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La fecundación in vitro
INTRODUCCIÓN

El 25 de julio de 1978 nació en Inglaterra Louise Brown, la primera «niña probeta». Desde entonces la técnica conocida como fecundación in vitro (FIVET) se ha practicado profusamente y ha sido objeto de innumerables noticias y artículos de prensa.

Hemos de comenzar por decir que la información que más se ha difundido sobre la FWET no ha sido totalmente objetiva. En general, se ha presentado esta técnica reproductiva unilateralmente, como la ayuda fundamental de la moderna ciencia biológica al problema de la esterilidad. Frente a esta visión optimista y poco critica del problema, la realidad es que las cosas no son tan sencillas. De hecho, al gran público no le resulta fácil hacerse una idea cabal del verdadero alcance de la FlVET porque es un tema complejo, y su recto análisis requiere disponer de los suficientes elementos de juicio.

Dos posibles dificultades
Para poder reflexionar serenamente sobre la FlVET es necesario superar dos posibles obstáculos: la lógica del sentimiento y la lógica de la técnica.

De la lógica del sentimiento, del sentimentalismo, han abusado muchos medios de comunicación al hablar de la FIVET. Una y otra vez nos han presentado las imágenes de bebés preciosos en brazos de unos padres sonrientes que, emocionados, confesaban la frustración primera de su matrimonio por no poder tener hijos, y el cambio experimentado tras la FlVET, que les ha proporcionado la ansiada descendencia. No es de extrañar que testimonios así hayan conmovido a más de un lector incauto.

No se puede decir que los sentimientos -en general- siempre engañen, ni se puede dudar de la buena intención que ha movido a muchos matrimonios a recurrir a la FIVET; pero en el obrar humano, no basta con los sentimientos o buenas intenciones: es importante el contenido objetivo de esa actuación, y discernir si es realmente bueno o positivo para el hombre. Si no se corre el riesgo de legitimar -llevados por un sentimentalismo absurdo- auténticas aberraciones; algo parecido está sucediendo con el aborto.

La lógica de la técnica es otra tentación que interfiere el análisis sereno de este problema, y afecta principalmente a los hombres de ciencia: médicos, biólogos, etc.

Es comprensible que las técnicas de fecundación artificial, con las inmensas posibilidades que abren a la investigación, sean un plato apetitoso para los científicos. Por otra parte, los investigadores, cuando abordan un problema de su especialidad, concentran su atención sobre los elementos propiamente científicos, e intentan resolverlo en función exclusiva de esos datos; por tanto, solicitan que se respete la autonomía de su campo propio de trabajo.

Esto -en principio- es lícito, pero cuando se entra en el camino de las aplicaciones prácticas al hombre, es imposible no tener en cuenta las repercusiones que los métodos propuestos tendrán sobre la persona y su destino. La ciencia no es un valor absoluto, ni el único saber válido, sino que está al servicio del hombre, y por tanto debe subordinarse a la ética si no quiere perder su misma razón de ser.

Esta consideración no debe desanimar a los hombres de ciencia, haciéndoles abandonar sus estudios en este campo; pero sí debe prevenirles contra la mentalidad cientificista, y hacerles recapacitar sobre el distinto cariz que toman sus investigaciones cuando afectan directamente al hombre.

Es necesario tener presente que la ética no depende de los descubrimientos de la ciencia, ni de los progresos de la técnica, sino de la misma naturaleza humana, invariable desde que el hombre es hombre. No se puede, por tanto, argumentar -como algunos han hecho- que es preciso elaborar una «nueva ética», acorde con el progreso de la ciencia: más bien habrá que aplicar los principios inmutables de la ética a los nuevos campos de investigación. Ni se puede decir -como también ha ocurrido- que, en aras del progreso científico, son lícitas «pequeñas faltas éticas».

Algunos, más audaces, combinando sentimentalismo y cientificismo, han llegado a ver en la FIVET la forma más eficaz de resolver el problema de la adopción. Gracias a la FIVET, efectivamente, pueden proporcionarse niños recién nacidos a matrimonios estériles; aunque biológicamente no sean hijos suyos, así se superarían los problemas habituales de la adopción: extrañar a los padres legítimos, etc.

¿QUÉ ES LA FECUNDACIÓN IN VITRO?

