Doctora  en antropología, estudios en sociología, psicología e historia. Docente e  Investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (plantel Xochimico)  México DF. Autora de varios libros sobre cultura popular, y en torno a la  participación política. 
                                     
                                      
                                    Resumen 
                                    Se  trata de revisar el humor, los chistes y la risa en tiempos de la influenza en  México en el año 2009. La relación entre narrativas sociales populares  (chistes) y reacciones emocionales de la sociedad en un momento de  incertidumbre y temor social. El por qué y para qué de los chistes, su función  social y psicológica. El objetivo es que el chiste nos acompañe a develar la  realidad social, política, emocional y cultural. Para ello se aborda un poco el  humor, lo cómico, la risa y los chistes. Presentamos algunas definiciones de  estos fenómenos y mostramos su funcionalidad psicológica y social, entre otras  cosas, como parte de los sentimientos humanos y la cultura en general. También  reflexionamos algo en torno al mundo de las emociones y su evolución o  desarrollo, y en determinadas situaciones sociales, en concreto en el contexto  de los días de la contingencia sanitaria por el virus A H1N1 en México, entre abril  y mayo del año 2009. 
                                    Palabras  clave: humor; risa; chistes; emociones; cultura 
                                      
                                    Partimos  de la consideración de que “El chiste es realmente algo muy serio” (Churchill  cit. García, 2002:56). Y su dialéctica otorga “la frescura de la libertad”  (Bergson, 2008). Es más, “Un buen dibujo cómico o un buen chiste muchas veces  pueden desvelar mejor una realidad social determinada que todos los trabajos  científico‐sociales.  A menudo es posible considerar, por lo tanto, lo cómico como una especie de  sociología popular” (Berger, 1999:128). 
                                    Los  chistes son esas breves historias que se inventan, cuentan y escuchan con fines  humorísticos generalmente. Son narraciones anónimas y populares, las más de las  veces. Producto espontáneo de las culturas, reacción a determinadas situaciones  creación para el deleite de compartir alegría saludable o crítica agresiva. En  todo caso ¿qué hay detrás de un chiste?, ¿por qué surge y para qué se crea? y  ¿cómo se relaciona con la cultura, las emociones y una coyuntura social  concreta? 
                                    El  objetivo de este texto es según la cita anterior de Berger (1999) que el chiste  nos acompañe a develar la realidad social, política, emocional y cultural. Para  ello se aborda un poco el humor, lo cómico, la risa y los chistes. Presentamos  algunas definiciones de estos fenómenos y mostramos su funcionalidad  psicológica y social, entre otras cosas, como parte de los sentimientos humanos  y la cultura en general. También reflexionamos algo en torno al mundo de las  emociones y su evolución o desarrollo, y en determinadas situaciones sociales,  en concreto en el contexto de los días de la contingencia sanitaria por el  virus A H1N1 en México, entre abril y mayo del año 2009. 
                                    Lo cómico, el humor y  la risa 
                                    Se  considera que el humor es un fenómeno universal. El humor como capacidad  subjetiva de percibir algo, lo cómico objetivo, como gracioso. Eso sí, aquello  considerado gracioso depende de cada contexto espacio‐temporal y cada cultura  en concreto. Dicho de otro modo, el humor  es una constante antropológica y es históricamente relativo. No obstante, más  allá o por debajo de todos los relativismos, existe algo que se supone que el  humor percibe. Este algo es, justamente, el fenómeno de lo cómico (que, por decirlo  así, es el correlato objetivo del humor, que sería la capacidad subjetiva).  Desde sus expresiones más simples hasta las más complejas, lo cómico se experimenta  como una incongruencia. Asimismo, lo cómico conjura un mundo separado,  diferente del mundo de la realidad ordinaria, que opera con normas distintas.  También es un mundo en el cual las limitaciones de la condición humana quedan  milagrosamente superadas. La experiencia de lo cómico es, finalmente, una  promesa de redención (Berger, 1999:11). 
                                    Una  de las definiciones más reiteradas sobre la risa es la metáfora bergsoniana en  la cual la risa es la espuma de una ola desparramándose en la orilla de la  playa, es sin lugar a dudas, una comparación bella y acertada, y a juzgar por  las citas sobre el tema, aplaudida. Juguetona y gráfica a la vez, burbujeante y  frágil y efímera, como la risa misma: La  risa nace lo mismo que esa espuma1. Muestra por fuera de la vida  social las rebeliones superficiales. Dibuja instantáneamente la forma inestable  de esas conmociones. Es también una espuma a base de sal. Burbujea como la  espuma. Es alegría. El filósofo que la recoja para probarla hallará a veces  cierta dosis de amargura en una cantidad tan pequeña de materia (Bergson,  2008:139). 
                                    Y  es que la risa no es sólo expresión de la emoción de alegría, puede contener,  aliviar o evitar otras emociones menos placenteras. Incluso existe el humor  hiriente y agresivo, que nos puede hacer reír, y sobre el que volveremos más  adelante. 
