  
                                    El  cambio familiar ha dado lugar a la emergencia de un "nuevo pacto conyugal»  caracterizado por la negociabilidad de los términos de la convivencia, tanto en  la forma en la que se inicia como en la que se desarrolla y eventualmente puede  terminarse, Sobre la base de una encuesta realizada en la Comunidad de Madrid  en 2003 entre las que hemos denominado -nuevas familias», se analizan los  potenciales efectos que el reparto desigual del trabajo doméstico y del cuidado  de los niños tiene sobre la satisfacción con la dinámica de pareja y con el  riesgo de ruptura del proyecto de vida en común. Aplicando un análisis de  regresión logística, la razón de probabilidades de haber pensado así como de  haber hablado seriamente de la ruptura del proyecto de vida en común está  condicionada, entre otras variables, tanto por los términos del reparto del  trabajo doméstico como por la satisfacción con los términos del mismo y la potencial  conflictividad que puede generar. A menor desigualdad en el reparto, mayor satisfacción  con el mismo, y a menor conflictividad, menor riesgo de ruptura, controlados  los efectos de la conflictividad general de la pareja. 
                                    Cambio familiar  y la emergencia de un «nuevo pacto conyugal» 
                                      La  vida familiar en España, como en otros países occidentales desarrollados, está  sujeta a un profundo proceso de cambio. Mientras que, por un lado, se ha  reforzado el control social ejercido sobre las dinámicas de poder que se  desarrollan en el seno de la vida familiar, anteponiendo los derechos  individuales a los de la institución (singularmente los derechos de los miembros  socialmente más débiles), por otro lado, se ha reducido el control social  ejercido sobre múltiples dimensiones de la realidad familiar tradicionalmente  sujetas a modelos normativos fuertemente arraigados. Esta modificación del  control social ejercido sobre la vida familiar ha dado lugar a un espacio  social de libertad individual en la conformación de los proyectos de vida y en  las formas de concebir y organizar la vida en pareja y en familia. En otras  palabras, los proyectos y formas de vida familiar se han privatizado y los modelos  heredados de organización de la vida familiar han perdido en fuerza vinculante.   
                                    Las formas de entrada, permanencia y salida de la vida familiar se han  flexibilizado, quedando las formas que adopta al arbitrio de la negociación y  acuerdo entre los protagonistas individuales, o, más precisamente, no siendo legítima  la reprobación social de las formas que se apartan de los modelos heredados del  pasado. En este sentido, aunque la familia de origen forma parte del proceso de  negociación entre los protagonistas, sus márgenes de actuación para condicionar  la conformación de los proyectos y formas de vida de sus hijos se han visto  fuertemente limitados al haberse erosionado la legitimidad de su intervención.  No sólo lo que piensen los vecinos se ha vuelto irrelevante a la hora de  decidir en materia familiar, sino que lo que piensen los propios padres puede  ser puesto igualmente entre paréntesis a la hora de afirmar las opciones  individuales. 
                                     
                                      Este  proceso ha sido sintetizado por Ulrich Beck (1986) mediante el concepto de individualización,  con el que pretende poner de relieve ante todo el mayor protagonismo que la cultura  actual concede a las opciones y decisiones individuales frente a las normas  sociales en ámbitos tales como la profesión, la política y la vida familiar. La  individualización significa «la creciente autonomía de las biografías  individuales de las instancias que en el pasado han guiado la aparición de  determinados hitos y tránsitos vitales, tales como el matrimonio, el nacimiento  del primer hijo, el inicio de la biografía laboral, etc.; instancias que  estaban constituidas fundamentalmente por el sexo, la edad y el origen social o  regional" (Strohmeier, cit. por Peuckert, 1996: 252). Frente a la "biografía  normal" o socialmente estandarizada surge así la «biografía elegida",  que, por un lado, significa una mayor posibilidad electiva en las opciones  vitales fundamentales (dimensión liberatoria de la individualización), pero  que, por otra parte, también significa mayores incertidumbres y menor seguridad  en la validez de las normas e instituciones sociales tradicionales (dimensión  de desencantamiento) (Beck, 1986:206). 
                                     
                                      Por  lo que se refiere a las transformaciones de las relaciones familiares, con el  concepto de individualización no solo quiere poner de relieve la dimensión de  la pérdida del tradicional control social sobre los proyectos de vida  individuales, que ha dado origen a nuevas formas de convivencia (uniones de  hecho. segundas uniones derivadas de un divorcio. Entre otras), sino también  acentuar el hecho de que estos proyectos, y particularmente el de las mujeres,  se han transformado profundamente, de forma que los derechos y aspiraciones individuales  pasan a tener un lugar preeminente en los proyectos de vida no sólo de los  varones, sino también de las mujeres. Así, las aspiraciones vitales de las  mujeres han dejado de definirse en la sociedad actual sólo en el ámbito de la  familia como una vida orientada al servicio de los demás miembros de la  familia, para afirmarse su derecho a tener también una carrera profesional  propia, una vida propia (Beck-Gernsheim, 1998).  
                                     