Para entender la secuencia de procedimientos que constituyen la FlVET, es necesario recordar brevemente algunas nociones básicas sobre el origen de la .vida.

En la terminología biológica, se entiende por fecundación la unión de los núcleos de las células reproductoras masculina y femenina. En el momento de la fecundación, las dos células reproductoras o gametos se convierten en una sola célula: el «zigoto» o «huevo». El zigoto es ya una vida humana. Nadie discute su carácter de ser vivo, independiente del medio que lo rodea y con la potencialidad necesaria para dar lugar a un ser humano adulto. El zigoto tiene una organización exclusivamente humana, distinta estructuralmente de las demás especies animales. Es, por tanto, una vida humana.

En condiciones naturales, la fecundación tiene lugar al encontrarse el óvulo (gameto femenino) con los espermatozoides (gametos masculinos) en una porción del aparato genital femenino denominada Trompa de Falopio.

Tras la fecundación, el zigoto comienza a dividirse -a crecer- rápidamente, de tal forma que a las 66 horas tiene ya aspecto de mora (de ahí que en esta fase de desarrollo se le denomine «mórula») y está constituido por 8 células. Al mismo tiempo, ha ido viajando hacia el útero ayudado por contracciones de las trompas. Al 4º día desde el momento de la concepción, el pequeño ser humano hace su entrada en el útero, donde se va a implantar, completando allí los 9 meses de desarrollo que le restan hasta el momento del nacimiento.

Fecundación in vitro: planteamiento del problema

Cuando se realiza clínicamente, la FIVET tiene por fin principal resolver los problemas de esterilidad matrimonial debidos a la oclusión tubárica (obstrucción de las trompas). Puede tratarse de una alteración congénita o adquirida a consecuencia de una infección, etc., en muchos casos, la causa es un aborto anterior, el uso del DIU (Dispositivo intrauterino) o algunas infecciones venéreas.

Han sido múltiples los procedimientos ensayados para tratar de solucionar el problema. Los primeros intentos de repermeabilizar quirúrgicamente las trompas datan de 1884, cuando Mackenrodt consiguió tratar satisfactoriamente dos casos mediante salpingostomía (sección del segmento tubárico obstruido y unión de los dos extremos permeables de la trompa) (1). Desde entonces la cirugía ha mejorado mucho y, hoy en día, permite recuperar la fertilidad hasta en un 50% de los casos de esterilidad por obstrucción tubárica (2).

La otra vía seguida para solucionar este tipo de esterilidad es la FIVET. En síntesis, se realiza obteniendo las células reproductoras masculinas y femeninas, reuniéndolas en un medio artificial adecuado y reimplantando el huevo resultante en el útero materno. A partir de este momento, el desarrollo embrionario y el embarazo siguen su curso natural.

Historia

La idea de fertilizar extracorpóreamente el óvulo con esperma masculino fue sugerida por primera vez en el año 1937, en un editorial anónimo de la revista «The New England Joumal of Medicine»(3). Sin embargo, en aquella época, las investigaciones necesarias para hacer viable esta propuesta se encontraban todavía en pañales.

Con el paso de los años se reivindicó en varias ocasiones el éxito de la fecundación in vitro de óvulos de mamíferos. Sin embargo, fue Chang en 1959 el primero que demostró convincentemente que había logrado la fertilización extracorpórea de óvulos de conejo.

Los primeros trabajos en óvulos humanos los inicia el biólogo inglés Edwards, al que se une posteriormente el ginecólogo Steptoe. Tras 15 años de experimentación, el 25 de julio de 1978, tiene lugar en la Clínica Oldham de Londres el nacimiento de la primera niña concebida artificialmente(4). Desde entonces se han producido más intentos de fertilización in vitro en seres humanos que el total de los realizados en animales de experimentación en los últimos 20 años (5).

Técnica

La FIVET consta de tres etapas:

Obtención y capacitación de los gametos.

Fertilización y división in vitro del zigoto.

Transferencia embrionaria.

Obtención y capacitación de los gametos

A) Masculinos: Los artículos científicos que tratan de la FIVET suelen decir escuetamente: «Los espermatozoides se obtienen por masturbación». Aunque de forma más costosa podría recurrirse a algún otro método para obtener las células germinales masculinas. En condiciones naturales los espermatozoides sufren un proceso de capacitación, necesario para poder fecundar el óvulo. Este proceso se realiza al separarse los espermatozoides del resto de fluidos que constituyen el esperma y al entrar en contacto con proteínas de la madre presentes en el aparato genital. La capacitación se consigue artificialmente centrifugando el esperma e incubando los espermatozoides en un medio de cultivo apropiado que contiene suero sanguíneo perteneciente a la madre (6).

