Rafael Serrano 
                                     
                                        Las sospechas, finalmente confirmadas, de que Hwang Woo Suk   falsificó su famoso estudio sobre células madre embrionarias, ha movido a la   comunidad científica a reflexionar. Los temas de examen son si existen hoy   demasiados incentivos para el fraude, cómo puede publicarse un trabajo   adulterado en una revista de primera fila sin que se detecte el engaño, y el   papel de los medios de comunicación.  
                                        Según el trabajo publicado en la edición digital de "Science" el   19 de mayo (el 17 de junio en la edición impresa), Hwang había obtenido once   líneas de células madre a partir de embriones clónicos, genéticamente idénticos   a nueve enfermos (ver Aceprensa 67/05). A su vez, los embriones (aunque Hwang   decía que eran solo masas celulares) se habían creado con óvulos donados, a los   que se había extraído los núcleos para sustituirlos por los de células de los   pacientes. 
                                             
                                          Ahora resulta que eso no era verdad. Primero se descubrió que   parte de los óvulos habían sido obtenidos de forma irregular, donados por   subalternas de Hwang en el laboratorio o por otras mujeres a cambio de dinero,   cosa que Hwang acabó por reconocer, después de haberlo negado durante meses (ver   Aceprensa 133/05). Luego, una investigación de la Universidad Nacional de Seúl,   donde trabajaba Hwang, descubrió que en el experimento solo se habían obtenido   dos líneas celulares, y que se manipularon los datos para hacer creer que eran   once. El comité de investigación comprobará si las dos líneas manejadas son   realmente clones de pacientes. También revisará los otros dos célebres trabajos   de Hwang: el de la primera clonación humana, aparecido el año pasado en   "Science" (ver Aceprensa 26/04), y el del primer perro clónico, publicado por   "Nature" en agosto último. 
                                        Hwang admitió las manipulaciones pocas horas después de que el   comité de investigación las diera a conocer, y renunció a su puesto de profesor   en la Universidad. Pero mantuvo que, pese a todo, había desarrollado el único   método existente hasta ahora para obtener células madre clónicas. Sin embargo,   el comité hace una corrección significativa al respecto. Un gran escollo para la   clonación llamada "terapéutica" es la dificultad de conseguir suficientes   óvulos, pues con cada tratamiento de estimulación ovárica solo se pueden obtener   unos diez por donante. Hasta ahora se creía que Hwang había logrado aumentar   mucho el rendimiento, pues en 2004 había necesitado 242 óvulos para crear un   embrión, y en 2005 dijo haber sacado once líneas celulares a partir de 185   óvulos. Ahora sabemos no solo que las líneas conseguidas son a lo sumo dos, sino   además que –como también ha descubierto el comité de investigación– en el   experimento se usaron muchos más óvulos, en número aún no   determinado. 
                                        Carrera hacia la fama 
                                             
                                          Conocido el   fraude, se buscan explicaciones. Muchos señalan el exceso de competitividad y   las grandes sumas de dinero en juego, que fomentan la figura del científico   "vedette". La investigación es un trabajo paciente y oscuro, que por lo general   rinde frutos a muy largo plazo. Pero también es cara, y –vanidad y codicia   humanas aparte– exige atraer y mantener el interés de las fuentes de   financiación, que no siempre están dispuestas a esperar tanto. A la vez, la   fama, los premios y las patentes se reservan para el que llega primero. De modo   que hay una "presión enorme para ser extremadamente productivo y estar en   cabeza", dice Donald Kennedy, director de "Science" ("International Herald   Tribune", 23-12-2005). 
                                        Quizá Kennedy podría decir algo parecido de su propia revista.   También a las publicaciones científicas puede alcanzar el afán de llegar antes   que los competidores, pues no es lo mismo publicar una primicia que el segundo   experimento con éxito. Y esta prisa es evidente en el caso de la clonación   "terapéutica". En torno a este campo, que "Science" ha recomendado en su página   editorial, se han sembrado exageradas esperanzas de hallar remedio a la   diabetes, el alzheimer, la parálisis por lesión medular… Se ha buscado así el   apoyo del público, sin decirle que las posibilidades de éxito son inciertas y   que las terapias, si llegan, están aún muy lejos. 
                                             
                                          Pero algunos quieren   tener pronto algo que enseñar, sin resignarse a pasar primero largos años   ensayando con modelos animales. Hwang, a los que le reprochaban que iba   demasiado deprisa, contestaba que enfermos desesperados estaban aguardando   ayuda, y sería inmoral abandonarlos. Sus éxitos rápidos le convirtieron en un   héroe nacional y le valieron generosas subvenciones del gobierno   coreano. 
                                        Revisión fallida 
                                             