                                    Kant  dice que la risa es una emoción con carácter espiritual y corporal (Portilla,  1997)2. “una emoción humana, un mecanismo psicológico común a todas  las culturas e individuos que responde al ‘humor’ –definido aquí como cualquier  estímulo de esta emoción.” (Jaúregui 2008:47). Y sí la risa pasa por lo  fisiológico, lo mental, lo emocional, lo energético, y lo espiritual si así  también lo queremos ver. Para Aristóteles era “un ejercicio corporal valioso  para la salud” y para Sócrates “la alegría del alma forma los bellos días de la  vida”. Este filósofo habló del homo ridens (Jaúregui, 2008). Varios autores tienen  frases connotadas en torno a la risa. Eso sí, aquí no la consideramos emoción,  más bien afirmamos que es una expresión emocional. 
                                    La  definición fisiológica es bastante simple, si bien involucra un complejo  mecanismo bioquímico, neurológico, muscular, nervioso y de varias partes del  cuerpo humano. 
                                    Es un proceso de tipo  reflejo controlado por las zonas “antiguas” del cerebro (el tálamo y el  hipotálamo), que controla otras actividades reflejas y conductas puramente  emocionales, y no por la corteza cerebral, que controla las facultades  cognoscitivas. Konrad Lorenz describió la risa como un “reflejo de  capitulación”: se acumula una tensión que luego se libera bruscamente en el  momento en que el organismo se abandona a la risa o, por decirlo así, capitula,  se rinde a ella. Este proceso fisiológico se puede desencadenar mediante  estímulos puramente físicos, el más conocido de los cuales son las cosquillas  (Berger, 1999:89). 
                                    El  gas de la risa o ciertas enfermedades, pero y también el ejercitar la carcajada  simulada o el contagio de ver a alguien que ríe son otras formas de provocar  risa desde el cuerpo y sin intervención de las cosquillas provocadas o de un  chiste contado. Hay quien habla de risa auténtica y de risa reactiva, la  primera es parte de un juego, la segunda es provocada desde fuera (Plessner  cit. Berger, 1999). Y hay también quien distingue la risa que procede del cuerpo  y la que se produce en la mente (Escuela Mexicana del Yoga de la Risa, 2008),  pero no nos extenderemos aquí sobre este asunto. 
                                    Varios  estudios científicos ya han comprobado que las y los niños ríen un promedio de  300 veces al día antes de los 6 años, mientras que los adultos que más ríen lo  hacen entre 100 y 15 veces diarias. Con el paso de los años, y para algunas  personas, se va perdiendo la capacidad de reír, quizás la educación o la vida  misma, los condicionamientos sociales o el creerse alguien importante y serio y  responsable. El temor a perder la compostura, de ser juzgado por los demás, la  timidez o vergüenza, el que pensarán o dirán. En fin, que la risa no siempre ha  sido o es tan bien vista, ni apreciada en su justa medida. 
                                    En  todo caso y sin profundizar en materia vamos a señalar algunos de los efectos  benéficos de la risa, eso sí no desconocemos los que pueden causar la muerte  como un exceso de risa en determinadas circunstancias, o la risa que surge de  mensajes agresivos, o lo que Freud (2008) denominaría chistes tendenciosos y  hoy diríamos políticamente incorrectos, violentos o discriminatorios. 
                                    Los  beneficios de la risa son de manera breve: 
  ‐Reduce nivel cortisol  en sangre y aumenta inmunología, eleva umbral tolerancia dolor, incrementa  ritmo cardiaco, masajea órganos internos. 
  ‐Relajación sistema  nervioso parasimpático, disminuye contracción músculos blandos, se reduce  tensión y estrés. 
  ‐El aflojamiento  muscular produce mayor salivación, secreción lagrimal, micción incontrolada  (mearse de risa). 
  ‐La actividad reducida  sistema nervioso simpático relaja la rigidez corporal, pérdida postura erecta  (revolcarse de risa). 
  ‐Se favorecen procesos  digestión y eliminación, se normaliza presión sanguínea, se dilatan alvéolos  pulmonares tres veces más que la respiración normal, se triplica cantidad aire  bombeada por pulmones. 
  ‐Se secretan ciertas  endorfinas que son drogas naturales que producen euforia y tienen efectos  tranquilizantes y analgésicos. Con lo cual hay sensación de bienestar y  satisfacción. Se elimina la angustia y la ansiedad, aumenta la autoestima,  aligera el espíritu, estimula imaginación, aclara percepción (de uno mismo y  del entorno).  
                                    -Disminuyen  preocupaciones y miedos y las enfermedades psicosomáticas que provienen de  dichas emociones (García, 2002). 
