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Manfred Rommel, un símbolo de reconciliación
Marcos Suárez Sipmann, politólogo y jurista hispano-alemán

 

 

 

     La proximidad y cercanía que caracteriza las políticas locales les permite cumplir su función primordial que no es otra que la eficaz gestión de los asuntos públicos que más directamente afectan al ciudadano. La consecución de este objetivo principal adquiere su verdadera dimensión si es inspirado por unos principios a los que en el ámbito local y regional no siempre se les presta la atención que merecen. Por un lado, la misma inmediatez de las tareas requiere una especial capacidad de integrar y, en su caso, reconciliar a todos los ciudadanos. Por otro, y al tiempo que defiende y promueve de manera legítima los derechos e intereses específicos de la comunidad que representa, el político local ha de tener en cuenta y contribuir al bien común del ente estatal y supraestatal que la engloba.

Manfred Rommel ha sido uno de los políticos que en Europa ha entendido su labor en este sentido amplio e integral. Han transcurrido ochenta años desde que nació en la ciudad de Stuttgart, capital del Land (Estado federado) de Baden-Württemberg en el sur de Alemania. Como toda su generación, vivió los horrores de la guerra teniendo que presenciar, además, a la edad de quince años, la decisión de su padre, Erwin Rommel, de enfrentarse a la muerte. En octubre de 1944 y momentos después de comunicárselo a su único hijo, el mariscal de campo y estratega de la contienda mundial, se quitaba la vida para proteger a su familia y ante su creciente oposición a las ideas de Hitler, tras ser conminado por éste en un mensaje personal a elegir entre el suicidio o ser sometido a un consejo de guerra. Esa escena ha acompañado al hijo a lo largo de su vida y le llevó a aprender muy pronto las enseñanzas de la historia. Manfred Rommel afirmaba que se suele pensar equivocadamente que en el pasado las personas debieron haber sabido todo lo que en el presente aparece como claro y previsible. Siempre lamentó no haber podido preguntar a su padre acerca de tantas cosas que llevaron a Alemania y al mundo a aquella terrible tragedia.

Alcalde de Stuttgart

En los años cincuenta, Rommel comenzó su carrera convirtiéndose en funcionario de la administración regional, llegando a desempeñar funciones como secretario de Estado de finanzas del Land de Baden- Württemberg. Mas lo que iba a ser la verdadera vocación de su carrera política, siempre en el seno del partido cristiano demócrata alemán (CDU) al que se unió en 1953, no se reveló hasta que en 1974 se presentó a las elecciones a alcalde de su ciudad natal que, desde el final de la guerra mundial, había sido regida interrumpidamente por el independiente Amulf Klett.

A pesar de no contar como favorito, Rommel se impuso en 1974 en la segunda vuelta renovando su mandato en las sucesivas elecciones con amplias mayorías. Durante los veintidós años al frente de la alcaldía de Stuttgart se convirtió en el político municipal alemán más conocido, tanto dentro como fuera del país, siendo elegido en tres ocasiones presidente del «Congreso de Ciudades Alemanas» (Deutscher Stadtetag).

Uno de sus momentos más difíciles como alcalde tuvo lugar en los primeros años durante la ola terrorista que golpeó Alemania Federal en la década de los setenta a manos del grupo terrorista de extrema-izquierda RAF, Rote Armee Fraktion. El año 1977, en lo que pasó a ser denominado el otoño alemán. Fue el periodo en el que la banda llevó a cabo las acciones más sangrientas y espectaculares que culminaron con el secuestro, realizado por simpatizantes palestinos mandados por la banda, de un avión de la compañía Lufthansa con destino a Mogadiscio (Somalia), que pudo ser liberado aunque se saldó con la muerte del piloto. Durante aquel año la RAF cometió varios asesinatos como el de Siegfried Buback, fiscal jefe federal; el de Juergen Ponte, presidente del Dresdner Bank; y el secuestro y posterior asesinato del industrial Hanns-Martin Schleyer, con la muerte de su chófer y tres guardaespaldas.
 
