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                                    El  presente trabajo pretende mostrar cuál es el rol de la utilidad en la teoría  moral de Adam Smith desarrollada en su primer libro. La teoría de los  sentimientos morales, mostrando los elementos de la teoría que evitan su  deslizamiento hacia el utilitarismo; particularmente, en el ámbito de la  justificación moral, puesto que, si bien la corriente ética utilitarista  comenzó propiamente con Jeremy Bentham y fue sistematizada por John Stuart Mili  en la primera mitad del siglo XIX, algunos han llamado a Smith  proto-utilitarista. Para eso se explica el concepto de simpatía que maneja  Smith –distinguiendo entre simpatía psicológica y moral— y el de propiedad,  claves a la hora de distanciarlo del utilitarismo, y se analizan las lecturas  de T.D. Campbell y James Otteson, dos grandes expertos en Smith que lo  califican (con matices) como utilitarista. 
                                    Palabras  clave: Adam Smith, Utilitarismo, Ética, Sentimientos  morales. 
                                    Introducción 
                                    Han  pasado ya 250 años desde la publicación de la primera edición de La teoría de  los sentimientos morales en 17591, y como muchos han de saber, en el  momento de su publicación el libro tuvo una calurosa acogida, quizás hasta  mayor que la que tuvo la Riqueza de las Naciones en 1776. No obstante, por  diversas razones, Adam Smith pasó a la historia como el autor de la RN, padre  del liberalismo económico y el capitalismo, y su teoría moral cayó al olvido,  opacada por las grandes teorías éticas modernas, el utilitarismo y la  deontología. Esto alcanzó tal punto que incluso D.D. Raphael, editor de la TSM,  comenta que este libro no es un gran clásico en su área (como sí lo es la RN),  aunque sí tendría un lugar entre los textos de segunda categoría2. 
                                    En  un intento por rescatar la peculiaridad de la teoría moral de Smith, el  presente artículo pretende distanciarla de las interpretaciones utilitaristas  que se le han dado -rebajándola con ello a una 'segunda categoría' dentro de  esa tradición ética- a través del análisis del rol de la utilidad en su obra.  Aunque la corriente ética utilitarista, que tiene como principio de  justificación moral el principio de máxima utilidad, es decir, aquel que  promueve la mayor felicidad para el mayor número de personas, comenzó propiamente  con Jeremy Bentham y fue sistematizada por John Stuart Mill en la primera mitad  del siglo XIX, algunos han interpretado a Smith como un 'proto-utilitarista'.  Entre ellos podemos destacar a reconocidos especialistas en Smith como T.D.  Campbell y James Otteson, pero también a otras importantes figuras de la  filosofía contemporánea, como Charles Taylor, Alasdair Maclntyre y John Rawls. 
                                    Empezaré  entonces explicando concisamente qué es el utilitarismo, para poder luego  marcar las diferencias con la teoría de Smitb. En la segunda sección mostraré  los elementos de la TSM que evitan su deslizamiento hacia el utilitarismo,  particularmente en el ámbito de la justificación moral. Aquí discutiré  conceptos claves de esta teoría, como el concepto de simpatía -distinguiendo  entre la simpatía psicológica y la simpatía moral- sobre la que se fundan los  juicios de propiedad para Smith. Por último, en una tercera sección, analizaré las  lecturas de T.D. Campbell y James Otteson, dos grandes expertos en Smith que lo  califican (con matices) como utilitarista, y mostraré en qué sentido sus  argumentos estarían errados. 
                                    I. Marco teórico: ¿qué  es el utilitarismo? 
                                    Como  ya se mencionó, la ética utilitarista surge a fines del siglo XVIII, con Jeremy  Bentham, y es luego sistematizada por John Stuart Mill en el XIX. Esto no obsta  para que existan formas de proto-utilitarismo en los moralistas ingleses  anteriores (por ejemplo, según diversos intérpretes, en Cumberland,  Sbaftesbury, Hutcheson, Gay, Hume...). De hecbo, una primera formulación del principio  de utilidad la encontramos en Hutcheson: "... al comparar las cualidades  morales de las acciones [...] somos guiados por nuestro sentido moral de la  virtud a juzgar así; [...] de tal modo que una acción es la mejor, cuando  procura la mayor felicidad para el mayor número; y la peor, cuando, de la misma  manera, ocasiona sufrimiento"3. 
                                    Frente  a esto, una primera característica sobresaliente del utilitarismo es que es una  forma de consecuencialismo. El término 'consecuencialismo' fue introducido por  G.E.M. Anscombe en su clásico artículo Modern Moral Philosophy (1958), y se  refiere a aquellas teorías morales que juzgan la moralidad de los actos  atendiendo únicamente a las consecuencias, y en ese sentido "... un acto  es moralmente obligatorio si sus consecuencias son mejores que las de cualquier  alternativa, y ... un acto es permisible si es que son tan buenas como las de  cualquier alternativa"4. Esta es una definición formal (se ocupa  de la forma del juicio moral) y, como dice Carrasco5, pone el énfasis  en el procedimiento antes que en el contenido. 
                                    El  utilitarismo, consecuencialista en su procedimiento, es una teoría moral  concreta que define qué consecuencias hay que maximizar, o cuál es el  'contenido' del término utilidad. Según éste, la única fuente de valor (la  utilidad) es la mayor felicidad para el mayor número de personas, siendo así la  acción correcta aquella que promueve o produce el mayor placer o felicidad para  la mayoría. Samuel Scheffler define el utilitarismo "como la doctrina que  juzga que el mejor estado de cosas de cualquier conjunto dado es aquel que  contiene el mayor balance neto de placer, felicidad o satisfacción humana  agregada"6.  Si bien el  utilitarismo ha sido reformulado muchas veces, especialmente cambiando el  contenido de la 'utilidad' (lo que lo hace muy difícil de definir), el elemento  que se mantiene con el paso del tiempo, y que unifica las diferentes  formulaciones, es el mismo 'principio de utilidad', tal como Scheffler lo  especifica. 
                                    Parte  del atractivo de esta teoría es que no sólo permite la evaluación moral de las  acciones ya realizadas, sino que también "posibilitaría decidir cuestiones  morales por medio de un cálculo empírico"7 (se suman los  placeres y se restan los dolores8), y en este sentido, el principio de  utilidad es justificación y criterio moral. 
