* Profesor Doctor en Teología Moral/Bioética. Vicerrector del   Centro Universitario São Camilo, São Paulo. Brasil 
                                          ** Fonoaudióloga del   Ambulatorio de Neuropsiquiatría e Gerontología del Instituto de Geriatría y   Gerontología de la Universidad Federal de São Paulo. Brasil 
                                        Resumen: Este artículo   examina los cuidados paliativos bajo diversos aspectos. Tras una revisión   histórica y conceptual, nos preguntamos cuáles deben ser los cuidados de la   salud en los contextos geriátrico y gerontológico, así como su contribución en   el mantenimiento y rescate de las capacidades funcionales. Reafirmamos la   importancia de la reflexión ética, científica, humana, espiritual y   sociocultural sobre los programas dirigidos al cuidado de los ancianos en su   multidimensionalidad. Al final, señalamos algunos desafíos referentes a rescatar   la sabiduría de vivir y la dignidad en el adiós a la vida.
                                            
                                          Palabras clave: cuidados paliativos, ética,   medicina paliativa, geriatría, gerontología 
                                        Introducción 
                                        Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estiman que   más de 50 millones de personas mueren por año, víctimas de enfermedades fatales;   en 2004, 4,9 millones habían sido infectadas con el virus del SIDA; 3,1 millones   habían muerto por esa causa y 39,4 millones son portadoras del virus. Cada año   fallecen 6 millones de personas a causa del cáncer y hay más de 10 millones de   casos nuevos. Se estima que hasta 2020 tendremos 15 millones de nuevos casos al   año. Frente a esta realidad, los cuidados paliativos y los hospicios se   presentan como una forma innovadora de cuidado en el área de la salud.
                                            
                                          La   OMS también alienta el aumento de la esperanza de vida en las diversas regiones   del mundo como una de las conquistas de la humanidad. Reconoce que el mundo está   soportando una transformación demográfica sin precedentes, que el 2050 la   población de más de 60 años pasará de 600 millones a 2 mil millones y predice un   aumento de 10% para 21% del total de la población. El aumento será más grande y   más rápido en los países en vías de desarrollo, donde se espera que cuadruplique   la población envejecida en los próximos 50 años. En la Declaración Política de   la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento de la ONU (Madrid, 2002) los   principios y recomendaciones del Plan de Acción Internacional sobre el   Envejecimiento 2002, señalados por la Asamblea General de la ONU 1982, han sido   reiterados. Lo mismo aconteció con los principios de la ONU en favor de la gente   envejecida, adoptados por la Asamblea General de 1991, que habían definido   líneas de acción en las áreas de la independencia, participación, cuidado,   dignidad y autorrealización.
                                          
                                          Este texto revisa aspectos históricos   relacionados con la emergencia de los cuidados paliativos y de los hospicios   (I); presenta enseguida la definición de la OMS acerca de estos cuidados (II) y   comenta algunos principios de base de esta filosofía (III); introduce luego   ciertas cuestiones éticas (IV), aspectos relacionados con la geriatría (V) y, al   final, desafíos en términos de la sabiduría del vivir y del morir (1). 
                                        Algunos marcos histórico-conceptuales
                                        Desde los tiempos más remotos las sociedades ofrecen ayuda y   confortan a sus miembros enfermos y a los que están muriendo. Normalmente,   cierta reverencia y una mística profunda se mezclan en estos acontecimientos. El   período que sucede a la muerte de seres queridos es marcado generalmente por la   ejecución de rituales culturales bien definidos, cuyas manifestaciones varían de   una cultura a otra.
                                            
                                          En la búsqueda de las raíces históricas del   movimiento actual de hospicios, descubrimos que en el medioevo el término fue   utilizado para describir el lugar que recibía a peregrinos y viajeros: una   posada. Más recientemente, desde principios del siglo XIX, ha habido progresos   en el cuidado de la gente enferma en fase final. Entre quienes merecen la   mención se encuentran: Jeanne Garnier, en Francia; Maria Aikenhead, en Irlanda,   y Rose Hawthorne, en EE.UU.
                                          
                                          En la mitad del siglo XX, cambios importantes   han ocurrido en la medicina occidental y en el ámbito de la salud, como el   crecimiento de especializaciones, la creación de nuevos tratamientos y un   énfasis creciente en la curación y la rehabilitación. La escena del adiós a la   vida, que antes ocurría predominantemente en el ambiente familiar, se transfiere   y comienza a suceder en el hospital. Los pacientes en fase final o los casos sin   esperanza eran considerados con frecuencia como imperfecciones de la práctica   médica. El interés creciente por la eutanasia en el Reino Unido y Estados Unidos   se debe, en gran parte, a la carencia de conocimiento profundo sobre las   cuestiones relacionadas con los cuidados al final de la vida.
                                          
