Marco legal / Afectividad
Imprimir

Huyendo del miedo, desterrando el enojo, escapando de la tristeza y cayendo en brazos de la risa: los chistes en México en tiempos de la influenza 2009
Anna María Fernández Poncela

Doctora en antropología, estudios en sociología, psicología e historia. Docente e Investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (plantel Xochimico) México DF. Autora de varios libros sobre cultura popular, y en torno a la participación política.

Resumen
Se trata de revisar el humor, los chistes y la risa en tiempos de la influenza en México en el año 2009. La relación entre narrativas sociales populares (chistes) y reacciones emocionales de la sociedad en un momento de incertidumbre y temor social. El por qué y para qué de los chistes, su función social y psicológica. El objetivo es que el chiste nos acompañe a develar la realidad social, política, emocional y cultural. Para ello se aborda un poco el humor, lo cómico, la risa y los chistes. Presentamos algunas definiciones de estos fenómenos y mostramos su funcionalidad psicológica y social, entre otras cosas, como parte de los sentimientos humanos y la cultura en general. También reflexionamos algo en torno al mundo de las emociones y su evolución o desarrollo, y en determinadas situaciones sociales, en concreto en el contexto de los días de la contingencia sanitaria por el virus A H1N1 en México, entre abril y mayo del año 2009.
Palabras clave: humor; risa; chistes; emociones; cultura

 

Partimos de la consideración de que “El chiste es realmente algo muy serio” (Churchill cit. García, 2002:56). Y su dialéctica otorga “la frescura de la libertad” (Bergson, 2008). Es más, “Un buen dibujo cómico o un buen chiste muchas veces pueden desvelar mejor una realidad social determinada que todos los trabajos científico‐sociales. A menudo es posible considerar, por lo tanto, lo cómico como una especie de sociología popular” (Berger, 1999:128).
Los chistes son esas breves historias que se inventan, cuentan y escuchan con fines humorísticos generalmente. Son narraciones anónimas y populares, las más de las veces. Producto espontáneo de las culturas, reacción a determinadas situaciones creación para el deleite de compartir alegría saludable o crítica agresiva. En todo caso ¿qué hay detrás de un chiste?, ¿por qué surge y para qué se crea? y ¿cómo se relaciona con la cultura, las emociones y una coyuntura social concreta?
El objetivo de este texto es según la cita anterior de Berger (1999) que el chiste nos acompañe a develar la realidad social, política, emocional y cultural. Para ello se aborda un poco el humor, lo cómico, la risa y los chistes. Presentamos algunas definiciones de estos fenómenos y mostramos su funcionalidad psicológica y social, entre otras cosas, como parte de los sentimientos humanos y la cultura en general. También reflexionamos algo en torno al mundo de las emociones y su evolución o desarrollo, y en determinadas situaciones sociales, en concreto en el contexto de los días de la contingencia sanitaria por el virus A H1N1 en México, entre abril y mayo del año 2009.

Lo cómico, el humor y la risa
Se considera que el humor es un fenómeno universal. El humor como capacidad subjetiva de percibir algo, lo cómico objetivo, como gracioso. Eso sí, aquello considerado gracioso depende de cada contexto espacio‐temporal y cada cultura en concreto. Dicho de otro modo, el humor es una constante antropológica y es históricamente relativo. No obstante, más allá o por debajo de todos los relativismos, existe algo que se supone que el humor percibe. Este algo es, justamente, el fenómeno de lo cómico (que, por decirlo así, es el correlato objetivo del humor, que sería la capacidad subjetiva). Desde sus expresiones más simples hasta las más complejas, lo cómico se experimenta como una incongruencia. Asimismo, lo cómico conjura un mundo separado, diferente del mundo de la realidad ordinaria, que opera con normas distintas. También es un mundo en el cual las limitaciones de la condición humana quedan milagrosamente superadas. La experiencia de lo cómico es, finalmente, una promesa de redención (Berger, 1999:11).
Una de las definiciones más reiteradas sobre la risa es la metáfora bergsoniana en la cual la risa es la espuma de una ola desparramándose en la orilla de la playa, es sin lugar a dudas, una comparación bella y acertada, y a juzgar por las citas sobre el tema, aplaudida. Juguetona y gráfica a la vez, burbujeante y frágil y efímera, como la risa misma: La risa nace lo mismo que esa espuma1. Muestra por fuera de la vida social las rebeliones superficiales. Dibuja instantáneamente la forma inestable de esas conmociones. Es también una espuma a base de sal. Burbujea como la espuma. Es alegría. El filósofo que la recoja para probarla hallará a veces cierta dosis de amargura en una cantidad tan pequeña de materia (Bergson, 2008:139).
Y es que la risa no es sólo expresión de la emoción de alegría, puede contener, aliviar o evitar otras emociones menos placenteras. Incluso existe el humor hiriente y agresivo, que nos puede hacer reír, y sobre el que volveremos más adelante.