B) Femeninos: La obtención de los óvulos es bastante más compleja ya que, como se sabe, su producción es cíclica y, por otra parte, hay que extraerlos puncionando directamente el ovario de la mujer. Los primeros «niños probeta» han sido fruto de la fecundación de óvulos obtenidos durante un ciclo ovárico normal. En cada ciclo sólo madura un óvulo y es preciso extraerlo justo antes de su salida del ovario. El momento aproximado de la ovulación se puede conocer porque se produce una elevación de los niveles sanguíneos de estradiol, una hormona femenina. Esto quiere decir que serán necesarios múltiples análisis de sangre y orina para conocer la fecha más adecuada para la extracción del óvulo.

Unos días antes de la fecha prevista se hospitaliza a la mujer para ser sometida, en el momento más oportuno, a una laparoscoia. Esta técnica permite tener un control visual de ovario y localizar el folículo maduro; en su interior se encuentra flotando el óvulo, por lo que basta aspirar su contenido con una aguja para disponer de la célula germinal femenina (7). Desde el punto de vista médico, un inconveniente de esta técnica es que es necesario emplear anestesia general. Recientemente se ha ensayado en Dinamarca la punción folicular con visión ecográfica directa. Esta técnica presentaría la ventaja de poder realizarse con la paciente despierta.

Tal como se desprende de lo anteriormente expuesto, la intervención en el ciclo natural de la mujer para tratar de obtener un solo óvulo maduro reviste bastante complicación: por una parte, implica una gran disponibilidad de equipo médico, puesto que la ovulación puede tener lugar a cualquier hora del día o de la noche; por otra, los múltiples análisis de sangre y orina que se precisan, son molestos para la paciente. Estos inconvenientes han determinado el empleo de la estimulación hormonal de los ovarios, para provocar una super-ovulación.

La estimulación hormonal ha sido usada por primera vez con éxito por el equipo australiano de Trounson, aunque ya había sido empleada sin resultados satisfactorios por Steptoe y Edwards. Consiste en la utilización secuencial de sustancias hormonales (HMG y HCG) que inducen la maduración simultánea de varios folículos ováricos. Con esta técnica se pueden obtener de 4 a 6 óvulos maduros, y a la hora que se desee, ya que el intervalo entre la estimulación hormonal y la ovulación es constante (34-36 horas) (8).

Fertilización y división in vitro del zigoto

Una vez obtenidos, los gametos femeninos y masculinos se reúnen en un tubo de ensayo, situado en el interior de una incubadora. En el caso de que los óvulos se hayan obtenido por estimulación hormonal, es necesario incubarlos durante un periodo de 3 a 5 horas, con el fin de que completen su maduración.

En el interior del tubo de ensayo se reproducen las condiciones naturales de temperatura, osmolalidad, pH y nutrientes necesarios para que se produzca la fertilización. El cultivo se desarrolla bajo unas condiciones muy estrictas, ya que cualquier variación brusca de temperatura, pH, etc., acabaría con la vida del embrión.

Después de varias horas de incubar juntos los óvulos y los espermatozoides, se puede suponer que las células femeninas ya han sido fecundadas y que, por tanto, ha comenzado la vida embrionaria. El zigoto o zigotos se visualizan fácilmente en el medio de cultivo con la ayuda de una lupa binocular, ya que se trata de células muy voluminosas. Con la ayuda de una pipeta se transfieren a otro medio de cultivo. Esta operación sirve para eliminar los espermatozoides sobrantes, que van muriendo progresivamente y degradan el medio, alterando su composición.

La primera segmentación o división del huevo ocurre a las 25-35 horas de la fecundación. A las 72 horas el embrión ya tiene 8 células.

Transferencia embrionaria

Al tercer día de la fecundación se procede a transferir el embrión al útero materno: generalmente se hace mediante una cánula. El embrión es inyectado con una pequeña cantidad de medio de cultivo, de forma que queda flotando en la cavidad uterina. Es éste un momento delicado, ya que una eventual irritación del útero provoca en éste contracciones involuntarias, que conducen a la expulsión del embrión. También se puede implantar el embrión mediante una intervención quirúrgica, pero en este caso es necesaria una nueva anestesia general.