                                          Al   principio de los años 50, en el Reino Unido, la atención se vuelve a la gente en   la fase final de la vida, mientras que en Estados Unidos la reacción contra la   medicalización de la muerte comenzó a ganar fuerza (1). Cuatro innovaciones   pueden ser destacadas:   
                                        
a) la inserción sistemática de preguntas ligadas a   los cuidados paliativos en la literatura profesional; 
                                            
                                          b) una nueva   visión de los pacientes en fase terminal, que indujo a más estudios acerca del   proceso de morir, incluyendo la discusión sobre hasta qué punto los pacientes   deben saber de su condición terminal; 
                                          
                                          c) la adopción de una aproximación   activa de los cuidados, en oposición a la actitud pasiva tradicional (emergió la   determinación de descubrir nuevas e imaginativas maneras de "cuidado" al final   de la vida y, más allá de él, el cuidado de los enlutados), y 
                                          
                                          d) una   conciencia creciente de la relación entre los estados físicos y los estados   mentales trajo un concepto más comprensivo del sufrimiento que desafió las bases   sobre las cuales las prácticas médicas hasta entonces se   apoyaban.
                                        Fue el trabajo de Cicely Saunders,   desarrollado inicialmente en el St. Joseph's Hospice, en Hackney, Londres, el   que introdujo una nueva filosofía frente a los cuidados en la fase final de la   vida. Con la atención sistemática a las narrativas de los pacientes, la atención   cuidadosa a relatos sobre la enfermedad y el sufrimiento se desarrolló el   concepto de "dolor total". Esta visión fue más allá de la dimensión física,   englobando las dimensiones social, emocional y espiritual del sufrimiento.   Cuando Cicely Saunders estableció el St. Christopher's Hospice, en Londres, en   1967, éste se convirtió inmediatamente en una fuente de inspiración para otras   iniciativas de esta naturaleza y, al combinar tres principios clave -cuidados   clínicos de calidad, educación e investigación-, pasó a ser una referencia   mundial en términos de los cuidados, investigación sobre el dolor y educación   para los profesionales de la salud de todo el mundo.
                                        
                                        En muchas   instituciones que cuidaban pacientes con enfermedades avanzadas e incurables,   los esfuerzos para controlar el dolor y otros síntomas no habían avanzado debido   a la carencia de comprensión de su naturaleza y a la ineficacia de la   medicación. En torno a los años 50 apareció un conjunto importante de drogas,   incluyendo psicotrópicos, fenoliasinas, antidepresivos, anti inflamatorios,   entre otros. Desde entonces, se tuvo una comprensión más profunda de la   naturaleza del dolor y del papel de los opioides en su control.
                                        
El concepto de cuidados paliativos
                                        El término "paliativo" deriva de pallium, palabra latina que   significa "capa", capote. Etimológicamente, significa proporcionar una capa para   calentar a "los que pasan frío", toda vez que no pueden más ser ayudados por la   medicina curativa. Respecto de la esencia de su concepto, se destaca el alivio   de los síntomas, del dolor y del sufrimiento en los pacientes que sufren de   enfermedades crónico-degenerativas o están en la fase final, y se trata al   paciente en su globalidad de ser y buscando mejorar su calidad de   vida.
                                            
                                          Estos cuidados no dicen primordialmente relación con los cuidados   institucionales, pero consisten básicamente en una filosofía que se puede   utilizar en diversos contextos e instituciones, es decir, en el domicilio de la   persona, en la institución de salud, en el hospicio o en una unidad específica   destinada exclusivamente para este propósito dentro de la institución de salud. 
                                          
                                          Según Cicely Saunders, los "cuidados paliativos se han iniciado desde el   supuesto que cada paciente tiene su propia historia, relaciones y cultura y de   que merece respeto, como un ser único y original. Esto incluye proporcionar el   mejor cuidado médico posible y poner a su disposición las conquistas de las   últimas décadas, de forma que todos tengan la mejor posibilidad de vivir bien su   tiempo" (2). Los cuidados paliativos fueron definidos, entonces, teniendo en   cuenta no un órgano, edad, tipo de enfermedad o de patología, sino, ante todo,   la evaluación de una diagnosis probable y de posibles necesidades especiales de   la persona enferma y de su familia.
                                          