                                    Los  chistes 
                                    Una  forma frecuente en nuestra sociedad de producir risa son los chistes. El chiste  sin duda más popular en tiempos de la influenza fue el que encabeza este texto,  iba de boca en boca, de red social en red social, recorría los cartones de los  periódicos y los noticieros radiofónicos, nadie dejó de oírlo o leerlo.  Imposible no reír o sonreír ante el mismo, sin embargo, guarda memoria de dos  calamidades importantes para el país, pero sobre todo para la ciudad de México.  En primer lugar, los sismos de 1985 con sus consecuencias –miles de muertos y  damnificados, parte de la ciudad destruida y toda ella colapsada– y la  contingencia sanitaria del 2009 –que sin muchas muertes en su haber sí fue un  gran susto para la capital, el país, incluso el mundo–. Surgió popular y anónimamente  como el chiste es, seguramente como la expansión inexplicable de un campo  metamórfico o difusión cultural que explica la antropológica, esto es cuando  surgen por ejemplo inventos a la vez en varios lugares geográficamente lejanos.  Una ciudad, la de México, que tiembla a menudo, a veces mucho incluso, como es  la ciudad de México, se estremeció unos días después de declararse la  contingencia sanitaria, de ahí la ocurrencia del chiste. Una burla que desdeña la  gravedad del virus, por la curtida piel de una urbe acostumbrada a las  catástrofes sísmicas, además de la falta de agua o de las inundaciones, por no  mencionar los colapsos de tráfico y la contaminación ambiental. El chiste  creación del ingenio popular, de la cultura del relajo dirían algunos (Portilla,  1997), es una narrativa cultural, parte de la expresión oral tradicional de la  gente. Pero y también, es producto de las emociones, su expresión, incluso  deflexión o suplantación –según los diversos enfoques–, que corre por la sangre  de las personas que lo comparten en esos momentos o se guarda en el recuerdo emocional  celular de cada quien, además de en la memoria del cuerpo social en su  conjunto. 
                                    Los  chistes son pequeñas historias con intención de hacer reír a quien los escucha,  o lea si es el caso. Un juego de pensamientos que diría Kant (Portilla, 1997).  El fenómeno del chiste es también universal, si bien cada cultura tiene los  suyos. Se trata de humor verbal y son anécdotas contadas de forma inteligente,  mitigan el sufrimiento o aligeran la vida (Berger, 1999). El chiste se puede  considerar un momento catártico, una explosión emotiva, más allá de sus  orígenes y sus intenciones conscientes o inconscientes, así como sus funciones  diversas. Un chiste es un “anti‐rito”  (Douglas citado en Berger, 1999), ya que mitiga jerarquizaciones y  clasificaciones, suaviza límites, deja la estructura social temporalmente suspendida,  todo se relativiza, incluso el contador de chistes bien pudiera ser considerado  como un místico en pequeña escala según esta autora. 
                                    Hay  varios tipos de chistes, uno de ellos proviene de lo que se puede denominar el  humor benigno, el más usual en el día a día, el que proporciona placer y  distensión, reconforta el fluir de la existencia cotidiana, es inofensivo e  inocuo. Lo cómico es suave, gentil y sano en general. No es muy intelectual, y  tampoco agudo ni agresivo como la ironía y la sátira, no es subversivo. Se  trata de interrupciones en la cotidianeidad, espontáneas y que aligeran o  alegran la vida. Así los chistes derivados de este humor juegan con la  existencia y la acarician amablemente. Otro tipo de chistes es el denigratorio y  que es la utilización de la agresión en lo cómico –un grupo, una institución,  una creencia–, como la malicia etnocéntrica dirigida a ciertos grupos objeto en  cada sociedad. Se trata de un ejemplo de la risa utilizada como arma (Bergson,  2008), algo que humilla o denigra, en este caso a “los otros”, los diferentes, extranjeros,  un grupo social o étnico, un pueblo o una cultura, o los pobres y los ricos,  así como, la mismísima autoridad. 
                                    El  humor agresivo puede abarcar desde agresiones físicas definidas como cómicas  (travesuras, tretas jocosas) y representaciones visuales (como las tiras cómicas)  hasta actos verbales, en una gradación que comprende desde un comentario  sarcástico ad hoc hasta una obra de Aristófanes. El prototipo verbal es el  chiste denigratorio. El objetivo puede ser denigrar a un grupo, una  institución, un sistema de creencias (Berger, 1999:100). 
                                    La influenza desde una  mirada humorística 
  “El  sentido del humor del mexicano, se caracteriza por estar presente incluso en  los momentos de apremio y la influenza porcina no se pudo escapar” (El  Universal, 2009:1). 
                                    Hay  quien considera que la risa es la distancia más corta entre dos seres humanos,  después del abrazo y el beso. Recordemos que en tiempos de la contingencia  sanitaria por la influenza no se podía besar, por lo que se puede considerar al  humor, lo cómico, y en especial los chistes y todo lo que produce risa, no sólo  la reducción de la distancia psicológica y emocional al ser compartida por las  personas sino y también la física. 
                                    Además  la sociedad mexicana ha sido caracterizada por el relajo, “esa forma de burla  colectiva, reiterada y a veces estruendosa que surge espontáneamente en la vida  diaria de nuestro país” (Portilla, 1997:13). Claro está que en unos momentos más  que en otros, y ese fue claramente el caso de los días en que duró la  contingencia sanitaria o “los quince días que conmovieron a México” o “las dos semanas  que vivimos peligrosamente” (Fernández Poncela, 2010). Y en ciertos momentos  históricos o coyunturas sociopolíticas, el relajo como “ese gelatinoso aflojamiento  de normas que permite una insubordinación limitada, que tolera un relajamiento dosificado  de las reglas de comportamiento civil” (Bartra, 1987:194), aparece de forma más  clara, intensa y constante. 
