Dirigido  por Josep Miró i Ardèvol. 
                                    Director  del CIDE-INCAS. 
                                    Con  la colaboración de: Jordi Garcia y Carme Català 
                                    
                                    Instituciones sociales  e institucionalización. 
                                      Es  necesario señalar la diferencia entre las instituciones y su  institucionalización. 
                                      Institución  designa la disponibilidad de una serie de atributos, características y  misiones. La institucionalización es el reconocimiento legal de las mismas. La  institucionalización como instituciones insustituibles socialmente valiosas de  aquello que no participa de esta naturaleza constituye un grave error político  y cultural con repercusiones sobre el buen funcionamiento de la sociedad y su  economía. 
                                      Las  instituciones se caracterizan por: 
                                     
                                      1.  Una estructura social estable. 
                                      a.  ordena las actividades de los individuos conforme a unos modelos de  organización... 
                                      b.  y en función de unos objetivos. 
                                      2.  Constituye un conjunto de normas interrelacionadas que definen los roles y los  estatus de los miembros del grupo. 
                                      3.  Existen para asegurar el cumplimiento y control de determinadas funciones y  finalidades. 
                                      4.  Controlan los comportamientos. 
                                      5.  Hacen posible la cohesión social. 
                                      El  matrimonio y su consecuencia, la paternidad y la maternidad, así como la  relación ascendente, la filiación en su función insustituible y socialmente  necesaria debe ser necesariamente una estructura estable y, por lo tanto,  sujeto a unas normas dirigidas a: 
                                      a.  Propiciar la estabilidad. Si las normas no empujan en esta dirección, la  institución tambalea, peor todavía si lo hacen en sentido contrario. En estos  casos la institución pierde uno de sus atributos necesarios, deja en parte de  ser ella misma y, como resultado, no cumple bien su finalidad. La estabilidad  debería guardar relación con el periodo educativo de la descendencia para  cumplir con su función. La compañía y el cuidado mutuo, especialmente en la  vejez, determinaría su completo cumplimiento. 
                                      b.  El modelo de organización se ajusta al cumplimiento de su función y fin: tener  hijos y educarlos. De aquí surgen los impedimentos básicos del matrimonio: 
                                      Ser  la unión de un hombre y una mujer sin lo cual la descendencia no es posible ni  tampoco su educación natural. 
                                      Tener  una determinada edad; la que culturalmente se considera dotada de la madurez  sexual y afectiva adecuada para el ejercicio de la maternidad y paternidad. La  sociedad española desvinculada lleva legal y vitalmente este parámetro a extremos  irreconocibles: la edad de emancipación sexual se logra a los 14 años, pero se  considera un gravísimo inconveniente ser madre a edades tan juveniles. Por otro  lado, la edad media de la primera maternidad se sitúa ya por encima de los 30  años. Más de una generación separa el tiempo de la emancipación de la  maternidad efectiva. Esta disfunción tiene notables patologías como el  crecimiento del aborto y de las enfermedades de transmisión sexual. Por un lado  legalmente –es obvio que también culturalmente– se promueven las relaciones  sexuales a unas edades donde científicamente la persona no ha logrado una  madurez responsable, como lo constatan todas las otras limitaciones legales:  beber alcohol, conducir automóviles, o votar, que exigen una edad de 18 años. También  se hace evidente en el trato penal para los delitos que pueda cometer. Ahora  bien, desde el punto de vista de la relación sexual es plenamente libre y los  padres nada pueden hacer si ya tiene 14 años. ¿Es que se necesita menos  responsabilidad y madurez para engendrar un hijo que para votar? Además, es  socialmente contradictorio una edad tan temprana de emancipación y un periodo  sin hijos tan largo, cuando el problema central es la implosión demográfica.  Retrasar la emancipación y adelantar la edad de ser madre generaría beneficios  personales y sociales. 
                                     
                                      No  estar afectados por un grado de consanguinidad que pueda dañar la descendencia. 
                                      Y  finalmente, en el contexto del modelo occidental, ser una pareja. Esta es, en  orden a la finalidad primigenia, la limitación más discutible en términos  objetivos, como lo constata la gran extensión del matrimonio islámico. Esta  institución establece que un hombre constituye varias familias en base a  contraer matrimonio con mujeres diferentes, que generalmente, pero no siempre,  comparten un mismo hogar. La poligamia está penada en la legislación  occidental, pero esta limitación jurídica soporta mal la grave alteración que  ha introducido el matrimonio entre personas del mismo sexo, que altera de una  manera radical la finalidad y, por lo tanto, la naturaleza del matrimonio,  mucho más que la poligamia. 
                                      c.  La descendencia establece los roles singulares y no intercambiables de  padre-madre–hijos-hermanos. Los vínculos característicos de estos roles y los  estatus que determinan son la fidelidad y la acogida mutua (hombre–mujer) la  patria potestad (padre/madre-hijos), la obediencia y el cuidado  (hijos-padre/madre), y la fraternidad (entre hermanos). En la medida en que  estos roles son modificados hasta hacerse irreconocibles, la institución se ve  impedida para ejercer sus funciones. Deja de ser una estructura constructora de  la sociedad, sin que ninguna otra la supla. Esta incapacidad se manifiesta por  la multiplicidad de disfunciones y patologías sociales que aparecen. Se  difumina el control de los comportamientos y con ellos de la cohesión social. 
                                      d.  Controla el comportamiento de sus miembros en aquello que guarda relación con  el cumplimiento de los fines de la institución: la fidelidad con objeto de  concentrar las relaciones sexuales en el seno de la institución y no generar un  sistema caótico de relaciones paterno y materno filiales. Encarrila y educa el  impulso sexual para atenuar el conflicto del diferente comportamiento sexual  del hombre y la mujer. La atención material y moral de los hijos para hacer  posible la educación. La obediencia sin la cual la educación no es posible. La  fraternidad, necesaria para la educación y la socialización. Sin estos  comportamientos, la función cohesionadora de la institución se desvanece. 
                                      e.  Otorga estatutos y roles en el seno de la familia, adecuados a aquellas  funciones, más o menos flexibles en función de las necesidades del periodo  histórico, pero siempre claramente identificables. Por ejemplo, la asunción de  un rol fraternal por parte del padre, o convertir el sistema familiar, en  último término jerárquico hasta la madurez de los hijos, en un sistema de  debate y negociación permanente, impide el logro de los estatus y la  realización de los roles, minimizando así la capacidad de socialización. 
                                      Sobre  la estructura primaria del matrimonio, la paternidad y maternidad, la filiación  y fraternidad, el parentesco y su expresión a lo largo del tiempo, la dinastía  o linaje, se generan y se ordenan las otras instituciones sociales valiosas e  insustituibles. Son las infraestructuras sociales sobre las que se asienta el  buen funcionamiento de la sociedad y del sistema económico. Son previas al  Estado e independientes de él. El Estado español, la Generalitat, podrían  desaparecer y ellas continuarían preservando la memoria y los valores, educando  y creando sociedad. Así ha sido muchas veces a lo largo del tiempo. 
                                     
                                      Estas  otras instituciones básicas pertenecen a un segundo orden. Comparten con las  primeras que son insustituibles, independientes del Estado y previas a él, pero  no están tan vinculadas, ni son generadoras de descendencia. Se trata de la  escuela, las confesiones religiosas, la comunidad de trabajo que hoy denominamos  empresa, la comunidad de vida: el barrio, pueblo, ciudad; la comunidad  nacional. 
                                      Y  todavía hay un tercer tipo de instituciones socialmente valiosas, pero mucho  más vinculadas a la dimensión estatal, a sus incidencias e intervenciones,  buena parte son intercambiables y generalmente de libre adscripción. Son las  asociaciones de toda clase. 
                                      El  Estado no puede tener la pretensión de actuar sobre la naturaleza de las  instituciones de primero y segundo orden y transformarlas porque su origen y  desarrollo no está en las leyes parlamentarias sino en la historia, la  tradición, el derecho natural y el derecho consuetudinario. No se puede  pretender alterar por ley una institucionalización que no ha nacido del Estado  sin que el conjunto de la sociedad se resienta. Las intervenciones sobre ellas  deben ser abordadas con prudencia histórica y muy elevado consenso social y  político. 
                                     
                                      Las  experiencias históricas de modificar las instituciones insustituibles  socialmente valiosas, han acabado todas con grandes daños ocasionados a la  sociedad y a las personas. Pero de todas ellas, la alteración menos ensayada y  la más peligrosa, porque está en el fundamento de la sociedad, es la que afecta  al matrimonio y la familia, la paternidad y maternidad y, por extensión al  parentesco y el linaje. Precisamente aquellas que se están produciendo en  España. 
                                    La dimensión económica  de la familia. 
                                      En  el libro colectivo mencionado (26), Harold James, profesor de Historia en  Princeton, reflexiona sobre el papel económico de la familia. Observa que se ha  prestado demasiada atención a la interacción entre el Estado y los mercados, pero  relativamente poca al impacto de la familia en la economía, no únicamente como  fuente de estabilidad, sino también de dinamismo, creatividad e innovación. Una  mirada a la historia económica y a la situación de muchos países de hoy, revela  precisamente la importancia de los negocios familiares. Más de las tres cuartas  partes de las empresas registradas en el mundo industrializado son negocios  familiares y, en Europa, algunas de estas incluyen empresas verdaderamente  grandes. Sólo hay que poner atención a la enorme distancia que separa la  atención sobre la legislación que afecta a la empresa familiar y la  indiferencia y superficialidad con que se tratan las causas que la hacen  posible, esto es, el matrimonio, la filiación y el parentesco y la dinastía, como  si unas y otras no tuvieran nada que ver. 
                                     
