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Anuncios por todas partes

A propósito de una idea sueca, el Washington Post imagina en un editorial (27-I-97) un futuro cercano en que no estaríamos libres de publicidad ni en el quirófano.

Una empresa sueca ofrece conferencias telefónicas gratuitas. ¿El secreto? Los usuarios tienen que oír anuncios de 10 segundos antes de hablar, al cabo de un minuto de conversación y, después, cada tres minutos.
      
 ¡Qué gran idea! Algunos pueden pensar que ya estamos saturados de publicidad invasora. (...) Pero no es sólo la televisión. Ahora, cuando llamas para reservar un billete de avión, durante el tiempo de espera te entretienen con anuncios de la compañía aérea. Los estadios y las pistas deportivas ya llevan incorporados logotipos de marcas comerciales. Según algunas informaciones, ayuntamientos que andan cortos de dinero han vendido espacio publicitario en los autobuses escolares y en los coches-patrulla de la policía. Algunas empresas han intentado poner anuncios luminosos en las aulas escolares y en las salas de espera de las consultas médicas.
      
 Pero la última innovación sueca demuestra que no hemos llegado, ni de lejos, a la saturación, y cualquiera que diga lo contrario es innecesariamente pesimista. (...) Es una fórmula que se podría extender. ¿Quién no pondría unos cuantos carteles publicitarios encima -o dentro- de su casa, a cambio de una rebaja de uno o dos puntos en la hipoteca? Piense cómo podríamos contener el aumento de los gastos sanitarios si los pacientes accediesen a que les pusieran algún que otro anuncio en el quirófano, en la habitación o en la sala de resonancia magnética. ¿Realmente se opondría Beethoven a que se intercalara un escueto mensaje entre dos movimientos, si así bajara el precio del CD? Incluso los periódicos y las revistas, que han vendido espacio publicitario desde siempre, tienen algo que aprender sobre la integración del mensaje -aquí mismo, por ejemplo: ¿a quién molestaría una frase o dos sobre nuestro refresco preferido?- en el medio.
      
 Ahora bien, hemos de reconocer que una experta en la Era de la Publicidad (...) apuntaba que interrumpir una y otra vez las conversaciones de los consumidores potenciales sería, para un anunciante, “la peor manera posible de presentarse”.
      
 Quizá la experta tenga parte de razón. Pero nos parece que interrumpir una y otra vez es la especialidad de los anuncios. Y podemos imaginar que la gente de recursos sabrá sacar partido de esas interrupciones.

“Claro que te felicité por tu cumpleaños, mamá -podría usted decir-. Debió de ser durante la interrupción publicitaria”.

Aceprensa N° 19