                                    Hubo  varios chistes escritos o contados y las ilustraciones en los cartones de los  periódicos que también circularon con profusión en esos días por internet, más  o menos graciosos, con intenciones diversas, todos producto de la imaginación  desbordada, de las ganas de transitar por unos momentos en otros planos de la  realidad, de amortiguar el miedo, de dar rienda suelta a la crítica y al enojo,  de invocar la alegría, aunque fuera efímera e imaginaria. Así los chistes  cubrieron prácticamente todas las emociones, pues como se dijo, la risa une y  vincula como el afecto, se trató de evadir la tristeza o el miedo, de sentir  alegría aunque fuera momentánea y de descargar el coraje sobre determinadas  situaciones e instituciones principalmente, esto último como parte de la  cultura popular del país, misma sobre la que no nos abocaremos, pero sí  subrayar el componente de desconfianza que existe en todos los aspectos de la  vida política y social en el país, y particularmente hacia los actores e  instituciones políticas formales. 
                                    También  está el caso de los cartones periodísticos, si bien no lo vamos a desarrollar  aquí, señalar que en general fueron de marcada tendencia hacia la crítica  política, así como en ocasiones desarrollaron la versión gráfica de algunos de  los chistes que corrían de boca en boca o circulaban vía internet. 
                                    La caricatura y la  parodia, así como su antítesis práctica, el “desenmascaramiento”, se dirigen  contra personas y objetos respetables e investidos de autoridad… La caricatura  lleva a cabo la degradación extrayendo del conjunto del objeto eminente un  rasgo aislado que resulta cómico, pero que antes, mientras permanecía formando  parte de la totalidad, pasaba inadvertido. Por este medio se consigue un efecto  cómico que en nuestro recuerdo es hecho extensivo a la totalidad, siendo  condición para ello que la presencia de lo eminente no nos mantenga en una  disposición respetuosa. En los casos en que no existe tal rasgo cómico que ha  pasado inadvertido, es éste creado por la caricatura misma, exagerando uno  cualquiera que no era cómico de por sí (Freud, 2008:203‐4).  
                                    Algo  importante para la caricatura es la exageración. 
                                    Por regular que resulte  una fisonomía, por armoniosas que supongan sus líneas y por ágiles que resulten  sus movimientos, jamás es enteramente perfecto su equilibrio. Siempre se  desprenderá de ella la indicación de un hábito que se anuncia, el esbozo de un  posible gesto, una deformación preferida, en suma, a la cual se inclinará más  fácilmente la naturaleza. El arte del caricaturista consiste en captar ese  movimiento, a veces imperceptible, y hacérnoslo visible, agrandándolo. Hace  gesticular a sus modelos como ellos mismos gesticularían si extremaran su gesto  (Bergson, 2008:27). 
                                    Durante  la contingencia sanitaria cientos de cartones aparecieron en los diversos  periódicos de la república. Carlos Monsiváis declaró en alguna ocasión que el  cartón político no es un género que los lectores juzguen como subversivo, sino  que más bien se trata de un instrumento que provoca risa y reflexión  (Observatorio de Medios UIA, 2008). Sin embargo, y aunque estamos de acuerdo  con el autor, no podemos dejar de ver que los cartones que surgieron a la luz  pública en tiempos de la contingencia sanitaria de la influenza iban cargados  de, por decirlo más o menos ligeramente, bastante veneno contra el gobierno,  eran reflejo de cierta desconfianza política en muchos casos, que si bien es cierto  a veces está más presente en las esferas de lo que hoy se ha dado en llamar  líderes de opinión o comunicadores profesionales –periodistas y académicos y  moneros también– que tienen acceso a los medios que en el común de la  ciudadanía a la que dicen representar, no obstante dicha objeción, repetimos la  crítica hacia el gobierno era más que presente, extensa y dura. 
                                    Lo  cómico y el humor reinaron esos días, quizás no tanto como otras cuestiones más  serias, pero sí por momentos interrumpieron el curso de los acontecimientos y  dieron una nota de alegría a la vida. Los dibujos en los tapabocas3,  por ejemplo, los bigotes, mariposas, labios, hasta bocas de las caricaturas de  Disney. Hubo tapabocas en periódicos como recortables. Tapabocas para las  mascotas. Los tapabocas en ropa interior. La creación de un peluche recordatorio  del evento a modo de souvenir llamado Achufy. Una playera para turistas donde dice:  “Estuve en México y todo lo que traje fue gripe porcina”. Fotos distorsionadas  que provocaban risa, de las primeras o más conocidas la que decía mostrar al  culpable de la influenza: se observa un niño pequeño besando o lamiendo el  morro de un cerdo a través de una reja. Así también se crearon canciones: “La  gripa del marrano” de ska, “La cumbia de la influenza”4. Videojuegos  o juegos en línea alusivos al tema, como el “SwineFighter” o “Luchador Porcino”5.  Hasta al ícono de Messenger se le puso tapabocas. A la instrucción de no  saludarse de beso ni de mano, pronto muchos dijeron que con agarrones de nalga  y entrepierna se podría hacer. La llamada “Apuercalipsis” parecía haber llegado  y permaneció por unos días. 
