LIMA, Redacción Central, 26 Nov. 01 (ACI)  
                                      Historia de los experimentos 
                                         
                                        El   tema de clonar embriones humanos comenzó a sonar a mediados de 1998, cuando dos   equipos de investigadores estadounidenses consiguieron aislar y cultivar, en   laboratorio, una célula madre. 
                                         
                                        Así se llaman las células que originan los   210 tejidos de un organismo humano. Uno de los primeros avances fue logrado al   mismo tiempo por un equipo de la Universidad de Wisconsin, en Madison, y por   otro de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore. 
                                         
                                        Cada grupo avanzó por   un camino distinto, pero llegaron a los mismos resultados. Lograron aislar y   después cultivar las llamadas "células germinales", que se forman apenas se unen   el espermatozoide y el óvulo. Los dos grupos utilizaron células en distintos   estadios de desarrollo. 
                                         
                                        Ahora, la legislación británica autoriza la   clonación de estas células y su uso terapéutico hasta el día 14 de la   gestación. 
                                         
                                        El interés en aislarlas reside en que estas células son   capaces de originar tanto las células que forman el corazón como las del tejido   nervioso o las de la piel. Es decir, son las que van a diferenciarse durante el   estado embrionario para conformar las distintas partes del cuerpo   humano. 
                                         
                                        Pero la mirada científica no se concentra sólo en señalarlas como   células "pluripotentes". Ellas podrían formar parte de una reserva, un banco de   tejidos de los laboratorios que reemplazaría a las células dañadas durante el   transcurso de la vida. 
                                         
                                        Sin embargo, estas células madre pueden ser   obtenidas de células madre extraídas de adultos, y no hay necesidad de clonar   embriones humanos que luego serán eliminados.  
                                      Notas históricas 
                                             
                                            Los   progresos del conocimiento y los consiguientes avances de la técnica en el campo   de la biología molecular, la genética y la fecundación artificial han hecho   posibles, desde hace tiempo, la experimentación y la realización de clonaciones   en el ámbito vegetal y animal.  
                                             
                                            Por lo que atañe al reino animal se ha   tratado, desde los años treinta, de experimentos de producción de individuos   idénticos, obtenidos por escisión gemelar artificial, modalidad que   impropiamente se puede definir como clonación. 
                                             
                                            La práctica de la escisión   gemelar en el campo zootécnico se fue difundiendo en las granjas experimentales   para incentivar la producción múltiple de ejemplares escogidos. 
                                             
                                            En el año   1993 Jerry Hall y Robert Stilmann, de la universidad George Washington,   divulgaron datos relativos a experimentos de escisión gemelar (splitting) de   embriones humanos de 2, 4 y 8 embrioblastos, realizados por ellos mismos. Se   trató de experimentos llevados a cabo sin el consentimiento previo del Comité   ético competente y publicados -según los autores- para avivar la discusión   ética. 
                                             
                                            Sin embargo, la noticia dada por la revista Nature -en su número   del 27 de febrero de 1997- del nacimiento de la oveja Dolly llevado a cabo por   los científicos escoceses Jan Vilmut y K.H.S. Campbell con sus colaboradores del   instituto Roslin de Edimburgo, ha sacudido la opinión pública de modo   excepcional y ha provocado declaraciones de comités y de autoridades nacionales   e internacionales, por ser un hecho nuevo considerado desconcertante.  
                                             
                                            La   novedad del hecho es doble. En primer lugar, porque no se trata de una escisión   gemelar, sino de una novedad radical definida como clonación, es decir, de una   reproducción asexual y ágama encacaminada a producir individuos biológicamente   iguales al individuo adulto que proporciona el patrimonio genético nuclear. En   segundo lugar, porque, hasta ahora., la clonación propiamente dicha se   consideraba imposible. Se creía que el DNA de la células somáticas de los   animales superiores, al haber sufrido ya el imprinting de la diferenciación, no   podían en adelante recuperar su completa potencialidad original y, por   consiguiente, la capacidad de guiar el desarrollo de un nuevo   individuo. 
                                             
                                            Superada esta supuesta imposibilidad, parecía que se abría el   camino a la clonación humana, entendida como réplica de uno o varios individuos   somáticamente idénticos al donante. 
                                             
                                            El hecho ha provocado, con razón,   agitación y alarma. Pero, después de un primer momento de oposición general,   algunas voces han querido llamar la atención sobre la necesidad de garantizar la   libertad de investigación y de no condenar el progreso. 
                                          El hecho biológico 
                                             
