Lograr la igualdad entre mujeres y hombres se ha convertido en uno de los objetivos prioritarios de los gobiernos europeos. El problema es qué se entiende por igualdad y con qué contenidos se llena esa palabra. Un estudio publicado por la Fundación Acción Familiar, Mujer e igualdad de trato (1), propone reconocer la maternidad como un derecho básico e incorporar su protección al debate sobre la igualdad.
En la década de los setenta del siglo pasado, algunos vieron en la búsqueda por parte de las mujeres del trabajo fuera del hogar un signo de liberación de “ataduras tradicionales” como la familia y la maternidad.
Este enfoque, característico del feminismo radical, fue contestado por otras corrientes de pensamiento (entre otras, algunas surgidas también dentro del movimiento feminista); en general, coincidían en afirmar que no había por qué enfrentar maternidad y trabajo remunerado de la mujer.
El mercado de trabajo no trata de igual forma a las mujeres que no tienen hijos y a las que son madres o pueden serlo por encontrarse en edad fértil
¿Condenados a no entendernos?
La diversidad de interpretaciones sobre el mismo fenómeno pone de manifiesto la existencia de unas ideologías sobre la mujer, la maternidad y el trabajo; ideologías que a menudo reaparecen en el contexto del debate actual sobre la igualdad entre mujeres y hombres; sobre todo, cuando se entra a debatir en qué consiste esa igualdad y qué repercusiones tiene en la práctica.
Así, la expresión “igualdad de género” hoy puede significar cosas muy distintas dependiendo del contexto en que se use: aunque suele abarcar reivindicaciones tan plausibles como la erradicación de la violencia doméstica, las actitudes machistas o el impulso de la conciliación entre familia y trabajo, otras veces incluye cuestiones ideológicas controvertidas como los llamados “derechos sexuales y reproductivos de las mujeres”; categoría inventada para promover el aborto (cfr. Aceprensa, 24-03-2010).
¿Significa esto que no es posible afirmar nada con seguridad en este terreno sin caer en la deriva ideológica? No necesariamente.
Las autoras del estudio Mujer e igualdad de trato también tienen su postura al respecto: “Hombres y mujeres somos idénticos en capacidades, derechos y obligaciones, pero no lo somos en nuestras realidades biológicas, comportamientos sociales e incluso en nuestros intereses personales”.
Por eso, consideran que las acciones a favor de la igualdad deben respetar y proteger las diferencias que proceden de la naturaleza y las que son consecuencia de decisiones tomadas libremente; entre otras, la maternidad.
El informe de Acción Familiar propone integrar la protección de la maternidad dentro de las políticas públicas a favor de la igualdad entre hombres y mujeres
Como es lógico, esta toma de postura no invalida el análisis empírico que viene a continuación. Autores como Salvador Giner, José Felix Tezanos o Miguel Beltrán ya se encargaron de aclarar que la noción weberiana sobre la “ciencia libre de valores” no significa asepsia valorativa, sino distinguir claramente entre el mundo de los hechos y el de los valores.
El estudio estadístico realizado por las autoras -emplean la técnica del análisis de conglomerados- conduce (y se alterna) con ideas sugerentes destinadas a enriquecer el debate sobre la conciliación entre familia y trabajo en lo que afecta a las mujeres empleadas que son madres, si bien sus propuestas benefician a todas las madres que trabajan, ya sea dentro o fuera del mercado laboral.
Ellas trabajan más
El estudio Mujer e igualdad de trato, dirigido por la economista Mª Teresa López López, se propone conocer la realidad de las mujeres de la Unión Europea que trabajan fuera del hogar y que son madres. Además indaga cómo eliminar las desigualdades que todavía persisten entre los sexos.
De las diversas manifestaciones de discriminación por razón de sexo estudian las que tienen origen en la maternidad. Este enfoque les ha permitido identificar una doble desigualdad, derivada del hecho de ser mujer y madre: el mercado de trabajo no sólo trata de forma diferente a hombres y mujeres, sino también a las mujeres que son madres y a las que no lo son.
La primera desigualdad -entre mujeres y hombres- se observa, por ejemplo, en el reparto del tiempo dedicado al trabajo remunerado y al no remunerado (cuidado de la familia y tareas domésticas). Todavía hoy se sigue viendo el segundo como un fenómeno mayoritariamente femenino, si bien hay que tener en cuenta que los arreglos que hacen los hombres en el hogar también formarían parte de ese trabajo no remunerado; algo en lo que no suelen reparar las estadísticas.
Un dato significativo es que en Europa las mujeres dedicaban en 2006 una media de 25,5 horas al trabajo no remunerado frente a las 7,8 horas que dedicaban los hombres; la brecha es aún mayor en España: 24,4 horas frente a 4,8.
Si se toman las horas totales de trabajo (remuneradas o no), el resultado es que las mujeres trabajan más horas. En Europa, la media de trabajo semanal dentro y fuera del hogar es de 62,4 horas para ellas, y de 48,7 horas semanales para ellos; lo que representa casi un 22% más de tiempo de trabajo femenino. De nuevo, esta diferencia es más aguda en España donde el porcentaje de trabajo adicional llega al 28%.