Resultados obtenidos

Analizando los primeros resultados obtenidos por Edwards y Steptoe -pioneros de la FIVET- se deduce que la probabilidad de conseguir un recién nacido vivo con la técnica inicial era sólo de un 2,9% del total de las mujeres sometidas a estudio (9).

Resultados de la FIVET obtenidos por Steptoe y Edwards (técnica inicial):

Nº de pacientes

Admitidas a estudio 79

Sometidas a Laparoscopia 68

Fallo en la obtención del óvulo 23

Fallo en la fertilización del óvulo 10

Fallo en el desarrollo del huevo 3

Fallo en la implantación del embrión 28

Embarazos 4

Recién nacidos vivos 2

Para aumentar la eficacia de la FIVET, pronto se recurrió a la transferencia simultánea de más de un embrión: el número más idóneo parece ser tres. De esta forma, la probabilidad de conseguir un embarazo ha ido aumentando; aunque los datos varían bastante de unas estadísticas a otras, los más optimistas cifran el porcentaje de éxitos en torno al 20% (10). En todo caso, podemos concluir que, «teniendo en cuenta el gran número de pacientes que han seguido la secuencia de procedimientos que conducen a la FIVET, cada pareja individual tiene pocas posibilidades de convertirse en padres» (11).

Ciertamente, la FIVET consigue satisfacer -aunque sólo en un reducido número de ocasiones- el deseo de una paternidad biológica en los casos de esterilidad por obstrucción tubárica. Sin embargo, a la hora de evaluar los resultados de esta técnica, también hemos de tener en cuenta una serie de hechos que chocan frontalmente con el fin inicialmente perseguido (remedio de la esterilidad).

Producción de abortos. Las cifras de los resultados obtenidos por los pioneros de la FIVET son suficientemente elocuentes. Esta técnica supone la muerte prevista de gran número de embriones, que puede tener lugar en distintas etapas del proceso; principalmente durante la transferencia al útero materno y en los días inmediatamente posteriores.

El simple hecho de que -según la variante más utilizada de esta técnica- se transfiera un lote de embriones, y no uno solo, muestra claramente que se cuenta desde el principio con la muerte de uno o más embriones: auténticos abortos, si bien microscópicos.

Por otra parte, cuando -para aumentar el porcentaje de éxito- se recurre a la congelación de embriones, si alguno de los embriones transferidos en el primer lote anida en el útero materno, ¿qué suerte espera a los embriones no transferidos? Desgraciadamente, son eliminados o utilizados para experimentación.

Anomalías congénitas. Existen evidencias experimentales de que la FIVET se asocia con un riesgo aumentado de fertilización por espermatozoides defectuosos (12). Este riesgo es lógico, si tenemos en cuenta que, en la FIVET, no se realiza el proceso de selección que sufren los espermatozoides naturalmente en su trayecto hacia las trompas.

Una consecuencia de este hecho es la mayor frecuencia de alteraciones cromosómicas en los embriones obtenidos por FIVET; en casi todos los casos estas alteraciones van a conducir a la muerte precoz del embrión, tal como ocurre en el embarazo fisiológico. Por eso, aunque las estadísticas publicadas hasta el momento parecen indicar que la FIVET no aumenta la proporción de recién nacidos con anomalías congénitas (13), hay que tener en cuenta el mayor número de embarazos iniciados y no llevados a término.

Experimentación con embriones humanos y manipulación genética. Como, a pesar del espectacular éxito social de la FIVET, los médicos no están contentos con su bajo rendimiento, muchos investigadores consideran que la única vía para perfeccionar esta técnica pasa necesariamente por la experimentación con embriones humanos (14); así se dice expresamente, por ejemplo, en el nº 11 del informe Warnock, encargado por el secretario de Estado para los Servicios Sociales del gobierno británico. El progreso científico sobre la FIVET podría obtenerse igualmente, al menos en gran medida, trabajando con embriones de mono, pero –paradoja- resultan más caros que los embriones humanos.