                                          Por tradición, fueron considerados   como aplicables exclusivamente en momentos de muerte inminente; sin embargo,   estos cuidados se ofrecen hoy desde el período inicial del curso de una   determinada enfermedad progresiva, avanzada e incurable (3).
                                          
                                          En 1987, la   medicina paliativa fue reconocida como una especialidad médica, siendo definida   como "el estudio y gestión de los pacientes con enfermedad activa, gradual y   ultra-avanzada, para la cual es limitado el pronóstico y la aproximación del   cuidado es la calidad de vida" (4). Inicialmente, este concepto apareció   incorporado a las prácticas médicas. Sin embargo, cuando otros profesionales   -como enfermeras, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas, fonoaudiólogos…   -están implicados, se refiere más a cuidados paliativos que a medicina   paliativa, porque tal cuidado es casi siempre multiprofesional o   interdisciplinario. El Manual de Medicina Paliativa de Oxford, en su tercera   edición (2005), aunque hace esta distinción conceptual, utiliza los dos   conceptos como sinónimos.
                                          
                                          El hospicio, antes de un lugar físico, es un   concepto; es una filosofía y un modelo del cuidado, así como una forma   organizada de proporcionar atenciones de salud. La filosofía del hospicio amplió   su alcance en el transcurso de un tiempo, al incluir a personas que están   muriendo no solamente de cáncer, sino de muchas otras enfermedades con   pronósticos de menos de seis meses de vida, más allá de quienes pasan por el   proceso largo, crónico e imprevisible. 
                                          
                                          En 1990 la OMS definió cuidados   paliativos como "el cuidado activo total de los pacientes cuya enfermedad no   responde ya al tratamiento. Tiene prioridad el control del dolor y de otros   síntomas y problemas de orden psicológico, social y espiritual. El objetivo de   los cuidados paliativos es proporcionar la mejor calidad de la vida para los   pacientes y sus familiares" (5).
                                          
                                          Esta definición es digna de elogio   porque se centra en el paciente, destaca la naturaleza múltiple de la condición   humana e identifica la calidad de vida como su objetivo último. El uso del   término "curativo" no se justifica, toda vez que muchas condiciones crónicas no   pueden ser curadas, pero pueden ser compatibles con una esperanza de vida por   algunas décadas.
                                          
                                          La OMS definió además, en 1998, los cuidados paliativos   para los niños y sus familias -cuyos principios se aplican también a otros   trastornos pediátricos crónicos (6). Esta misma organización internacional   redefinió en 2002 el concepto acentuando la prevención del sufrimiento   (7).
                                          
                                          Es importante observar que no tienen que ser considerados   esencialmente diferentes de otras formas o áreas de cuidados de la salud. La   distinción tornaría difícil y hasta imposible su integración en el curso regular   de la atención. Muchos aspectos cruciales de estos cuidados se aplican   perfectamente a la medicina curativa, así como, por otra parte, su desarrollo   puede influir positivamente sobre otras formas de cuidado de la salud, al   valorar aspectos tradicionalmente subordinados por la medicina tecnocientífica,   por ejemplo, la dimensión ético-espiritual de las personas.
                                        Principios de base
                                        Los cuidados paliativos:
                                            
                                          Valorizan alcanzar y mantener   un nivel óptimo de control del dolor y la administración de los síntomas. Esto   exige una evaluación cuidadosa de cada persona enferma, considerando su historia   detallada, su examen físico y otras indagaciones. La gente enferma debe tener   acceso inmediato a toda la medicación necesaria, incluyendo una gama de opioides   y de fórmulas farmacéuticas. 
                                          
                                          Afirman la vida y entienden el morir como   proceso normal. Lo que los seres humanos tenemos en común es la realidad   inexorable de la muerte. Los pacientes que solicitan cuidados paliativos no   tienen que ser vistos como el resultado de imperfecciones médicas. Estos   cuidados tienen como objetivo asegurar a las personas enfermas condiciones que   las capaciten y las animen para vivir su vida de una forma útil, productiva y   plena hasta el momento de su muerte. La importancia de la rehabilitación, en   términos del bienestar físico, psíquico y espiritual, no puede ser descuidada. 
                                          
