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Por qué el Reino Unido necesita una boda real

La boda entre el príncipe Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton, que se celebrará el 29 de abril en la abadía de Westminster, está suscitando comentarios de lo más variopintos. Desde análisis políticos que diseccionan la lista de invitados hasta los detalles sobre el look que lucirá Kate. También es una oportunidad para reavivar la estima por el compromiso conyugal.

Firmado por Aceprensa   
Fecha: 27-IV-2011

 

Algunos se refieren a ella como “la boda del año”. Kate quiere que no se filtre nada a la prensa sobre su vestido de novia. Será una sorpresa. Pero, poco a poco, los medios británicos van adelantando algunos detalles sobre su look.

Para otros medios, en cambio, los detalles rosas palidecen frente al rifirrafe político. Tras hacerse pública la lista de invitados, ha causado sorpresa la ausencia de los dos últimos primeros británicos, los laboristas Tony Blair y Gordon Brown. Esto contrasta con la invitación que han recibido –por distintos motivos– los políticos conservadores Margaret Tatcher y John Mayor.

Boda real y matrimonio irreal

Una cosa está clara: la boda interesa a gente muy diversa. Algo que, para Joana Bogle, periodista y escritora británica, puede ser muy positivo. Como explica en un artículo publicado por MercatorNet (8-04-2011), se supone que las bodas reales deberían ser una gran celebración de algo que también es una realidad importante en la vida de la gente corriente.

El problema es que cada vez hay menos bodas en el Reino Unido. Y las que se celebran, muchas veces se reducen a espléndidos banquetes, donde la música, el alcohol, la comida y los gastos fluyen sin parar. Otras muchas bodas son segundos o terceros matrimonios de uno u otro de los contrayentes, con los hijos de anteriores enlaces y la ex pareja entre los invitados.

“Ciertamente, es encantador ver a una novia entrar del brazo de su padre a una iglesia y hacer una solemne promesa a un joven que aguarda al pie del altar para entregarle su vida. Pero a menudo no se percibe la noble e importante realidad que es el matrimonio capaz de cambiar la vida”, escribe Bogle.

“Hoy día, una boda es vista como un evento divertido, ‘tu gran día’, una gran excusa para una fiesta. En la mente de muchas personas, la boda no guarda relación, a un nivel profundo, con cosas como tener hijos, formar una descendencia o dar continuidad a una familia de una generación a otra”.

Algo parecido, añade Bogle, ocurre con la educación sexual. A los jóvenes se les presenta el sexo como algo placentero que sólo guardaría una relación remota con el matrimonio, los hijos o la formación de una nueva familia. “Esto implica que hay una desconexión con la verdad biológica, porque, de hecho, la unión sexual está absolutamente conectada con los hijos, como la comida está relacionada con la nutrición. Por supuesto, está relacionada con otras cosas –con el afecto, la satisfacción de necesidades emocionales, la ternura, la alegría y mucho más–. Pero separar lo que está esencialmente unido es meterse en un lío.”

Bogle no quiere aguar la fiesta a nadie. De hecho, siempre ha seguido con mucho interés los preparativos de las bodas reales. Pero le preocupa ver que, en un momento en que aumentan las rupturas familiares, se preste una atención mediática desmedida a detalles poco significativos, mientras se descuida lo esencial.

Con todo, confía en que la boda real dé que pensar. “El matrimonio tiene que ver con el futuro, con un nuevo comienzo. Las encuestas nos dicen que la mayoría de la gente, tanto en Gran Bretaña como en otros países, aspira a un amor para toda la vida y a formar una familia. Una gran celebración pública del matrimonio es exactamente lo que necesitaba este país”.

Impulsar la nupcialidad

El cambio que ha sufrido el matrimonio en el Reino Unido se refleja precisamente en un informe publicado en estos días por el think tank The Center for Social Justice, que muestra la correlación entre el aumento de rupturas familiares y la cohabitación en el Reino Unido. En Inglaterra y Gales, las tasas de nupcialidad han caído a un mínimo histórico; ahora el 46% de los bebés nacen fuera del matrimonio.

En la misma línea, Jill Kirby comenta en The Telegraph (18-04-2011): “Ahora que la fiebre por la boda se extiende por todo el mundo, en Gran Bretaña podríamos plantearnos cómo aprovecharla para impulsar las tasas de nupcialidad”.