Kant dice que la risa es una emoción con carácter espiritual y corporal (Portilla, 1997)2. “una emoción humana, un mecanismo psicológico común a todas las culturas e individuos que responde al ‘humor’ –definido aquí como cualquier estímulo de esta emoción.” (Jaúregui 2008:47). Y sí la risa pasa por lo fisiológico, lo mental, lo emocional, lo energético, y lo espiritual si así también lo queremos ver. Para Aristóteles era “un ejercicio corporal valioso para la salud” y para Sócrates “la alegría del alma forma los bellos días de la vida”. Este filósofo habló del homo ridens (Jaúregui, 2008). Varios autores tienen frases connotadas en torno a la risa. Eso sí, aquí no la consideramos emoción, más bien afirmamos que es una expresión emocional.
La definición fisiológica es bastante simple, si bien involucra un complejo mecanismo bioquímico, neurológico, muscular, nervioso y de varias partes del cuerpo humano.
Es un proceso de tipo reflejo controlado por las zonas “antiguas” del cerebro (el tálamo y el hipotálamo), que controla otras actividades reflejas y conductas puramente emocionales, y no por la corteza cerebral, que controla las facultades cognoscitivas. Konrad Lorenz describió la risa como un “reflejo de capitulación”: se acumula una tensión que luego se libera bruscamente en el momento en que el organismo se abandona a la risa o, por decirlo así, capitula, se rinde a ella. Este proceso fisiológico se puede desencadenar mediante estímulos puramente físicos, el más conocido de los cuales son las cosquillas (Berger, 1999:89).
El gas de la risa o ciertas enfermedades, pero y también el ejercitar la carcajada simulada o el contagio de ver a alguien que ríe son otras formas de provocar risa desde el cuerpo y sin intervención de las cosquillas provocadas o de un chiste contado. Hay quien habla de risa auténtica y de risa reactiva, la primera es parte de un juego, la segunda es provocada desde fuera (Plessner cit. Berger, 1999). Y hay también quien distingue la risa que procede del cuerpo y la que se produce en la mente (Escuela Mexicana del Yoga de la Risa, 2008), pero no nos extenderemos aquí sobre este asunto.
Varios estudios científicos ya han comprobado que las y los niños ríen un promedio de 300 veces al día antes de los 6 años, mientras que los adultos que más ríen lo hacen entre 100 y 15 veces diarias. Con el paso de los años, y para algunas personas, se va perdiendo la capacidad de reír, quizás la educación o la vida misma, los condicionamientos sociales o el creerse alguien importante y serio y responsable. El temor a perder la compostura, de ser juzgado por los demás, la timidez o vergüenza, el que pensarán o dirán. En fin, que la risa no siempre ha sido o es tan bien vista, ni apreciada en su justa medida.
En todo caso y sin profundizar en materia vamos a señalar algunos de los efectos benéficos de la risa, eso sí no desconocemos los que pueden causar la muerte como un exceso de risa en determinadas circunstancias, o la risa que surge de mensajes agresivos, o lo que Freud (2008) denominaría chistes tendenciosos y hoy diríamos políticamente incorrectos, violentos o discriminatorios.
Los beneficios de la risa son de manera breve:
‐Reduce nivel cortisol en sangre y aumenta inmunología, eleva umbral tolerancia dolor, incrementa ritmo cardiaco, masajea órganos internos.
‐Relajación sistema nervioso parasimpático, disminuye contracción músculos blandos, se reduce tensión y estrés.
‐El aflojamiento muscular produce mayor salivación, secreción lagrimal, micción incontrolada (mearse de risa).
‐La actividad reducida sistema nervioso simpático relaja la rigidez corporal, pérdida postura erecta (revolcarse de risa).
‐Se favorecen procesos digestión y eliminación, se normaliza presión sanguínea, se dilatan alvéolos pulmonares tres veces más que la respiración normal, se triplica cantidad aire bombeada por pulmones.
‐Se secretan ciertas endorfinas que son drogas naturales que producen euforia y tienen efectos tranquilizantes y analgésicos. Con lo cual hay sensación de bienestar y satisfacción. Se elimina la angustia y la ansiedad, aumenta la autoestima, aligera el espíritu, estimula imaginación, aclara percepción (de uno mismo y del entorno).
-Disminuyen preocupaciones y miedos y las enfermedades psicosomáticas que provienen de dichas emociones (García, 2002).

