En un artículo publicado en El País (1-03-2010), Manuel Ruiz Zamora, historiador del arte y filósofo, se hace eco del malestar que empieza a aparecer en algunos foros progresistas ante la intolerancia del feminismo radical.
A diferencia del feminismo cívico o “de la razón”, que aboga de forma serena por la igualdad efectiva entre todos los ciudadanos, “lo que define al feminismo radical es su sectarismo”. Para Ruiz Zamora, una manifestación de ese sectarismo es el empeño por silenciar a los discrepantes.
“Al confundir igualdad con homogeneidad, el feminismo feroz interpreta que cualquier opción personal que no comulgue con sus parámetros supone una agresión potencial contra las determinaciones convencionales de la Idea”.
La ideología del feminismo radical utiliza dos recursos para imponer la censura: “En primer lugar, la descalificación integral de cualquier crítica que venga a poner en evidencia la naturaleza de sus excesos. El segundo, es la conminación a que cualquier diferencia, por razonable que pueda ser, debe ser silenciada para no hacer el juego a aquello que se pretende combatir”.
Para ilustrar esto, Ruiz Zamora por el ejemplo de la “violencia de género”. Atreverse a afirmar que no todo vale en este campo, “supone la acusación fulminante de ser al menos cómplice, cuando no instigador de la misma”.
Lo peligroso del asunto es que de esa censura se derivan serios perjuicios a la salud democrática. “La ruptura, por ejemplo, de los principios sacrosantos de igualdad ante la ley y de presunción de inocencia que instaura la Ley integral contra la violencia de género, no puede ser considerada progresista”. Igualmente, la resistencia del feminismo radical al reconocimiento legal de la custodia compartida de los hijos “parte de la rancia convicción de que el cuidado y la educación de los hijos es un asunto predominante, si no exclusivamente, femenino”.
Aceprensa, 1-III-2010
Fuente: El País
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De logos y náufragos
El nuevo logotipo que voilà, apenas una ceja y una comisura, nos sugiere algunas reflexiones de mucha sustancia. A decir verdad, hasta es posible que ese logo guste a las feministas, que lo entenderán a su manera, es decir, como la rebeldía del sexo femenino contra la opresión masculina o algo así.
Como siempre, el error de perspectiva del feminismo consiste en atribuir a las maquinaciones de esa entelequia llamada patriarcado lo que, en realidad, es obra de la naturaleza. Lo que el feminismo llama opresión patriarcal son las formas de organización de la supervivencia humana durante milenios.
Hasta la saciedad hemos explicado en este blog cómo las diferencias entre hombres y mujeres son fruto de adaptaciones evolutivas desarrolladas a lo largo de cientos de miles de años, y pre-existentes a las supuestas imposiciones culturales de un patriarcado imaginario.
Fue la naturaleza la que diseñó la armonía de los opuestos -es decir, de los principios masculino y femenino- representada en el concepto taoísta del yin y el yang.
El feminismo propugna la dislocación de ese equilibrio, la negación de esos principios, la reducción de la complementariedad de los sexos a una mera construcción cultural, urdida alevosamente por la mitad mala de la especie para sojuzgar a la otra mitad.
Convencer a la sociedad de esa perversidad histórica del varón ha sido fácil: ha bastado con presentar algunos ejemplos de aparentes ventajas masculinas, sacados de su contexto histórico o simplemente inventados, y ocultar las contrapartidas y obligaciones que formaban parte del equilibrio ancestral.
Por suerte, en estas fechas tenemos muy a mano un buen ejemplo de cumplimiento de esos deberes atávicos: el hundimiento del Titanic, del que mañana se cumplirá el primer centenario. En la noche del 12 de abril de 1912, los hombres (el sexo biológicamente barato) cedieron a las mujeres (el sexo biológicamente caro) los botes salvavidas que podrían haber retenido para ellos valiéndose de su mayor fortaleza física. Como resultado de ese comportamiento, se salvaron el 74% de las mujeres y el 20% de los hombres embarcados (véanse los datos del informe oficial británico).
Al obrar así, los hombres se limitaron a hacer, una vez más, lo que habían venido haciendo desde la noche de los tiempos en las situaciones de peligro extremo, es decir, aplicar el principio de “las mujeres y los niños, primero”. No porque ellos sean mejores ni peores que ellas, sino porque la naturaleza consideró indispensables ciertos comportamientos para la supervivencia de la especie y, aunque el entorno físico se haya industrializado y modernizado, el mandato genético ancestral sigue vigente (o por lo menos seguía vigente en 1912).