                                          No apresuran ni posponen la muerte; no deben acortar la vida   "prematuramente", al igual que las tecnologías de la moderna práctica médica no   se aplican para prolongar la vida de forma no natural. No obligan los doctores a   emplear indefinidamente tratamientos considerados fútiles o excesivamente   onerosos para los pacientes; así también los pacientes pueden rechazar los   tratamientos médicos. En cuidados paliativos el objetivo es asegurar la mejor   calidad de vida posible y, de ese modo, el proceso de la enfermedad conduce la   vida a un extremo natural. Específicamente, la eutanasia y el suicidio asistido   no se incluyen en ninguna definición de estos cuidados. 
                                          
                                          Integran   aspectos psicológicos y espirituales en los cuidados al paciente. Un alto nivel   de cuidado físico es, ciertamente, de importancia vital, pero no suficiente en   sí mismo. La persona humana no tiene que ser reducida a una simple entidad   biológica. 
                                          
                                          Ofrecen un sistema de apoyo para ayudar a los pacientes a   vivir tan activamente como sea posible hasta el momento de su muerte. El   paciente establece los objetivos y las prioridades, y el profesional de la salud   debe capacitarlo y atenderlo para alcanzar su objetivo identificado. Las   prioridades de un paciente pueden cambiar dramáticamente con el tiempo, pero el   profesional debe ser consciente de estos cambios y atender a ellos. 
                                          
                                          Ayudan a la familia a ocuparse de la enfermedad del paciente y del   duelo. La familia es una unidad de cuidados y, por eso, las dudas y dificultades   de sus miembros deben ser identificadas y atendidas. El duelo se inicia antes   del momento de la muerte de la persona enferma. 
                                          
                                          Exigen trabajo en   equipo. Ninguna especialidad por sí misma prepara adecuadamente al profesional   para ocuparse de la complejidad de las dudas pertinentes a este período. Aunque   el equipo central consiste en un médico, una enfermera y un asistente social, es   importante contar con un equipo más grande de profesionales del área médica:   fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, entre otros. Para que este grupo   trabaje de forma integrada, es crucial establecer metas y objetivos comunes, así   como usar medios rápidos y eficaces de comunicación. 
                                          
                                          Buscan mejorar la   calidad de vida, concepto que sólo puede ser definido por la persona enferma y   que se puede modificar perceptiblemente en el curso del tiempo. 
                                          
                                          Son   aplicables en el período inicial de la enfermedad y concomitantes con sus   modificaciones y con las terapias que prolongan la vida. Se exige entonces que   estén íntimamente integrados a los otros servicios de salud, en el hospital o en   instituciones comunitarias. 
                                          
                                          Desde los principios antes descritos se   evidencia que los cuidados paliativos se definen no sólo a partir de un tipo   determinado de enfermedad, sino que, potencialmente, se aplican a pacientes de   todas las edades, basados en una evaluación específica de su diagnóstico y   necesidades probables. Además, tienen como foco central alcanzar la mejor   calidad de vida posible para cada paciente y su familia, lo que implica la   atención específica en lo referente al control de los síntomas y la adopción de   un acercamiento holístico que tome en cuenta las experiencias de la vida de la   persona y su situación actual. Abarcan la persona que está muriendo y sus   prójimos -familiares y amigos-, exigiendo una atención especial en la práctica   de una comunicación abierta y sensible con los pacientes, familiares y   cuidadores. 
                                        Cuestiones éticas
                                        Las cuestiones éticas implicadas en cuidados paliativos se   basan en el reconocimiento de que el paciente incurable -o en fase terminal- no   es un residuo biológico sobre el cual ya no se puede hacer más, y cuya vida no   debe ser prolongada innecesariamente. Estamos siempre delante de una persona y,   como tal, capaz de relación hasta el momento final y de hacer de la vida una   experiencia de plenitud y crecimiento.
                                            
                                          Los profesionales deben reconocer   los límites de la medicina y prevenir el exceso de tratamiento -la llamada   "distanasia"- o el tratamiento fútil. Es importante desafiar la ilusión de que   existe solamente una forma de ocuparse del dolor y del sufrimiento: la   eliminación de los enfermos. Es necesario acentuar que el llamado "dolor total"   -concepto acuñado por Cicely Saunders- no se puede tratar solamente a través de   instrumentos técnico-científicos. En el caso del "dolor total", la eficacia de   analgésicos se relaciona con la posibilidad de incluir el tratamiento médico en   el contexto de relaciones humanas significativas, afectivas.
                                          