Los chistes
Una forma frecuente en nuestra sociedad de producir risa son los chistes. El chiste sin duda más popular en tiempos de la influenza fue el que encabeza este texto, iba de boca en boca, de red social en red social, recorría los cartones de los periódicos y los noticieros radiofónicos, nadie dejó de oírlo o leerlo. Imposible no reír o sonreír ante el mismo, sin embargo, guarda memoria de dos calamidades importantes para el país, pero sobre todo para la ciudad de México. En primer lugar, los sismos de 1985 con sus consecuencias –miles de muertos y damnificados, parte de la ciudad destruida y toda ella colapsada– y la contingencia sanitaria del 2009 –que sin muchas muertes en su haber sí fue un gran susto para la capital, el país, incluso el mundo–. Surgió popular y anónimamente como el chiste es, seguramente como la expansión inexplicable de un campo metamórfico o difusión cultural que explica la antropológica, esto es cuando surgen por ejemplo inventos a la vez en varios lugares geográficamente lejanos. Una ciudad, la de México, que tiembla a menudo, a veces mucho incluso, como es la ciudad de México, se estremeció unos días después de declararse la contingencia sanitaria, de ahí la ocurrencia del chiste. Una burla que desdeña la gravedad del virus, por la curtida piel de una urbe acostumbrada a las catástrofes sísmicas, además de la falta de agua o de las inundaciones, por no mencionar los colapsos de tráfico y la contaminación ambiental. El chiste creación del ingenio popular, de la cultura del relajo dirían algunos (Portilla, 1997), es una narrativa cultural, parte de la expresión oral tradicional de la gente. Pero y también, es producto de las emociones, su expresión, incluso deflexión o suplantación –según los diversos enfoques–, que corre por la sangre de las personas que lo comparten en esos momentos o se guarda en el recuerdo emocional celular de cada quien, además de en la memoria del cuerpo social en su conjunto.
Los chistes son pequeñas historias con intención de hacer reír a quien los escucha, o lea si es el caso. Un juego de pensamientos que diría Kant (Portilla, 1997). El fenómeno del chiste es también universal, si bien cada cultura tiene los suyos. Se trata de humor verbal y son anécdotas contadas de forma inteligente, mitigan el sufrimiento o aligeran la vida (Berger, 1999). El chiste se puede considerar un momento catártico, una explosión emotiva, más allá de sus orígenes y sus intenciones conscientes o inconscientes, así como sus funciones diversas. Un chiste es un “anti‐rito” (Douglas citado en Berger, 1999), ya que mitiga jerarquizaciones y clasificaciones, suaviza límites, deja la estructura social temporalmente suspendida, todo se relativiza, incluso el contador de chistes bien pudiera ser considerado como un místico en pequeña escala según esta autora.
Hay varios tipos de chistes, uno de ellos proviene de lo que se puede denominar el humor benigno, el más usual en el día a día, el que proporciona placer y distensión, reconforta el fluir de la existencia cotidiana, es inofensivo e inocuo. Lo cómico es suave, gentil y sano en general. No es muy intelectual, y tampoco agudo ni agresivo como la ironía y la sátira, no es subversivo. Se trata de interrupciones en la cotidianeidad, espontáneas y que aligeran o alegran la vida. Así los chistes derivados de este humor juegan con la existencia y la acarician amablemente. Otro tipo de chistes es el denigratorio y que es la utilización de la agresión en lo cómico –un grupo, una institución, una creencia–, como la malicia etnocéntrica dirigida a ciertos grupos objeto en cada sociedad. Se trata de un ejemplo de la risa utilizada como arma (Bergson, 2008), algo que humilla o denigra, en este caso a “los otros”, los diferentes, extranjeros, un grupo social o étnico, un pueblo o una cultura, o los pobres y los ricos, así como, la mismísima autoridad.
El humor agresivo puede abarcar desde agresiones físicas definidas como cómicas (travesuras, tretas jocosas) y representaciones visuales (como las tiras cómicas) hasta actos verbales, en una gradación que comprende desde un comentario sarcástico ad hoc hasta una obra de Aristófanes. El prototipo verbal es el chiste denigratorio. El objetivo puede ser denigrar a un grupo, una institución, un sistema de creencias (Berger, 1999:100).

La influenza desde una mirada humorística
“El sentido del humor del mexicano, se caracteriza por estar presente incluso en los momentos de apremio y la influenza porcina no se pudo escapar” (El Universal, 2009:1).
Hay quien considera que la risa es la distancia más corta entre dos seres humanos, después del abrazo y el beso. Recordemos que en tiempos de la contingencia sanitaria por la influenza no se podía besar, por lo que se puede considerar al humor, lo cómico, y en especial los chistes y todo lo que produce risa, no sólo la reducción de la distancia psicológica y emocional al ser compartida por las personas sino y también la física.
Además la sociedad mexicana ha sido caracterizada por el relajo, “esa forma de burla colectiva, reiterada y a veces estruendosa que surge espontáneamente en la vida diaria de nuestro país” (Portilla, 1997:13). Claro está que en unos momentos más que en otros, y ese fue claramente el caso de los días en que duró la contingencia sanitaria o “los quince días que conmovieron a México” o “las dos semanas que vivimos peligrosamente” (Fernández Poncela, 2010). Y en ciertos momentos históricos o coyunturas sociopolíticas, el relajo como “ese gelatinoso aflojamiento de normas que permite una insubordinación limitada, que tolera un relajamiento dosificado de las reglas de comportamiento civil” (Bartra, 1987:194), aparece de forma más clara, intensa y constante.
