La formación de comunidades musulmanas en Europa es una realidad que también tiene su reflejo en el mundo del cine
Jorge Collar
Die Fremde, de la directora turca Feo Adalag, cuenta la historia
de una inmigrante turca en Alemania.
La mundialización se contempla sobre todo como un fenómeno de repercusiones económicas, pero sus consecuencias son también culturales y no se producen solo en un sentido, son recíprocas. Si a menudo se habla de la penetración del cine americano en el mundo, igualmente es preciso contar con la llegada a Occidente del cine de otras culturas. Europa es, a este respecto, un caso aparte debido a la importancia de la inmigración. En los países europeos han entrado importantes comunidades venidas en la mayoría de los casos, pero no únicamente, del mundo musulmán. En Francia, en Alemania o Gran Bretaña, cada vez son más los cineastas pertenecientes a una segunda generación originaria de comunidades turcas, del Magreb o de Pakistán.
En otras ocasiones, las circunstancias políticas o comerciales obligan a ciertos autores a hacer cine en Europa, por la dificultad de hacerlo en su propio país. A veces se le reprocha al cine que vuelva la espalda a la realidad, pero precisamente este tipo de cine trata temas sociales surgidos del contraste entre culturas. Dos autores y dos películas ilustran una cuestión estrechamente relacionada con estos temas: la condición de la mujer procedente de un país musulmán en contacto con la cultura europea.
Hiner Saleem, del Kurdistán iraquí, lo aborda en una comedia realizada en Francia –Si tu meurs, je te tue– y Feo Aladag, de la comunidad turca de Alemania, lo hace con un drama alemán, Die Fremde (La extranjera). Ambas películas se han presentado en numerosos festivales.
Hiner Saleem, kurdo iraquí que trabaja a caballo entre su tierra de origen y Francia, cuenta en su última película la aventura de Siba (Golshifteh Farahani) que llega a París llamada por su novio, Avdal, poco después de que él muera de un ataque cardiaco. Para encontrar a Avdal, debe recurrir a los medios kurdos de París, hasta que una numerosa y pintoresca fratría la toma bajo su protección. Siba, que ha empezado a vislumbrar una nueva dimensión de la libertad, decidirá quedarse en Francia y gozar de una autonomía que no significa necesariamente romper de forma brusca con la tradición. Como otros cineastas musulmanes, Hiner Saleem no desea que la mujer adopte la forma de vida occidental, sobre todo ahora que atraviesa una profunda crisis de valores, pero tampoco aspira a que la libertad personal de la mujer se limite arbitrariamente. En fin, todas las ideas que el cineasta defiende se reflejan en relaciones de una profunda humanidad en un estilo de comedia ligera con escapadas poéticas sumamente sutiles. Teniendo como eje los problemas de la condición femenina con respecto a la cultura de un país musulmán.
Die Fremde supone un cambio de registro: de la comedia se pasa al drama, incluso se podría hablar de tragedia. Feo Adalag es una mujer de origen turco nacida en Alemania, donde ha hecho toda su carrera. Su personaje, Umay (Sibel Kerilli), ha nacido en una familia turca instalada en Alemania, pero ha seguido la tradición y se ha casado en Estambul. La violencia de su marido la empuja a huir con su hijo y refugiarse en Alemania, donde la protegerán las leyes. Comienzan las dificultades para Umay, puesto que su separación se considera no solo como un fracaso del matrimonio, sino una pérdida del honor de toda la familia. El relato detalla los problemas que ocasiona su actitud, el más llamativo la ruptura del noviazgo de su hermana menor. La hostilidad contra Umay aumenta progresivamente, hasta apuntar a una figura no jurídica pero sí sociológica: el “crimen de honor”.
Estas dos películas, de forma muy diversa, dan testimonio del problema que se plantea cuando la cultura musulmana entra en contacto con la modernidad. Es preciso, sin embargo, actuar con el necesario discernimiento para encontrar las soluciones que salvaguarden los valores positivos de cada cultura.
Nuestro Tiempo, Número 668, mayo-junio 2011 |