                                          La siguiente   cuestión es cómo la criba de "Science" dejó colar semejante impostura. El   trabajo firmado por Hwang y otros 24 autores pasó por tres revisiones y tardó   dos meses en recibir el visto bueno, un mes menos que la media. El problema,   explicaba la directora ejecutiva de "Science", Monica Bradford, es que los   revisores dan por supuesto que los datos son verdaderos, y se limitan a   comprobar si los datos sustentan las conclusiones ("New York Times",   18-12-2005). 
                                        Aun así, llama la atención, como señalaba la profesora de bioética   Laurie Zoloth unos días antes de que se confirmara la trampa, "cómo una sola   persona [Hwang] pudo haber engañado a los 24 colaboradores que firmaron con él   el estudio, todos los cuales en su día parecían dispuestos a reconocer el   trabajo como propio" ("ibid".). Parte de la explicación es que Hwang había   distribuido a sus colaboradores en distintos equipos, cada uno especializado en   una fase del proceso de clonación. Gracias a esta división del trabajo, que   mereció la admiración de otros científicos, solo Hwang y posiblemente unos pocos   más conocían la verdad. La mayoría de los coautores del estudio no habían visto   nunca las células clónicas que Hwang decía haber obtenido. 
                                        El caso de uno de ellos, Gerald Schatten (Universidad de   Pittsburgh), es revelador de ciertas prácticas relativas a la revisión y   publicación de estudios. En noviembre, por sospechas sobre la donación de   óvulos, Schatten abandonó la colaboración con Hwang. Al mes siguiente, cuando   surgieron las dudas sobre la autenticidad del experimento, pidió a "Science" que   retirara su nombre del artículo. Alegaba que, tras revisar de nuevo las tablas y   datos publicados, había concluido que podía haber falsificación. Por tanto,   Schatten fue engañado con la documentación elaborada por Hwang, y prestó su   firma a un estudio en el que no había intervenido más que como asesor, y de cuya   autenticidad no podía responder directamente. Esto ha sucedido porque existe la   costumbre de engrosar la lista de firmantes de un artículo con nombres de   científicos que no son autores propiamente dichos (ver Aceprensa 52/03). Tal   práctica, al dar mayor apariencia de credibilidad, puede servir para encubrir un   fraude, como en este caso. 
                                        Tal vez, pues, haga falta reformar los procedimientos de las   revistas. Así opina Marc Peschanski, especialista francés en células madre:   "Habría que completar la simple relectura por colegas ["peer-review"] con   controles biológicos" ("Le Monde", 21-12-2005). Peschanski pone como ejemplo la   comunidad de físicos teóricos: ellos se comunican sus trabajos antes de   publicarlos, y los someten a una dura revisión. El problema, en el campo de las   ciencias biomédicas, que tiene más implicaciones sociales y económicas, es que   "revistas como ‘Nature’ y ‘Science’ no están verdaderamente a favor de este tipo   de organización, que les haría perder su papel, su poder y sus   recursos". 
                                        Altavoces acríticos 
                                             
                                          Finalmente,   los medios de comunicación han sido altavoces de Hwang, que ha sabido usarlos   hábilmente. "Hubiéramos querido –se quejaba Monica Bradford, de "Science"– que   los autores empleasen tanto tiempo en hablar con nosotros como en celebrar   ruedas de prensa" ("International Herald Tribune", 23-12-2005). Muchos medios   han contribuido acríticamente al espectáculo. Ha habido una excepción notable:   un programa de la cadena de TV coreana MBC, que tras recibir una denuncia   anónima, logró hacer cantar a un colaborador de Hwang que ahora trabaja en   Estados Unidos; pero lo logró –todo hay que decirlo– con medios inmorales:   haciéndole creer que se había cursado orden de detención contra Hwang y filmando   la conversación con una cámara oculta. 
                                      Desde luego, los medios no podían descubrir lo que no vieron los   revisores de "Science". Pero es llamativa la docilidad con que no pocos   siguieron el guión de Hwang y otros, cantando las maravillas de la clonación   "terapéutica" y anunciando remedios hipotéticos. Con menos entusiasmo y una   cabeza más fría podrían al menos haber informado de los problemas, como los   relativos a la obtención de óvulos o al control de las células madre   embrionarias, que tienden a formar tumores. Pero, por lo visto, ha vuelto a   cumplirse la Primera Regla de Cohn sobre las páginas de salud, según la cual   solo hay dos clases de noticias médicas: "se vislumbran esperanzas" y "se   pierden las esperanzas". Y así pasamos tantas veces de la primera clase a la   segunda. 
                                        Aceprensa 149/05   |