Hubo varios chistes escritos o contados y las ilustraciones en los cartones de los periódicos que también circularon con profusión en esos días por internet, más o menos graciosos, con intenciones diversas, todos producto de la imaginación desbordada, de las ganas de transitar por unos momentos en otros planos de la realidad, de amortiguar el miedo, de dar rienda suelta a la crítica y al enojo, de invocar la alegría, aunque fuera efímera e imaginaria. Así los chistes cubrieron prácticamente todas las emociones, pues como se dijo, la risa une y vincula como el afecto, se trató de evadir la tristeza o el miedo, de sentir alegría aunque fuera momentánea y de descargar el coraje sobre determinadas situaciones e instituciones principalmente, esto último como parte de la cultura popular del país, misma sobre la que no nos abocaremos, pero sí subrayar el componente de desconfianza que existe en todos los aspectos de la vida política y social en el país, y particularmente hacia los actores e instituciones políticas formales.
También está el caso de los cartones periodísticos, si bien no lo vamos a desarrollar aquí, señalar que en general fueron de marcada tendencia hacia la crítica política, así como en ocasiones desarrollaron la versión gráfica de algunos de los chistes que corrían de boca en boca o circulaban vía internet.
La caricatura y la parodia, así como su antítesis práctica, el “desenmascaramiento”, se dirigen contra personas y objetos respetables e investidos de autoridad… La caricatura lleva a cabo la degradación extrayendo del conjunto del objeto eminente un rasgo aislado que resulta cómico, pero que antes, mientras permanecía formando parte de la totalidad, pasaba inadvertido. Por este medio se consigue un efecto cómico que en nuestro recuerdo es hecho extensivo a la totalidad, siendo condición para ello que la presencia de lo eminente no nos mantenga en una disposición respetuosa. En los casos en que no existe tal rasgo cómico que ha pasado inadvertido, es éste creado por la caricatura misma, exagerando uno cualquiera que no era cómico de por sí (Freud, 2008:203‐4).
Algo importante para la caricatura es la exageración.
Por regular que resulte una fisonomía, por armoniosas que supongan sus líneas y por ágiles que resulten sus movimientos, jamás es enteramente perfecto su equilibrio. Siempre se desprenderá de ella la indicación de un hábito que se anuncia, el esbozo de un posible gesto, una deformación preferida, en suma, a la cual se inclinará más fácilmente la naturaleza. El arte del caricaturista consiste en captar ese movimiento, a veces imperceptible, y hacérnoslo visible, agrandándolo. Hace gesticular a sus modelos como ellos mismos gesticularían si extremaran su gesto (Bergson, 2008:27).
Durante la contingencia sanitaria cientos de cartones aparecieron en los diversos periódicos de la república. Carlos Monsiváis declaró en alguna ocasión que el cartón político no es un género que los lectores juzguen como subversivo, sino que más bien se trata de un instrumento que provoca risa y reflexión (Observatorio de Medios UIA, 2008). Sin embargo, y aunque estamos de acuerdo con el autor, no podemos dejar de ver que los cartones que surgieron a la luz pública en tiempos de la contingencia sanitaria de la influenza iban cargados de, por decirlo más o menos ligeramente, bastante veneno contra el gobierno, eran reflejo de cierta desconfianza política en muchos casos, que si bien es cierto a veces está más presente en las esferas de lo que hoy se ha dado en llamar líderes de opinión o comunicadores profesionales –periodistas y académicos y moneros también– que tienen acceso a los medios que en el común de la ciudadanía a la que dicen representar, no obstante dicha objeción, repetimos la crítica hacia el gobierno era más que presente, extensa y dura.
Lo cómico y el humor reinaron esos días, quizás no tanto como otras cuestiones más serias, pero sí por momentos interrumpieron el curso de los acontecimientos y dieron una nota de alegría a la vida. Los dibujos en los tapabocas3, por ejemplo, los bigotes, mariposas, labios, hasta bocas de las caricaturas de Disney. Hubo tapabocas en periódicos como recortables. Tapabocas para las mascotas. Los tapabocas en ropa interior. La creación de un peluche recordatorio del evento a modo de souvenir llamado Achufy. Una playera para turistas donde dice: “Estuve en México y todo lo que traje fue gripe porcina”. Fotos distorsionadas que provocaban risa, de las primeras o más conocidas la que decía mostrar al culpable de la influenza: se observa un niño pequeño besando o lamiendo el morro de un cerdo a través de una reja. Así también se crearon canciones: “La gripa del marrano” de ska, “La cumbia de la influenza”4. Videojuegos o juegos en línea alusivos al tema, como el “SwineFighter” o “Luchador Porcino”5. Hasta al ícono de Messenger se le puso tapabocas. A la instrucción de no saludarse de beso ni de mano, pronto muchos dijeron que con agarrones de nalga y entrepierna se podría hacer. La llamada “Apuercalipsis” parecía haber llegado y permaneció por unos días.
