Bogotá, 15 de marzo de 2003.- Publicamos la intervención del profesor Silvio Cajiao de Bogotá pronunciada el 29 de enero en la videoconferencia internacional sobre la paz.
Como su nombre lo indica persigue infundir terror a los ciudadanos del mundo, no importa de la nación o cultura que sean. Se trata de hacer experimentar a las personas una amenaza latente que en cualquier momento puede tener una manifestación inimaginada por el tipo de acción que se practica: bombas, secuestro, químicos, virus, extorsiones, inmolaciones personales causando víctimas de manera indiscriminada, etc.
Los motivos que se esgrimen son también múltiples: religiosos, ideológicos, partidistas, fascistas, de izquierda o de derecha, o simplemente crear el caos y la inestabilidad política a una nación o al Estado pues alrededor del terrorismo se desarrollan otros rentables negocios, como son el de las armas, las drogas, las migraciones forzadas con el consiguiente reparto de territorios de poder.
Si regímenes totalitarios han logrado en el reciente pasado controlar estas manifestaciones, relativamente, por el férreo instrumento del aparato de inteligencia y represor de estos estados, en la actualidad prácticamente no hay nación de la tierra que no esté expuesto al mismo fenómeno.
Es un hecho que los representantes de las naciones se sienten convocados para combatir este flagelo de manera unida apoyándose mutuamente y a través de los organismos de control internacional, pero también es sabido que existen naciones y gobiernos que por motivos ideológicos los apoyan clandestinamente para obtener fines ideológicos propios.
En estas acciones de bloqueo contra el terrorismo es fundamental tener una mira supra nacional y no buscar únicamente el provecho de la propia nación sino el observar el bienestar de la comunidad internacional, de lo contrario la medicina podría resultar ella misma siendo un instrumento de represión de los pueblos y del ejercicio auténtico de la democracia y en tal caso otra forma de terrorismo aparentemente justificado y se tendría una escalada interminable de terror, como es el caso de lo que está sucediendo en el oriente medio.
No permitir el libre desarrollo de los pueblos en un juego democrático hace proclive la aparición de las formas de terrorismo de los movimientos independentistas, pero también puede existir el así llamado «terrorismo de Estado» practicado precisamente por aparatos represivos para mantener situaciones de caos en las naciones y justificar los aparatos represivos del mismo Estado y en algunos casos perpetuarse injustamente en el poder.
El Santo Padre ha clamado reiteradamente el que cesen estas manifestaciones de violencia contra la dignidad del ser humano que le privan en muchos casos del don fundamental de la vida dado por el Creador o a través de las mutilaciones, físicas o psicológicas, sufridas le colocan al margen de la participación ciudadana y del libre y adecuado ejercicio de sus funciones. Ha clamado el Obispo de Roma de manera particular el que las distintas confesiones se abstengan de utilizar el nombre de su divinidad como una excusa para justificar el ataque indiscriminado contra la vida humana puesto que es un absurdo proclamar una divinidad contraria a la dignidad de todo ser humano.
Ha dicho Juan Pablo II con ocasión de la «purificación de la memoria» que la Iglesia posee ya una experiencia dolorosa en su historia al haber recorrido el camino de las guerras de religión de las cuales ha pedido perdón, pero con sencillez ofrece su experiencia para que tal error no se vuelva a cometer. El Dios de la vida no ama la muerte sino el que el hombre viva y viva en plenitud!
Se hace necesario entonces el fortalecimiento de organismos internacionales que tipifiquen, organicen instrumentos de control, persigan, juzguen y ejecuten las sentencias contra organizaciones y personas que ejerzan el terrorismo de la nación que sea, pues se corre el peligro que al amparo de tribunales nacionales se burle la justicia y quede rampante la impunidad al amparo de gobiernos que protegen por su ideología a los terroristas.
El propiciar un orden internacional justo y que brinde oportunidades en todos los sentidos a los ciudadanos de todas las naciones en los derechos fundamentales consignados en la Carta Magna de las Naciones Unidas sin duda favorecerá el reducir tales acciones.
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