                                      En  la tensión entre las aspiraciones individuales y las aspiraciones colectivas  del grupo familiar, entre el «yo» y el «nosotros», ha habido un desplazamiento  desde un énfasis en el «nosotros» de la mujer al servicio de la familia y del  «nosotros» de los padres al servicio de los hijos (el hijo/a como rey/reina de  la casa), socialmente definido en el modelo de familia burguesa tradicional e  institucionalizada en el derecho de familia, hacia un mayor énfasis en los  proyectos de realización personal de los propios padres, y de la madre en  particular.  
                                     
                                      En  cierta medida, el «yo» pasa a pesar más que el «nosotros» pareja, aunque el  camino ideal hacia la felicidad individual continúe pasando, entre otros  espacios sociales, por el "nosotros" pareja (De Singly, 1993), por la  formación de una pareja con vocación de estabilidad en el tiempo. El amor romántico  no ha perdido así atractivo; por el contrario, este no desaparece a las puertas  de la iglesia o del juzgado una vez formalizado el compromiso vital, sino que pasa  a constituir cada vez más la fuente de legitimación y el sentido del proyecto  de vida en común, de forma que la satisfacción de las necesidades afectivas  pasa a ocupar el lugar central del proyecto de vida en común.  
                                     
                                      El  matrimonio ha dejado de ser un contrato de intercambio de dependencia por  seguridad económica, social y legalmente sancionado (a través del derecho de  familia y de la Seguridad Social, entre otros), para pasar a ser un espacio de  convivencia con el objetivo de lograr lo que cada actor entiende por felicidad,  o al menos lograr la satisfacción de sus necesidades afectivas. Y si no se  logra a juicio de los actores, resulta legítimo y socialmente aceptable poner  fin a dicho proyecto de vida en común, independientemente de otras  consideraciones, aunque a la hora de "explicar" (esto es, legitimar)  la ruptura a los miembros de la red social haya que recurrir también a otro tipo  de argumentos socialmente considerados «más sólidos». No obstante, cada vez más  la emocionalidad ocupa un lugar central en la relación conyugal y los  conflictos de pareja hacen cada vez más vulnerable el proyecto de vida en común. 
                                     
                                      Los  términos de las relaciones conyugales se han transformado, por tanto,  profundamente. Desde una fijación bastante estricta por parte del entorno  social y sancionada por el derecho de los roles domésticos y familiares, de las  formas de comportamiento esperadas por el otro cónyuge y por el entorno, se ha  pasado a ese espacio de libertad en la conformación de las relaciones  conyugales. La desinstitucionalización de la vida familiar ha traído consigo un  «nuevo pacto conyugal» (Roussel, 1989) que se caracteriza ante todo por la pérdida  de validez de los modelos de comportamiento de los géneros (y de las edades) en  el espacio doméstico y familiar heredados del pasado y la negociabilidad de los  términos de la relación. Ha surgido la «familia negociadora» (Schneider et at.,  2002) y uno de los ámbitos sujetos a la negociación, de forma en general más implícita  que explícitamente, es el reparto de las responsabilidades domésticas y  familiares dentro del proyecto de vida en común. El que sea la esposa y la  madre quien asuma todas las responsabilidades ha dejado de ser la norma social  a seguir, no sólo porque un número creciente de mujeres se ha incorporado al  trabajo remunerado, sino porque el espacio doméstico y familiar ha sido redefinido  como un espacio de colaboración en un proyecto de vida en común en el que todos  los miembros tienen que participar en el bienestar individual y colectivo  (Meil. 2003).  
                                     
                                      Las  expectativas de comportamiento de las mujeres se han alterado, por tanto,  profundamente, y en la medida en la que estas se vean frustradas y las demandas  de mayor colaboración sean rechazadas por parte del cónyuge, en la medida en la  que se cuestione el reparto del trabajo tal como ha ido configurándose en el  proyecto de vida en común, aumentará la conflictividad conyugal y esta  erosionara la satisfacción con los términos de la relación y, en definitiva,  con el proyecto de vida en común. En un contexto en el que la emocionalidad y  la satisfacción con el proyecto de vida en común han pasado a ser el fundamento  de la unión, esta insatisfacción con los términos del reparto del trabajo doméstico,  en interacción con otras dimensiones de la relación, puede contribuir a  erosionar la viabilidad del proyecto conyugal. 
                                    Cuestiones a  investigar 
                                      Las  preguntas a las que se quiere dar respuesta en este trabajo son: ¿son  habituales e intensos los conflictos conyugales en torno al reparto del trabajo  doméstico entre las "nuevas familias” españolas? ¿En qué medida afecta el  reparto desigual a la satisfacción con la vida de pareja?, ¿Contribuye el  reparto desigual de responsabilidades familiares al deseo de ruptura de la relación? 
                                    Metodología 
                                      Datos 
                                      Para  dar respuesta a las cuestiones planteadas se analizarán tres encuestas  realizadas por el autor en la Comunidad de Madrid en distintos momentos  temporales, Por un lado, se utilizara una encuesta realizada en la primavera de  1995 y replicada en invierno de 2003, ambas en los municipios de la corona  metropolitana de Madrid, a una muestra representativa de 600 mujeres que viven  en pareja y con al menos un hijo menor de 13 años. 
                                     Estas encuestas tienen como  objetivo analizar las pautas de cambio en la división del trabajo doméstico entre  los cónyuges (matrimoniales o de hecho), así como sus efectos sobre la satisfacción  con los proyectos de vida en común y el riesgo de ruptura, aspecto éste que sólo  puede analizarse con los datos de 2003 al no haberse incluido las  correspondientes preguntas en la encuesta de 1995. Dadas las pautas  migratorias, las respuestas proporcionadas por estas mujeres pueden  considerarse representativas de lo que hemos denominado las «nuevas familias»,  esto es, de las nuevas generaciones de parejas con hijos portadoras precisamente  de los «nuevos proyectos conyugales», donde los roles tradicionales de genero han  sido puestos en cuestión no sólo en lo que respecta al trabajo remunerado fuera  del hogar, sino también al trabajo no remunerado en el hogar. Estas familias  pueden considerarse representativas, por otro lado, de las familias urbanas españolas  (Meil, 1999).  
                                     