Tras estro crímenes y la posterior muerte de los terroristas Baader, Ensslin y Raspe en la prisión de Stammheim muchos se opusieron a su entierro en el cementerio de Stuttgart. En un ambiente de gran tensión y con los ánimos encrespados de la población, Rommel impidió que la situación escalara. En una decisión osada por la que fue muy criticado, incluso en su propio partido, accedió a la petición de los familiares de los terroristas diciendo que con la muerte se acaban los odios. Una frase valiente en aquellos momentos y que recogieron todos los medios nacionales e internacionales.

Rommel fue, desde el principio y durante todo su largo mandato, un modelo de tolerancia y liberalismo. Habló tempranamente de los inmigrantes extranjeros cuando lo cómodo era callar e ignorar la cuestión que comenzaba a plantearse. Defendió sus derechos en situaciones difíciles cuando crímenes cometidos por elementos aislados llevaban a otros políticos a sumar votos atacándoles con generalizaciones injustas y fácil demagogia. Y cuando en 1989 el partido de la extrema derecha –los republikaner de Franz Schoenhuber-logró entrar en los consejos municipales de la capital, Stuttgart, así como en los de otras ciudades del Land como Karlsruhe, Mannheim y Freiburg, superando ampliamente el 5% mínimo exigido para obtener representación, Rommel acusó al Gobierno de Bonn de propiciar esta situación por no solucio­nar el acuciante problema de vivienda que padecía toda la RFA.

Las consecuencias de la reunificación

     Por aquellas fechas, también la acogida de los refugiados de la República Democrática Alemana (RDA) empezaba a causar las primeras frustraciones entre muchos ciudadanos, que se veían perjudicados en el terreno laboral y de servicios sociales, por la prioridad dada por el Gobierno a los recién llegados, lo cual hacía especialmente necesaria la capacidad de los poderes públicos de integrar y conciliar a la población. Como a la mayoría de los alemanes y a su clase política, la reunificación tomó desprevenido y por sorpresa a Rommel. La población alemana en su conjunto se vio afectada económicamente. Las promesas del Gobierno de una mejora no se cumplieron para muchos ciudadanos de la ex-RDA. Era imposible. Una generación entera de alemanes del Este, demasiado mayor para adaptarse a las nuevas condiciones en una economía de mercado, salió perdiendo. Fue el precio que hubo que pagar para no perder una oportunidad quizá irrepetible de cerrar pacíficamente una herida en el corazón de Europa.

En todo el ámbito nacional Rommel se convirtió pronto en un político querido y respetado por la mayoría, de una forma que recuerda a la estima y admiración que en Bonn y más allá de las barreras partidistas acabó recibiendo en aquellos difíciles años el socialdemócrata Helmut Schmidt, canciller de la República Federal entre 1974 y 1982. Es significativo que en 1980 el canciller Schmidt recomendara públicamente a Rommel una mayor participación en la CDU a nivel federal con la meta de convertirse en candidato a canciller, expresando así que podía imaginario como su sucesor. Rommel no tenía ambiciones en este sentido pero consideró un gran honor esta muestra de confianza del canciller socialdemócrata. Cristianodemócrata convencido, compren­dió y apreció la voluntad de alcanzar un alto grado de unidad en un partido político para llegar a ser efectivo. No obstante, siempre receló de un excesivo afán de unanimidad que lleva aparejada la peligrosa impresión de que el razonamiento del miembro individual se inhibe ante la opinión colectiva. Lo explicaba con ironía diciendo que quien sostiene que «tenemos que hablar con una voz», suele referirse a la suya propia. Valoró mucho más los acuerdos alcanzados sin la estéril disciplina partidista y luchó por los amplios consensos.

Este tipo de hechos y actitudes muestran la madurez de una democracia a todos los niveles. Es deseable que los partidos políticos -fundamentales instrumentos democráticos de apoyo, no actores exclusivos- otorguen el protagonismo a las personas y que, con independencia del color político, sean capaces de ponerse de acuerdo en lo esencial y hasta de gobernar juntos si el bien común y el electorado lo requieren.

