Natalia López Moratalla  
                                      
                                      
                                            En octubre de 2004 quedó bloqueado un nuevo   intento de Naciones Unidas de llegar a un acuerdo a fin de prohibir la clonación   humana. Ochenta países estuvieron a favor de prohibir sólo la clonación   reproductiva y 79 -más la Santa Sede, que no vota- se mostraron partidarios de   una Convención contra todo tipo de clonación humana. El resto, 32 Estados, se   abstuvieron o no se presentaron a votar. Ante este empate técnico, unos meses   después se promueven conversaciones para conseguir al menos una simple   Declaración. En febrero se volverá a discutir el tema, que irá "por ultima vez"   a la Asamblea General de 2005, sesenta aniversario del comienzo de la ONU.  
                                            Sobre la mesa de conversaciones hay una propuesta   y una informal contrapropuesta para recomendar a los Estados una prohibición con   dos términos en litigio: un ambiguo "clonación de vida humana" (cloning of human   life) frente a "clonación humana" (human cloning). El parecer de muchos es que   resulta inaceptable e insuficiente la prohibición de clonar "vida humana" y   algunos proponen salir del bloqueo aceptando este término, que no parece el   óptimo, pero sí quizá lo máximo que se podría conseguir por mayoría.  
                                              Aunque   la votación para una Declaración sea "una cuestión política", se está ventilando   un consenso mundial en un asunto donde debe prevalecer el sentido común   elemental, básico y esencial. Una Declaración de este tipo no tiene valor   vinculante, pero se trata de un asunto nada trivial para la Humanidad.  
                                              A   continuación, aportaré cinco puntos con el deseo de clarificar el complejo   debate que hay tras las dos posturas: rechazar toda forma de clonación humana, o   dejar sin prohibición expresa la que persiga intentar llegar "sólo" a la fase   embrionaria de un ser humano clon de otro.  
                                            Breve   Historia 
                                                Situación de los experimentos de clonación de   mamíferos  
                                              Los primeros experimentos de transferencia de   núcleos en mamíferos se realizaron con conejos mediante transferencia de núcleos   de los blastómeros de un embrión precoz a oocitos desnucleados. Es la denominada   paraclonación.  
                                              La transferencia de núcleos de blastómeros de embriones   tempranos de unas 8 o 16 células permitió el desarrollo a término de ovejas y   vacas.  
                                              Cuando las células donantes del núcleo proceden de embriones más   avanzados, o si los núcleos provienen de células fetales o adultas poco   diferenciadas, antes de realizar la transferencia de núcleos es necesario llevar   las células a un estado quiescente, con el fin de favorecer la reprogramación   genética del núcleo.  
                                              Con primates se han realizado 724 intentos de crear   embriones clónicos por transferencia nuclear. Sin éxito. La causa: la carencia   de proteínas nucleares específicas de las que carecen las células somáticas y   sólo portan los gametos de los primates. 
                                              Un experimento de transferencia de   núcleos procedentes de fibroblastos de la piel o de células del cumulus oophorus   a oocitos humanos no dio lugar a verdaderos embriones precoces, sino a un simple   conjunto de células resultado de divisiones celulares degenerativas. La   repetición en diferentes condiciones del experimento generó agregados celulares,   con algunas propiedades similares a blastocistos, de los que se ha obtenido una   línea celular de células madre embrionarias.  
                                              En el contexto de la   fecundación in vitro, se ha intentado de nuevo la clonación humana sin que el   nuclóvulo dé lugar más que a un conjunto de 8 a 10 células  
                                            1. No han encontrado razones   "razonables" que justifiquen intentar la clonación "reproductiva"  
                                              Existe un miedo natural, una especie de repugnancia innata, a   que la técnica logre lo que hoy es ciencia-ficción: fabricar una persona humana   desde un trocito (el material genético de una célula) de otra persona, al modo   como un esqueje de geranio se planta y nace otro igual en otra maceta.  