                                          Los médicos   y otros profesionales del cuidado deben respetar la autonomía del paciente,   aceptando sus prioridades y sus objetivos, no ocultando la información   solicitada por el paciente y respetando sus deseos de no ser tratado cuando esta   intervención es sólo una prolongación del proceso de morir. Deben medir   cuidadosamente las ventajas del tratamiento (beneficencia) y evaluar los riesgos   y beneficios de cada decisión clínica (no-maleficencia) para prevenir el   tratamiento fútil (9), que no se condice con los objetivos de la prevención:   cura, cuidado, rehabilitación y superación del dolor. 
                                          
                                          Esta perspectiva   de la bioética principialista norteamericana puede ser insuficiente en esta área   de los cuidados de la salud. Las éticas del cuidado y de las virtudes se   presentan como apropiadas y necesarias en cuidados paliativos. Las primeras   enfatizan esencialmente la naturaleza vulnerable y dependiente de los seres   humanos, por lo tanto, destacan no sólo el proceso de decidir, sino también la   calidad de las relaciones: por ejemplo, continuidad, apertura y confianza. Las   éticas de las virtudes critican el acercamiento ético basado en las decisiones   desde el carácter, acentuando la importancia de acciones virtuosas   (10).
                                          
                                          Los pacientes con enfermedades avanzadas o en estado terminal   tienen los mismos derechos básicos que los otros pacientes, por ejemplo, el   derecho de recibir los cuidados médicos apropiados, de ayuda personal y de ser   informados. Pero, también, les asiste el derecho de rechazar los procedimientos   de diagnóstico y/o tratamientos cuando éstos nada agregan frente a la muerte   prevista; sin embargo, la denegación del tratamiento no tiene que influir en la   calidad de los cuidados paliativos. Más aún, tienen el derecho al grado máximo   de respeto por su dignidad y a la mejor analgesia disponible para el dolor y el   alivio del sufrimiento.
                                          
                                          Aunque la realidad de cada país siempre tiene sus   particularidades socio-político-culturales es siempre enriquecedor considerar   como fuente de inspiración lo que se hace en otros países. Por ejemplo, lo que   la Asociación Húngara de Hospicios y Cuidados Paliativos propone en términos de   principios éticos (8, p.20):
                                          
                                          Los miembros del equipo de cuidados deben   respetar la autonomía de los pacientes al aceptar sus prioridades y objetivos,   así como hablar de las opciones del tratamiento. Formular en común el plan de   cuidados, nunca ocultar la información que el paciente desea recibir, proveer   sus necesidades de información sobre cualquier tratamiento y, también, respetar   la opción de abandonarlo. 
                                          
                                          El equipo de cuidados debe evaluar las   ventajas y riesgos del tratamiento (beneficencia), evaluar los riesgos en lo   referente a las ventajas de cada decisión clínica (no-maleficencia), entender   que el paciente tiene derecho al más alto estándar de cuidado en el contexto de   los recursos disponibles y juzgar las decisiones en el contexto de la asignación   y el uso de recursos (justicia). 
                                          
                                          Los derechos fundamentales de los   pacientes que están en el final de la vida son: recibir la asistencia médica   necesaria, ser respetado en su dignidad y ser apoyado y cuidado en sus   necesidades. Además, tienen derecho al alivio del dolor y del sufrimiento, a ser   informados, a la autodeterminación y a la suspensión de tratamientos. 
                                          
                                          El   paciente tiene el derecho de recibir información detallada respecto de su estado   de salud, sobre cualquiera evaluación médica, examen y oferta de intervenciones   en lo que respecta considerar las ventajas, los riesgos y las operaciones   potenciales, así como la decisión sobre tales exámenes e intervenciones. Por   otra parte, el paciente tiene el derecho de recibir información respecto de   cualquier procedimiento o método alternativo, así como del proceso del   tratamiento y los resultados esperados. 
                                          
                                          Los pacientes tienen el derecho   de participar en las decisiones relacionadas con sus cuidados de salud, es   decir, exámenes y tratamiento considerados. El consentimiento informado del   paciente es un requisito anterior a cualquier intervención médica. 
                                          
                                          En el   caso de que el paciente sufra de una enfermedad considerada incurable y   terminal, que -de acuerdo con el conocimiento médico actual- conducirá   probablemente a la muerte en un período de tiempo corto, se pueden rechazar   éticamente intervenciones de mantenimiento o de rescate de la vida, y dejar que   la enfermedad siga su curso natural. En caso de incapacidad, el paciente puede   designar a otra persona para el ejercicio de ese derecho. Esta declaración se   puede anular en cualquier momento si el paciente así lo desea. 
                                          