                                            La   clonación, considerada en su dimensión biológica, en cuanto reproducción   artificial, se obtiene sin la aportación de los dos gametos; se trata, por   tanto, de una reproducción asexual y ágama. La fecundación propiamente dicha es   sustituida por la fusión bien de un núcleo tomado de una célula somática del   individuo que se quiere clonar o bien de la célula somática misma, con un   ovocito desnucleado, es decir, privado del genoma de origen materno. Dado que el   núcleo de la célula somática contiene todo el patrimonio genético, el individuo   que se obtiene posee –salvo posibles alteraciones- la misma identidad genética   del donante del núcleo. Esta correspondencia genética fundamental con el donante   es la que convierte al nuevo individuo en réplica somática o copia del   donante. 
                                             
                                            El hecho de Edimburgo tuvo lugar después de 277 fusiones   ovocito-núcleo donante. Solo 8 tuvieron éxito, es decir, solo 8 de las 277   iniciaron el desarrollo embrional, y de esos 8 embriones solo 1 llegó a nacer:   la oveja que fue llamada Dolly. 
                                             
                                            Quedan muchas dudas e incertidumbres   sobre numerosos aspectos de la experimentación. Por ejemplo, la posibilidad de   que entre las 277 células donantes usadas hubiera algunas "estaminales", es   decir, dotadas de un genoma no totalmente diferenciado; el papel que puede haber   tenido el DNA mitocondrial eventualmente residuo en el óvulo materno; y muchas   otras aun, a las que, desgraciadamente, los investigadores ni siquiera han hecho   referencia. De todos modos, se trata de un hecho que supera las formas de   fecundación artificial conocidas hasta ahora, las cuales se realizan siempre   utilizando don gametos. 
                                             
                                            Debe subrayarse que el desarrollo de los   individuos obtenidos por clonación -salvo eventuales mutaciones, que podrían no   ser pocas- debería producir una estructura corpórea muy semejante a la del   donante del DNA: este es el resultado mas preocupante, especialmente en el caso   de que el experimento se aplicara también a la especie humana. 
                                             
                                            Con todo   conviene advertir que, en la hipótesis de que la clonación se quisiera extender   a la especie humana, de esta réplica de la estructura corpórea no se derivaría   necesariamente una perfecta indentidad de la persona, entendida tanto en su   realidad ontológica como psicológica. El desarrollo psicológico, la cultura y el   ambiente conducen siempre a personalidades diversas; se trata de un hecho bien   conocido también entre los gemelos, cuya semejanza no significa identidad. La   imaginación popular y la aureola de omnipotencia que acompaña a la clonación han   de ser, al menos, relativizadas. 
                                             
                                            A pesar de la imposibilidad de implicar   al espíritu, que es la fuente de la personalidad, la proyección de la clonación   al hombre ha llevado a imaginar ya hipótesis inspiradas en el deseo de   omnipotencia: réplica de individuos dotados de ingenio y belleza excepcionales;   reproducción de la imagen de familiares difuntos; selección de individuos sanos   e inmunes a enfermedades genéticas; posibilidad de selección del sexo;   producción de embriones escogidos previamente y congelados para ser transferidos   posteriormente a un útero como reserva de órganos, etc. 
                                             
                                            Aun considerando   estas hipótesis como ciencia ficción, pronto podrían aparecer propuestas de   clonación presentadas como "razonables" y "compasivas" —la procreación de un   hijo en una familia en la que el padre sufre de aspermia o el reemplazo del hijo   moribundo de una viuda—, las cuales, se diría, no tienen nada que ver con las   fantasías de la ciencia ficción. 
                                             
                                            Pero, ¿cuál sería el significado   antropológico de esta operación en la deplorable perspectiva de su aplicación al   hombre? 
                                          Problemas éticos relacionados con la clonación humana 
                                             
                                            La clonación   humana se incluye en el proyecto del eugenismo y, por tanto, está expuesta a   todas las observaciones éticas y jurídicas que lo han condenado ampliamente.   Como ha escrito Hans Jonas, es "en el método la forma más despótica y, a la vez,   en el fin, la forma mas esclavizante de manipulación genética; su objetivo no es   una modificación arbitraria de la sustancia hereditaria, sino precisamente su   arbitraria fijación en oposición a la estrategia dominante en la naturaleza"   (cf. Cloniano un uomo: dall´eugenetica all´ingegneria genetica, en Tecnica,   medicina de etica, Einaudi, Turín 1997, pp. 122-154,136). 
                                             
