El filósofo José Antonio Marina reflexiona en ABC (Madrid, 8-XII-1995) sobre la motivación política en relación con la violencia terrorista.
"Motivación" es un concepto psicológico acuñado para explicar el comportamiento. Se refiere a lo que activa la conducta y la dirige. Responde a las preguntas: ¿por qué actúa una persona?; ¿para qué? Un individuo actúa por "motivaciones políticas" cuando obra por sentimientos o intereses políticos y para alcanzar metas políticas. Ambas cosas pueden ser nobles o perversas, porque el adjetivo "político" no incluye ninguna evaluación, y no es garantía de grandeza o de justicia.
Al pasar al plano jurídico se impone una distinción elemental. Una cosa es "enjuiciar por motivos políticos" y otra "enjuiciar por actos criminales realizados por motivos políticos". Una cosa no tiene nada que ver con la otra.
En el primer caso, es el sistema judicial quien usa las motivaciones políticas para encausar. Por afán de poder, o por principios ideológicos, persigue a sus enemigos políticos para alcanzar fines políticos. Tal conducta va contra el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que dice: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones". En el segundo caso, se enjuicia por actos criminales realizados por motivos políticos del acusado. El acto en sí es criminal, y es sólo la motivación aducida por el responsable la que es política. Pondré un ejemplo: los fundamentalistas argelinos deben ser juzgados por "crímenes perpetrados por motivos políticos o religiosos", y esto no será un juicio político, sino un juicio de derecho común. En este caso, sólo hay que reclamar, además de las garantías penales, la legitimación ética del sistema político y judicial: su respeto a los derechos humanos y al sistema democrático.
Está claro que para el acusado las razones políticas de su acto justificarán su acción, y que puede vivir su comportamiento como heroicidad o martirio. Pero los motivos son una explicación de la conducta, no una justificación. Son niveles distintos. Se puede comprender psicológicamente al asesino y al mismo tiempo condenarle. Entre los terroristas se darán, sin duda, muchas historias trágicas, que hay que comprender. Pero la evaluación jurídica y ética tiene que ir más allá de la psicología.
Aceprensa 172/95
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