El acosador escolar reincide de adulto 
                                    
                                      Las estadísticas demuestran que la violencia sexista empieza en la  escuela. 
                                    
                                      Programas de prevención y medidas punitivas son buenos antídotos contra  el ’bullying’. La violencia sexista también se da en la escuela 
                                       
                                    Los niños que ejercen de matones de escuela repiten a lo largo de su  vida comportamientos de acoso, sea en el ámbito familiar, sea en el laboral. En  algunos casos, los acosadores se convierten en personas violentas o  delincuentes; en otros, seguirán teniendo actitudes de acoso. Ésta es una de  las conclusiones que el investigador británico David Farrington expuso ante la IX Reunión  Internacional sobre Biología y Sociología de la Violencia organizada por  el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, que  recientemente congregó a numerosos expertos en Valencia, bajo el título  Violencia y escuela. 
                                    El seminario repasó distintos estudios sobre el bullying (acoso  escolar), los factores de riesgo que contribuyen a generar comportamientos  violentos en la escuela, así como propuestas para prevenir y atajar las  actitudes censurables de los escolares. A continuación se exponen algunas de  las conclusiones y las propuestas de trabajo. 
                                    Reincidencia. David  Farrington, director de un estudio longitudinal realizado a más de 400 personas  de Londres, a las que siguió desde los 8 a los 48 años, sostiene, basándose en este  estudio, que los niños que a los 14 años son acosadores también lo son a los  32, y no descarta que haya una transmisión generacional de estos  comportamientos de padres a hijos. Es decir, los acosadores (mayoritariamente,  varones) suelen tener hijos que también lo son. La conducta agresiva en los  alumnos se corrige con programas efectivos tanto en el ámbito individual como  en el colectivo, así como con actitudes firmes por parte de padres y  profesores, con castigos cuando hay un mal comportamiento y premios cuando la  conducta es buena. sexista. Seis de cada diez víctimas de acoso son mujeres,  según una encuesta elaborada por Metra-Seis para el Centro Reina Sofía para el  Estudio de la   Violencia. Varios ponentes abundaron sobre el componente  sexista del bullying y coincidieron en señalar que los acosadores tienen muchas  posibilidades de convertirse en adultos agresores de sus parejas, física y  psíquicamente. 
                                    Distorsión cognitiva.  Los agresores escolares no son diferentes de otros tipos de individuos  violentos, y éstos no suelen verse a sí mismos como agresores, sino como  defensores, ya que creen que se defienden de las agresiones o provocaciones de  sus víctimas. De esta forma se justifican. Esta visión hostil de su entorno es  lo que les lleva a sentir satisfacción cuando hacen daño a los demás y a  sentirse mejor cuando dominan a los otros de forma negativa. Por ello no  resulta suficiente con abrirles un expediente académico, sino que además es  conveniente que reciban una atención psicológica. 
                                    Violencia sexista.  El acoso en la escuela también tiene un componente de violencia sexista. 
                                    Diferencias sociales.  Está demostrado que la situación económica está relacionada con las actitudes  violentas o agresivas de los jóvenes, pero no es determinante. La pobreza o  unas condiciones de vida precarias son factores de riesgo, pero la encuesta de  Metra-Seis evidencia que a la hora de hablar de acoso escolar no hay  diferencias entre la escuela pública y la concertada. La catedrática de la Universidad de Córdoba  Rosario Ortega destaca que los acosadores de la educación privada "son más  sutiles" y presentan un índice más elevado de acoso sexual que los de la  enseñanza pública. 
                                    Romper mitos. La ley  del silencio es, en cierta forma, cómplice del acoso escolar, pero no está tan  generalizada como se creía, ya que ni la mayoría de los testigos ni las  víctimas permanecen mudas ante acciones de violencia escolar. Los testigos  suelen intervenir y contarlo, sobre todo, a sus profesores, y cuatro de cada  diez víctimas se lo cuentan a los profesores. Hay que romper con la idea de que  denunciar el acoso es chivarse, y hay que extender la evidencia de que  denunciar un acoso es proteger los derechos humanos que se le están negando a  la víctima. 
                                    Papel de los profesores. Todos los ponentes hablaron de la importancia de que el profesor  recupere su reconocimiento social, tenga autoridad y, por tanto, más armas para  combatir situaciones de acoso y violencia en las aulas. El profesor Sanmartín,  director del Centro Reina Sofía, es tajante: "Indisciplina habrá siempre.  Por eso, hay que restaurar la dignidad de los profesores dotándolos de las  capacidades necesarias para hacerse respetar". El profesor Dan Olwens, de la Universidad de  Noruega, aboga por el restablecimiento de la autoridad de los profesores con  propuestas legislativas que les permitan mantener un buen clima escolar.  Catherine Blaya, responsable del observatorio europeo de la violencia escolar  ubicado en Burdeos, apunta la importancia de mantener una disciplina coherente,  tanto en casa como en la escuela. Blaya destaca también la falta de  capacitación de los docentes para resolver los conflictos, por lo que apuesta  por programas formativos que incluyan este tipo de cuestiones. Los programas  educativos para acosadores, si no están acompañados de medidas legales, incluso  punitivas, no son la solución. Es necesario mejorar la supervisión en las horas  de recreo y en las zonas calientes,es decir, las más aptas para que se  produzcan situaciones de acoso, como los aseos. 
                                    Normas claras. Los  centros deben tener normas claras contra el bullying,con programas que ayuden a  las víctimas y castiguen y formen a los acosadores; con reuniones en las aulas  en las que los niños discutan sobre las reglas de funcionamiento y se  responsabilicen de ellas, en las que se propicie una cultura de empatía  (ponerse en el lugar de otro). La necesidad de evaluar, a través de la  inspección y de las autoridades educativas, los distintos programas de  prevención es otra de las aportaciones del seminario. Si no se evalúa, se  produce una relajación. En los países en los que se han aplicado programas de  prevención, con una evaluación continua, y existe una legislación clara al  respecto, como Inglaterra, las situaciones de acoso escolar se han reducido en  un 50%. 
                                    Actitud de los padres.  Existe una relajación de las obligaciones educativas. Educar no es decir sí a  todas las exigencias de los niños, también es decir no, fijar normas y  supervisar el cumplimiento de éstas. Ni la educación autoritaria, en la que el  afecto brilla por su ausencia, es buena, ni tampoco lo es aquella en la que  prima el todo vale, la negligencia. Los padres no son colegas o amigos de sus  hijos y son responsables de su educación, una obligación que en muchos casos  los progenitores delegan en la escuela. Los padres de niños o niñas que  muestran conductas violentas deben intervenir en programas de reeducación de  sus hijos, programas que deben tener un seguimiento y una evaluación. 
                                    Medios de comunicación. James S. Grisolía, especialista en neurología clínica y profesor  ayudante de Neurociencia en la   Universidad de California, considera que la cobertura  mediática de las noticias y los documentales producen efectos complejos en la  conducta violenta. No descarta que los medios puedan dar una imagen poco  realista del fenómeno de la violencia en la escuela y tener un efecto mimético,  pero estima que la cobertura informativa puede proporcionar orientación a los  padres y estimular la comunicación entre padres e hijos, algo que ayudaría a  reducir el números de agresiones y actos de violencia. 
                                    La   Vanguardia                                      |