Tras haber sufrido hace diez años un accidente en acto de servicio que le dejó primero en coma y después en una larga fase de “tenue consciencia”, el bombero Donald Herbert se recuperó inesperadamente el pasado 30 de abril en la residencia de la localidad de Orchard Park, Nueva York, donde estaba ingresado.
Herbert, de 43 años de edad, quedó sepultado bajo una lluvia de escombros cuando intentaba con sus compañeros sofocar un incendio en Búfalo el 29 de diciembre de 1995. El bombero permaneció sin oxígeno alrededor de seis minutos, lo que le dejó en un estado de coma durante dos meses y medio. Posteriormente recuperó un hilo de conciencia, pero aparentemente no reconocía a nadie, su visión quedó también afectada por el accidente y se ha pasado los días sentado en un sillón o en una silla de ruedas y con la vista fija en un televisor.
“Quiero hablar con mi esposa”
Sin embargo, el sábado día 30 recuperaba de forma espontánea la capacidad de comunicarse. “Quiero hablar con mi esposa”, dijo de repente ante el estupor de las enfermeras que le atendían y que nunca, cuando le preguntaban, le habían oído articular más que algún que otro aislado “sí”, o “no”. “¿Cuánto tiempo he estado lejos?”, preguntó a continuación el ex bombero, que creía que habían pasado tan sólo unos tres meses desde el accidente.
Su mujer, Linda, así como sus cuatro hijos y otros familiares y amigos se reunieron inmediatamente con él y permanecieron hablando durante 16 horas seguidas, hasta que volvió a entrar en un profundo sueño que se alargó unas 30 horas.
Desconcierto de los especialistas
Lo ocurrido con Donald Herbert, un caso que no se puede calificar como excepcional, dado que suele suceder de vez en cuando, tiene absolutamente desconcertados a los especialistas, que en esta ocasión están sometiendo al ex bombero a una serie de pruebas antes de poder certificar su definitiva recuperación.
En cualquier caso, parece que de nuevo ha quedado demostrado que, en algunas situaciones de pacientes en coma, en estado vegetativo, o de mínima conciencia, en las que los expertos pueden llegar a recomendar una interrupción definitiva de los procesos que los mantienen con vida, como ocurrió con Terri Schiavo, la ciencia no tiene la última palabra.
Víctor Ruiz
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