                                    Como  típica ética moderna, además, el utilitarismo se define como una ética  imparcial: somos uno en una multitud de iguales y la felicidad de cada uno  cuenta como uno y solamente uno. Esto significaría, en este contexto, que  "... no contiene(n) virtualmente ninguna consideración relativa al  carácter del agente moral [y] Sus normas son abstractas''9 por lo  que "se obtiene fácilmente la imagen de un agente sin rostro, al que la teoría  le dota de recursos para realizar elecciones morales que carecen de vinculación  psicológica con el pasado o futuro del agente''10. 
                                    Junto  con éstas, una última característica que es importante resaltar para la  posterior comparación con Smith es que, con base en el objeto del cálculo,  habría dos tipos de utilitarismo; vale decir, el cálculo puede ser respecto de  las consecuencias de cada acto particular, o bien de las consecuencias de una  regla de acción. Según el 'utilitarismo del acto' una acción es correcta en la  medida en que maximice el placer de la mayoría (en este caso una acción puede  ser correcta hoy e incorrecta mañana). En cambio, según el 'utilitarismo de la  regla', una acción es correcta en la medida en que se adecúe a una regla  preestablecida que maximizaría la utilidad, y una regla que no admitiría excepciones. 
                                    II. La teoría moral de  Adam Smith 
                                    I.  El concepto de simpatía 
                                    El  concepto de simpatía no es una invención de Smith, sino que es un concepto  común a las teorías sentimentalistas de la época11; sin embargo, en  Smith adquiere un nuevo nivel de complejidad. Lo primero que hay que señalar es  que la simpatía surge naturalmente de una característica del ser humano: el  interés que éste tiene por los demás. El libro comienza señalando, sin negar el  auto-interés, que hay en el ser humano ciertos principios que hacen que se  interese en la fortuna -ya sea buena o mala— de los demás, e incluso que la  felicidad de éstos le resulte necesaria para la propia. Esta es una tendencia psicológica  innata. 
                                    Pero  el término simpatía, en Smith, es algo ambiguo, pues su significado va  cambiando a lo largo de la TSM; y si bien el autor propone un uso técnico del  mismo, el hecho de que él usara el término de diferentes maneras en diferentes  pasajes de la TSM llevó a confusión en torno a la interpretación de su teoría;  el llamado Das Adam Smith Problem fue el problema de interpretación más  importante, todavía objeto de discusión académica. Como dice Haakonssen, el uso  que hace Smith de la palabra simpatía nos muestra los problemas (y peligros)  que puede ocasionar el uso del lenguaje 'ordinario' en investigaciones teoréticas,  pues todos entendemos, al menos vagamente, a qué se refiere el autor, y por eso  mismo resulta difícil llegar a comprender plenamente el uso técnico que éste le  da a una determinada palabra o expresión12. 
                                    Si  nos remitimos al texto, en los primeros capítulos de la TSM Smitb ofrece tres  definiciones de simpatía en distintos sentidos: el primero es aquel que tenía  la palabra en los contextos cotidianos; éste es el sentido más básico y se  refiere al sentimiento de compasión o lástima que sentimos al ver la desgracia  de los otros13. El propio Smith destaca, sin embargo, que luego el  significado de la palabra simpatía se extendió, para referirse al 'compartir  cualquier pasión con el otro14, y hace la clarificación a sabiendas  de que aquello podía prestarse a confusiones15. 
                                    Por  lo tanto, la segunda definición de simpatía que da Smith es este fellow feelingydi  no sólo con las desgracias, sino con cualquier pasión, sea esta desagradable o  no. En este caso la simpatía es un sentimiento o emoción similar al que siente  aquella persona que lo padece16. Este sentido que Smith describe de  la simpatía era el que manejaba Hume, para quien la simpatía es un contagio o  infección de sentimientos en el que el espectador básicamente replica los  sentimientos del agente. 
                                    La  tercera definición que da Smith es su propia concepción e incluye un nuevo  elemento: la correspondencia de sentimientos. 
                                    Smith  usa el concepto de simpatía para referirse a la armonía ('harmony') entre los  sentimientos del agente ('the person principally concerned') y el espectador17,  por lo que en este caso, la simpatía deja de ser un sentimiento18,  una pasión en sí, y pasa a ser una correspondencia de sentimientos. La simpatía  mutua es el uso técnico propio de Smith19, sobre la cual se da la  aprobación de los sentimientos, y que produce placer tanto al agente como al  espectador. Cuando existe correspondencia, se siente placer y entonces se  aprueba la conducta del agente. 
                                    Este  punto fue mal entendido por Hume, quien en una famosa carta le critica que si  toda la simpatía fuera placentera "un hospital sería un lugar más  entretenido que una fiesta"20. 
                                    En  una nota al pie (añadida en la segunda edición de la TSM) Smith aclara que es  necesario distinguir dos cosas: "... primero, la pasión simpatética del  espectador; y, segundo, la emoción que surge en él al observar la perfecta  coincidencia entre esa pasión simpatética y la pasión original en la persona  principalmente involucrada. Esta última emoción, en la que el sentimiento de  aprobación propiamente consiste, es siempre agradable y encantadora. La otra  puede ser agradable o desagradable, de acuerdo con la naturaleza de la pasión  original, cuyas características debe siempre, en alguna medida, retener"21.  Aquí Smith ratifica lo que ya habíamos dicho: el placer de la mutua simpatía  surge al notar la concordancia de sentimientos, independientemente de si el  sentimiento original es o no es agradable: "... [E]xiste la emoción que  surge de esta comparación, la que es o bien un tipo de placer llamado  aprobación, cuando coinciden los sentimientos originales con los simpatéticos,  o bien un tipo de dolor llamado desaprobación, cuando éstos no coinciden"22. 
                                    Sólo  entendiendo la simpatía como correspondencia de sentimientos, y no como un  sentimiento en sí, Smith puede decir que la simpatía produce placer. Y así se  explica que "La simpatía, sin embargo, aviva la alegría y alivia el pesar.  Aviva la alegría al presentar otra fuente de satisfacción; y alivia el pesar al  insinuar en el corazón casi la única sensación agradable que en ese momento es  capaz de recibir"23. 