                                          De cada   acto y decisión se debe dejar constancia en forma escrita. 
                                        Investigación y cuidados paliativos
                                        Es necesario un pronunciamiento especial respecto de la   investigación en cuidados paliativos, toda vez que es parte integrante del   desarrollo de estos cuidados.
                                            
                                          Gracias a la investigación tenemos   progresos importantes en el campo del dolor y la administración de los síntomas.   Muchas prácticas paliativas, sin embargo, se basan en evidencias históricas y,   en muchos casos, sin la necesaria fundamentación con métodos científicos. 
                                          
                                          El reclutamiento de pacientes para un determinado estudio es difícil y   exige mucho tiempo debido a la propia naturaleza de la atención. Por otra parte,   existen características clínicas definitivas que complican la investigación en   este campo: 
                                          
                                          Los pacientes son, con frecuencia, personas viejas que   sufren de una cierta condición que afecta muchos sistemas del cuerpo y no   solamente un órgano. Esa condición es comúnmente severa y presenta muchos   síntomas simultáneos. 
                                          
                                          La enfermedad es gradual y sus síntomas cambian   muy rápidamente, sobre todo, en los períodos finales. 
                                          
                                          El tiempo de   supervivencia es limitado y el uso de variada medicación es frecuente. 
                                          
                                          La investigación en pacientes en fase terminal ha sido éticamente   cuestionada, en especial debido a la vulnerabilidad de este grupo de pacientes y   de su inhabilidad para participar en el proceso de decisión. Existe alta   incidencia de problemas cognitivos y dificultades para lograr su asentimiento   libre e informado, toda vez que se produce fácilmente dependencia de la   institución en donde son cuidados, sensaciones de gratitud, entre otros   elementos.
                                          
                                          Tales desafíos no son específicos de esta área, sino también   de otras, como la geriatría y la medicina intensiva, pero eso no justifica   insertar los cuidados paliativos en una categoría especial. La investigación en   esta área debe respetar los principios éticos consagrados internacionalmente,   que gobiernan cualquiera investigación clínica. Sin embargo, debe ponerse   atención al proceso de evaluación de riesgos y ventajas de un proyecto de   investigación determinado, cuya interpretación puede variar mucho según el   período de progresión de la enfermedad. Los objetivos del cuidado cambian con   frecuencia en los períodos finales y, en éstos, la calidad de vida es la   prioridad mayor (8, p.30). 
                                        Cuidados paliativos en geriatría/gerontología
                                        El informe europeo de la Organización Mundial de Salud sobre   cuidados paliativos afirma enfáticamente que "existen evidencias considerables   de que la gente envejecida sufre innecesariamente debido a una carencia de   evaluación y de tratamiento generalizados de sus problemas y a la falta de   acceso a los programas de cuidados paliativos" (11).
                                            
                                          La medicina   geriátrica emergió del aumento extraordinario de la esperanza de vida de la   población y continúa creciendo en la época actual. Este aumento significativo   del tiempo de vida es una gran conquista, atribuida en parte a los avances de la   civilización, estándares de vida, salud pública y la creciente intervención de   cuidados médicos. La medicina geriátrica reconoció los procesos fisiológicos   básicos del envejecimiento, sin embargo, los especialistas médicos en la   compañía y cuidado de la gente de avanzada edad necesitaron ir más allá del   sistema de la enfermedad y del órgano único -o sea, sobrepasar la óptica de una   única especialidad- para considerar la intervención de enfermedades crónicas y   medicaciones múltiples, más allá de un estado fisiológico altamente cambiante.   Hace un cuarto de siglo los geriatras recusaban con frecuencia a los   especialistas, alegando que las tecnologías invasivas no beneficiarían a sus   pacientes y que éstos y sus familiares preferían un acercamiento más conformista   de aceptación de la muerte.
                                          
                                          Esta escena se alteró mucho en la actualidad,   de tal forma que el papel más frecuente de los geriatras ha sido hablar con los   especialistas renuentes o intervencionistas acerca de si, a los 95 años, una   mujer tiene una buena posibilidad de beneficiarse de un procedimiento quirúrgico   o de una intervención de rehabilitación. La geriatría trabaja más en el proceso   de convencer a los médicos que no sean fatalistas cuando están delante de   pacientes envejecidos, sino que busquen, de forma asertiva, los problemas   tratables, la mejora de la calidad de vida, enfatizando que la base de todo es   el paciente en su humanidad y dignidad. 
                                          