                                            Es una   manipulación radical de la relacionalidad y complementariedad constitutivas, que   están en la base de la procreación humana, tanto en su aspecto biológico como en   el propiamente personal. En efecto, tiende a considerar la bisexualidad como un   mero residuo funcional, puesto que se requiere un óvulo, privado de su núcleo,   para dar lugar al embrión-clon y, por ahora, es necesario un útero femenino para   que su desarrollo pueda llegar hasta el final. De este modo se aplican todas las   técnicas que se han experimentado en la zootecnia, reduciendo el significado   específico de la reproducción humana. 
                                             
                                            En esta perspectiva se adopta la   lógica de la producción industrial: se deberá analizar y favorecer la búsqueda   de mercados, perfeccionar la experimentación y producir siempre modelos   nuevos. 
                                             
                                            Se produce una instrumentalización radical de la mujer, reducida   a algunas de sus funciones puramente biológicas (prestadora de óvulos y de   útero), a la vez que se abre la perspectiva de una investigación sobre la   posibilidad de crear úteros artificiales, último paso para la producción «en   laboratorio» del ser humano. 
                                             
                                            En el proceso de clonación se pervierten las   relaciones fundamentales de la persona humana: la filiación, la consanguinidad,   el parentesco y la paternidad o maternidad. Una mujer puede ser hermana gemela   de su madre, carecer de padre biológico y ser hija de su abuelo. Ya con la FIVET   se produjo una confusión en el parentesco, pero con la clonación se llega a la   ruptura total de estos vínculos. 
                                             
                                            Como en toda actividad artificial se   «emula» e «imita» lo que acontece en la naturaleza, pero a costa de olvidar que   el hombre no se reduce a su componente biológico, sobre todo cuando éste se   limita a las modalidades reproductivas que han caracterizado solo a los   organismos más simples y menos evolucionados desde el punto de vista   biológico. 
                                             
                                            Se alimenta la idea de que algunos hombres pueden tener un   dominio total sobre la existencia de los demás, hasta el punto de programar su   identidad biológica —seleccionada sobre la base de criterios arbitrarios o   puramente instrumentales—, la cual, aunque no agota la identidad personal del   hombre, caracterizada por el espíritu, es parte constitutiva de la misma. Esta   concepción selectiva del hombre tendrá, entre otros efectos, un influjo negativo   en la cultura, incluso fuera de la práctica —numéricamente reducida— de la   clonación, puesto que favorecerá la convicción de que el valor del hombre y de   la mujer no depende de su identidad personal, sino solo de las cualidades   biológicas que pueden apreciarse y, por tanto, ser seleccionadas. 
                                             
                                            La   clonación humana merece un juicio negativo también en relación con la dignidad   de la persona clonada, que vendrá al mundo como «copia» (aunque sea sólo copia   biológica) de otro ser. En efecto, esta práctica propiciaría un íntimo malestar   en el clonado, cuya identidad psíquica corre serio peligro por la presencia real   o incluso sólo virtual de su "otro". Tampoco es imaginable que pueda valer un   pacto de silencio, el cual —como ya notaba Jonas— sería imposible y también   inmoral, dado que el clonado fue engendrado para que se asemejara a alguien que   "valía la pena" clonar y, por tanto, recaerán sobre él atenciones y expectativas   no menos nefastas, que constituirían un verdadero atentado contra su   subjetividad personal. 
                                             
                                            Si el proyecto de clonación humana pretende   detenerse «antes» de la implantación en el útero, tratando de evitar al menos   algunas de las consecuencias que acabamos de señalar, resulta también injusto   desde un punto de vista moral. 
                                             
                                            En efecto, limitar la prohibición de la   clonación al hecho de impedir el nacimiento de un niño clonado permitiría de   todos modos la clonación del embrión-feto, implicando así la experimentación   sobre embriones y fetos, y exigiendo su supresión antes del nacimiento, lo cual   manifiesta un proceso instrumental y cruel respecto al ser humano. 
                                             
                                            En   todo caso, dicha experimentación es inmoral por la arbitraria concepción del   cuerpo humano (considerado definitivamente como una máquina compuesta de   piezas), reducido a simple instrumento de investigación. El cuerpo humano es   elemento integrante de la dignidad y de la identidad personal de cada uno, y no   es lícito usar a la mujer para que proporcione óvulos con los cuales realizar   experimentos de clonación. Es inmoral porque también el ser clonado es un   «hombre», aunque sea en estado embrional.  
                                             