                                    Ahora  bien, para que pueda darse esta correspondencia de sentimientos es necesaria la  imaginación, una facultad inherente al ser humano. En el segundo párrafo de la  TSM Smith dice que el interés natural, la preocupación que tenemos por la  fortuna de los otros, se ve limitada por el conocimiento indirecto que tenemos  de los demás; nuestros sentidos no pueden informarnos de nada que este más allá  de nuestra experiencia24. La imaginación es entonces la facultad  encargada de corregir esta limitación de nuestra constitución física y la que  nos permite formarnos una idea de lo que siente el otro. Mediante la  imaginación nos proyectamos al lugar del otro y nos formamos una idea de lo que  él está sintiendo de acuerdo con lo que nosotros nos imaginamos que sentiríamos  si estuviésemos en su lugar. Para que exista una verdadera simpatía, en el uso  técnico de Smith, es necesario que el espectador conozca el contexto, ya que "...  nuestra simpatía con la tristeza o la alegría, antes de que seamos informados  de sus causas, es siempre extremadamente imperfecta''25. Sólo cuando  conocemos el contexto puede comenzar el proceso imaginativo mediante el cual se  puede alcanzar la concordancia de sentimientos26: "La simpatía,  por consiguiente, no surge tanto de la vista de la pasión como de la situación  que la excita"27. Y con esto Smith ya da un giro fundamental al  concepto de 'simpatía' de sus contemporáneos. 
                                    Ahora  bien, estas tres definiciones que da Smith (compasión, compartir cualquier  pasión y simpatía mutua imaginativa) son diferentes tipos de simpatía  psicológica28. Pero lo que en última instancia le interesa a Smith  es estudiar los sentimientos involucrados en las evaluaciones morales, por lo  que es necesario explicar cómo se da la transición desde la simpatía psicológica  a la simpatía moral29. 
                                    La  simpatía moral, aunque cualitativamente distinta a la simpatía psicológica, se  funda en ella. La simpatía mutua, la formulación más compleja de la simpatía  psicológica, consiste en la concordancia de sentimientos entre el espectador y  el agente; y el paso de ella a la simpatía moral se da cori la introducción del  espectador imparcial. Como tenemos la necesidad innata de aprobar y ser  aprobados y, a su vez, nos damos cuenta de que los demás no pueden  identificarse por completo con nosotros (dado que los sentimientos del  espectador son obviamente de menor intensidad30), aprendemos a  moderar nuestras pasiones. Realizamos un acomodamiento mutuo; tanto el espectador  como el agente adecúan sus pasiones para llegar a un punto de coincidencia. Y a  medida que nos vamos enfrentando con la gente en el mundo descubrimos que la  única manera de lograr que los demás nos aprueben es si tenemos  sentimientos/acciones apropiados (si no nos auto-preferimos, como es la  tendencia humana natural); y esto significa que deben ser los sentimientos  análogos a los que un espectador imparcial aprobaría31. 
                                    Ya  no buscamos simpatizar imaginativamente con personas reales, sino que buscamos  la concordancia de nuestros sentimientos con los de un espectador imparcial.  Éste es el paso de la simpatía en el sentido psicológico a la simpatía moral,  el paso de la correspondencia entre los sentimientos actuales o imaginados  entre los actores a una correspondencia de sentimientos con el espectador  imparcial. 
                                    El  proceso de la simpatía es ahora un poco más complejo: ahora nos juzgamos a  nosotros mismos y a los demás sobre la base de lo que un espectador imparcial  sentiría (este proceso, que realizamos constantemente, se vuelve tan habitual  que lo ejecutamos sin darnos cuenta). Así, el punto de vista moral en Smith  implica estar en una posición imparcial, que ponga entre paréntesis nuestros  intereses y sesgos particulares y que parta de la igual consideración de todas  las personas. 
                                    2.  El espectador imparcial 
                                    Como  acabamos de ver, el punto de vista moral en Smith implica juzgar desde una  posición imparcial. El espectador imparcial es producto de la experiencia y la  imaginación; "... se va creando gradualmente [...] vendría a ser como una segunda  naturaleza en continua formación con la cual [sin embargo] nunca podemos identificarnos  por completo..."32, porque seguimos siendo humanos. "Hay  algunas situaciones que suponen una carga tan grande para la naturaleza humana,  que el más alto grado de autocontrol que una criatura tan imperfecta como el hombre  puede poseer, no es capaz de ahogar del todo, la voz de la debilidad humana, o de  reducir la violencia de la pasión hasta ese nivel de moderación en el que el  espectador imparcial puede entrar por completo"33 Esta última  cita no es trivial, ya que aleja al 'hombre sabio' de Smith del 'sabio  estoico', quien acepta con igual ánimo los mejores o los peores sucesos, y en  este sentido -aunque no habrá espacio para desarrollarlo aquí— sí se asemeja  más a la perspectiva utilitarista. 
                                    Ahora  bien, en el influyente artículo Ethical Absolutism and the Ideal Observer  (1952), Roderick Firth dice que un observador ideal es: omnisciente respecto de  hechos no éticos (incluyendo conocimiento del pasado y del futuro),  imaginativo, desinteresado (o imparcial), apático ('dispassionate') y  consistente34; y luego añade una frase que ha creado gran discusión  en el ámbito académico: que éstas son las características del espectador  imparcial de Smith. Es al mismo Firth, por tanto, al que debemos la confusión  entre observador ideal y espectador imparcial (que como hemos mostrado, no son  en absoluto similares: el espectador imparcial es la misma persona, con todas sus  limitaciones, juzgando simpatéticamente, i.e. considerando circunstancias, pasiones,  etc.). 
                                    Parece  ser que cuando Rawls identifica al espectador imparcial con el 'legislador  utilitarista' (quien hace el cálculo) estaría pensando en un observador ideal:  "Dotado con poderes ideales de simpatía e imaginación, el espectador  imparcial es el individuo perfectamente racional que identifica y tiene la  experiencia de los deseos de otros como si Riesen los propios. De este modo  averigua la intensidad de estos deseos y les asigna su valor adecuado en el  sistema único de deseos, cuya satisfacción tratará de maximizar el legislador  ideal ajustando las reglas del sistema social"35. 
                                    Sin  embargo, el espectador imparcial no es un observador ideal. Campbell mostrará  muy bien sus diferencias36 concluyendo que "Firth se ve  inclinado a caracterizar al observador ideal de un modo tal que lo devela tan  diferente a cualquier ser humano que su naturaleza se asemeja más a la de un  dios que a la de un hombre"37. Según Campbell "El  espectador es 'ideal' en el sentido de que excluye todas esas características  de los espectadores reales involucrados en la situación actual que están  observando..."38, o sea, que no es parcial como sería cualquier  persona en condiciones ordinarias, sino que es imparcial. Además, aunque el  espectador imparcial está bien informado, no es omnisciente; sólo es 'alguien'  que posee los conocimientos y la experiencia relevante para juzgar cada  situación tomando en cuenta las particularidades propias de ella. Tampoco es, en  ningún caso, apático: "Tiene los sentimientos normales de un ser humano  normal. Aprueba y desaprueba según su simpatía o falta de simpatía con los  sentimientos del agente y las personas afectadas por la acción. En lo que  respecta a los juicios acerca de otros, el espectador de Adam Smith es  simplemente un observador normal que no se ve afectado personalmente''39.  En este sentido, como dice Darwall, lo imparcial del espectador es la manera en  que entra en la situación del otro, en la que se realiza una proyección  imparcial: "Nos proyectamos, imaginativamente, no como nosotros mismos, sino  imparcialmente, como cualquiera de nosotros lo haría' (TSM.82, 137-138)40. 