Además de esta utilización pretendidamente científica de los embriones, es obligado mencionar que la FIVET ha abierto las puertas a la posibilidad de que investigadores sin escrúpulos trabajen con embriones humanos, considerándolos como un material más de laboratorio. Sólo a modo de ejemplo: dos médicos británicos han pedido autorización a su gobierno para proceder a la implantación de embriones humanos en animales (15). Pero ésta es sólo una pequeña muestra. Las posibilidades que quedan abiertas son enormes: manipulación de la dotación genética de cada ser humano, intentos de conseguir fertilización interespecies (por ejemplo, entre hombres y primates superiores), utilización de embriones como materia prima para la industria cosmética, etc.

No es preciso comentar que ni siquiera los posibles efectos beneficiosos que pudieran derivarse justificarían el «cobayismo».

LA FECUNDACIÓN IN VITRO Y LA LEY MORAL NATURAL

Inviolabilidad de la vida humana

Para entender bien este apartado, enlazando con cuanto se ha dicho sobre el origen de la vida, hemos de recordar algunas verdades fundamentales. «En el estado actual de nuestros conocimientos científicos, sabemos de manera cierta que:

a) la vida del ser humano comienza en el momento de la concepción: desde el momento de la fusión del espermatozoide con el óvulo, existe un nuevo organismo, que posee ya todas las características que hacen de él un individuo único, distinto del organismo de la madre;

b) desde la concepción hasta la muerte, siempre se trata del mismo ser humano, cuyo desarrollo se realiza de modo perfectamente continuo. No tiene lugar, en ningún momento, una modificación fundamental que le confiera el estatuto de ser humano;

c) la naturaleza del embrión es siempre la misma, sea que su concepción se haya realizado en el interior o en el exterior del organismo de la madre» (16).

Estas tres premisas son científicamente ciertas. Sólo por ignorancia de elementales leyes biológicas puede negarse que el embrión es un ser humano. El mismo Dr. Robert Edwards, uno de los dos primeros médicos que han realizado con éxito la FIVET, define al embrión -ya desde el período preimplantatorio- como «un microscópico ser humano en un precocísimo estadio de desarrollo» (17).

Desde el momento de la fecundación lo que está en juego es una vida humana: un nuevo hombre, si bien en una etapa incipiente de su desarrollo. Y todo lo específicamente humano -incluido el cuerpo- trasciende infinitamente lo que de análogo se encuentra en los animales, y -con más razón- trasciende a las cosas. Toda vida humana está dotada de un valor intrínseco y objetivo; esto quiere decir que todo hombre es sujeto de derechos, independientemente de su nivel de desarrollo, o de que actualmente no esté ejerciendo sus facultades superiores (entendimiento y voluntad), o incluso de que no se encuentre en condiciones de poder ejercerlas (y esto no sucede sólo en el embrión, sino también en los niños pequeños, los subnormales, los dementes, etc., que son también sujetos de derechos). El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento, se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida. El derecho a la vida es el derecho fundamental del ser humano atacar una vida que todavía no ha visto la luz en cualquier momento de su concepción es minar la totalidad del orden moral, auténtico guardián del bienestar humano.

Estas consideraciones son válidas para todos los hombres, pues se basan en elementales principios científicos y morales.

Por ello la FIVET es ilícita -en primer lugar- porque supone un grave riesgo de producción de abortos. Por cada niño que ha nacido vivo gracias a la FIVET, se puede asegurar que han fallecido bastantes más por fallos de esta técnica: fallos previstos.

Este hecho, silenciado por muchos medios de información (generalmente, los mismos que aprueban el aborto), revela la mentalidad de fondo viciada que subyace en muchos de los defensores de la FIVET: si admiten que el feto se puede abortar, con mayor razón se podrá eliminar. el embrión. Esto se comprueba por el tratamiento que reciben los embriones obtenidos mediante las técnicas de FIVET:

-Se congelan y conservan «si interesa» en un momento dado, de igual modo a como se almacenan los elementos sobrantes de un proceso de producción industrial, cuando congelar un embrión humano significa interrumpir bruscamente el proceso al que, como ser humano vivo, tiene un estricto derecho para la propia supervivencia.

-Más tarde, se desechan «si ya no son útiles», por ejemplo, porque ya ha arraigado alguno de los embriones del primer lote transferido.