                                      Los  efectos económicos de estas instituciones van mucho más allá de las empresas  familiares porque afectan al conjunto del funcionamiento de la vida económica. 
                                      Es  evidente que la voluntad de tener hijos mengua a partir del momento en que se  dispone de un sistema público de pensiones, y también de un sistema financiero  que hace posible la comercialización eficaz de los bienes inmuebles. En  términos de decisión económica, los hijos ya no son tanto una inversión para la  vejez como un gasto. La satisfacción en términos económicos, provendría en una  interpretación marginalista, de su papel como bienes de consumo que aportan  beneficios más bien de carácter psicológico. Esta concepción no debe ser  minusvalorada en nombre de una idea normativa del amor matrimonial y filial,  sobre todo a partir del momento en que los marcos referenciales dentro de los  cuales se adoptan decisiones están plenamente influidos por la ideología de la  desvinculación y, consecuentemente, por una orientación del materialismo  práctico. El número de hijos decrece y se retrasa porque son tratados en muchos  casos como un producto de consumo que aporta beneficios diversos en orden a la  propia realización, y que, por lo tanto, deben competir con otras ofertas,  desde la segunda residencia a las vacaciones exóticas, o simplemente un  estándar de consumo incompatible con la descendencia. Pero todo y aceptando su  utilidad explicativa, resulta excesivamente simple. De hecho, nos dice que un  individuo ata su libertad a una función de utilidad y tan sólo a ella.  Naturalmente no es así. En este sentido, y como plantea Rubio de Urquía (1990)  hay dos funciones más que actúan: una formada por el sistema de valores y  creencias, tradición y legislación, y una segunda, que es la inserción de la  libertad de elección de cada persona, condicionada pero nunca predeterminada,  por la utilidad marginal y por el sistema de creencias. Esto explica que dos  mujeres con niveles de renta iguales deciden no tener ningún hijo una, mientras  la otra opta por tener seis o, también como se puede constatar en Europa, cómo  las ayudas y leyes favorables al matrimonio y la familia, incentivan la  descendencia pero no con la misma intensidad en todos los países. 
                                     
                                      Pero  tan importante como la función económica “ad intra”, lo es la incidencia del  matrimonio y la familia sobre el conjunto del sistema. Se da una estrecha  relación entre el dinamismo económico y empresarial, la inversión a largo plazo  y la capacidad de emprender proyectos importantes, la disponibilidad de ahorros  para financiarlos, lo que implica un cierto grado de frugalidad, al menos  relativa, y el pago puntual. Naturalmente como no se trata de un proceso  “mágico” la razón de estas virtudes económicas no está en el nombre de la cosa,  es decir a qué llamemos “matrimonio”, sino en la capacidad de la institución  que designamos con este nombre para desarrollar determinadas funciones y  generar un determinado sistema de valores. No es suficiente que se califique de  familia a un vínculo inestable e insostenible, que no tiene voluntad o  capacidad de generar dinastía, y no está construido sobre un sistema de valores  que hace supeditar la propia satisfacción a un grado variable de generosidad.  La nueva idea del divorcio español conlleva emparejada una reflexión. ¿Cómo  podríamos hacer negocios si la ley no hiciera distinciones entre aquellos que  guardan los términos de un contrato y aquellos que no lo hacen? Sencillamente  no podríamos. 
                                      J.  A. Garcia Duran (27) constata citando a Irving Fisher, un economista básico por  su interpretación de la economía de Estados Unidos, que el dinamismo económico  de una sociedad depende del horizonte temporal de sus decisiones. Cuanto mayor  sea este, mayor será el ahorro, menor el tipo de interés y mayor la inversión  en I+D y la inversión de capital. Es evidente que quien conciba un negocio en  función de la descendencia -el sentido dinástico- aplicará recursos a  actividades que, como la investigación, necesitan largos periodos de  maduración. Las empresas que cotizan en bolsa serán recompensadas si hacen  investigación en el marco de una sociedad acostumbrada a valorar el largo  plazo. Es poco creíble que en una cultura donde acabe predominando el sentido  de la inmediatez y la satisfacción del deseo pueda tener demasiado futuro la  inversión en ciencia y tecnología, mientras que la construcción, la  especulación financiera, en el mejor sentido del término, y el consumo sí  estarían a la orden del día. Para que exista una cultura del largo plazo en una  economía de mercado es necesaria la existencia de una concepción dinástica; es  decir, la proyección de la familia a lo largo del tiempo por la vía de la  descendencia. Marshall ya constató la importancia de la familia numerosa en la  formación de emprendedores: los hijos aprendían a competir por la preferencia  de sus padres. La experiencia catalana es, en este sentido, paradigmática: el  mantenimiento de la primogenitura por la vía del “hereu”, propició la  revolución industrial de las manos de los “cabalers” que tuvieron que abandonar  la casa paterna para buscar nuevas formas de ganancia. Pero en una sociedad  antinatalista, sin definición clara de la paternidad y maternidad, hasta el  extremo de que legalmente la nueva figura es la indeterminada de progenitores,  “A” y “B” , donde la perspectiva del contrato en un asunto en principio tan  importante como es el casarse, queda reducida a nada, ¿qué cultura empresarial  se desarrollará? 
                                     
                                      Cuando  se habla de la capacidad competitiva de China, casi nunca se menciona su fuerte  conciencia familiar y dinástica, ni el hecho de que por una imposición del  Estado, tenga en su desequilibrada estructura demográfica (el hijo único  impuesto ha tenido como consecuencia una elevada eliminación de los bebés  hembra), la peor amenaza para su estabilidad económica y social a largo plazo.  Esta concepción dinástica también es propia de otro país emergente de grandes  dimensiones como la India y, de hecho, es común a los denominados “tigres  asiáticos” circunstancia que comparten con el único “tigre” de Europa, el  céltico. Y es precisamente Irlanda quien presenta la tasa de natalidad más  elevada de la UE-25. 
                                      José  Antonio García Durán, nos proporciona un buen análisis de la cuestión: citando  a Kosai, Saito y Yashiro (28) hace referencia al hecho de que la reducción de  la fecundidad en Japón, por debajo de los 2 hijos por mujer, ha llevado a una  reducción de la tasa de progreso técnico desde 1975. Algo parecido ha pasado  con Francia, Gran Bretaña y Alemania que han visto disminuir aquella tasa del  2% al 0,5%. La afirmación es que el crecimiento de la población determina la  tasa de progreso técnico. Las razones fundamentales son que sin crecimiento de  la población es muy difícil que aumente el número absoluto de personas con  capacidad creativa, dado que el progreso técnico se debe en buena medida al  aumento del número de este tipo de emprendedor. Otros muchos autores, además de  los anteriormente citados, establecen relaciones entre crecimiento endógeno y  crecimiento de la población: Sauvy, Julen Simon, Kremer, Kuznets, Boserup Reddaway,  y Vandellós entre los catalanes: 
                                     
                                      -El  crecimiento de la población plantea retos que los espíritus más creadores  afrontan (Boserup). 
                                      -Como  su número aumenta dividen el trabajo entre ellos, intercambian ideas, de forma  que encuentran soluciones (Kuznets). 
                                      -Como  los costes de cada invención son los mismos, cualquiera que sea el número de  usuarios, el incremento de estos permite repartir estos costes fijos entre  mucha más gente, de forma que la productividad de cada invento es mayor  (Arrow). 
                                      -Como  el consumo de conocimiento no es rival, cuántos más se vuelquen en él, mejor  (Grossman). 
                                      -El  crecimiento de la población hace que los no herederos de un lugar hayan de  crear cosas nuevas (Pierre Villar). 
                                      -En  una población en crecimiento hay más jóvenes, lo que implica más oferta de  nuevas ideas y más demanda de novedades (Reddaway). 
                                      -Los  jóvenes son un canal privilegiado de entrada de tecnología en los hogares. 
                                      -Una  población mayor y creciente permite que la cantera de donde deben salir los  espíritus creativos sea más amplia. Marshall señaló que en las familias  numerosas del s.XIX, donde se compite por el afecto de los padres y se aprende  generosidad, es donde se forjó la amplia oferta de empresarios de aquel siglo. 
                                      -Fisher  subrayó también los enormes efectos positivos sobre el crecimiento de la  perspectiva dinástica de las familias amplias. 
                                      -En  el caso de Cataluña, Vandellós, ya en los años treinta, se preocupó por este  tipo de problemas. 
                                      La  capacidad creativa en el ámbito tecnológico afecta a unos porcentajes determinados  de humanos que se sitúan entre el 2 y 3 por mil. En la medida en que el número  absoluto crece, también lo hace la capacidad creativa de aquella comunidad. Es  la razón fundamental para que la hipótesis de Malthus no pasara nunca de ser  esto, una hipótesis. El progreso productivo merced al aumento de la capacidad  tecnológica siempre ha ido de antemano de la población. El resultado es que  hoy, con el nivel más alto de toda la historia humana es también cuando la  capacidad de alimentar a la población es más completa. La realidad describe una  función inversa a la malthusiana. Es el resultado de la función neguentrópica. 
                                      La  tasa de crecimiento de la población humana ha sido ininterrumpida, con  excepciones, desde casi el comienzo de la humanidad hasta mitad del siglo XX.  De hecho, hay una coincidencia casi exacta entre estabilización demográfica en  Europa e inicio de la revolución de finales de la década de los sesenta del  siglo pasado, a la que genéricamente se identifica como “Mayo del 68”. El  estancamiento demográfico es su prólogo. Por aquellas fechas la humanidad se  situaba en torno a los 3000 millones de personas y había duplicado este total  en 60 años, y la tasa de crecimiento llegaba al 2%. Desde entonces, esta tasa  de crecimiento no ha hecho más que disminuir. Aún así, la población humana se  ha doblado en 40 años. Sobre la productividad las series son mucho más cortas,  pero suficientes como para constatar que han mostrado tasas de crecimiento del  1,5%, 2%, 2,5%, y quizás incluso superiores en periodos cortos. Ambas  observaciones permiten afirmar, como señala García-Durán, que la elasticidad  del progreso técnico con respecto a la población, ha sido mayor que 1 (1,2  según Kremer), mientras que la elasticidad del progreso técnico con respecto al  nivel de la tecnología sería inferior a 1 (0,4 según Kremer). Son las personas  creativas las que impulsan la tecnología más que a la inversa. 
                                     