                                    3.  El rol de la utilidad en la TSM 
                                    Como  hemos visto, la simpatía moral es la base del juicio moral en Smith, que se  expresa mediante la aprobación o desaprobación de la acción/pasión según la  correspondencia (o falta de) entre los sentimientos simpatéticos del espectador  imparcial y los sentimientos reales del agente. Pero en TSM Vll.iii.3 Smith ya  no es tan claro, pues afirma que existen cuatro (!) criterios de aprobación  moral: la propiedad, el mérito, las reglas generales de conducta y la utilidad;  enumerados, como interpretaré (sin ver en esto en una contradicción), de  acuerdo con el orden de relevancia que tienen a la hora de emitir un juicio  moral. 
                                    Dice  Smith que al juzgar una acción consideramos, simultáneamente, tanto su origen  como sus posibles consecuencias; vale decir, tanto la propiedad como el mérito.  Al realizar un juicio moral el espectador imparcial juzga las motivaciones del  agente como propias o impropias dependiendo de la proporcionalidad que guarda  el sentimiento con la causa que lo excita. Si lo considera apropiado, hay una 'simpatía  (moral) directa' con el agente, la que funda la aprobación moral. Por otra  parte, el mérito depende de los resultados que produce una acción; el  espectador juzga según lo que él sentiría si fuese afectado por dicho acto (si  acaso siente resentimiento o gratitud). El mérito o demérito de una acción  produce 'simpatía indirecta' con el tercero involucrado, pero esta simpatía no es  la que funda la aprobación moral, por lo que aun cuando una acción sea  beneficiosa para el receptor, si no surge de un sentimiento apropiado del  agente no se aprueba moralmente. Propiedad y mérito, de acuerdo con TSM VII.iii.3,  son los dos primeros criterios de aprobación moral; son también los primeros  descritos en TSM y, sin duda, aquellos en los que toda la teoría moral de Smith  se funda. 
                                    El  tercer criterio que nombra Smith son las reglas generales de conducta. Este es  el modo más común de juicio moral que realizan las personas (ajustarse a las  reglas establecidas), pero es un criterio claramente secundario, ya que las  reglas se establecen a partir de los juicios realizados por innumerables  espectadores imparciales durante mucho tiempo (juicios de propiedad y mérito) y  allí radica su fuerza. Así lo dice el mismo Smith en TSM.VII.iii.2.6 y TSM.VII.iii.2.7.  Con todo, tienen un rol importantísimo: son el método de corrección al  autoengaño"41. 
                                    El  último criterio de aprobación moral que nombra Smith es la utilidad. 
                                    En  la cuarta parte de la TSM, titulada Of the Effect of Utility upon the Sentiment  of Approbation, Smith se dedica, tal como indica el título, a analizar el  efecto de la utilidad en la aprobación, primero en el nivel estético, luego en  el nivel moral. Afirma que tanto en los juicios de belleza como en los juicios  morales la utilidad de aquello que juzgamos efectivamente nos complace, pero no  es lo que primero nos encamine a la aprobación, sino, como claramente muestra  en esas páginas, es un after-thought42 (pensamiento posterior). Las  consideraciones de utilidad añaden belleza al acto moral, pero esa belleza se  percibe una vez que el juicio moral ya ha sido realizado. Aunque en muchísimos  casos lo apropiado y lo útil puedan coincidir, esto no significa que la  utilidad sea equivalente a la propiedad ni, mucho menos, que derive de ésta.  Podríamos incluso ponernos en el escenario de la realización de una acción de  gran utilidad, pero impropia. Smith no dudaría en condenarla moralmente. 
                                    Uno  de los argumentos más fuertes que da Smith para negar que la utilidad pueda,  por sí misma, ser criterio de aprobación moral, es el caso del Lone Islander43.  En un experimento mental (siguiendo a Hume), piensa en un individuo que nunca ha  vivido en sociedad. Este hombre sería perfectamente capaz de percibir la  utilidad de objetos, de sus pasiones y sus acciones; sin embargo, jamás  obtendrá la idea de moralidad a partir de ella. Él no puede decir qué acciones son  buenas o malas (sino sólo útiles o no), él no puede hacer juicios morales, y  por lo tanto no cabe identificar lo bueno con lo útil44. 
                                    Como  dice D.D. Raphael las concepciones de moralidad que poseemos, si bien son  naturales, no son innatas45; éstas sólo se dan en sociedad, mientras  que las concepciones de utilidad son independientes de ella, por lo tanto no  pueden identificarse"46. La utilidad le entrega belleza  adicional a nuestros actos y, por este motivo, la recomienda a nuestra  aprobación, pero no es el primer criterio en que la aprobación o desaprobación  moral se fundan; y salvo en casos muy excepcionales, la propiedad podría  subordinarse a la utilidad. 
                                    Pues  bien, estos casos excepcionales sí existen, y son precisamente aquellos en los  que se apoyan quienes interpretan a Smith como un proto-utilitarista. Uno, clásico  en la TSM, es el del centinela que se queda dormido durante su guardia, y cuyo  castigo es la pena de muerte. A pesar de la aparente desproporción. Smith  afirma que ese castigo, la pena de muerte, es moralmente correcto, dado que se  hace por el beneficio de la mayoría; porque busca la conservación de la sociedad. 
                                    Sin  embargo, en mi opinión, este caso no demuestra que la 'justicia' o la virtud se  basen en la utilidad (en los buenos efectos del castigo) sino precisamente lo  contrario. Smith afirma que lo que sentimos por el centinela es compasión'47,  y no resentimiento, que es aquella pasión que funda la justicia. No sentimos,  entonces, que sea 'justo' el castigo, pero como es una ocasión muy excepcional,  que compromete bienes superiores, sí es necesario. 