El chiste más popular, como ya mencionamos, multicitado hasta la saciedad fue el de: “–¿Qué le dijo México a la influenza porcina? –Mira como tiemblo”, con alusión al temblor que se sintió prácticamente en toda la ciudad de México en esos días. En el sentido de realizar un juego de palabras señalando que el temblor era algo así como el reflejo o representación del miedo de la urbe y su población ante la influenza. La prensa escrita tras hacer eco del mismo añadía: “…es uno de los chistes más contados en la actualidad y fue creado a escasos minutos de que un temblor de 6 grados azotara a la capital del país. Con lo anterior se hace patente la creatividad e ingenio del mexicano, ya que siempre le busca el lado amable a toda situación” (El Universal, 2009). “El mexicano siempre se ha distinguido por su manera irónica de ver las cosas, y ante las grandes tragedias, además de ayudar, siempre le busca el lado amable” (e‐consulta, 2009). Sin embargo, y aunque se suele reiterar comúnmente que el mexicano es fiestero y a todo le encuentra el chiste, la risa o el lado bueno, también es cierto que en general en muchas culturas “cualquier excusa es buena para “festejar” (Maffesoli, 2005:93), y que si existe el día de muertos también existe Halloween, no por ello queremos quitarle mérito al país que tiene más fechas festivas que días en el calendario en algunos rincones de su geografía.
Varios fueron los chistes sobre el país y el nacionalismo “¿Oíste que México es un potencia mundial?, porque cuando estornuda todo el planeta se enferma”. Y es que “Ahora los mexicanos tenemos influenza sobre todo el mundo”. “Los besos mexicanos ¡¡Te llevan al paraíso!!”. O el juego con el eslogan patriótico: ¡Que SOBREviva México!”. “¡Tómenla pinches gringos! para que vean que el fin del mundo no va a empezar en NY [New York]”. “Un día un niño veracruzano se levanta y piensa después de un hermoso sueño: un día voy a influenzar al mundo”. Pero y por supuesto, hubo muchos otros, como aquel que contaba Polo Polo : “La influenza nos ha hecho olvidar el virus del “debola”, debola luz, debola tarjeta, debola agua”.
Otro más engarzado en un refrán readaptado: “Cría puercos y te sacarán los mocos”, “Árbol que nace torcido es porque tiene influenza”. Los juegos con sonidos: “En la gripa estacional se estornuda: Achú. En la porcina “Achoink”, “Oye ¿cómo amaneciste oink?”. Otro con un eslogan de un partido político: “Si el gobierno no te quita la influenza que te la pague”. O relacionados con avisos comerciales televisivos: “¡Ya salió M Force contra la Influenza, no es para el que no puede vivir (o no es para el que se está muriendo), sino para el que quiere vivir más!”, “¿Y la influenza apá?”. “La influenza tiene más cobertura que Telcel”. Películas y juegos varios: “Que alguien me diga ¿por qué la calle está llena de ninjas?” en alusión a los tapabocas y el film. Y sobre el tapabocas: “Lo malo del tapabocas es el mal aliento, hay que fumárselo solito”. O con videojuegos: “A jugar Resident Evil, al rato vamos a estar rodeados de zombies y es mejor practicar desde ahora”. “Ya están vendiendo los nuevos mapas del mundo, en vez de México aparece zombilandia”.
Hubo varios también sobre la ciudad de México. Y algunos reflejan el etnocentrismo o desprecio hacia los chilangos entendidos éstos como los habitantes de la ciudad de México6 “¿Por qué la influenza empezó en el DF? Porque sólo le da a los cerdos”. “Mamá, mamá ¿puedo tener un amigo chilango? No porque son mala influenza”. “Dios mío si el mundo se va a acabar, llévate primero a los chilangos”. Y otro “¿Por qué los emos van para el DF? Porque quieren morir”.
Otros se relacionan con la religión: “Un compadre tuvo tres estornudos en mi camión. Cubrebocas… en tus manos enconmiendo mi espíritu”, “Te lo juro virgencita, si salimos de ésta y tengo una hija la llamaré influenza”, “¿En qué se parece la influenza y la Catedral? En que las dos tienen cura”.
Sobre los puercos: “Los pollos dijeron: fueron los marranos”, “¿Y esas plumas en tu cuerpo? Es que tengo influenza. Idiota es influenza porcina y no aviar”. “Un oso, un león y un puerquito platicando. El oso comenta: –yo sólo necesito rugir para hacer temblar a todo el bosque. Y el león que no se quería quedar atrás responde: –yo también tengo que rugir y toda la selva tiembla y se esconden en sus guaridas. Y el puerquito los miraba sonriente y dice: –jajaja, novatos, aprendan de mí que basta con que tosa o estornude y todo mundo se caga de miedo”.