Con la mano tendida

Fuera de Alemania y siempre desde su reducido campo de acción, Rommel ha hecho mucho por la superación de odios y rencores y la progresiva reducción de viejos recelos. Un esfuerzo de estas características, junto al mantenimiento íntegro –nunca parcial o interesado- de la memoria, sin ocultar nada que pueda resultar incómodo, es la fórmula para facilitar toda verdadera reconciliación.

     Es conocida la amistad que le unió al que fuera emblemático alcalde de Jerusalén durante veintiocho años (1965-1993), Teddy Kollek. Kollek fue otro de esos alcaldes que logró su objetivo –en su caso, modernizar la “ciudad santa”- inspirándose en la mediación. Promovió unas relaciones relativamente armónicas con la comunidad palestina de la ciudad y no dudó en acusar con frecuencia a las autoridades de provocar inútilmente a la población palestina. En nombre del consejo municipal, que adoptó la decisión prácticamente por unanimidad, Kollek condecoró a Rommel con la medalla de los Amigos de Jerusalén por la ayuda sustancial que había aportado a esa ciudad desde su cargo de alcalde de Stuttgart. Rommel siempre ha sido muy consciente de la complejidad de las relaciones entre Alemania e Israel y explica que las generaciones de la posguerra no necesitan ser perdonadas pues nada hicieron, si bien la comunidad judía observa –y ello no sin simpatía- pero de manera muy crítica a los alemanes. Sin embargo, a todos aquellos de la vieja generación que tienen la culpa únicamente las víctimas pueden perdonarles.

     Entre las ciudades hermanadas con Stuttgart se encuentran megalópolis como Mumbai y El Cairo. Desde su primera visita en 1979, en la que se entrevistó con el entonces presidente Anuar el Sadat, Rommel volvió en varias ocasiones a la capital egipcia siendo recibido repetidamente por el presidente Hosni Mubarak. Fue testigo de la gestación de las reformas económicas con las que el gobierno egipcio renunciaba a la economía planificada y que ahora están dando sus frutos a la espera de las necesarias reformas políticas. En Egipto tuvo ocasión de visitar el campo de batalla de El Alamein, donde en 1942 fracasó el intento de su padre de llegar hasta el delta del Nilo al ser finalmente derrotado por el mariscal británico sir Bernard Montgomery. Tiene un alto valor simbólico y emotivo la foto en la que David Montgomery, vizconde Montgomery de El Alamein, y Manfred Rommel, los hijos de los enemigos de antaño, se estrechan la mano en Londres ante la estatua de Churchill.

Los cientos de miles de minas que fueron sembradas durante la contienda, además del horrible riesgo que suponen para la población, han bloqueado el desarrollo de la zona que sólo recientemente ha empezado a ser aprovechada y modernizada. La sensación de respeto e infinitud que transmiten los cuidados cementerios en el desierto con el mar al fondo llevan al visitante a reflexionar sobre el hecho de que todos los que allá dejaron sus vidas combatiendo no tuvieron la suerte de vivir en una época de paz.

La práctica de los hermanamientos en Europa surgió tras la II Guerra Mundial. El enfrentamiento entre países europeos motivó el surgi­miento de esta iniciativa, especialmente entre Francia y Alemania. El hermanamiento con Estrasburgo, capital de la vecina Alsacia, fue uno de los primeros que Stuttgart estableció a principios de los años sesenta y con motivo de la amistad entre el anterior regidor de Stuttgart, Klett, y el francés Pierre Pflimlin, alcalde de Estrasburgo de 1959 a 1983. Rommel profundizó la excelente relación con el veterano Pflimlin que se basaba no sólo en sus convicciones cristiano-demócratas sino en sus idea­les europeos y la vinculación que ambos sentían con su tierra. Pflimlin, que solía decir que era europeo porque era alsaciano, había sido en 1958 durante breves semanas el último primer ministro de la IV República francesa antes de dar paso a De Gaulle, con quien ocuparía varios cargos ministeriales y de quien le separaba una visión mucho más unionista del futuro europeo. Posteriormente fue presidente de la Eurocámara entre 1984 y 1987, después de haber sido su vicepresidente desde 1979, año en el que sus integrantes fueron elegidos por vez primera por sufragio universal directo.