                                    La  fuente apropiada del castigo, para Smith, es el resentimiento del ofendido, que  incita a tomar represalias por el daño del agresor. Para Smith la justicia se  establece entrando en la perspectiva de la víctima, "simpatizando"  con ella, y calificamos una acción como injusta -y por tanto digna de castigo-  si es que sentimos el mismo resentimiento que la víctima frente a la acción  impropia del agresor. La simpatía hace que sintamos como si la ofensa se nos  hubiera hecho a nosotros mismos, y de allí el resentimiento. Así, la justicia  no se establece por utilidad sino porque del hombre surge naturalmente un resentimiento  hacia el crimen cometido contra otro que es igual a mí: como dice Smith  "lo que más nos enfurece del hombre que nos daña o nos insulta, es la poca  consideración que parece tener de nosotros, la irracional preferencia que  guarda para sí mismo sobre nosotros, y ese absurdo amor propio, por el cual  parece imaginar que otras personas pueden ser sacrificadas en cualquier  momento, según su conveniencia o su estado de ánimo"48.  "En otras palabras, resentimos la falta de respeto a nuestra dignidad,  nuestro estatus de alguien que no debe (por no decir, no puede) ser tratado de  ciertas maneras49. 
                                    4. Algunas  consideraciones 
                                    Es  necesario, antes de continuar, hacer un par de comentarios respecto de la  teoría moral de Smith y su distanciamiento del utilitarismo. Lo primero es que  el interés que tenemos en la fortuna de los demás, del cual surge la simpatía,  no es utilitaria50; nos interesamos en los demás no en consideración  del provecho que podemos sacar de ellos, sino que estimamos su felicidad  necesaria para la nuestra, como dice Smith, aunque no obtengamos nada de ella  sino el placer de observarla51. Ahora bien, cabe preguntarse, ¿no es  ese placer una utilidad? Quizás, pero no es relevante en términos de  justificación moral, puesto que ésta es una tendencia natural de nuestra  constitución psicológica, no parte del proceso del juicio moral. Y en última instancia,  la búsqueda de ese placer sería más bien la motivación (psicológica, además), y  no la justificación de una acción, como lo es en el utilitarismo. 
                                    Así  también, el placer de la mutua simpatía52 tampoco es una motivación moral,  sino parte de nuestra constitución psicológica innata. De hecho, es el  principio que echa a andar el proceso simpatético, un principio fundamental:  "el deseo de concordar, de estar en acuerdo con nuestros pares"53.  En palabras del propio Smith "todos deseamos, según esta descripción,  sentir cómo los otros se ven afectados, penetrar en su pecho, y observar los  sentimientos y afecciones que realmente subsisten ahí"54. Tal  vez en la simpatía psicológica lo que perseguimos, buscando la correspondencia  de sentimientos, sea el placer concomitante que surge de la simpatía mutua. Pero  en el ámbito de la moral ya no es así. La verdadera motivación moral, ilustrada  con claridad en 'los sabios y virtuosos', es ser dignos de aprobación, i.e.  actuar con propiedad, y no sólo ser aprobados. Y el placer que surgiría de la  correspondencia de sentimientos con el espectador sería, esta vez, una  consecuencia no buscada (tal vez conocida y esperable, pero no intencionada  directamente). Pero incluso en el ámbito meramente psicológico, y aunque la  motivación fuera el placer, sería un placer 'para mí' y no 'para el mayor  número de personas'. Ahora bien, el deseo de mutua simpatía está íntimamente  relacionado con la simpatía dentro del proceso simpatético que los seres humanos  buscan, no por la utilidad que tiene, sino por nuestra condición sociables.  Así, el deseo de la simpatía que es placentera en un nivel psicológico, sería  un motivo de acción también en el nivel psicológico, punto de arranque de la  moralidad. 
                                    Otro  punto que podría asemejar la ética de Smith con el utilitarismo es el  imperativo de la imparcialidad. En TSM III.3.4 Smith dice que no somos más que  uno en una multitud, el principio de imparcialidad, formulado casi con las  mismas palabras que el de los utilitaristas. Sin embargo hay una diferencia  esencial en cómo se entiende esta 'imparcialidad'. En Smith la imparcialidad,  el considerar a todos como iguales, establece un límite a lo que se puede hacer  a las personas. Así, en el caso de la justicia, el resentimiento contra un  agresor surge del hecho de que nos indigna que no tratara al otro como 
                                    un  igual. 
                                    Como  afirma Fleischacker, "Smith caracteriza la posición de imparcialidad como  aquella en la que los intereses de otras personas tienen igual valor que los  propios... La imparcialidad trae consigo una visión de los demás como iguales.  En efecto, la principal razón para asumir una posición imparcial parece ser que  de esta forma podemos ver a otros como iguales: lo que ganamos, cuando  superamos el amor egoísta por nosotros mismos, es que entonces vemos el  "equilibrio" de los intereses de otras personas con los propios, es  decir, la igualdad de todos los intereses humanos"56. 
                                    En  cambio, para los utilitaristas, la imparcialidad es entendida como impersonalidad.  Todos cuentan como uno y sólo uno, y no importa qué se haga a las personas  mientras se maximice la felicidad total. Así, mientras la imparcialidad en  Smith marca el respeto por las personas; la del utilitarismo abre el campo para  sacrificar la felicidad de unos por la de otros (cosa que Smith no permitiría  jamás). 
                                    III. La utilidad como meta-principio  en la teoría de Smith 
                                    Si  bien Smith critica abiertamente las teorías utilitaristas y a lo largo de toda  la TSM trata de describir cómo el juicio moral del hombre no se basa en la  utilidad de las acciones sino en la propiedad, aún hay autores que defienden  que la teoría moral de Smith es una teoría proto-utilitarista, por lo que sería  incorrecto decir que el tema está totalmente resuelto. 
                                    T.D.  Campbell, en su ya clásico libro The Science of Morals (1971), advierte lo  paradójico de calificarlo como un utilitarista en consideración de las críticas  que Smithy hace a dicha corriente ética. Sin embargo, postula que a pesar de  todos los intentos de Smith, su teoría termina siendo utilitarista puesto que  "a pesar de todo lo que Smith tiene que decir en contra de la utilidad  como explicación de las actitudes morales y políticas de la persona ordinaria,  su propia filosofía normativa, moral y política es, al final del día, una forma  de utilitarismo''57. 