                                    El  chiste más popular, como ya mencionamos, multicitado hasta la saciedad fue el  de: “–¿Qué le dijo México a la influenza porcina? –Mira como tiemblo”, con  alusión al temblor que se sintió prácticamente en toda la ciudad de México en  esos días. En el sentido de realizar un juego de palabras señalando que el  temblor era algo así como el reflejo o representación del miedo de la urbe y su  población ante la influenza. La prensa escrita tras hacer eco del mismo añadía:  “…es uno de los chistes más contados en la actualidad y fue creado a escasos minutos  de que un temblor de 6 grados azotara a la capital del país. Con lo anterior se  hace patente la creatividad e ingenio del mexicano, ya que siempre le busca el  lado amable a toda situación” (El Universal, 2009). “El mexicano siempre se ha  distinguido por su manera irónica de ver las cosas, y ante las grandes  tragedias, además de ayudar, siempre le busca el lado amable” (e‐consulta, 2009). Sin  embargo, y aunque se suele reiterar comúnmente que el mexicano es fiestero y a  todo le encuentra el chiste, la risa o el lado bueno, también es cierto que en  general en muchas culturas “cualquier excusa es buena para “festejar”  (Maffesoli, 2005:93), y que si existe el día de muertos también existe  Halloween, no por ello queremos quitarle mérito al país que tiene más fechas  festivas que días en el calendario en algunos rincones de su geografía. 
                                    Varios  fueron los chistes sobre el país y el nacionalismo “¿Oíste que México es un  potencia mundial?, porque cuando estornuda todo el planeta se enferma”. Y es  que “Ahora los mexicanos tenemos influenza sobre todo el mundo”. “Los besos mexicanos  ¡¡Te llevan al paraíso!!”. O el juego con el eslogan patriótico: ¡Que SOBREviva  México!”. “¡Tómenla pinches gringos! para que vean que el fin del mundo no va a  empezar en NY [New York]”. “Un día un niño veracruzano se levanta y piensa  después de un hermoso sueño: un día voy a influenzar al mundo”. Pero y por  supuesto, hubo muchos otros, como aquel que contaba Polo Polo : “La influenza nos  ha hecho olvidar el virus del “debola”, debola luz, debola tarjeta, debola  agua”. 
                                    Otro  más engarzado en un refrán readaptado: “Cría puercos y te sacarán los mocos”,  “Árbol que nace torcido es porque tiene influenza”. Los juegos con sonidos: “En  la gripa estacional se estornuda: Achú. En la porcina “Achoink”, “Oye ¿cómo amaneciste  oink?”. Otro con un eslogan de un partido político: “Si el gobierno no te quita  la influenza que te la pague”. O relacionados con avisos comerciales televisivos:  “¡Ya salió M Force contra la Influenza, no es para el que no puede vivir (o no  es para el que se está muriendo), sino para el que quiere vivir más!”, “¿Y la  influenza apá?”. “La influenza tiene más cobertura que Telcel”. Películas y juegos  varios: “Que alguien me diga ¿por qué la calle está llena de ninjas?” en  alusión a los tapabocas y el film. Y sobre el tapabocas: “Lo malo del tapabocas  es el mal aliento, hay que fumárselo solito”. O con videojuegos: “A jugar  Resident Evil, al rato vamos a estar rodeados de zombies y es mejor practicar desde  ahora”. “Ya están vendiendo los nuevos mapas del mundo, en vez de México  aparece zombilandia”. 
                                    Hubo  varios también sobre la ciudad de México. Y algunos reflejan el etnocentrismo o  desprecio hacia los chilangos entendidos éstos como los habitantes de la ciudad  de México6 “¿Por qué la influenza empezó en el DF? Porque sólo le da  a los cerdos”. “Mamá, mamá ¿puedo tener un amigo chilango? No porque son mala  influenza”. “Dios mío si el mundo se va a acabar, llévate primero a los  chilangos”. Y otro “¿Por qué los emos van para el DF? Porque quieren morir”. 
                                    Otros  se relacionan con la religión: “Un compadre tuvo tres estornudos en mi camión.  Cubrebocas… en tus manos enconmiendo mi espíritu”, “Te lo juro virgencita, si  salimos de ésta y tengo una hija la llamaré influenza”, “¿En qué se parece la  influenza y la Catedral? En que las dos tienen cura”. 
                                    Sobre  los puercos: “Los pollos dijeron: fueron los marranos”, “¿Y esas plumas en tu  cuerpo? Es que tengo influenza. Idiota es influenza porcina y no aviar”. “Un  oso, un león y un puerquito platicando. El oso comenta: –yo sólo necesito rugir  para hacer temblar a todo el bosque. Y el león que no se quería quedar atrás  responde: –yo también tengo que rugir y toda la selva tiembla y se esconden en sus  guaridas. Y el puerquito los miraba sonriente y dice: –jajaja, novatos,  aprendan de mí que basta con que tosa o estornude y todo mundo se caga de miedo”. 