                                      Junto  a estas dos encuestas, también consideraremos los resultados que se obtienen de  otra encuesta realizada en 2000 a una muestra representativa de 1,000 hogares  cuyo cabeza o cónyuge tiene menos de 65 años y que tenía por objetivo conocer  las pautas de intercambio entre los miembros de la red familiar, pero donde también  se aplicó una versión reducida de los indicadores de reparto de! trabajo doméstico  y de la satisfacción conyugal. La razón para considerar también esta encuesta  es que presenta resultados básicamente consistentes con los obtenidos en las  otras dos encuestas y, sobre todo, porque también se entrevistó a varones, y  los resultados que arrojan sus respuestas son sociológicamente muy  significativos. 
                                    Variables  independientes y dependientes 
                                      Para  medir la división del trabajo doméstico se ha utilizado un listado de 13 tareas  domésticas rutinarias y 12 tareas de atención y cuidado de niños diferentes,  que permiten por la heterogeneidad de tareas consideradas captar más  adecuadamente el cambio que listados más cortos. Las pautas de respuesta  posibles eran la mujer siempre, la mujer casi siempre, a medias, el hombre  siempre o casi siempre y otra persona, opciones que se han codificado con los números  1, 2, 3. 4 y 5. Los casos en los que la tarea la realizaba otra persona se ha  recodificado, tras múltiples pruebas, como 3, esto es, la realizan a medias, estrategia  que no altera fundamentalmente los resultados, A partir de las respuestas dadas  se ha construido un indicador aditivo simple (Cronbach alfa 0,93), así como  también se ha realizado un análisis de cluster que ha permitido clasificar a las familias en tres modelos de división del  trabajo doméstico que hemos denominado tradicional, colaborador y cuasi- igualitario.  Para más detalles, véase Meil (2004).  
                                    En la encuesta de 2000 se utilizó sólo  una batería de 6 tareas domésticas y de cuidado de niños diferentes, que  resulta, sin embargo, fiable, pues presenta un coeficiente de correlación de  0,95 con la escala ampliada de 25 tareas. 
                                      Para  medir la satisfacción con los términos del reparto se preguntó a los  entrevistados por su grado de satisfacción con arreglo a una escala de cuatro  puntos, y lo propio se hizo también para medir el grado de conflictividad sobre  el particular. Además de preguntar sobre este tipo de conflictividad, también  se preguntó con arreglo a una escala de cinco puntos sobre la frecuencia con la  que «regañan» sobre temas de actualidad, relaciones con la familia, temas de  dinero, el cuidado y atención de los hijos, aspectos relacionados con la educación  de los hijos, sobre el tiempo que pasan juntos y sobre temas de pareja en  general. Las respuestas se han agregado en un indicador aditivo simple  (Cronbach alfa 0,74), que se utilizaron como variable explicativa. 
                                     
                                      Otras  variables de control que se han utilizado son, dada su condición de factores de  estrés en las relaciones conyugales, el número de hijos, la fase del ciclo  familiar medida por la edad del hijo mayor y el estatus laboral de la mujer. También  se han introducido como variables de control la ideología de rol de género de  la mujer, así como la clase social de pertenencia medida a través del nivel educativo  de la mujer. 
                                     