En general los chistes fueron sobre los puercos, el país, las preocupaciones sociales, económicas y medioambientales, los chilangos, así como en torno a la clase política, además de otros tópicos como estamos mostrando en estas páginas.
La política y los políticos: Uno era un interrogante sobre si se invitaría de nuevo a Sarkozy –ya que había venido recientemente a México– y la respuesta es que sí pero había que esperar a que pase la epidemia para poder saludar a Carla [Bruni, su esposa] de besito. Otro: “¿Por qué se cayó el avión de Mouriño? Tenía influenza y estornudó”. O que Peña Nieto no le preocupa la porcina pues ya tuvo la influenza aviar por su Gabiota. O la influenza libró a los escolares de la prueba de Enlace, pero no a Lujambio de la Esther. En fin que sobre los líderes políticos y con una mirada entre irónica y sarcástica, siempre crítica, se desenvolvió el humor político por esos días.
Se hablaba de la PANdemia o la PRIdemia, o el cochinero del PRD7, como se ve no hay discriminación humorística en cuanto a los partidos políticos. “Carstens es el culpable de la influenza, que esto es influenza porcina”, “Declara Calderón que no permitirá ninguna influenza extranjera, para eso, un soldado en cada hijo le dio”. “Ya decía el Peje: se los va a cargar la chingada por no votar por mí”. Como se observa, no queda títere con cabeza, ni partido sin chiste, entre agudeza e ingenio, pero y también con el resabio burlón y quizás cierta dosis de amarga impotencia.
En fin hasta recomendaciones: “No te juntes con la gripa porque es mala influenza”. O los juegos verbales: “No es lo mismo ser influyente que tener influenza”. “Primer acto: sale un camión de indocumentados a USA. Segundo acto: sale un avión de indocumentados a Europa. Tercer acto: sale un barco de indocumentados a Asia. ¿Cómo se llama la obra? Tráfico de influenzas”.
Y es que en México ya estamos acostumbrados al humor en tiempos de crisis o en épocas de catástrofes. La misma tarde del 11 de septiembre del 2001, ya circulaban por México el chiste del boing‐refresco con relación a los aviones impactados en las Torres Gemelas. Varios hubo también en torno al Chupacabras. Y sobre las explosiones en Guadalajara en 1992, San Juanico o el temblor del 85: “¡Si quiere volar, vuele con Pemex!”, “¿Por qué los chilangos están tan enojados con los tapatíos?, pues porque no los invitaron a su reventón”. “¿En qué se parece el DF después del temblor y una rosca de reyes? En que a ambos les falta el centro y tienen niños enterrados”. “¿Por qué los niños de San Juanico sólo toman chaparritas? Porque no tienen gaaasss”. En fin, relajo o chiste, el caso es que se le saca punta a la emergencia y la desgracia, no importa si es muy sangrienta y dolorosa, o se trata de una posibilidad de riesgo latente. Se le saca risa a la pérdida, al miedo, a la aflicción.
En Facebook, Twitter, Messenger, blogs de muy diversa índole y por correo electrónico fueron medios donde abundaron los chistes. Los cartones además de ser publicados en los periódicos como es tradicional, fueron reproducidos también en los medios electrónicos anteriores, copiados y difundidos en diversas páginas web que se hacían eco del humor que portaban o del rumor que reproducían. Esto es, la influenza desde una mirada humorística.

Conclusiones: narrativas culturales aliviando tensiones o deflectando emociones
“Las crisis de hoy son los chistes de mañana” según palabras de H.G. Wells, sin embargo para reírnos de las crisis hay que estar fuera de ellas (García, 2002:12), aunque no siempre y no del todo como mostramos en estas páginas. Claro está que la contingencia sanitaria fue más bien un susto, esto es, no tiene algunas de las características usuales de los desastres naturales o sociales: la magnitud de la destrucción y el gran número de pérdidas humanas.
El humor, o algunas de sus manifestaciones, como la literatura, los cómics y los propios chistes liberan fantasmas ridiculizándolos, así cierta tensión dramática se vierte en lo inesperado o grotesco, un miedo se troca en algo inofensivo, simbólicamente hablando, un enojo sale con la crítica, la tristeza se disipa entre carcajadas. Las tragedias se relativizan y hay catarsis emotiva y se alegra la vida.
Todo lo acontecido nos recuerda los estudios sobre el relajo (Portilla, 1997:13) cuyo objetivo o sentido… es suspender la seriedad. Es decir, suspender o aniquilar la adhesión del sujeto a un valor propuesto a su libertad. Y no, simplemente, provocar la risa ni, simplemente reír, por más que esa suspensión se presente a menudo, aunque no necesariamente, como estímulo de la risa”. Y es que el ser humano en el “relajo efectúa un movimiento profundamente irracional que consiste en la supresión de todo futuro regulado…una autonegación… carece de porvenir”. Es autodestrucción hacia el futuro y es “temporalidad fragmentaria, un chisporroteo de presentes sin dirección y sin forma, negaciones del pasado inmediato (Portilla, 1997:18,39,41).