                                      Existe  la idea bastante extendida de que el crecimiento de la población comporta el  efecto contrario y se ponen como ejemplo países con elevadas tasas de natalidad  y poco desarrollo, pero este tipo de interpretación es muy de brocha gorda. En  efecto, el crecimiento de la población es la causa necesaria pero no el único  factor. Juega también la experiencia: si la renta es baja, la demanda de  productos sencillos predomina y las necesidades tecnológicas son más reducidas;  hay poco aprendizaje y poca copia y divulgación tecnológica, pero pese a estos  factores, todos estos tipos de países, de América Latina o China y la India,  siguen mostrando elasticidad superior a la unidad entre progreso técnico y  crecimiento de la población. 
                                     
                                      Con  los datos de que se disponen económica y políticamente, no se puede afirmar que  si tenemos menos hijos a la larga viviremos mejor. La idea de que a menos número  más calidad no funciona. Uno de los principales defensores de la misma teoría  (Becker) ha acabado asumiendo que los rendimientos de la especialización, de  las ciudades y de la investigación y desarrollo, pueden estar relacionados  positivamente con los niveles de población y la densidad. Poblaciones en  disminución podrían tener un efecto negativo significativo sobre la  especialización y otros determinantes de la productividad (Becker, Murphy, Tamura).  Es contradictorio defender la ciudad como centro de innovación debido a su  densidad y pensar que el bajo crecimiento de la población puede tener efectos  beneficiosos, a menos que concibamos los países en términos de macrocefalismo  urbano. 
                                     
                                      Todavía  hay otra razón: existe una aceptación generalizada de que el periodo de  creatividad del ser humano se da en edades más bien jóvenes, con las lógicas  excepciones. Siendo así, no tiene fundamento defender que una población  envejecida no es una limitación para este factor y, por lo tanto, para la  capacidad de generar progreso. La relación entre tasa de crecimiento de la  población y tasa de crecimiento de la productividad en Japón, Europa y Estados  Unidos, incluidos los últimos quince años, no es convergente, sino favorable al  país de Norte América. Este hecho guarda relación con las más bajas tasas de  fecundidad de Europa y Japón. Y es que cuando la tasa de fecundidad baja por  debajo de 2, la calidad no puede aumentar, porque si a dos hijos se les puede  dar 20 años de educación a cada uno, no tiene sentido dar 40 años de educación  al único hijo (Kosai, Shaito, Yashiro). 
                                     
                                      La  inmigración puede corregir dentro de unos límites esta situación, pero en  último término dependerá de la formación de las personas; no puede producir  innovaciones en una actividad TIC una persona que nunca ha usado un ordenador.  Por lo tanto, desde el punto de vista del progreso, sus efectos a medio y largo  plazo son escasos cuando no disuasorios, porque el estímulo para introducir  tecnologías es bajo en los sectores donde abunda la mano de obra barata. La  idea central que hoy parece ganar terreno es que la inmigración ayuda a  resolver los problemas que plantea la baja natalidad. En el ámbito al que nos  estamos refiriendo, esta concepción no es lo suficientemente completa. La  inmigración es una fuente de respuestas positivas -también de nuevos problemas  y demandas sociales- pero no es suficiente para resolver el desfase que provoca  la baja natalidad. Como concreta Garcia–Durán, con una inmigración de unos 40  millones de personas, como hipótesis, completada por una fecundidad de 1.66, un  incremento de la esperanza de vida de cinco años en medio siglo, y una  disminución del ahorro por unidad de envejecimiento de 0.14, sin que se vea  afectado para nada el progreso técnico, el resultado es que la tasa de  crecimiento anual acumulativa en la primera mitad de este siglo bajaría del  2.27% al 1.84%. 
                                     
                                      Una  forma relativamente simple de expresar el progreso técnico (TPT) (29) es medir  la productividad total de los factores (PTF), que es la única causa del  crecimiento a largo plazo. Esta variable no sólo recoge el progreso técnico,  además en ella se incluyen variables como la inversión en I+D, economías de  escala, externalidades, spillovers de la producción, etc. Esta variable  constituye un indicador muy útil de las fuerzas tecnológicas subyacentes de la  economía, de los que dependen nuestra prosperidad futura. Una vez que hayamos  acumulado capital y trabajo, toda producción mayor derivará de la introducción  de innovaciones de todo tipo (organizativas, de producto…) y la mejora de la  calidad de los factores capital y trabajo. Si se observa la gráfica adjunta se  puede constatar cómo la economía española se enfrenta a un grave problema, dado  que la PTF está en un camino de desaceleración desde 1990. De hecho, desde el  inicio de la medición en el 1965, se observan cuatro periodos 1965-74; 1975-89;  1990-2000 y de este año adelante, en el que la tendencia resultante es decrecer  hasta ser negativa en los últimos años. 
                                    Tabla  8 
                                      Progreso  técnico en desaceleración en España 
                                      Variación  anual de la productividad total 
                                      
                                      
                                    Fuente:  Banco de España. Elaboración propia 
                                    Si  lo comparamos con el comportamiento de la natalidad tanto en su referencia  anual, como por periodos significativos, constataremos la extraordinaria  identidad en el comportamiento entre ambas hasta el 2000, en la que la curva  demográfica marca una tendencia de recuperación, modesta, que nos sitúa a nivel  de 1988. La causa de la recuperación es el efecto inmigratorio: una proporción  creciente de mujeres fértiles de origen inmigratorio que pese a su número mucho  menor, producen ya un efecto sobre la natalidad debido a su muy alta tasa de  fecundidad; pero precisamente por la naturaleza inmigratoria de la bajada no  tiene efectos a corto plazo. 
                                     
                                      Tabla  9 
                                      Tasa  natalidad cada 1000 habitantes. Anual 
                                      
                                    Tabla  10 
                                    Tasa  natalidad cada 1000 habitantes. Anual 
                                      
                                    Del  comportamiento demográfico nos surge una posible relación con la pérdida de  PTF, que resultaría coincidente con los argumentos mencionados. También el  comportamiento inmigratorio nos confirmaría que su papel no es inmediato, que  hay un efecto cualitativo en la dinastía, que no puede ser forzado por medios  exógenos, sino que sólo es posible a partir de las propias coordenadas culturales  y psicológicas. El efecto dinamizador de la inmigración es directo sobre el  consumo pero no sobre el proceso técnico al menos a medio plazo y en los  términos que caracteriza a la inmigración española. Sí lo podrá ser en el  transcurso de una o dos generaciones, en la medida en que los procesos de  integración sean exitosos, pero planteada la cuestión a esta escala temporal,  es lógico concluir que la mejor estrategia para dinamizar la economía a largo  plazo es la propia natalidad: la que surge de matrimonios estables que apuestan  por la continuidad, es decir, por el futuro y que tienen una perspectiva  dinástica, más o menos explícita. 
                                    Trabajo femenino y  natalidad. 
                                      El  trabajo femenino influye negativamente en la natalidad. Pero esta relación  primaria se ve substancialmente modificada en función de los servicios y  contraprestaciones que recibe la madre que trabaja. Esto explica que países  como Francia y Noruega que tienen tasas de natalidad de las más altas en el  contexto europeo, presenten niveles de actividad femenina muy superior a las  españolas y catalanas. Por lo tanto, la mejora de la natalidad exige unas  condiciones de conciliación de la vida laboral y familiar importantes, que en  España no se han producido, ni los gobiernos autonómicos han manifestado ningún  interés en promover, así como servicios de asistencia, empezando por el más  elemental de todos como es la guardería. El declive demográfico español, tan  singular por extremo, tiene en esta interrelación, una de sus causas radicales.  El efecto de disuasión aumenta en función del número de hijos. En la Unión  Europea y según los datos del Eurostat elaborados en el 2005, la tasa de  ocupación femenina con hijos pequeños es de 60,4% (51,2% en España), pero para  las mujeres con un hijo es del 64,8%, del 57,8% con dos, y del 41,2% con más de  dos. Hay una pérdida de 7 puntos porcentuales entre el primero y el segundo  hijo. 
                                    La dimensión  antropológica del modelo económico. 
                                      La  economía es una antropología. En la raíz constitutiva de toda persona radica el  hecho antropológico que fundamenta todo el sistema de vínculos que estructuran  la sociedad y que caracterizan a la condición humana. Esta viene definida por  una dualidad complementaria: la existencia de dos sexos y que se expresan en el  genotipo, en los gametos xy y xx, según sea masculino o femenino. Pero además,  la interacción de estos con el medio a partir de la concepción y hasta la  muerte, determina la existencia también de dos tipos de fenotipos, también  masculino y femenino. Consecuentemente, la humanidad se divide estructuralmente  en hombres y mujeres y la sociedad está formada por las instituciones que  configuran sus relaciones: el parentesco en un sentido amplio surgido de la  complementariedad hombre-mujer. Otra cosa es aquello que hace referencia sólo a  las conductas que puede presentar variaciones, y que no siempre se articulan  bien con la complementariedad de los dos sexos. Una de ellas es la inexistencia  de interés hacia el otro sexo. Otras formas de conducta sexual son el impulso  hacia las personas del mismo sexo –la homosexualidad- hacia los dos sexos  indistintamente –la bisexualidad- y el desajuste entre el carácter sexual y la  autoidentificación sexual –la transexualidad, entre las más relevantes. Esta  tipología de conductas es obvio que no agotan, ni mucho menos, las  manifestaciones en este ámbito, como por ejemplo la atracción por los menores  –la pedofilia-, la pulsión sexual irrefrenable, el S/M, y otras muchas. Todas  estas manifestaciones han existido siempre, recibiendo un tratamiento variable  según el periodo histórico y la civilización, que ha oscilado entre la  prohibición y persecución, hasta la tolerancia dentro de unos límites  establecidos. Las relaciones efébicas en la cultura griega clásica, sería un  ejemplo de ello. Pero en ningún caso se ha llegado al extremo de confundir los  comportamientos con la equiparación hombre/mujer, y menos todavía su sanción  legal por la vía de su institucionalización. Esta es la singularidad de nuestro  tiempo y específicamente del caso español. 
                                     