                                      Como  variable a explicar se ha considerado, por un lado, el grado de satisfacción  con el proyecto de vida en común medido a través de la nota en una escala de 0  a 10 dada a la “satisfacción con sus relaciones actuales con su marido/pareja".  Este indicador, de carácter muy general y subjetivo, se ha evidenciado como  satisfactorio y consistente con los resultados que se obtienen de otras escalas  más complejas y que incluyen tanto evaluaciones subjetivas como aspectos relacionales  (Touliatos et al., 1990; Glenn, 1990; Gelles, 1995). Para medir el riesgo de  ruptura, considerado sólo en la encuesta de 2003, se utilizaron las respuestas  dadas a las preguntas: «En ocasiones, al calor de las discusiones, los sentimientos  y expresiones se extreman; ¿con que frecuencia ha considerado, mentalmente pero  sin decirlo, terminar su matrimonio/relación? y ¿Con qué frecuencia han hablado  alguna vez seriamente de terminar su matrimonio/relación?», distinguiéndose  cinco opciones de respuesta desde nunca a muchas veces. Estos indicadores han  sido ampliamente utilizados en la investigación americana y han sido validados  reiteradamente como indicadores de riesgo de ruptura conyugal (Touliatos et al.,  1990). 
                                    Estrategia analítica 
                                      Más  allá de presentar algunos resultados descriptivos y como quiera que lo que se  desea estudiar son los efectos del reparto desigual del trabajo doméstico sobre  la satisfacción con el proyecto de vida en común y el riesgo de ruptura que potencialmente  puede tener en el contexto del «nuevo pacto conyugal», y dadas las características  de las variables independientes, se han realizado, tras distintas pruebas, dos  tipos de análisis multivariables. Por un lado, se ha optado por realizar un análisis  de regresión lineal ordinaria poniendo en relación la satisfacción conyugal con  las variables independientes consideradas. Por otro lado, dada la distribución  de frecuencias de los indicadores de riesgo de ruptura, se ha optado por un análisis  de regresión logística binaria para analizar la probabilidad de haber pensado,  por una parte, y haber hablado, por otra, de ruptura al menos alguna vez entre  la probabilidad de no haberlo hecho nunca. 
                                    Resultados 
                                      Al  hilo de la emergencia del «nuevo pacto conyugal», los términos del reparto del  trabajo doméstico, el quien hace que cosas y con qué frecuencia, han pasado a  constituir una dimensión de la relación de pareja cada vez más relevante. En  primer lugar, es cada vez más fuente de conflicto entre los cónyuges por este  motivo y sus términos afectan de forma importante a la satisfacción con el  proyecto de vida en común y a su viabilidad en el tiempo. Veámoslo con más detalle. 
                                    El reparto del  trabajo doméstico como fuente de conflicto conyugal 
                                      En  efecto, entre 1995 y 2003 la proporción de familias en las que se discutía con  mucha o bastante frecuencia sobre el reparto del trabajo doméstico ha pasado del  17 al 23%, de forma que ya en una de cada cuatro familias «jóvenes» se discute  con cierta frecuencia sobre el particular. En la encuesta de 2000, en la que también  se preguntó sobre el particular, si bien con otras opciones de respuesta, los resultados  apuntan en la misma dirección, pues en una de cada tres parejas menores de 65 años  se discutía al menos de vez en cuando sobre estos temas. 
                                     
                                      Este  aumento de la discusión entre los cónyuges sobre los términos del reparto de las  responsabilidades familiares y domesticas no se ha limitado a las generaciones más  jóvenes, portadoras supuestamente de modelos de rol más igualitarios, sino que,  como puede observarse en el grafico 1, se ha extendido también entre las  parejas que se encuentran en fases más avanzadas del ciclo familiar. El  cuestionamiento del reparto tradicional de los roles dentro del espacio  domestico no es, por tanto, un fenómeno generacional, sino que, como la  incorporación al mercado de trabajo de las mujeres, también incluye una  dimensión de cambio social al trascender a las nuevas generaciones para incluir  también a las generaciones algo más mayores, si bien en las familias con  cónyuges de más edad (por encima de los 45 años aproximadamente) este tipo de  conflictos son infrecuentes.									   
                                    Grafico 1     Porcentaje  de cónyuges que discuten con frecuencia (mucha o bastante) sobre el reparto del  trabajo doméstico, 1995 y 2003 
                                      
                                      
                                    Fuente: G. Meil, Encuesta a nuevas familias en  nuevos municipios. 
                                      Universidad Autónoma de Madrid, 1995 y 2003 
                           
                                      Las  situaciones en las que con mayor frecuencia se da este tipo de conflicto no son  cuando la mujer se ha incorporado al mercado de trabajo, o en aquellas en las  que hay una sobrecarga de trabajo bien por el número de hijos o la fase del ciclo  familiar que se atraviesa, sino cuando los cónyuges varones no contribuyen  «suficientemente», a juicio de la mujer, en el trabajo doméstico y en el  cuidado de los niños. Así, la proporción de parejas que discuten con frecuencia  sobre el reparto del trabajo doméstico se duplica entre las parejas con un modelo  de reparto tradicional frente a aquellas con un modelo cuasi-igualitario (14% frente  a 26%).Yesque, por una parte, la mayor participación del varón se da cuando la  mujer trabaja (Meii, 1999; Duran, 1998), pero también, incluso aunque la mujer  no tenga un trabajo remunerado, se considera ampliamente (Meii, 2003) que el varón  debería contribuir en las tareas rutinarias y compartir el cuidado y atención  de los hijos. 
                                    Los efectos del desigual  reparto del trabajo doméstico sobre la satisfacción conyugal  
                                      El  reparto desigual de responsabilidades y los eventuales conflictos que esto  puede generar no tienen por qué traducirse automáticamente en insatisfacción  con la relación conyugal por parte de la mujer. La satisfacción o falta de ella  con el proyecto de vida en común con otra persona es una evaluación muy general  en la que intervienen multitud de factores y dimensiones. Además, las  mediaciones que existen entre satisfacción conyugal y reparto desigual del  trabajo doméstico son muchas: este puede ser aceptado como válido y, por tanto.  no generar ni conflicto ni Insatisfacción, bien porque hay una identificación implícita  o explícita con modelos tradicionales de división del trabajo doméstico, bien  porque se producen «compensaciones» en otros ámbitos (duración de la Jornada de  trabajo del cónyuge, estatus social, ingresos, etc.) que hacen que se juzgue  satisfactorio. bien por resignación, bien porque simplemente no se cuestiona y,  en palabras de varias entrevistadas, se aceptan «las cosas como son» o -porque  ya ayuda bastante», aunque el modelo ideal con el que se identifiquen no sea el  del reparto desigual. Por otro lado, la existencia de desavenencias en este ámbito  puede tener un carácter más expresivo en situaciones de sobrecarga que un  cuestionamiento de los términos de la relación de la pareja. 
                                     