Y hace notar que Ed Milliband, el nuevo líder laborista, se casará el próximo mes con su novia Justine Thornton, con la que ya ha tenido dos hijos. Milliband, dice, parece haber descubierto las ventajas del matrimonio.

 

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Y los adultos, ¿qué?

Ante la afirmación de que el matrimonio es un bien social pensado sobre todo para proteger a los niños, cabe el riesgo de pensar que la satisfacción de los adultos es algo irrelevante. Si esto fuera cierto, dice David Lapp en Public Discourse (22-12-2009), los adultos podrían objetar por qué la sociedad les trata como medios y no como fines.

 

 

Juan Meseguer Velasco   
Aceprensa, 7–IV-2010

 

En el fondo, esta objeción encierra una sospecha más profunda: “Al margen de las conclusiones de las ciencias sociales, ¿hay algún argumento racional para defender que el modelo institucional del matrimonio conduce a la felicidad de los adultos?”

“Si no somos capaces de encontrar una respuesta que muestre por qué el matrimonio es objetivamente bueno para los adultos y no sólo para los niños, tendremos que conformarnos con evasivas del tipo ‘hazlo por el bien de tus hijos’. Y eso en un momento en que la cultura actual se está preguntando: ‘¿Para qué casarse’?”

Para construir su argumento, Lapp analiza las diferencias que hay entre el modelo institucional del matrimonio y el modelo de matrimonio basado solamente en la afinidad de la pareja.

“La institución del matrimonio hace lo que una simple relación privada nunca puede hacer: crea expectativas de compromiso; recuerda a los cónyuges que su amor se extiende hasta la siguiente generación; y, para bien o para mal, influye en el resto de la sociedad”.

“Así entendido, el matrimonio no es principalmente un asunto entre dos adultos que buscan su satisfacción emocional mediante el apoyo mutuo, sino un ámbito que crea derechos y obligaciones”.

Y en medio de todo esto, ¿dónde encaja el amor? La respuesta habría que buscarla en la promesa que se hacen los esposos: “Me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”.

“En esta fórmula –dice Lapp–, la tradición jurídica de Occidente ha sabido reconocer el verdadero bien del matrimonio: una unión para el apoyo mutuo. En otras palabras, el matrimonio es amistad”.

Pero no cualquier forma de amistad. A diferencia del modelo de matrimonio-pareja, el modelo institucional aspira a realizar lo que Aristóteles llamaba “la mejor forma de amistad”.

El filósofo griego distinguía tres clases de amistad: por el placer, por el interés o por el bien. Esta última es la más elevada, pues en ella los amigos se mantienen unidos por la virtud. En cambio, en las otras formas de amistad priman el sentimiento de agrado o la propia conveniencia. Tales amistades no suelen durar mucho.

Una invitación a la vida buena

Para Lapp, el matrimonio es el paradigma de la amistad auténtica. “Cada uno de los esposos se convierte en un bien para el otro. Como es natural, este tipo de amistad sólo es posible entre personas virtuosas. De ahí que el matrimonio sea una invitación para los casados a convertirse en personas buenas”.

“Sólo un hombre bueno permanecerá fiel a su mujer cuando sienta atracción sexual por otra. Y sólo una mujer buena se mantendrá al lado de su marido en medio de la enfermedad y la pobreza. Así, ambos se van haciendo buenos y participan del bien del matrimonio. Por eso, el matrimonio siempre es una aspiración”.

Al igual que hizo Aristóteles, Lapp vincula esta forma más alta de amistad con la felicidad humana. Nadie querría cambiar esta unión por un sucedáneo. Este es el atractivo del modelo institucional del matrimonio.

Por eso, a su juicio, hoy no basta con mostrar a los jóvenes los efectos positivos que el compromiso tiene para la sociedad. “El mejor antídoto contra la amistad descafeinada que propone el modelo de matrimonio-pareja es promover un entendimiento más profundo de la amistad”.

“Para los adultos en busca de amor, el modelo institucional de matrimonio difícilmente podrá verse como una condena a la esclavitud. Más bien, es una invitación a la vida buena”.


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