El próximo debate legislativo sobre la despenalización total del aborto es un tema que debe ser discutido con seriedad científica y ética.
Dos argumentos sobresalen como causa de la despenalización: 1. El derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo y 2. El respeto a la autonomía o decisiones de la mujer.
Sobre el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.
Todo libro de embriología humana (biología del desarrollo) señala que, el embrión es un ser vivo distinto de la madre desde el momento de su concepción, y no una parte de la misma, pues su dotación genética, que lo identifica, es distinta, así como su individualidad, manifestado por el destino diferente entre madre e hijo/a. Esta diferencia es evidente en el hecho de que desde la concepción ese embrión puede ser masculino, la sangre embrionaria, puede ser de diferente grupo sanguíneo al de la madre, las características físicas, evidentemente también son diferentes, la madre puede ser de facciones diferentes, color de piel, etc. Científicamente de ningún modo puede confundirse un embrión con una parte de la madre.
Esto no quita que la dependencia de su madre sea muy intensa, pero esto no es una prerrogativa del feto sino que también lo es del niño ya nacido. La ciencia demuestra que el ser humano recién concebido es el mismo, y no otro, que el que después se convertirá en bebé, en niño, en joven, en adulto y en anciano. El hecho de que constituye un ser humano diferente a la madre se comprueba a través de la fecundación in vitro, pues, sería ilógico afirmar que el embrión humano desarrollado en ese cristal, fuera parte del “tubo de ensayo” que lo contiene. Por tanto, la vida embrionaria pertenece a un ser independiente de la madre o de cualquier probeta.
Desde la perspectiva biológica, es indiscutible que la individualidad genética o genoma se establece durante la fertilización, dando por resultado un embrión, un ser humano unicelular.
Desde el punto de vista biológico, la formación y desarrollo del embrión humano aparece como un proceso continuo, coordinado y gradual, que se presenta desde el momento de la fertilización, durante el cual se constituye un nuevo organismo humano, dotado de capacidad intrínseca para desarrollarse por sí mismo, hasta llegar a ser adulto.
El embrión puede ser definido como un ser humano muy joven.
Un punto también interesante en este debate lo aporta la misma filosofía del Derecho mexicano, al afirmar que el ser humano dispone, pero no es dueño ilimitado sobre su cuerpo. Según la ley, el ser humano no siempre tiene derecho a disponer libremente de su propio cuerpo. Por ejemplo: tiene derecho a hacerse extirpar el apéndice en caso de apendicitis, pero no tiene derecho a amputarse una mano por puro capricho o realizar actos en su cuerpo que lo lesionen, no se tiene derecho a la maleficencia. El uso del cuerpo propio tiene limites, y el embrión humano, así que al no ser en absoluto parte del cuerpo de la madre, no puede actuarse sobre el en maleficencia. La Ley General de Salud Mexicana en su capítulo sobre Investigación en Humanos, así lo señala, no pueden utilizarse embriones humanos, sino es para beneficio de los mismos, de esta manera los reconoce como seres individuales y merecedores de protección.
Sobre el respeto a la autonomía o decisiones de la mujer.
La autonomía en definición de Emmanuel Kant, no significa validez de cualquier decisión, sino solamente de aquellas racionales y responsables y este último término se refiere en especial a decisiones que no causen daño a terceros. Puesto que el embrión humano es un ser humano, las decisiones racionales, no deben dañarlo. El embrión es un ser humano “interesado” en seguir vivo. Cuando se produce un conflicto en una sociedad civilizada tratamos de resolverlo de un modo razonable y negociado, sin causar daños gratuitos a ninguna de las partes.
El derecho debe actuar en pro de la verdadera libertad de elegir.
Las decisiones autónomas deben ser libres, esto es, sin presiones que obliguen a los interesados a realizar actos de los cuales no están plenamente de acuerdo.
Es común afirmar que “nadie quiere el aborto”, que el aborto es un mal que se acepta con sufrimiento. Evidentemente es así. Nadie visita una clínica abortista por gusto. La mayoría de las solicitudes de aborto tienen alguna presión social o económica como causa. Si la mujer no quisiera abortar, pero lo hace presionada por las circunstancias, lo lógico es atender estas circunstancias, a fin de que “no tenga” que abortar.
Las políticas realmente progresistas deben consistir en remover tales problemas sociales y económicos y en asegurar a la madre que tendrá la consideración de sus conciudadanos, su solidaridad y las instituciones sanitarias y educativas adecuadas para su cuidado y el de su hijo. En tales circunstancias la decisión empezaría a ser realmente libre. Una medida primera, elemental y de mínima justicia sería ofrecer a las madres que decidan continuar con la gestación, a pesar de estar en alguna de las indicaciones contempladas por la ley, todo el apoyo económico que precisen.
En consecuencia, deberíamos luchar con toda intensidad para obtener estos apoyos para la libertad de la madre. Parece obvio que si “nadie desea un aborto” y ponemos las condiciones para que las decisiones sean realmente libres, es decir, para que nadie se vea obligado a aceptar lo que no desea, entonces nadie elegiría el aborto. Caracterizadas positivamente, las políticas a favor de la vida y las políticas a favor de la libertad no tendrían que ser antagónicas, sino complementarias.
Dra. Ma. de la Luz Casas M.
Sociedad Mexicana de Bioética.
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