                                    En  general los chistes fueron sobre los puercos, el país, las preocupaciones  sociales, económicas y medioambientales, los chilangos, así como en torno a la  clase política, además de otros tópicos como estamos mostrando en estas  páginas. 
                                    La  política y los políticos: Uno era un interrogante sobre si se invitaría de  nuevo a Sarkozy –ya que había venido recientemente a México– y la respuesta es  que sí pero había que esperar a que pase la epidemia para poder saludar a Carla  [Bruni, su esposa] de besito. Otro: “¿Por qué se cayó el avión de Mouriño?  Tenía influenza y estornudó”. O que Peña Nieto no le preocupa la porcina pues  ya tuvo la influenza aviar por su Gabiota. O la influenza libró a los escolares  de la prueba de Enlace, pero no a Lujambio de la Esther. En fin que sobre los  líderes políticos y con una mirada entre irónica y sarcástica, siempre crítica,  se desenvolvió el humor político por esos días. 
                                    Se  hablaba de la PANdemia o la PRIdemia, o el cochinero del PRD7, como  se ve no hay discriminación humorística en cuanto a los partidos políticos. “Carstens  es el culpable de la influenza, que esto es influenza porcina”, “Declara  Calderón que no permitirá ninguna influenza extranjera, para eso, un soldado en  cada hijo le dio”. “Ya decía el Peje: se los va a cargar la chingada por no  votar por mí”. Como se observa, no queda títere con cabeza, ni partido sin  chiste, entre agudeza e ingenio, pero y también con el resabio burlón y quizás  cierta dosis de amarga impotencia. 
                                    En  fin hasta recomendaciones: “No te juntes con la gripa porque es mala influenza”.  O los juegos verbales: “No es lo mismo ser influyente que tener influenza”.  “Primer acto: sale un camión de indocumentados a USA. Segundo acto: sale un  avión de indocumentados a Europa. Tercer acto: sale un barco de indocumentados  a Asia. ¿Cómo se llama la obra? Tráfico de influenzas”. 
                                    Y  es que en México ya estamos acostumbrados al humor en tiempos de crisis o en  épocas de catástrofes. La misma tarde del 11 de septiembre del 2001, ya  circulaban por México el chiste del boing‐refresco  con relación a los aviones impactados en las Torres Gemelas. Varios hubo  también en torno al Chupacabras. Y sobre las explosiones en Guadalajara en  1992, San Juanico o el temblor del 85: “¡Si quiere volar, vuele con Pemex!”,  “¿Por qué los chilangos están tan enojados con los tapatíos?, pues porque no  los invitaron a su reventón”. “¿En qué se parece el DF después del temblor y  una rosca de reyes? En que a ambos les falta el centro y tienen niños  enterrados”. “¿Por qué los niños de San Juanico sólo toman chaparritas? Porque  no tienen gaaasss”. En fin, relajo o chiste, el caso es que se le saca punta a  la emergencia y la desgracia, no importa si es muy sangrienta y dolorosa, o se  trata de una posibilidad de riesgo latente. Se le saca risa a la pérdida, al  miedo, a la aflicción. 
                                    En  Facebook, Twitter, Messenger, blogs de muy diversa índole y por correo  electrónico fueron medios donde abundaron los chistes. Los cartones además de  ser publicados en los periódicos como es tradicional, fueron reproducidos  también en los medios electrónicos anteriores, copiados y difundidos en  diversas páginas web que se hacían eco del humor que portaban o del rumor que  reproducían. Esto es, la influenza desde una mirada humorística. 
                                    Conclusiones:  narrativas culturales aliviando tensiones o deflectando emociones 
  “Las  crisis de hoy son los chistes de mañana” según palabras de H.G. Wells, sin  embargo para reírnos de las crisis hay que estar fuera de ellas (García,  2002:12), aunque no siempre y no del todo como mostramos en estas páginas.  Claro está que la contingencia sanitaria fue más bien un susto, esto es, no  tiene algunas de las características usuales de los desastres naturales o  sociales: la magnitud de la destrucción y el gran número de pérdidas humanas. 
                                    El  humor, o algunas de sus manifestaciones, como la literatura, los cómics y los  propios chistes liberan fantasmas ridiculizándolos, así cierta tensión dramática  se vierte en lo inesperado o grotesco, un miedo se troca en algo inofensivo,  simbólicamente hablando, un enojo sale con la crítica, la tristeza se disipa  entre carcajadas. Las tragedias se relativizan y hay catarsis emotiva y se  alegra la vida.  
                                    Todo  lo acontecido nos recuerda los estudios sobre el relajo (Portilla, 1997:13)  cuyo objetivo o sentido… es suspender la  seriedad. Es decir, suspender o aniquilar la adhesión del sujeto a un valor  propuesto a su libertad. Y no, simplemente, provocar la risa ni, simplemente reír,  por más que esa suspensión se presente a menudo, aunque no necesariamente, como  estímulo de la risa”. Y es que el ser humano en el “relajo efectúa un  movimiento profundamente irracional que consiste en la supresión de todo futuro  regulado…una autonegación… carece de porvenir”. Es autodestrucción hacia el  futuro y es “temporalidad fragmentaria, un chisporroteo de presentes sin dirección  y sin forma, negaciones del pasado inmediato (Portilla, 1997:18,39,41). 