                                    Campbell,  tanto en este libro como en su artículo The Utilitarianism of Smith's Policy  Advice (1981), afirma que Smith sí es utilitarista, pero un 'utilitarista  contemplativo'58. Esto significaría, según su interpretación, que la  utilidad es el meta-principio en Smith que actúa en el nivel contemplativo:  cuando las personas adoptan el punto de vista del 'Ojo de Dios', cuando miran  el todo desde fuera. Pero esto es exactamente lo que Smith, en su TMS, excluye:  el espectador, quien define el punto de propiedad, está involucrado en la  situación. El punto de Campbell, entonces, sería que al margen del razonamiento  moral humano, "la felicidad de la humanidad, así como la de todas las  otras criaturas racionales, parece haber sido el propósito original pretendido  por el autor de la naturaleza"59. Y así, en consecuencia,  Campbell termina afirmando que, en el sistema ético que propone Smith, Dios es  utilitarista (probablemente un utilitarista de la regla). 
                                    Sin  embargo, aunque no tenemos cómo saber cuál fue/es el propósito del creador de  la naturaleza, si es que éste hubiera sido promover la utilidad, entonces  aquello que juzgamos como apropiado nos parecería también útil. Pero esto no es  siempre así. Si bien Smith dice que la virtud pagado, el punto de esa frase,  cuando se lee en su contexto, es mostrar que la virtud no siempre es  retribuida, pero no por eso deja de ser virtud. No sólo queremos ser aprobados,  sino ser dignos de aprobación; así, cuando el sabio es reprobado (nadie  simpatiza con él), actuando según lo que dicta su conciencia, no le queda más  remedio que apelar al 'tercer tribunal'60, pero no cambia su juicio para  ser aprobado sino que, aunque le duela, opta por ser 'digno de aprobación'  (virtuoso). 
                                    Un  segundo autor que defiende una tesis similar es James Otteson. Este parecería  estar de acuerdo con Campbell cuando dice que "el deseo de la simpatía  mutua, el deseo de agradar y no ofender a otros [y] la parcialidad que siente  cada uno de nosotros, están dentro de las cualidades propias de la naturaleza  humana, y son todos elementos necesarios en la formación del sistema de la  moralidad. La pregunta por qué tenemos estos rasgos en nosotros. La respuesta  de Smith a esto, como hemos visto, es que forma parte del majestuoso diseño  benevolente de Dios o la Naturaleza. Estos rasgos tienden con el tiempo a  llevar al desarrollo de un sistema de cooperación social que conduce,  finalmente, tanto a la utilidad de los individuos como a la utilidad de la  sociedad: hace a los individuos felices y aumenta la riqueza y la prosperidad  de la sociedad"62 
                                    Dice  Otteson que estamos construidos de tal manera que lo útil nos parece bueno y,  en este sentido, nuevamente, la teoría de Smith sería utilitarista en cuanto  que implicaría que Dios es utilitarista. 
                                    No  obstante, si tomamos en cuenta que Smith en la TSM da una explicación  naturalista de la ética, si Dios es o no utilitarista es algo que escapa a su  investigación. El parte de nuestra constitución psicológica y desde ella  explica cómo realizamos juicios morales. Por qué somos como somos es una  pregunta que trasciende su objeto de estudio. 
                                    Ahora,  si nos ponemos en la perspectiva del individuo, tanto Campbell como Otteson  están de acuerdo en que "...[Smith] no pensaba que la utilidad fiiera la  base de los juicios morales del día a día"63 pero que "la  utilidad es, de todas manera, el principio necesario para guiar a todos  aquellos que tienen que considerar el sistema total de la sociedad, ya como  científicos, filósofos o estadistas"64. Y según Campbell esto  es porque "... la persona ordinaria es incapaz de realizar cálculos  utilitarios precisos..."65; cálculos que los políticos serían  especialistas en realizar. 
                                    Campbell  parece estar en lo correcto en su primera aseveración: si se considera el  sistema de la sociedad en general, como un todo, no queda más remedio que  considerarlo en términos abstractos, en cuyo caso la utilidad como criterio de  aprobación moral es adecuado (recordemos que la utilidad es un after-thought y  que la propiedad requiere de la identificación particular con el agente). Ahora  bien, esto no se debe a que las personas no puedan realizar el cálculo de utilidad  (aunque efectivamente no estemos capacitados para hacerlo, ya que hay infinitas  consecuencias que no somos capaces de prever66), sino porque al  considerar la totalidad del sistema hacemos una abstracción, y ya no es posible  evaluar la propiedad o el mérito67. La simpatía y la propiedad sólo  se dan cara a cara, el espectador imparcial necesita ponerse en el lugar del  otro y atender al contexto para realizar la evaluación moral, cosas que  resultan imposibles al considerar en abstracto la sociedad y poder formular  reglas generales. 
                                    Entonces,  el sistema político, pensado en abstracto, debe maximizar la utilidad. Ésa es  la lectura común, y plausible, de la RN. Sin embargo, lo que pocas veces se  dice es que Smith pone un límite a esta maximización: la justicia. Si se  generan reglas en abstracto que maximicen la utilidad éstas deben ser  corregidas recurriendo a casos particulares para que no traspasen los mínimos  morales, aquello que un espectador imparcial aprobaría. Habría que entrar a  evaluar los casos particulares para poder corregir las leyes diseñadas en  abstracto. Esto parece a su vez calzar con la descripción del hombre de sistema  (los diseños en abstracto de la sociedad fracasan al no considerar los casos  particulares68), discusión que Smith sitúa, precisamente, en el  capítulo sobre la utilidad. 
                                    Campbell  y Otteson parecerían estar argumentando que, dado que el sistema moral de Smith  se configura de modo tal que el resultado final sea el que maximiza la  felicidad, entonces la teoría es utilitarista. Pero esto no es suficiente. Para  que una teoría sea utilitarista no basta con que se desee la felicidad de la  humanidad. Todos los sistemas morales se estructuran, en última instancia, en  vistas a que el resultado final sea mejor. Esto entonces no sería suficiente  para clasificar a una teoría como utilitarista. 