                                              Alcanzar un juicio ético sobre la cuestión de la clonación humana, con   cualquiera de sus apellidos -"reproductiva" o "terapéutica"-, exige conocer   rigurosamente, desde la ciencia, cuál es el hecho biológico natural que se   intenta manipular. La capacidad de intervención en el origen mismo de la vida   biológica del hombre y el desarrollo de la biotecnología conduce con frecuencia   a hacer difusos, o incluso borrar, los límites "naturales" de lo natural.  
                                              Entonces, resulta fácil mezclar y confundir lo que es un proceso biológico   en sí mismo con lo que se quiere hacer manipulándolo.  
                                              Ciertamente, la   intención que se persigue tiene calificación ética, pero no basta. Antes de la   mera intencionalidad está la acción en sí; en este caso, fabricar un clon   humano. Esto es, tratar de obtener, no ya artificialmente sino contranatura   biológica, un individuo de la especie humana que, si se consiguiera, por ser un   hombre poseería intrínsecamente carácter personal y la dignidad propia de la   persona humana.  
                                              La transmisión de la vida humana, como ocurre en todo animal   mamífero, es de suyo sexual y por tanto tiene su origen necesariamente en "uno y   una". La clonación pretende artificialmente saltar la barrera natural que poseen   los mamíferos a una reproducción asexual. Esto es, dar origen a un nuevo ser no   transmitiéndole la vida de progenitores, sino fabricándolo desde los cromosomas   sacados de un trozo de otro ser vivo. Un clon no tiene padre ni madre, ni es   hermano gemelo distanciado en el tiempo de aquel que aportó los "ladrillos" para   el genoma desde el que se constituye el cuerpo vivo del clon.  
                                              La clonación   humana, sea cual sea el apellido que se le dé, es sencillamente una aberración.   Algo que, gracias a Dios, en el momento actual, de irresponsabilidad y despótico   deseo de poder de tantos, no es más que un futurible improbable.  
                                            Barreras biológicas naturales a la   clonación de un mamífero  
                                              En los organismos obtenidos por   clonación el nivel de la enzima telomerasa, que elimina el freno natural de la   proliferación celular, es más bajo que el que requiere el embrión para crecer y   mantener en el periodo perinatal las células suficientemente "jóvenes". Los   cromosomas del núcleo transferido al óvulo para clonar tienen el tamaño de los   telómeros propio de la edad del individuo del que procese la célula. Son viejos   para constituir la dotación genética de una vida incipiente.  
                                              En el núcleo de   las células somáticas de un primate faltan dos proteínas necesarias para el   reparto de los cromosomas y el control de la división celular en las primeras   fases del inicio de la vida. De forma natural, estas proteínas son aportadas por   los gametos que se fecundan.  
                                              La transferencia del núcleo de una célula   somática a un óvulo no es una fecundación: en mamíferos no pone en   funcionamiento el reloj de arena de una nueva vida. Llevar la célula" adulta"   hacia atrás en el tiempo, reprogramarla, exige un complejo proceso de cambio   sucesivo del patrón de metilación de citosinas del DNA. La dificultad técnica de   manipular este proceso es la principal razón tanto de la baja eficiencia de la   clonación como de la presencia de anormalidades en los animales que han llegado   a nacer.  
                                              Los genes necesarios para el desarrollo temprano de un embrión   están silenciados en el núcleo de una célula somática de un organismo de   mamífero nacido o adulto. Para que se inicie la vida de un nuevo ser, con   crecimiento armónico de las partes como un todo orgánico, es preciso que se   expresen los genes de la "pluripotencialidad" en unas células y se vayan   silenciando en otras poco a poco. En el DNA de una célula "adulta" comprometida   a ser un tipo celular concreto, con una función específica en el todo, estos   genes están silenciados y es necesario un proceso de rejuvenecimiento que dé   marcha atrás al reloj de la vida. Este proceso no es natural, y saltar esta   barrera presenta dificultades técnicas.  