                                    Y  en algunos chistes algo de eso encontramos también, una suspensión en el tiempo  y espacio, una autocrítica con tintes destructivos, del país, de la política y  de las políticos/as, también del futuro. En especial esos chistes entre agrios  y alegres, más tendenciosos e irónicos que rayan con la crueldad. 
                                    Eso  sí, el humor se utiliza en todas las culturas populares, de muy diversas formas  y en diferentes países y épocas, y muchas veces de manera crítica, resistente o  insurrecta, ya que no respeta jerarquías, normas sociales, ni nada que tenga  que ver con la estructura social establecida (Rosaldo, 1989; Bajtin, 1995;  Burke, 1997). Y más en tiempos de crisis o catástrofes, cuando todo parece  resquebrajarse o hay posibilidad de pérdidas, el humor y el chiste irrumpen con  sus tormentas, mareas, olas de risa, disturbios emocionales ante los problemas  sociales. En fin, “…no hay que olvidar que en todos los tiempos y de diversas  maneras, el “en cuanto a mí” popular ha sabido desarrollar una tradición de  desconfianza, de ironía, de humor frente a las cosas del poder” (Maffesoli,  1997:233). 
                                    Sabemos  que las emociones tiñen nuestra vida, modifican percepciones y otorgan cierta  ponderación a la experiencia, por lo que, por ejemplo en el caso que nos ocupa  de los chistes de la influenza, la emoción de la explosión de la risa  seguramente hace más alegre la vida en general y el sentimiento de miedo ante  la enfermedad en principio desconocida como se decía, o el enojo ante la  creencia popular que se trataba de una mentira. Ambos sentimientos, miedo o  enojo, falsos o verdaderos, funcionales o no, reales en su sentir, eran exorcizados,  a modo de una suerte de conjuro lúdico, por lo menos parcial y momentáneamente  por una sonrisa, risa o carcajada ante la ocurrencia de un chiste al respecto.  Lo mismo con la tristeza. 
                                    En  todo caso, no cabe duda que en si como dicen, y ya señalamos, “la risa es la  distancia más corta entre dos personas”, en los tiempos de la influenza cuando  no se podía besar, ni abrazar, ni dar la mano, ahí sí fue lo que dice el dicho.  Y es que la risa acercó, acompañó, rodeó, cobijó. Humanizó a una sociedad llena  de incertidumbre, desconcierto y temor. Revirtió discursos apocalípticos del  fin del mundo, o los discursos incrédulos y despreciativos, así como la zozobra  existencial en algunos casos. 
                                    Por  lo que aquí remarcamos el importante papel de lo cómico, el humor y la risa,  así como los chistes en una época de contingencia sanitaria y de reacción  emocional, apreciaciones cognitivas y comportamientos sociales impactados por  la emergencia. Y es que las emociones son resultado o reacción biopsicosocial  en las interacciones entre individuo ambiente (Luna Zamora 2007). Los chistes fueron  un vehículo o medio para la canalización de dichas respuestas dentro de un  orden cultural concreto de unas formas simbólicas determinadas y en un contexto  político específico. Una respuesta disruptiva si se quiere ver así, un cuna  mirada incluso a veces oblicua, entre perteneciente y distante, en medio eso sí  del desconcierto, pero con sentido del humor (Grosso 2007). 
                                    Tras  los chistes, sus por qué y para qué están impregnados por las narrativas socio  culturales, las sensaciones y emociones coyunturales, y son reflejo, por tanto,  de la realidad social como señalamos desde el principio. Así, y como ya se  dijo, el chiste y la risa huyen del miedo, destierran el enojo y escapan de la  tristeza. Su utilidad cultural y emocional tiene que ver por un lado con el  evitar o disminuir las emociones displacenteras, o incluso suplantarlas. Y por  otro lado es una descarga tensional, cognitiva y emocional, e incluso  fisiológica. Por todo lo cual, lo miremos por donde lo miremos y sin desconocer  el carácter evitador del relajo, los beneficios de un buen chiste y una gran  carcajada, son la mejor respuesta al susto, miedo, enojo, tristeza, o incluso  indiferencia, que provocara la influenza del año 2009 en México. 
                                    La  risa puede ser y es, un síntoma de alivio tras la tensión de un gran enojo o  mucho miedo. Desbloquea y recarga energía, comunica y eleva el estado de ánimo.  Quizás no es exacto lo de huir de otras emociones. Tal vez sólo es un alto o  descanso en el camino o desarrollo de las mismas. A lo mejor se trata de  evitación, negación o simple insensibilización.  En todo caso, y qué duda cabe de que la risa es  una cosa seria, aunque usted no lo crea. Y es contagiosa como un virus, y el  virus del chiste corrió con toda seguridad más rápido que el de la influenza y  le ganó la partida. Ahora lo que nos queda es el recuerdo y la memoria de  chistes, emociones y risas compartidas.  