                                      A  pesar de todas estas mediaciones, y como puede observarse en la tabla 1, aunque  la satisfacción con la vida conyugal depende de multitud de factores, el grado  de participación de los cónyuges varones en el trabajo doméstico, tanto en las  tareas domésticas rutinarias como en el cuidado de los niños, afecta en  apreciable medida a dicha satisfacción, en el sentido de a mayor participación,  mayor satisfacción referida por las mujeres. Esta incidencia negativa se  manifiesta además muy consistente, no sólo por los niveles de significación estadística  que presentan los indicadores considerados, controlados los efectos de otras variables  relevantes, sino porque se ven confirmados tanto en la encuesta de 1995 como en  la encuesta de 2003, así como en la encuesta del año 2000 referida más arriba y  cuyos resultados no se presentan. De hecho, este factor, junto con la  conflictividad de pareja, aparece como uno de los factores sociales mis relevantes  que condicionan el grado de satisfacción conyugal. 
                                     
                                      Pero,  además del tipo de reparto de! trabajo doméstico, la conflictividad que ello  puede generar también influye de forma negativa sobre la satisfacción conyugal,  si bien una vez controlado el grado de satisfacción de la mujer con el reparto  del trabajo doméstico dicha relación negativa desaparece, como puede observarse  si se comparan los datos de 1995 y 2003 (en 1995 no se preguntó por el grado de  satisfacción con los términos del reparto). Es decir, si se acepta el reparto  desigual, aunque en ocasiones se cuestione, las desavenencias puntuales en este  terreno no se traducen en una menor satisfacción conyugal. Sin embargo, si no  se acepta el reparto existente como válido, su incidencia es negativa y tiene además  una influencia importante, haya conflicto más o menos frecuente o no lo haya.  La insatisfacción con el reparto del trabajo doméstico se traduce en una menor  satisfacción conyugal, cualesquiera que sean los términos del reparto. Respecto  a hace una década, no resulta evidente, sin embargo, que el peso de la conflictividad  conyugal sobre el reparto del trabajo doméstico en la satisfacción conyugal  haya aumentado como consecuencia de la extensión del «nuevo pacto  conyugal". 
                                    Tabla 1 Factores condicionantes del grado de satisfacción  con la vida conyugal. 
                                    
                                      
                                        
                                           
                                            Coeficientes    beta que miden el peso de cada una de las variables  | 
                                          1995  | 
                                          2003  | 
                                         
                                        
                                          Nivel    de estudios de la mujer  | 
                                          -0,058  | 
                                          -0,043  | 
                                         
                                        
                                          Número    de hijos  | 
                                          0,051  | 
                                          0,062  | 
                                         
                                        
                                          Fase    del ciclo familiar: 
                                            Hijo    mayor menos de 13 años 
                                            Hijo    mayor de 13 a 18 años 
                                            Hijo    mayor de más de 18 años  | 
                                            
                                              referencia 
                                                -0,058 
                                                -0,225'"  | 
                                            
                                              Referencia 
                                                -0,017 
                                                -0,023  | 
                                         
                                        
                                            
                                                
                                            Ideología    de rol.  | 
                                          acuerdo    con la mujer debe abandonar el trabajo si ello interfiere en sus obligaciones    domesticas 
                                            -0,069+  | 
                                          identificación    con una familia en la que tanto el hombre como la mujer trabajan fuera de    casa y se reparten las tareas del hogar y del cuidado de niños 
                                            0,082*  | 
                                         
                                        
                                          Mujer    tiene trabajo remunerado  | 
                                          -0,018  | 
                                          -0,084*  | 
                                         
                                        
                                          Participación    del hombre en tareas rutinarias y el cuidado de niños (alfa 0,93)  | 
                                            
                                              0.128**  | 
                                            
                                              0.142**  | 
                                         
                                        
                                          Conflictividad    conyugal (en temas de política, religión,     relaciones con la familia, cuidado de los hijos, modelo educativo.    dinero, uso del tiempo y temas de pareja; alfa 0,74)  | 
                                            
                                              -0,168**  | 
                                            
                                              -0,277**  | 
                                         
                                        
                                          Frecuencia    con la que discuten sobre el reparto del trabajo domestico  | 
                                            
                                              -0,141  | 
                                            
                                              -0.064  | 
                                         
                                        
                                          Grado    de satisfacción con el reparto del trabajo domestico  | 
                                             | 
                                          0.202**  | 
                                         
                                        
                                          N    (número de casos)  | 
                                          588  | 
                                          574  | 
                                         
                                        
                                          Bondad    del ajuste: R2  | 
                                          0,132  | 
                                          0,22  | 
                                         
                                       
                                     