-O bien, «para aprovechar» esos embriones sobrantes, se utilizan para investigación científica como un material más de laboratorio. Por citar un ejemplo elocuente, una de las pruebas posibles a las que se somete a los espermatozoides, para ver si están en condiciones aptas para el proceso, es hacerles fecundar un óvulo de hamster (uno de los animales más utilizados para experimentación en laboratorio) (18)

-Por último, si se detecta un embrión con anomalías , «se desecha», como se elimina un producto defectuoso de una cadena de montaje. Es un hecho conocido que la señora Brown -madre de la primera niña probeta-, antes de someterse a la FIVET, tuvo que comprometerse por escrito a abortar en el caso de que se observase alguna anomalía durante el embarazo. .

Los verbos entrecomillados (aprovechar, desechar, utilizar...), apropiados para designar una manipulación sobre cosas, nos resultan tremendamente duros cuando pensamos que tienen como sujeto paciente a un ser humano.

En definitiva, lo que está en juego a lo largo de todo el proceso de la FIVET es una o varias vidas humanas (la del embrión o embriones), y no es lícito manipularlas, porque el ser humano -desde su concepción hasta la muerte- nunca puede ser instrumentalizado para ningún fin, ni siquiera para un fin tan loable y bienintencionado como proporcionar descendencia a un matrimonio estéril. Ningún ser humano puede ser utilizado como medio en vista de un fin ajeno al suyo propio. Sólo sería lícito actuar sobre un embrión si se esperan resultados favorables para él mismo, que compensen los riesgos afrontados: y no es éste el caso de la FIVET.

Éste es, en resumen, el primer y grave inconveniente moral que plantea la FIVET: Para muchos será el argumento más claro y convincente. Algunos objetan que se trata de un argumento válido sólo en el momento presente, pero tal vez no en el futuro, si los adelantos científicos consiguen perfeccionar esta técnica hasta el punto de que la incidencia de abortos, malformaciones, etc., debidos a la propia técnica, sea nula, o prácticamente la misma que en las fecundaciones normales. Respecto a este último dato, hemos de decir que con frecuencia se exagera: las estadísticas divulgadas respecto a la incidencia de abortos en las primeras etapas de desarrollo, en fecundaciones realizadas naturalmente, son poco fiables; se trata de un dato que los médicos no muestran gran interés en comprobar. En cualquier caso, el grado de desarrollo alcanzado actualmente por la FIVET la sitúa aún lejos de los dos supuestos mencionados; y basta la posibilidad de afectar el normal desarrollo de una sola vida humana (a diferencia de las fecundaciones normales, sería un daño previsto: no lo olvidemos), para que todo el procedimiento sea inmoral.(19)

Por otro lado, la alteración del desenvolvimiento natural de los procesos implicados en el origen de la vida, puede traer consigo una peligrosa consecuencia: que la vida sea considerada como un producto más de la técnica. Dicho de otra forma: que el nuevo ser humano pase de ser un sujeto querido por un acto personal de amor, a ser un objeto producido por el trabajo humano. Los hechos, desgraciadamente, nos demuestran que esto es algo más que un mal presagio: los embriones congelados y desechados, o utilizados para experimentación científica, para la industria cosmética, etc., son pruebas fehacientes de que muchos partidarios de la FIVET aplican a la vida humana los mismos criterios (utilidad, eficacia, etc.) que dominan en el ámbito de la técnica.

La FIVET es un proceso largo, con diversas etapas, realizado por varias personas que componen un equipo médico y de laboratorio, cuya competencia y actividad técnica determina el éxito de la intervención; la división del trabajo, la intercambiabilidad de los operadores, etc. caracterizan a la FIVET como un proceso técnico. Este tipo de actividad humana tiene una dinámica propia -en la que dominan parámetros como eficiencia, rentabilidad, control y dominio-, que se hace presente siempre que se lleva a cabo; en el caso concreto de la FIVET, instaura un dominio de la técnica sobre el origen y el destino de la vida humana, contrario a la dignidad de la persona.

Hay científicos que están desarrollando programas de investigación sobre procedimientos alternativos a la FIVET, que no presenten sus mismos inconvenientes morales (20). Por otra parte, no debe olvidarse que el verdadero remedio de la esterilidad tubárica habría que buscado en sus causas, y no en el recurso «fácil» a la FIVET.