Y en algunos chistes algo de eso encontramos también, una suspensión en el tiempo y espacio, una autocrítica con tintes destructivos, del país, de la política y de las políticos/as, también del futuro. En especial esos chistes entre agrios y alegres, más tendenciosos e irónicos que rayan con la crueldad.
Eso sí, el humor se utiliza en todas las culturas populares, de muy diversas formas y en diferentes países y épocas, y muchas veces de manera crítica, resistente o insurrecta, ya que no respeta jerarquías, normas sociales, ni nada que tenga que ver con la estructura social establecida (Rosaldo, 1989; Bajtin, 1995; Burke, 1997). Y más en tiempos de crisis o catástrofes, cuando todo parece resquebrajarse o hay posibilidad de pérdidas, el humor y el chiste irrumpen con sus tormentas, mareas, olas de risa, disturbios emocionales ante los problemas sociales. En fin, “…no hay que olvidar que en todos los tiempos y de diversas maneras, el “en cuanto a mí” popular ha sabido desarrollar una tradición de desconfianza, de ironía, de humor frente a las cosas del poder” (Maffesoli, 1997:233).
Sabemos que las emociones tiñen nuestra vida, modifican percepciones y otorgan cierta ponderación a la experiencia, por lo que, por ejemplo en el caso que nos ocupa de los chistes de la influenza, la emoción de la explosión de la risa seguramente hace más alegre la vida en general y el sentimiento de miedo ante la enfermedad en principio desconocida como se decía, o el enojo ante la creencia popular que se trataba de una mentira. Ambos sentimientos, miedo o enojo, falsos o verdaderos, funcionales o no, reales en su sentir, eran exorcizados, a modo de una suerte de conjuro lúdico, por lo menos parcial y momentáneamente por una sonrisa, risa o carcajada ante la ocurrencia de un chiste al respecto. Lo mismo con la tristeza.
En todo caso, no cabe duda que en si como dicen, y ya señalamos, “la risa es la distancia más corta entre dos personas”, en los tiempos de la influenza cuando no se podía besar, ni abrazar, ni dar la mano, ahí sí fue lo que dice el dicho. Y es que la risa acercó, acompañó, rodeó, cobijó. Humanizó a una sociedad llena de incertidumbre, desconcierto y temor. Revirtió discursos apocalípticos del fin del mundo, o los discursos incrédulos y despreciativos, así como la zozobra existencial en algunos casos.
Por lo que aquí remarcamos el importante papel de lo cómico, el humor y la risa, así como los chistes en una época de contingencia sanitaria y de reacción emocional, apreciaciones cognitivas y comportamientos sociales impactados por la emergencia. Y es que las emociones son resultado o reacción biopsicosocial en las interacciones entre individuo ambiente (Luna Zamora 2007). Los chistes fueron un vehículo o medio para la canalización de dichas respuestas dentro de un orden cultural concreto de unas formas simbólicas determinadas y en un contexto político específico. Una respuesta disruptiva si se quiere ver así, un cuna mirada incluso a veces oblicua, entre perteneciente y distante, en medio eso sí del desconcierto, pero con sentido del humor (Grosso 2007).
Tras los chistes, sus por qué y para qué están impregnados por las narrativas socio culturales, las sensaciones y emociones coyunturales, y son reflejo, por tanto, de la realidad social como señalamos desde el principio. Así, y como ya se dijo, el chiste y la risa huyen del miedo, destierran el enojo y escapan de la tristeza. Su utilidad cultural y emocional tiene que ver por un lado con el evitar o disminuir las emociones displacenteras, o incluso suplantarlas. Y por otro lado es una descarga tensional, cognitiva y emocional, e incluso fisiológica. Por todo lo cual, lo miremos por donde lo miremos y sin desconocer el carácter evitador del relajo, los beneficios de un buen chiste y una gran carcajada, son la mejor respuesta al susto, miedo, enojo, tristeza, o incluso indiferencia, que provocara la influenza del año 2009 en México.
La risa puede ser y es, un síntoma de alivio tras la tensión de un gran enojo o mucho miedo. Desbloquea y recarga energía, comunica y eleva el estado de ánimo. Quizás no es exacto lo de huir de otras emociones. Tal vez sólo es un alto o descanso en el camino o desarrollo de las mismas. A lo mejor se trata de evitación, negación o simple insensibilización.  En todo caso, y qué duda cabe de que la risa es una cosa seria, aunque usted no lo crea. Y es contagiosa como un virus, y el virus del chiste corrió con toda seguridad más rápido que el de la influenza y le ganó la partida. Ahora lo que nos queda es el recuerdo y la memoria de chistes, emociones y risas compartidas.

