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Las chicas Cosmo que han salido perdiendo

A la muerte de Helen Gurley Brown, directora de la revista Cosmopolitan, Carolyn Moynihan hace balance en MercatorNet de los resultados de su idea del sexo como diversión, a la vez que reconoce algunos de sus buenos consejos.

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“Helen Gurley Brown, la directora de Cosmopolitan que acaba de morir a los 90 años, es famosa por haber llevado el sexo a la portada de una revista femenina... y en medio, y al final y en varios puntos intermedios. (...) Es verdad que hay otras cosas en Cosmo: trabajo, dinero, moda, salud... Pero, en primer lugar y sobre todo, se trata de sexo: cómo ser sexy, como mejorar las relaciones sexuales, con quién (hombres casados incluidos), cómo recuperarse de una aventura, y, en último término, cómo atrapar a un hombre para siempre”.

Como millones de mujeres han seguido estos consejos durante los últimos cincuenta años, Carolyn Moynihan piensa que hay ya suficiente perspectiva para saber cómo les ha ido.

Recuerda cifras de EE.UU. que muestran el descenso de la tasa de matrimonios, el aumento del divorcio y las nuevas bodas, todo lo cual ha trastocado la vida de familia de una generación. El divorcio ha sido un rápido camino para el empobrecimiento de millones de mujeres y de niños.

El Cosmo club podría contestar: “Hay muchos modos de tener un hombre sin casarse con él. Vivir juntos es tan bueno como lo otro”. Pero Moynihan recuerda que la cohabitación es mucho más frágil que el matrimonio. Un reciente estudio australiano, por ejemplo, muestra que la cohabitación se rompe de 3 a 5 veces más que el matrimonio. Y cuando hay niños, les obliga a un comienzo en la vida tremendamente inestable.

Las mujeres que más han salido perdiendo son las que necesitan más el matrimonio, en términos sociales y económicos. “No han sido las hijas de la clase media alta de los editores de Cosmopolitan las que han empezado a hinchar los números de las madres solteras; han sido las jóvenes de ambientes modestos y pobres. A principios de los años 60, en torno al 10% de los nacimientos en EE.UU. eran fuera del matrimonio; hoy el porcentaje alcanza el 41%. Pero menos del 10% de los hijos de mujeres con educación universitaria nacen fuera del matrimonio, mientras que en las mujeres con estudios de secundaria o inferiores, la proporción es casi del 60%”.

Un creciente número de mujeres están luchando para educar a sus hijos en solitario y la idea del sexo como diversión ha tenido mucho que ver con ello. Para Moynihan, está claro: “La receta de Gurley Brown ha fallado: para muchas mujeres ha significado encontrarse sin un hombre, sin matrimonio y muy probablemente con poca diversión”.

La mayor paradoja es que Gurley Brown, casada a los 37 años, permaneció con su marido, el productor cinematográfico David Brown, hasta la muerte de este en 2010, y no llevó una vida tan movida como la que recomendaba en Cosmo. David Ploz, al reseñar en Slate las memorias de Gurley Brown, I’m Wild Again, comentaba: “Esta es la autobiografía de una puritana. El libro cuenta cómo Brown hace ejercicio obsesivamente; no bebe, ni fuma, ni come; ha permanecido absolutamente fiel a su marido durante 35 años; y vive para su trabajo. El pequeño secreto sucio de la chica de Cosmo no era el sexo: es el trabajo”.

Moynihan concluye: “Ciertamente, Gurley Brown ofreció muchos malos consejos sobre como las mujeres jóvenes pueden ‘mejorarse’ a si mismas. Por desgracia esto oscureció algunos de sus buenos consejos: sé ambiciosa, trabaja duro, arréglate, cásate y permanece casada. Recordémosla por éstos”.

Acerpensa, 24-VIII-2012
Fuente: MercatorNet

 

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“Sexo en Nueva York”: A la liberación por la VISA

Ana Sánchez de la Nieta

Cuatro mujeres adultas, liberadas de compromisos, desinhibidas en lo sexual… y absolutamente esclavizadas por la dictadura de la imagen y el poder de las marcas. Si Simone de Beauvoir resucitara y viera los resultados en taquilla de la película Sexo en Nueva York, volvería deprimida a su tumba. Afortunadamente, la autora de El segundo sexo no ha tenido que contemplar las oleadas de público -sobre todo femenino- que acudía en masa al estreno de una cinta que -al igual que la serie en la que se inspira- recoge una visión de la mujer situada en las antípodas de cualquier tipo de feminismo.

Mientras tantas personas han luchado y siguen luchando para hacer entender al mundo que la dignidad del hombre y la mujer es la misma y, por lo tanto, deben ser iguales sus derechos y deberes, las protagonistas de Sexo en Nueva York se muestran más preocupadas por los efectos del Botox.

Parece que para ellas, la lucha terminó en cuanto adquirieron una tarjeta de crédito para fundir. Una vez conseguida, los graves problemas a los que se enfrentan son dónde meter varias decenas de pares de zapatos, cómo enfrentarse a la mudanza del guardarropa, dónde beber el mejor cóctel o cómo disimular las patas de gallo (los michelines no entran en la categoría de problema sino directamente en la de drama, y me remito a la película).