                                    Fuente: G. Meil, Encuesta a nuevas familias en  nuevos municipios, Universidad Autónoma de Madrid. 1995 y 2003 (persona  entrevistada: mujer en pareja con al menos un hijo menor de 13 años residentes  en la corona metropolitana de Madrid). 
                                    Respecto  a las demás variables relevantes del cambio familiar, la ideología de rol  genero también tiene cierto peso, pues tas mujeres portadoras de una ideología más  tradicional tienden a valorar algo más positivamente la relación conyugal,  mientras que las mujeres que se identifican con un modelo igualitario tienden a  ser algo más críticas, pues tienden a esperar, tengan un trabajo remunerado o  no, una mayor participación en el trabajo doméstico de sus cónyuges.  
                                     
                                      La  situación de sobrecarga de trabajo por sí misma, medida por el número de hijos,  la fase del ciclo familiar y el estatus laboral de la mujer, sólo tiene un  efecto muy limitado sobre la satisfacción conyugal y no de forma sistemática,  como ocurre con la participación de los cónyuges varones. En las familias madrileñas  analizadas no hay signo alguno de una evolución de la satisfacción conyugal en  forma de "U- con el ciclo familiar, esto es, de disminución de la satisfacción  a medida que se avanza en el ciclo familiar hasta que los hijos se hacen adultos  y comienzan a abandonar el hogar, tan típica de los Estados Unidos y algunos  otros países industrializados (Gelles, 1995; Meil, 1999; Bradbury et al.,  2000).  
                                     
                                      La  fase del ciclo familiar no influye en la satisfacción conyugal de forma sistemática,  ya se analice sin controlar la incidencia de otros factores o controlando por  otras variables, como es el caso en el modelo analítico de la tabla 1. Sólo  aparece una relación significativa con los datos de 1995 y 2000 y en la fase en  la que los hijos se hacen adultos, esto es, con la crisis de los cincuenta, relación  que no se manifiesta en las demás fuentes de datos de las que disponemos. El número  de hijos, teniéndolos, tampoco aparece sistemáticamente relacionado con la satisfacción  conyugal, ni en sentido positivo ni en sentido negativo. El trabajo extra  doméstico de la mujer, que ha sido asociado en ocasiones con una menor satisfacción  conyugal y un mayor riesgo de ruptura (White, 1991), tampoco aparece sistemáticamente  asociado con una menor satisfacción, si bien en la encuesta de 2003 está  asociado con una postura más crítica por parte  de la mujer. 
                                     
                                      Hasta  el presente sólo se ha tenido en cuenta la evaluación de la relación conyugal  por parte de las mujeres, que no tiene por qué coincidir con la de los hombres.  Estos tienden a evaluar la relación en términos más positivos que las mujeres  (Meil, 1999) y, como puede verse en la tabla 2, sólo el índice de conflictividad  conyugal afecta de forma estadísticamente significativa y en sentido negativo la  relación conyugal. Todas las demás variables que recogen el cambio en los roles  de género no afectan a la evaluación de los varones, esto es, ni el cambio en  la ideología de rol de genero de las mujeres, ni su incorporación al mercado de  trabajo, ni la mayor participación en el trabajo doméstico de los propios  varones amenazan estructuralmente su satisfacción con el proyecto de vida en común.  
                                     
                                      El  “nuevo pacto conyugal”, a pesar de los profundos cambios estructurales que conlleva,  no parece haber amenazado ni el atractivo ni la satisfacción con los proyectos  de vida en común tal como están materializados. En el caso de las mujeres, por  el contrario, cuando se abandona el modelo de rol tradicional, sólo cuando y en  la medida en la que se produce una redefinición de los términos del reparto de  responsabilidades domésticas y familiares que se juzga satisfactoria no se ve  comprometida, ceteris paribus, la satisfacción con el proyecto de vida en  común. 
                                    Tabla 2  Análisis  de regresión lineal de factores condicionantes  
                                      del grado de satisfacción conyugal. 
                                    
                                      
                                        
                                           
                                            Coeficientes    beta que miden el peso de cada una de las variables*  | 
                                          Mujeres  | 
                                          Varones  | 
                                         
                                        
                                          Nivel    de estudios de la mujer  | 
                                          -0,098*  | 
                                          -0,023  | 
                                         
                                        
                                          Tiene    hijos frente a no tiene 
                                            Número    de hijos  | 
                                          0,009 
                                            -0,057  | 
                                          -0,157+ 
                                            -0,033  | 
                                         
                                        
                                          Fase    del ciclo familiar 
                                            Hijo    mayor menos de 13 años 
                                            Hijo    mayor de 13 a 18 años 
                                            Hijo    mayor más de 18 años 
                                            Hijo    mayor emancipado  | 
                                            
                                              Referencia 
                                                -0,013 
                                                -0,118 
                                                0,036  | 
                                            
                                              Referencia 
                                                0,088 
                                                0,123 
                                                0.025  | 
                                         
                                        
                                          Ideología    de rol, identificación con una familia en la que tanto el hombre como la    mujer trabajan fuera de casa y se reparten las tareas del hogar y del cuidado    de niños  | 
                                          -0,082*  | 
                                          0,093  | 
                                         
                                        
                                          Entrevistado/a    tiene trabajo remunerado  | 
                                          -0,106*  | 
                                          0,043  | 
                                         
                                        
                                          Indice    de conflictividad conyugal  | 
                                          -0,380***  | 
                                          -0,277***  | 
                                         
                                        
                                          Frecuencia    con la que discuten sobre el reparto del trabajo domestico  | 
                                          -0,108*  | 
                                          -0.087  | 
                                         