                                      Al  margen de la consideración moral, que evidentemente tiene un fundamento  antropológico, cabe subrayar que todos estos cambios conducen a crecientes  dificultades sociales y económicas. En su trasfondo, hay un error importante:  el hecho de ignorar que la economía, cada modelo y sistema económico, obedece a  una antropología concreta. Cuando se establece que la economía trata de las 
                                      actividades  relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios,  de una parte, y de otra como el cálculo que busca maximizar el beneficio y  optimizar el medio en relación a los fines, se están formulando dos criterios,  uno dependiente de la cultura y el otro de la conducta (30). Ambos a su vez  dependen del fundamento antropológico. En este sentido, Rubio de Urquía señala:  “la clave general para acceder al conocimiento de la naturaleza fundamental de  la teoría económica es la investigación de las relaciones estructuralmente  existentes entre enunciados antropológicos y enunciados teórico-económicos” (31).  Es una evidencia a la que no se le da ningún valor práctico. La economía  soviética implicaba una concepción del hombre diferente a la que se da en  Estados Unidos, porque la concepción de qué es ser persona, sus relaciones e  instituciones sociales, es decir, el fundamento antropológico, también era  diferente. Esta es la razón por la que después de años de socialismo, las  economías surgidas de la URSS, en el marco de la economía de mercado han tenido  tantas dificultades para funcionar bien. La economía de mercado necesita un  elevado margen de confianza, donde no es posible el beneficio ilimitado a  cualquier precio y de cualquier manera. Necesita también de la responsabilidad  personal hacia el resultado del trabajo que el régimen socialista no había  generado. 
                                     
                                      La  antropología determina de una manera substancial la concepción y el  comportamiento económico. Pero un factor determinante de la concepción antropológica  es el relacionado con el concepto de ser humano, su división en sexos fruto de  la naturaleza, la forma cómo se relacionan y cómo construyen instituciones  estables basadas precisamente en aquella diferencia, como es el matrimonio. El  volcarse al futuro no tanto por un beneficio material de índole personal sino  en razón de hijos y nietos. El tomar decisiones económicas de largo alcance en  razón de esta perspectiva, el de constituir empresas familiares y mantenerlas,  el hecho de interesarse por algo más que por el lucro inmediato e individual.  Todas estas y otras lógicas internas forman parte de la concepción  antropológica que ha construido y sustenta nuestra economía. Es irracional  pensar que si se modifican en un grado substancial, tal y como de hecho está  sucediendo, la actividad económica y social no se resentirá. Si el único  horizonte vital posible es el de mi satisfacción, nadie plantará un roble, ni prevalecerá  la investigación, ni la democracia sabrá hacer frente a los problemas de largo  plazo, porque cada vez más se concentrará en aquello más inmediato pese a que  no sea lo más importante. Si se altera la antropología de la caracterización  hombre-mujer como la única identitaria de la especie humana, toda la concepción  subsiguiente y el sistema de relaciones que construye se degrada, y con él, el  sistema económico. 
                                    La destrucción de la  confianza, factor clave de sociabilidad. 
                                      La  pérdida del aspecto religioso del matrimonio ha ocupado un papel clave en su  debilitamiento. Un voto sagrado es un compromiso mucho más recio que una  promesa civil. Y poco a poco, el Estado ha ido debilitando el vínculo conyugal,  hasta el punto de hacer desaparecer la simple condición contractual. Pero estas  uniones civiles rescindibles no puede llevar a término las funciones  tradicionales. 
                                      Tres  factores fundamentales entran en quiebra: la capacidad de decidir a largo  plazo. ¿Cómo hacerlo si el contrato es temporal y en el caso español uno de los  dos cónyuges lo puede revocar de manera inmediata y sin que sea necesario  imputar causa alguna? El segundo es la confianza. En el matrimonio religioso y  hasta cierto punto en el civil, en un contexto en el que la ruptura era  socialmente vista como una situación excepcional por hechos excepcionales, cada  cónyuge debía depositar toda su confianza en el otro como única posición con  posibilidades de ganar en el juego de la convivencia. Esta confianza se  traducía como marco de referencia de la familia donde eran educados los hijos.  Pues bien, la confianza es el atributo básico de una sociedad para que pueda  producirse y disponer de capital social. El matrimonio secuencial propio de  nuestro tiempo, no deja ningún margen para la confianza entendida en su sentido  pleno, esto es, el tener fe en alguien o algo, que esta es el raíz etimológica,  “fidare”. Confiar es “fiar con”, es como dice Gabriel Marcel, dar crédito. La  confianza es la condición previa mediante la cual puede existir la esperanza.  Pero ¿quién puede confiar? ¿Qué puede esperar, de quién puede fiarse hoy en día  un cónyuge en relación al otro si sabe que el matrimonio es una relación  circunstancial que obliga prácticamente a nada, que no requiere ningún esfuerzo  ni compromiso construirlo o deshacerlo, y en el que el responsable de la  ruptura, por muy evidente y objetiva que sea, no tiene ningún especial coste de  disuasión? El problema de la creciente falta de confianza y la desesperanza,  que se ha convertido en inherente a nuestra sociedad, la más opulenta de la  historia, están relacionadas con esta matriz matrimonial y educativa. El marco  de referencia primario, el que establece la familia, tiende a expulsar aquel  sentido de la existencia y, por lo tanto, de la sociedad. La cuestión es si  bajo este nuevo concepto puede funcionar la empresa y la actividad económica. 
                                     
                                      Fukuyama  (32) ya relaciona lo que denomina declive del parentesco con la pérdida de  capital social y su ulterior efecto sobre la producción en razón de las pautas  de confianza, participación y responsabilidad en que se educa a la familia, y  que son necesarias para un buen funcionamiento de las empresas y de la economía  de mercado. Referente a este punto es necesario deshacer un malentendido muy  extendido entre las administraciones y la misma sociedad. La educación que se  recibe en el marco familiar es vivencial y experimental. Es fijada en los  propios códigos de conducta y transmitida mayoritariamente por el ejemplo más  que por el discurso. No es un aprendizaje verbal y teórico, sino hecho por la  observación de la conducta de los progenitores y familiares y su inserción en  ellas. Sirve de muy poco teorizar sobre la confianza si no se es capaz de  sentirla. Esta es la razón por la que se hace tan difícil que esta función  pueda ser suplida de manera general por la escuela, al menos en los términos  actuales, y especialmente por las escuelas sin ideario. El sistema escolar no  puede sustituir la pérdida de capital social que se produce por las  disfunciones de las instituciones del matrimonio, la paternidad y la  maternidad. 
                                    Algunos efectos sobre  los hijos. 
                                      Un  problema central es el que afecta a la seguridad de los hijos. De entrada y  como señala Don Browning, profesor emérito de la Universidad de Chicago, hacer  de la relación sexual y del afecto el centro de la institución del matrimonio,  ignorando sus finalidades generadoras, es un error. Los hijos ya no son el eje  central, la finalidad fundamental en la vida de la pareja, sino una más, una  adición. La cultura antinatalista tiene un importante componente de  alimentación desde esta fuente. Se afirma que los hijos, pocos y deseados  reciben mejor educación. Los resultados no lo confirman. Ciertamente disponen  de más bienes materiales, en buena parte prescindibles cuando no  contraproducentes para su educación, pero no es evidente que su salud física y  psíquica sea mucho mejor hoy, si los comparamos con aquellos grupos sociales  del pasado que podían dar a sus hijos los elementos materiales necesarios, y  que educaban en el marco de una institución estable. Las plagas de obesidad, bulimia  y anorexia, y la más incipiente, la vigorexia, el abundante y creciente número  de inadaptaciones, atenciones psicológicas y psiquiátricas a los niños,  violencia de los adolescentes y jóvenes entre ellos, contra terceros y ahora ya  contra los padres, la increíble extensión de la drogodependencia, son  indicadores objetivos de que los pocos hijos deseados son, demasiado a menudo,  no mejor educados, sino sometidos a un régimen de sobreprotección, y por lo  tanto de mala educación. Un problema que evidentemente no se da en las familias  numerosas. El aprendizaje de los padres a saber decir “no” a su hijo, tan  actual hoy, es innecesario cuando son diversos los hijos a atender. 
                                     