Hay mil razones antropológicas, económicas o fisiológicas, todas ellas naturales y positivas, para explicar el reparto de funciones tradicionalmente desempeñadas por cada sexo. Pero el feminismo, de hondas raíces lésbicas y marxistas, ha optado por la explicación negativa de inculpación del varón, la lucha de clases a nivel doméstico y la ruptura de esa armonía de los contrarios que se complementan.
Sin embargo, el camino recorrido por la mujer moderna habría sido el mismo sin esa carga innecesaria de rencores. La lucha por la llamada emancipación femenina, si la ha habido, se ha librado contra la inercia generacional, no contra el obstruccionismo masculino. En general, los hombres, obedientes a su mandato genético, se han limitado a ceder caballerosamente el paso… y el bote salvavidas.
Si en el próximo Titanic hay pelea por los botes, será señal de que las feministas se han salido con la suya y han logrado quebrar el equilibrio ancestral del yin y el yang. Eso sí, se quedarán sin bote salvavidas.
11 de abril de 2012
www.cronicas.org
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La violencia contra la mujer no es “el problema” de la mujer
Desde el punto de vista de la atención política y mediática el problema de la llamada violencia de género se ha convertido en una prioridad en España. El Congreso de los Diputados ha hecho una evaluación de la aplicación de la Ley Integral de Violencia de Género. Aunque ya la ley es suficientemente dura, pide aumentar las penas, que las drogas o el alcohol sean agravantes y no atenuantes, quitar la custodia de los hijos al maltratador, etc. En las marquesinas, las caras de algunos personajes del famoseo aseguran que las mujeres de su vida nunca serán menos que ellos. En la televisión, diversos spots nos alertan también a prevenir la violencia doméstica.
En conjunto, uno puede sacar la impresión de que cualquier mujer está amenazada por el mero hecho de serlo o de convivir con un hombre.
Por eso, no deja de sorprender que cuando se pregunta directamente a la ciudadanía (hombres y mujeres) sobre los principales problemas que existen en España, la violencia contra la mujer aparezca en los lugares de cola de la lista. Si tomamos los “Barómetros de opinión” que publica el Centro de Investigaciones Sociológicas, a la pregunta de cuál es el principal problema que existe actualmente en España (respuesta espontánea, con un máximo de tres problemas), la violencia contra la mujer ocupa el puesto nº 18 en el barómetro de Octubre de 2009, con un 1,3%. Y si se trata de escoger un único problema, el de la violencia contra la mujer recoge un 0,1%, compartiendo los últimos lugares con los problemas de la juventud, la agricultura y ganadería y las infraestructuras.
Si queremos ver las cosas con más perspectiva, podemos observar la serie sobre la percepción de los tres problemas más importantes de España desde marzo de 2007. En estos dos años y medio, el de la violencia contra la mujer nunca ha figurado entre los más importantes. Su máximo lo alcanzó en noviembre de 2007 con un 5,4%, pero el promedio es de un 2,4%. Por encima siempre han estado el paro, los problemas económicos, el terrorismo, la inseguridad ciudadana, la inmigración, la vivienda, etc.
Cabría pensar que esta baja calificación del problema de la violencia contra la mujer se debe a insensibilidad social. Por eso tiene especial interés la pregunta que habla no en general de los problemas españoles, sino de los que a usted le afectan más. Ahí las mujeres que se sienten amenazadas podrían exponer su preocupación.
Pues bien, a la pregunta del Barómetro “¿Y cuál es el problema que a Ud., personalmente, le afecta más?” (respuesta espontánea, con un máximo de tres respuestas), la violencia contra la mujer ocupa el nº 24, con un 0,3% de las respuestas. Y si se trata de elegir el problema que más afecta, se llevan la palma el paro (30,1%), los problemas de índole económica (23,3%) y las pensiones (3,4%), mientras que el de la violencia contra la mujer ni tan siquiera aparece en la lista.
Ciertamente hay mujeres para las que el problema de la violencia es real, como se encargan de hacer ver las sentencias condenatorias en los tribunales y las muertes del telediario. Otra cosa es que ese sea “el” problema de la mujer o una amenaza para cualquier mujer. Más bien refleja la patología de las relaciones entre hombre y mujer, no lo que es normal en la gran mayoría de las parejas.
Para la mayor parte de las mujeres, los problemas que más afectan a sus vidas son el paro, la economía, la vivienda, la inseguridad...en fin, los que preocupan también a los hombres, que son con quienes comparten sus vidas
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¿Y cuál es el problema que a ud. personalmente, le afecta más? |
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CIS. Barómetro de opinión de octubre de 2009 |
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11 de abril de 2012
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