                                            En contra de la clonación   humana se pueden aducir, además, todas las razones morales de la fecundación in   vitro en cuanto tal o al rechazo radical de la fecundación in vitro destinada   sólo a la experimentación. 
                                             
                                            El proyecto de la "clonación humana" es una   terrible consecuencia a la que lleva una ciencia sin valores y es signo del   profundo malestar de nuestra civilización, que busca en la ciencia, en la   técnica y en la "calidad de vida" sucedáneos al sentido de la vida, con la vana   esperanza de un "superhombre", conlleva un resultado claro: la "muerte del   hombre". Una vez más, el hombre debe elegir: tiene que decidir entre transformar   la tecnología en un instrumento de liberación o convertirse en su esclavo   introduciendo nuevas formas de violencia y sufrimiento. 
                                             
                                            Es preciso   subrayar, una vez más, la diferencia que existe entre la concepción de la vida   como don de amor y la visión del ser humano considerado como producto   industrial. Frenar el proyecto de la clonación humana es un compromiso moral que   debe traducirse también en términos culturales, sociales y legislativos. En   efecto, el progreso de la investigación científica es muy diferente de la   aparición del despotismo cientificista, que hoy parece ocupar el lugar de las   antiguas ideologías. En un régimen democrático y pluralista, la primera garantía   con respecto a la libertad de cada uno se realiza en el respeto incondicional de   la dignidad del hombre, en todas las fases de su vida y más allá de las dotes   intelectuales o físicas de las que goza o de las que está privado. En la   clonación humana no se da la condición que es necesaria para una verdadera   convivencia: tratar al hombre siempre y en todos los casos como fin y como   valor, y nunca como un medio o simple objeto. 
                                        Ante los derechos del hombre y la libertad de   investigación 
                                             
                                          En el ámbito de los derechos humanos, la posible clonación   humana significaría una violación de los dos principios fundamentales en los que   se basan todos los derechos del hombre: el principio de igualdad entre los seres   humanos y el principio de no discriminación. 
                                           
                                          Contrariamente a cuanto   pudiera parecer a primera vista, el principio de igualdad entre los seres   humanos es vulnerado por esta posible forma de dominación del hombre sobre el   hombre, al mismo tiempo que existe una discriminación en toda la perspectiva   selectiva-eugenista inherente a la lógica de la clonación. La Resolución del   Parlamento europeo del 12 de marzo de 1997 reafirma con energía el valor de la   dignidad de la persona humana y la prohibición de la clonación humana,   declarando expresamente que viola estos dos principios. El Parlamento europeo,   ya desde 1983, así como todas las leyes que han sido promulgadas para legalizar   la procreación artificial, incluso las más permisivas, siempre han prohibido la   clonación.  
                                           
                                          Las razones que fundamentan el carácter inhumano de la   clonación aplicada al hombre no se deben al hecho de ser una forma excesiva de   procreación artificial, respecto a otras formas aprobadas por la ley como la   FIVET y otras. Como hemos dicho, la razón del rechazo radica en la negación de   la dignidad de la persona sujeta a clonación y en la negación misma de la   dignidad de la procreación humana. 
                                           
                                          Lo más urgente ahora es armonizar las   exigencias de la investigación científica con los valores humanos   imprescindibles. El científico no puede considerar el rechazo moral de la   clonación humana como una ofensa; al contrario, esta prohibición devuelve la   dignidad a la investigación, evitando su degeneración demiúrgica. La dignidad de   la investigación científica consiste en ser uno de los recursos más ricos para   el bien de la humanidad. 
                                           
                                          Por lo demás, la investigación sobre la   clonación tiene un espacio abierto en el reino vegetal y animal, siempre que sea   necesaria o verdaderamente útil para el hombre o los demás seres vivos,   observando las reglas de la conservación del animal mismo y la obligación de   respetar la biodiversidad específica. 
                                           
                                      La investigación científica en   beneficio del hombre representa una esperanza para la humanidad, encomendada al   genio y al trabajo de los científicos, cuando tiende a buscar remedio a las   enfermedades, aliviar el sufrimiento, resolver los problemas debidos a la   insuficiencia de alimentos y a la mejor utilización de los recursos de la   tierra.                                     |