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La libertad de no elegir niņas

El aborto selectivo en función del sexo crea polémica en países occidentales

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La libre decisión de la mujer para abortar sin explicar sus motivos a nadie es para el movimiento pro-choice un derecho irrenunciable. Pero ¿qué ocurre cuando este derecho se utiliza para abortar fetos femeninos por razón de su sexo? El feticidio femenino es una práctica común en países asiáticos, pero ahora se está extendiendo también a Occidente, y no solo entre comunidades de inmigrantes. La lógica pro-choice se ve obligada a decidir entre rechazar en este caso la libre elección o ser coherente hasta el final.

Mientras el Daily Telegraph agita la opinión pública con un reportaje sobre abortos ilegales en función del sexo, la Asociación Canadiense de Medicina se pregunta cómo erradicar la eliminación de niñas por inmigrantes asiáticos en Canadá. Ahora que esta modalidad del aborto selectivo empieza a ser noticia en Occidente, cabe preguntarse si hay mucha diferencia entre eliminar a un feto porque sea niña o niño, tenga síndrome de Down o no sea deseado por otra razón.

El ideal pro-choice  –que las mujeres puedan decidir si continúan o no con el embarazo en cualquier momento y por cualquier motivo– se hizo realidad por primera vez en Occidente en Canadá. En virtud de una sentencia del Tribunal Supremo de 1988, allí se puede abortar con todas las de la ley en hospitales públicos, de forma gratuita, sin límite de gestación y por cualquier motivo.

A falta de limitaciones legales (por no haber, no hay ni ley del aborto), muchos médicos canadienses han terminado por funcionar en la práctica con algunas reservas. La mayoría evita realizar abortos a partir de la semana 20 del embarazo. Escogen ese límite porque la Asociación Canadiense de Medicina dice que el feto es viable a las 20 semanas de la gestación.

No obstante, esa norma no escrita salta por los aires ante excepciones como el riesgo para la salud física o psíquica de la madre. Además, las reservas morales de los médicos no logran frenar el aluvión de abortos en Canadá. Desde hace varios años, la cifra de abortos anuales gira en torno a los 100.000 (a veces más). El año pasado hubo 386.013 nacimientos, lo que supone que hay un aborto por cada 3,8 nacimientos.

Pero en Canadá, al igual que en la mayoría de los países occidentales, la opinión pública dominante ya está curada de espanto. A estas alturas, parece que lo único que puede provocar un cortocircuito en el debate sobre el aborto son los bombazos mediáticos como el del Daily Telegraph.

Abortos ilegales con engaño

Ante la sospecha de que el aborto en función del sexo se está haciendo “cada vez más común por razones culturales y sociales” en el Reino Unido, unos periodistas del Daily Telegraph se lanzan a investigar con cámara oculta (práctica que acaba de prohibirse en España).

El equipo visita nueve clínicas abortistas y descubre que, en tres de ellas, los médicos falsifican la documentación para realizar este tipo de abortos ilegales (en el Reino Unido se puede abortar hasta la semana 24 del embarazo en determinados supuestos, pero nunca en función del sexo del feto). Las grabaciones están colgadas en la web del Telegraph.

En uno de los vídeos se ve a una mujer que acude a una clínica privada de Manchester para abortar porque “el feto es femenino”. La ginecóloga, que trabaja también en un hospital público, interrumpe en la conversación: “Yo no hago preguntas. Si usted quiere abortar, aborte”.

Después telefonea a una colega para que ésta rellene el protocolo. La doctora le explica que el aborto que va a realizar está motivado por “razones sociales” y que la embarazada “no quiere que le pregunten”.

Otro vídeo muestra a un médico que trabaja en una de las clínicas abortistas más conocidas del país, en Birmingham. Una mujer embarazada de 12 semanas le explica que quiere abortar porque no desea tener una niña.

El médico objeta: “Pero eso es injusto... Sería como un infanticidio femenino, ¿no?”. Entonces la mujer le sugiere que ponga otro motivo en el formulario. Respuesta del ginecólogo: “Sí, mejor. Porque ésa nunca es una buena razón. Pondré que eres muy joven para llevar el embarazo, ¿te parece?”.

El tercer caso ocurre en una clínica de Londres. La especialista accede a realizar el aborto a una mujer embarazada de 18 semanas, que quiere abortar porque su pareja ya tiene un hijo varón del primer matrimonio y ahora desean una niña.

El reportaje del Telegraph ha puesto en guardia al gobierno británico. El ministro de Sanidad Andrew Lansley recuerda que “la selección en función del sexo es ilegal e inmoral”. La policía acaba de abrir una investigación.