                                      El  número reducido de hijos y la inestabilidad del matrimonio, a la que ahora se  unirá la indeterminación del “ser-padre”/“ser-madre”, que lleva a relativizar  el valor y significación de sus progenitores, acabará de desmenuzar la función  matrimonial en relación al hijo. Su nuevo marco de referencia ya no está  enmarcado por la confianza y la esperanza, ni por la seguridad del compromiso,  ni por la especificidad irrenunciable hasta las últimas consecuencias del ser  padre y el ser madre, sino por la desconfianza, la incertidumbre y la  intercambiabilidad de los progenitores. La sociedad y las empresas simplemente  no saben qué es funcionar bajo un cambio tan brutal de paradigma. 
                                      La  afectación negativa de las disfunciones del matrimonio, la paternidad y  maternidad, tiene una mala influencia sobre los hijos y daña todo los niveles  educacionales (33) desde el preescolar hasta el universitario. En Estados  Unidos el número de hijos criados en hogares con padre y madre ha disminuido de  una manera importante. Eran el 85% en el 1968 pero se habían reducido al 70% en  el 2003, mientras que el número de niños que vivían con un solo progenitor se  ha duplicado. 
                                     
                                      Los  resultados de los estudios son concluyentes. Los niños que viven con el padre y  la madre tienden a tener muchos menos problemas en comparación con los que  viven con parejas que cohabitan o con uno solo de los cónyuges. Los aspectos  observados en edades muy jóvenes guardan relación con las dificultades con la  lectura y la salud, que posteriormente se traducen en pautas que hacen difícil  un buen resultado en los ciclos educativos superiores. Es tres veces menos  probable que niños de 3 y 4 años que crecen con sus propios padres casados  tengan problemas emocionales o de comportamiento, que aquellos otros que no se  encuentran en esta situación. En parte los problemas económicos que acostumbran  a afectar a las familias monoparentales explican algunos de los resultados  negativos, pero esta no es explicación suficiente. 
                                      En  la adolescencia las consecuencias son más importantes. Afectan al índice de abandonos  escolares, titulaciones y edad del primer embarazo. El estudio referido (34)  señala que las comparaciones entre Estados Unidos y Suecia, muestran que los  hijos de las familias divididas tienen peor nivel educativo. La tipificación de  las diferencias entre los hijos adolescentes criados en matrimonios estables y  los que no, se puede resumir en los términos siguientes por lo que se refiere a  una mayor prevalencia de las disfunciones en el segundo grupo: 
                                     
                                      -Presentan  más problemas psicológicos relacionados con la depresión, la ansiedad y la baja  autoestima. 
                                      -Mala  conducta en la escuela, propensión a un comportamiento antisocial. 
                                      -Los  hijos de familias divididas abandonan los estudios en una proporción un 30%  superior. -La causa parece radicar en una menor capacidad de supervisar y  orientar el estudio de los hijos. Por lo tanto, otros abandonos pueden surgir  de familias que pese a la unión no son capaces de desarrollar esta función,  bien por dificultades culturales, bien porque los dos progenitores trabajan y  pueden dedicar poco tiempo a la educación del hijo. 
                                      -Más  consumo de drogas y alcohol. El vínculo familiar intenso es un factor  disuasorio de primer orden. 
                                      -Actividad  sexual anticipada y embarazos de adolescentes. Este comportamiento se da no  solamente en los hogares donde falta uno de los progenitores, sino que también  se manifiesta en las familias reconstituidas. Parece como si hubiera una  dificultad para transmitir pautas culturales que disuadan de mantener  relaciones sexuales muy pronto. 
                                      -La  posibilidad de delinquir en un hogar con un solo progenitor es mucho más alta.  Concretamente eleva a más del doble las posibilidad de que el adolescente sea  arrestado antes de los 14 años. 
                                      -Es  particularmente visible que los hijos logran unos mejores resultados universitarios  cuando los padres configuran un matrimonio estable. 
                                      Para  ayudar a superar estos problemas el sistema público y privado, las economías  familiares deben generar un gasto más importante, que es abiertamente  insuficiente en el caso de España, sin que la paliación del daño, pese al coste  que significa, permita hablar de resolución del problema en términos  significativos. 
                                    La crisis del sistema  de enseñanza. 
                                      Los  Informes Pisa 2000 y 2003 han puesto de relieve las dificultades del sistema  educativo, que también se manifiesta, y con rotundidad, en los datos sobre  fracaso escolar. La tasa de abandono se sitúa en torno al 30% para el 2004, una  cifra desmesuradamente elevada y además con tendencia a aumentar desde inicios  de siglo (35). Aun así la tasa de graduación de secundaria superior que se  había llegado a situar en un máximo del 66% -que no es una buena cifra– en el  2000, ha disminuido progresivamente hasta casi el 62% en el 2004, lo que  significa un registro mínimo. Por situar elementos de comparación, hay que  subrayar que en abandonos, la UE-15 se sitúa en poco más del 18% en el 2004, y  la UE-25, con una plétora de países muy desarrollados económicamente, en el  15,5%. Las diferencias en España son extraordinarias y revelan una situación  grave. 
                                     
                                      La  realidad es que España presenta una situación en el campo de la enseñanza,  inapropiada para las exigencias que se derivan de su dimensión económica. En  primer término no se trata de un problema de recursos, porque los datos  muestran cómo países con un gasto menor obtienen mejores resultados, sino que  está muy relacionado con la aplicación de la LOGSE, una situación que la nueva  LOE no ha enmendado en un grado suficiente. Pero esta explicación sería  incompleta y excesivamente culpabilizadora de las posibilidades de la ley, si  no hubiera coincidido en el tiempo con la crisis de las funciones que ejerce la  familia en el ámbito educador. Las dificultades relacionadas con la escasez de  cultura del esfuerzo y exigencia personal, de la autoridad de los maestros y  profesores y respeto a los demás alumnos, que están en la base del actual  problema escolar, pueden haber encontrado unas condiciones objetivas óptimas  para expandirse con la LOGSE, pero su origen hay que buscarlo en la incapacidad  o imposibilidad de las familias de ejercer la acción educadora, porque dañada  la confianza y la responsabilidad personal, otorgan el predominio de la  motivación a la satisfacción de los deseos, al igual que promueven los adultos.  Roto el principio de autoridad en el seno de la familia e incluso el sentido de  la misma, es muy improbable que los alumnos puedan acudir a la escuela con un  bagaje receptivo a la enseñanza. 
                                    Consecuencias de la  destrucción del modelo matrimonial y familiar sostenible. 
                                      Podemos  resumir algunos de los principales efectos en los términos siguientes: 
                                      1.  La extensión de una cultura antinatalista y con ella la implosión demográfica  causada por: 
                                      -La  cultura mediática y política antinatalista. 
                                      -La  elevada tasa de esterilizaciones, la más alta de Europa, con diferencia. 
                                      -El  retraso en la edad de tener hijos y la limitación del número al entenderlos  como un coste. 
                                      -El  incremento de las rupturas matrimoniales que al unirse al punto anterior,  agrava el efecto antinatalidad. 
                                      -Los  matrimonios que suprimen la perspectiva de la descendencia como la base a largo  plazo de su unión. 
                                      -El  crecimiento del número de parejas de hecho que son mucho menos natalistas que  los matrimonios. 
                                      -El  aumento de los abortos. 
                                      2.  Pérdida del sentido del matrimonio entendido como vínculo fuerte concebido para  generar filiación, fraternidad, y desplegar y articular el parentesco en el  espacio y la dinastía en el tiempo. Unas instituciones que sólo pueden existir  en razón de la complementariedad biológica, afectiva, psicológica y cultural  que caracteriza al hombre y la mujer, unidos por la condición igual y común de  ser seres humanos. 
                                      3.  Presentación de la ruptura, la falta de compromiso y donación, que ya forman  parte del marco de referencia social y vital, como valores positivos, al menos  en términos de progreso y manifestación de libertad. 
                                      4.  La realización de los deseos propios por encima de cualquier vínculo personal  –tradicional, jurídico, institucional y religioso. Las costumbres, leyes y  religiones han de acoger el deseo y no limitarlo, ni reconducirlo. 
                                      5.  El debilitamiento de la fraternidad. La desaparición o limitación de los  hermanos. 
                                      6.  La trivialización de las relaciones sexuales. La degradación del principio  cultural que históricamente ha ordenado las relaciones sexuales humanas,  consecuencia necesaria por la que a diferencia de los otros animales  superiores, el macho está en celo permanentemente y la hembra puede ser  fecundada en cualquier época de la año en que se encuentre en periodo fértil.  La naturaleza se encarga del control sexual de los animales. La cultura, en el  sentido de concepción global de la vida, lo hace de la especie humana. Por eso  es por lo que a lo largo de la Historia, las civilizaciones humanas coinciden  en establecer unas determinadas regulaciones. Nuestra sociedad es la primera  que impulsa el hecho de que la libertad del deseo y la búsqueda del placer  personal constituya el principio más elevado. La ética, la religión y las leyes  son vistas como frenos y las condiciones que regulan la relación matrimonial,  como una pega innecesaria. 
                                      7.  La pérdida de sentido de la complementariedad hombre–mujer, debido a la  ideología de género. El sexo como género, por lo tanto una simple opción  cultural que reduce la complementariedad a un hecho secundario y modificable.  La contradicción que representa con el conocimiento científico. La  complementariedad percibida como antagonismo y como lucha entre el hombre y la  mujer. La judicialización creciente de las relaciones. 
                                      8.  Tendencia a sustituir la cultura de la donación: la paternidad y maternidad  como don y la fraternidad, por la satisfacción del deseo individual como  fundamento determinante de realización personal. 
                                      9.  La diferenciación del sentido de las instituciones y roles amenaza con dañar un  punto crucial del orden social: la no sexualización de la relación entre  progenitores e hijos. 
                                      10.  El fundamento que hace posible la estructura de solidaridad (36) que  caracteriza a la familia, se hace frágil y se desmenuza con facilidad. La  familia se hace más dependiente del Estado y generadora de costes para los  presupuestos públicos. El resultado fomenta una sociedad civil más intervenida  por las administraciones públicas y un Estado más intervencionista en  cuestiones relacionadas con la vida personal y familiar. Las disfunciones y los  problemas que generan ocasionan una sociedad y una mentalidad dependiente del  Estado y da lugar a una burocracia de la despersonalización, porque la  Administración, para atender estas necesidades, debe transformar a la persona  en entes abstractos homogéneos para poder actuar. No puede contemplar la  singularidad propia de cada persona, sino la patología genérica de aquello que  atiende. El resultado es el debilitamiento de la sociedad civil y de la  condición de persona. 
                                      11.  Una parte importante del gasto social se dirige no tanto a cubrir necesidades  insatisfechas, como a paliar disfunciones que en el pasado eran garantizadas  por las familias. En el caso de un estado del bienestar limitado como es el  español, esta nueva fuente de gasto constituirá un problema añadido considerable. 
                                      12.  Con la nueva ley sobre el divorcio se procede a la destrucción legal del  matrimonio como contrato que establece determinadas obligaciones y  responsabilidades culpables. 
                                      13.  La estabilidad familiar y la descendencia no es vista políticamente como una  necesidad, por lo tanto no existen ayudas económicas significativas  equiparables a las europeas, ni ninguna política real para compatibilizar vida  familiar y trabajo, pese a la incorporación masiva de las mujeres a la  actividad laboral producida en los últimos años. 
                                      14.  Pérdida del sentido de la paternidad y maternidad y su responsabilidad y  relevancia social. 
                                      15.  Incapacidad o imposibilidad educadora de un número creciente de padres ligada a  una minusvaloración de su papel: marginación en la elaboración de las  normativas sobre educación, limitaciones crecientes a los derechos y deberes de  los padres a educar sus hijos: reducción de la edad de emancipación sexual a  los 14 años; limitación a la posibilidad de escoger escuela en razón de la  concordancia con el ideario del centro; aplicación de actuaciones  administrativas que restan capacidad a los padres (p. ej. la dispensa de la  píldora del día después a menores sin conocimiento paterno). Horarios de los  establecimientos de concurrencia pública relacionados con el ocio nocturno y  presión social y mediática en este sentido, que dificultan la acción ordenadora  familiar sobre el adolescente. 
                                      16.  Crisis grave de la escuela, especialmente la pública, que ya transmite sus  efectos a la Universidad. 
                                      17.  Daños crecientes en la adolescencia y juventud. 
                                      18.  La no aportación de hijos al sistema de bienestar social. 
                                      La  implosión demográfica en nuestro país hará insostenible el sistema público de  pensiones a partir del 2015. (37) 
                                      