                                            2. La técnica de transferencia de   núcleo se identifica, intencionadamente o por ignorancia, a la tecnología de la   clonación: lo necesario no es siempre lo suficiente  
                                              La técnica   de transferencia a un óvulo -sin su núcleo propio- del núcleo de una célula del   cuerpo de un mamífero, a término, nacido joven o adulto, es sólo el primer paso,   necesario pero no suficiente, para obtener un individuo copia del donante de tal   núcleo.  
                                              El avance del conocimiento científico de los últimos años ha   precisado los requerimientos biológicos naturales para que la célula resultante   de un proceso de transferencia nuclear (denominada por algunos autores   nuclóvulo) sea un verdadero individuo en su etapa inicial, el cigoto; lo que   podríamos llamar cigoto clónico o cigoto somático.  
                                              Tanto para ser un   verdadero individuo desde el inicio, o para que la célula nuclóvulo se pudiera   configurar después como individuo de varias células (a lo largo de las sucesivas   manipulaciones a que fuera sometida) y dar lugar a un embrión, es necesario   reprogramar la información genética del núcleo donado y transferido al óvulo. Se   ha propuesto denominar embrión somático al embrión producido por transferencia   nuclear, en oposición al embrión natural, gamético, originado por la fecundación   de un gameto masculino y uno femenino.  
                                              En efecto, el núcleo que se   transfiere procede de una célula somática y es preciso que se "rejuvenezca" la   información genética que porta para que sea capaz de empezar a emitir el mensaje   genético desde el inicio. Esta reprogramación es más difícil cuanto más compleja   es la especie a que pertenece el individuo. Cualquier reprogramación no es una   mera manipulación posterior de un cigoto ya obtenido, sino que, por el   contrario, es constitutiva, y sin ella el nuclóvulo nunca será cigoto: la   reprogramación es para el nuclóvulo parte del proceso constituyente de su   existencia misma, y no simple manipulación del entorno vital para que sea   adecuado a sus necesidades y subsistencia.  
                                              Es evidente que clonar un   mamífero es más que transferir un núcleo. Es evidente que reprogramar la   información genérica, envejecida, especializada y parcial, de una célula del   organismo no es en sí un proceso fácil (de hecho, se consideran un fracaso los   intensos y costosos intentos de clonación, ya que han dado lugar sólo a animales   defectuosos). Y es evidente que pretender clonar un primate, con un organismo   mucho más complejo que cualquier oveja o rata, es hoy nada más que una aventura   técnica inútil y temeraria.  
                                              En cualquier caso, sin reprogramación del   mensaje y sincronización del crecimiento celular como organismo no se alcanza el   carácter de viviente de la especie de que se trate. Puede producirse división   celular y crecimiento, más o menos caótico u ordenado, pero nunca el complejo   crecimiento sincronizado y armónico que da lugar a un organismo vivo. Esto es   precisamente lo que diferencia un organismo en desarrollo de un simple   crecimiento celular más o menos "embrioide", que permite obtener las deseadas   células madre del tipo embrionario.  
                                              Algunos se plantean que podría ocurrir,   teóricamente, que la reprogramación del núcleo "viejo" del donante se alcanzara   no en el estado de cigoto sino sincronizando unitariamente el programa en el   conjunto de las células derivadas de la multiplicación de un nuclóvulo. Es   decir, excepcionalmente, ese curioso conjunto celular podría tal vez   constituirse en un embrión somático (un verdadero embrión) que no pasó por la   fase de cigoto.  
                                              La necesidad de una reprogramación, del nuclóvulo o del   embriode, tiene una gran importancia. Quienes opinan que trabajar con ese tipo   de células, inmaduras y con las características genéticas de un enfermo, es   necesario para la investigación biomédica pueden usar protocolos que permitan   conseguirlas mediante una transferencia nuclear -que se ha denominado   "alterada"- que garantiza que el resultado es un "cuerpo embrioide" y no un   embrión. Con esta cautela, la "clonación terapéutica" se convierte realmente en   una tecnología de transferencia de núcleos que no roza a la vida humana   naciente: no es una clonación.  