También en Canadá faltan niñas

Poco antes de que el Telegraph publicara su reportaje, la Asociación Canadiense de Medicina –la más importante del país, con 70.000 afiliados– lanzó una propuesta sorprendente: retrasar la información sobre el sexo del bebé hasta la semana 30 del embarazo para evitar la eliminación de niñas asiáticas en Canadá.

El autor de la propuesta es Rajendra Kale, uno de los redactores jefe del Canadian Medical Association Journal. El editorial, muy comentado en la prensa canadiense, contiene ideas provocadoras y prepara el terreno para una noticia publicada en la misma revista por Lauren Vogel, periodista especializada en temas de salud.

Dice Kale: “Cuando los inmigrantes asiáticos vinieron a los países occidentales trajeron consigo recetas para el curry y otros platos que fueron muy bienvenidas. Pero, por desgracia, algunos de ellos también importaron su preferencia por los hijos varones y el aborto de niñas. La eliminación de fetos femeninos se cuenta por millones en la India y en China, pero también se da en América del Norte en proporciones suficientemente grandes como para distorsionar la ratio hombres-mujeres en algunos grupos étnicos” (R. Kale, “It’s a girl! – could be a death sentence”, CMAJ, 16 enero 2012).

Aquí entran en juego los datos de Vogel. Si en una población normalmente nacen 105 niños por cada 100 niñas, en Canadá nacen 108 niños por cada 100 niñas en las comunidades de inmigrantes del este y el sur de Asia, desequilibrio que no se observa en el resto del país.

Además, cuando ya han nacido hijas, el déficit es más acentuado por cada nacimiento sucesivo. Así, entre los inmigrantes de China, Corea y Vietnam que ya tienen dos hijas, nacen 139 niños por cada 100 niñas. Y entre los inmigrantes de la India es de 190-100, casi dos niños por niña (cfr. L. Vogel, “Sex selection migrates to Canada”, CMAJ, 21 febrero 2012).

Los datos aportados por Vogel reflejan lo que ocurre a mayor escala en los países de origen de estos inmigrantes, donde la mezcla de prejuicios sexistas, la pobreza, la política del hijo único en China, y el problema de la dote en la India conducen a la eliminación de millones de niñas y al consiguiente desequilibrio de sexos (cfr. Aceprensa, 30-01-2008).

Cambiar los términos del debate

El editorial de Kale menciona otro estudio cualitativo, realizado a 65 mujeres indias residentes en EE.UU. Aunque la muestra es muy pequeña, da una idea de la presión psicológica que sufren estas mujeres para que el bebé sea varón.

Sobre los resultados cabe destacar que el 40% de esas mujeres abortó cuando se enteró de que estaban embarazadas de fetos femeninos; y el 89% intentó abortar por el mismo motivo en algún momento del embarazo. Kale cree que estos datos se pueden extrapolar a los inmigrantes asiáticos venidos a Canadá.

Y entonces lanza la polémica propuesta: que los médicos retrasen a todos los padres la información sobre el sexo del feto hasta la semana 30 del embarazo, “un pequeño precio –dice Kale– que habría que pagar para salvar a cientos de niñas en Canadá”. Y la puntilla final: “Si Canadá no puede controlar esta repugnante práctica, ¿qué esperanza de salvación tienen millones de mujeres en la India y China?”.

Aunque la medida está cargada de buena intención, resulta muy pobre. Margaret Somerville, fundadora y directora del Centre for Medicine, Ethics and Law de la McGill University (Montreal), da dos razones en MercatorNet (30-01-2012).

Primera: es muy fácil de burlar, ya que hoy día se puede conocer el sexo del feto a partir de la octava semana del embarazo con un sencillo análisis de sangre de la madre. Y segunda: en general, los pacientes tienen un derecho ético y legal a conocer la información que los médicos obtienen de ellos.

Además, este ocultamiento de la información ya se ha intentado utilizar, sin éxito, en la India para frenar la eliminación de fetos femeninos.

De todos modos, Kale ha tenido el acierto de atraer la atención mediática hacia el aborto en función del sexo. Y lo ha hecho con palabras fuertes. En un momento en que en Canadá se empieza a aceptar el eufemismo “equilibrio familiar” (family balancing, en inglés), él llega y pone una pica en Flandes con expresiones como “práctica repugnante” o “feticidio femenino”.

Aceprensa, 7-III-2012

 

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Detenciones ilegales, palizas, casas destrozadas...