                                    Notas 
                                    1.  Se refiere a la espuma del mar “blanca, ligera y alegre” cuando llega la espuma  sobre la arena de la playa. 
                                    2.  No gozamos resistirnos a dar la definición de Descartes: “La risa consiste en  que la sangre que sale de la cavidad derecha el corazón por la vena arterial,  inflando los pulmones súbita y reiteradamente, obliga al aire que contiene a  salir con ímpetu por la garganta, donde produce una voz inarticulada y sonora;  y los pulmones, lo mismo al inflarse que al expulsar el aire, presionan todos  los músculos del diafragma, del pecho y de la garganta, y estos músculos hacen  moverse los del rostro que tienen alguna conexión con ellos; y este movimiento  del rostro, con esa voz inarticulada y sonora, es lo que se llama risa” (2003:59). 
                                    3.  Dependiendo de la región puede conocerse también como: barbijo, mascarilla,  cubrebocas o mascaras quirúrgicas (Nota del editor). 
                                    4.  Esta canción, sin duda oportuna y popular dice así: “No llamen a Superman,  todos estaremos muertos cuando llegue Indiana Jones… Es la noticia del día, la  influenza ya llegó, compren todos medicina pa’ enfrentar al batallón”.  Compuesta por la Agrupación Cariño. 
                                    5.  Los jugadores atacan con aguja hipodérmica a cerdos que portan el virus. 
                                    6.  Más allá de su significado real: los que llegaron a vivir a la ciudad  procedente de otros lugares. 
                                    7.  PRI, PAN y PRD, son partidos políticos de México (Nota del Editor). 
                                      
                                    Bibliografía 
                                    -Bartra,  Roger (1987) La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano.  México: Grijalbo. 
                                    -Bajtin,  Mijail (1995) La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El  contexto de Francois Rabelais. Madrid:Allianza Universidad. 
                                    -Berger,  Peter (1999) La risa redentora. La dimensión cómica de la experiencia humana.  Barcelona: Kairós. 
                                    -Bergson,  Henri (2008) La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico. Madrid:  Alianza Editorial. 
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                                    -De  Bono, Edward (1992) Yo tengo razón, tú estás equivocado. Barcelona: Ediciones  B. 
                                    -Descartes,  René (2003) Las pasiones del alma. Biblioteca Virtual Universal. 
                                    -E‐Consulta‐periódico digital de  Puebla, Oaxaca y Tlaxcala (2009).  
                                    -El  Universal (2009) “¿Qué le dijo México a la Influenza?” El Universal, 30 abril,  México, p.1. 
                                    -Escuela  Mexicana del Yoga de la Risa, A.C. (2008) Manual para la Certificación de  Líderes de Yoga de la Risa. Texto mecanografiado. México. 
                                    -Fernández  Poncela, Anna María (2010) “Influenza, medios, rumores y emociones en los  quince días que conmovieron a México” en Versión. Estudios de comunicación y  política. México: UAM. 
                                    -Freud,  Sigmund (2008) El chiste y su relación con los inconsciente. Madrid: Alianza  editorial. 
                                    -García  Walker, David (2002) Los efectos terapéuticos del Humor y de la Risa. Málaga:  Sirio. 
                                    -Grosso,  José Luis (2007) “Cuerpos del discurso y discurso de los cuerpos. Nietzsche y  Bajtin en nuestras relaciones interculturales” Ponencia XXVI Congreso Alas, 13  al 18 agosto, Guadalajara, México. 
                                    -Jauregui,  Eduardo (2008) “Universalidad y variabilidad cultural de la risa y el humor”  en: Aibr, Revista de Antropología Iberoaméricana. Volumen 3, Número 1, enero‐abril 2008. pp. 46‐63. Madrid:  Antropólogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1695‐9752. 
                                    -Luna  Zamora, Rogelio (2007) “Emociones y subjetividades. Continuidades y  discontinuidades en los modelos culturales” en Luna, Rogelio y Adrián Scribano  (Comps.) Contigo aprendí. Estudios sociales sobre las emociones. Guadalajara:  Universidad de Guadalajara/CONICET. 
                                    -Maffesoli,  Michel (2005) La tajada del diablo. Compendio de subversión posmoderna. México:  Siglo XXI. 
                                    -Observatorio  de Medios UIA (2008) “El Universal online difunde: Provoca cartón político en  México risa y reflexión: Monsiváis”  
                                    -Portilla,  Jorge (1997) Fenomenología del relajo y otros ensayos. México: FCE. 
                                    -Rosaldo,  Renato (1989) Cultura y verdad. Nueva propuesta de análisis social. México: Conaculta/Grijalbo.  
                                    -Fernández  Poncela, Anna María (2012) “Huyendo del miedo, desterrando el enojo, escapando  de la tristeza y cayendo en brazos de la risa: los chistes en México en tiempos  de la influenza 2009” en: Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos,  Emociones y Sociedad – Relaces, Nº8, Año 4. Abril‐julio de 2012. Córdoba. pp. 7‐16.  
                                  Revista  Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad. Nº8. Año 4.  Abril‐julio de 2012.  Argentina.   |