                                          Los cuidados paliativos también   son, irónicamente, una "nueva especialidad", que surge del reconocimiento de las   conquistas de la tecnología médica moderna. Ésta, aunque ha salvado muchas   vidas, no puede irrespetar la dimensión de la mortalidad y de la finitud   humanas. Los pioneros en cuidados paliativos reconocen la importancia de las   raíces históricas de la medicina y de la enfermería en el cuidado de los   moribundos, aliviando el dolor y el sufrimiento, buscando contestar las   preguntas e incluyendo a la familia como unidad de cuidados junto con los   pacientes en el final de la vida. Este objetivo es hoy tan importante como fue a   principios del siglo pasado.
                                          
                                          En sus orígenes, estos cuidados se enfocaron   principalmente en mejorar la calidad de vida de los pacientes, en los pocos días   o semanas restantes de vida, y en respetar la dignidad y la humanidad   individuales. En la década pasada ha sido sobrepasada esta perspectiva, pues se   considera moralmente relevante sólo cuando "ya nada más se puede hacer para   prolongar la vida".
                                          
                                          La filosofía de los cuidados paliativos reconoce hoy   una transición gradual y la necesidad de equilibrio entre las tentativas   legítimas de prolongar la vida -cuando hay posibilidades verdaderas de   recuperación- y la atención paliativa de los síntomas y la aceptación de un   proceso cuando no hay más cura. Eso es verdad en el cuidado de pacientes en   estadios avanzados de enfermedades como Alzheimer, Parkinson, etc. 
                                          
                                          Actualmente, más del ochenta por ciento de los norteamericanos muere con   más de 65 años, aumenta el número de personas con más de 80 años e, incluso, un   número expresivo celebra su centenario de vida. La mayoría de esas personas no   muere de una forma rápida, característica de un cáncer metastático, sino como   consecuencia de la acumulación de enfermedades degenerativas múltiples, más allá   de la creciente fragilidad inevitable del proceso biológico humano. Aunque esta   trayectoria es menos previsible, sigue muy claramente el pronóstico   último.
                                          
                                          En el centro de toda la cuestión del aumento de la "esperanza de   vida" están el paciente, el médico y el imperativo de establecer una   comunicación que permita una relación significativa en uno de los momentos más   profundos de la vida. Es grande la responsabilidad del médico para crear una   relación con los pacientes y familiares que ayude en la confrontación de esta   escena compleja. El cuidador se convierte en un factor clave para ayudar a la   gente a encontrar una dirección en el final de la vida.
                                          
                                          En una   perspectiva integradora, los cuidados paliativos y los valores básicos de la   geriatría coinciden: el paciente está en el centro de los cuidados y la   perspectiva es interdisciplinaria, holística y comprensiva, más allá del   paciente y de la familia, vistos como una sola unidad de cuidados. Una prioridad   es garantizar, en la medida de lo posible, la independencia funcional y calidad   de vida, mediante una evaluación regular y formal que asegure la identificación   y el tratamiento de los eventos en el momento adecuado. Ambas especialidades   proporcionan cuidados donde el paciente esté, ya sea en su casa o en el   hospital, y en cualquier estadio de la enfermedad y cualquiera sea la diagnosis:   "El objetivo es dar el cuidado preciso para el paciente preciso y en el momento   preciso".
                                        Conclusión
                                        Los cuidados paliativos constituyen hoy una cuestión   importante de la salud pública. Trabajan con el sufrimiento, la dignidad de la   persona, el cuidado de las necesidades humanas y la calidad de vida de la gente   afectada por una enfermedad crónico-degenerativa o que está en la fase final de   la vida. También se preocupan de la ayuda a familias y amigos como unidad de   cuidados, frente al sufrimiento por la pérdida, potencial o inminente, de seres   queridos. 
                                            
                                          Nuestro sistema de salud es negligente en lo que respecta a   esas necesidades humanas. La próxima etapa será su introducción en el currículo   principal de los cursos de medicina y en programas de educación en el área de la   salud, sea para los profesionales o para el público en general.
                                          
                                          Cicely   Saunders afirma que eso requiere "cambio de actitudes y educación de todos los   profesionales implicados con los pacientes que tienen una enfermedad   crónico-degenerativa. Esto exige un compromiso humano, más allá de medicaciones   e intervenciones costosas, y debe ser una preocupación de todos los   gobiernos"(2, p.7). 
                                          
