El trabajo no lo es todo en la vida
ROMA, lunes 5 diciembre 2011 (ZENIT.org).- La diferencia de trato y oportunidades entre hombres y mujeres en la sociedad ha disminuido notablemente en varios sectores como el acceso a la salud y educación, en cambio no sucede lo mismo en el ámbito laboral. Entretanto, hoy se registra un cambio importante: los trabajadores jóvenes a diferencia de antes, consideran al igual que las mujeres, que la carrera no es todo en la vida.
Lo indican los datos del estudio Closing the gap, publicado en The Economist del 26 de noviembre pasado, y analizado en un artículo del diario vaticano L'Osservatore Romano. La diferencia entre hombres y mujeres –indica el estudio- aún se registra principalmente en las posibilidades de carrera y de sueldo.
El dossier constata que, tras la euforia de los años 90, los resultados actuales dejan una fuerte frustración. En particular emerge la dificultad de conciliar trabajo-maternidad, sobre todo si se considera que la tarea de los niños no deba quedar solamente a cargo de la mujer.
Además, se registra una fuerte ausencia femenina en la dirección de empresas. Esto a pesar que diversos estudios demostraron que las mujeres a cargo de empresas o de su consejo de administración las llevaron a resultados exitosos.
El estudio de The Economist, explica algunas razones que crean la diferencia, e indica como primera cosa que el mundo del trabajo se organiza con reglas creadas varios lustros atrás, nacidas con una idea de paridad, diversas a las existentes cuando el marido trabajaba y la mujer se quedaba en la casa.
Las nuevas reglas por lo tanto daban el mismo tratamiento a ambos, lo que el estudio indica como equivocado. Sí, porque no se resuelve la cuestión aplicando las mismas reglas, pues las mujeres son diferentes.
Segundo: porque es equivocado pensar que ser madre no afecte a la carrera, aunque tengan menos hijos o los tengan más tarde. Baste pensar que en dicho período es cuando sus colegas inician a programar su carrera.
Tercero: las mujeres pueden volverse enemigas de sí mismas, al no tener las debidas posibilidades en el campo laboral: son demasiado escrupulosas, menos seguras y se autopromueven menos, no suelen dar su opinión si no están absolutamente seguras.
Y por último, la discriminación más sutil: mientras los trabajadores son promovidos por sus potencialidades, las trabajadoras en cambio lo son por lo que realmente logran, o sea que avanzan más lentamente.
El estudio entretanto da una indicación importante: los hombres jóvenes que entran en el mundo del trabajo lo ven de manera diversa de como lo concebían sus padres.
Están menos obsesionados por la carrera y más interesados en encontrar un equilibrio razonable entre trabajo y el resto de su vida y esto es lo que las mujeres quieren desde hace tiempo, indica el semanario. Un nuevo factor que los empleadores no podrán ignorar.
El artículo de la periodista italiana Giulia Galeotti, publicado en el diario vaticano, analiza los datos e indica que dicho estudio demuestra además que no vale el modelo masculino, tomado como indicador por la emancipación femenina de los años sesenta.
Y que la realidad revela que las mujeres no renuncian a los que ellas son y además les enseñan algo a los hombres: el equilibrio entre trabajo y el resto de la vida. Y concluye que “después de tantas declaraciones teóricas de admiración y reconocimiento, los hombres deciden aplicar a su vida una parte importante de la opción que mueve a la existencia femenina”.
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