La desigualdad invisible
Sin embargo, existe una desigualdad que a veces pasa inadvertida al hablar en general de la situación laboral de la mujer. “El mercado de trabajo -advierte el informe- no trata de igual forma a todas las mujeres, pudiéndose observar significativas diferencias entre aquellas que no tienen hijos y las que son madres o pueden serlo por encontrarse en edad fértil”. Esta segunda desigualdad -entre mujeres sin hijos y madres- se observa en la tasa de empleo y en los contratos a tiempo completo y a tiempo parcial. Las diferencias se acentúan a medida que aumenta el número de hijos, lo que permite a las autoras concluir que “es el número de hijos, más que su edad, lo que penaliza el trabajo laboral femenino; a más hijos menor participación femenina” (ver tabla 1).
Se podría argumentar que el trabajo a tiempo parcial es precisamente una fórmula idónea para las mujeres con hijos que no desean abandonar el mercado laboral. Pero esto es cierto sólo en unos casos. En efecto, hay “madres que se retiran voluntariamente del mercado laboral para atender a sus hijos menores” y otras que “son expulsadas o sienten estarlo por el mero hecho de ser madres”.
Tabla 1. Número de mujeres empleadas, mayores de 15 años,
por número de hijos. Año 2008
Unidad miles y estructura porcentual |
|
|
Mujeres |
Mujeres / madres con hijos |
|
|
|
|
|
0 hijos |
% |
1 hijo |
% |
2 hijos |
% |
3 ó más hijos |
% |
Total |
% |
|
UE-27 |
48999,1 |
51,76 |
23673,3 |
25,00 |
17223,1 |
18,20 |
4769,4 |
5,04 |
94664,9 |
100 |
España |
4168,5 |
48,89 |
2363,6 |
27,70 |
1665,8 |
19,50 |
328,2 |
3,85 |
8526,1 |
100 |
|
Fuente: Base de datos Eurostat e informe "Mujer e igualdad de trato" |
No hay verdadera opción
Siempre se podrá decir que nadie obliga a ser madres a las mujeres empleadas. Vistas así las cosas, las desigualdades sobrevenidas a las trabajadoras que deciden ser madres serían, en último término, fruto de elecciones personales.
Pero el caso no es ése. Muchas mujeres con trabajo remunerado desearían ser madres o tener más hijos pero renuncian a hacerlo por razones ajenas a ellas. Según los datos que expone el estudio, “las mujeres europeas están siendo empujadas a renunciar a la maternidad y la tradicional expresión utilizada por algunos autores del doble sí: muchas mujeres dicen sí a la maternidad y sí al trabajo, ya no es una realidad”.
El estudio Mujer e igualdad de trato se mueve en la línea de lo que han apuntado otras autoras como Anna Cabré, del Centre d’Estudis Demogràfics de la Universitat Autònoma de Barcelona: “Hay que hacer una política destinada a mejorar la libertad y capacidad de opción de las familias, de las personas que están dentro de las familias, de hacer lo que les parezca oportuno en función de sus intereses, es decir, tener más o menos hijos. Actualmente, tener menos es fácil, tener más, no. Por lo tanto no hay opción” (2).
Esto lo escribía Cabré en 2003. Su argumentación gana todavía más peso desde que entró en vigor en 2010 la nueva ley del aborto que, como dicen las autoras, más que consagrar el derecho a la maternidad libremente decidida (artículo 3.2), crea un derecho a la supresión de la maternidad; o sea, a la libre disposición sobre la vida del feto.
Resulta contradictorio que el mismo gobierno que promovió la ley del aborto abogue por proteger la maternidad en la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. El artículo 8 de esta ley dice que “constituye discriminación directa por razón de sexo todo trato desfavorable a las mujeres relacionado con el embarazo o la maternidad”.
Y el artículo 14, dedicado a los criterios generales que habrán de informar las políticas a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, reconoce entre otros elementos “el valor del trabajo de las mujeres, incluido el doméstico” y “la protección a la maternidad”.
Derecho a la maternidad
Puestos a hablar de derechos, resulta más coherente el planteamiento que hacen las autoras de Mujer e igualdad de trato. Pero ¿qué sentido tiene reconocer la maternidad como un derecho? ¿No equivaldría eso a juridificar las relaciones familiares que son, por definición, el ámbito de lo gratuito?
En el terreno de las ideas, reconocer la maternidad como un derecho básico supone sentar las bases para que la sociedad empiece a valorar mucho más el trabajo de ser madre. También el de aquellas que no están en el mercado laboral.
Lo que nos lleva a la tesis central que plantea el estudio: para erradicar la desigualdad entre mujeres y hombres no bastan las políticas públicas compulsivas (“ahora te doy un cheque, ahora te lo quito”), ni siquiera las que sólo protegen “a las mujeres trabajadoras en el momento de su maternidad y no la maternidad por lo que ella misma significa”.
Ciertamente, no parece coherente el discurso de quienes critican el modelo de “familia tradicional” -que a su vez se identifica con el de la “mujer encerrada”-, y luego se desentienden tanto de las madres que se dedican al cuidado de la familia y del hogar -bien por elección propia o por “exigencias del mercado”- como de las mujeres que se ven obligadas a renunciar a ser madre porque su actividad laboral no se lo permite.
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Notas
(1) Mª Teresa López López (dir.), Mónica Gómez de la Torre del Arco, Aurelia Valiño Castro. Mujer e igualdad de trato. Análisis de la maternidad en la Unión Europea. Fundación Acción Familiar-Ediciones Cinca. Madrid (2011). 159 págs.
(2) Anna Mª Cabré, “Demografía y bienestar social”, en La natalidad en España. Situación y estrategias socioeconómicas, Ministerio de la Presidencia, Universidad Internacional Menédez Pelayo, Madrid (2003), pág. 83.
Aceprensa, 8-III-2011 |