                                            3. La clonación apellidada   "terapéutica" entra en el debate por el uso de las células madre embrionarias   obtenidas mediante destrucción de embriones  
                                              El término   clonación "terapéutica" no ha podido ser más desafortunado. Pero el término y la   intención del método es una manta que "maltapa" un campo de minas y que en sí   mismo no significa lo que dice.  
                                              Textualmente, significaría curar a un   individuo que no existe originándolo por clonación. A pesar del absurdo del   juego de palabras, el término nació para denominar un proceso para producir un   conjunto celular organizado que tanto pudiera haber llegado a ser un ser humano   en fase embrionaria como lo que ha resultado con la tecnología actual: un cuerpo   embrioide, que no es más que un conjunto de células vivas, bastantes de las   cuales pueden alcanzar propiedades idénticas a las que forman la "masa celular   interna" de un viviente embrión.  
                                              Se trataba de lograr un método para tener   en grandes cantidades células con la dotación genética de un enfermo de una   determinada enfermedad. Y hacerlo sin precisar si se trataba de clonar una   célula del enfermo (es decir, manipularla para de una sacar muchas) o se   pretendía hacer una copia del paciente y, cuando el clon tuviera 5 o 9 días,   sacrificarlo para clonar sus jóvenes células ansiosas de crecer.  
                                              Los   experimentos realizados con monos y con humanos no han logrado un embrión ni de   mono ni de humano. Aunque con grandes dificultades, sólo se ha conseguido alguna   célula del tipo embrionario. Parece evidente que con las garantías oportunas,   para que a nadie se le vaya de las manos y acabe logrando un clon en fase   embrionaria, cabría llamar por su nombre (transferencia nuclear alterada,   transferencia nuclear sin reprogramación, transferencia nuclear   des-sincronizada...) lo que sería de hecho un rejuvenecimiento de una célula con   producción industrial de fotocopias.  
                                              ¿Qué nos impide poder olvidamos de la   pesadilla de la idea de la clonación "terapéutica"? Porque es obvio que, en sí   misma, debería producir más repugnancia aún que la "reproductiva". No se   trataría sólo de fabricar un ser humano sin padre ni madre, sino de hacerla con   la premeditación y alevosía de sacrificarlo antes de ser recibido en el útero de   una mujer, para usar su cuerpo como material de investigación.  
                                              Me resulta   complicado pensar que alguien pueda opinar con fundamento que el carácter   personal de un ser humano dependa del fin a que le destine: vivir su vida, o ser   material biológico al servicio del consumismo de algunos científicos, en un   alarde de apuesta por el progreso médico.  
                                              En el momento actual de desarrollo   biotecnológico, sería muy conveniente una declaración de principios que   prohibiera en todo el mundo cualquier intento de producir seres humanos por   clonación de otro; ahora que incluso parece lejano el tiempo de alcanzarlo.   Incluso aunque hubiera en el horizonte de esos intentos una promesa real de   desarrollo biomédico. 
                                              Pero hay una cuestión previa que algunos quieren   mantener como asignatura pendiente porque no satisface ideológicamente la   calificación final obtenida. Es la asignatura pendiente del estatuto del embrión   humano. Sin embargo, la ciencia biológica ha dado ya su veredicto: el cigoto es   individuo de la especie. El cigoto es una célula única, polarizada y asimétrica,   capaz de dividirse en dos desiguales entre sí y diferentes a él, que constituyen   el embrión bicelular. Mediante multiplicaciones celulares precisas, y   actualizando las potencialidades que le corresponden a su edad, el embrión   bicelular pasará por la fase tricelular, tetracelular, etc.  