                                        
                                          Grado    de satisfacción con el reparto del trabajo domestico  | 
                                          No    medido  | 
                                          No    medido  | 
                                         
                                        
                                          Participación    del hombre en tareas rutinarias y cuidado de los niños 
                                            Tradicional 
                                            Colaborador 
                                            Cuasi-igualitario  | 
                                            
                                              Referencia 
                                                0.156** 
                                                0.185**  | 
                                            
                                              Referencia 
                                                -0,091 
                                                0,048  | 
                                         
                                        
                                          Cónyuge    tiene trabajo remunerado  | 
                                          0,086+  | 
                                          0,009  | 
                                         
                                        
                                          N    (número de casos)  | 
                                          477  | 
                                          251  | 
                                         
                                        
                                          Bondad    del ajuste: R2  | 
                                          0,23  | 
                                          0,18  | 
                                         
                                       
                                     
                                    Fuente  G.  Meil, Encuesta sobre solidaridad familiar en la Comunidad de Madrid, 2000  (submuestra población en pareja menor de 65 años). 
                                    Reparto desigual  y riesgo de ruptura 
                                      La  mayor o menor satisfacción con el proyecto de vida en común no tiene por qué  traducirse necesariamente en un menor o mayor riesgo de ruptura de la relación.  Como señalan Bradbury et al. (2000: 973), una relación satisfactoria para los  propios actores no tiene por qué caracterizarse por la ausencia de aspectos  insatisfactorios. Sin embargo, la ausencia de satisfacción y los factores que  hemos analizado que la condicionan afectan también al riesgo de ruptura. En la tabla  3 se han recogido los resultados del análisis de regresión logística de los  efectos de la emergencia del «nuevo pacto conyugal» en sus distintas  dimensiones sobre dicho riesgo. 
                                     
                                      Como  puede observarse, la evaluación subjetiva sobre la «calidad de la relación",  medida con el índice de satisfacción global que hemos manejado y el índice de conflicto  de pareja, son factores claramente asociados y con un peso importante en el  riesgo de ruptura. A mayor conflictividad y a menor satisfacción conyugal,  mayor es el riesgo de ruptura, medido tanto por pensar con alguna frecuencia  sobre el particular como (con menor intensidad) por haber hablado seriamente alguna  vez al menos de terminar la relación.  
                                      Pero,  más allá de estos indicadores que recogen multitud de dimensiones de las  relaciones de pareja, los términos del reparto del trabajo doméstico y su aceptación  o no aparecen también como factores de riesgo de ruptura. En efecto, las  parejas que tienen un modelo de reparto cuasi-igualitario presentan un riesgo  de ruptura que es la mitad del que tienen las parejas con un reparto de tipo tradicional,  medido tanto en términos de pensamientos como de conversaciones sobre la posibilidad  de romper la relación. En las parejas con un modelo de tipo colaborador no  puede afirmarse lo mismo, pues la variabilidad de las circunstancias hace que no  se pueda afirmar con suficiente nivel de confianza el que tengan menor riesgo  de ruptura.  
                                     
                                      El  que haya un reparto desigual, sin embargo, no implica mayor riesgo de ruptura  si el orden doméstico es aceptado por la mujer como válido. Pero si el orden  doméstico está puesto en cuestión, a mayor conflictividad sobre el particular,  mayor riesgo de tener pensamientos de ruptura de la relación, y entre quienes  han hablado sobre ello se encuentran sobre representados los que tienen también  conflictos por el reparto del trabajo doméstico. 
                                      Otros  indicadores del «nuevo pacto conyugal», como son la ideología de rol y el  trabajo extra doméstico de la mujer, que hemos visto están asociados con una evaluación  más crítica de la relación, no se encuentran, sin embargo, asociados por sí  mismos con un mayor riesgo de ruptura. Son los términos del reparto del trabajo  doméstico, su aceptación o no, su cuestionamiento o no y su alcance, los  factores que más claramente están asociados con el riesgo de ruptura. Además de  estos factores, hay que señalar que aparecen también como factores de riesgo el  número de hijos y el desempleo, que son típicos factores de estrés en las relaciones  conyugales y se encuentran tras muchos de los problemas que afectan a las  parejas y a las familias. 
                                    Tabla 3  Análisis  de regresión logística de los factores  
                                      condicionantes del riesgo de ruptura de la unión. 
                                    
                                      
                                        
                                           
                                            Razón    de probabilidades estimadas  | 
                                          Haber    pensado en la ruptural  | 
                                          Haber    hablado de la ruptura  | 
                                         
                                        
                                          Número    de hijos  | 
                                          1,348-  | 
                                          1,323*  | 
                                         
                                        
                                          Fase    del ciclo familiar (edad del hijo menor)  | 
                                          1,036  | 
                                          1,033  | 
                                         
                                        
                                          Nivel    estudios mujer  | 
                                          0.986  | 
                                          1.022  | 
                                         
                                        
                                          Modelo    ideal de rol de la mujer  
                                            Tradicional 
                                            Semilradrcional 
                                            Simétrico  | 
                                            
                                              1 
                                                0,739 
                                                1,006  | 
                                            
                                              1 
                                                0,502 
                                                1.195  | 
                                         