Notas
1. Se refiere a la espuma del mar “blanca, ligera y alegre” cuando llega la espuma sobre la arena de la playa.
2. No gozamos resistirnos a dar la definición de Descartes: “La risa consiste en que la sangre que sale de la cavidad derecha el corazón por la vena arterial, inflando los pulmones súbita y reiteradamente, obliga al aire que contiene a salir con ímpetu por la garganta, donde produce una voz inarticulada y sonora; y los pulmones, lo mismo al inflarse que al expulsar el aire, presionan todos los músculos del diafragma, del pecho y de la garganta, y estos músculos hacen moverse los del rostro que tienen alguna conexión con ellos; y este movimiento del rostro, con esa voz inarticulada y sonora, es lo que se llama risa” (2003:59).
3. Dependiendo de la región puede conocerse también como: barbijo, mascarilla, cubrebocas o mascaras quirúrgicas (Nota del editor).
4. Esta canción, sin duda oportuna y popular dice así: “No llamen a Superman, todos estaremos muertos cuando llegue Indiana Jones… Es la noticia del día, la influenza ya llegó, compren todos medicina pa’ enfrentar al batallón”. Compuesta por la Agrupación Cariño.
5. Los jugadores atacan con aguja hipodérmica a cerdos que portan el virus.
6. Más allá de su significado real: los que llegaron a vivir a la ciudad procedente de otros lugares.
7. PRI, PAN y PRD, son partidos políticos de México (Nota del Editor).

 

Bibliografía
-Bartra, Roger (1987) La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano. México: Grijalbo.
-Bajtin, Mijail (1995) La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais. Madrid:Allianza Universidad.
-Berger, Peter (1999) La risa redentora. La dimensión cómica de la experiencia humana. Barcelona: Kairós.
-Bergson, Henri (2008) La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico. Madrid: Alianza Editorial.
-Burke, Peter (1997) La cultura popular en Europa moderna. Barcelona:Altaya.
-De Bono, Edward (1992) Yo tengo razón, tú estás equivocado. Barcelona: Ediciones B.
-Descartes, René (2003) Las pasiones del alma. Biblioteca Virtual Universal.
-E‐Consulta‐periódico digital de Puebla, Oaxaca y Tlaxcala (2009).
-El Universal (2009) “¿Qué le dijo México a la Influenza?” El Universal, 30 abril, México, p.1.
-Escuela Mexicana del Yoga de la Risa, A.C. (2008) Manual para la Certificación de Líderes de Yoga de la Risa. Texto mecanografiado. México.
-Fernández Poncela, Anna María (2010) “Influenza, medios, rumores y emociones en los quince días que conmovieron a México” en Versión. Estudios de comunicación y política. México: UAM.
-Freud, Sigmund (2008) El chiste y su relación con los inconsciente. Madrid: Alianza editorial.
-García Walker, David (2002) Los efectos terapéuticos del Humor y de la Risa. Málaga: Sirio.
-Grosso, José Luis (2007) “Cuerpos del discurso y discurso de los cuerpos. Nietzsche y Bajtin en nuestras relaciones interculturales” Ponencia XXVI Congreso Alas, 13 al 18 agosto, Guadalajara, México.
-Jauregui, Eduardo (2008) “Universalidad y variabilidad cultural de la risa y el humor” en: Aibr, Revista de Antropología Iberoaméricana. Volumen 3, Número 1, enero‐abril 2008. pp. 46‐63. Madrid: Antropólogos Iberoamericanos en Red. ISSN: 1695‐9752.
-Luna Zamora, Rogelio (2007) “Emociones y subjetividades. Continuidades y discontinuidades en los modelos culturales” en Luna, Rogelio y Adrián Scribano (Comps.) Contigo aprendí. Estudios sociales sobre las emociones. Guadalajara: Universidad de Guadalajara/CONICET.
-Maffesoli, Michel (2005) La tajada del diablo. Compendio de subversión posmoderna. México: Siglo XXI.
-Observatorio de Medios UIA (2008) “El Universal online difunde: Provoca cartón político en México risa y reflexión: Monsiváis”
-Portilla, Jorge (1997) Fenomenología del relajo y otros ensayos. México: FCE.
-Rosaldo, Renato (1989) Cultura y verdad. Nueva propuesta de análisis social. México: Conaculta/Grijalbo.
-Fernández Poncela, Anna María (2012) “Huyendo del miedo, desterrando el enojo, escapando de la tristeza y cayendo en brazos de la risa: los chistes en México en tiempos de la influenza 2009” en: Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad – Relaces, Nº8, Año 4. Abril‐julio de 2012. Córdoba. pp. 7‐16.
Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad. Nº8. Año 4. Abril‐julio de 2012. Argentina.


.