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Una joven farmacéutica, madre de cinco embarazada del sexto

Eva: «Esta vida que he elegido me compensa y me llena de alegrías»

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Al colocar los muebles en la nueva casa he tenido tiempo de hacer un pequeño balance de estos últimos años.

Estamos esperando el sexto hijo y la verdad es que me parece increíble que haya pasado el tiempo tan deprisa. Cuando la gente me pregunta que si me gustan mucho los niños, no sé qué contestar, no había visto niños en mi vida antes de casarme. Soy hija única y nunca había sentido pasión por los niños; siempre, eso sí, había pensado que al formar una familia me gustaría que fuese grande, pero nada más.

Una cabeza ordenada
Es imprescindible, y más en nuestra sociedad moderna, tener mucho orden en la cabeza, saber qué es lo primero y lo segundo, porque nos enfrentamos con un gran reto: el tiempo. Una madre de familia, joven, con un trabajo profesional fuera de casa tiene que hacer tantas cosas a la vez, que corre el peligro de alocarse.

Siempre he tenido muy claro que mi primer trabajo profesional es el ejercer como madre de familia (insisto en lo de profesional) y, en segundo lugar, el trabajo fuera de casa. Creo que este es el «quid» del asunto, porque hay muchas situaciones en que hay que elegir; otras veces no se puede, pero pienso que si ambos trabajos se vuelven incompatibles hay que dejar el de fuera y trabajar exclusivamente en casa. Mi experiencia me dice que es más difícil y más importante ser una buena esposa y madre que una buena farmacéutica.

Tenemos cinco hijos: de seis, cinco, cuatro, tres y un año y medio, y en agosto nacerá el sexto. Se llaman Marta, Celia, Eva, Miguel y la pequeña Inés. Las tres mayores van al colegio. Son tan pequeñitos que caben todos en un calcetín. Cuando están juntos me impresiona pensar que son nuestros, fruto de nuestro amor.

Están muy contentos de ser tantos. Eva me pregunta muchas veces que cuándo me «sacan» al hermanito y es que éste es el suyo. A las tres mayores les tenemos asignado un pequeño a cada una, que es suyo de una manera especial, y el que viene es de Eva.

Sin embargo, ésta no es una historia de mantequilla, donde todo es fácil y de película. Hay momentos físicos y económicos duros, en que te dan ganas de tirar la toalla o de llamar al rey Herodes, sobre todo entre las siete y las ocho de la tarde... pero con eso hay que contar. Nosotros tenemos una gran ayuda, que son unos abuelos jóvenes que en un momento de apuro están siempre disponibles.

En el despacho de farmacia

Empecé a trabajar cuando esperaba el cuarto hijo, entonces empezó a correr el reloj más de prisa, pues tenia que hacer más cosas en el mismo tiempo. Busqué ayuda en casa para quedarme más libre y empezó la batalla emocionante de querer estar en dos sitios a la vez.

En la farmacia trato con mucha gente y hablamos de la vida, la familia, etc. Siempre se asustan cuando les cuento los hijos que tengo y las edades, pero sobre todo cuando les explicas que seguramente tendré más. Es increíble el miedo que tiene nuestra sociedad moderna a los niños, hay verdadero pánico y terror, es como un virus. Me canso todos los días de explicar las razones más o menos profundas de lo que significa tener hijos y formar una familia. Te dicen que estás pasada de moda o que eres ignorante y no sabes lo que hay que hacer». Lo último que recuerdo es un comentario de una señora: «Hija, es que no tendréis 'televisión y os aburrís.» Puedo decir que en ningún caso hemos tenido o tendremos hijos por ignorancia o por aburrimiento.

Mi trabajo es apasionante. En el mostrador de una farmacia se hace algo más que dispensar fármacos, se trata de dar una educación sanitaria seria, en el que existe un sigilo profesional importante, ya que muchas veces se ventilan rincones del alma, penas, soledades, dolores, etcétera.

A mis hijos les encanta ir por la farmacia, sobre todo ordenar los cajones de los caramelos y observar cómo se hacen las fórmulas magistrales.

Aprender a “Trabajar cansada"
Mi marido ayuda mucho en casa, sobre todo los fines de semana, que son enteros para la familia. Los días de trabajo nos vemos menos, el horario es apretado y queda poco tiempo para estar juntos. Los mejores momentos son los desayunos y el ratito de después de cenar, es cuando hacemos pequeñas tertulias.

Los fines de semana aprovechamos para ir al campo con la tortilla o para ver a amigos. Es muy necesario que las familias tengan amigos con hijos y relacionarse y salir con ellos, si no, corremos el peligro de encerrarnos como en una isla y pensar que juntitos estamos fenomenal y que no necesitamos a nadie.

En la familia los niños es donde aprenden a vivir todas las virtudes tan necesarias para desarrollarse. Poco a poco, con paciencia, hay que enseñarles a ser ordenados con los libros, a compartir los juguetes, a quedarse con ganas de tomar una golosina, a cuidar el uniforme del colegio…Todo esto es tan bonito de contar, pero cuesta mucho conseguirlo cuando el enemigo más fuerte es el cansancio y la prisas. Una vez  hace muchos años alguien me dijo que tenía que aprender a «trabajar cansada» y creo que eso es real.

A mí, personalmente, esta vida que he, elegido me compensa, me da muchas alegrías y mi marido y yo nos queremos más a medida que aumenta la casa. Procuro no olvidar que primero está él y luego los niños. Pienso que la mujer primero es esposa y luego madre. Nunca hemos entendido esos matrimonios que para conocerse necesitaban estar unos años sin hijos, para «divertirse». Puedo asegurar que nosotros nos divertimos bastante más y, por supuesto, nos conocemos mucho mejor.»

Eva Martín
MC Familia 309