                                    Este  error, el de tomar una ética por utilitarista simplemente porque su 'resultado  final' y lo que busca alcanzar es la felicidad de las personas, ya lo cometió  Mili en El utilitarismo, donde afirma que Cristo, Sócrates y Kant son  utilitaristas69. Naturalmente, siguiendo este razonamiento, no  habría distinción entre teorías normativas. Lo que caracteriza al utilitarismo  es la justificación moral; es decir, en primer término, hi justificación de una  acción (la maximización de la utilidad en el utilitarismo, que difiere por  completo de la justificación de la propiedad en Smith); y en segundo lugar,  moral, no meramente psicológica. En Smith las pasiones/acciones no son  moralmente correctas por el mero hecho de producir una mayor felicidad. Que  Smith tome en cuenta las consecuencias a la hora de evaluar no lo convierte en  utilitarista (o consecuencialista), ya que las consecuencias no serán las que  otorguen todo el valor moral a la acción. Que su espectador sea 'imparcial'  tampoco lo hace, ya que su imparcialidad difiere completamente de la del  utilitarismo (y de la de la deontología). Que en cuanto a políticas públicas sí  tenga como fin la maximización, tampoco es utilitarismo ya que hay un mínimo  inviolable de la justicia, de aquello que 'no se puede hacer a la gente'. Y si 'Dios  es utilitarista'... podrá serlo, pero obviamente no traspasa (en Smith) ese  modo de razonamiento moral al ser humano, por lo que la 'ética humana', que es  la descrita en TSM, no puede llamarse, bajo ningún aspecto, una ética  utilitarista. 
                                    Notas 
                                    1.  La TSM fue luego re-editada en los años 1764, 1767, 1774, 1781 y 1790,  publicándose esta sexta edición, con significativos cambios, pocos meses antes  de la muerte del autor. Para los detalles de los cambios entre las distintas  ediciones ver la introducción a la TMS de Raphael y Macfie, pp. 35-46. 
                                    2.  Véase Raphael, D.D. (2007), p. 1. 
                                    3.  Hutcheson, F. (1725) en Raphael, D.D. (1969), pp. 283-284. Las traducciones del  inglés al español son mías. 
                                    4. Becker, L.C. y Becker,  C.B. (1992), p. 211. 
                                    5.  Carrasco, M.A. (1999), p. 13. 
                                    6.  Scheffler, S. (1988), p. 1. 
                                    7.  Carrasco, M.A. (1999), p. 16. 
                                    8.  "El cálculo empieza estableciendo el valor que un placer o una pena tiene  para un individuo. Este valor está determinado por la intensidad, la duración,  la certeza, la proximidad en el tiempo, la fecundidad, la pureza y la extensión  del placer o de la pena en cuestión (Bentham [1789] 1996: 38; Bentham [1817]  1983a: 66, 88-89)". Hurtado, J. (2006) p. 95. Mili, en El utilitarismo  (1991), tuvo que enfrentarse a fuertes críticas que decían que el utilitarismo  igualaba el hombre a la bestia; para contrarrestarlas señaló que no todos los  placeres son iguales (como decía Bentham), sino que poseían distinta 'calidad';  no obstante, añadió que sí son jerarquizables según su cualidad, lo que permite  distinguir al hombre de la bestia pero a su vez presenta otros problemas. Véase  Carrasco, M.A. (1999), pp. VI-AA. 
                                    9.  Carrasco, M.A. (1999), p. 11. 
                                    10.  Kupperman, J. (1993), p. 351. 
                                    11.  Si bien el término sentimentalismo' suele emplearse para caracterizar a las  teorías éticas de Hutcheson y Hume, la teoría de Smith también corresponde a la  corriente sentimentalista en tanto que el juicio moral se da con base en un  sentimiento específico, la simpatía, y no la razón. Smith abiertamente critica  al racionalismo ético (véase TSM VII.iii.2.7); "Él da por sentado que las  reglas morales son generalizaciones inductivas y que los conceptos morales  deben surgir, en primer lugar, de los sentimientos" (Introducción a la  TMS, p. 12). Sin embargo, esto debe matizarse, ya que Smith introduce un  elemento de racionalidad práctica, a saber, el espectador imparcial. Ver  Griswold, C. (2000), pp. 67-68. 
                                    12.  Véase Haakonssen, K. (1981), p. 45. 
                                    13.  TSM I.iii.l.l. 
                                    14. TSM I.i.1.5. 
                                    15. Véase Montes, L. (2004)  p. 47. 
                                    16. TSM I.i.1.3. Como  dice Carrasco en From Psychological to Moral Sympathy (en preparación), ésta es  una simpatía unilateral y es mecánica: hay un contagio involuntario de  sentimientos en que la mera observación de un sentimiento produce otro análogo  en el espectador. 
                                    17.  Véase Otteson, J. (2002), p. 18. 
                                    18.  "Smith usa los términos 'sentimientos', 'emociones' y 'pasiones', la  mayoría de las veces de manera intercambiable, para referirse a aquello que  involuntariamente surge en nosotros como reacción a variadas situaciones que  atestiguamos o en las que nos encontramos —por ejemplo, tristeza, alegría,  resentimiento, horror, y rabia, para tomar ejemplos del primer capítulo de la  TSM". Otteson, J. (2002), p. 22. 
                                    19.  "... la simpatía es algo mutuo entre los hombres. Esta característica de  la simpatía es, sugiero, crucial para toda la teoría moral de Smith y, de  hecho, su idea de simpatía no es en sí inteligible sin ella". Haakonssen,  K. (1981), p. 52. 
                                    20.  Dado que Hume entiende la simpatía como un contagio de sentimientos, el sentimiento  simpatético del espectador debe tener las cualidades de la pasión original, por  lo que, en este caso, sería necesario distinguir entre una simpatía que es reflejo  de las pasiones agradables, y otra que es reflejo de las pasiones desagradables  del agente. 
                                    21.  TSM I.iii.1.9 (nota al pie). 
                                    22. Haakonssen, K. (1981),  p. 51. 
                                    23. TSM Li.2.2. 
                                    24. TSM I.i.1.2. 
                                    25. TSM I.i.1.9. 
                                    26.  Para Haakonssen es importante tener claro que la simpatía emerge, no al ver la pasión,  sino al conocer el contexto en el cual surge "... puesto que muestra una distinción  entre el objeto de la simpatía, que es la pasión de otro hombre, y la causa de  la simpatía, que es toda la situación que suscita la pasión original. Y esto, a  su vez, muestra que la pasión original es solo una parte contingente de todo el  proceso. Las causas pueden, por alguna razón, haber fallado en producir la  pasión original, pero aun así son capaces de producir la pasión simpatética en  el espectador. Por lo tanto, la posibilidad de que el espectador pueda decir  cuál debió' haber sido la pasión original, de acuerdo a su perspectiva". Haakonssen,  K. (1981), p. 46. 
                                    27.  TSM I.i.1.10. 
                                    28.  En la distinción entre simpatía psicológica y moral sigo a Carrasco en From Psychological  to Moral Sympathy (en preparación). 