A las protagonistas de la cinta no les interesa la política, ni tampoco les quita el sueño sus derechos y deberes, no se las ve leyendo un libro (como mucho hojean revistas) y, aunque se supone que trabajan, no hablan jamás de temas profesionales (en realidad, de lo único que hablan es de ropa y de hombres, y de esto último como camioneros, quizás sea por lo de la igualdad).

La única liberación que conocen les viene por la vía del consumo: ante un desplante, una enfermedad o una dificultad, compran. Y la propia película se convierte así en un enorme catálogo publicitario: coches, vestidos, muebles de diseño, zapatos, accesorios, viajes y hoteles. Una revista de 140 minutos con cientos de anuncios adosados en forma de fotogramas. Todo lo que una persona necesita para ser feliz o al menos para no pensar (que en la película parecen sinónimos). En definitiva, el encumbramiento de la frivolidad. Y la paradoja de convertir una de las más feroces y patentes tiranías -la del consumismo compulsivo- en símbolo de liberación.

Por supuesto, ante este planteamiento, la industria de la moda y el lujo se frota las manos. La lucha por la cultura, por los derechos, por la conciliación no da excesivo dinero, pero la competición brutal de las marcas, la carrera desenfrenada por envejecer sin arrugas, la olimpiada para adquirir el mejor ático o el deportivo más moderno reportan beneficios, y muchos.

Y la prueba es el aluvión de marcas que se han sumado a la película. Por ejemplo, uno de los personajes abandonará su cóctel favorito para beber vodka Skyy, una de las marcas que han llegado a un acuerdo con la productora New Line Cinema para promocionarse mutuamente. Contratos parecidos han firmado Bag Borrow or Steal (bolsos y joyas), Coty (perfumes), Glacéau Vitaminwater (agua perteneciente a Coca-Cola) y Mercedes-Benz. Estas marcas son las verdaderas protagonistas de la película. Ellas y los 300 vestidos que Patricia Field elaboró para la película (de paso ha lanzado una página web donde vende los artículos de la cinta en formato low cost).

La protagonista y coproductora de la película, Sarah Jessica Parker, sostenía hace unos días que Sexo en Nueva York haría historia en el cine. Lo dudo. Igual que dudo que contribuya a mejorar un ápice la situación de las mujeres, que, vistas en este espejo, acaban deformadas. Otra cosa es que haga historia enterrando bajo kilos de frivolidad cualquier pensamiento serio sobre el papel de la mujer en la sociedad.

Aceprensa, 25-VI-2008

 

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Niñas Barbie

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¡Parece una muñeca! ¡Es toda un muñequita! Son expresiones que solemos utilizar para expresar que una niña o una adolescente es muy guapa, fina y delicada, como si el ideal de belleza fuera el de una Barbie perfecta: ojos enormes, nariz y boca pequeña, aunque carnosa, piel de porcelana y piernas largas y delgadas. A menudo, el piropo de los piropos es el lacónico ¡Muñeca!

No es de extrañar, pues, que algunas niñas y adolescentes, cada vez en mayor número, quieran convertirse en muñecas. Para ello, llevan su cuerpo al límite: se exigen una absoluta delgadez y una piel perfecta. El ideal al que aspiran les obliga a tunear sus cuerpos: maquillajes extremos, pelucas artificiosas, vestiditos para la ocasión, lentillas especiales, enormes pestañas postizas y todo tipo de trucos ergonómicos con tal de parecer auténticas muñecas de carne y hueso.

Muchas de esas niñas barbie tienen página en Internet o se exhiben por Youtube, dan consejos a otras niñas para que sigan sus pasos, esos pasitos mecánicos que no llevan a ninguna parte y que sólo paran cuando se acaban las pilas. Bueno, sí que llevan a alguna parte: a la sexualización temprana y al exhibicionismo, a convertirlas en “golosinas sexuales” para pederastas.

Esas barbies humanas viven como muñecas, actúan como muñecas y tienen nombres de muñecas: Kotakoti, Venus Angelic, Chia, Ny Enya, Neko Niapi, Piggy Pink. Dakota Rose (Kotakoti), una adolescente americana, parece ser la pionera de todas ellas. Sus vídeos en Youtube, donde explica, voz en off, los trucos para convertirse en una muñeca, se acercan al medio millón de visitas. No es una muñeca hiperrealista, sino una chica de unos dieciséis años que quiere hacer realidad una belleza de fantasía y que está arrasando en las redes sociales.

Las primeras imitadoras han surgido con mucha fuerza en Asia, quizá porque ese tipo de metamorfosis acerca a las niñas y adolescentes niponas o surcoreanas a la estética manga. Da la sensación de que uno de los objetivos de muchas chicas asiáticas es parecerse al máximo a un dibujo manga.

¿Qué tiene una muñeca, qué tiene el manga, para convertirse en modelo para los niños y adolescentes? Que son una representación de la fantasía, donde tiene vetada la entrada la cruda realidad.

Las niñas ya no quieren ser princesas (quizá tenía razón Sabina); ahora quieren que las confundan con muñecas o dibujos animados. Lo más grave es que muchas de ellas cuentan con el beneplácito de sus madres, como Sarah Burge, la llamada Barbie humana, quien regaló a su hija de siete años sendos cheques para que se aumentara los pechos y se hiciera una liposucción (ABC).

Como tantas veces, no podemos exigir a nuestros hijos que sean más maduros que nosotros mismos. Detrás de una niña barbie quizá haya una madre que ha pretendido completar su colección de muñecas con su propia hija.

Posted on marzo 26, 2012
by blogfamiliaactual