                                          Los cuidados paliativos tienen como objetivo   especial aliviar, en los pacientes con enfermedades crónico-degenerativas o en   fase terminal, una gama extensa de síntomas de sufrimientos, de orden físico,   psíquico, mental y espiritual. Por lo tanto, exigen un equipo multi e   interdisciplinario de especialistas, con capacidades específicas y sintonizados   entre sí (12-14).
                                          
                                          En la medida en que los cuidados paliativos se   desarrollan, crece el convencimiento de que con las drogas y las técnicas en la   actualidad disponibles es relativamente fácil proporcionar comodidad física al   paciente. Sin embargo, aún con eso, la persona puede sentir miedo, soledad o   poca autoestima. Los que ahora trabajan en este campo perciben que, además de la   atención y control de los síntomas físicos, la filosofía de los cuidados   paliativos se preocupa básicamente de la calidad, valor y sentido de la   vida.
                                          
                                          La investigación confirma que los pacientes que no son informados   sienten un mayor sufrimiento físico y psicosocial, y hablan de un nivel inferior   de calidad de vida que los que son informados según su voluntad.
                                          
                                          En   relación con el valor de la vida, a medida que se aproxima su final, las   personas se preguntan si su vida ha tenido algún valor para los otros, para la   comunidad, y si todavía tienen algún valor como personas, principalmente cuando   están incapacitadas por una determinada enfermedad fatal, dependientes de los   otros y "siendo" un gasto en términos del cuidado. Investigaciones en EE.UU. han   demostrado que la pérdida de independencia y el miedo de convertirse en un peso   para los otros, antes que el dolor físico, son, con frecuencia, las primeras   motivaciones que llevan la gente a pedir el suicidio asistido o eutanasia.   Respetando la evaluación del propio paciente acerca del valor de su vida,   mientras aún es consciente del efecto de la depresión o del aislamiento social,   estamos frente a uno de los más profundos desafíos clínicos y éticos de los   cuidados paliativos. 
                                          
                                          Otra preocupación es el sentido de la vida.   Únicamente cuando su sufrimiento físico es aliviado y su familia cuida de ella,   la persona en fase terminal comienza a hacer preguntas existenciales. Aunque ha   disminuido en el mundo occidental secularizado el número de personas que tienen   una fe religiosa que confiere sentido a su vida, el 75% de los pacientes en la   fase final expresa el deseo de hablar del sentido de la vida, del sufrimiento y   de la muerte, y pueden decepcionarse si nadie se interesa en ayudarlas. No es   casualidad que el cuidado de las necesidades espirituales y psicosociales esté   en el centro de la filosofía de los cuidados paliativos. 
                                          
                                          El desafío   ético, en el contexto de países en vías de desarrollo, debe considerar la   cuestión de la dignidad en el adiós a la vida, trascendiendo la dimensión física   y biológica y la perspectiva médica del hospital, ampliando el horizonte para   integrar el espacio socio-relacional. Hay que hacer entender a la sociedad que   morir con dignidad es el resultado de una vida digna, más allá de la mera   supervivencia sufrida. ¿Si no existen condiciones de vida digna, cómo   garantizaríamos una muerte digna? Antes de existir un derecho a la muerte   humana, hay que destacar el derecho de tener condiciones de conservar y   preservar la vida existente y de hacerla desplegar plenamente. Llamaríamos a   esto el "derecho a la salud". Es chocante y aun irónico percibir que la misma   sociedad que le negó al ser humano el pan para vivir le ofrezca la más avanzada   tecnología para que "muera bien".
                                          
                                          No podemos aceptar pasivamente la   muerte como consecuencia de la indiferencia por la vida, causada por la   exclusión, la violencia, los accidentes y la pobreza. La sabiduría nace de la   reflexión, de la aceptación y del compromiso con el cuidado de la vida humana en   el adiós final. Entre dos límites opuestos: de un lado, la convicción profunda   de que no se debe acortar la vida, y del otro, la visión de que no se deben   prolongar la agonía, el sufrimiento y la muerte. Entre el acortar la vida y el   no prolongarla inútilmente se sitúa el amarás... Así como nos ayudaron a nacer,   también necesitamos ser ayudados en el momento del adiós a la vida.
                                        Notas
                                        1 Estas reflexiones incorporan sugerencias críticas de los   lectores de Pessini L, Bertachini L. Humanização e cuidados paliativos. São   Paulo: Loyola/Centro Universitário São Camilo; 2004.
                                        Referencias
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Acta Bioethica 2006; 12(2), págs: 231-242