Por: Mª José F. Serra
No hay duda de que la forma de vestir es el lenguaje del cuerpo y una expresión del espíritu que hay que adaptar a las distintas épocas y circunstancias. Pero ¿existen unas “reglas del juego”? En esta moda llena de líneas y estilos variados y contradictorios que hemos visto una vez más en las colecciones ¿hay algunas normas que trasciendan a las tendencias del momento para instalarse en el mundo de los buenos modales, de la oportunidad o del respeto?
La aceptación que tienen actualmente algunas reglas del protocolo y sobre todo la mayor importancia que se da a los valores personales en distintos órdenes de la vida alcanzan a la propia imagen y a la forma de relacionarse con los demás. Las encuestas más recientes entre las empresas nos revelan un cambio de actitudes. Al margen de títulos o de otras manifestaciones de valía personal, cada vez se valora más la buena educación, el sentido positivo, el buen carácter, el saber trabajar en equipo y una imagen adecuada y correcta.
Todo viene a demostrar que entre la fiera competividad de nuestra época se están infiltrando una serie de valores positivos. Ante la contaminación materialista del “yo quiero”, que algunos esgrimen como norma suprema de conducta, muchos se plantean la expresión mucho más humanizada del “yo debo”. Una forma muy elocuente de buena educación y del respeto que debemos a los demás se reflejará en un modo de vestir que no pretende “epatar”, herir sensibilidades o simplemente seducir, sino que busca el realce de los momentos importantes y trata de hacer agradable la vida y la convivencia de los que nos rodean.
El diseñador italiano Valentino decía con referencia a este tema: “No entiendo a las mujeres que no tratan de estar siempre bien vestidas y atractivas. Es una cuestión importante para la convivencia. Es parte de la buena educación que exige cierta disciplina personal, porque el estar bien arreglado, y de forma adecuada a las circunstancias, siempre exige un esfuerzo. En segundo lugar supone tratar con deferencia y tener en cuenta a las personas con las que convivimos en casa o en el trabajo. El tener buen aspecto influye hasta en el propio rendimiento. Cuando te levantas por la mañana, te miras al espejo y te encuentras limpio, bien vestido, bien peinado, sales a la calle con buen pie y buen humor. Por eso me cuesta entender a la gente que es capaz de aparecer en público con aire desastrado o de forma inoportuna”
Las “reglas del juego” exigen tener en cuenta el lugar, la ocasión y la hora. Igual que sería inadecuado presentarse en una cena informal con un traje largo bordado de lentejuelas sería inadecuado por ejemplo, asistir a la ceremonia de una boda con escotes llamativos o con ostentosas minifaldas. Tampoco demostraría consideración hacia una persona acudir a una invitación familiar o entre amigos vistiendo de una forma excesivamente informal. Las reglas de protocolo aplicadas a la forma de vestir siguen contando y nos ayudan a hilar más fino en estos puntos que dicta ya el propio sentido común.
Todas las reglas de etiqueta, hasta las más prosaicas pero que cuentan a la hora de la verdad, están pensadas para mejorar la relación interpersonal. Sólo el egocentrismo, verdadero enemigo de los buenos modales, puede llevar a vestir de una manera excéntrica o indecorosa, sin tener en cuenta la situación de la gente que tenemos alrededor, las circunstancias del ambiente o el respeto a la dignidad personal. Las “reglas del juego” son una garantía de saber emplear bien los resortes de la moda y forman parte de la verdadera elegancia.
Fuente:Asmoda.com |