                                      Tabla  11 
                                      Proyección del  sistema de gastos e ingresos de la Seguridad Social. (millones euros). Ver tabla  
                                        
                                      Fonts:  Informe de estrategia de España en relación con el futuro del Sistema de  Pensiones. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, y elaboración propia. 
                                      Con  los datos oficiales disponibles parece evidente que ni siquiera en el supuesto  de hipótesis optimistas –por ejemplo sobre la evolución de la productividad a  largo plazo-, la Seguridad Social española es sostenible. Para el 2015 entrará  en déficit contable que será cubierto por los fondos creados hasta el 2020. En  aquella fecha, la quiebra, si nada cambia, será inevitable. Esta es una de las  consecuencias más espectaculares de la crisis de las instituciones socialmente  valiosas, y su incidencia sobre la natalidad generada por la ideología de la  desvinculación. Las medidas adoptadas hasta ahora por el Gobierno son muy  superficiales y no significan la resolución del problema, ni siquiera una  aproximación significativa. Cuanto más tiempo pase sin actuar, más duro será el  ajuste, que lógicamente comporta disminuir la prestación real de las pensiones  y aumentar las cotizaciones, y para aquellos que puedan, complementar los  ingresos con planes de pensiones privados. Es, sin duda, la amenaza más grave  sobre el estado del bienestar y una pérdida importante de justicia  distributiva. Por otra parte, el coste por puesto de trabajo que significa la  cuota de la Seguridad Social, tenderá, al aumentar su importe, a incentivar el  paro. 
                                      Parte II 
                                          II. Los factores que  acentúan la crisis: cultura de masas y políticas gubernamentales. 
                                          Los marcos de  referencia de la cultura mediática de masas. 
                                        La  condición cultural en gran parte de Europa y de una manera creciente en España,  especialmente en Cataluña, se fundamenta en la ideología de la desvinculación.  Esta configura los marcos referenciales, es decir, el sistema de ideas dentro  de las cuales formamos nuestras opiniones, actitudes y adoptamos decisiones. La  doctrina desvinculada considera que la autorrealización individual sólo es  posible por la vía de la satisfacción del deseo individual. Este ya no es un  componente más de las dimensiones humanas guiadas por la conciencia construida  en el raciocinio, sino el hiperbien al que hace falta aspirar y para el que los  otros, la sociedad, deben servir. El resultado es un sujeto que, por  definición, considera bueno ser libre de toda ligadura permanente, de todo  compromiso personal y colectivo, creencia, tradición e historia. Todo aquello  que le contraríe debe ser transformado o suprimido sin considerar las  consecuencias. El deseo es visto como la manifestación de la autenticidad  humana y, por lo tanto, debe ser respetado estrictamente, porque de lo contrario  se limita la libertad, más exactamente la autonomía personal. La sociedad a que  da lugar es marcadamente individualista y expresivista. En este último aspecto  quizás se podría hablar con propiedad de sociedad neorromántica, si no fuera  que el mismo concepto de romanticismo, habitualmente mal utilizado,  introduciría más confusión que claridad. 
                                        La  sociedad desvinculada tiene como consecuencia el imperio de las políticas del  deseo, de las cuales España, y de manera complementaria la legislación de  algunas autonomías, como Cataluña y Andalucía, es un laboratorio a escala  mundial, por la intensidad, velocidad y radicalidad de las leyes introducidas.  Las políticas del deseo, como más adelante veremos, tienen un despliegue muy  influenciado por la ideología de género, cuestión por otro lado perfectamente  lógica, dada la estrecha articulación en la génesis de una y otra. También  cuenta con una variante que ha tomado cuerpo propio con los proyectos políticos  de homosociedad. Este cambio de mentalidad, se inicia a partir de las  “revoluciones del 68” y toma forma en la década de los setenta cuando se despliegan  los intentos por ensayar la articulación entre el marxismo y el freudianismo.  Posiblemente sea Jean-François Lyotard con la idea de la economía libidinal (38),  importada de Freíd, uno de los autores de más influencia en este campo. Su  aplicación política arranca de aquella consideración para llegar a la  conclusión de que ninguna sociedad puede soportar una posición del deseo sin  que sus estructuras de explotación, de servidumbre y de jerarquía no se vean  comprometidas. La importancia de la pulsión sexual y su utilización política es  vista en el marco de una interpretación marxista como una vía de lucha contra  el sistema capitalista y sus estructuras de dominación. Una parte muy exigua de  este discurso queda presente hoy en día. Se produce la paradoja de que cuanto  más triunfa esta concepción, más lejos está de su origen. El sexo ya no es  visto como un instrumento al servicio de la lucha contra el capitalismo, sino  como una finalidad en sí mismo. Precisamente la política oficial pasa por la  afirmación de que se pueden alterar radicalmente los supuestos de las  instituciones como el matrimonio o la paternidad y maternidad, al servicio del  deseo, sin que las estructuras sociales y económicas se alteren. Se afirma así  todo lo contrario de lo que argumentaban los teóricos al inicio: el sexo como  instrumento de modificación radical de la sociedad y el sistema económico. Pero  la posición “tranquilizadora” no tiene a su favor ni una sola teorización  sólida y mucho menos ninguna verificación empírica. Ambas precisamente señalan  en sentido contrario. Y esta cuestión ya fue puesta de manifiesto por uno de  los padres históricos de la criatura, Freud, en el “Malestar de la Cultura” (39),  donde defiende enseñar a los niños unos estándares altos de moral, así como el  hecho de que la sociedad estuviera capacitada para hacerlos cumplir. La razón  era garantizar su control, puesto que de lo contrario, consideraba, la búsqueda  de la satisfacción del placer acaba desembocando necesariamente en violencia  incontrolada. 
                                        La  sociedad desvinculada es portadora de un marco de referencia específico en el  que destacan cuatro componentes: 
                                        Uno  es la cultura de la trasgresión que expresa la ausencia de límites a los deseos  humanos y a su manifestación. En palabras de Leszek Kolakoswki, “Una de las más  peligrosas ilusiones de nuestra civilización es la idea de que no hay límites a  los cambios que podemos emprender, que la sociedad es una cosa infinitamente  flexible. La cuestión moderna que daría al hombre libertad total de la  tradición, lejos de abrir ante sí la perspectiva de la autocreación divina, lo  sitúa en la oscuridad, donde todas las cosas se contemplan con la misma indiferencia.  Ser totalmente libre de la herencia religiosa o de la tradición histórica es  situarse en el vacío y por lo tanto desintegrarse”.  
                                      La transgresión significa  en el ámbito de la creación artística que el canon deja de existir para  convertir toda manifestación en ruptura que compone una pretendida vanguardia,  pero esta tan sólo es posible si parte de un modelo canónico que le sirva de  referencia. Las vanguardias culturales hoy no señalan ningún camino,  precisamente por esta razón, porque sin tener un origen claro, difícilmente  pueden construir un sentido. En este caso la vanguardia surge como finalidad  predeterminada y no como fruto de la experiencia artística, no funciona tanto  por una voluntad de profundizar, sino simplemente de escandalizar. Es la  supeditación del arte al poder mediático que necesita de la anomalía para  cubrir sus necesidades de consumo cotidiano. La evolución última de la  transgresión como consecuencia de su lógica interna es la denominada “cultura  basura” que ocupa un papel tan importante en la TV, pero también está vinculada  a la expansión de la pornografía en todas sus variantes. 
                                        Un  segundo componente es el cientismo, que tiene la pretensión de que la ciencia  ocupe el lugar de la religión, la moral y la filosofía, esto es, deje de ser  ciencia. Esta manera de operar transforma el pensar sobre los medios en una  finalidad en sí misma. El cientismo está muy ligado a la desvinculación al  renunciar al esfuerzo personal. No hay necesidad de discernimiento sobre qué es  bueno hacer, sino que es bueno todo aquello que la ciencia puede hacer. En este  camino, la valoración ética de los medios es secundaria. Ya no es generalizable  el principio de que la bondad de los fines no justifica los medios y cada vez  más el razonamiento se desplaza en sentido contrario. La biología es uno de los  campos más marcados por esta dinámica. El cientismo practica una metodología contraria  a la concepción científica: extrapola concepciones globales a partir de  conocimientos específicos sobre campos determinados con la pretensión de  explicar el sentido -o el sin sentido- de la vida, del ser humano. La biología,  la neurofisiología, la cosmología y paleontología, son ámbitos en los que con  mayor frecuencia se da esta práctica. El cientismo incorpora un poderoso germen  totalitario: toda explicación humana, toda razón quedarían reducidas, atrapadas  en versiones simplificadas irrefutables por su pretensión científica, que a  partir de teorías sobre el cómo –esto es en último término la ciencia– serían  aplicadas a los fines. 
                                        Una  preocupación especial del cientismo es expulsar toda idea de Dios dado que su  presencia es incompatible con la pretensión de explicarlo todo en un sistema  autorreferenciado. Lo que Marx ensayó con el socialismo científico desde la  economía y la sociología, el cientismo lo pretende desde otras ámbitos del  conocimiento de naturaleza más específica, más especializados y, por lo tanto,  con mayores dificultades para poseer una capacidad explicativa holística. 
                                       