EPÍLOGO

Los criterios expuestos de ninguna manera suponen una actitud negativa hacia la ciencia, sino una actitud positiva hacia algo más importante que la ciencia: el hombre y su dignidad. Una ciencia que no sirva al hombre, que se desvincule de los valores específicamente humanos (principalmente de los éticos), es una falsa ciencia.

Uno de los riesgos más graves a los que está expuesta nuestra época es el divorcio entre ciencia y moral, entre las posibilidades que ofrece una tecnología proyectada hacia metas cada vez más sorprendentes, y las normas éticas derivadas de una naturaleza cada vez más olvidada. Es necesario que todas las personas responsables se pongan de acuerdo en afirmar la prioridad de la ética sobre la técnica, la primacía de la persona sobre las cosas, la superioridad del espíritu sobre la materia. Si respetamos esta jerarquía de valores, la Historia nos pemostrará -una vez más- que el respeto a las normas de la Moral es siempre fecundo.

«No deja de ser una "verdadera ironía de nuestro tiempo, con centenares de millares de abortos voluntarios cada año", el hecho de que se realicen "tantos y tantos gastos y esfuerzos innaturales, para procrear una vida humana artificial, que por mucho que sea deseada por una pareja determinada, apenas se puede llamar fruto de su amor. ¿Es proporcionado todo esto?" (21).

J.L. O'Dogherty/J. Valle

Folleto MC 410

1. GREENHILL. J.P., Evaluation o/ salpingostomy and tubal implantation for the treatment of sterility, en «American Journal of Obstetrics and Gynecology», 33 (1937), págs. 39-51.

2. NOVAK, E.R., JONES. G.S., JONES. N.W., Gynecology (Williams and Wilkins 1975), pág. 334.

3. Anónimo, Conception in a watch glass, en «New England Journal of Medicine», 217 (1937), pág. 678.

4. STEPTOE. P.C., EDWARDS. R.G., Birth after the reimplantation of ahuman embryo, en «Lancet», 2 (1978), pág. 336.

5. TESTART. J., La fecondation exteme de l'oeuf humain, en «La recherche», 13 (1982), n. 130, págs. 144-156.

6. Ibidem

7. EDWARDS, R.G., STEPTOE, P.C., Establishing full-term human pregnancies using clearing embryos grown in vitro, en «British Journal of Obstetrics and Gynecology», 87 (9180), 9, págs. 737-756.

8. TESTART, J., o. c.

9. BIGGERS, J.D., In vitro fertilization and Embryo transfer in human Beings, en «The New England Journal of Medicine», 304 (1981} 6. págs. 336-342.

10. Cfr EDWARDS. R.G., Situación actual de la FIVET, en Iberoamericana de fertilidad, a. 6, m-IV (1985). Cfr JONES. H.V. y otros, 1982 The program for FIVET at Norfolk. Fertil Steril 38: 14. Cfr FERRE JORGE, J., MARTÍNEZ DE ARTOLA, V., Fecundación artificial: aspectos médicos y cuestiones éticas. en Revista de Medicina de la Universidad de Navarra, 3 (1985), págs. 201-206.

11. HODGEN. G.D., In vitro fertilization and alternatives, en «Journal of American Association», 246 (1981), 6, págs. 590-597.

12. BIGGERS. J.D., o.c.

13. Ibidem

14. Cfr HERRANZ. G., Polémica de la fecundación in vitro, en «Informativo Médico», 85 (1985), págs. 19-20.

15. En «Tribuna Médica» (1985), 4-1.

16. PITTELOUD. J.J., Aspects éthiques de la lecondation in vitro et du translert d'embryons, en «Nova et Vetera», 1 (1985), págs. 55-65.

17. EDWARDS, R. y STEPTOE, P., A Matter of Life, Londres 1981, pág. 101.

18. PITTELOUD. J.J., o.c.

19. Cfr RODRIGUEZ LUÑO, A. y LÓPEZ MONDÉJAR, R., La fecundación in vitro. Ed. Palabra, Madrid 1986, pp. 104-119, donde se hace un estudio detenido del problema del aborto en la FIVET.

20. Cfr HODGEN, G.D., o.c. Este autor está experimentando en monos. «Hospital Progress», III-1984, págs. 55-56. Cfr los números de septiembre de 1984 de Ethies and Medies.

21. VISSER. J., Problemi etici dell'embryo transfer, en «Ricerca scientifica ed educazione permanente», año VIII-IX (1982-83), pág. 48.