En 1994, durante la fiesta nacional francesa, desfiló en los Campos Elíseos junto a los soldados franceses una representación del Euroejército. En la plaza de la Concordia, junto a jefes de Estado y de Gobierno, en la delegación alemana estaban Ewald-Heinrich von Kleist y Klaus von Dohnanyi, cuyos padres fueron torturados y ejecutados por participar en el fallido atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944. Y también estaba Manfred Rommel. La buena relación con Francia ha sido para Rommel una meta deseada y de especial importancia. Después de dejar la alcaldía, entre 1996 y 1999 fue coordinador de la «Cooperación Franco-Alemana».

“Meet the Mayor”

El europeísmo de Rommel se complementó con una relación cordial con los Estados Unidos y en su opinión una buena dosis de la actitud optimista y el espíritu práctico norteamericanos no le vendría mal a Europa que a menudo sigue siendo prisionera de sus prejuicios. Admirador de las aptitudes norteamericanas como de su capacidad de convertir problemas en retos, Rommel censura lo que le parece criticable como, por ejemplo, la corrección política que han importado -en ocasiones afirmándola- los europeos. A la hora de corregir decisiones y caminos equivocados la crítica constructiva de una Europa independiente es más eficaz que el distanciamiento. Durante muchos años en Stuttgart se organizó un programa llamado «Meet the Mayor» (Conoce al alcalde) por el que hasta 10,000 norteamericanos -en su mayoría soldados estacionados en Alemania con sus familiares- pasaron por el ayuntamiento para hablar de la historia y las actitudes políticas alemanas, así como de las políticas locales.

Entre sus amigos norteamericanos, Rommel señala ante todo su relación con el general estadounidense John Galston, comandante supremo de las fuerzas de la OTAN en Europa entre 1987 y 1992. De él destaca su brillantez, su elegancia y un sentido del humor compartido por ambos. Esta última afinidad fue especialmente relevante ya que el humor ha sido una constante en la vida de Rommel. Su capacidad de no tomarse demasiado en serio le ha permitido mantener el contacto con la realidad y no creerse situado por encima de sus conciudadanos, algo cada vez menos frecuente en la actual clase política.

Además de las citadas ciudades, Stuttgart está hermanada con otras urbes. La primera fue St. Helens en Merseyside, Inglaterra, conocida por su producción de vidrio. En lo que se cree que fue la primera visita oficial de representantes municipales británicos a una ciudad alemana después de la guerra, Walther Marshall, el alcalde de St. Helens, se desplazó a la ciudad de Stuttgart destruida por las bombas y ofreció suministrar cristal para las ventanas. De este gesto surgió la posterior relación que se ha intensificado desde entonces con intercambios de todo tipo. La relación con Cardiff se estableció en el marco de la cooperación entre las regiones de Gales y Baden-Württemberg.

Los hermanamientos con otras ciudades de países que fueron enemigos, como con Samara (Rusia), Lodz (Polonia), Brno (Eslovaquia) o San Luis (EEUU), han servido primariamente al entendimiento mutuo incluyendo la colaboración económica y el intercambio cultural.

A lo largo de los años Rommel ha publicado una docena de libros en los que el buen humor y las anécdotas no ocultan la crítica y el análisis riguroso que le otorga su experiencia política y administrativa. Obras en las que el cariño por su ciudad y su tierra no va reñido con el amor a su país, su europeísmo, su deseo de reconciliación y su curiosidad por lo diferente.

Hoy en día Manfred Rommel está alejado de la vida pública y sufre de la enfermedad de Parkinson cuyo diagnóstico recibió con entereza de ánimo. Su labor ha estado centrada en el ámbito de su ciudad y de su región. Ello no ha limitado su visión de las cosas ni ha despertado apetitos particularistas y excluyentes. Al contrario. Por su actuación, su trayectoria y su personalidad, su proyección ha trascendido barreras partidistas, suspicacias y rencores históricos y fronteras geográficas.

 

Nueva Revista N° 116, abril de 2008, págs. 103-110.