Rosa Cuervas-Mons

Cumbre del Clima de Copenhague. Año 2010. La viceministra de la Comisión para la Planificación Familiar y la Población de China, Zhao Baige, anuncia orgullosa que gracias a la política del hijo único, en vigor desde 1970, su Gobierno ha conseguido “prevenir el nacimiento de 400 millones de personas”. “No sólo contribuye a la reducción de emisiones, sino que sirve como experiencia para que otros países -sobre todo en vías de desarrollo- puedan desarrollar modelos sostenibles. Hemos evitado 400 millones de personas y emitimos cada año 1,8 toneladas de dióxido de carbono menos que antes”.

El modelo chino se presenta como ejemplo a seguir y no pocos medios de comunicación se tragan el cuento -el fundador de la CNN, Ted Turner, llegó a decir que todo el mundo debería copiar a China para luchar contra el cambio climático-. Pero, ¿qué hay detrás de ese ‘modelo sostenible de población’? Muertes como la de Jihong Ma, esterilizaciones forzosas, detenciones ilegales, palizas, casas destrozadas y un sinfín de violaciones de los derechos humanos que la organización Women’s rights without frontiers (Derechos de las mujeres sin fronteras), WRWF, lleva denunciando más de una década.

A finales de 2009 dos oficiales de Planificación Familiar detuvieron en las calles de Henan a una mujer que había escapado del hospital para no someterse al “examen de embarazo” al que cada dos meses deben acudir las mujeres en edad fértil. Según varios testigos presenciales la condujeron a la fuerza al hospital para someterla a una esterilización involuntaria -DIU en la mayoría de los casos o ligadura de trompas si la mujer ha violado la política del hijo único y ha tenido más de un niño- a pesar de que la joven advertía de su delicado estado de salud por una reciente operación.

Población flotante

Poco antes, esta vez en la provincia de Shandong, un matrimonio fue torturado y golpeado por oficiales de Planificación por haber llegado un día tarde al examen de embarazo. En realidad Xiaoyan -mujer fértil en situación de población flotante- no había llegado tarde, sino que había seguido las indicaciones de la Administración y se había sometido al test en la provincia donde vivía, tal como le habían indicado, y no en la que estaba registrada. Su informe debía ser enviado a la oficina en la que estaba registrada pero un fallo informático lo impidió, por lo que tuvo que ir a la provincia de origen para someterse al examen... y llegó un día tarde. Paliza y denuncia a la policía que solo argumentó que si habían violado la ley, la policía no podía hacer nada.

Provincia de Fujian. Cuatro jóvenes con “embarazos ilegales” -todas en avanzado estado de gestación- están retenidas en una celda de la Oficina de Planificación mientras hacen frente al aborto forzado que se les ha practicado -inyección salina- y esperan dar a luz a su hijo muerto. Muchas, además, deberán pagar el coste del aborto como pena por haber violado la ley.

Ciudad de Leiyang, el joven Xin Lui (32 años), recibe en casa la visita de los planificadores familiares que vienen a cobrar la tasa que debe pagar la familia por haber tenido un segundo hijo. Xin Lui se niega a abrir y los planificadores le golpean en la cabeza hasta que queda inconsciente. Hoy tiene una incapacidad permanente.

Una mujer de 34 años embarazada de ocho meses y medio trabaja junto a su marido cuando los planificadores familiares la llevan al hospital. Ha violado la ley quedando embarazada por segunda vez y, además, de gemelos. Hacia las cinco de la tarde varios médicos la sujetan para que deje de resistirse hasta que le inyectan la sustancia abortiva. A las doce de la noche está todavía dando a luz a sus hijos muertos. Enterrar los cuerpos correrá de su bolsillo. Los médicos se limitan a dejar los cadáveres a su lado.

Xiamen, destino turístico por excelencia. Una mujer embarazada llora en la habitación del hospital donde han inyectado una sustancia letal a su hijo de ocho meses y al que ahora tendrá que dar a luz. Su marido, desesperado, asegura que no sabe cómo explicarán lo que ha pasado a su otra hija, que está deseando conocer a su hermano.

Estos y otros muchos casos denunciados por WRWF han llegado a oídos occidentales con la ayuda de, entre otras personas, un joven de 33 años víctima de la política de Planificación Familiar. No da su nombre por seguridad, pero desde que su mujer fue sometida al aborto forzado de su segundo hijo dedica su tiempo a perseguir la sistemática violación de derechos que se produce en su país. “Subestimé la crueldad de esta política y mi mujer quedó embarazada. No pude proteger a mi hijo al que espero dar todo el amor que merece cuando muera y me encuentre con él en el cielo”.