                                        
                                          Reparto    de las tareas domésticas y del cuidado de los niños 
                                            Tradicional 
                                            Colaborador 
                                            Cuasi-igualitario  | 
                                            
                                              1 
                                                0,680 
                                                0,496*  | 
                                            
                                              1 
                                                0,736 
                                                0,508*  | 
                                         
                                        
                                          Estatus    laboral de la mujer 
                                            Empleada 
                                            Desempleada 
                                            Sus    labores  | 
                                            
                                              1 
                                                1,936* 
                                                0,738  | 
                                            
                                              1 
                                                1,905** 
                                                0,729  | 
                                         
                                        
                                          Índice    de conflictividad conyugal  | 
                                          1,126**  | 
                                          1,088**  | 
                                         
                                        
                                          Grado    de satisfacción con la relación de pareja  | 
                                          0,718**  | 
                                          0,825*  | 
                                         
                                        
                                          Discusión    sobre el reparto de las tareas domésticas  | 
                                          1,320*  | 
                                          1,704**  | 
                                         
                                        
                                          Satisfacción    con el reparto de tareas y cuidado de los niños  | 
                                          0,694*  | 
                                          1,067  | 
                                         
                                        
                                          Bondad    del ajuste 
                                            Predicción    y = 0 
                                            Predicción    y = 1 
                                            Total  | 
                                            
                                              69 
                                                75 
                                                73  | 
                                            
                                              85 
                                                49 
                                                71  | 
                                         
                                       
                                     
                                    Fuente: G. Meil. Encuesta a nuevas familias en  nuevos municipios, Universidad Autónoma de Madrid, 2003 (persona entrevistada:  mujer en pareja con al menos un hijo menor de 13 años residente en la corona  metropolitana de Madrid). 
                                    Conclusiones 
                                      La  vida familiar está conociendo un profundo proceso de transformación en dirección  hacia lo que se conoce como «familia negociadora", en el que todas las  dimensiones de la convivencia están dejando de estar socialmente definidas de  una forma estrecha y pasan a formar parte de un proceso de negociación continua  entre los miembros de la pareja, en un contexto en el que los recursos diferenciales  de poder tienden a igualarse y a superarse la tradicional dependencia económica,  social y cultural de la mujer.  
                                     
                                      La  negociación del reparto de responsabilidades económicas y domésticas ha dado lugar  a situaciones muy desiguales, caracterizadas por una incorporación muy  extendida de las mujeres en pareja al trabajo remunerado y una incorporación  muy limitada de los varones en pareja al trabajo no remunerado, en un contexto  en el que el modelo social dominante tiende a ser el de «una familia en la que  tanto el hombre como la mujer trabajan fuera de casa y se reparten las tareas  del hogar y el cuidado de los hijos». Consecuencia de ello ha sido que durante  la última década ha aumentado la conflictividad conyugal en torno al reparto  del trabajo doméstico. Este aumento de la conflictividad en las parejas en las  que el hombre no colabora suficientemente a juicio de la mujer no es, además, sólo  un fenómeno generacional, sino que también se ha dado entre las generaciones de  edades intermedias, si bien entre las más mayores ya no se discute de estas  cosas. 
                                     
                                      El  reparto desigual del trabajo doméstico, así como la conflictividad que puede  generar, contribuyen negativamente a la satisfacción con el proyecto conyugal.  Los resultados evidencian que a mayor participación del hombre en el reparto del  trabajo doméstico y a mayor satisfacción de la mujer con los términos del  mismo, mayor satisfacción conyugal se manifiesta por parte de las mujeres. Los  cambios en los modelos de rol de género de las mujeres, su incorporación al  trabajo remunerado y la mayor participación de los varones en el trabajo doméstico,  por sí mismos, no han generado, por el contrario, una menor satisfacción conyugal  por parte de los hombres. Sólo la conflictividad conyugal, entre la que se  encuentra la conflictividad por el reparto del trabajo doméstico, afecta  negativamente a la satisfacción del hombre con el proyecto de vida en común. 
                                     
                                      Tanto  el reparto desigual del trabajo doméstico como la conflictividad que ello  genera, bien directamente, bien por interactuar con otras dimensiones de conflicto  en el seno de la pareja, contribuyen en apreciable medida a aumentar el riesgo  de ruptura conyugal. Este, medido tanto por la probabilidad de pensar en la  ruptura como por la probabilidad de haber hablado seriamente sobre el  particular, es mayor cuando la mujer no está satisfecha con los términos del  reparto y se reduce a la mitad cuando el modelo de reparto es cuasi-igualitario.  
                                     
                                      No  se trata tanto de que la insatisfacción con los términos del reparto del  trabajo doméstico sea la causa de la ruptura conyugal como del hecho de que  forma parte de un cuadro mucho más amplio de circunstancias que propician la  ruptura, y en este cuadro no juega un papel menor. Qué factores y en qué medida  interactúan para precipitar la ruptura es una dimensión de la realidad familiar  que requiere de una investigación más en profundidad. 
                                    Referencias  Bibliográficas 
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                                    *  Este trabajo ha sido posible gracias a la financiación recibida del Ministerio  de Ciencia y Tecnología, proyecto BS02001 -0161  agradeciendo el autor la confianza en él  depositada. 
                                    Revista  Española de Investigaciones Sociológicas 111/05 
                                    Universidad Autónoma de Madrid 
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