                                        El  cientismo encuentra una corriente popular favorable en el materialismo práctico  que abjura de todo sentido de trascendencia, pero no por ningún proceso de la  razón, sino por una actitud vital que considera que no hay necesidad de  reflexión sobre los fines de el hombre. Ambos conceptos conectan por una parte  con una versión simplificada del utilitarismo y por otra con el  hiperconsumismo, que constituye una característica de la sociedad desvinculada  (40): la sustitución de vínculos por sucedáneos débiles. El consumo llevado a  sus últimas consecuencias constituye para el sujeto un tipo de vínculo no  comprometido. Como el ser humano necesita de la vinculación para vivir, construye  sucedáneos, ligaduras fundamentadas en un compromiso escaso o nulo; el vínculo  guiado por el impulso del placer, al menos inicialmente. El hiperconsumismo  genera una derivada interesante como es la pasión por la marca, una forma de  vínculo y significación, que precisamente encuentra en los jóvenes los más  claros seguidores. También es una forma de vínculo substitutorio el  neotribalismo desde las bandas urbanas, los “tifossis” deportivos. Nunca como  ahora el fútbol había despertado tanta pasión y presencia en la calle porque  ahora ejerce una función sucedánea de otros compromisos importantes. También la  formación de un poderoso y a la vez etéreo neocorporativismo: las personas se  reúnen para defender un interés muy concreto, con intensidad pero sin continuidad  y generalmente de naturaleza negativa: impedir una nueva línea eléctrica, un  vertedero, etc. En este caso, el interés del grupo es corporativo y no da lugar  a una experiencia social con continuidad como en el pasado lo hicieron las  luchas obreras y más tarde las urbanas, sino que desaparece junto con el tema  que le ha hecho nacer. 
                                        El  individualismo extremo de la desvinculación daña sobre todo a los más débiles:  los viejos ingresados en centros hospitalarios en periodos de vacaciones son  símbolo elocuente de ello. La pérdida de la comunidad, la institución social  valiosa asentada en el territorio, es consecuencia del declive de las  instituciones primarias configuradoras de la familia y el parentesco. 
                                       
                                        La  sociedad de la desvinculación necesita del laicismo de la exclusión religiosa,  porque la conciencia religiosa es la causa fundamental en la generación de  vínculos. Esta manifestación del laicismo pretende excluir la religión del  espacio público, por lo tanto negarle la dimensión colectiva, social y pública,  propia de toda religión. La exclusión se fundamenta sobre una afirmación  contraria a la realidad social, al afirmar que la sociedad es laica cuando en  realidad es plural, y mayoritariamente religiosa. En consecuencia, el Estado  debe reconocer esta realidad y facilitar las condiciones para su libre  desarrollo, de acuerdo con la historia, la cultura y las tradiciones de cada  país. Este es el común denominador de las constituciones europeas –con la  excepción singular de la francesa– y de la Constitución Europea. 
                                        La  desvinculación afecta ya a toda la sociedad y de manera especial a la juventud.  Incide sobre todas las instituciones insustituibles socialmente valiosas, y  también sobre todo el mundo asociativo: sindicatos, partidos políticos, ONG,  que tienen una tasa de afiliación muy baja, inferior a la de las organizaciones  católicas, pese a la crisis que atraviesa la Iglesia en relación a la gente  joven. 
                                      La ideología de género. (41) 
                                        La  perspectiva de género constituye una verdadera ideología que propugna el  concepto de género como definitorio de la condición humana en lugar de la  diferenciación sexual. El género sería una construcción cultural y por lo tanto  no el resultado de la diferencia sexual causada por el genotipo y fenotipo  masculino y femenino, que pasarían a tener una importancia marginal. Esta  teorización comporta que lo determinante en la persona es el género y no si es  hombre o mujer, y aquél es una consecuencia cultural y, por lo tanto,  modificable. El concepto de hombre y mujer pierde en este marco de referencia,  todo sentido y plenitud de significado, dado que hombre y masculino pueden  significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; y dentro de la misma  lógica mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino.  
                                      Las  categorías «masculino» y «femenino» se entienden como repetición de actos en  lugar de corresponder a caracteres naturales de origen biológico y  predeterminados. Si la antropología universal sobre la cual se fundamenta toda  la cultura, parte del principio de que se nace hombre o mujer, no que se hace,  la tesis del género afirma exactamente lo contrario. Una obra básica en este  sentido es la de Judith Butler, y de una manera destacada "El Género en  Disputa: el Feminismo y la Subversión de la Identidad” (42), que constituye un  texto de referencia en las universidades americanas, donde la perspectiva de  género es investigada. Butler es, además, lesbiana y su planteamiento ayuda a  entrever las estrechas relaciones entre la concepción del género y el proyecto  político de la homosociedad. 
                                        Lo  más sorprendente de la perspectiva de género no es la propia concepción, sino  la extensión que ha logrado, pese a sus radicales carencias. Es una de las más  grandes constataciones de la debilidad del pensamiento de nuestro tiempo y la  importancia de la cultura mediática por encima de la realidad. Ya no hace falta  que una teoría esté fundamentada en la observación y la verificación, la  falsabilidad popperiana, si esta se corresponde con lo que interesa política y  mediáticamente. Esta confusión ha llegado a las instancias políticas  internacionales. Concretamente la IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas  sobre la Mujer, realizada en septiembre de 1995 en Pekín, fue el escenario de  la nueva perspectiva para lanzar una nueva campaña de persuasión y difusión.  Desde entonces la “perspectiva de género” se ha extendido en diferentes  ámbitos, no sólo de los países industrializados, sino de algunos países en vías  de desarrollo, básicamente latinoamericanos. Obviamente no está presente ni en  el ámbito de culturas islámicas, sínicas, hindúes, ni eslavas. Su rol se juega  básicamente en la Europa postcristiana y en Estados Unidos, y busca expandirse  por América Latina. 
                                       