                                              El cigoto es un   nuevo individuo en el estado primordial; la única realidad natural   totipotencial, con el genoma capaz de expresar todas las potencialidades paso a   paso y desarrollarse a término, en continua interacción con el medio   intracelular, intraorganismo, con la madre, o con el ambiente extrauterino. Hay   un criterio biológico nítido acerca de la diferencia real entre materia viva,   más o menos organizada como asociaciones de células, y viviente individual.  
                                              La identificación entre genoma e individuo es un error de concepto   biológico: los cromosomas y genes que determinan las características de un   individuo de una especie no le hacen ser un individuo; no son más (ni tampoco   menos) que lo que determina las características de un ser vivo y dirige su   desarrollo; pero lo que le constituye en viviente, en individuo de la especie,   es el arranque de la emisión del programa de desarrollo: palabra a palabra y   comenzando por la primera. El material genético, el DNA, es necesario, pero no   suficiente. Por que no es todo. El cigoto, el cuerpo incipiente del nuevo   individuo, ha de constituirse en un proceso activo a partir de la dotación   genética particular heredada de los progenitores o sacada de otro viviente. Es   el evento de concepción, o fecundación, o de reprogramación artificial en el   caso de clonación por transferencia de un núcleo de una célula de otro. 
                                              El   material genético de partida da la identidad biológica al nuevo ser. Por ello,   es innegable la referencia del viviente neonato, joven, maduro o envejecido, con   el feto, embrión o cigoto que apareció en un momento preciso. Y es igualmente   innegable la diferencia de realidad, o de capacidad de operaciones, de un   embrión de una o de cien células, respecto de un feto o de un joven viviente o   un anciano. Si bien no todo "está" en el material de partida, en el cigoto sí   "está" todo e! individuo (un organismo con unidad funcional y vital), con las   capacidades pro pias de su corta edad. 
                                              El todo unitario, el organismo, no es   igual, sino que es más que la suma de las partes: es un individuo. Es el mismo   individuo en el inicio mismo de su vida como cigoto, que pocos días después como   embrión capaz de iniciar la implantación en el útero maternal. El carácter de   individuo de la especie lo posee cada cigoto: no se adquiere con el tiempo.  
                                              En el caso del hombre esta cuestión es esencial, ya que todo ser humano, y   sólo el viviente de la especie homo sapiens, es persona. Un "quien" que reclama   respeto y que, por tanto, no se puede éticamente ni programar su identidad, ni   fabricar, ni usarlo como medio.  
                                            4. No es clonación, ni tampoco es   "terapéutica"  
                                              Y puestos a poner sobre el tapete "toda la   verdad", hay que decir, al menos por ahora, que no tienen propiedades   terapéuticas las células que puedan obtenerse por transferencia del núcleo de   una célula somática del paciente a un óvulo de mujer desnucleado.  
                                              Las   células madre embrionarias, obtenidas a partir de embriones humanos reales,   carecen de esa utilidad. No pasan de ser materiales biológicos, más o menos   útiles, para estudiar procesos que pueden hacerse en otros materiales.  
                                              No es   el momento de analizar las razones de tipo económico -atracción de capital a   empresas biotecnológicas-, antirreligioso o político que llevan a orquestar   debates en torno a la obtención y uso de seres humanos clónicos para conseguir   sus células. Hay que olvidarse de que una experimentación que intenta la   clonación humana puede abrir puertas a lograrla en el futuro. Y, sobre todo, hay   que acabar ya una controversia que daña incluso a la ciencia misma. Si se   consideran necesarias o al menos útiles en investigación células humanas del   tipo de las células madre embrionarias, la solución está en obtenerlas sin crear   ni destruir embriones.  
                                              Y afinando un paso más -puesto que estamos en los   inicios de esa investigación-, en nombre de las mujeres, busquemos   procedimientos, que los hay, que no exijan como material de partida unos óvulos   que requieren someter a chicas jóvenes a una multiovulación.  
                                              Para poder   defender con firmeza a los embriones humanos de su destrucción, por uso en una   investigación consumidora de embriones, o de una futura producción de hombres   clónicos, es importante distinguir con rigor qué es y qué no es un cigoto, y qué   es y qué no es un embrión.  