                                    29.  Smith da una explicación psicológica del surgimiento de la moral; la psicología  es la estructura que sostiene la moralidad, la cual es natural, pero no innata  (ver Raphael, D.D. (2007), p. 128). Como veremos más adelante, para Smith no  hay moralidad sin sociedad; ésta es un fenómeno social, que surge de la  interacción. 
                                    30.  Véase TSM I.i.1.2, TSM I.i.4.7; TSM I.i.4.8. Por más completa que sea la simpatía,  los sentimientos del espectador jamás serán tan intensos como los del agente.  Esto es porque si bien podemos imaginarnos lo que sentiríamos si es que estuviésemos  en la situación del otro, en el fondo sabemos que aquello no nos está sucediendo  a nosotros. 
                                    31.  "Así, el continuo deseo por la simpatía mutua nos presiona a desarrollar  una herramienta que nos ayudará no sólo a moderar nuestros propios  sentimientos, sino que también nos ayudará a involucrarnos en los sentimientos  del espectador para que éstos correspondan con los nuestros. Esta herramienta,  cree Smith, es el espectador imparcial". Otteson, J. (2002), p. 5. 
                                    32.  Mancilla, M.A. (2008), p. 60. Hay algunos elementos necesarios para el  desarrollo y perfeccionamiento de las personas como agentes morales, entre ellos:  la familia, la escuela, la religión, el teatro y la literatura. 
                                    33. TSM I.i.5.8. 
                                    34. Véase Firth, R. (1952),  pp. 333-345. 
                                    35. Rawls, J. (1985), p. 45. 
                                    36. Véase Campbell, T.D.  (1971), pp. 128-139. 
                                    37. Campbell, T.D. (1971),  p. 133. 
                                    38. Campbell, T.D. (1971),  p. 127. Añade  además que: "Para Smith el espectador representa, en primera instancia el  hombre promedio, o normal u ordinario" (p. 134). Así, para Campbell, el  espectador imparcial es un promedio social. 
                                    39. Raphael, D.D. (2007), p.  44. 
                                    40. Darwall, S. (1999), p.  142. 
                                    41. Véase TSM III.4.5, TSM  III.4.6; Fleischaker, S. (1991), p. 256 y Ottesson, J. (2002), p. 71. 
                                    42. Véase TSM I.i.4.4. 
                                    43. TSM IV.2.12. 
                                    44.  TSM IV.2.12. 
                                    45.  Raphael, D.D. (2007), p. 128 y Carrasco, M.A. (en preparación), p. 1. 
                                    46.  "Se ha de observar que, en lo que respecta al sentimiento de aprobación  que surge de la percepción de esta belleza de la utilidad, no hace referencias  de ningún tipo a los sentimientos de otros. Si fuera posible, por lo tanto, que  una persona llegase a adulta sin ninguna comunicación con la sociedad, sus  propias acciones podrían, sin embargo, serle agradables o desagradables según  la tendencia a su felicidad o desventaja... Esa persona no exultaría de la  noción de merecer recompensa en un caso, ni temblaría por la sospecha de  ameritar castigo en el otro. Todos esos sentimientos suponen la idea de otro  ser, que es el juez natural de la persona que los siente; y es sólo por la  simpatía con las decisiones de este arbitro de su conducta, que él puede  concebir, ya el triunfo del aplauso a sí mismo, ya la vergüenza de la condena a  sí mismo". TSM IV.2.12. 
                                    47.  TSM II.ii.3.11. 
                                    48.  TMS II.ni.1.5. 
                                    49.  Darwall, S. (1999), p. 145. 
                                    50.  Smith refuta esto al criticar las doctrinas egoístas de Hobbes y Mandeville en TSM  VII.ii.4. 
                                    51.  TSMI.Í.1.1. 
                                    52.  Ver TSM I.i.2.1. 
                                    53. Haakonssen, K. (1981),  p. 49. 
                                    54. TSM Vll.iv.28. 
                                    55.  Smith entiende la naturaleza humana como naturalmente sociable, para él no existe  algo así como un estado pre-social (critica a las teorías contractualistas). 
                                    56. Fleischacker, S. (2006),  p. 29. 
                                    57. Campbell, T.D. (1971),  p. 205. 
                                    58.  Véase Campbell, T.D. (1971), p. 217 y Campbell, T.D. y Ross, I.S. (1981), p. 73.  Vale destacar que con 'utilitarismo contemplativo' Campbell no se refiere al utilitarismo  de dos niveles que propone R.M. Hare en Moral Thinking (1967), en donde las  decisiones morales de las personas se deben basar en unas reglas intuitivas de  moralidad, y sólo en las ocasiones de conflicto, es decir, cuando la intuición moral  no es apropiada, hay que recurrir al nivel crítico (de evaluación  utilitarista). 
                                    59. Véase TMS III.5.7. 
                                    60. TSM III.5.9. 
                                    61.  Smith señala que habría, por así decirlo, 'tres tribunales' para conocer lo  apropiado. El primero es la simpatía de los espectadores actuales; el segundo  el del espectador imparcial (que frente a la reprobación de los espectadores  actuales podría sentirse algo inseguro), y el tercero es ya el mismo Dios. Véase TSM III.2.32yTSMIIL2.33. 
                                    62. Otteson, J. (2002), p.  246 
                                    63. Campbell, T.D. (1971),  p. 218. 
                                    64.  Campbell, T.D. (1971), p. 218. Ver también Otteson, J. (2002), p. 251: "La  utilidad de Smith, sin embargo, es una utilidad de prácticas generales, de  reglas generales, no de acciones o transacciones individuales. Smith puede, por  lo tanto, mantener todavía que los juicios morales individuales no apelan  directamente a la utilidad... Aun así, las reglas generales, de las cuales se  deducen los juicios individuales, son, en última instancia, el resultado de una  selección espontánea, no intencional e inconsciente, dentro de líneas  utilitarias" (énfasis añadido). 
                                    65.  Campbell, T.D. (1971), p. 218, nota 3. 
                                    66.  Véase en Carrasco, M.A. (1999), un análisis de las críticas al  consecuencialismo, entre las que se encuentra la señalada. 
                                    67  "No somos ni lo suficientemente inteligentes para realizar cálculos  utilitarios confiables ni motivados por la utilidad. Nuestra tarea es seguir la  propiedad". Shaver, R. (2006), p. 197. 
                                    68  Véase TSM Vl.ii.l.15-18. 
                                    69.  Véase Mili, J.S. (1991), p. 38, pp. 41-42 y pp. 68-69. 
                                      
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                                  Universidad  de Navarra  |