                                        En  la cumbre de Pekín se estableció una primera definición: “El género se refiere  a las relaciones entre hombres y mujeres basadas en roles definidos socialmente  que se asignan a uno u otro sexo”. Naturalmente esta definición resultaba  confusa y se insistió en buscar una más precisa. Esta se formuló en términos de  que “el sentido de 'género' ha evolucionado, diferenciándose de la palabra  'sexo' para expresar la realidad del hecho de que la situación y los roles de  la mujer y el hombre son construcciones sociales sujetos a cambios”. 
                                        Quedaba  claro que lo que se proponía era que “no existe un hombre natural o una mujer  natural, que no hay conjunción de características o de una conducta exclusiva  de un solo sexo, ni siquiera en la vida psíquica". Así, “la inexistencia de  una esencia femenina o masculina nos permite rehusar la supuesta superioridad  de uno u otro sexo, y cuestionar en lo posible si existe una manera natural de  sexualidad humana”. Es decir, el feminismo supeditaba su lucha por la igualdad  a una nueva vía radical que cuestiona toda la antropología humana. 
                                       
                                        Butler  también ha aportado la concepción "Queer". El movimiento de este  nombre se presenta como una corriente de pensamiento para la comprensión de la  diversidad de sexualidades y expresiones culturales. Se autoconsidera como una  posición de resistencia política. Y es que en realidad la perspectiva de género  es antes que nada y sobre todo, una concepción política. Si Butler teoriza  sobre sexo/género es por su interés al pensar lo que califica de condiciones de  una democracia “radical y pluralista”. Es este horizonte político el que  persigue el movimiento. También para Butler y otros autores del ámbito de la  ideología de género, las luchas que intentan transformar el campo social de la  sexualidad son centrales para la economía. En su conceptualización, la  reproducción social de las personas forma parte de la esfera económica y de  aquí se puede vincular de manera directa la sexualidad con la cuestión de la  explotación y la obtención de la plusvalía. 
                                       
                                        En  esta visión de la sociedad, hombres y mujeres son los sexos “opuestos” que,  como efecto de la normatividad heterosexual impuesta por el poder, se  constituyen en la base de la institución familiar, entendida como el ámbito  donde se reproduce la fuerza del trabajo. De la imposibilidad de separar la  esfera de aquello estructural-económico de la esfera de aquello  simbólico-cultural, extrae la conclusión de que las luchas de gays, lesbianas,  travestidos, transexuales, por su reconocimiento e inclusión forman parte de las  luchas para la transformación de la sociedad capitalista. 
                                        Del  planteamiento brevemente resumido destacan cuatro elementos a retener. 
                                       
                                        Primero,  la dependencia del marxismo en su versión menos evolucionada, más mecanicista y  dogmática. 
                                        Segundo,  el alejamiento de la realidad. Es incluso grotesco referirse a la familia en  Europa como encargada, y en este sentido justificada por el sistema, de  reproducir la fuerza de trabajo, cuando la implosión demográfica es el factor  característico de este inicio de siglo, y la dependencia de la inmigración una  evidencia agobiante. 
                                        Tercero,  la tendencial y progresiva supeditación del feminismo a la homosexualidad. El  género como discurso con pretensión liberadora de la mujer, ejerce en realidad  toda su dimensión política al justificar la homosexualidad y castigar el  heterosexismo reducido no a los dos sexos, sino convertido en sinónimo de  hombre. Este sería el responsable de querer mantener el sistema que oprime por  la vía de los roles sexuales, a la mujer, mientras que esta se vería liberada  gracias a la alianza con el proyecto homosexual inherente a la perspectiva de  género. Este distanciamiento de la realidad hace prescindir de datos como el  del hecho de que los hombres se suicidan tres veces más que las mujeres (43),  su esperanza de vida es sensiblemente inferior, del orden de un 10% o más, y su  fracaso escolar medido al final de la secundaria, mucho mayor, del orden de un  20%. O en otro campo, que sean los países con mayor tradición de independencia  femenina, Suecia, Gran Bretaña, los que registren una mayor prevalencia de  feminicidios de pareja, en lugar de los países más tradicionales como España o  Italia, en posesión, en términos de género, de culturas patriarcales más  extensas y fijadas, o que este mismo feminicidio se dé con prevalencias más  altas entre la población más joven y las parejas de hecho, que en teoría  también siguen pautas culturales menos patriarcales. 
                                       
                                        Pero  en todo caso, es el último punto el que nos interesa en este caso remarcar: la  perspectiva de género entendida como instrumento de modificación del sistema  político y económico. La destrucción del sistema capitalista, es decir, todo lo  contrario del que el discurso oficial en España intenta plantear limitándolo a  una simple cuestión de “ampliación de derechos”. 
                                        También  sin embargo, hay que apuntar en sentido contrario, que la ideología de género o  al menos parte de las corrientes como la que puede significar la señora Butler,  considera que lo que denomina “extensión de los derechos a los no  heterosexuales (unión civil, matrimonio, derecho a la adopción, etc.),  produciría, esencialmente, una ampliación de la fisura existente entre formas  legítimas e ilegítimas de intercambio sexual, al establecer normas de  legitimación que actúan remarginalizando a las otras y excluyen las  posibilidades de libertad sexual que han sido los eternos objetivos del  movimiento". (44) En otras palabras, la legalización y transformación de  las instituciones para acoger la relación homosexual tiene el riesgo de  integrarlas en el sistema. 
                                        En  todo el planteamiento del género hay un desplazamiento mecanicista de la  concepción marxista del papel de la clase obrera a las mujeres, y especialmente  a homosexuales, bisexuales, travestidos y transexuales, de un exagerado  optimismo. Ni las mujeres están interesadas en esta clase de revolución desde  el punto de vista de su conciencia social, ni tampoco lo están los pequeños  grupos de población que tienen pulsiones sexuales muy particulares. La cuestión  no radica en la existencia de una clase consciente del cambio social, sino  precisamente en lo contrario: se están introduciendo cambios radicales sin  conciencia de sus efectos reales. Esta dinámica es particularmente intensa en  España, porque la legalización del matrimonio homosexual no ha comportado la  canonización del matrimonio, sino todo lo contrario, como lo constatan los  cambios introducidos en la ley del divorcio, o los que se querían introducir en  el caso de la Generalitat de Cataluña con la Ley del Código de Familia. 
                                      Notas 
                                        26. The Meaning of Marriage:  Family, State, Market and Morals. 
                                        27.  José Antonio Garcia Duran, Familia y Dinastía, Pág. 172, En ob cit. 
                                        28. Kosai-Saito–Yashiro,  Declining Population and Sustained Economic Growth. Can  They Coexist? American Economic Review. Mayo 1998. 
                                        29.  La productividad total de los factores (TFP), se estima a partir de una medida  agregada de las cantidades utilizadas de los diferentes factores, conocida como  a input total de los factores (TFI). La productividad total de los factores, en  su acepción original, es también un cociente entre el output físico (Q) i el  input total de factores. Esto es, TFP=Q/TFI, lo que se traduce en que la  productividad total de los factores es una medida numérica de la variable  “estado de la tecnología”. Cuando la productividad total de los factores  aumenta, hay avance tecnológico, entendido en su sentido más amplio; y cuando  la productividad total de los factores no crece, nos hallamos ante una  situación de estancamiento técnico. La fórmula de la productividad total de los  factores es simple, si bien no su cálculo, dado que la suma de las cantidades  de un determinado factor con cantidades de otro factor no puede hacerse de  manera directa. Las cantidades físicas de diferentes factores, de naturaleza  diferente, se expresan en unidades de medida propias, que no tienen nada que  ver con las otras. De ahí la necesidad de convertirlas a una unidad común. 
                                        30.  J.L. Molina, Manual de Antropología Económica. UAB, 2004. 
                                        31.  Rafael Rubio de Urquia, Estudios de Teoria Económica y Antropología. p 23.  Unión Editorial. Madrid, 2005. 
                                        32.  Francis Fukuyama, La Gran Ruptura. Ediciones B. Barcelona, 2002. 
                                        33. Family Structure.  Children’s Educational Outcomes. Center for Marrige and Families. New  York, 2005. 
                                        34.  Ob cit 
                                        35.  Francisco López Rupérez, El Legado de la LOGSE. Fundacion FAES. Madrid, 2006.  Pág. 59. El curso 2005-2006 ha registrado una leve disminución, por contra,  situada en el 30%. 
                                        36.  Julio Iglesias de Ussel. Familia y Estructuras de Solidaridad en España. 
                                        37.  Informe de estrategia de España en relación con el futuro del Sistema de  Pensiones. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Julio, 2005. 
                                        38.  Lyotard, Jean-François, Economía libidinal. Fce. México, 1990. 
                                        39.  Sigmund Freud, El Malestar de la Cultura y Otros ensayos. Alianza Editorial.  Madrid, 1999. 
                                        40.  Véase, por ejemplo, Charles Taylor. Las variedades de la religión hoy. Pág.  89-90 Ed. Paidos. Barcelona, 2003. 
                                        41.  Parte del presente apartado utiliza el texto de sociedad Perspectiva de Género:  sus Peligros y Alcances, de Jutta Burggraf. Profesora en la Universitat de  Navarra. 
                                        42.  Ediciones Paidos. Barcelona, 2001. 
                                        43.  Datos sobre la UE a 15; UE 25; España todas son coincidentes en los mismos  órdenes de magnitud. Fuente Eurostat e INE. 
                                        44.  Butler, Laclau y Zizek, Contingencia, hegemonía, universalidad; FCE, Bs. As.,  2003, p. 166 
                                      Instituto  de Estudios del Capital Social (INCAS) 
                                        Centro  de Investigación y Desarrollo Empresarial (CIDE). 
                                        Universitat  Abat Oliba CEU 
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