Bebés al crematorio

El sentimiento de culpa es solo una de las consecuencias de esta política de control de la natalidad. Hay muchas más. Incremento de la trata de mujeres, figurando China como uno de los primeros países en emisión, tránsito y recepción del tráfico sexual debido, en parte, al brutal desequilibrio demográfico: 37 millones de mujeres menos que de hombres, y por tanto 37 millones de hombres que no podrán encontrar esposa y que recurren a mujeres esclavizadas provenientes de países como Corea del Norte, Tailandia, Vietnam o Mongolia.

Infanticidio y omisión de auxilio a bebés que sobreviven al aborto y nacen con vida, pero que son arrojados a los cubos de desechos médicos y conducidos al crematorio, tal como se constató el pasado año cuando los trabajadores del crematorio de Guangdong descubrieron a un bebé vivo entre los restos que debían incinerar. Fue enviado al hospital que, al día siguiente, envió de nuevo al bebé al crematorio. Esta vez muerto.

Detenciones ilegales para realizar esterilizaciones forzosas -10.000 en la campaña de Planificación familiar iniciada en abril de 2010- y amenazas y presiones a los familiares de las mujeres en edad fértil, que serán castigados -palizas, casas destruidas, robo de pertenencias- si ellas infringen la ley del hijo único.

Índice de suicidios

Tal como explica a ALBA la fundadora y presidenta de WRWF, Reggie Littlejohn, la “guerra contra las mujeres” que lleva a cabo el Partido Comunista Chino tiene mucho que ver con el altísimo índice de suicidio femenino del país -500 mujeres mueren cada día en China según la Organización Mundial de la Salud- y con los trece millones de abortos que se perpetran cada año -35 600 cada día, 1 480 cada hora-.

Preguntada por ALBA al respecto, la Embajada de China no ha dado ninguna respuesta, como tampoco lo hacen en público sus mandatarios que, si bien reconocen la cifra de 13 millones de abortos al año, niegan que algunos sean forzados. Admiten la existencia de la política del hijo único -el presidente Hu Jintao aseguró que seguiría durante muchos años más- sí, pero evitan dar detalles sobre cómo se lleva a cabo. En el lenguaje de planificación familiar, los abortos e infanticidios se llaman medidas de reparación y la libertad para concebir se llama certificado de procreación.

“Los Gobiernos occidentales no se atreven a presionar a China para que respete los derechos humanos por todo el dinero que le deben”, señala Littlejohn, que denuncia la enorme cantidad de países modernos que financian esta violación de derechos.

“El Fondo de Población de Naciones Unidas, la Federación Internacional de Planificación Familiar y Marie Stops International son proveedores del aborto en China. Por eso el Gobierno de Estados Unidos eliminó las ayudas al organismo de Naciones Unidas tras comprobar Colin Powell, entonces secretario de Estado, que colaboraba con la política coercitiva del hijo único. Subvención que se reanudó, eso sí, en 2009”.

La China de los Juegos Olímpicos, la China de las lunas de miel es, a la vez, el lugar del que huyen muchas familias como la de Zhou Xiaoping, que salió de su país para evitar la muerte de su segundo hijo, del que quedó embarazada antes de haber obtenido el permiso de embarazo que las autoridades conceden a los campesinos si su primer vástago ha sido niña. Xiaoping llevó el DIU que le impuso el Gobierno durante cuatro años. Una vez retirado pidió el permiso de embarazo, de acuerdo con la ley, pero el retraso en la Administración hizo que el niño llegara antes que el papel. Se había saltado las normas y debía abortar. Desde el centro de refugiados de Tailandia pide “compasión” a los oficiales que tendrán que decidir sobre su futuro. Solo quiere, dice, “vivir en libertad”.

De lesa humanidad

Reggie Littlejohn se topó con la cruda realidad de China en los años 90, cuando asistía a una mujer que pedía asilo político en Estados Unidos y que le confesó que había sido esterilizada -ligadura de trompas- de forma forzosa. Desde entonces esta abogada de Yale ha alzado la voz “por las mujeres que no tienen voz” ante el Congreso de Estados Unidos, el Vaticano, y numerosos parlamentos europeos. Denuncia que en China, el cuerpo de una mujer pertenece al Estado, al Partido Comunista Chino, que al atentar contra la parte “más íntima física, emocional y espiritualmente hablando de una mujer” y matar la vida que hay en su interior lleva a cabo un auténtico “crimen de lesa humanidad”. Esa es su lucha

29-X-20011
intereconomia.com