004  

 

Un rasgo típico de la sociedad fragmentada es la tendencia a abordar los problemas sin poner en relación unos con otros, como si cada uno fuera independiente y respondiera a causas autónomas. Un ejemplo: el Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de publicar un estudio sobre la pobreza en España, donde se confirma que los hogares con más riesgo de pobreza son los monoparentales a cargo de una mujer con hijos. Suficiente para que lamentemos que la igualdad de género esté lejos de ser una realidad en España y exijamos una acción política para corregirla. Casi al mismo tiempo, el gobierno aprueba un proyecto de ley de reforma del divorcio, cuyo efecto directo será multiplicar los hogares monoparentales a cargo de divorciadas.

Según los datos sobre los hogares españoles, que también acaba de publicar el INE, sabemos que en el censo de 2001 había 1,6 millones de hogares monoparentales, formados por un padre o una madre y al menos un hijo. De cada cinco hogares de este tipo, cuatro están a cargo de una mujer y uno a cargo de un hombre.

Afinando más en la composición según el estado civil, resulta que las mujeres que llevan en solitario hogares de este tipo son viudas (37,8% del total), casadas (12,5%), solteras (9%) o separadas y divorciadas (21,3%, lo que equivale a 352,000 hogares). Entre los hogares a cargo de hombres, el 3% corresponden a separados y divorciados (en torno a 50,000 hogares).

En el tiempo transcurrido desde 2001 los hogares monoparentales solo pueden haber aumentado, ya que las rupturas matrimoniales crecen de año en año (126.700 el año pasado). Este trauma afecta en muchos casos a hijos pequeños, ya que el 52% de los matrimonios que se separan no alcanzan los diez años de duración y el 69% no superan los quince años.

El censo revela también que en uno de cada siete hogares monoparentales de separada o divorciada (unos 52,000), la madre carece de empleo, por lo que depende en gran medida de la pensión que deba pagar su ex cónyuge (alimentación para los hijos y, eventualmente, pensión compensatoria para la mujer).

Estos números hacen sospechar que, como ya se ha visto en otros países, el divorcio no es ajeno a la feminización de la pobreza y a que las dificultades económicas de estos hogares se ceben en niños menores de 16 años.

El estudio "Pobreza y pobreza persistente en España (1994-2001)", difundido por el INE, considera pobres a los hogares cuyos ingresos netos están por debajo del 60% de la mediana de ingresos de los hogares.

¿Qué tipo de hogares son los más proclives a encontrarse en esta situación? En toda la UE el tipo de hogar más desfavorecido es el monoparental con hijos. En España, el 42% de este tipo de hogares están bajo el nivel de pobreza, mientras que en la UE asciende al 35%.

La situación de pobreza es más grave cuando no se trata de un estado coyuntural, sino persistente. El informe considera como hogar sometido a pobreza persistente aquel que ha sido clasificado como pobre el último año y al menos dos de los anteriores. Más de uno de cada cuatro de los hogares monoparentales españoles (el 26%) se encontraba en esta situación en 2001.

Ciertamente, el divorcio sólo está en el origen de la cuarta parte de los hogares monoparentales, por lo que no es el único factor que explica la mayor pobreza de estas familias. Pero es innegable que provoca un aumento del número de madres solas con hijos, que es el grupo más expuesto.

El divorcio exprés del gobierno da por supuesto que los problemas económicos que produce la ruptura familiar pueden resolverse gracias a la pensión que fija el juez a favor de la parte con mayores cargas. La realidad es que ambas partes salen perjudicadas y que esa pensión no siempre se paga. Pues si el divorcio sirve para facilitar el paso a la creación de una nueva familia, no es fácil que el mismo sueldo sirva para sostener a la antigua y a la nueva.

Un gobierno que aboga por el divorcio expeditivo, sin causa y por la mera voluntad de uno de los cónyuges, no debería ocultar que eso sólo puede favorecer la feminización de la pobreza.


.