                                            5. El "ridículo maridaje", llamado   semiclonación, entre la transferencia nuclear y la fecundación artificial  
                                              Sin duda, la clonación aplicada a los hombres es una   manipulación del origen de una persona que supone la mayor agresión planteada a   la dignidad humana y al carácter personal procreador de la transmisión de la   vida. Como señalé, la idea de fabricar una persona sin padre ni madre, ni   hermano, produce un rechazo natural. Sin embargo, en el contexto de la práctica   de la reproducción humana asistida, se ha empezado a tomar el término clonación,   o semiclonación, como reclamo publicitario de que el centro está en la   avanzadilla del progreso biotecnológico. Y, por tanto, aparecer en el mercado   como centros de investigación capaces para estar a la cabeza de la "clonación   terapéutica".  
                                              Es necesario precisar la diferencia esencial de la clonación   con la fecundación in vitro. La aplicación de una tecnología de mera   reproducción biológica logró hacer artificialmente lo que la naturaleza hace:   que se encuentren, reconozcan y fecunden mutuamente el espermio de un varón y el   óvulo de una mujer. La acción personal de engendrar la persona del hijo confiada   a la relación personal ente un varón y una mujer se traslada a un sistema de   reproducción, de producción, que imita la procreación y la reduce a reproducción   biológica.  
                                              La clonación elimina la reproducción biológica y pretende   convertir la transmisión natural de la vida animal en una fábrica de esquejes.  
                                              El carácter de individuo que posee el cigoto es independiente del proceso   por el que se obtenga. En efecto, para hablar de un nuevo individuo no es   determinante que la procedencia de su herencia genética sea de los pronúcleos   haploides de una célula germinal femenina y otra masculina o, por el contrario,   el núcleo diploide de una célula somática obtenida de un solo individuo; ni es   decisivo el modo concreto en que se origine: fecundación o transferencia de un   núcleo al citoplasma de un óvulo. Precisamente por ello, el cigoto humano tiene   un pleno, profundo y radical derecho a tener su origen en el río de la vida en   que confluyen padre y madre.  
                                              Sin éxito por el momento, la práctica de la   fecundación in vitro intenta introducir entre sus variantes de fecundación   alguna transferencia de núcleo. Destaco dos procesos impropiamente llamados   clonación.  
                                              Uno es la transferencia de núcleo de células progenitoras de los   gametos de ambos progenitores potenciales a óvulos a los que previamente se ha   eliminado el núcleo. No se trataría, por tanto, de clonación, ya que el núcleo   del posible cigoto es el resultado de la dotación paterna y materna de las   células precursoras de gametos y no de una única célula somática. En realidad es   una fecundación sin fusión de gametos. Llamarle clonación no es más que querer   atraer atención.  
                                              También de forma arbitraria se ha llamado clonación a la   transferencia del núcleo de un cigoto procedente de un óvulo con alguna   alteración en las mitocondrias, a un cigoto desnucleado producido también por   fecundación in vitro a partir del óvulo de una mujer sana. A causa de las   deficiencias técnicas, todavía no ha nacido ningún bebé, pero esta tecnología   podrá mejorarse. Ahora bien, no será un clon, sino hijo de padre y madre, de   quienes proceden los gametos con los que se originaron el primer cigoto y que   cambiarle las mitocondrias defectuosas heredadas de su madre ha costado la vida   al segundo cigoto, hijo de otra madre, producido para darle unas buenas   mitocondrias .•  
                                               
                                            Al cierre  
                                              Conocimos el   resultado del debate sobre la clonación: el Comité Legal de Naciones Unidas   aprobó una declaración internacional pidiendo la prohibición de toda forma de   clonación humana. La petición, respaldada por 71 votos a favor, 35 en contra y   43 abstenciones, se transmitirá a la Asamblea General para su adopción formal.  
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